PIO XII
"Mediator Dei"
Sobre la Sagrada Liturgia
Sobre la Sagrada Liturgia
B) CICLO DE LOS SANTOS
207. En el curso del año litúrgico se celebran no sólo los misterios de Jesucristo, sino también las fiestas de los Santos, en los cuales, aunque se trata de un orden inferior y subordinado, la Iglesia tiene siempre la preocupación de proponer a los fieles ejemplos de santidad que los estimulen a adornarse de las mismas virtudes del Divino Redentor.
1º. Imitar a los Santos.
208. Es necesario, en efecto, que imitemos las virtudes de los Santos, en las cuales brilla, de modo vario, la virtud misma de Cristo, como que de El fueron aquellos imitadores. Así, en algunos, refulgió el celo del apostolado; en otros, se demostró la fortaleza de nuestros héroes hasta la efusión de la sangre; en otros, brilló la constante vigilancia en la adoración del Redentor; en otros, refulgió el candor virginal del alma y la modesta dulzura de la humildad cristiana; en todos ardió una fervorosísima caridad hacia Dios y hacia el prójimo.
209. La Liturgia pone ante nuestros ojos todos estos adornos de santidad, a fin de que los contemplemos saludablemente y para que «a nosotros, a quienes alegran sus méritos, enfervoricen sus ejemplos» (7). Es necesario, pues, conservar «la inocencia en la sencillez, la concordia en la caridad, la modestia en la humildad, la diligencia en el gobierno, la vigilancia en el auxiliar al que sufre, la misericordia en el cuidar a los pobres, 1a constancia en defender la verdad, la justicia en la severidad de la disciplina, para que no falte en nosotros ninguna de las virtudes que nos han sido propuestas como ejemplo. Estas son las huellas de los Santos, que nos dejaron en su retorno a la patria, para que, siguiendo su camino, podamos también seguirles en la santidad» (8).
210. Y para que también nuestros sentidos sean saludablemente impresionados, la Iglesia quiere que en nuestros templos sean expuestas las imágenes de los santos, pero siempre con el mismo fin, a saber: «Que imitemos las virtudes de aquellos cuyas imágenes veneramos» (9).
2º. Pedirles su ayuda.
211. Pero hay todavía otra razón para el culto de los Santos por el pueblo cristiano: la de implorar su ayuda y «ser sostenidos por el patrocinio de aquellos con cuyas alabanzas nos regocijamos» (10). De esto se deduce fácilmente el por qué de las numerosas fórmulas de oraciones que la Iglesia nos propone para invocar el patrocinio de los Santos.
3º. Especial es el culto a la Santísima Virgen.
a) Culto preeminente.
212. Entre los santos tiene un culto preeminente la Virgen María, Madre de Dios. Su vida, por la misión que le fue confiada por Dios, está estrechamente unida a los misterios de Jesucristo y seguramente nadie ha seguido más de cerca y con mayor eficacia que ella el camino trazado por el Verbo Encarnado, ni nadie goza de mayor gracia y poder cerca del Corazón Sacratísimo del Hijo de Dios y a través del Hijo cerca del Padre.
213. Ella es más santa que los querubines y los serafines, y sin ningún parangón, más gloriosa que todos los demás santos, siendo «llena de gracia» (Luc. 1, 28) y Madre de Dios, y habiéndonos dado con su feliz parto al Redentor. A Ella, que es «Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra» (11), recurrimos todos nosotros, «gimiendo y llorando en este valle de lágrimas» y encomendamos con confianza a nosotros mismos y todas nuestras cosas a su protección. Ella se convirtió en nuestra Madre al hacer el Divino Redentor el sacrificio de Si mismo y, por esto, con este mismo título, nosotros somos hijos suyos. Ella nos enseña todas las virtudes, nos da a su Hijo y, con El, todos los auxilios que nos son necesarios, porque Dios «ha querido que todo lo tuviéramos por medio de María» (12).
4º. Recapitulación.
214. Por este camino litúrgico que todos los años se nos abre de nuevo bajo la acción santificadora de la Iglesia, confortados por la ayuda y los ejemplos de los Santos y, sobre todo, de la Inmaculada Virgen María, «acerquémonos, con sincero corazón, con plena fe, purificados los corazones de las inmundicias de la mala conciencia, lavados en el cuerpo con el agua limpia del Bautismo» (Hebr. 10, 22), al «gran Sacerdote» (Hebr. 10, 21) para vivir y sentir con El y penetrar por medio de El «por el velo» (Hebr. 6, 19) y allí honrar al Padre celestial por toda la eternidad.
215. Tal es la esencia y la razón de ser de la sagrada liturgia; se refiere al sacrificio, a los Sacramentos y a la alabanza de Dios; la unión de nuestras almas con Cristo y su santificación por medio del Divino Redentor, a fin de que sea honrado Cristo y, por El y en El, la Santísima Trinidad: «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo».