sexta-feira, 6 de março de 2009
SEXTA-FEIRA DAS TEMPORAS DE QUARESMA:A SANTA LAÇA E OS SANTOS CRAVOS DE NOSSO SENHOR
Viernes de las Témporas de Cuaresma: La Santa Lanza y los Santos Clavos de Nuestro Señor
Continuando con las misas especiales que hacen referencia especial a algún aspecto o instrumento de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor, toca hoy considerar el misterio de la Santa Lanza y los Santos Clavos con los que fue atravesado el divino Cuerpo de Nuestro Señor, en relación estrecha con el de la Cinco Llagas, que se conmemorará de aquí a dos semanas.
Se discute si los Santos Clavos son tres o cuatro. Las Sagradas Escrituras nada dicen sobre su número. La iconografía de la Crucifixión representa a Jesucristo indiferentemente atravesado: ora por tres clavos (con uno fijando los dos pies superpuestos al madero), ora por cuatro (con un clavo para cada pie). Las revelaciones privadas difieren también en este punto. Mientras Santa Matilde de Magdeburgo habla de tres clavos, para Santa Brígida de Suecia son cuatro. Esta discrepancia puede explicarse diciendo que a cada santa se le aparecía Nuestro Señor bajo la forma en que estaba acostumbrada a verlo en las imágenes. Sin embargo, del estudio de la Sábana Santa parece deducirse que a Jesús los pies se los atravesaron con un único clavo.
Sea de ello lo que fuere, el suplicio debió ser espantoso y el dolor causado inenarrable. Las heridas de los clavos abrieron cuatro fuentes de hemorragia que debieron acelerar el desenlace mortal. Ya Jesús había sufrido pérdida de sangre por efecto de los azotes y la coronación de espinas y se hallaba debilitado al extremo y deshidratado; por ello su sed es acuciante. De hecho, los evangelistas atestiguan que fue el primero de los tres crucificados sobre el Gólgota que murió, mientras a los otros dos hubo que romperles las piernas para que se asfixiaran y expirasen. Cuando ya lo habían hecho con los ladrones e iban hacia el Señor, comprobaron que ya no estaba con vida. Cuenta san Juan que entonces uno de los centuriones cogió una lanza y atravesó el costado de Jesús, manando sangre y agua.
Lo que pareciera un acto de gratuita crueldad fue más bien un acto benévolo hacia las santas mujeres que seguían de cerca la agonía del Maestro y se hallaban angustiadas en la duda que hubiera ya muerto o no. El militar romano, visto que el crucificado era un condenado a muerte, simplemente quiso asegurarse de ésta para que aquéllas encontraran resignación: fue como el tiro de gracia que se aplica aun fusilado. Probablemente ya está muerto, pero más vale cerciorarse. Lo que no se imaginó el que la tradición llama Longinos fue que su acto le abriría a él los ojos y el corazón a la fe y al amor de Cristo, cuyo Sagrado Corazón fue el primer mortal en poner al descubierto.
Es sugestivo que sea precisamente san Juan, el discípulo amado, el que nos da la noticia de la lanzada de Longinos. Recuérdese que el joven apóstol fue quien más cerca estuvo de Cristo en la Última Cena y recostó su cabeza en el pecho del Señor, como recogiendo los últimos latidos del Hijo de Dios antes de su Pasión. San Juan es para santa Gertrudis el primer confidente y amigo de ese corazón que a ella se le reveló profusamente. Era natural que no se le escapara el episodio de la lanzada y el detalle de que de la herida manó sangre y agua. Científicamente se ha explicado este hecho por la acumulación de la sangre y el plasma en el músculo cardíaco al nivel del pericardio al morir. La lanza habría liberado esos dos líquidos, en los que la mística ha visto la sangre redentora y el agua del bautismo.
La Iglesia, sacramento de salvación, nace así del costado de Cristo, de lo íntimo de su Divino Corazón, símbolo del amor. No es extraño que san Juan hasta su más avanzada edad insistiera en que lo más importante en el cristianismo era el amor. Amor de Dios hacia los hombres y de éstos a Dios; amor mutuo entre los hijos de un mismo Padre; amor en Jesucristo. De ahí la importancia que tiene la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que no es una más, sino la más importante de la piedad cristiana y el último remedio que ha sido dado a este mundo para su salvación, según testimonio de su gran confidente moderna, santa Margarita María de Alacoque.
La consideración espiritual que la caridad sugiere hoy tiene por objeto a los que se sufren en sus miembros: de parálisis, de tetraplejias, de invalidez que los imposibilita y los tiene, por así decirlo, clavados en una silla de ruedas o en un lecho; también a los que sufren física y moralmente en su corazón. Acordémonos de rezar por todos ellos. A veces su situación es tan desesperada que no ven alivio sino en la muerte, sin considerar que su dolor no es inútil y que la muerte no es una verdadera solución.
SACRORUM LANCEAE ET CLAVORUM D.N.I.C.
Introitus
(Is. 21, 17-18 et 15) FODÉRUNT manus meas, et pedes meos: dinumeravérunt ómnia ossa mea: et sicut aqua effúsus sum. (Ps. ibid., 15) Factum est cor meum tamquam cera liquéscens, in médio ventris mei. V. Glória Patri.
Oratio
DEUS, qui in assúmptae carnis infirmitáte Clavis affígi et Láncea vulnerári pro mundi salúte voluísti: concéde propítius ; ut, qui eorúmdem Clavórum et Lánceae solémnia venerámur in terris, de glorióso victóriae tuae triúmpho gratulémur in caelis: Qui vivis. R. Amen.
Epistola
Léctio Zacharíae Prophétae (Zach. 12, 10-11 ; 13, 6-7). HAEC dicit Dóminus: Effúndam super domum David, et super habitatóres Jerúsalem spíritum grátiae et precum: et aspícient ad me, quem confixérunt: et plangent eum planctu quasi super unigénitum, et dolébunt super eum, ut doléri solet in morte primogéniti. In die illa magnus erit planctus in Jerúsalem, et dicétur: Quid sunt plagae istae in médio mánuum tuárum ? Et dicet: His plagátus sum in domo eórum, qui diligébant me. Frámea, suscitáre super pastórem meum, et super virum cohaeréntem mihi, dicit Dóminus exercítuum: pércute pastórem, et dispergéntur oves: ait Dóminus omnípotens.
Graduale
(Ps. 68, 21-22) Impropérium exspectávit cor meum, et misériam: et sustínui, qui simul mecum contristarétur, et non fuit: consolántem me quaesívi, et non invéni. V. Dedérunt in escam meam fel, et in siti mea potavérunt me acéto.
Tractus
(Isai. 53, 4-5) Vere languóres nostros ipse tulit, et dolóres nostros ipse portávit. V. Et nos putávimus eum quasi leprósum, et percússum a Deo, et humiliátum. V. Ipse autem vulnerátus est propter iniquitátes nostras, attrítus est propter scélera nostra. V. Disciplína pacis nostrae super eum: et livóre ejus sanáti sumus.
In Missis per annum post Graduale, omisso Tractu, dicitur:
Allelúja, allelúja. V. Ave, Rex noster: tu solus nostros es miserátus erróres: Patri obédiens, ductu s es ad crucifigéndum, ut agnus mansuétus ad occisiónem. Allelúja.
Tempore autem Paschali, omissis Graduali et Tractu, dicitur:
Allelúja, allelúja. V. Ave, Rex noster: tu solus nostros es miserátus erróres: Patri obédiens, ductus es ad crucifigéndum, ut agnus mansuétus ad occisiónem. Allelúja. V. Tibi glória, hosánna: tibi triúmphus et victória: tibi summae laudis et honóris coróna. Allelúja.
Evangelium
+ Sequéntia sancti Evangélii secúndum Joánnem (Ioann. 19, 28-35). IN illo témpore: Sciens Jesus, quia ómnia consummáta sunt, ut consummarétur Scriptúra, dixit: Sítio. Vas ergo erat pósitum acéto plenum. Illi autem spóngiam plenam acéto, hyssópo circumponéntes, obtulérunt ori ejus. Cum ergo accepísset Jesus acétum, dixit: Consummátum est. Et inclináto cápite trádidit spíritum. Judaéi ergo (quóniam Parascéve erat) ut non remanérent in cruce córpora sábbato (erat enim magnus dies ille sábbati), rogavérunt Pilátum, ut frangeréntur eórum crura, et tolleréntur. Venérunt ergo mílites: et primi quidem fregérunt crura, et altérius, qui crucifíxus est cum eo. Ad Jesum autem cum veníssent, ut vidérunt eum jam mórtuum, non fregérunt ejus crura, sed unus mílitum láncea latus ejus apéruit, et contínuo exívit sanguis, et aqua. Et qui vidit, testimónium perhíbuit: et verum est testimónium ejus. Credo.
Offertorium
Insurrexérunt in me viri iníqui: absque misericórdia quaesiérunt me interfícere: et non pepercérunt in fáciem meam spúere: lánceis suis vulneravérunt me, et concússa sunt ómnia ossa mea.
Secreta
SANCTÍFICET nos, quaésumus, Dómine, hoc sanctum et immaculátum sacrifícium vespertínum: quod unigénitus Fílius tuus in Cruce óbtulit pro salúte mundi: Qui tecum vivit et regnat. R. Amen.
Praefatio de Cruce
Communio
Vidébunt in quem transfixérunt, cum moveréntur fundaménta terrae.
Postcommunio
DÓMINE Jesu Christe, qui temetípsum in Cruce holocáustum immaculátum et spontáneum Deo Patri obtulísti: quaésumus ; ut ejúsdem sacrifícii oblátio veneránda indulgéntiam nobis obtíneat, et glóriam sempitérnam: Qui vivis et regnas cum eódem Deo Patre... R. Amen.