sábado, 18 de abril de 2009
Cada vez são mais os padres que se vestem como padres
Cada vez que sale el tema del atuendo sacerdotal o religioso se multiplican las memeces. Que son siempre las mismas. Y que dalatan un cabreo que parece producto de una mala conciencia.
La más estúpida es la de que Jesucristo no vestía sotana ni clergymen. Te sueltan esa gilipollez y se quedan tan felices por haber descubierto el Mediterráneo. Tampoco usaba teléfono móvil, se desplazaba a pie o en jumento, desconocía la aspirina, no bebía Coca Cola... O sea, a hacer lo mismo.
La más repetida es la de que el hábito no hace al monje. Cierto. Pero lo identifica. Y eso es lo que muchos no quieren. Ellos sabrán por que. Que no se les identifique como sacerdotes o monjas. Aunque en el caso de estas últimas se da una curiosa paradoja. Muchas de ellas resultan tan identificables como si llevaran aquellas aparatosas tocas de las Hijas de la Caridad de antaño. Hoy es frecuentísimo tropezarte con unos adefesios, naturalmente sin hábito, e inmediatamente piensas que son monjas. Y aciertas siempre. Son la fealdad andante. En continente y en contenido. Repelen a quien se las encuentra. Y las pobres se creerán que así se hacen más próximas. No hay una joven que quiera parecerse a eso. Y así no tienen ni una vocación. No dudo que muchas serán buenísimas y entregadísimas a Dios. Pero repelen. Y a lo que repele la gente no se acerca.
Otra muy extendida es que hay curas con sotana repugnantes, caso Maciel, y otros sin ella buenísimos. Cierto. Pero también los hay repugnantes entre los que no llevan ningún distintivo sacerdotal. Y me da la impresión de que hoy la mayoría de los pederastas, de los que frecuentan sitios non santos de uno u otro sexo, de los que viven aseglarados no ya de aspecto sino también de conducta, cuando no amancebados, de los contrarios al dogma y a la moral de la Iglesia, de los rebeldes al Papa y a la jerarquía, van de paisano. Y no vale respecto a la rebeldía al Papa el ejemplo de los lefebvristas porque esos no están, al menos de momento, en comunión con él.
Esto en cuanto a los hechos. Que si son así, así son. Luego viene la hirsuta reacción ante quienes prefieren al cura y a la monja que se identifican como tales. Se les niega el derecho a tener esa preferencia. Como si tuvieras la obligación de que te gusten el cura o la monja secularizados en su aspecto. La que se armó porque dije que el ya famoso fray Severino "externamente", porque dije "externamente", no se parecía a San Francisco. En la fotografía que nos dio Ecclesia Digital. Pues "externamente", lo siento mucho, no se parece. Será un cura estupendo, tendrá un espíritu franciscano que ya lo quisiera para sí su Seráfico Padre, hasta nos enteramos wikipédicamente de la Tau, todo lo que queráis. Pero quien se lo encuentre por la calle de esa guisa, gordito, con ese bigote, pensará que es un buen padre de familia, porque tiene aspecto de buena persona, que llega a su casa después del trabajo, un amable funcionario del Ayuntamiento o lo que queráis, pero no hace visible a San Francisco.
Cada vez son más los curas que visten de curas. Creo que no cabe, por ahora, decir lo mismo de las monjas, aunque todo llegará. Y parece que eso os irrita mucho. A algunos. Pero no tenéis el menor derecho a imponerme que a mí me parezca mal. Y además es tarea inútil. No os voy a hacer el menor caso. Seguiré en lo mío. Y vamos a ganar.
Jamás me oiréis decir que un cura de paisano es sólo por eso un mal sacerdote. Porque no lo pienso. Lo acepto como cura sin el menor problema. Y más de uno así ataviado es muy querido amigo. No se me revuelven las tripas al verles sino que estoy encantado cuando estoy con ellos. Jamás les recomendé que cambiaran de aspecto. Me ocurre los mismo que con la misa. Asisto al modo ordinario pero me parece muy bien que se permita el extraordinario. Los dictadorcillos de poca monta pretenden que todos comulguen con sus ruedas de molino. Pues conmigo que no cuenten.
Fonte: la cigueña de la torre