segunda-feira, 30 de novembro de 2009

Parabéns Novus Ordo


40 Anos da Revolução-Reforma da Liturgia

Todos os blogs tradicionais ou não estão relembrando os 40 anos do Novus Ordo Missae, comemorados hoje. São 40 anos de vernáculo, simplificação, pobreza e intolerância em muitas paróquias!

Não há muito que escrever, mas há muito a lamentar. O banimento do latim, do gregoriano são apenas sintomas de uma doença maior - o banimento da adoração ao Senhor.

Quantas comunidades não foram profundamente machucadas nessa aventura que chamamos de "missa nova"? E aquelas que, tendo ciência do que é (ou deveria ser) o momento excelso da missa, não continuam sofrendo, sem alternativa, a cada celebração "viva e festiva"...

Quatro décadas que encontram agora o seu ápice. Agora não há nada além de um declínio, como uma montanha-russa que chega ao seu ponto mais alto, guardando em si toda a tensão e, desabando, oferece algum alívio. E este declínio tem um nome - Bento XVI. A ascensão do cardeal alemão ao trono petrino é marco do começo da verdadeira reforma, onde o "rito romano do futuro deveria ser um só rito, celebrado em latim ou em língua popular, mas baseada inteiramente na tradição do rito antigo; ele poderia integrar alguns novos elementos que passaram bem pela prova, alguns prefácios, leituras mais longas -- mais escolhidas que antes, mas não demais -- uma "Oratio fidelium", quer dizer uma ladainha de orações de intercessão após o Oremus e antes do Ofertório, onde era o seu lugar primitivo". (cf. Carta do Cardeal Ratzinger ao teólogo Heins Lothar Barth)

Ratzinger é um anti-Bugnini, seu nêmesis. É Ratzinger que plantará a semente da verdadeira reforma da liturgia, não da demolição esplêndida empreendida pelo finado membro de um comitê.

São 40 anos que não verão solução em 4! Talvez precisemos de mais 40, quem sabe ainda mais, para devolver aos católicos o sentido do sagrado e da adoração, para banir e exorcizar as missas afros, caipiras, de cura, disso e daquilo. O estrago normalmente é muito mais fácil de ser feito.

Rezemos, pelo Papa, este anti-bugnini. Rezemos pelos eminentíssimos senhores cardeais que, num futuro ainda distante, terão a difícil tarefa de escolher o seu sucessor. Rezemos pelos bispos e padres, para que "abracem" a fé autêntica da Igreja e não este simulacro vazio que muitas vezes nos é apresentado.

E que o Novus Ordo e seu autor possam, enfim, descansar em paz!

fonte:Igreja una

Mensaje a Bartolomé I, Patriarca de Constantinopla clipping El Papa, dispuesto a revisar el Primado de Pedro Para "poder realizar un servicio de amor

Benedicto XVI y Bartolomé I/> Benedicto abraza a Bartolomé

Benedicto abraza a Bartolomé


El papa Benedicto XVI ha comunicado a la Iglesia Ortodoxa que se estudiarán las formas para que su ministerio del Obispo de Roma, el Primado de Pedro, "pueda realizar un servicio de amor reconocido por todos".

El Pontífice ha enviado este mensaje al patriarca ecuménico de Constantinopla (Estambul), Bartolomé I, con motivo de la festividad de San Andrés, el patrón de la Iglesia ortodoxa, que se celebra hoy, hecho público en esta jornada por el Vaticano.

El Patriarcado ortodoxo tiene también por costumbre mandar a Roma una delegación con motivo de la festividad de San Pedro y San Pablo, que se celebra el 29 de junio.

En su misiva, Benedicto XVI recordó su viaje a Estambul hace ahora tres años y dijo que el testimonio de los cristianos será "más creíble si todos los creyentes en Cristo son un sólo corazón y una sola alma".

Benedicto XVI, como Juan Pablo II, mantiene que la división de los cristianos es una "vergüenza" que quita credibilidad al anuncio del Evangelio.

El Obispo de Roma manifestó que la Iglesia Católica "entiende el Ministerio Petrino (el del Papa) como un don del Señor a su Iglesia" y que ese ministerio no debe ser interpretado "en una perspectiva de poder, sino en el ámbito de una eclesiología de unidad, como servicio a la unidad en la verdad y en la caridad".

Mientras se llega a esa unidad rota en 1054 con el cisma entre Oriente y Occidente, Benedicto XVI afirmó que los cristianos deben trabajar juntos en la defensa de la dignidad del ser humano, de los valores morales fundamentales, en la promoción de la justicia y de la paz.

Ahora a las dos iglesias les separan razones teológicas, como el rechazo de los ortodoxos al primado de la Iglesia de Roma y la negativa de la infalibilidad del Papa.

Los ortodoxos no reconocen la validez de los sacramentos católicos, al contrario que la Iglesia católica que sí admite, desde el Concilio Vaticano II, los de la Iglesia ortodoxa.

Los ortodoxos culpan a Roma de proselitismo y de intentar expandirse en territorios hasta ahora bajo su control.

Visto que el Primado de Pedro es uno de los escollos, Juan Pablo II ya dijo en varias ocasiones que estaba dispuesto a que teólogos y expertos debatieran ese tema para encontrar una solución aceptada por todos.

Benedicto XVI considera la unidad de los cristianos uno de los ejes de su pontificado y ha dicho estar dispuesto a dar pasos efectivos para lograrla.

En noviembre de 2007 las iglesias ortodoxas reconocieron al Obispo de Roma como "Primer Patriarca", aunque siguen discrepando con los católicos sobre la interpretación de sus prerrogativas, según un documento conjunto aprobado por la Comisión Mixta para el Diálogo Teológico entre Católicos y Ortodoxos. (RD/Efe)

fonte:religón digital

Benedicto XVI y Bartolomé I/> Benedicto abraza a Bartolomé

Benedicto abraza a Bartolomé


El papa Benedicto XVI ha comunicado a la Iglesia Ortodoxa que se estudiarán las formas para que su ministerio del Obispo de Roma, el Primado de Pedro, "pueda realizar un servicio de amor reconocido por todos".

El Pontífice ha enviado este mensaje al patriarca ecuménico de Constantinopla (Estambul), Bartolomé I, con motivo de la festividad de San Andrés, el patrón de la Iglesia ortodoxa, que se celebra hoy, hecho público en esta jornada por el Vaticano.

El Patriarcado ortodoxo tiene también por costumbre mandar a Roma una delegación con motivo de la festividad de San Pedro y San Pablo, que se celebra el 29 de junio.

En su misiva, Benedicto XVI recordó su viaje a Estambul hace ahora tres años y dijo que el testimonio de los cristianos será "más creíble si todos los creyentes en Cristo son un sólo corazón y una sola alma".

Benedicto XVI, como Juan Pablo II, mantiene que la división de los cristianos es una "vergüenza" que quita credibilidad al anuncio del Evangelio.

El Obispo de Roma manifestó que la Iglesia Católica "entiende el Ministerio Petrino (el del Papa) como un don del Señor a su Iglesia" y que ese ministerio no debe ser interpretado "en una perspectiva de poder, sino en el ámbito de una eclesiología de unidad, como servicio a la unidad en la verdad y en la caridad".

Mientras se llega a esa unidad rota en 1054 con el cisma entre Oriente y Occidente, Benedicto XVI afirmó que los cristianos deben trabajar juntos en la defensa de la dignidad del ser humano, de los valores morales fundamentales, en la promoción de la justicia y de la paz.

Ahora a las dos iglesias les separan razones teológicas, como el rechazo de los ortodoxos al primado de la Iglesia de Roma y la negativa de la infalibilidad del Papa.

Los ortodoxos no reconocen la validez de los sacramentos católicos, al contrario que la Iglesia católica que sí admite, desde el Concilio Vaticano II, los de la Iglesia ortodoxa.

Los ortodoxos culpan a Roma de proselitismo y de intentar expandirse en territorios hasta ahora bajo su control.

Visto que el Primado de Pedro es uno de los escollos, Juan Pablo II ya dijo en varias ocasiones que estaba dispuesto a que teólogos y expertos debatieran ese tema para encontrar una solución aceptada por todos.

Benedicto XVI considera la unidad de los cristianos uno de los ejes de su pontificado y ha dicho estar dispuesto a dar pasos efectivos para lograrla.

En noviembre de 2007 las iglesias ortodoxas reconocieron al Obispo de Roma como "Primer Patriarca", aunque siguen discrepando con los católicos sobre la interpretación de sus prerrogativas, según un documento conjunto aprobado por la Comisión Mixta para el Diálogo Teológico entre Católicos y Ortodoxos. (RD/Efe)

Pio XII:una dimensión de la apostasía actual es, en efecto, el que viene a confundirse la apostasía social con el progreso de la libertad humana ...


En el Evangelio de hoy el Señor nos revela una realidad que recitamos cada domingo en el Credo: que Cristo ha de venir un día como juez glorioso de todo el cosmos, de la historia, de las naciones y de los hombres. Es el juicio universal. Esto es verdad y ha de cumplirse. Ese día se asemeja al diluvio universal, de los cuales los hombres «no se dieron cuenta, hasta que sobrevino». Si nuestro entendimiento, bajo el influjo de los dones del Espíritu Santo, se hace puro y penetrante para descubrir en la fe este misterio, compartiremos también algo del inefable dolor del Corazón de Cristo ante el mundo actual, que a medida que avanza hacia el día del juicio, más se aparta de su justo Juez. El Papa Pío XII en su primera Encíclica, Sumi Pontificatus, —Encíclica impresionante— del 20 de octubre de 1939, llamaba la atención de que el mundo, «en su incredulidad ciega y orgullosa excluye a Jesucristo de la vida moderna, especialmente de la vida pública; y con Cristo sacude también la idea de Dios. Muchos al alejarse de Cristo, proclamaban la separación como una liberación de la servidumbre, y hablaban de progreso cuando en verdad retrocedían». Y concluía que una dimensión de la apostasía actual es, en efecto, el que viene a confundirse la apostasía social con el progreso de la libertad humana y el «acceso de la Cristiandad a su edad madura», es decir, que el mundo progresaría en que ya sociológica y culturalmente no se reconoce cristiano. Sin embargo, este triunfo actual de un orden no cristiano, aunque nos dificulta la comprensión de los misterios de la Providencia divina, nos debe conducir a una alegría maravillosa y profunda del plan de Dios. Santo Tomás dice que el entendimiento descansa en la verdad, y muy especialmente el cristiano atribulado por este tiempo de incredulidad y confusión, debe descansar enteramente en el irrevocable designio de Dios sobre el rumbo de los acontecimientos. Este triunfo, como hemos dicho, ya lo tenemos anticipadamente en la celebración de la Sagrada Liturgia. En efecto, contemplar a Cristo como Juez Universal es contemplar a Cristo como Señor de la historia. ¿Cómo es esto?
Fonte:schola veritatis

Confesores de la fe, que combaten los errores de su tiempo eTeólogos disidentes y ambiguos

–¿O sea que seguimos combatiendo?
–Hasta la Parusía, hasta el fin del mundo, pues siempre ha de haber herejes, cismáticos y sacrílegos.

Los santos Padres y los Concilios afirman la verdad católica y combaten los errores contrarios. Ésa es la norma tanto en Oriente como en Occidente. A veces cumplen las dos funciones en una misma obra. Lo hacen en otras ocasiones, por ejemplo, San Atanasio, en libros distintos: De Incarnatione, uno, Contra Arianos, otro. De este modo el mismo misterio de la fe es considerado en positivo y en negativo.

La historia nos muestra que muchos Concilios se reunieron para condenar herejías o reprobar herejes. El I Concilio de Constantinopla, ecuménico (381), en su canon 1º, «anatematiza toda herejía, y en particular la de eunomianos o anomeos, la de arrianos o eudoxianos, la de semiarrianos o pneumatómacos, la de sabelinos, marcelianos, fotinianos y apolinaristas». Se trataba de herejías entonces activas.

Es además tan frecuente en los Concilios reiterar las condenaciones de las herejías pasadas, que el papa Gelasio I (492-496) prohibe esa costumbre: «¿Acaso nos es lícito desatar lo que fue ya condenado por los venerables Padres y volver a tratar los criminales dogmas por ellos arrancados» (Cta. al Ob. Honorio). En todo caso, como las herejías siguen produciéndose al paso de los siglos, aunque a veces solo sean reformulaciones de antiguos errores, una y otra vez los Papas y los Concilios han de pronunciarse contra Orígenes, contra Prisciliano, contra los errores de beguardos y beguinas, etc. Simplemente: el número de condenaciones es igual al número de herejías.

Recordemos en esto que el papa Juan Pablo II, al presentar el Catecismo de la Iglesia Católica, publicó una constitución apostólica, Fidei depositum, que se iniciaba con las siguientes palabras: «Guardar el depósito de la fe es la misión que el Señor confió a su Iglesia y que ella realiza en todo tiempo» (11-X-1992).

Pues bien, si la Iglesia, como dice el Vaticano II, fundamenta su Magisterio siempre en la Biblia y en la Tradición (DV 7-10), ha de observar y observa fielmente esta norma tradicional. El Papa y los obispos, los sacerdotes y teólogos, todos los fieles, cada uno en su modo y medida, han de confesar la fe católica y han de combatir los errores contrarios.

Han de ser combatidos de modo especial «los errores contemporáneos» . Es cierto que también las herejías del pasado, al menos las principales, mantienen siempre alguna vigencia o peligro, y deben ser rechazadas. Pero, sin duda, la mayor virulencia del error suele darse en cada época en los errores presentes, en buena parte a causa de su fascinante novedad. Los errores, cuando se hacen viejos, pierden mucho de su peligroso atractivo. Por eso, todos los fieles, y muy especialmente Obispos, teólogos y párrocos, han de estar vigilantes para apagar cuanto antes el fuego herético que pueda encenderse en algún lado, para evitar que se extienda y haga un gran incendio. Si dejan que el fuego se extienda y se haga cada vez más fuerte, puede llegar un momento en que ya el incendio no pueda ser combatido, y solo termine y se apague por sí mismo, cuando todo haya sido arrasado y no quede ya nada por consumir.

Podemos recordar el ejemplo de San Agustín (354-430). El santo Doctor, Obispo de Hipona –una pequeña diócesis del norte de África–, combatió con todas sus fuerzas los errores que en sus años amenazaban la verdad católica. En una época en que las noticias se difundían mucho más lentamente que hoy, él combatió, por ejemplo, muy duramente contra los errores que estaba difundiendo, especialmente en Roma, el monje irlandés Pelagio, estrictamente contemporáneo suyo (354-427).

Y así lo hizo, asistido por Dios, para bien de la Iglesia, aunque aquellos errores sobre el pecado original y la necesidad de la gracia sobrenatural fueran en un principio aprobados por el Obispo de Jerusalén, por el de Cesarea, por el sínodo de Dióspolis (415), e incluso por el papa Zósimo. Todos éstos, quizá mal informados, no habían descubierto todavía la gravísima malicia del pelagianismo, cuando, por otra parte, la Iglesia no había formulado aún una doctrina dogmática clara y precisa sobre esos temas. Y ejemplos como éste podrían multiplicarse indefinidamente. La impugnación de los errores presentes es un dato unánime de la Tradición católica.

Todos los santos combatieron los errores de su tiempo, al menos aquellos que por su misión dentro de la Iglesia estaban especialmente comprometidos a librar esa lucha. Todos combatieron los errores y las desviaciones morales de su tiempo, atrayendo frecuentemente sobre sí muy graves penalidades, persecuciones, exilios, cárcel, muerte. Fueron, pues, mártires de Cristo, ya que dieron en el mundo y en la Iglesia «el testimonio de la verdad» con todas sus fuerzas: sin «guardar su vida» cautelosamente; sin tener a veces el apoyo de los demás Obispos; sin esperar la declaración de un Concilio –aunque ellos lo promovían cuando era preciso–; faltos en ocasiones de la misma confortación del Obispo de Roma.

En el año 359, después de los conciliábulos de Rímini y Seleucia, escribe espantado San Jerónimo: «ingemuit totus orbis et arianum se esse miratus est» (Adv. Lucif.). En ese tiempo, efectivamente, el arrianismo, negando la divinidad de Jesucristo, había invadido gran parte de la Iglesia. Y en aquella crisis, una de las más graves de la historia de la Iglesia, fue decisivo el testimonio de la fe católica dado por unos pocos, como el Obispo de Poitiers, San Hilario (315-368) y San Atanasio (295-373), Obispo de Alejandría (328-373), que cinco veces se vió expulsado de su sede por los arrianos (335-337, 339-346, 356-363, 363, 365-366), habiendo de sufrir destierro, violencias, calumnias, desprestigios y toda clase de sufrimientos físicos y morales. Fueron fieles discípulos del Maestro crucificado y de los Apóstoles mártires. No se vieron frenados en su celo pastoral ni por personalidades fascinantes, ni por Centros teológicos prestigiosos, ni por príncipes o emperadores, ni por levantamientos populares. Y gracias a su martirio –gracias a Dios, que los sostuvo– la Iglesia Católica permanece en la fe católica.

El Oficio de lectura de la Liturgia de las Horas, en el Propio de los Santos, da una mínima biografía de cada uno. Y merece la pena señalar que, cuando trata sobre todo de santos pastores o teólogos, casi siempre recuerda, como mérito destacado, que «combatieron los errores de su tiempo». Los cito abreviadamente, y compadeciéndome de los lectores, 1º-divido el texto en cuatro cómodos párrafos, que abarcan cada uno cinco siglos y 2º-declaro no obligatoria su lectura. (Y todavía habrá alguno que se queje).

San Justino (+165; 1-VI), «escribió diversas obras en defensa del cristianismo… Abrió en Roma una escuela donde sostenía discusiones públicas. Fue martirizado». –San Ireneo (+200; 28-VI), obispo y mártir, autor de Adversus hæreses, «escribió en defensa de la fe católica contra los errores de los gnósticos». –San Calixto I (+222; 14-X), antiguo esclavo, Papa y mártir, «combatió a los herejes adopcionistas y modalistas». –San Antonio Abad (+356; 17-I), padre de los monjes, apoyó «a San Atanasio en sus luchas contra los arrianos». –San Hilario (+367; 13-I), obispo y doctor de la Iglesia, «luchó con valentía contra los arrianos y fue desterrado por el emperador Constancio». –San Atanasio (+373; 2-V), obispo y doctor de la Iglesia, «peleó valerosamente contra los arrianos, lo que le acarreó incontables sufrimientos, entre ellos varias penas de destierro». –San Efrén (+373; 9-VI), diácono y doctor de la Iglesia, fue «autor de importantes obras, destinadas a la refutación de los errores de su tiempo». –San Basilio (+379; 2-II), obispo y doctor de la Iglesia, «combatió a los arrianos». –San Cirilo de Jerusalén (+386; 18-III), obispo y doctor de la Iglesia, «por su actitud en la controversia arriana, se vio más de una vez condenado al destierro… [pues] explicaba a los fieles la doctrina ortodoxa, la Sagrada Escritura y la Tradición». –San Eusebio de Vercelli (+371; 2-VIII), obispo, «sufrió muchos sinsabores por la defensa de la fe, siendo desterrado por el emperador Constancio. Al regresar a su patria, trabajó asiduamente por la restauración de la fe, contra los arrianos». –San Dámaso (+384; 11-XII), Papa, «hubo de reunir frecuentes sínodos contra los cismáticos y herejes». –San Ambrosio (+397; 7-XII), obispo y doctor de la Iglesia, «defendió valientemente los derechos de la Iglesia y, con sus escritos y su actividad, ilustró la doctrina verdadera, combatida por los arrianos». –San Juan Crisóstomo (+407; 13-IX), obispo y doctor de la Iglesia, en Constantinopla, se esforzó «por llevar a cabo una estricta reforma de las costumbres del clero y de los fieles. La oposición de la corte imperial y de los envidiosos lo llevó por dos veces al destierro. Acabado por tantas miserias, murió [desterrado] en Comana, en el Ponto». –San Agustín (+430; 28-VIII, obispo y doctor de la Iglesia, «por medio de sus sermones y de sus numerosos escritos contribuyó en gran manera a una mayor profundización de la fe cristiana contra los errores doctrinales de su tiempo». –San Cirilo de Alejandría (+444; 27-VI, obispo y doctor de la Iglesia, «combatió con energía las enseñanzas de Nestorio y fue la figura principal del Concilio de Éfeso». –San León Magno (+461; 10-XI), obispo y doctor de la Iglesia, «combatió valientemente por la libertad de la Iglesia, sufriendo dos veces el destierro».

San Hermenegildo (+586; 13-IV) «es el gran defensor de la fe católica de España contra los durísimos ataques de la herejía arriana… Su verdadera gloria consiste en haber padecido el martirio por negarse a recibir la comunión arriana y en ser, de hecho, el primer pilar de la unidad religiosa de la nación». –San Martín I (+656; 13-III), Papa y mártir, «celebró un concilio en el que fue condenado el error monotelita. Detenido por el emperador Constante el año 653 y deportado a Constantinopla, sufrió lo indecible; por último fué trasladado al Quersoneso, donde murió». –San Ildefonso (+667; 23-I), obispo de Toledo, hizo «una gran labor catequética defendiendo la virginidad de María y exponiendo la verdadera doctrina sobre el bautismo». –San Juan Damasceno (+mediados VIII; 4-XII), doctor de la Iglesia, «escribió numerosas obras teológicas, sobre todo contra los iconoclastas».

San Romualdo (+1027; 19-VI), abad, «luchó denodadamente contra la relajación de costumbres de los monjes de su tiempo». –San Gregorio VII (+1085; 25-V), Papa, trabajó «en la obra de reforma eclesiástica… con gran denuedo… Su principal adversario fue el emperador Enrique IV. Murió desterrado en Salerno». –San Anselmo (+1109; 21-IV), obispo y doctor de la Iglesia, «combatió valientemente por la libertad de la Iglesia, sufriendo dos veces el destierro». –Santo Tomás Becket (+1170; 29-XII), obispo y mártir, «defendió valientemente los derechos de la Iglesia contra el rey Enrique II, lo cual le valió el destierro a Francia durante seis años. Vuelto a la patria, hubo de sufrir todavía numerosas dificultades, hasta que los esbirros del rey lo asesinaron». –San Estanislao (+1079; 11-IV), obispo y mártir, «fue asesinado por el rey Boleslao, a quien había increpado por su mala conducta». –Santo Domingo de Guzmán (+1221; 8-VIII), fundador de la Orden de Predicadores, «con su predicación y con su vida ejemplar, combatió con éxito la herejía albigense». –San Antonio de Padua (+1231; 13-VI), doctor de la Iglesia, se dedicó a la predicación, «convirtiendo muchos herejes». –San Vicente Ferrer (+1419; 5-IV), «como predicador recorrió muchas comarcas con gran fruto, tanto en la defensa de la verdadera fe como en la reforma de costumbres». –San Juan de Capistrano (+1456; 23-X), sacerdote de los Frailes Menores, hizo su apostolado por toda Europa, «trabajando en la reforma de costumbres y en la lucha contra las herejías». –San Casimiro (+1484; 4-III), hijo del rey de Polonia, fue «gran defensor de la fe».

San Juan Fisher (+1535; 22-VI), obispo y mártir, «escribió diversas obras contra los errores de su tiempo». –Santo Tomás Moro (+1535; 22-VI), «escribió varias obras sobre el arte de gobernar y en defensa de la religión». Igual que San Juan Fisher, por oponerse a los errores y abusos del rey Enrique VIII, fue decapitado en 1535. –San Pedro Canisio (+1597; 21-XII), doctor de la Iglesia, «destinado a Alemania, desarrolló una valiente labor de defensa de la fe católica con sus escritos y predicación». –San Roberto Belarmino (+1621; 17-IX), obispo y doctor de la Iglesia, «sostuvo célebres disputas en defensa de la fe católica [frente a los protestantes] y enseñó teología en el Colegio Romano». –San Fidel de Sigmaringa (+1622; 24-IV): «la Congregación de la Propagación de la Fe le encargó fortalecer la recta doctrina en Suiza. Perseguido de muerte por los herejes, sufrió el martirio». –San Pedro Chanel (+1841; 28-IV), misionero: «en medio de dificultades de toda clase, consiguió convertir a algunos paganos, lo que le granjeó el odio de unos sicarios que le dieron muerte». –San Pío X (+1914; 21-VIII), «tuvo que luchar contra los errores doctrinales que en ella [la Iglesia] se infiltraban». Y a esta desmesurada lista aún habría que añadir muchísimos nombres, como el de –San Francisco de Sales (+1622), y sus «Controversias» con los calvinistas, el nombre de –Bto. Pío IX (+1878), autor del Syllabus, «o colección de errores modernos».

Por tanto, es una vergüenza que haya católicos hoy que se avergüencen de los defensores de la fe. Aquellos círculos de la Iglesia de nuestro tiempo, sean teológicos, populares o episcopales, que sistemáticamente descalifican y persiguen a los maestros católicos que hoy defienden la fe de la Iglesia y que combaten abiertamente las herejías, deben enterarse de que se sitúan fuera de la tradición católica y contra ella. Deben saber que en la guerra que hay entre la verdad y la mentira, aunque no lo pretendan conscientemente, ellos, muy moderados, se ponen del lado de la mentira y son los adversarios peores de los defensores de la verdad, pues dejan a éstos como si fueran fanáticos. Incluso cuando esos mismos moderados, en el mejor supuesto, estén entre quienes predican la verdad, también hacen daño, porque no impugnan públicamente los errores.

También hoy, sin embargo, la Iglesia tiene hijos que confiesan la fe y combaten las herejías y todas las desviaciones cismáticas o sacrílegas. Aunque sea en forma muy aleatoria e incompleta, me vienen a la memoria ejemplos muy valiosos. En primer lugar, siempre los Papas: Pío XII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI; pero también Obispos como el Card. Siri (Getsemaní), Ratzinger (Informe sobre la fe); teólogos como Cornelio Fabro, Battista Mondin, Alfredo Sáenz, Horacio Bojorge, José Antonio Sayés; historiadores como Jean Dumont, Ricardo de la Cierva; laicos muy cultos y valientes, como Dietrich von Hildebrand (El Caballo de Troya), Romano Amerio (Iota unum), Francisco Canals, Alberto Caturelli, Vittorio Messori, George Weigel (El coraje de ser católico), Michael O’Brien (El Padre Elías)… Es el Espíritu Santo quien los ha iluminado y fortalecido en la fe verdadera y en la caridad eclesial, para que den al mundo el testimonio de la verdad.

José María Iraburu, sacerdote




(43) Confesores de la fe, que combaten los errores de su tiempo »

–Es usted implacable.
–Si un cristiano no defiende la fe católica con todas sus fuerzas, pudiendo hacerlo, es que no tiene vergüenza.

La disidencia teológica posterior al Vaticano II se inaugura sobre todo después de la Humanæ vitæ (1968). No voy a describir aquí la crisis de la Humanæ vitæ, ni tampoco quiero recordar la posición lamentable que mantuvieron entonces algunas Conferencias episcopales. Solo traeré como ejemplo un caso, el de Washington, especialmente significativo. George Weigel, famoso por su biografía de Juan Pablo II, cuenta detalladamente cómo se vivió la crisis en esa archidiócesis de Estatos Unidos, y concretamente en su Catholic University of America, donde, ya antes de publicarse la encíclica, se había centrado la impugnación habitual del Magisterio (El coraje de ser católico, Planeta, Barcelona 2003,73-77).

«Tras varios avisos, el arzobispo local, el cardenal Patrick O’Boyle, sancionó a diecinueve sacerdotes. Las penas impuestas por el cardenal O’Boyle variaron de sacerdote a sacerdote, pero incluían la suspensión del ministerio en varios casos». Los sacerdotes apelaron a Roma, y la Congregación del Clero, en abril de 1971, recomendó «urgentemente» al arzobispo de Washington que levantara las aludidas sanciones, sin exigir de los sancionados una previa retractación o adhesión pública a la doctrina católica enseñada por la encíclica. Esta decisión, inmediatamente aplicada, fue precedida de largas negociaciones entre el Cardenal O’Boyle y la Congregación romana.

«Según los recuerdos de algunos testigos presenciales –sigue Weigel–, todos los implicados [en la negociación] entendían que Pablo VI quería que el “caso Washington” se zanjase sin retractación pública de los disidentes, pues el papa temía que insistir en ese punto llevara al cisma, a una fractura formal en la Iglesia de Washington, y quizá en todo Estados Unidos. El papa, evidentemente, estaba dispuesto a tolerar la disidencia sobre un tema respecto al que había hecho unas declaraciones solemnes y autorizadas, con la esperanza de que llegase el día en que, en una atmósfera cultural y eclesiástica más calmada, la verdadera enseñanza pudiera ser apreciada».

Primero fue la disidencia tolerada. Casos como éste, y muchos otros análogos producidos sobre otros temas en la Iglesia Católica, enseñaron a los Obispos, a los Rectores de seminarios y de Facultades teológicas, así como a los Superiores religiosos, que en la nueva situación creada no era necesario aplicar las sanciones previstas en la ley canónica a quienes en docencia, predicación o catequesis se opusieran al Magisterio apostólico de la Iglesia (Código de Derecho Canónico c.1371). Más aún, todos entendieron que era positivamente inconveniente defender del error al pueblo cristiano, aplicando estas sanciones, pues ello ocasionaría escándalos o al menos tensiones y conflictos en la convivencia eclesial.

También los teólogos aprendieron con estos acontecimientos que era posible impugnar públicamente temas graves de la doctrina católica sin que ello trajera ninguna consecuencia negativa. La presunta licitud de la disidencia corrió por los ambientes universitarios y pastorales de la Iglesia como una buena nueva.

Yo conocí personalmente en ese tiempo el caso de un profesor de teología moral que, al publicarse la encíclica Humanæ vitæ, resolvió en conciencia abandonar la enseñanza en su Facultad de Teología. Pero poco más tarde decidió continuar en la docencia, al comprobar que estaba permitido disentir públicamente de la doctrina de la Iglesia.

Poco después vino la disidencia privilegiada. Al menos dentro de ciertos límites, la disidencia teológica pasa muy pronto de ser tolerada a ser privilegiada en muchos medios eclesiales. En ellos es difícil que un teólogo sea prestigioso si no disiente más o menos, siquiera en algo, de «la doctrina oficial» de la Iglesia. El teólogo fiel a la doctrina de la Iglesia es allí estimado como seguidor de una teología caduca, superada, meramente repetitiva, ininteligible para el hombre de hoy, creyente o incrédulo. Por el contrario, el haber tenido «conflictos con la Congregación de la Fe, el antiguo Santo Oficio», marca en el curriculum de los autores un punto de excelencia.



P. Bernard Haring

El P. Häring (1912-1998), por citar el ejemplo de un disidente próspero, se jubiló como profesor de la Academia Alfonsiana en 1987. Todavía en 1989, exigía que la doctrina católica sobre la anticoncepción se pusiera a consulta en la Iglesia, pues acerca de la misma «se encuentran en los polos opuestos dos modelos de pensamiento fundamentalmente diversos» (Ecclesia 1989, 440-443). Y aún tuvo ánimo, en edad tan avanzada, para arremeter con todas sus fuerzas contra la encíclica Veritatis splendor (1993), especialmente en lo que ésta se refiere a la regulación de la natalidad: «no hay nada […] que pueda hacer pensar que se ha dejado a Pedro la misión de instruir a sus hermanos a propósito de una norma absoluta que prohibe en todo caso cualquier tipo de contracepción» (The Tablet 23-X-1993). En la conmovedora página-web que la Academia Alfonsiana dedica a Bernard Häring como memorial honorífico, mientras se escucha el canon de Pachelbel, puede conocerse que a este profesor «le llovieron honores y premios» de todas partes, y que «es considerado por muchos como el mayor teólogo moralista católico del siglo XX».

Otro caso notable de disidente próspero es el de E. Schillebeeckx, que, después de ser amonestado por la Congregación de la Fe en varias ocasiones (1979, 1980, 1986), publica años más tarde una antología de sus errores en el libro Soy un teólogo feliz (Sociedad Educación Atenas, Madrid 1994).

Y donde se permite la disidencia, se persigue la ortodoxia. Ésta es una norma que no falla: la vemos aplicada siempre. Tiempos recios en la historia de la Iglesia, en los que «teólogos» dura y largamente enfrentados con el Magisterio apostólico son considerados por muchos como los mejores del siglo. Tiempos recios, en los que la fidelidad estricta a la doctrina católica puede llegar a ser una condición desfavorable o excluyente para enseñar en un Seminario o en una Facultad del Occidente ilustrado. «Tiempos recios», en la expresión de Santa Teresa.

¿Cómo está la Iglesia católica allí donde servir a la verdad de la fe y defenderla es para los teólogos sumamente arduo y peligroso, mientras que callar discretamente ante errores y abusos es condición para «guardar la propia vida» académica en la paz y la estima general? Un cierto grado de disidencia o al menos de tolerancia activa o pasiva hacia teologías disidentes ha sido durante decenios un pasaporte absolutamente exigido en muchos medios académicos. Y por supuesto, en las Iglesias enfermas de disidencia liberal, sufren ese mismo calvario los Obispos, presbíteros, los religiosos y los laicos, que son fieles a la ortodoxia católica.

¿Cómo está la Iglesia allí donde un grupo de laicos que crea en la doctrina católica sobre Jesucristo, la Virgen, los ángeles, la Providencia, la anticoncepción, el Diablo, etc., y se atreva incluso a «defender» estas verdades agredidas por otros, sea marginado, perseguido y tenido por integrista?… Describir aquí, por ejemplo, el calvario inacabable que en algunas Diócesis pasan ciertos grupos de laicos que pretenden difundir, según es voluntad de la Iglesia, los medios lícitos para regular la natalidad, excede nuestro ánimo. Se ven duramente resistidos, marginados, calumniados. Mientras otras obras, quizá mediocres y a veces malas, son potenciadas, ellos están desasistidos y aparentemente ignorados por quienes más tendrían que apoyarles. Es norma fija: donde se valora la disidencia, se persigue la ortodoxia.

Existe hoy una teología que no es teológica. Puede un profesor de teología –se dicente «teólogo»– discurrir sobre temas teológicos, escribir y hablar de ellos con erudición y con terminología teológica y, sin embargo, no hacer realmente teología. En efecto, la teología es obra que la razón produce a la luz de la fe (ratio fide illustrata), y que «se apoya, como fundamento perdurable, en la Escritura unida a la Tradición» (Vat.II, Dei Verbum 24). Y «la Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia están unidos de tal modo que ninguno puede subsistir sin los otros» (ib. 10). Eso significa que no es propiamente teología aquella «teología» que desarrolla su pensamiento al margen o en contra de Escritura, Tradición y Magisterio apostólico. Podrá ser teodicea, teología protestante –el libre examen luterano– o simplemente ideología. Y es posible, incluso, que la palabra gnosis sea la más indicada para referirse a ella.

Ambigüedades y eufemismos. La disidencia actual respecto a la doctrina de la Iglesia algunas veces es patente, pero con más frecuencia la disidencia se expresa en modos ambiguos, eufemísticos, indirectos, implícitos. Los ejemplos podrían multiplicarse. En una Asamblea católica del más alto nivel, el Grupo B declara: «El Grupo se adhiere sin reservas a la Humanæ vitæ, pero cree que haría falta superar la dicotomía entre la rigidez de la ley y la ductilidad de la pastoral». Traducido: el Grupo no se adhiere a la encíclica aludida, o se adhiere con hartas reservas, y aconseja o exige que se ponga fin a la dura intransigencia de la doctrina conyugal católica.

Una cosa es lo que se dice, y otra lo que se quiere decir, que es lo que de hecho va a ser entendido por el oyente o lector. Pondré otro ejemplo, esta vez sobre el tema delicadísimo de la historicidad de los Evangelios. Un eminente exegeta, dice en una entrevista: «Llegué a la conclusión de que, si bien los Evangelios no son históricos en el sentido moderno de la historia, sin embargo resulta imposible, sin ignorar una serie de evidencias, contradecir la verdad histórica del mensaje de Cristo».

Que el sentido de la historia no es el mismo en Jenofonte y en Toynbee, pongamos por caso, es una afirmación obvia. Ha de suponerse, pues, que lo que quiere decir este eclesiástico eminente no va por ahí. ¿No interpretarán los lectores, según eso, que a su entender los Evangelios no son históricos, aunque su mensaje sí lo es? Es decir, ¿no estará diciendo que no son históricos los hechos que los Evangelios narran, o buena parte de ellos, sino el mensaje que por ellos se transmite?… El tal exegeta no tendrá, pues, razón para enojarse si muchos interpretan de este modo sus palabras, que serían ciertamente contrarias a la doctrina de la Iglesia, pues ésta «ha defendido siempre la historicidad de los Evangelios» (Vaticano II, Dei Verbum 19; Catecismo 126; 514-515). No podrá alegar que sus palabras han sido objeto de una interpretación temeraria o abusiva.

En la antigüedad cristiana los errores se proponen con ingenua claridad. No existiendo todavía un cuerpo doctrinal católico bien definido, hay una correspondencia patente entre lo que dicen quienes los difunden y lo que piensan. A medida, por el contrario, que la doctrina católica se va definiendo más y más, aquellos que contrarían la doctrina de la Iglesia –como los jansenistas o los modernistas– se ven obligados a expresar su pensamiento con palabras mucho más cautelosas y encubiertas. Hoy, pues, los errores rara vez son expresados en forma patente. Casi siempre se difunden a través de un lenguaje deliberadamente impreciso, ambiguo y eufemístico, en el que quizá podría ser aceptable lo que se dice, pero no lo que se quiere decir, que es lo que realmente se dice.

No es, por lo demás, ninguna novedad que los lobos se vistan «con piel de oveja» (Mt 7,15). Pero el Señor y sus Apóstoles nos tienen ya muy avisados: «son falsos apóstoles, que proceden con engaño, haciéndose pasar por apóstoles de Cristo. Su táctica no debe sorprendernos, porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz» (2Cor 11,13-14).

José María Iraburu, sacedote

fonte:reforma o apostasía

¿Que es el progresismo?: Un largo enfado también eclesiólogico


La mayoría de los teólogos liberal-progresistas que desde hacía más de 30 años estaban preparando los caminos del Concilio enloquecieron de alegría cuando en la convocación del Concilio Vaticano II aquel 25 de enero de 1959, el papa Juan XXIII había unido la reforma pastoral a objetivos ecuménicos (L´Osservatore Romano 26-27 enero 1959: “El Concilio no sólo tiene como objetivo el bien del pueblo cristiano (…) quiere ser también una invitación a las comunidades separadas a buscar la unidad”).

Para un buen número de obispos y teólogos progresistas, la “monarquía papal”, identificada con los dogmas del Vaticano I, representaba un obstáculo pastoral y misionero y una piedra de tropiezo para el ecumenismo. La propuesta de Juan XXIII fue pues inmediatamente comprendida y acogida por el tenaz progresismo activista.

Las actas del Concilio Vaticano II y su sostén doctrinal a la colegialidad episcopal, representará un maravilloso y necesario equilibrio al Vaticano I, mejor dicho, será la cristalización de ese equilibrio eclesiológico.

Pero, a diferencia de la constitución “Sacrosanctum Concilium” sobre la liturgia que para garantizar su cumplimiento recurrió a 49 (¡!) prescripciones normativas, todos los otros documentos del Vaticano II no prestarán atención a la dimensión jurídica de las reformas que pretendía introducir. El método de todo el Concilio no dedicó ninguna sesión a la reforma del Códice. Criticó severamente a la Curia sin editar directivas para su reforma.

Según el progresismo esa será la gloria del Vaticano II y al mismo tiempo su ruina. Creen que los Padres estaban tan entusiasmados con el tratamiento no-jurídico de la eclesiología que no previeron que más tarde podía ser desvirtuado en las reformas posconciliares. Y en ello distinguen dos periodos de recepción de las reformas.

Un primer periodo protagonizado por Pablo VI en el que se revaloriza el episcopado y las Iglesias locales en fidelidad al Vaticano II (Motu proprio “Pastorale munus” 1963, “Ecclesiae Sanctae” 1966, “De episcoporum muneribus” 1966, Alocución de Pablo VI al Secretariado de la Unidad de 1967 ). Y un segundo periodo en cambio, a partir del Código de Derecho Canónico de 1983 que se aleja –según ellos- de las perspectivas pastorales y ecuménicas que los Padres habían deseado subrayar bajo el nombre de colegialidad. Otra vez el “espíritu del Concilio”.

Para ellos el nuevo Código ignora la revalorización de las Iglesias locales y hace difícil la comprensión de la Iglesia como “comunión de Iglesias”, subrayando de una manera intolerable “la autoridad de la Santa Sede sobre los obispos y sobre cada obispo” (Hervé Legrand, dominico de Le Saulchoir). La gota que colmará el vaso de la traición será la “Pastor Bonus” de 1988 por la que la reforma de la Curia confirma “sus prerrogativas de instrumento de la primacía papal”. A su entender, partir de ese momento todo irá de mal en peor.

El balance y el saldo que hacen de la situación de la Iglesia es muy peculiar: subrayan que la liturgia y la palabra de Dios son accesibles a todos, que el ecumenismo ha adquirido derecho de ciudadanía, que después de Asís el diálogo interreligioso ha sido legitimado, que sin duda alguna, un régimen de consultas se ha generalizado y que las mentalidades han cambiado mucho así como la imagen pública de la Iglesia. Pero la principal meta, que era no únicamente equilibrar sino corregir y, a ser posible, cancelar los efectos inducidos por el Vaticano I, ha sido abortada. Juzgan que las reformas introducidas no han podido remediar las inercias y letargos existentes.

Podemos imaginar el juicio que hacen sobre el “gran traidor”, el actual papa Benedicto XVI, que ya comenzó su “pretendida” felonía durante los años trascurridos al frente de la Congregación de la Doctrina de la Fe.

Más si cabe, después del Motu Propio “Summorum Pontificum Cura” en lo referente a la liturgia o tras la carta-prólogo del Papa al libro del senador italiano Marcello Pera referente al diálogo interreligioso.

¡El juicio negativo sobre el papa alemán se ha elevado a categorías astronómicas!

Y la pregunta que muchos deben hacerse a estas alturas es la siguiente: ¿tiene adeptos, con nombre y cargos, este progresismo en nuestras latitudes?

Prefiero dejarlo para un próximo capítulo, ¿o serán “capítulos” gracias a usted, Señor Cardenal Martínez?

Fonte: Germinans Germinabit

Alcune considerazioni del Cardinale Giuseppe Siri sulla Sacra Liturgia

[Brani tratti dalla lettera pastorale del 2 febbraio 1964].

Cari Confratelli, Diletti Figli! [...] la Chiesa ha voluto richiamare al mondo una verità tanto elementare quanto trascurata: il primo atto al quale sono tenuti gli uomini, come singoli e nella loro vita associata, è quello di rendere nell’intimo del cuore per la sincerità, nella pubblica espressione per la giustizia verso il Creatore, quel culto che Gli è dovuto come a dispositore di ogni cosa, salvatore ed eterno amore. Il culto solenne e pubblico a Dio sta prima del progresso, prima di ogni piacere e prima di ogni altro dovere sociale. Tutte le proporzioni si alterano nella vita individuale e sociale, quando questa legge non viene osservata ed il disordine, la insoddisfazione, la noia, la tristezza, la stessa disperazione si impossessano degli uomini e fanno impazzire gli stessi fatti della loro storia. Molti troveranno in questo la vera spiegazione del loro stato arido ed oscuro, pervaso di ombre e di inutili dolori. [...] la Liturgia è il primo strumento ordinario per la salvezza delle anime. Non vi sembri strano: il Santo Sacrificio, i Santi Sacramenti, la più grande preghiera, la erogazione della parola di Dio più autentica fanno parte della Divina Liturgia. Non solo, ma essa, col suo continuo dialogo con Dio, colla Vergine Madre nostra e coi Santi, ricostruisce sempre la famiglia di Dio, quella che resta al disopra delle nere vicissitudini umane. Colla Divina Liturgia, specialmente se capita e seguita, si insegna, si santifica, si eleva tutto.
fonte:cordialiter

Reediciones “Summorum Pontificum” en la Librería Vaticana

En mi vuelta hace dos semanas al Vaticano, tomé esta foto que creo interesante: el anaquel de la Libreria Editrice Vaticana con los libros en latín. Ciertamente no es un gran anaquel, pero tampoco es una librería muy grande.

Libros litúrgicos

Lo interesante fue ver la reedición no solo del Missale Romanum 1962 (€59), sino tambien del Rituale Romanum 1952 (€57), del Breviarium Romanum 1961(€110) y del Pontificale Romanum 1961-1962 (€35), solo faltando el Martyrologium para completar la serie de libros liturgicos vigentes como Forma extraordinaria del Rito Romano. Los precios, aún con el euro muy caro, siguen siendo más baratos que el Missale 1962 nuevo más barato que encontramos por ejemplo en los EEUU en mínimo 150 dólares.

Las reediciones son copias facsímiles de los libros originales, como lo muestra esta imagen del Rituale.

Rituale Romanum

Rituale Romanum

También hay una edición del Missale Romanum 1962 más sencilla que vale €36.15. Así que la falta de libros litúrgicos nuevos no debería de ser un pretexto mal intencionado.

Misal económico

Misal económico

También sería útil para que lo lleven de  viaje.

También sería útil para que lo lleven de viaje.

Este no es facsimil.

Este no es facsimil.

En general fue lo interesante, además de que es la primer librería donde veo que tienen el Motu Proprio Summorum Pontificum, aunque la verdad está mejor presentado el que editamos en México de manera particular hace ya dos años ;).

Motu proprio versión Una Voce México

Motu proprio versión Una Voce México

fonte:creer in méxico

Latin Mass Appeal



WALKING into church 40 years ago on this first Sunday of Advent, many Roman Catholics might have wondered where they were. The priest not only spoke English rather than Latin, but he faced the congregation instead of the tabernacle; laymen took on duties previously reserved for priests; folk music filled the air. The great changes of Vatican II had hit home.

All this was a radical break from the traditional Latin Mass, codified in the 16th century at the Council of Trent. For centuries, that Mass served as a structured sacrifice with directives, called “rubrics,” that were not optional. This is how it is done, said the book. As recently as 1947, Pope Pius XII had issued an encyclical on liturgy that scoffed at modernization; he said that the idea of changes to the traditional Latin Mass “pained” him “grievously.”

Paradoxically, however, it was Pius himself who was largely responsible for the momentous changes of 1969. It was he who appointed the chief architect of the new Mass, Annibale Bugnini, to the Vatican’s liturgical commission in 1948.

Bugnini was born in 1912 and ordained a Vincentian priest in 1936. Though Bugnini had barely a decade of parish work, Pius XII made him secretary to the Commission for Liturgical Reform. In the 1950s, Bugnini led a major revision of the liturgies of Holy Week. As a result, on Good Friday of 1955, congregations for the first time joined the priest in reciting the Pater Noster, and the priest faced the congregation for some of the liturgy.

The next pope, John XXIII, named Bugnini secretary to the Preparatory Commission for the Liturgy of Vatican II, in which position he worked with Catholic clergymen and, surprisingly, some Protestant ministers on liturgical reforms. In 1962 he wrote what would eventually become the Constitution on the Sacred Liturgy, the document that gave the form of the new Mass.

Many of Bugnini’s reforms were aimed at appeasing non-Catholics, and changes emulating Protestant services were made, including placing altars to face the people instead of a sacrifice toward the liturgical east. As he put it, “We must strip from our ... Catholic liturgy everything which can be the shadow of a stumbling block for our separated brethren, that is, for the Protestants.” (Paradoxically, the Anglicans who will join the Catholic Church as a result of the current pope’s outreach will use a liturgy that often features the priest facing in the same direction as the congregation.)

How was Bugnini able to make such sweeping changes? In part because none of the popes he served were liturgists. Bugnini changed so many things that John’s successor, Paul VI, sometimes did not know the latest directives. The pope once questioned the vestments set out for him by his staff, saying they were the wrong color, only to be told he had eliminated the week-long celebration of Pentecost and could not wear the corresponding red garments for Mass. The pope’s master of ceremonies then witnessed Paul VI break down in tears.

Bugnini fell from grace in the 1970s. Rumors spread in the Italian press that he was a Freemason, which if true would have merited excommunication. The Vatican never denied the claims, and in 1976 Bugnini, by then an archbishop, was exiled to a ceremonial post in Iran. He died, largely forgotten, in 1982.

But his legacy lived on. Pope John Paul II continued the liberalizations of Mass, allowing females to serve in place of altar boys and to permit unordained men and women to distribute communion in the hands of standing recipients. Even conservative organizations like Opus Dei adopted the liberal liturgical reforms.

But Bugnini may have finally met his match in Benedict XVI, a noted liturgist himself who is no fan of the past 40 years of change. Chanting Latin, wearing antique vestments and distributing communion only on the tongues (rather than into the hands) of kneeling Catholics, Benedict has slowly reversed the innovations of his predecessors. And the Latin Mass is back, at least on a limited basis, in places like Arlington, Va., where one in five parishes offer the old liturgy.

Benedict understands that his younger priests and seminarians — most born after Vatican II — are helping lead a counterrevolution. They value the beauty of the solemn high Mass and its accompanying chant, incense and ceremony. Priests in cassocks and sisters in habits are again common; traditionalist societies like the Institute of Christ the King are expanding.

At the beginning of this decade, Benedict (then Cardinal Joseph Ratzinger) wrote: “The turning of the priest toward the people has turned the community into a self-enclosed circle. In its outward form, it no longer opens out on what lies ahead and above, but is closed in on itself.” He was right: 40 years of the new Mass have brought chaos and banality into the most visible and outward sign of the church. Benedict XVI wants a return to order and meaning. So, it seems, does the next generation of Catholics.

Kenneth J. Wolfe writes frequently for traditionalist Roman Catholic publications.

fonte:New york times

Hoy se cumplen 40 años de la renovación litúrgica postsinodal, con la entrada en vigor de los nuevos textos de Pablo VI

Por su interés, reproducimos a continuación el último post publicado por El sacristán Serrano, a propósito del 40 aniversario de la entrada en vigor de la renovación litúrgica postsinodal, que se llevó a cabo siendo Pablo VI Romano Pontífice de la Iglesia universal (en la foto). Es éste:

"El domingo 30 de noviembre de 1969 entraba en vigor en la Iglesia el Misal Romano reformado por Pablo VI, conocido como Novus Ordo Missae, universalizándose así el mayor de los cambios realizados supuestamente en nombre del Concilio Vaticano II, siendo su fruto más visible. Gran Paradoja de esos tiempos peculiares de la Primavera de la Iglesia y del Nuevo Pentecostés: el fruto más visible del Concilio contradice al Concilio mismo, por lo menos a la constitución conciliar sobre la liturgia Sacrosanctum Concilium.

>>En los siguientes años se produciría uno de los más grandes acontecimientos de la historia de la humanidad: el cambio de ceremonias y lengua litúrgica de centenas de millones de personas, que cambiaron sus ceremonias ancestrales por otras aggiornadas.

>>El Novus Ordo -no sin dificultades- logró expandirse por toda la Iglesia universal de rito latino, en un proceso constante y abarcador. Pareciera que toda la fuerza de las estructuras eclesiales -acumulada por siglos- se utilizó en expandir y difundir una Reforma que sólo algunos años atrás -sin el aval todopoderoso de la Santa Sede y el amor al cambio vertiginoso que caracterizó a cierto "espíritu" ahora negado- hubiera sido considerada como inútil, en el mejor de los casos, por la mayoría del clero y del pueblo fiel, cuando no quizá peligrosamente protestantizada. Pero se logró imponer la Reforma, quizás mediante la última gran demostración de fuerza de las estructuras jerárquicas de la cúpula de la Iglesia latina.

>>Hay tantas cosas qué decir sobre el tumultuoso proceso de Reforma Litúrgica...¿Ha sido exitoso? ¿Cumplió con su raison d'être?

>>En primer lugar la razón de ser de la Reforma Litúrgica de los 60 sigue siendo un misterio. Circulan algunas hipótesis que nos llevan a explicaciones preliminares con respecto a los motivos de su existencia. Pero sólo la historia podrá mostrar claramente en el futuro las verdaderas razones que llevaron a la creación del Novus Ordo. Sin embargo, conviene reflexionar un poco, basándonos en información verosímil manejada por todos.

Los éxitos del Novus Ordo Missae
>>Si el hecho de que el NOM haya podido imponerse a lo largo del mundo católico, utilizando los últimos restos de energía de la Iglesia, puede considerarse como un éxito, quizá estemos ante el único del que puedan jactarse los reformadores litúrgicos. Claro que se requirieron sangre, sudor y lágrimas, y un brainwash precario pero efectivo a un clero angustiado por los tumultuosos éxodos de sus colegas, por la agitación política y las amenazas pseudoapocalípticas de la tecnología y reblandecidos por años de Simon Says y iuspositivismo espiritual disfrazado de "obediencia" y/o "sintonía" (¿?) -hace algunos años publicamos una historia de ribetes stalinanos al respecto-.

>>Pero alguien dirá que un éxito de la Reforma fue "acercar" la Iglesia a la gente, brindar "mayor participación" al pueblo fiel y potenciar la "creatividad litúrgica" de los "participantes" en la Eucaristía. En primer lugar si "acercar" la Iglesia a la gente significa la más drástica caída en la asistencia a Misa y la práctica sacramental en toda la historia de la Iglesia, pues sí fue un gran acercamiento, comparable quizás al impacto de un cometa sobre la Tierra o a ser atropellados por un tren (Cuenta Martin Mosebach, que cuando se celebraba la Misa Antigua, toda su familia, incluido su padre no creyente, asistían puntualmente a la Iglesia. Producida la Reforma Litúrgica, todo el mundo manifestó su conformidad diciendo cosas como: ¡Ya era hora! Pero nadie volvió a ir a Misa.) Con respecto a la "mayor participación", la cosa como que podría matizarse al descubrir que la mayoría de los "entusiastas" que todavía van a Misa y la disfrutan entre aplausos y baladas, gozando de su exhuberante renovación (especialmente en Latinoamérica), ignoran en qué consiste exactamente el evento en el que toman parte, sus efectos y su significado más básico. Es decir: la ignorancia sobre la liturgia ha alcanzado un monstruoso nivel nunca visto. Antes, hasta las ancianas analfabetas más oscuras de la feligresía (pero catequizadas, eso sí, con el "preconciliar" sistema del Catecismo), sabían que en la Santa Misa, Cristo se hace realmente presente bajo las Formas de Pan y Vino, de ahí la especial reverencia en el momento de la consagración y de la ostensión. Ahora, echen una miradita a cualquier misa local y verán que hasta el más pintao marisabidillo o beatón valora infinitamente más el abrazo de la paz que el inminente Agnus Dei (elevación salvífica de Cristo Crucificado, nueva Serpiente de Bronce que cura la enfermedad espiritual) , especialmente si hay alguna autoridad o personaje "sobable" entre los feligreses. Y ni qué hablar de otros aspectos de generalizada irreverencia. Finalmente, estando compuesto el rito -por definición- de sagradas repeticiones, la llamada "creatividad litúrgica" es antilitúrgica y es la principal razón de la presente inestabilidad del NOM y de su definitiva y futura desaparición.

>>Así que, más allá de haber sobrevivido de alguna manera hasta ahora, no ha existido ningún éxito -aun en términos puramente humanos- del Novus Ordo Missae.

Los fracasos del Novus Ordo Missae
>>1) Reemplazar definitivamente al Misal Romano Clásico: Basta leer la Constitución Apostólica Missale Romanum de Pablo VI -que acompañó la promulgación del NOM- y comprobar la subsecuente persecución, combate sistemático e intento de abolición de facto de la Misa según el Rito codificado por San Pío V, para darnos cuenta de algo obvio: los Reformadores creían -o querían hacernos creer, cosa más inteligente y también más siniestra- que el NOM "reemplazaba" definitivamente a la Misa Antigua. Que el NOM era la Misa Antigua, pero en lengua vernácula y "adaptada" a los "nuevos tiempos". Y que por lo tanto, nadie podía querer celebrar o asistir a una Misa Antigua, porque eso ya no existía. Gran Impostura desemascarada ya en los ochentas por una comisión de cardenales: la Misa Antigua es Inabolible. Y el Rito Nuevo, es -como su nombre lo indica- Nuevo. El Novus Ordo, a pesar de su difusión lograda con dolores grandísimos, logró expandirse pero nunca reemplazar a la vieja Misa, que siguió existiendo, esperando la hora de la claridad y del sentido común.

>>2) Acercar la liturgia al hombre: En palabras de Pablo VI, acercarse a la lengua del pueblo, de este pueblo moderno, ávido de rapidez y claridad. Pues ya hemos escrito líneas arriba, acerca de los "éxitos" del acercamiento al hombre. Simplemente una nota: si alguien quiere acercarse a la lengua de este "pueblo moderno ávido de rapidez", pues tendría que hacer un nuevo Misal cada mes y también experimentar con nuevos formatos litúrgicos como el podcast, el PowerPoint, el Blackberry, la SitCom litúrgica, el Reality Show Litúrgico, el Talk Show Litúrgico y el Ipod eucarístico. Siendo que hasta Cicerón sabía lo lábil del lenguaje de las gentes, ahora, en el mundo del cambio vertiginoso y de las massmedias y virtualidades pantagruélicas, querer estar al día con las trends populares es mucho más imposible. Es que Pablo VI no era Cicerón y quería cazar el Aire con una resortera.

>>3) El Ecumenismo: Entre las razones discretas de la Reforma Litúrgica estaba el ecumenismo. Creíase que con una misa en vernáculo y un tanto más destridentinada "podíamos estar más cerca" de nuestros hermanos separados. Por lo menos era lo que creía -y quería- el entonces protestante Max Thurian, casualmente uno de los creadores del Novus Ordo.

>>Pero resulta que volvimos a apostar al caballo perdedor. Los protestantes "liturgicones" acabaron desapareciendo, quedando sólo unos cuantos deconstruidos posthumanos en las ruinas de lo que alguna vez fueron las chozas luteranas, calvinistas o anglicanas. Y los que crecieron -y crecen- fueron los evangelistas sin liturgia, los pentecostales dionisíacos y los fundamentalistas más antirromanos, para los cuales la misa en filipino o en latín, de espaldas o de cabeza, sigue siendo una aberración repugnante (aunque la Misa Vieja lo es más. Sabrán porqué...)

>>En conclusión, el Novus Ordo Missae no pudo reemplazar definitivamente a la Misa Antigua, ni contribuyó a acercar al hombre contemporáneo a la liturgia de la Iglesia o a "conmover" a los hermanos separados.

>>Su forma original se aproxima a ser reformada drásticamente (Dios lo quiera) y todo el Mundo -testigo de una de las más grandes tragicomedias de la historia- contempló todo el proceso con pena y risa: "Pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué se salará? No vale sino para tirarla fuera y que la pisotee la gente". "No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña"." Y no se enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así pues, brille vuestra luz ante los hombres, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en los cielos" (Mt.5, 14-16).
fonte:sector católico

domingo, 29 de novembro de 2009

Introdução sobre o Rito da Santa Missa Tridentina






A Santa Missa no Rito Tridentino


A Missa Tridentina, também chamada Missa Tradicional ou Missa de São Pio V é celebrada de acordo com as rubricas do Missal Romano tal como foi promulgado em 05 de dezembro de 1570 por S. Pio V, em cumprimento do mandato que recebera do Concílio de Trento e utilizado por toda a Igreja Católica do Rito Romano em todos os tempos, até à reforma litúrgica do Concílio Vaticano II, progulmou um Novus Ordus, modificando substancialmente a estrutura e a forma de rezá-la, como por exemplo o altar versus populos, onde o sacerdote fica de frente para os fiéis e a adoção da língua vernácula, conforme cada nação. A Missa Tridentina é denominada por alguns como a "missa de sempre", em razão de o rito referir-se aos primórdios do cristianismo (tal como relatado no séc. II por S. Justino Mártir).


A estrutura, os momentos e seu significado e grande parte dos textos litúrgicos mantiveram-se com poucas alterações no Missal atual. No entanto, houve uma série de aspectos alterados. Esta seção versa apenas sobre as diferenças da missa tridentina em relação à missa atual. Para uma descrição dos vários momentos da Missa e do seu significado, consulte o artigo Missa


As características mais visíveis da missa tridentina são o uso do latim como língua litúrgica assim como a posição do sacerdote, aparentemente de costas para os fiéis. No entanto, essas diferenças, embora as mais visíveis, são na verdade circunstanciais.


De fato, a missa tridentina admite, teoricamente, a tradução dos textos. Porém, nela persiste o uso do latim por ser um idioma que está "morto", ou seja, não é mais usado e, portanto, não sofre alterações, o que preservaria a Missa de erros litúrgicos e doutrinais a que as palavras das chamadas "línguas vernáculas" estão sujeitas com sua constante evolução semântica e ortográfica. Situação idêntica ocorre nas chamadas "liturgias orientais", onde em vários casos também podem ser usadas outras "línguas mortas": aramaico no rito siríaco, copta no rito alexandrino, eslavo ou grego arcaicos no rito bizantino, entre outros.

Já a posição "de costas ao povo" é mais corretamente definida como "ad Orientem", ou seja, para o leste, direção da Terra Santa, onde Jesus foi crucificado. Na Missa Tridentina, esta posição é também conhecida como "versus Deum", já que nesta Missa o padre fica voltado para Deus Filho (guardado no Sacrário sob as espécies consagradas, segundo a crença católica). O padre assume, assim, postura idêntica à do povo, dirigindo as orações da Missa a Deus. Salvo algumas exceções (como a da atual missa latina), os sacerdotes de praticamente todos os ritos católicos e ortodoxos adotam até hoje a posição "ad Orientem" durante a Missa.


Por outro lado, todas as edições do Missal atual são feitas originalmente em latim, e a missa pode sempre ser celebrada nessa língua. Do mesmo modo, nada proíbe que seja celebrada de costas para o povo, o que acontece sempre que, por exemplo, numa igreja o altar não permite que seja doutra forma.No entanto, abstraindo destes elementos, há outras diferenças significativas entre a missa tridentina e a actual.


Na Missa tridentina só o sacerdote e um acólito, sacristão ou ajudante proferiam os textos da missa, excepto nalguns lugares, em que todos os fiéis presentes proferiam os textos destinados ao ajudante. Tal prática, a das chamadas missas dialogadas, popularizou-se mais no séc. XX, graças às propostas do chamado Movimento Litúrgico, que propunha o enriquecimento da participação litúrgica. Os assistentes da missa tridentina muitas vezes acompanham a cerimónia através dum livro que apresenta os textos litúrgicos com a respectiva tradução.

Ritos iniciais

A Missa tridentina começa com as orações ao pé do altar, rezadas nos degraus, antes da subida ao altar. São compostas pelo salmo 42 acompanhado pela antífona Introibo ad altare Dei. Após um versículo, o Confiteor (Confissão) é rezado duas vezes, primeiro pelo sacerdote, depois pelo ajudante, com as respectivas orações de absolvição. Após o responsório, o sacerdote sobe então ao altar e beija-o, proferindo outras duas orações.

No Kyrie, cada invocação é proferida três vezes, e não apenas duas, como na missa atual.
No Glória a Deus nas alturas prevêem-se alguns gestos tais como inclinações e o sinal da cruz ao proferir certas palavras. Depois de mais uma saudação Dominus vobiscum (O Senhor esteja convosco), o sacerdote profere uma ou várias orações colectas, enquanto que actualmente é sempre apenas uma.



Liturgia da Palavra
A Missa tridentina propõe na maioria das vezes apenas uma leitura antes do Evangelho, geralmente tirada do Novo Testamento, enquanto que o rito atual propõe duas leituras aos domingos e solenidades. Segue-se o chamado Gradual, composto por um refrão e um versículo, substituído atualmente pelo Salmo Responsorial. Tal como hoje, antes do Evangelho era dito o aleluia ou outro texto. No Credo prevêem-se alguns gestos agora abandonados, como no Glória. Não existe a oração dos fiéis.

Ofertório



O ofertório é a parte da missa tridentina que apresenta maiores diferenças em relação à prática actual. Na apresentação do pão e do vinho são ditas fórmulas que expressam oferecimento já em sentido sacrificial, substituídas actualmente por outras que exprimem a simples apresentação. A reforma litúrgica de Paulo VI optou por eliminar as anteriores justificando que antecipavam a idéia de sacrifício própria do Cânon.


Duas outras orações invocam o Espírito Santo e recordam os mistérios da salvação assim como alguns santos. Foram eliminadas por Paulo VI pelas mesmas razões das anteriores. O rito do Lavabo é acompanhado por uma longa secção do salmo 25, enquanto que actualmente é-o apenas por um versículo do salmo 50. A incensação, quando realizada( na missa cantada ou solene), prevê uma série de textos a serem proferidos antes durante e depois, enquanto que actualmente é realizada em silêncio. O prefácio prevê alguns gestos específicos a realizar durante o diálogo que o precede.


Cânon (Oração Eucarística)



A missa tridentina apresenta uma única Oração Eucarística, o chamado Cânon Romano, que foi o único utilizado durante séculos. O Missal de 1970 apresenta, além desta, outras três Orações Eucarísticas, retiradas da Tradição ou inspiradas noutras liturgias católicas. Na missa tridentina esta parte é usualmente dita pelo sacerdote em voz baixa. O texto é o mesmo que se usa actualmente, mas com algumas diferenças em relação aos gestos que o acompanham: o sacerdote beija o altar por duas vezes faz ao todo 25 sinais da cruz com a mão ou com a patena (reduzidos a 1 por Paulo VI) após a consagração o sacerdote não separa os dedos polegar e indicador, que seguraram a hóstia na consagração genuflecte duas vezes à hóstia e duas ao cálice, uma antes e outra depois da elevação Além disso, diz sempre todos os nomes dos santos e todas as conclusões Per Christum Dominum nostrum. Amen que se inserem no Cânon (actualmente alguns dos nomes e das conclusões tornaram-se facultativas).


As palavras da consagração da hóstia são apenas Hoc est enim Corpus meum (Isto é o meu Corpo) Na consagração do vinho, as palavras Mysterium fidei (Mistério da fé), que hoje são ditas no final da consagração para introduzir a aclamação dos fiéis, são introduzidas na fórmula de consagração, no meio das palavras de Cristo.


Ritos de Comunhão

O Pai-nosso é dito apenas pelo sacerdote, e o ajudante diz apenas a última frase. Durante a fórmula que se lhe segue, o sacerdote benze-se e beija a patena e parte a hóstia em três partes, benzendo o cálice com a mais pequena, que depois deita no cálice. A oração pela paz (Domine Iesu Christe) é dita em silêncio pelo sacerdote, seguindo-se-lhe outras duas fórmulas longas de preparação para a comunhão, e comunga, proferindo em silêncio mais algumas fórmulas. A comunhão dos fiéis não está propriamente prevista no texto do missal mas, a fazer-se na missa, os fiéis recitam a Confissão, o sacerdote diz a absolvição respectiva e mostra-lhes a hóstia dizendo Ecce Agnus Dei... (Eis o Cordeiro de Deus...).

A comunhão dos fiéis na missa tridentina é feita sempre na boca e de joelhos, geralmente junto da balaustrada ou grade que separa os presbitério da assembleia. A fórmula dita pelo sacerdote é mais longa que a actual e dita em silêncio fazendo um sinal da cruz com a hóstia. Segue-se a purificação dos vasos sagrados e das mãos do sacerdote, acompanhadas de mais algumas orações.



Ritos Finais

Após a última oração, o sacerdote despede a assembleia dizendo Ite, missa est (Ide, a missa acabou). Só então tem lugar a bênção, precedida duma oração à Santíssima Trindade. Por fim, lê-se em todas as missas o início do Evangelho de São João. Apesar de não virem assinaladas no missal, têm lugar, antes da saída para a sacristia, as chamadas preces leoninas (por terem sido prescritas pelo Papa Leão XIII) e 3 Avé Marias.


Referências : COELHO, António, Curso de Liturgia Romana, Negrelos: Ora & Labora, 1950.
JUNGMANN, Josef A., El Sacrificio de la Misa. Tratado historico-liturgico., Madrid: BAC, 1951 (Tradução da obra alemã Missarum Solemnia, onde pode ser encontrada a história pormenorizada de cada um dos momentos da missa)

O VALOR DA SANTA MISSA

Eis um breve relato de algumas visões do padre Reus, com relação à maravilhosa realidade sobrenatural da Santa Missa. Falecido em odor de santidade, teve este sacerdote, a graça de ver o que acontece de sobrenatural durante a Santa Missa, a qual, por razão, costumava chamar de "A FESTA NO CÉU". Eis, pois, o que lhe dera dado ver: "Nossa Senhora convida todo o Paraíso para participar da Santa Missa; e todos os anjos e santos A seguem em maravilhoso cortejo até o altar. Os Santos formam um semi-círculo ao redor do sacerdote celebrante e o acompanham até o altar. Lá chegando, estes se colocam atrás dos santos. Outra multidão de anjos cerca a igreja e cobre os fiéis, impedindo a aproximação dos demônios durante a Santa Missa, em honra à majestade de Nosso Senhor Jesus Cristo.

A virgem Santíssima está sempre junto do celebrante, do lado do altar onde é servida a água e o vinho, e onde são lavadas as mãos do sacerdorte. É a própria Mãe de Jesus quem serve o celebrante e lava suas mãos. Entre Nossa Senhora e o celebrante, é convidado o santo do dia. Todas as almas do Purgatório também são convidadas pela Virgem Maria e permanecem durante toda a Santa Missa aos pés do altar, entre o celebrante e os fiéis. Conta o Padre Réus que ele via as almas do Purgatório e verdadeira festa quando grande esperança de libertação. Padre Réus via uma chuva caindo sobre o Purgatório durante toda a Santa Missa.

No momento sublime da consagração, quando estas almas vêem Nosso Senhor Jesus Cristo em Corpo, Sangue, Alma e Divindade, sentem um desejo incontrolável de sair daqueles chamas e se atirarem em Seus braços, mas não conseguem, por não estarem ainda purificadas. Após a Consagração, acontece a libertação do Purgatório, das almas que já atingiram a purificação. Nossa Senhora estende a mão a cada uma delas e diz: "Minha filha, pode subir ".

No momento da oração da PAZ, os anjos saúdam as almas libertadas do Purgatório, abraçando-as. É um momento de imensa alegria e beleza. Em seguida, estas almas, resplandecendo com a beleza indescritível, adornadas como noivas, como anjos, são intoduzidas triunfalmente no Paraíso, por uma multidão de anjos, ao som de música e cantos celestias. Na hora da morte, as Missas que houveres assistido serão a tua maior consolação. Toda Missa implora o teu perdão junto da justiça Divina. Em toda Missa podes diminuir a pena temporal devida aos teus pecados e diminuí-las mais ou menos consoante a teu fervor.

Assistindo com devoção à Missa, prestas a maior das honra à santa humanidade de Jesus Cristo.
Ele se compadece de muitas das tuas negligências e omissões.
Perdoa-te os pecados veniais não confessados, dos quais porém te arrependestes.
Diminui o império de satanás sobre ti.
Sufraga as almas do Purgatório da melhor maneira possível.
Uma só Missa a que houveres assistido em vida, ser-te-á mais salutar que muitas a que outros assistirão por ti depois da tua morte, pois pela Missa participas da Paixão, Morte e Ressureição de Cristo.
A Missa preserva-te dee muitos perigos e desgraças que te abateriam.
Toda Missa diminui o teu Purgatório.
Toda alcança-te um grau maior no Céu.
Na Missa recebes a benção do sacerdote, a qual Nosso Senhor confrma no Céu.
És abençoado em seus negócios e interesses pessoais.
"Fica sabendo, ó cristão, que mais se merecem em ouvir devotamente uma só Santa Missa do destribuir todas as riquezas aos pobres e perigrinar toda a terra."(São Bernardo)
(Nosso Senhor nos concede o que lhe pedimos na Santa Missa: e o que mais vale é que nos dá ainda o que nem se quer cogitamos perdir-lhe e que, entretanto, nos é necessário."(São Jerônimo)
"Se conhecêssemos o valor do Santo Sacrifício da Missa, que zêlo não teríamos em assistir a ela!"(Crua d'Ars)
"A Missa é o sol da Igreja."(São Francisco Salles)
fonte:flos carmeli

Carta dos Cardeais Ottaviani e Bacci a Paulo VI acerca do Novus Ordo Missae



Carta dos Cardeais Ottaviani e Bacci

Roma, 25 de setembro de 1969.

Santíssimo Padre,

Tendo cuidadosamente examinado e apresentado ao escrutínio de outros a Nova Ordenação da Missa preparada pelos especialistas do Comitê para a Implementação da Constituição da Sagrada Liturgia (Consilium ad exequendam Constitutionem de Sacra Liturgia), e após longa oração e reflexão, sentimo-nos obrigados perante Deus e Sua Santidade a apresentar as seguintes considerações:

1. O seguinte Estudo Crítico é o trabalho de um grupo seleto de bispos, teólogos, liturgistas e pastores de almas. A despeito de sua brevidade, o estudo demonstra de forma bastante clara que a Novus Ordo Missae – considerando-se os novos elementos amplamente suscetíveis a muitas interpretações diferentes que estão nela implícitos ou são tomados como certos -- representa, tanto em seu todo como nos detalhes, um surpreendente afastamento da teologia católica da Missa tal qual formulada na sessão 22 do Concílio de Trento. Os “cânones” do rito definitivamente fixado naquele tempo constituíam uma barreira intransponível contra qualquer tipo de heresia que pudesse atacar a integridade do Mistério.


2. As razões pastorais apresentadas para justificar uma ruptura tão grave, ainda que tais razões pudessem ser sustentadas em face das considerações doutrinárias, não parecem ser suficientes. As inovações na Novus Ordo e o fato de que tudo o que possui um valor perene encontra ali apenas um lugar secundário – se é que continua a existir – poderiam muito bem transformar em certeza as suspeitas, infelizmente já dominantes em muitos círculos, de que as verdades que sempre foram objeto de crença pelos cristãos podem ser alteradas ou ignoradas sem infidelidade ao sagrado depósito da doutrina ao qual a fé católica está para sempre ligada. As reformas recentes demonstraram amplamente que novas alterações na liturgia não podem ser efetuadas sem levar à completa confusão por parte dos fiéis, os quais já demonstram sinais de relutância e um indubitável afrouxamento da fé. Entre os melhores clérigos, o resultado é uma agonizante crise de consciência, da qual um sem número de exemplos chega a nós diariamente.


3. Estamos certos, instigados pelo que ouvimos da voz dos pastores e do rebanho, de que estas considerações encontrarão eco no coração de Sua Santidade, sempre tão profundamente solícito às necessidades espirituais dos filhos da Igreja. Os sujeitos a quem uma lei se dirige sempre tiveram o direito, mais do que isto, o dever, de pedir ao legislador que ab-rogue esta lei uma vez que ela prove ser danosa. Portanto, em um momento em que a pureza da fé e a unidade da Igreja sofrem cruéis lacerações e um perigo ainda maior, diária e dolorosamente ecoado nas palavras de nosso Pai comum, nós fervorosamente rogamos a Vossa Santidade para que não nos prive da possibilidade de continuarmos a ter acesso à integridade fecunda do Missale Romanun de São Pio V, tão louvado por Sua Santidade e tão profundamente amado e venerado por todo o mundo católico.



Card. A. Ottaviani Card A. Bacci



O Breve Exame Critico

BREVE ESTUDO CRÍTICO DA NOVA ORDENAÇÃO DA MISSA

5 de junho de 1969

Um grupo de teólogos romanos


Capítulo I - Antecedentes históricos do NOM

Capítulo II - Definição da Missa Segundo o NOM

Capítulo III - Os fins da Missa Segundo o NOM

Capítulo IV - A essência da Missa Segundo o NOM

Capítulo V - O ministro da Missa Segundo o NOM

Capítulo VI - A revolução litúrgica do NOM

Capítulo VII - A dimensão ecumênica do NOM

Capítulo VIII - A unidade cristã e o NOM

Notas

Capítulo I

Em outubro de 1967, foi pedido ao Sínodo de Bispos que se reuniu em Roma para que emitisse um julgamento a respeito de uma celebração experimental do que foi chamado à época de uma Missa “padrão” ou “normativa”. Esta Missa, composta pelo Comitê para a Implementação das Constituições sobre a Sagrada Liturgia (Consilium), provocou sérios receios entre os bispos presentes. Com 187 membros votando, os resultados revelaram uma considerável oposição (43 votos negativos), muitas reservas substanciais (62 votos afirmativos com reservas) e quatro abstenções. A imprensa internacional falou da “rejeição” do Sínodo à Missa proposta, enquanto a ala progressista da imprensa religiosa perpassou o evento em silêncio. Um conhecido periódico dirigido aos bispos, e que expressa seus ensinamentos, resumiu o novo rito nestes termos:


“Quiseram passar uma esponja em toda a teologia da Missa. Terminou como algo muito próximo da teologia protestante que destruiu o sacrifício da Missa.”

Infelizmente nós descobrimos agora que a mesma “Missa padrão”, idêntica em substância, reapareceu na forma da Nova Ordenação da Missa (Novus Ordo Missae) recentemente promulgada pela Constituição Apostólica Missale Romanun (3 de abril de 1969). Além disso, nos dois anos que se passaram desde o sínodo, as conferência episcopais (ao menos como tais) aparentemente não foi consultada sobre a matéria.

A Constituição Apostólica Missale Romanum declara que o antigo Missal que São Pio V promulgou em 19 de julho de 1570 (Bula Quo Primum) – a sua maior parte, na verdade, remonta a São Gregório Magno e à antigüidade ainda mais remota (1) – foi o padrão por quatro séculos sempre que os padres do Rito Latino celebravam o Santo Sacrifício. A Constituição acrescenta que este Missal, levado a todos os cantos da Terra, “tem sido uma abundante fonte de nutrição espiritual para tantas pessoas em sua devoção a Deus”. Mas esta mesma Constituição, que poria fim definitivamente ao uso do antigo Missal, afirma que a presente reforma tornou-se necessária desde que: “um profundo interesse em fomentar a liturgia disseminou-se e fortaleceu-se entre o povo cristão.”


Parece que esta última afirmação, com toda evidencia, contém um sério equívoco.

Se o povo cristão expressou algo, foi sim o desejo (graças ao grande São Pio X) de descobrir os verdadeiros e imortais tesouros da liturgia. Ele nunca, absolutamente nunca, pediu para que a liturgia fosse alterada ou mutilada a fim de ser mais facilmente compreensível. O que os fiéis queriam era um melhor entendimento da única e inalterável liturgia – uma liturgia que eles não desejavam ver modificada. Católicos por todas partes, bem como padres e leigos, amavam e veneravam o Missal Romano de São Pio V. É impossível compreender como a utilização deste missal, em conjunto com a instrução religiosa adequada, poderia impedir os fiéis de participar da liturgia de forma mais plena ou de entendê-la de forma mais profunda.

É igualmente incompreensível por que o antigo Missal, quando seus formidáveis méritos são reconhecidos, ate pela Constituição Missale Romanum, deva agora ser considerado indigno de continuar a alimentar a piedade litúrgica dos fiéis.


Já que a “Missa Padrão”, agora reintroduzida e novamente imposta na forma da Nova Ordenação da Missa, já havia sido rejeitada em substância no Sínodo; já que ela nunca foi submetida ao julgamento colegiado das conferências episcopais e já que os fiéis nunca pediram qualquer reforma que seja da Missa, é impossível compreender as razões para a nova legislação – legislação que subverte uma tradição intocada na Igreja desde os séculos IV ou V, como o reconhece a própria Constituição Missale Romanum.

Portanto, uma vez que não há razões para empreender a reforma, esta parece privada de quaisquer bases racionais para justificá-la e torná-la aceitável ao povo católico.


O Concílio Vaticano II, de fato, pediu que a Ordem da Missa “fosse revista de uma forma que exponha mais claramente a natureza intrínseca e a finalidade de suas diversas partes, bem como a conexão entre elas”. (2)

Nós veremos agora em que medida a Ordenação recém promulgada responde aos desejos do Concílio – desejos dos quais pode-se dizer que não fica nem a menor lembrança.

Um exame ponto por ponto da Novus Ordo revela mudanças tão importantes, que confirmam o julgamento já feito sobre a “Missa Padrão”. O novo “Ordo Missae”, assim como a “missa normativa”, pode satisfazer em muitos pontos o mais modernista dos protestantes.


Capítulo II

Comecemos com a definição da Missa. No artigo 7 da Instrução Geral que precede a Nova Ordenação da Missa, sob o titulo “A estrutura da Missa”, encontramos a seguinte definição:

A Ceia dominical é a assembléia sagrada ou congregação do povo de Deus, reunindo-se sob a presidência do sacerdote, para celebrar a memória de Nosso Senhor (3). Por esta razão, a promessa de Cristo se aplica de forma suprema para uma reunião local da Igreja: “Onde dois ou três estiverem reunidos em meu nome, ali estou eu no meio deles.” (Mt. 18:20) (4)


Desta forma, a definição da Missa é reduzida a uma “ceia”, um termo que a Instrução Geral repete constantemente (nos números 8, 48, 55, 56 da Institutio). A Instrução mais adiante caracteriza esta “ceia” como uma assembléia, presidida por um padre e celebrada como o “memorial do Senhor” para recordar o que Ele fez na quinta-feira Santa.

Nada disso implica por mais mínimo que seja nem a Presença Real, nem a realidade do Sacrifício, nem a função sacramental do padre que consagra, nem o valor intrínseco do Sacrifício Eucarístico, independente da presença da “assembléia” (6)


Em uma palavra, a definição dada pela Instrução não implica nenhum dos valores dogmáticos que são essenciais à Missa e os quais, tomados em conjunto, fornecem a sua verdadeira definição. A omissão, num tal lugar, desses dados dogmáticos, não pode ser senão voluntária. Semelhante omissão voluntária significa que já se consideram como obsoletos, e equivale, ao menos na prática, a negá-los. (7)


A segunda parte do artigo 7 torna ainda pior este já sério equívoco. Ela afirma que se aplica de forma suprema a esta assembléia a promessa de Cristo: “Onde dois ou três estiverem reunidos em meu nome, ali estou eu no meio deles”. Assim, a Instrução coloca a promessa de Cristo -que se refere somente à Sua presença espiritual através da graça-, no mesmo nível qualitativo, -a não ser por uma maior intensidade-, da Sua presença real, física e substancial, própria ao Sacramento da Eucaristia.

O próximo artigo da Instrução divide a Missa em uma “Liturgia da Palavra” e uma “Liturgia da Eucaristia”, e acrescenta que a “mesa da Palavra de Deus” e a “mesa do Corpo de Cristo” são preparadas na Missa para que os fiéis possam receber “instrução e alimento”. Como veremos mais tarde, esta afirmação une de forma imprópria e ilegítima as duas partes da Missa, como se elas possuíssem o mesmo valor simbólico.


A Instrução, que constitui a introdução do novo Ordo da Missa, usa muitos nomes diferentes para a Missa, tais como:

- Ação de Cristo e do Povo de Deus.

- Comunhão do Senhor ou Missa

- Banquete Pascal

- Participação Comum na Mesa do Senhor

- Prece Eucarística

- Liturgia da Palavra e Liturgia da Eucaristia

-Etc.


Todas estas expressões são aceitáveis quando usadas relativamente, mas quando usadas separadamente e de forma absoluta, como o são aqui, elas devem ser completamente rejeitadas.

É óbvio que a Novus Ordo enfatiza obsessivamente “ceia” e “memória”, ao invés da renovação (não sangrenta) do Sacrifício da Cruz. Mesmo a frase que na Instrução descreve a Missa como “o memorial da Paixão e Ressurreição”, é inexata.

A Missa é o memorial do único sacrifício, redentor em si mesmo, enquanto que a Ressurreição é o fruto que se segue deste sacrifício (8). Veremos mais tarde como, -e com que coerência sistemática-, tais equívocos são repetidos e reiterados, tanto na fórmula para a consagração quanto através da Novus Ordo como um todo.



Capítulo III

Voltamo-nos agora para os fins (propósitos) da Missa: o seu fim ultimo, o seu fim próximo e o seu fim imanente.

1. Propósito último.

O propósito último da Missa é o sacrifício de graças dado à Santíssima Trindade. Este fim está em conformidade com o propósito primário da Encarnação, explicitamente enunciado pelo próprio Cristo: "Ao entrar no mundo ele afirmou: Tu não quiseste sacrifício e oferenda. Tu, porém, formaste-me um corpo.” (9)

No Novus Ordo este propósito desapareceu:

- Do ofertório, de onde a oração “Recebe, Santa Trindade, esta oblação” (ou “Recebe Santo Padre”) foi removida.

- Da conclusão da Missa, onde a oração em honra da Trindade, “Agradável Vos seja, ó Trindade Santíssima, a oferta da minha vassalagem” foi eliminada.

- Do prefácio, já que o prefácio da Santíssima Trindade, anteriormente usado em todos os domingos depois da Epifania e do Pentecostes (ou seja, mais de 30 domingos cada ano), será daqui em diante usado somente na Festa da Santíssima Trindade.



2. Propósito ordinário.

O propósito ordinário da Missa é o sacrifício propiciatório — dando satisfações a Deus pelo pecado. Este fim foi também comprometido. Ao invés de enfatizar a remissão dos pecados dos vivos e dos mortos, o novo rito enfatiza o alimento e santificação dos presentes (10). Na última ceia, Cristo instituiu o Santo Sacramento e desta forma colocou-Se nele como Vítima, a fim de unir-Se a nós como Vítima. Mas este ato de imolação sacrifical ocorre antes do Santo Sacramento estar consumado e possui de antemão pleno valor redentor em relação ao Sacrifício sangrento no Calvário. A prova disto é que as pessoas que assistem não estão obrigadas a receber a Comunhão sacramentalmente (11).



3. Propósito imanente.

O propósito imanente da Missa é fundamentalmente o sacrifício. É essencial que o sacrifício, qualquer que seja sua natureza, seja agradável a Deus e aceito por Ele. Por causa do pecado original, entretanto, nenhum outro sacrifício que não seja o de Cristo pode pretender ser aceitável e agradável a Deus por direito próprio. Por esta razão, era eminentemente conveniente o Ofertório se referir desde o começo o Sacrifício da Missa ao Sacrifício de Cristo.

O Novus Ordo altera a natureza do ofertório sacrifical transformando-o em uma espécie de troca de oferendas entre o homem e Deus. O homem traz o pão e Deus o transforma no “pão da vida”; o homem traz o vinho e Deus o transforma na “bebida espiritual”: Bendito sejais, Senhor Deus de toda a criação, pois através de vossa bondade nós temos este pão (vinho) para oferecer, fruto da terra (vinha) e trabalho de mãos humanas, Ele se tornará para nós o pão da vida (bebida espiritual) (12).



As expressões “pão da vida” e “bebida espiritual”, são, é claro, completamente vagas e podem significar qualquer coisa. Novamente nós nos deparamos com o mesmo equívoco básico: De acordo com a nova definição da Missa, Cristo está presente entre os seus apenas espiritualmente; aqui, o pão e o vinho são apenas espiritualmente - e não substancialmente – modificados (13). Na Preparação das Oferendas um jogo similar de equívocos foi cometido. O antigo Ofertório continha duas magníficas orações, a “Deus qui humanae ...” e a “Offerimus tibi...”:

- A primeira oração, recitada na preparação do cálice, começa da seguinte forma: “Ó Deus, que maravilhosamente criastes a dignidade da natureza humana e mais prodigiosamente a remitistes.” Ela lembrava a inocência do homem antes da queda de Adão e seu resgate pelo sangue de Cristo; ela resumia toda a economia do Sacrifício, de Adão até os dias de hoje.

- A segunda oração, que acompanha o oferecimento do cálice, incorpora a idéia de propiciação pelo pecado: ela implora a Deus por Sua misericórdia quando pede que a oferenda suba “com uma doce fragrância” na presença da divina Majestade, cuja clemência se implora. Como a primeira oração, esta ultima enfatiza admiravelmente a economia do Sacrifício.


No Novus Ordo ambas as orações foram eliminadas. Além disso, as repetidas petições a Deus para que Ele aceite o Sacrifício, contidas nas Preces Eucarísticas, foram também suprimidas; desta forma não há mais qualquer distinção clara entre o sacrifício humano e o divino.

Tendo removido a pedra fundamental, os reformadores tiveram de colocar em seu lugar uma carcaça. Tendo suprimido os verdadeiros propósitos da Missa, tiveram de substituí-los por seus próprios propósitos fictícios. Isto os forçou a introduzir ações enfatizando a união entre o padre e o fiel, ou entre os próprios fiéis – e levou à ridícula tentativa de superpor as oferendas aos pobres e pela Igreja à oferenda da hóstia para ser imolada. A singularidade fundamental da Vítima a ser sacrificada será então completamente obliterada. A participação na imolação de Cristo, a Vítima, transformar-se-á então em um encontro filantrópico ou um banquete de caridade.



Capítulo IV

Consideramos agora a essência do Sacrifício.

A Nova Ordenação da Missa não expressa mais de maneira explicita o mistério da Cruz. Ele é obscurecido, velado, e tornado impercebível aos fiéis por meio de múltiplos artifícios (14).

Eis alguns dos principais:

1. O significado do termo “oração eucarística”.

A Institutio (No 54, in fine) declara: “O significado da oração eucarística consiste em que a congregação toda se una a Cristo para reconhecer as grandes coisas que Deus fez e oferecer o sacrifício” (15).

A que sacrifício isto se refere? Quem oferece o sacrifício? Estas perguntas não são respondidas.


A definição que a Instrução (No 54) dá para a “Prece Eucarística” a reduz ao seguinte: “O centro e o ponto mais alto de toda a celebração se inicia: A Prece Eucarística, ou prece de ação de graças e santificação” (16)

Assim, os efeitos da prece tomam o lugar da causa [a ação de graças e a santificação tomam o lugar do sacrifício]. E sobre a causa, além disso, nem uma palavra é dita. A menção explícita do propósito da oferta sacrifical, feita no rito antigo com a oração: “Receba, Santíssima Trindade, esta oblação”, foi suprimida — e substituída por nada.

A mudança na fórmula revela a mudança na doutrina.




2. Obliteração do papel da presença real.

A razão pela qual o Sacrifício não é mais mencionado explicitamente é simples: o papel central da Presença Real foi suprimido. Ele foi removido do lugar que ocupava tão magnificamente na antiga liturgia. Na Instrução Geral a Presença Real é mencionada somente uma vez, e isto em uma nota de rodapé que é a única referência ao Concílio de Trento. Aqui novamente o contexto é o de alimentação. (17) Nunca é feita nenhuma alusão à presença real e permanente de Cristo nas espécies transubstanciadas, Corpo, Sangue, Alma e Divindade. A própria palavra transubstanciação é completamente ignorada. A invocação do Espírito Santo no Ofertório – a oração “Vinde, ó Deus Santificador” – foi igualmente suprimida, com sua petição para que Ele descesse sobre a oferenda para realizar novamente o milagre da Presença Divina, exatamente como Ele uma vez desceu sobre o útero da Virgem. Esta supressão é mais uma em uma série de negações e degradações da Presença Real, tácitas e sistemáticas. Finalmente, é impossível ignorar como os gestos e costumes rituais que expressam a fé na presença real foram abolidos ou modificados.


A Novus Ordo elimina:

- As genuflexões. Não mais do que três permanecem para o padre, e (com certas exceções) uma para os fiéis no momento da Consagração.

- A purificação dos dedos do padre sobre o cálice.

- A preservação dos dedos do padre de todo o contato profano após a consagração.

- A purificação dos recipientes sagrados, que não precisa ser feita imediatamente e nem feita no corpo.

- A proteção do conteúdo do cálice com a coberta do cálice.

- O dourado no interior dos recipientes sagrados.

- A consagração solene para altares móveis.


- As pedras consagradas e relíquias dos santos no altar móvel ou na “mesa” quando a Missa é celebrada fora de um lugar sagrado. (Este último ponto leva diretamente a “jantares eucarísticos” em casas particulares).

- As três toalhas no altar, reduzidas para uma.

- A ação de Graças para a Eucaristia feita ajoelhada, agora substituída pela grotesca prática do padre e do povo sentando-se para fazer a ação de graças – um acompanhamento bastante lógico para o ato de receber a comunhão em pé.

- Todas as antigas prescrições a serem observadas no caso de uma hóstia que caía no chão, as quais agora se reduzem a uma única e quase sarcástica instrução: “Ela deve ser recolhida de forma reverente”. (18)

Todas estas supressões somente enfatizam a maneira ultrajante que a fé no dogma da Presença Real é implicitamente repudiada.



3. O papel do altar principal

O altar é quase sempre chamado de mesa: (19) “...o altar ou a mesa do Senhor que é o centro de toda a liturgia eucarística...” (20) O altar deve agora estar destacado da parede dos fundos para que o padre possa andar em torno dele e celebrar a missa de frente para o povo. (21) A Instrução afirma que o altar deve estar no centro dos fiéis reunidos, a fim de que sua atenção seja espontaneamente atraída para ele. Comparando este artigo com outro, entretanto, ele parece excluir totalmente a reserva do Santo Sacramento no altar onde a Missa é celebrada. (22) Isto assinalará uma irreparável dicotomia entre a presença de Cristo como Sumo Sacerdote no padre celebrando a Missa e a presença sacramental de Cristo. Antes, elas eram uma única coisa. (23)

A Instrução recomenda que o Santo Sacramento agora seja mantido em um lugar em separado para a devoção particular, como se Ele fosse uma espécie de relíquia. Desta forma, ao entrar em uma Igreja, a atenção das pessoas será atraída não para um sacrário, mas sim para uma mesa vazia. Uma vez mais, piedade particular é colocada em oposição à piedade litúrgica, e altar é colocado em oposição a altar.

A Instrução recomenda que as hóstias distribuídas para a Comunhão sejam aquelas consagradas na mesma Missa. Ela também recomenda que se consagre uma grande hóstia, (24) a fim de que o padre possa dividir uma parte dela com os fiéis.


Trata-se sempre da mesma atitude aviltante tanto para com o sacrário quanto para qualquer forma de piedade Eucarística fora da Missa. Isto constitui um novo e violento golpe contra a fé no fato de que a Presença Real continua enquanto subsistem as espécies consagradas. (25)



4. As fórmulas para a consagração.

A antiga fórmula para a Consagração era uma fórmula “sacramental” propriamente falando, e não meramente uma “narrativa”. Isto foi demonstrado anteriormente por três coisas:

- O Texto Empregado.

O texto da Escritura não foi usado palavra por palavra tal como na fórmula para a consagração no antigo Missal. A expressão de São Paulo, o “Mistério da Fé”, foi inserida no texto como uma expressão imediata da fé do padre no mistério que a Igreja torna real através do sacerdócio hierárquico.

- Tipografia e Pontuação.

No antigo Missal, um ponto final e um novo parágrafo separavam as palavras “Tomai isto e comei” das palavras da forma sacramental, “Este é Meu Corpo.” O ponto final e o novo parágrafo marcavam a passagem de um modo meramente “narrativo” para um modo “sacramental” e “afirmativo” que é próprio de uma ação verdadeiramente sacramental. Além do mais, no Missal Romano as palavras da Consagração eram impressas em tipos maiores e no centro da página. Freqüentemente uma tinta de cor diferente era usada. Tudo isto destacava claramente as palavras de um contexto meramente histórico, e, em conjunto, davam à fórmula da Consagração um valor próprio e autônomo.

- A Anamnese.

O Missal Romano acrescentou as palavras “Todas as vezes que fizerdes estas coisas, fazei-as em memória de Mim” depois da fórmula da Consagração. Esta fórmula referia-se não somente à lembrança de Cristo ou de algum evento passado, mas sim à ação de Cristo aqui e agora. Tratava-se de um convite para que nos lembremos não somente de Sua Pessoa ou da Santa Ceia, mas também para que “façamos” o que Ele fez “da maneira” que Ele fez. Na Novus Ordo, as palavras de São Paulo, "Fazei isto em memória de Mim," substituirão agora a antiga fórmula e serão proclamadas diariamente em vernáculo por toda a parte. Isto inevitavelmente fará os ouvinte concentrarem-se na lembrança de Cristo como o fim da ação Eucarística, ao invés de como seu início. A idéia de comemoração irá portanto tomar o lugar rapidamente da idéia da Missa como uma ação Sacramental. (26)

A Instrução Geral enfatiza o modo narrativo mais adiante quando descreve a Consagração como a “Instituição Narrativa” (27) e quando acrescenta que “em cumprimento à ordem dada por Cristo... a Igreja guarda sua memória.” (28)

Tudo isto, em resumo, altera o modus significandi das palavras da Consagração – como elas mostram a ação sacramental ocorrendo. O padre agora pronuncia as fórmulas para a Consagração como parte de uma narrativa histórica, ao invés de como o representante de Cristo emitindo o julgamento afirmativo “Este é Meu Corpo.” (29)

Além disso, a aclamação memorial do povo que segue-se imediatamente à Consagração -- "Vossa santa morte nós proclamamos, Ó Senhor... até a Vossa vinda” – introduz a mesma ambigüidade sobre a Presença Real sob a forma de um alusão ao Julgamento Final. Quase sem pausa, o povo proclama sua expectativa por Cristo no fim dos tempos no exato momento em que Ele está substancialmente presente no altar – como se a vinda real de Cristo fosse ocorrer somente no final dos tempos, ao invés de lá mesmo no próprio altar.

A Segunda aclamação memorial opcional apresenta isto ainda mais forte: “Quando nós comemos este pão e bebemos deste cálice, nós proclamamos Vossa morte, Senhor Jesus, até Vossa vinda em glória.” A justaposição de duas realidades completamente diferentes — imolação e refeição, a Presença Real e a Segunda Vinda de Cristo — eleva a ambigüidade a novas alturas. (30)




BREVE ESTUDO CRÍTICO DA NOVA ORDENAÇÃO DA MISSA

5 de junho de 1969

Um grupo de teólogos romanos


Capítulo I - Antecedentes históricos do NOM

Capítulo II - Definição da Missa Segundo o NOM

Capítulo III - Os fins da Missa Segundo o NOM

Capítulo IV - A essência da Missa Segundo o NOM

Capítulo V - O ministro da Missa Segundo o NOM

Capítulo VI - A revolução litúrgica do NOM

Capítulo VII - A dimensão ecumênica do NOM

Capítulo VIII - A unidade cristã e o NOM

Notas


Capítulo V

Consideramos agora a questão de quem realiza o Sacrifício. No rito antigo eram, em ordem: Cristo, o padre, a Igreja e os fiéis.

1. O papel dos fiéis no Novo Rito.

Na Missa Nova, o papel atribuído aos fiéis é autônomo, absoluto – e portanto completamente falso. Isto é óbvio não apenas a partir da nova definição da Missa (“... a assembléia sagrada ou congregação do povo reunido...”), mas também a partir da definição dada pela Instrução Geral de que a saudação de abertura do padre destina-se a levar à assembléia reunida a presença do Senhor:

Então através de sua saudação o padre declara à assembléia reunida que o Senhor está presente. Esta saudação e resposta expressam o mistério da Igreja reunida. (31)



Esta é a verdadeira presença de Cristo? Sim, mas somente uma presença espiritual. Um mistério da Igreja? Certamente – mas somente na medida em que a assembléia manifesta-se e pede pela presença de Cristo. Esta noção é enfatizada repetidamente por:

- Referências obsessivas ao caráter comunitário da Missa. (32)

- A distinção não mencionada entre “Missa com a Congregação” e “Missa sem a Congregação”. (33)

- A descrição da Prece dos Fiéis como uma parte da Missa onde “o povo, exercendo sua função sacerdotal, intercede por toda a humanidade.” (34)



A “função sacerdotal dos fiéis” é apresentada equivocadamente como se ela fosse autônoma, omitindo-se a menção de que ela é subordinada ao padre, que, como mediador consagrado, apresenta as petições do povo a Deus durante o cânone da missa.

A Prece Eucarística III da Novus Ordo dirige as seguintes orações ao Senhor:

“De eras em eras Vós reunis o povo contigo, para que de leste a oeste uma oferenda perfeita possa ser oferecida à glória de Vosso nome”.

O “para que” na passagem faz parecer que o povo, e não o padre, é o elemento indispensável na celebração. Uma vez que nunca é deixado claro, mesmo aqui, quem oferece o sacrifício, o próprio povo aparece como possuindo um poder sacerdotal autônomo. (35) A partir deste passo, não seria surpreendente se, dentro em pouco, fosse permitido ao povo unir-se ao padre para pronunciar as palavras da consagração. De fato, em alguns lugares isto já aconteceu.



2. O papel do padre no Novo Rito.

O papel do padre é minimizado, alterado e falsificado:

- Em relação ao povo, ele é agora um mero presidente ou irmão, ao invés do ministro consagrado que celebra a Missa “na pessoa de Cristo.”

- Em relação à Igreja, o padre é agora meramente um membro dentre outros, alguém retirado do povo. Ao tratar da invocação do Espírito Santo na Oração Eucarística (a epiclesis), a Instrução Geral atribui as petições anonimamente à Igreja. (36) O papel do padre desvaneceu-se.

- No novo Rito de Penitência que inicia a Missa, o Confiteor tornou-se agora coletivo; assim o padre não é mais juiz, testemunha e intercessor perante Deus. É, portanto, lógico que ele não mais recite a oração de absolvição que se seguia e que foi agora suprimida. O padre está agora “integrado” com seus irmãos; mesmo o acólito que serve em uma “Missa sem congregação” chama o padre de “irmão”.


- Anteriormente, a Comunhão do padre era ritualmente distinta da Comunhão do povo. A Novus Ordo suprime esta distinção importante. Este era o momento em que Cristo, o Eterno Sumo Sacerdote, e o padre que atua na pessoa de Cristo encontravam-se em estreita união e completavam o Sacrifício.

- Além disso, nenhuma palavra é dita sobre o poder do padre como “sacrificador”, sobre sua ação consagratória ou sobre como, na função de intermediário, ele realiza a presença Eucarística. Ele agora não parece ser nada além de um ministro protestante.

- Abolindo ou tornando opcionais muitas das vestimentas sacerdotais – em alguns casos somente uma alva e uma estola são exigidas. (37) – o novo rito oblitera mais ainda a conformidade do padre com Cristo. O padre não é mais vestido com as virtudes de Cristo. Ele é agora apenas um “graduado” com um ou dois emblemas que mal o separam da multidão. (38)--"um pouco mais homem do que o resto," para citar uma definição involuntariamente cômica de um Dominicano. (39) Aqui, como quando colocaram altar contra altar, os reformadores separaram o que estava unido: o Sacerdócio de Cristo do Verbo de Deus.




3. O papel da Igreja no Novo Rito.

Finalmente, há a posição da Igreja em relação a Cristo. Em somente um exemplo. – em seu tratamento da forma da Missa sem uma congregação – a Instrução Geral admite que a Missa é “a ação de Cristo e da Igreja.” (40) No caso da Missa com uma congregação, entretanto, o único objeto que a Instrução alude como “lembrança de Cristo” e santificando os presentes. "O padre celebrante”, diz ela, "...une-se ao povo ao oferecer o sacrifício através de Cristo no Espírito ao Pai” – ao invés de dizer que o próprio povo se une a Cristo que Se oferece ao Pai através do Espírito Santo.

Dentro deste contexto, os seguintes pontos também devem ser considerados:

- As diversas omissões graves da frase “através de Cristo nosso Senhor”, uma fórmula que garante que Deus ouvirá as preces da Igreja em todos os tempos. (42)


- Um “pascalismo” que a tudo penetra – uma ênfase obsessiva na Páscoa e na Ressurreição –quase como se não houvesse outros aspectos da comunicação da graça, os quais, ainda que um tanto diferentes, são igualmente importantes.

- O estranho e dúbio “escatologismo” – uma ênfase sobre a Segunda Vinda de Cristo e o fim dos tempos – por meio do qual a permanente e eterna realidade da comunicação da graça é reduzida a algo restrito aos limites do tempo. Nós ouvimos falar de um povo de Deus em marcha, uma Igreja peregrina – uma Igreja não mais Militante contra as forças das trevas, mas uma Igreja que, tendo perdido seu vínculos com a eternidade, marcha para um futuro divisado em termos puramente temporais.

Na Oração Eucarística IV a Igreja (como Una, Santa e Apostólica) é degradada pela eliminação da petição do Cânone Romano por todos os fiéis ortodoxos que mantêm a fé Católica e Apostólica. Estes são agora meramente todos os que a buscam com sinceridade de coração.


A Recordação dos Mortos no cânon é oferecido não como antes, para aqueles que se foram antes de nós com o signo da fé, mas meramente para aqueles que se foram na paz de Cristo. A este grupo – com o posterior detrimento da noção da unidade e visibilidade da Igreja – a Oração Eucarística IV acrescenta a grande multidão de “todos os mortos cuja fé é conhecida por Vós somente.”

Além disto, nenhuma das três novas Orações Eucarísticas faz alusão a um estado de sofrimento por aqueles que morreram; nenhuma delas permite ao padre fazer lembranças especiais pelos mortos. Tudo isso necessariamente enfraquece a fé na natureza propiciatória e redentória do sacrifício. (43) Por toda a parte omissões dessacralizadoras aviltam o mistério da Igreja. Acima de tudo, a natureza da Igreja como uma hierarquia sagrada é desconsiderada. A segunda parte do novo Confiteor coletivo reduz os Anjos e os Santos ao anonimato na primeira parte, na pessoa de São Miguel Arcanjo eles desapareceram como testemunhas e juízes. (44)

No prefácio da Oração Eucarística II – e isto não possui precedentes – as várias hierarquias angélicas desapareceram. Também foi suprimida, da terceira prece do antigo Cânone, a memória dos santos Pontífices e Mártires sobre quem a Igreja de Roma foi fundada; sem dúvida, foram estes os santos que transmitiram a tradição apostólica finalmente completa sob o Papa São Gregório como a Missa Romana. A oração após o Pai Nosso, a Libera Nos, agora suprime a menção da Santa Virgem, dos Santos Apóstolos e de todos os santos; sua intercessão não é mais pedida, nem mesmo em tempos de perigo.


Por toda a parte, exceto no Cânone Romano, a Novus Ordo elimina não somente os nomes dos Apóstolos Pedro e Paulo, fundadores da Igreja em Roma, mas também os nomes dos outros apóstolos, a fundação e marco da Igreja única e universal. Esta omissão intolerável, que se estende até mesmo às três novas Orações Eucarísticas, compromete a unidade da Igreja.

A Nova Ordenação da Missa ataca mais adiante o dogma da Comunhão dos Santos através da supressão da benção e saudação “O Senhor esteja convosco” quando o padre reza a missa sem um coroinha. Ela também elimina a Ite Missa Est, mesmo quando a Missa é celebrada com um coroinha. (45)

O duplo Confiteor no início da Missa mostrava o quanto o padre, vestido como o ministro de Cristo e fazendo uma profunda reverência, reconhecia-se como indigno tanto da sublime missão quanto do “tremendo mistério” que ele iria representar. Então, na oração “Perdoai os nossos pecados” ele reconhecia esta indignidade para entrar no Santo dos Santos, recomendando a si próprio com a oração “Nós Lhe Rogamos, Ó Senhor” aos méritos e à intercessão dos mártires cujas relíquias estavam guardadas no altar. Ambas as orações foram suprimidas. O que foi dito anteriormente sobre a eliminação do duplo Confiteor do rito da Comunhão é igualmente relevante aqui.


A configuração exterior do sacrifício, um sinal de seu caráter sagrado, foi profanada. Observe-se, por exemplo, as novas provisões para a celebração da Missa fora de uma Igreja: a uma simples mesa, sem um altar-pedra consagrado nem relíquias e coberta com um único pano, é permitido servir de altar. (46) Aqui também se aplica tudo o que dissemos anteriormente com relação à Presença Real – dissociação do “banquete” e do Sacrifício da ceia da Presença Real em si mesma.

O processo de dessacralização é completado graças ao novo e grotesco procedimento para a Procissão do Ofertório, a referência a pão ordinário (ao invés de sem fermento), a permissão aos coroinhas ( e mesmo aos leigos quando do recebimento da Comunhão sob ambas as espécies) de manusear os recipientes sagrados. (47) Em seguida há a atmosfera de distração criada na Igreja: as intermináveis indas e vindas dos padres, diáconos, subdiáconos, cantores, comentadores – o próprio padre torna-se um comentador, constantemente encorajado a “explicar” o que vai fazer -- leitores (homens e mulheres), de coroinhas ou leigos dando boas vindas às pessoas na porta e conduzindo-as a seus lugares enquanto outros carregam e selecionam oferendas.


E numa era de frenesi por um “retorno às escrituras” nós agora encontramos, em contradição tanto com o Velho Testamento quanto com São Paulo, a presença de “mulheres apropriadas” que pela primeira vez na história da Igreja são autorizadas a proclamar as leituras da Escritura e “executar outros ministérios fora do santuário”. (48) Finalmente, há a mania da concelebração, que virá a destruir a piedade eucarística do padre pelo obscurecimento da figura central de Cristo, único sacerdote e Vítima, e por sua dissolução na presença coletiva dos concelebrantes. (49)



Capítulo VI

Nós nos limitamos acima a um breve estudo da Novus Ordo onde ela se desvia de forma mais séria da teologia da Missa Católica. Nossas observações versam sobre desvios que são típicos. Preparar um estudo completo de todas as armadilhas, perigos e elementos psicológica e espiritualmente destrutivos que o novo rito contém, seja no texto, nas rubricas ou nas instruções, seria um empreendimento vasto. Passamos apenas de relance pelas três novas Orações Eucarísticas, uma vez que elas já se apresentaram a repetidas e abalizadas críticas. A segunda causou escândalo imediato entre os fiéis devido à sua brevidade. (50)


Da Oração Eucarística II bem se disse que um padre que não acreditasse nem na Transubstanciação nem no caráter sacrificial da Missa poderia recitá-la com a consciência perfeitamente tranqüila, e que, além disso, um ministro protestante também poderia usá-la em sua própria celebração. O novo missal foi apresentado em Roma como “uma fonte abundante para o trabalho pastoral”, como “um texto mais pastoral do que jurídico”, que a conferência nacional dos bispos poderia adaptar ao “espírito” de diferentes povos. Além disso, a Seção Um da Nova Congregação para o Culto Divino será agora responsável “pela publicação e constante revisão dos livros litúrgicos.”

Esta idéia foi ecoada recentemente no boletim oficial dos Institutos Litúrgicos da Alemanha, Suíça e Áustria:

- Os textos latinos devem ser agora traduzidos para as línguas das diversas nações.

- O “estilo romano” deve ser adaptado à individualidade de cada Igreja local.

- Aquilo que foi concebido em um plano atemporal deve agora ser transposto no contexto cambiável das situações concretas, e no fluxo constante da Igreja universal e sua miríade de congregações. (51)


A própria Constituição Apostólica, com a promulgação da Novus Ordo Missae, desfere um golpe mortal na língua universal da Igreja quando – contrariando um desejo expresso do Concílio Vaticano II – afirma inequivocamente que “em grande diversidade de línguas, uma [?] única prece ascenderá mais perfumada do que o incenso.”

O fim do latim pode, portanto, ser dado como certo, o Canto Gregoriano — que o Vaticano II reconheceu como uma característica distintiva da liturgia romana, decretando que a ele “fosse dado um lugar de honra nos serviços litúrgicos” (52) — irá logicamente seguir este caminho, dada, entre outras coisas, a liberdade conferida na escolha dos textos para o Intróito e para o Gradual.

Desde o princípio, portanto, o novo rito foi pluralista e experimental, ligado a um tempo e lugar. Uma vez que a unidade de culto foi estilhaçada de uma vez por todas, que base existirá para a unidade da fé que a acompanhava e que, fomos informados, seria sempre defendida sem compromisso?


É óbvio que a Nova Ordenação da Missa não possui a intenção de apresentar a fé ensinada pelo Concílio de Trento. Mas é a esta fé que a consciência católica está para sempre ligada. Desta forma, com a promulgação da Nova Ordenação da Missa, a verdadeira fé católica depara-se com a trágica necessidade de fazer uma escolha.



Capítulo VII

A Constituição Apostólica menciona explicitamente as riquezas de piedade e doutrina que a Novus Ordo supostamente toma emprestado das Igrejas Orientais. Mas o resultado é tão distante e, de fato, oposto às liturgias orientais que só pode deixar os fiéis daqueles ritos revoltados e horrorizados.

O que significam estes empréstimos ecumênicos? Basicamente, a introdução de múltiplos textos para a Oração Eucarística (a anafora) – nenhum dos quais se aproxima de seus similares orientais em complexidade ou beleza –, a permissão da comunhão sob ambas as espécies e o uso de diáconos. Contra isto, a Nova Ordenação da Missa parece ter deliberadamente cortado todos os elementos da liturgia romana que mais se aproximavam dos ritos orientais. (53) Ao mesmo tempo, ao abandonar seu inconfundível e imemorial caráter romano, a Novus Ordo perde suas próprias preciosidades espirituais. No lugar delas estão elementos que aproximam o novo rito de certas liturgias protestantes, e não se tratam sequer daquelas mais próximas do catolicismo. Ao mesmo tempo, estes novos elementos degradam a liturgia romana e ajudam-na a se alienar do Oriente., como fizeram as reformas que precederam a Novus Ordo.

Em compensação, a nova liturgia irá deliciar todos aqueles grupos à beira da apostasia que agora, durante uma crise espiritual sem precedentes, promovem a devastação dentro da Igreja através do envenenamento de Seu organismo e do enfraquecimento de Sua unidade em matéria de doutrina, culto, moral e disciplina.




Capítulo VIII

São Pio V preparou o Missal Romano (como agora nos lembra a presente Constituição Apostólica) como um instrumento de unidade entre os católicos. Em conformidade com as prescrições do Concílio de Trento, o missal deveria excluir todos os perigos tanto para o culto litúrgico quanto para a própria fé, então ameaçados pela revolta protestante. A grave situação justificou plenamente – e até mesmo tornou profética – a advertência dada pelo santo Pontífice em 1570 no fim da Bula que promulgava o seu Missal:

Quem quer tente alterar isto deve saber que incorrerá na ira do Poderoso Deus e dos Santos Apóstolos Pedro e Paulo. (54)

Quando a Novus Ordo foi apresentada no Gabinete de Imprensa do Vaticano, foi afirmado de forma impudente que as condições que inspiraram os decretos do Concílio de Trento não mais existiam. Não somente estes decretos ainda se aplicam hoje mas também as condições são infinitamente piores. Foi precisamente para repelir aquelas ciladas que em todos os tempos ameaçam o puro Depósito da Fé, (55) que a Igreja, sob inspiração divina, estabeleceu definições dogmáticas e pronunciamentos doutrinários como suas defesas.


Estas por suas vez influenciaram imediatamente seu culto, que se tornou o mais completo monumento à sua fé. Tentar levar este culto de volta às práticas da antigüidade cristã e recriar artificialmente a espontaneidade original dos tempos antigos significa ocupar-se daquele “arqueologismo insalubre” que Pio XII tão categoricamente condenou. (56) Trata-se, além do mais, de desmantelar todas as defesas erigidas para proteger o rito e de afastar a beleza que o enriqueceu durante séculos. (57) E tudo isto em um dos mais críticos momentos – se não o mais crítico – da história da Igreja!

Hoje, a divisão e o cisma são oficialmente reconhecidos como existentes não somente fora da Igreja, mas também dentro dela. (58) A unidade da Igreja não está apenas ameaçada, mas já foi tragicamente comprometida. (59) Erros contra a fé não são meramente insinuados, mas agora –como já foi igualmente reconhecido – são impostos à força através de abusos litúrgicos e aberrações. Abandonar uma tradição litúrgica que por quatro séculos manteve-se como um sinal e um compromisso da unidade de culto, (60) e substituí-la por outra liturgia que, devido às inumeráveis liberalidades que ela implicitamente autoriza, não pode ser outra coisa além de um sinal de divisão –uma liturgia na qual fervilham insinuações ou erros manifestos contra a integridade da fé católica –é, nós nos sentimos no dever de consciência de declarar isto, um erro incalculável.

Corpus Domini, 5 de junho de 1969.



ABREVIAÇÕES:

DB: Denziger-Bannwart. "Enchrindion Symbolorum." 32ª edição. Barcelona, Frieburg e Roma: Herder, 1957.

DOL: "Documents on the Liturgy, 1963-1979: Conciliar, Papal, and Curial Texts." (Documentos sobre a liturgia, 1963-1979: Textos Conciliares, Papais e Curiais.) Traduzidos, compilados e arranjados pelo Comitê da Língua Inglesa na Liturgia. Collegeville, MN: Liturgical Press, 1982.

GI: General Instruction on the Roman Missal. (Instrução Geral sobre o Missal Romano) Institutio Generalis Missalis Romani. 1ª edição, 6 de abril de 1969. Em Paulo VI, Missale Romanum...Pauli VI Promulgatum: Ordo Missae, 12-76. 2ª edição. Março de 1970. Traduzido em DOL 1391-1731, com as variação entre a editio typica altera de 1975 e a 1ª edição fornecidas nas notas de rodapé.

PTL: "Papal Teachings: The Liturgy," (Ensinamentos Papais: A Liturgia) selecionados e arranjados pelos Monges Beneditinos de Solesmes, traduzido pelas Filhas de São Paulo. Boston: St. Paul Editions, 1962.

SC: Concílio Vaticano II. Constituição sobre a Sagrada Liturgia Sacrosanctum Consilium, 4 de dezembro de 1963. Traduzida em DOL 1-131.



NOTAS:

1. "As orações de nosso cânone são encontradas no tratado De Sacramentis (4º, 5º séculos)...Nossa Missa remonta, sem alterações essenciais, à época em que ela se desenvolveu pela primeira vez a partir das mais antigas liturgias comuns. Ela ainda preserva a fragrância daquela liturgia primitiva, nos tempos em que César governou o mundo e esperou extinguir a fé cristã, tempos em que nossos antepassados reuniam-se antes do amanhecer para cantar um hino a Cristo seu Deus... Não há em toda a cristandade um rito tão venerável como aquele do Missal Romano.” (Rev. Adrian Fortescue). "O Cânone Romano, tal como é hoje, remonta à São Gregório Magno. No ocidente ou no oriente não há nenhuma oração eucarística remanescente hoje que possa orgulhar-se de tal antigüidade. Para a Igreja Romana descartá-lo seria o equivalente, aos olhos não somente dos Ortodoxos, mas também dos Anglicanos e até mesmo dos protestantes que ainda possuem algum sentido do que seja a tradição, a negar qualquer pretensão de ser a verdadeira Igreja Católica.” (Rev. Louis Bouyer)

2. SC 50, DOL 50.

3. Uma nota de rodapé na Instrução nos remete a dois textos do Vaticano II. Mas nada nos textos justifica a nova definição, como é evidente a partir da seguinte citação: "Através do ministério dos bispos, Deus consagra padres... Exercendo funções sagradas eles portanto agem como seus ministros, exercendo continuamente na liturgia sua função sacerdotal em nosso favor...Celebrando a Missa as pessoas oferecem sacramentalmente o sacrifício de Cristo.” Decreto sobre o ministério e a vida dos padres "Presbyterum Ordinis," 7 de dezembro de 1965, Seção 5, DOL 260. "Pois na liturgia Deus está falando com seu povo e Cristo ainda está proclamando seu Evangelho. E o povo está respondendo a Deus tanto através de canções quanto de orações. Além disso, as orações dirigidas a Deus através do padre, que preside a assembléia na pessoa de Cristo, são ditas em nome de todo o santo povo e de todos os presentes.” SC 33, DOL 33. Está perdido quem quer que tente explicar como a definição da Instrução pode ter se baseada nestes textos. Notamos também como a nova definição da Missa altera o que o Vaticano II instituiu no Presbyterum Ordinis seção 5: "A assembléia eucarística é o centro da congregação dos fiéis.” Uma vez que o centro na Nova Ordenação da Missa foi fraudulentamente subtraído, a congregação agora usurpou seu lugar.

4. GI 7, DOL 1937 fn.

5. GI 8, DOL 1398; GI 48, DOL 1438 fn. GI 55.d, DOL 1445 fin; GI 56, DOL 1446.

6. O Concílio de Trento reafirma a Presença Real através das seguintes palavras: “Para começar, o santo concílio ensina e professa aberta e diretamente que no abençoado Sacramento da Santa Eucaristia, após a consagração do pão e do vinho, nosso Senhor Jesus Cristo, verdadeiro homem e Deus, está verdadeiramente, realmente e substancialmente contido nas espécies perceptíveis do pão e do vinho.” DB 874. A sessão 22 que nos interessa diretamente em nove cânones. (DB 937a-956): 1) A Missa não é uma mera representação simbólica, mas sim um sacrifício visível e verdadeiro, instituído “para re-apresentar o sacrifício sangrento que Cristo efetuou na Cruz de uma vez por todas. Era para perpetuar sua memória até o fim do mundo. Seu força salutar deveria ser aplicada para remissão dos pecados que cometemos diariamente." DB 938. 2) "Declarando a si próprio como sacerdote constituído para sempre de acordo com a ordem de Melquisedeque, [Nosso Senhor] ofereceu seu corpo e sangue sob as espécies do pão e do vinho a Deus Pai e deu Seu corpo e sangue sob as mesmas espécies aos apóstolos para que estes as recebessem, fazendo-os naquele momento sacerdotes do Novo Testamento...Ele ordenou os apóstolos e seus sucessores no sacerdócio para oferecer este sacrifício quando disse: ‘Fazei isto em memória de mim,’ como a Igreja Católica sempre entendeu e ensinou.” DB 938. O celebrante, oferecedor e sacrificador, é o padre ordenado, e não o povo de Deus ou a assembléia: “Se alguém disser que por estas palavras, ‘Fazei isto em memória de mim,’ Cristo não fez dos apóstolos sacerdotes, ou que ele não estabeleceu que eles e outros sacerdotes devem oferecer seu corpo e sangue: que ele seja anátema” cânone 2, DB 949. O Sacrifício da Missa é um verdadeiro sacrifício propiciatório, e não um simples memorial do sacrifício oferecido na Cruz: “Se alguém disser que o Sacrifício da Missa é meramente um oferecimento de louvor e de ação de graças, ou que é um simples memorial do sacrifício oferecido na cruz e não propiciatório, ou que ele beneficia somente aqueles que comungam; e que ele não deveria ser oferecido aos vivos e aos mortos, pelos pecados, punições, satisfações e outras necessidades: que ele seja anátema.” Cânon 3, DB 950. Também deve-se ter em mente o cânone 6: "Se alguém disser que há erros no cânone da Missa e que ele deva, portanto, ser eliminado: que ele seja anátema.” DB 953. Da mesma forma o cânone 8: "Se alguém disser que as Missas onde somente o sacerdote comunga sacramentalmente são ilícitas e devem ser eliminadas: que ele seja anátema.” DB 955.

7. É talvez supérfluo lembrar que se um só dogma fosse negado, todos os dogmas ruiriam ipso facto, à medida que o princípio da infalibilidade do magistério supremo hierárquico, seja conciliar ou papal, seria assim destruído.

8. À luz da primeira oração após a consagração no Cânone Romano (Unde et memores), a ascensão também poderia ser acrescentada. A Unde et memores, entretanto, não trata realidades diferentes como se fossem uma só coisa. Ela faz uma distinção clara e precisa: “trazendo à mente...a abençoada paixão, e também a Sua elevação dos mortos e Sua gloriosa ascensão aos céus.

9. Sl. 50:7-9, em Heb. 10:5.

10. GI 54, DOL 1444.

11. Esta mudança de ênfase ocorre nas três novas Orações Eucarísticas, que eliminam a Recordação dos Mortos e qualquer menção às almas sofrendo no purgatório, a quem se aplica o sacrifício propiciatório.

12. Veja-se Mysterium Fidei, onde o Papa Paulo VI condena os erros do simbolismo juntamente com as novas teorias da “transignificação e transfinalização”: “não é permissível... enfatizar o valor simbólico do sacramento como se o simbolismo, que certamente todos reconhecem na Eucaristia, expressasse plena e exaustivamente o sentido da presença de Cristo; ou discutir o mistério da transubstanciação sem mencionar a maravilhosa alteração de toda a substância do pão no corpo e de toda substância do vinho no sangue de Cristo, como afirmado pelo Concílio de Trento, de maneira que somente o que é chamado de ‘transignificação’ ou ‘transfinalização’ está envolvido.” Encíclica Mysterium Fidei sobre a doutrina e culto da Eucaristia, 3 de setembro de 1965, Seção 11, DOL 1155.

13. A Mysterium Fidei denuncia e condena amplamente a introdução de nova fórmulas ou expressões que, apesar de encontrarem-se nos textos dos Santos Padres, dos Concílios e do Magistério da Igreja, são utilizadas em um sentido unívoco que não está subordinado à substância da doutrina com a qual eles formam um todo inseparável. (v.g., "nutrição espiritual," "alimento espiritual, bebida espiritual”, etc.): "Não somente a integridade da fé deve ser salvaguardada, mas também o seu modo de expressão; que nós não introduzamos falsas noções sobre as realidade mais sublimes através do uso descuidado de palavras.” Ele cita Santo Agostinho: “Nós, entretanto, temos a obrigação de falar de acordo com uma norma precisa, que a imprudência de nossas palavras não dê lugar à idéias ímpias a respeito das próprias realidades a que estas palavras se referem.” Ele continua: "Devemos respeitar religiosamente a norma de terminologia; após séculos de esforço e sob a proteção do Espírito Santo, a Igreja estabeleceu-a e confirmou-a pela autoridade dos concílios; esta norma freqüentemente veio a ser a divisa e o estandarte da fé ortodoxa. Que ninguém ouse alterá-la arbitrariamente ou sob o pretexto de novos conhecimentos...Da mesma forma nós não devemos tolerar qualquer desejo pessoal de modificar as fórmulas através das quais o Concílio de Trento estabeleceu o mistério da Eucaristia para a crença. Seções 23, 24; DOL 1167-8.

14. Contradizendo o que o Vaticano II prescreveu. (Cf. SC 48, DOL 48).

15. GI 54, DOL 1444.

16. GI 54, DOL 1444.

17. GI 241 fn. 69, DOL 1630.

18. GI 129, DOL 1629.

19. A Instrução reconhece a função primária do altar somente uma vez: “No altar, o sacrifício da cruz é tornado presente sob símbolos sacramentais.” GI 259, DOL 1649. Esta única referência parece insuficiente para remover os equívocos resultantes do outro termo, usado de forma mais freqüente.

20. GI 49, DOL 1489. Cf. GI 262, DOL 1652.

21. GI 262, DOL 1652.

22. GI 262, DOL 1652, e GI 276, DOL 1666.

23. "Separar o tabernáculo do altar é separar duas coisas que por sua origem e natureza devem permanecer unidas.” Pio XII, “Alocução ao Congresso Internacional sobre Liturgia Pastoral” 22 de setembro de 1956, PTL 817. Ver também Pio XII, Encíclica Mediator Dei, 20 de novembro de 1947, PTL 550, citada abaixo.

24. Raramente o Novus Ordo usa a palavra hóstia. Nos livros litúrgicos este termo tradicional possui um significado preciso: “vítima.” Novamente nós nos deparamos com uma tentativa sistemática de enfatizar somente “ceia” e “refeição”.

25. Seguindo a sua prática habitual de substituir uma coisa por outra, os reformadores tornaram a presença de Cristo na palavra proclamada igual à Presença Real. (Ver GI 7, 54; DOL 1397, 1444). Mas a presença de Cristo quando a escritura é proclamada possui uma natureza diferente e não possui realidade a não ser quando está acontecendo (in usu). A Presença Real de Cristo na hóstia consagrada, por outro lado, é objetiva, permanente e independente da recepção do sacramento. As fórmulas: “Deus está falando a seu povo,” e “Cristo está presente aos fiéis através de sua palavra” (GI 33, DOL 1423) são tipicamente protestantes. Estritamente falando, elas não significam nada, uma vez que a presença de Deus na palavra é mediata, ligada a um ato ou condição espiritual individual, e somente temporário. Esta fórmula conduz a um erro trágico: a conclusão, expressa ou subentendida, que a Presença Real continua somente enquanto o sacramento está sendo usado –recebido no momento da comunhão, por exemplo – e que a Presença Real termina quando o uso termina.

26. Como a Instrução Geral a descreve, a ação sacramental teve origem no momento em que Nosso Senhor deu aos apóstolos Seu corpo e sangue “para comer” sob as aparências de pão e vinho. Desta forma, a ação sacramental não mais consiste na ação consagratória e na separação mística entre o corpo e o sangue – a própria essência do Sacrifício Eucarístico. Ver Mediator Dei, esp. parte II, Capítulo I, PTL 551, ff.

27. GI 55.d, DOL 1445 fn..

28. GI 55.d, DOL 1445.

29. Da forma como aparecem no contexto do Novus Ordo, as palavras da consagração poderiam ser válidas em virtude das intenções do padre. Mas, uma vez que sua validade não advém mais da força das próprias palavras sacramentais (ex vi verborum) – ou mais precisamente, do significado que o antigo rito da Missa conferia à fórmula – as palavras de consagração no Novo Ordinário da Missa poderiam também não ser válidas. No futuro os padres que não receberem formação tradicional e que confiarem no Novus Ordo para a intenção de “fazer o que a Igreja faz” farão consagrações válidas na Missa? Pode-se duvidar disto.

30. Que não se diga, de acordo com os métodos protestantes de estudos bíblicos, que estas frases estão no mesmo contexto escritural. A Igreja sempre evitou superpor e justapor os textos, precisamente a fim de evitar confundir as diferentes realidades que eles expressam.

31. GI 28, DOL 1418

32. GI 74-152, DOL 1464-1542.

33. GI 209-231, DOL 1599-1621.

34. GI 45, DOL 1435.

35. Contra os Luteranos e Calvinistas que ensinam que todos os cristãos são sacerdotes e oferecedores da Santa Ceia, ver A. Tanquerey Synopsis Theologiae Dogmaticae, (Paris, Tournai, Roma: Desclee, 1930), v. III: “Cada padre é, em sentido estrito, um ministro secundário do Sacrifício da Missa. O próprio Cristo é o ministro principal. Os fiéis oferecem através do intermédio do padre, mas não em sentido estrito.” Cf. Concílio de Trento, Sessão 22, Cânon 2, DB 949.

36. GI 55, DOL 1445.

37. GI 298, DOL 1688 fn..

38. Observamos que está em curso uma inovação impensável, que terá efeitos psicológicos desastrosos; o emprego de vestimentas vermelhas na Sexta-feira Santa ao invés de vestimentas negras (GI 308.b, DOL 1698) – como se a Sexta-feira Santa fosse a comemoração de um mártir como outro qualquer, ao invés do dia em que toda a Igreja veste luto por seu Fundador. (Cf. Mediator Dei, PTL 550, citado abaixo.)

39. Rev. A. M. Rouget, OP, falando às Irmãs Dominicanas de Betânia em Plessit-Chenet.

40. GI 4, DOL 1394. Cf. Presbyterum Ordinis, Seção 13, DOL 265.

41. GI 60, DOL 1450 fn.

42. Ver Jn. 14:13-16, 23-24.

43. Em algumas traduções do Cânone Romano a frase “um lugar de repouso, luz e paz” foi traduzida como um simples estado: “bem aventurança, luz, paz.” O que pode então ser dito do desaparecimento de todas as referências explícitas ao sofrimento da Igreja?

44. Em meio a este turbilhão de omissões, somente um elemento foi acrescentado: a menção no Confiteor a “o que eu deixei de fazer.”

45. Na conferência de imprensa apresentando o Novus Ordo, o Rev. Joseph Lecuyer, CSSp, professando uma fé puramente racionalista, discutiu a mudança das saudações do padre na Missa sem um congregação do plural para o singular (“Ora, irmão,” por exemplo, substitui “Orai, irmãos.”). Sua justificativa para isto foi “que assim não haveria nada [na Missa] que não correspondesse à verdade.”

46. GI Seção 260, 265; DOL 1650, 1655.

47. GI 244.C, DOL 1634.

48. GI 70, DOL 1460, fn.

49. Agora parece ser lícito aos padres receber a comunhão sob ambas as espécies em uma concelebração, mesmo quando eles são obrigados a celebrar a Missa sozinhos antes ou depois da concelebração.

50. Ela foi apresentada como “O Cânone de Hippolytus," mas somente uns poucos vestígios deste texto original permanecem no novo rito.

51. Gottesdienst no. 9 (14 de maio de 1969).

52. SC 116, DOL 116.

53. Considere-se os seguintes elementos encontrados no rito bizantino: extensas e repetidas orações penitenciais; vestimentas rituais solenes para o celebrante e para o diácono; a preparação da oferenda na proscomidia, em si mesmo um rito completo; invocações repetidas, mesmo nas orações do ofertório, à Santa Virgem e aos Santos; invocação do coro dos anjos no Evangelho como “concelebrantes invisíveis”, enquanto o próprio coro identifica-se com os corais angélicos no Cherubicon; a tela do santuário (iconostasis) separando o santuário do resto da igreja e o clero do povo; a consagração oculta, simbolizando o mistério divino ao qual toda a liturgia faz alusão; a posição do padre celebrante de frente para Deus e nunca para o povo; a comunhão sempre dada pelo celebrante; os sinais contínuos de adoração às espécies consagradas; a atitude essencialmente contemplativa do povo. O fato de estas liturgias durarem mais de uma hora mesmo em suas formas menos solenes, e de serem constantemente definidas como “inspiradoras de reverência, indescritivelmente...celestiais, mistérios vivificantes”, fala por si mesmo. Finalmente, notamos como tanto na Liturgia Divina de São João Crisóstomo quanto na liturgia de São Basílio o conceito de “ceia” ou “banquete” aparece claramente subordinado ao conceito de sacrifício – exatamente como se dava na Missa Romana.

54. Bula Quo Primum, 13 de julho de 1570. Na sessão 23 (Decreto sobre a Santíssima Eucaristia), o Concílio de Trento anunciou sua intenção de “erradicar completamente o joio de cismas e erros abomináveis que nestes dias fatídicos o inimigo semeou (ver Mat. 13:25) no ensinamento da fé sobre a Santa Eucaristia e sobre o uso e louvor da Eucaristia. Além deste outro propósito, nosso Salvador deixou a Eucaristia em sua Igreja como um símbolo da unidade e amor com os quais ele desejava unificar e unir todos os cristãos”. DB 873.

55. "Guarda o depósito, evitando as profanas novidades de palavras.” (1 Tim. 6:20)

56. "Certamente o retorno em espírito e afeição às fontes da Sagrada Liturgia foi algo sábio e louvável. Pois a pesquisa neste campo de estudo, através da reconstituição de suas origens, presta valiosa assistência ao trabalho de investigação cuidadosa e minuciosa dos textos e cerimônias sagradas utilizados naquela ocasião. Mas não é sábio nem louvável tudo reduzir à antigüidade através de todos os artifícios possíveis. Assim, para citar alguns exemplos, quem desejasse restaurar o altar à sua forma original de mesa estaria desviando-se da conduta correta; também quem desejasse a cor negra excluída das vestes litúrgicas; quem quisesse proibir o uso de agir imagens sacras e estátuas nas Igrejas; quem quisesse que o crucifixo fosse desenhado de forma a que o corpo do Divino Redentor não demonstrasse traços de seus cruéis sofrimentos...Esta forma de agir convida a que se reavive o antiquarismo exagerado e desprovido de sentido que o ilegal Sínodo de Pistoia produziu. "Mediator Dei," I.5, PTL 548, 549.

57. "Não nos enganemos com a insinuação de que a Igreja, que se tornou grande e majestosa pela glória de Deus como um templo a Ele dedicado, deva ser reduzida à suas proporções originais mais modestas, como se estas fossem as únicas verdadeiras, as únicas boas.” Paulo VI, Encíclica Ecclesiam Suam, 6 de agosto de 1964.

58. "Um fermento praticamente cismático divide, subdivide, rompe a Igreja.” Paulo VI, Homilia "In Coena Domini, 3 de abril de 1969.

59. "Também há entre nós aqueles “cismas” e “separações” que São Paulo tristemente denunciou em I Corintios." Paulo VI, ibid.

60. É bem sabido como o Vaticano II está agora sendo repudiado pelos mesmos homens que um dia alcançaram a glória ao liderá-lo. Enquanto o Papa declarou ao fim do concílio que este não havia alterado nada, estes homens saíram determinados a “explodir” os ensinamentos conciliares no processo de sua aplicação. Infelizmente a Santa Sé, com inexplicável rapidez, aprovou e aparentemente encorajou através do Consilium uma crescente infidelidade ao concílio. Esta infidelidade foi de meras mudanças formais (Latim, Canto Gregoriano, supressão dos ritos antigos etc.) até mudanças substanciais que a Novus Ordo sanciona. Às conseqüências desastrosas que tentamos apontar aqui, devemos acrescentar aquelas que afetarão, com um efeito psicológico ainda maior, a disciplina e os ensinamentos da Igreja através do enfraquecimento do respeito e mansidão devido.