Introducción al congreso del P. Vincenzo M. Nuara, O.P.
Reverendos sacerdotes, ilustres huéspedes y amigos, estimados señoras y señores, queridos jóvenes:
Con gran alegría y reconocimiento al Señor, me dispongo a abrir con esta introducción el congreso de “Jóvenes y Tradición” que celebrará el aniversario del Motu proprio “Summorum Pontificum” a un año de su promulgación y de su entrada en vigor.
El 7 de julio de 2007 el Sumo Pontífice, el Papa Benedicto XVI, promulgaba la Carta Apostólica “Summorum Pontificum” dada en Motu Proprio sobre el uso de la Liturgia Romana Tradicional anterior a la Reforma de 1970 con validez a partir del 14 de septiembre siguiente. Una carta tan esperada que “ha suscitado reacciones muy divergentes entre sí, que van desde una aceptación gozosa hasta una oposición dura” – como escribió el mismo Pontífice en la carta de presentación de ella enviada a todos los Obispos–.
Éste es un documento que, en mi opinión, inicia una nueva época en la vida de la Iglesia y nos orienta delineando nuevas perspectivas (teológicas, litúrgicas, pastorales) con el objetivo de repensar en clave católica una cierta teología litúrgica y dogmática. Un documento que con el paso del tiempo seguirá dando que hablar, documento de una importancia histórica significativa.
¿Por qué? Ante todo porque después de la reforma litúrgica de 1970, reconoce de modo oficial y competente la plena legitimidad de la Liturgia Romana Tradicional en su forma más antigua, de una liturgia todavía viva y “de un misal nunca abrogado y por lo tanto siempre válido y en línea de principio siempre permitido” y además la plena licitud y legitimidad de aquellos que la celebran, de aquellos que la piden y participan en ella “satisfaciendo, al menos parcialmente, sus justas aspiraciones”, como escribió el Santo Padre y porque tienen derecho a ella.
En segundo lugar porque la medida canónico–disciplinar del Pontífice se inserta en el itinerario de recuperación de lo Sagrado de este Pontificado, de la sacralidad de la Liturgia en la celebración de los Santos Misterios en continuidad con la Tradición Católica de la Iglesia. Este itinerario está poniendo las bases para una búsqueda y un debate teológicos que servirán de presupuestos útiles y necesarios en el futuro inmediato, para una “Reforma de la reforma” de la Liturgia, auspiciada por el mismo Pontífice.
En tercer lugar es la voluntad del Santo Padre “alcanzar con todas las fuerzas una reconciliación interna en el seno de la Iglesia, haciendo todos los esfuerzos posibles a fin de que a todos aquellos que tienen el deseo de la unidad sea posible permanecer en esta unidad o encontrarla nuevamente” –como él mismo ha escrito a los Obispos–.
Este congreso nace de la idea de un grupo de jóvenes católicos: “Giovani e tradizione” de Acireale, los cuales desean manifestar su devoción y reconocimiento agradecido al Santo Padre por este acto tan importante para la vida de la Iglesia y celebrar el primer aniversario del Motu proprio, manifestándole la plena comunión y devoción, unida a una activa colaboración en el tejido eclesial.
Son jóvenes que han descubierto en sus vidas la belleza de Cristo, de la Tradición católica y la certeza de la fe que la Iglesia Católica es la única y verdadera Iglesia de Cristo, Madre y Maestra de Verdad.
Que hayan sido los jóvenes a organizar el congreso es verdaderamente interesante, es un “signo de los tiempos” en cuanto que, mientras asistimos tristemente a un alejamiento por la fe de tantos, asistimos por otro lado al hecho de que aquellos que adhieren a la fe católica son jóvenes que pasan a través del redescubrimiento, el conocimiento y la valorización del depósito de la Tradición Católica de la fe. “Hoy muchos jóvenes descubren esta forma litúrgica y se sienten atraídos por ella y encuentran en ella una forma particularmente apropiada para su encuentro con la Sagrada Eucaristía” escribe el Santo Padre.
Es un dato para tener en seria consideración, el cual, mientras evidencia de modo incontrovertible el deseo y la necesidad de integridad de las nuevas generaciones contra la dispersión cultural contemporánea, manifiesta también el fracaso histórico de ciertas “novedades” de este último período eclesial.
Lamentablemente a causa de una “liturgia arbitraria y creativa que en varios ambientes ha llegado a deformaciones al borde de lo soportable”, incapaz de comunicar sacralidad; a causa de una “predicación ambigua”, fruto de una deriva neo-protestante de ciertos ambientes de Iglesia y de cierta teología; de una orientación de la misión exclusivamente dirigida a lo social, muchos se han desanimado y alejado, “también personas radicadas en la fe de la Iglesia”, continúa diciendo el Pontífice. Es por esto que en mi opinión este documento es un documento actual, porque responde a la necesidad de la Iglesia en el presente, aunque rehabilita “cosas del pasado”. Ya sea porque en sí lleva la carga de la juventud perenne de la Sagrada Tradición que no se acaba nunca –aquel tesoro de donde sacar cosas antiguas y nuevas–, ya sea porque está destinado también a las jóvenes generaciones que son el presente y el futuro de la Iglesia.
El Motu proprio no ha sido hecho para los llamados “nostálgicos”, para aquellos que estaban ligados por la edad o por la formación cultural a la Liturgia Tradicional, sino para todos los bautizados que desean acceder a este tesoro de gracia de la Iglesia, que es una riqueza para todos, en cuanto que el ligamen con la Liturgia Tradicional o Gregoriana no es una cuestión generacional ni meramente estética sino teológica, eclesial y espiritual.
Por esto el Santo Padre escribe en la carta dirigida a los Obispos: “En la historia de la Liturgia hay crecimiento y progreso, pero ninguna ruptura. Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande, y no puede ser súbitamente del todo prohibido o incluso juzgado perjudicial. Nos hace bien a todos conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y darles su justo lugar”.
Pero este documento también ha puesto en luz mayormente algunas situaciones “de crisis” en la Iglesia y esto lo decimos con profundo dolor: la crisis de la fe de tantos que se han opuesto duramente a la Santa Misa Tradicional, la crisis de obediencia en confrontación con el Sumo Pontífice, también por parte de los Obispos. Hemos asistido en estos meses pasados a situaciones de sacerdotes obstaculizados, amenazados, escarnecidos y en algunos casos perseguidos precisamente por la obediencia al Motu proprio, al Papa. Un clima de sospecha se ha difundido en algunas diócesis y todo esto ha tenido una repercusión grave sobre los fieles, consternados y escandalizados por cuanto estaba ocurriendo.
En el fondo los resultados de estos últimos decenios están bajo los ojos de todos: Seminarios e Institutos religiosos con pocas vocaciones, la crisis de la identidad y la secularización de la vida sacerdotal, la salida de la Iglesia de tantos, las jóvenes generaciones que se escapan de las manos en la pastoral ordinaria, una “Iglesia del diálogo” que pierde el rumbo en el camino de la misión y de católicos con una frágil connotación de la propia identidad, indistinguible también en lo social, que se sienten quizás cristianos, pero poco católicos.
Por otra parte, el Santo Padre ya había puesto en luz esta realidad cuando, habiendo hablado de “tener que recomponer la unidad eclesial”, además de hablar de aquellos que están momentáneamente fuera de la Iglesia por motivos canónicos, me parece que ha querido hablar también de todas aquellas situaciones de división y de intolerancia en el interior de la Iglesia misma, de derivas en orden a la doctrina, a las visiones de Iglesia diferentes y de ruptura con el pasado y de ideas teológicas de ruptura y en discontinuidad con la Tradición, que han creado confusión, desorden y extravío en no pocos fieles y pastores.
La búsqueda teológica exige libertad pero aún más, para ser auténtico servicio del Señor, exige la dinámica de la fidelidad. “Dinámica y fidelidad deben convertirse en una cosa sola, esta síntesis (de dinámica y fidelidad) es un camino exigente pero indispensable si quiere ser un servicio a la Iglesia en la Verdad”, decía el Santo Padre en su magistral discurso del 22 de diciembre de 2005 a la Curia Romana.
El Motu proprio es un instrumento querido por la Providencia para construir la comunión eclesial y recomponer las fracturas, y todos debemos hacer nuestra parte, porque como es verdad que no hay Iglesia sin Tradición, es también verdad que no hay Tradición sin verdadera comunión eclesial, la cual no es vil servilismo o fruto de solapados compromisos sino gozosa adhesión a Aquél que nos ha llamado a ser “colaboradores de la Verdad”.
No por casualidad el pasado 14 de septiembre el Santo Padre ha hablado así a los Obispos franceses: “En el Motu proprio Summorum Pontificum, he debido precisar las condiciones de ejercicio de tal tarea, en lo que concierne a la posibilidad de usar tanto el Misal del Beato Juan XXIII (1962) como el del Papa Pablo VI (1970). Algunos frutos de estas nuevas disposiciones ya se han manifestado, y yo espero que la indispensable pacificación de los espíritus esté, por gracia de Dios, en vía de realizarse. Mido las dificultades que vosotros encontráis, pero no dudo que podréis alcanzar, en tiempos razonables, soluciones satisfactorias para todos, de manera que la túnica sin costuras de Cristo no se rasgue ulteriormente. Ninguno está de más en la Iglesia. Cada uno, sin excepción, debe poder sentirse “en su casa” en ella, y nunca rechazado. Dios, que ama a todos los hombres y no quiere que ninguno perezca, nos confía esta misión haciendo de nosotros los Pastores de sus ovejas. No podemos más que darle gracias por el honor y la confianza que Él nos reciba. Por lo tanto esforcémonos a ser siempre servidores de la unidad”.
Al mismo tiempo el Motu proprio se inserta en el camino de Reforma de la vida de la Iglesia, como el Santo Padre ha auspiciado desde el principio de su Pontificado, de una reforma desde adentro, de una purificación interna necesaria para que la Esposa de Cristo resplandezca en toda su belleza. Es decir, de un mayor fervor apostólico y ascético de la vida sacerdotal, de una intensa formación teológica y espiritual en los seminarios para los candidatos al Sacerdocio, de un itinerario de estudios más conforme a la enseñanza del Magisterio perenne de la Iglesia, de una radicalidad evangélica más visible de los Institutos de Perfección, de un laicado católico formado capaz de dar razón de la propia fe.
En este camino la Liturgia podrá hacer mucho y ya lo vemos en muchas comunidades que han retomado su antiguo fervor a partir de la Liturgia, y de la Liturgia Tradicional, y por otro lado reciben la gracia de vocaciones. La riqueza de la Liturgia Gregoriana con su sacralidad y belleza suscita las vocaciones, es más, digo más, esta Liturgia, esta Misa es la esperanza de la Iglesia.
Este camino necesita de oración, fidelidad y obediencia. La verdadera Liturgia de la Iglesia nace en la fe y en la oración y no hay auténticas servicio a la Iglesia que no requiera fidelidad y obediencia: porque obedecer y ser fieles a la Iglesia es obedecer y ser fieles a Cristo y a Aquél que Cristo ha querido como su Vicario en la tierra, el “dulce Cristo en la tierra” como Santa Catalina de Siena solía llamar al Papa.
Para algunos “el Motu proprio ya murió” a causa de todas las oposiciones, las desobediencias, los obstáculos puestos en obra para hacerlo perecer ... podría parecer que es así, pero no lo creo en absoluto.
Nuestra mirada debe ser la de personas de fe, que saben que detrás de estas pruebas la Cruz de Cristo resplandece por su potencia y por su esplendor. Estoy firmemente convencido en cambio de que, incluso con todos los problemas que ha habido y que quizás continuará habiendo, con todas las oposiciones, las situaciones no resueltas y con las problemáticas de variada naturaleza abiertas también por el Motu proprio, de las que tenemos plena conciencia, la vía iniciada es sin embargo “un camino sin retorno”.
Lo que hoy vale –y es el motivo por el cual estamos aquí– es el hecho de que el 7 de julio del 2007 permanecerá una fecha histórica desde la cual recomenzar, sin este documento hoy no podríamos hablar de algo que nos pertenece profundamente y que alimenta nuestra fe porque pertenece a la Iglesia. No es todo, pero es el inicio significativo, es la primera etapa de un largo camino. Ahora no es necesario mirar sólo a lo que pertenece al pasado reciente, sino mirar positivamente a las perspectivas que se abren para el futuro y que parten desde el Motu proprio. En el fondo el pequeño pero gran signo que el Papa nos está presentando para la Reforma de la Iglesia es la Santa Misa, es la Eucaristía: de ahí todos debemos recomenzar.
En esta obra la Iglesia tiene necesidad de “humildes trabajadores en la viña del Señor”, que no pretenden obtener nada de la Iglesia sino sirven a la Iglesia, incluso cuando quizás como Abraham vean desde lejos en la esperanza, porque el riesgo podría ser el de servirse de la Iglesia para las propias opiniones personales no el de servir a la Iglesia. Esta obra debe ser hecha sin servilismo alguno, sino en la fecunda parresia cristiana que busca siempre y solamente la Verdad con humildad para que seamos “servidores de Dios” como escribe el Apóstol.
Al fin de mi introducción, llegue al Santo Padre el Papa Benedicto XVI nuestra particular devoción, nuestra humilde obediencia, nuestra plena comunión y nuestro sentimiento agradecido y pleno de reconocimiento por su iluminado y sabio magisterio: en esta obra admirable por el bien de la Iglesia no lo dejaremos solo. Esta unidad no es una opción, sino que está en la esencia de la fe católica, firmemente conscientes de que “Ubi Petrus, ibi Ecclesia”.
Gracias a todos vosotros por la presencia, gracias a aquellos que han rezado por el feliz éxito de este congreso, gracias de corazón a los ilustres relatores que han aceptado participar y nos honran hoy con su presencia. Gracias en particular a la Pontificia Comisión ”Ecclesia Dei” que nos ha honrado con su Patrocinio y que está presente aquí en la persona de su Vicepresidente Mons. Perl, a quien agradezco de corazón por su apoyo fraterno y confiado, desde la primera hora de la organización del congreso. Finalmente gracias a la fuerza cabal, pujante y siempre acogedora de estos jóvenes, consolación en nuestras fatigas y en las pruebas del ministerio sacerdotal.
En fin, permitidme concluir con una frase que San Atanasio dijo en una situación terrible de la Iglesia, durante la lucha contra los arrianos y que permanece siendo hoy un estímulo también para nosotros: “Vosotros tenéis las iglesias, pero nosotros tenemos la fe. Conservad las iglesias si queréis, nosotros conservaremos la fe para continuar la Iglesia”.
fonte:una voce argentina