terça-feira, 22 de dezembro de 2009
Los cambios en la Liturgia pontificia
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En esta entrevista concedida a la edición italiana de Zenit, que ofrecemos ahora traducida al español, el Padre Mauro Gagliardi, consultor de la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice, ofrece su visión sobre el sentido auténtico de los cambios introducidos en la Liturgia pontificia bajo el actual Pontificado.
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Leyendo el artículo de Luigi Accattoli, “El rito del silencio según el Papa Ratzinger”, surge la idea de un cierto trabajo, solicitado por el mismo Santo Padre, para poner la liturgia papal más en línea con la tradición. Ya que nos acercamos a las solemnes celebraciones de las fiestas navideñas, que serán presididas en San Pedro por Benedicto XVI, quisiéramos aprovechar la ocasión para hablar con Usted sobre estos cambios.
El artículo de Accattoli presenta un panorama eficaz de algunas de las más visibles entre las recientes decisiones en materia de liturgia pontificia, si bien hay otras, probablemente no mencionadas por razones de brevedad o porque son de comprensión más difícil por parte del gran público. El conocido y estimado vaticanista subraya varias veces que estos cambios están casi inspirados por el mismo Santo Padre, el cual, como todos saben, es experto en liturgia.
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Accattoli comienza su reconstrucción mencionando las vestiduras papales que habían sido abandonadas en las últimas décadas: el camauro, el saturno rojo, la muceta con piel de armiño. Además menciona los cambios ocurridos en lo referente al palio.
Se trata de elementos de las vestiduras propias del Pontífice, como también el color rojo de los zapatos, no mencionado explícitamente por el periodista. Si bien es cierto que, en las últimas décadas, los Sumos Pontífices han elegido no usar estas vestiduras o modificar su forma, también es cierto que éstas nunca han sido abolidas y, por lo tanto, cualquier Papa puede utilizarlas. No debe olvidarse que, al igual que la mayoría de los elementos visibles de la liturgia, también las vestiduras de uso extralitúrgico responden tanto a necesidades prácticas como simbólicas. Recuerdo que, cuando el Papa Benedicto utilizó por primera vez el camauro – un sombrero invernal que protege bien del frío -, una conocida revista italiana publicó el rostro sonriente del Santo Padre, que llevaba puesto el camauro, y debajo de la foto añadió un epígrafe que decía: “¡Ha hecho bien!”, refiriéndose al hecho de que también el Papa tiene derecho a resguardarse del frío. Pero no hay sólo razones prácticas. No debemos olvidar quién es y qué rol desarrolla la persona que usa estas vestiduras: por eso, éstas tienen también un valor simbólico que se expresa con su belleza y su particular decoro.
Distinto es el caso del palio que es, en cambio, un ornamento litúrgico. Juan Pablo II utilizaba uno igual al que usan los arzobispos metropolitanos. Al comienzo del pontificado de Benedicto XVI, se había preparado uno de forma diversa que retomaba usos antiguos y que el Santo Padre utilizó por algún tiempo. Luego de cuidadosos estudios, se vio que era preferible volver a la forma usada por Juan Pablo II, aunque han sido aportadas pequeñas modificaciones de modo que se resalte claramente la diferencia entre el palio de los metropolitanos – impuesto a ellos por el Papa – y el palio del Sumo Pontífice. Mayores informaciones sobre esto se pueden encontrar en la entrevista a mons. Guido Marini, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, publicada en L’Osservatore Romano del 26 de junio de 2008.
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¿Qué puede decirnos de la férula elegida por Benedicto XVI en lugar del crucifijo del escultor Scorzelli, utilizado por Pablo VI y por los dos Juan Pablo, hasta la primera parte del pontificado del mismo Papa Benedicto?
Se podría decir que también para esto vale el mismo principio. Se puede mencionar una razón práctica: el actual báculo de Benedicto XVI, que él utiliza desde el comienzo de este año litúrgico, pesa 590 gramos menos que el crucifijo de Scorzelli; por lo tanto, más de medio kilo de diferencia, que no es poco. Luego, a nivel histórico, el báculo en forma de cruz responde más fielmente a la forma del báculo típico de la tradición romana, es decir, utilizado por los Sumos Pontífices, que siempre ha sido en forma de cruz y sin crucifijo. Por otro lado, también aquí se podrían añadir otras reflexiones desde el punto de vista simbólico y estético.
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Accattoli cita también otros cambios, que podríamos definir más sustanciales: el cuidado por los momentos de silencio, la celebración hacia el crucifijo y de espaldas a la asamblea, y la Comunión distribuida a los fieles de rodillas y en la lengua.
Se trata de elementos de gran significado que, obviamente, no puedo analizar aquí en forma detallada sino sólo brevemente. La Institutio Generalis del Misal Romano publicado por Pablo VI prescribe observar el sagrado silencio en diversos momentos. La atención a este aspecto en la liturgia papal, por lo tanto, no hace más que poner en práctica las normas establecidas.
Respecto a la celebración hacia el crucifijo, vemos que, como regla general, el Santo Padre está manteniendo la posición del altar denominada “hacia el pueblo”, tanto en San Pedro como en otros lugares. Sólo pocas veces ha celebrado hacia el crucifijo: en particular, en la Capilla Sixtina y en la Capilla Paulina, recientemente restaurada. Dado que toda celebración de la Misa, cualquiera sea la posición física del celebrante, es celebración dirigida al Padre por medio de Cristo en el Espíritu Santo y nunca está dirigida “al pueblo” o a la asamblea, salvo en los pocos momentos dialogados, no es extraño que quien celebra la Eucaristía pueda disponerse también físicamente “hacia el Señor”. Particularmente en lugares como la Capilla Sixtina, donde el altar está adosado a la pared, es algo natural y fiel a las normas celebrar sobre el altar fijo y dedicado, por lo tanto en dirección al crucifijo, en lugar de agregar un altar móvil para la ocasión.
Finalmente, respecto al modo de distribuir la Santa Comunión a los fieles, es necesario distinguir el aspecto de la recepción de rodillas del de la recepción en la lengua. En la actual forma ordinaria del rito romano (o Misa de Pablo VI), los fieles tienen el derecho de recibir la Comunión estando de pie o de rodillas. Si el Santo Padre ha establecido administrar la Comunión de rodillas, pienso –obviamente, es sólo una opinión personal – que él considera esta actitud más adecuada para expresar el sentido de adoración que debemos cultivar siempre frente al don de la Eucaristía. Es una ayuda que el Papa brinda a aquellos que reciben la Comunión de sus manos, una ayuda para considerar con atención quién es Aquel al que se va a recibir en la santísima Eucaristía. Por otro lado, en la Sacramentum Caritatis, citando a san Agustín, el Santo Padre había recordado que, al recibir el Pan eucarístico, debemos adorarlo porque pecaríamos recibiéndolo sin adoración. Antes de comulgar, el mismo sacerdote se arrodilla frente a la Hostia: ¿por qué no ayudar a los fieles a cultivar el sentido de adoración precisamente a través de un gesto similar?
En lo que respecta, en cambio, a la recepción de la Comunión en la mano, debe recordarse que esto es actualmente posible en muchos lugares (posible, no obligatorio) pero que sigue siendo una concesión, una derogación a la norma ordinaria que afirma que la Comunión se recibe sólo en la lengua. Esta concesión ha sido hecha a las Conferencias episcopales que la han pedido, y no es la Santa Sede quien la sugiere o promueve. Y, de todos modos, ningún obispo miembro de la Conferencia episcopal que ha pedido y obtenido el indulto, está obligado a aplicarlo en su diócesis: todo obispo puede siempre decidir que, en su diócesis, se aplique la norma universal, que rige a pesar de todos los indultos concedidos, norma que establece que los fieles deben recibir la Santa Comunión en la lengua. Si ningún obispo del mundo está obligado a hacer uso del indulto, ¿cómo podría estarlo el Papa? Más bien, es importante que precisamente el Santo Padre mantenga la regla tradicional, confirmada una vez más por Pablo VI, que prohíbe a los fieles recibir la Comunión en la mano (para mayores detalles, cfr. Mauro Gagliardi, “La liturgia fonte de vita”, Fede & Cultura, Verona 2009, pp. 170-181).
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En conclusión, Usted, que forma parte del “staff” de consultores de mons. Guido Marini, ¿qué sentido ve en las novedades introducidas en la liturgia papal bajo Benedicto XVI?
Naturalmente puedo hablar sólo a título personal, sin que tengan mis opiniones ningún carácter de posición oficial de la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice. Me parece que lo está tratando de hacerse es combinar sabiamente cosas antiguas y cosas nuevas, aplicar en el espíritu y en la letra, en cuanto sea posible, las indicaciones del Vaticano II, y actuar de modo que las celebraciones pontificias sean ejemplares en todos los aspectos. Quien asiste a la liturgia papal, debe poder decir: “¡He aquí: así se hace! ¡Así debemos hacer también nosotros en nuestra diócesis, en nuestra parroquia!”.
Quisiera señalar, por último, que estas “novedades”, como Usted las define, no son introducidas simplemente de modo autoritario. Habrá notado que a menudo son explicadas, por ejemplo a través de las entrevistas que el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias concede a L’Osservatore Romano o a otros periódicos. También nosotros, los consultores, de tanto en tanto publicamos artículos en el periódico de la Santa Sede para explicar el sentido histórico y teológico de las decisiones que se toman. Por usar una palabra que está de moda, diría que hay una forma “democrática” de proceder, entendiendo con esto no que las decisiones son tomadas por mayoría sino que se trata de hacer comprender cuál es el motivo profundo de estos cambios, que es siempre un motivo histórico, teológico y litúrgico, y nunca simplemente estético, mucho menos ideológico. Podríamos decir que hay un esfuerzo por hacer conocida la ratio legis y me parece que también este hecho representa una “novedad” de cierta importancia.
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Fuente: Zenit (edición italiana)
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo