PIO XII
"Mediator Dei"
Sobre la Sagrada Liturgia
            5º. Qué es, pues, el ciclo de misterios. 
            205. Por esto el año litúrgico, al que la piedad de la            Iglesia alimenta y acompaña, no es una fría e inerte  representación            de hechos que pertenecen al pasado, o una simple y desnuda  revocación            de realidades de otros tiempos. Es más bien Cristo mismo, que            vive en su Iglesia siempre y que prosigue el camino de inmensa  misericordia            por El iniciado con piadoso consejo en esta vida mortal,  cuando pasó            derramando bienes, a fin de poner a las almas humanas en  contacto con            sus misterios y hacerlas vivir por ellos, misterios que están            perennemente presentes y operantes, no en la forma incierta y  nebulosa            de que hablan algunos escritores recientes, sino porque, como  enseña            la doctrina católica y según la sentencia de los doctores            de la Iglesia, son ejemplos ilustres de perfección cristiana            y fuentes de gracia divina por los méritos y la intercesión            del Redentor y porque perduran en nosotros con su efecto,  siendo cada            uno de ellos, en la manera adecuada a su índole particular, la             causa de nuestra salvación.
            206. A esto se añade el que la piadosa Madre Iglesia, mientras             propone a nuestra contemplación los misterios de Cristo,  invoca            con sus oraciones aquellos dones sobrenaturales, por medio de  los cuales            sus hijos se compenetran del espíritu de estos misterios por            virtud de Cristo. Por influencia y virtud de El, nosotros  podemos, con            la colaboración de nuestra voluntad, asimilar la fuerza vital            como ramas del árbol, como miembros de la cabeza, y nos  podemos,            progresiva y laboriosamente, transformar «a la medida de la  edad            perfecta de Cristo» (Efes. 4, 13).
B)            CICLO DE LOS SANTOS
            207. En el curso del año litúrgico se celebran no sólo            los misterios de Jesucristo, sino también las fiestas de los            Santos, en los cuales, aunque se trata de un orden inferior y  subordinado,            la Iglesia tiene siempre la preocupación de proponer a los  fieles            ejemplos de santidad que los estimulen a adornarse de las  mismas virtudes            del Divino Redentor.