El pasado 20 de agosto, durante la Jornada Mundial de la Juventud, Sor Teresita Barajuen, la monja española que probablemente sea la que más tiempo lleva en clausura del mundo, fue recibida por Benedicto XVI en la Nunciatura Apostólica. Se da la circunstancia de que sor Teresita, de 103 años, entró en el Monasterio el 16 de abril de 1927, el mismo día que nació Joseph Ratzinger, hace ya 84. El encuentro fue breve, pero dio lo suficiente para brindarnos la imagen más entrañable de la JMJ de Madrid. Los detalles los cuenta en exclusiva a Religión en Libertad la propia Sor Teresita. -Sor Teresita, ¿cómo le fue en su visita a Su Santidad? -Bien, antes estaba nerviosa, pero ahora estoy muy contenta y lo estoy gozando mucho. -¿No se puso nerviosa? -Un poco, pero yo lo he vivido como un regalo de la Virgen. Yo siempre le digo a ella que quiero vivir en su corazón, y estos días, con todo el revuelo que ha habido, se lo he pedido más. Yo le decía: “Quiero vivir en tu corazón. Cierra la puerta y que no me distraiga nada de lo de fuera”. -¿Pasó bien la noche de antes? -Bueno, yo lo pasé bien, pero tuve un traspié y me caí. Pero no pasó nada. -¿Se cayó la noche antes? -Sí, me di un buen porrazo, pero gracias a Dios no pasó nada. -Cómo hizo el viaje hasta Madrid desde Buenafuente del Sistal? -En coche. -¿Pero estaba nerviosa? -No, solo un poco. Al principio pensaba hacer el viaje con los ojos cerrados, para que no me distrajera nada, pero luego lo hice muy bien. -¿Cuánto tiempo hacía que no montaba en coche? -Pues más de treinta años, pero hice el viaje muy bien. Don Ángel, nuestro capellán, nos llevó muy bien. -¿Qué tal el recibimiento en la Nunciatura? -¡Huy! ¡Fenomenal! Quiero dar las gracias al Nuncio, que nos invitó y estuvo muy atento. También a las hermanas que trabajan allí, que se ocupan de todo. Y luego el séquito papal también fue muy simpático. ¡No sé cuantos obispos y cardenales había! Pero todos vinieron a saludarme, fueron muy simpáticos. -¿Estaba el cardenal Rouco? -Sí que estaba. Yo estaba con la mirada baja y le confundí con Su Santidad. No me di cuenta, porque él entró con el roquete, de blanco, y no le miré a la cara cuando le llamé Santidad, pero en seguida vi que no era él. -¿Qué le dijo el cardenal? -¡Huy! Enseguida dijo que no, que no era él, pero que le honraba mucho que le hubiese confundido. Estuvo muy simpático. -Cuando entró el Papa, ¿qué le dijo usted? -Pues me presenté como la monja que entró en el monasterio el mismo día que nació él. Le cogí la mano y se la besé. El me respondió cogiéndome las manos también y le pude decir que en el monasterio de Buenafuente del Sistal le queríamos mucho y rezábamos mucho por él. -¿Qué impresión le dio? -Que estaba viendo a un santo. Es un hombre de Dios. -¿Qué le dijo él? -Nos pidió oraciones, pero ya le dije yo que rezábamos mucho por él. Luego él le dijo a sor María, la madre abadesa, que le sorprendió mi tono de voz, que era muy fuerte. -Me ha contado sor María que ella le dijo al Papa que lo que le fallaba un poco a usted era el oído. -Sí. -El Papa dijo que usted tenía oído interior. -Yo eso no lo sé, no lo escuché. -¿Le regaló algo el Papa? -Sí, un rosario. Nosotras le dimos un libro con la historia de Buenafuente del Sistal, y yo le entregué en mano un ejemplar del libro ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?, en el que sale mi testimonio entre el de otras nueve religiosas. Le puse una dedicatoria. -¿De su puño y letra? -Sí. -¿Qué le puso? -Santísimo Padre: Feliz coincidencia que Su Santidad naciera el día que esta su hija entrara en el monasterio. A ello se debe que podamos saludarnos hoy. Le encomiendo a la Madre común del Císter con mi oración: “Quiero mirar con tus ojos, hablar con tu boca, oír con tu oído y amar con tu corazón”. Le ruega su bendición, su hija, Sor Teresita Barajuen”. -¿Qué hizo el Papa? -Cogió el libro, miró mi foto y leyó la dedicatoria. El Nuncio, que estaba allí, le recomendó su lectura de forma general a todos los presentes, que eran muchos. -¿Usted cree que lo leerá? -Yo de eso no puedo decirlo. Lo leerá o no lo leerá. -¿Cómo hizo el viaje de vuelta? -Muy contenta. Feliz. Ha sido un regalo de la Virgen, así lo vivo yo. -¿A qué hora llegó a casa? -A las 21.40. Nos estaba esperando toda la comunidad, pero yo le dije a la madre que llamase antes, nada más salir de Madrid, para que estuviesen tranquilas y decirles que todo había ido bien. -¿Cuántas son en su comunidad? -Conmigo nueve, y no hay una comunidad más hermosa en el mundo. No solo físicamente, que también. ¡Son las mejores! -Dicen de usted que es una santa. -No lo seré tanto cuando el Señor me tiene aún por aquí. |