En un interesante artículo de Una Voce La Plata, Mons. Dominic Carey, Rector del Seminario Mayor de San José, Ciudad del Este (Paraguay), explica el sentido de la concepción litúrgica detrás del motu proprio Summorum Pontificorum, del Papa Benedicto XVI. Poder celebrar la liturgia según la forma previa al Concilio Vaticano II, ¿corresponde a un retroceso, una traición al Concilio? ¿O se hace hincapié en la continuidad con una Tradición con la que no hemos roto?
El Concilio Vaticano
II pidió que la forma de celebrar la liturgia se reformara para facilitar la
participación plena de los fieles en la Misa y los Sacramentos. Pero lo que el
Concilio pidió no se cumplió fielmente. Entre otras cosas, hubo muchos abusos y,
de hecho, pocas veces se celebra la Misa siguiendo perfectamente todas las
normas que ordenó el Papa Pablo VI. Estos abusos tuvieron lugar porque el
Concilio se interpretó indebidamente como una ruptura con “la Iglesia de antes”,
o “la Iglesia pre-conciliar”. Pero Benedicto XVI ha dejado muy en claro que este
modo de pensar el Concilio es completamente equivocado. La Iglesia Católica es
una –antes y después del Concilio siempre la misma Iglesia.
Entre estos abusos,
por ejemplo, se ha prácticamente perdido el uso de la lengua latina, que el
Concilio quiso se mantuviera en al menos las partes principales y ordinarias de
la Misa (Sacrosanctum Concilium, 36)–es decir, las partes que no cambian con
cada Misa y, por lo tanto, pueden aprenderse bien en toda su riqueza con una
buena preparación de catequesis.
También se perdió el
uso del canto gregoriano, aunque sigue siendo siempre la forma principal de
música sagrada en la liturgia actual, tanto según el Concilio (Sacrosanctum
Concilium, 116), como según los Papas Pablo VI, Juan Pablo II y, claro,
Benedicto XVI (entre los documentos más recientes, ver Verbum Domini,
70).
Estos y otros abusos
hicieron que las celebraciones, con frecuencia, se banalizaran y perdieran en
alguna medida su carácter sagrado. Entonces, lo que propone el Papa Benedicto
XVI es que, al celebrar con frecuencia la Misa según la Forma antigua y la
nueva, esos abusos se vayan corrigiendo y la nueva Forma de celebrar la Misa se
haga con la misma sacralidad, devoción, respeto y piedad con que se celebraba la
Misa antiguamente, pero, evidentemente, sin tampoco perder las grandes ventajas
que se han ganado gracias a las reformas que el Concilio sí pidió y que se
hicieron según su Decreto sobre la Liturgia, Sacrosanctum Concilium. De este
modo, se renueva la perfecta continuidad entre la liturgia tal como se celebraba
antes del Concilio y la liturgia renovada después del Concilio.