sábado, 22 de março de 2014

La oración de Jesús

La oración de Jesús





Hace poco visité el blog Meditación y silencio” y en él Blanca habla de su experiencia en la “Oración de Jesús” u oración del corazón, plegaria que tiene su origen en el cristianismo ortodoxo griego, al igual que ella la conozco hace muchos años y tuve un período en que la practicaba, el recuerdo que tengo es muy profundo, es una oración que abre y despeja completamente el chakra cardíaco, y el sentimiento al realizarla es de puro amor y humildad. Similar al Zikr del sufismo integra la mente y el corazón. Porqué uno la deja, no sé, quizás, la perseverancia flaquea, o en mi caso tomás otro camino, lo cierto es que no solo es hermosa sino muy poderosa. Para quienes no la conozcan transcribo un fragmento de un texto que pertenece a la Philokalia conjunto de escritos del cristianismo del primer milenio, compilados en el siglo XVIII.



“Ustedes saben que al respirar inhalamos y exhalamos el aire. Los órganos que realizan esta función son los pulmones, que están alrededor del corazón. De modo tal que el aire, pasando por ellos, envuelve por lo tanto al corazón. De este modo, la respiración es un camino natural hacia el corazón. Así, habiendo recogido la mente dentro de ustedes mismos, condúzcanla hacia el canal de la respiración, a través del cual el aire alcanza el corazón y, junto con este aire inhalado, fuercen a la mente a descender hacia el corazón, a entrar y permanecer allí. Acostúmbrenla, hermanos, a no salir del corazón demasiado pronto porque al principio se siente muy sola en esa reclusión interior, pero, cuando se acostumbra a ello, comienza por el contrario, a desagradarle estar afuera dando vueltas sin meta y ya no es más agobiante para ella estar adentro. Como un hombre que ha estado lejos de su hogar, cuando vuelve, está fuera se sí de tanta alegría por ver nuevamente a sus hijos y esposa los abraza y no puede expresar todo lo que quisiera, lo ,mismo ocurre con la mente: cuando se une al corazón está plena de indecible alegría y deleite.
Así comprende el hombre que el Reino de los Cielos está verdaderamente dentro de nosotros y, viéndolo en sí mismo, intenta luchar con la plegaria pura para mantenerlo y fortalecerlo allí y considera todo lo externo como algo no valioso de atención y totalmente falto de atractivo.

Cuando, de este modo, entren en el lugar del corazón como les he dicho, den gracias a Dios y, alabando su misericordia, sostengan con firmeza este hacer que les enseñará cosas que no podrían aprender jamás de otro modo. Más aun, deben saber que cuando la mente se establece firmemente en el corazón, no debe permanecer allí en silencio y ociosa sino debe repetir constantemente la plegaria: “Señor, Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí” sin cesar. Porque esta práctica, que mantiene a la mente lejos de los sueños, le permite eludir y ser impenetrable a las sugerencias del enemigo y, cada día, la acerca más y más al amor y al anhelo de Dios”.


(Del Discurso acerca de la Sobriedad de Niséforo el Solitario)

Contemplación, el camino místico olvidado por los cristianos



Contemplación,

el camino místico olvidado por los cristianos

 



Willigis Jager O.S.B.






En el marco entrañable del convento de San Juan de la Cruz de Segovia, en una tarde soleada y apacible, nos recibe el P. Willigis Jager en el despacho de amplio ventanal. El aire está impregnado de fragancia de mirra. El P. Jager ya es conocido en nuestro país desde el año 1982, cuando por primera vez vino a dar un curso. Es autor de varios libros y escritos. Traducidos al español hay: "La oración contemplativa según san Juan de la Cruz" (Edit. Obelisco) y "Contemplación, encontrar a Dios hoy" (Edit. Narcea, Madrid). En preparación: "En busca del sentido de la vida".



El P. Willigis reúne en sí las características de ser monje benedictino y a la vez maestro Zen, discípulo de Yamada Roshi.



¿Como definiría usted la contemplación?



Toda religión, aparte de sus enseñanzas, rituales y liturgia, o sea, de los elementos esotéricos, conoce un camino a la experiencia, es decir, un camino esotérico. Y en el cristianismo, durante toda la Edad Media, se utilizó el término "contemplación" para el sendero que conducir a la experiencia de lo divino. Diferenciamos entre tres grados en la oración cristiana:

1.- La oración verbal: oratio.

2.- La oración meditativa: meditatio.

3.- La oración contemplativa: contemplatio.

La última forma de oración se enseñó hasta bien entrada la Alta Edad Media.


¿Quiénes la practicaban?

Los grandes místicos de Occidente, como por ejemplo, Casiano, Evagrio Pontico, Dionisio, Buenaventura, el maestro Eckehart, Hugo de san Víctor, los autores de la "Filocalia" y de la "Nube del no-saber" respectivamente, Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Madame Guyon...


No menciona usted a Ignacio de Loyola, cuyos ejercicios son tan extendidos hasta hoy en la Iglesia Católica.

No, no le menciono porque él abandonó la tradición, entendiendo por contemplación también una oración que incluye la imaginación, las representaciones, que pertenecen al ámbito de la meditación.


¿Cual es la diferencia entre meditación y contemplación?

Hoy en día, lamentablemente, ya no se utilizan estos dos términos en sus formas originales. La meditación, según la clasificación tradicional, se refiere a los dones intelectuales y sensuales del ser humano: la razón, los sentimientos y los sentidos, ocupándose de imágenes, palabras y metáforas que estimulan las potencias del alma. Pero los que se encaminan a la contemplación han de dejar atrás la meditación durante este ejercicio. Por otro lado, se da por supuesto que los que se dediquen a la contemplación ya han practicado intensamente las otras dos formas de oración. La contemplación únicamente es posible cuando queden calladas la razón, la memoria y la voluntad. Todas las potencias del alma están aquí pasivas. Ninguna idea o contenido serán admitidos, incluso habrá que abandonar todas las visiones, pensamientos e ideas religiosas. Contemplación es un "puro mirar"; algo le va sucediendo al orante. Se trata de despertar el verdadero ser divino.


¿Que tipo de instrucción para la oración contemplativa dieron los anteriormente citados místicos?

San Juan de la Cruz, en su libro "Llama de amor viva" (III,36) escribe, por ejemplo, que en cuanto el alma comience a entrar en ese estado sencillo y sereno de la contemplación, agotándosele la meditación, nunca deber intentar figurarse cualesquiera meditaciones o agarrarse a consolaciones espirituales.


En relación a esto, ¿cómo ve Vd. los caminos espirituales de Oriente?

Los caminos esotéricos de Oriente, como son el Vipassana, el Zen, y algunas formas de Yoga, tienen un gran parecido con la contemplación. Las instrucciones básicas se asemejan mucho. La contemplación, en su sentido puro, es un camino paralelo a dichas formas orientales y, en mi opinión, debería volver a utilizarse este término en su concepto clásico dentro del ámbito cristiano.


Háblenos un poco más de las clasificaciones de la oración cristiana.

Bien, pues tenemos, además, la clasificación de la oración apofática y de la catafática (Apo=fuera; Kata=correspondiente; Phatis=discurso, palabra). La espiritualidad catafática utiliza contenidos de la consciencia, o sea, imágenes, símbolos, ideas, conceptos, creyendo que el ser humano los necesita para poder acercarse a Dios.

La espiritualidad apofática equivale a la contemplación, siendo orientada a la consciencia pura, vacía, con el fin de que lo divino pueda llegar a manifestarse en ella. Los contenidos se consideran aquí un obstáculo. Mientras la consciencia quede apegada a imágenes o conceptos, aún no se ha llegado allí donde tiene lugar la verdadera experiencia de Dios, pues éstos oscurecen lo divino.


En su opinión, ¿hay muchos cristianos que practican la contemplación?

La gran mayoría de los cristianos, igual que la mayoría de las personas de las demás grandes religiones, va por el camino catafático, o sea, se sirve de imágenes, ideas, palabras. Por esto, la espiritualidad catafática desempeña un papel fundamental en todas las religiones. Y éstas necesitan las imágenes, los conceptos, porque sin ellos no se puede comunicar ninguna fe; pero, por otro lado, se corre el peligro de conferirles demasiada importancia.


¿Cómo ve Vd. la mística frente a la teología?

Bueno, la mística y la teología son los dos pilares de la religión y únicamente cuando ambos existen altamente desarrollados y en equilibrio, la vida religiosa florece de veras. Por eso, para la mística, la contemplación ha sido la verdadera meta de la pedagogía de la fe. Pero tengo que añadir que la mística o, lo que es lo mismo, la espiritualidad apofática, ha sido considerada por la Institución como algo sospechoso. No le faltó razón a veces, especialmente cada vez que el camino místico se volvió en alto grado antiteológico o incluso anti-intelectual, llegando a caer incluso en lo para-psicológico.


¿Quiénes están llamados al camino de la contemplación?

En los últimos siglos se creyó que solamente "algunas personas escogidas" eran aptas para tener una experiencia mística y, hasta hace muy poco, en los mismos conventos fue necesario tener un permiso especial para poder leer los escritos de San Juan de la Cruz o del maestro Eckhart, aunque los místicos mismos recomiendan esta forma de oración a todo el mundo, en especial a los religiosos. Madame Guyon, por ejemplo, escribe: "Todos son aptos para la oración interior. Es una gran desgracia que la mayoría de la gente cree no estar llamada a ella. Pero lo estamos todos, igual que lo estamos a la redención".

Y San Juan de la Cruz escribe en el prólogo a la "Subida al Monte Carmelo" que ese libro trata de cómo podrá prepararse el alma para unirse con Dios rápidamente, asimismo de las diferentes maneras e instrucciones para principiantes y adelantados. Y en el cap. II, 15,4 pasa a decir que está convencido de que todo el mundo posee las condiciones necesarias para ello, puesto que esa luz (de la contemplación) nunca le falta al alma, pero que debido a las imágenes creadas y a los velos que tapan el alma, no entran en ella.

Para Luis Blosius, benedictino del siglo XIV de Francia, el estado de la contemplación es, por lo menos para todo religioso, lo más natural del mundo. Y llega a decir que si esta perfección le parece demasiado alta a alguien, esa persona, para él, no es ningún monje.


¿Cree Usted que la contemplación es lo suficientemente conocida entre los guías y directores espirituales cristianos?

No, lamentablemente no, y habrá que preguntarse el motivo. Sorprende, por ejemplo, ver que en todas las publicaciones con motivo del 400 aniversario de San Juan de la Cruz (1591-1991), no se encuentra nada referente a la práctica de su camino de contemplación. Hoy día, muchos cristianos se dirigen hacia Oriente en busca de caminos esotéricos, porque en el cristianismo no encuentran las instrucciones necesarias. Hay quienes han abandonado la Iglesia, uniéndose a grupos esotéricos libres. Hay muchas más personas místicas de lo que la Institución se puede imaginar.


¿Nos puede decir algo más acerca de las prácticas tradicionales cristianas?

Hay ciertas estructuras básicas en la mística que son iguales en todas las religiones. O bien se recomienda la concentración de la consciencia mediante una imagen, un sonido, una palabra, la respiración, la luz, o sea, mediante un contenido como foco donde se concentre la consciencia, o bien la mantienen libre de cualquier contenido o estructura, ya sea ésta de índole material, psíquica o intelectual.

Hablaré primeramente de la concentración de la consciencia.

Los monjes, desde siempre, han conocido la interiorización con ayuda de la respiración. Recomiendo a este respecto la lectura del libro La Filocalia que describe la vida oracional de los monjes de la Iglesia Oriental.

Aparte de esto, siempre se ha considerado importantísimo sentarse durante largos períodos en quietud. Esto podrá hacerse en un banco de una iglesia, en casa en una silla, en un banquillo, o sobre los talones. El citado libro de la Filocalia también describe este ejercicio.

Luego tenemos el ejercicio con una palabra. Casiano, que nos cuenta la vida y oraciones de los eremitas y cenobitas del desierto, describe este ejercicio ampliamente y recomienda la frase: "Oh Dios, ven en mi ayuda, Señor, date prisa en socorrerme" (1). A este respecto recomiendo la lectura de sus "Colationes X".

La "oración continua" que nos recomienda Jesús (Lc 18,1) únicamente puede tener lugar en el nivel contemplativo cuando, después de haber practicado durante un período largo, "está rezando en la persona", habiéndose formado un hábito en el alma que una y otra vez vuelve a conducir a la experiencia de la oración. La "buena opinión" que muchos cristianos practican, no es suficiente para ello.

El autor de "La Nube del No Saber", en los capítulos 7,36,37 y 39, da instrucciones para el uso de la palabra en la contemplación.

Cuando se haya progresado hasta cierto punto en la oración, ya no se observa la respiración, sino el sonido. Habrá que "cantar" interiormente, por así decir, la vocal, conduciendo ésta la respiración. La meta consiste en hacerse uno con la palabra, mejor dicho, con el proceso de "cantarla" o pronunciarla interiormente. Hay que volverse el sonido mismo, entonces se va sosegando el fuero interno. La consciencia queda concentrada en la palabra o en la vocal, con lo cual se consigue el desprendimiento de todo lo demás.

La contemplación cristiana siempre va acompañada de entrega y amor (caridad). Nuevamente remito aquí al libro de la Nube del no-saber, cuyo autor recomienda cargar la palabra con entrega, amor y confianza. Esto, únicamente en apariencia contradice la indicación de no quedarse apegados a los sentimientos. Tanto el amor, como la entrega y el anhelo son emociones básicas de nuestra alma perfectamente aptas para acompañar la palabra. Nos orientan y sirven para el recogimiento. Alguien que tiene sed, no tendrá que pensar en agua, pues está completamente impregnado de las ganas de beber agua. Lo mismo ocurre con el amor. Quien ama de veras, quien tiene nostalgia y quien se entrega, no está distraído...

Pero no hay que sorprenderse ante la falta de tales sentimientos. El camino lleva por largos trechos de sequedad, por el desierto y la noche, como nos lo dicen los místicos. Y justamente entonces es fundamental seguir con la oración, aunque la sequedad frustrante nos invada. La sequedad se encuentra en el nivel personal de la afectividad. Es nuestro yo que se frustra, y a ese yo habrá que abandonarle de todas formas. La sequedad para la mística es, por lo tanto, un instrumento y una ayuda de Dios en el proceso del desprendimiento.

Referente al ejercicio del vaciamiento de la consciencia, el autor de "la Nube del no-saber" habla de la percepción del propio ser. En el transcurso del ejercicio, se llegar a percibir un fondo donde harán su apariencia pensamientos, sentimientos e intenciones. Los pensamientos y los sentimientos se originan allí, pero no son el fondo más profundo. El citado autor denomina este fondo el Ser. Sus instrucciones a este respecto me parecen ser las más importantes de su libro. El mirar al Señor es un ejercicio que se practica en muchos caminos místicos, aún y cuando se le dan diferentes nombres. La meta siempre consiste en el vaciamiento de la consciencia, pero no por el vacío en sí, sino porque tan sólo en el vacío podrá manifestarse genuinamente la plenitud de Dios, pues el ojo tendrá que ser incoloro para poder mirar el color auténtico. Uno se desprende de pensamientos, sentimientos e impulsos de la voluntad; El ser humano se parece a un espejo que refleja todo sin identificarse con nada.

En este estado aún quedan dos: un yo que experimenta y aquello que es experimentado. Seguir adelante a partir de aquí resulta realmente muy difícil. La meta consiste en abandonar el yo para experimentar exclusivamente el Ser de Dios. Y esto no se consigue mediante un acto de voluntad. No queda otra cosa que seguir fielmente con el ejercicio. Las instrucciones siguen siendo las mismas que antes: ¡Mantente en el ejercicio! ¡Húndete en él! Entonces podrás recibir el don de la experiencia. Una auténtica experiencia mística es algo que nos ocurre, nunca la podremos producir.


¿Nos podría decir algo acerca del camino de la contemplación de los Padres del Desierto?

El Padre Juan Casiano resume el sendero de la oración contemplativa con las palabras "pureza de corazón". Corazón, para él, es la capacidad básica del conocimiento, mejor dicho, de la experiencia. Es esa chispa del alma con la que no solamente experimentamos nuestra auténtica vida divina, sino que es esa vida divina misma. La experiencia no se alcanza con el discurrir o por medio de palabras que se queden en la memoria. (Véase a este respecto el prólogo de sus Colationes).

El camino a la experiencia llega a través del saber del camino, a través de la "praktik‚" Esta se divide en tres apartados:


- El trabajo en el hombre interior (lucha contra el pecado)


- El servicio en pro de los hermanos


- El volverse igual a Cristo


La primera meta que se deber alcanzar es la pureza del corazón. La contemplación es la meta verdadera y última de toda vida monástica. Pero siempre ser un don y nunca depende de la voluntad. Por ello, la meta más cercana a la que se aspira, es la pureza del corazón (puritas cordis). (Colationes I,4 y I,7).

El proceso de liberación, que más tarde llamaría san Juan de la Cruz la purificación activa y pasiva, es un proceso psicoespiritual que, en primer lugar tiene que ver con el trabajo de las perturbaciones psíquicas, como por ejemplo, los traumas infantiles, los esquemas inculcados en la educación y los trastornos diversos en el inconsciente personal. Además, purificación también significa liberación de todo dominio de los impulsos.

De entre los Padres del Desierto destaca sobre todo el monje Evagrio Póntico, quién ha influido grandemente en la mística cristiana. Referente a la oración, nos habla en especial de dos grandes Padres del Desierto, ambos de nombre Macario. Recomienda "darse totalmente a la oración sin tener en cuenta ni las preocupaciones ni los pensamientos que surjan en el transcurso. Lo único que consiguen en ti es molestarte e intranquilizarte para finalmente tambalear tu orientación tan decidida".

La importancia de Evagrio Póntico estriba en su claridad. La contemplación es atención pura. La persona auténticamente contemplativa ve el lugar de Dios. Asimismo, Evagrio Póntico aconseja quedarse durante períodos largos, sin interrupciones, en el ejercicio de la oración. Dice: "Cuando estés en oración, no te preocupes de las necesidades de tu cuerpo, porque si lo haces, podrías dañar ese don inigualable que se te da en la oración debido a una picadura de una pulga, de un piojo o de un mosquito".

El centro de la contemplación siempre lo constituye la ausencia de imágenes e ideas, y Evagrio Póntico dice al respecto: "Cuando ores no te imagines a la divinidad bajo una misma imagen. Mantén tu mente libre de cualesquiera formas y acércate al Ser inmaterial sin ninguna materia, pues únicamente así lo conocerás".

El camino del ejercicio consiste en la transformación y maduración hacia alcanzar un estado mental completamente receptivo. Para los monjes, Jesús es el orante místico perfecto. Su oración en el monte y en la soledad era la "apateia", el mirar a Dios. Según Casiano, los monjes deberían mantenerse en la oración de la misma manera que lo hiciera Jesús cuando se encontraba en el estado de la experiencia profunda de lo que él llamó "Padre" al estar orando en el monte. Y Casiano critica a los mojes que no saben orar sin representarse algún tipo de imagen.


¿Porqué y cómo se produjo el declive de la mística?.

Hasta hace unos 200 años, la contemplación solía formar parte de la pedagogía de oración. Quisiera citar aquí a Thomas Keating, abad cisterciense de los EE.UU., que en un resumen de la historia de la contemplación, cita los diversos motivos que han influido en el hecho de que esto ya no sea así:

  • La desgraciada tendencia a rebajar los "ejercicios espirituales" (Ignacio de Loyola) a un método de meditación discursiva.
  • El enfrentamiento de la Iglesia establecida con el Quietismo y su radical condena de esta corriente. La pedagogía del Quietismo consiste en un dejar hacer pasivo y en abandonarse a la guía de la gracia. Esto, en la Institución generó un miedo latente ante toda mística, haciendo que cayera en descrédito.
  • El Jansenismo y sus influencias. El Jansenismo se acerca mucho al Determinismo: el ser humano está predestinado y poco puede hacer para cambiar esta condición. Dios escoge a la persona y le concede la gracia de actuar bien, obrando así su redención.
  • La sobrevaloración de las visiones y revelaciones privadas y la consecuente desvalorización de la liturgia.
  • El confundir la auténtica naturaleza de la contemplación con fenómenos como la levitación, el hablar en lenguas, los estigmas y las visiones.
  • El confundir la mística con la beatería.
  • La desfiguración de la imagen de los místicos y la equiparación de la mística con un ascetismo divorciado de la realidad.
  • El incremento del legalismo de la Iglesia Romana.

Aparte de esto, dice Keating, la erradicación de la contemplación fue definitiva cuando se llegó a afirmar que era una temeridad aspirar a la oración contemplativa.

Alentados por los caminos esotéricos de Oriente, muchos cristianos de nuestros días vuelven a acordarse de su propia tradición. Pero su interés no estriba en disertaciones teoréticas sobre místicos, sino en los caminos a la experiencia que éstos nos legaron.


Padre Jaeger, le agradecemos esta entrevista y esperamos que la contemplación vuelva a tener su lugar perdido en la pedagogía de la oración cristiana.
 

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quinta-feira, 20 de março de 2014

La meditazione è l’arte della consapevolezza: è una resurrezione dalla cecità di ciò che è, è essere presenti, è essere nella tua presenza.


Meditare

Cosa significa meditare?

È difficile dare una risposta a quella che potrebbe sembrare una domanda piuttosto semplice. Si potrebbe anzi dire che il buon meditante, più pratica e maggiormente si rende consapevole di quanto l’essenza della meditazione stessa sia sfuggente, inafferrabile, indefinibile.

Possiamo tuttavia dire che la meditazione è uno stato di puro essere, di chiara consapevolezza, di attenzione immersa nel reale: uno stato originariamente naturale, ma per il quale è necessario un lavoro su di sé. Si ritorna alla condizione normale del corpo-mente: uno stato di unità, precedente a qualsiasi dualità. Attraverso una serie di esercizi atti alla riemersione del pieno sentire della nostra persona. di indagine della propria meccanica fisica e mentale (dalle sensazioni e dai pensieri più grossolani a quelli più sottili), si è pienamente presenti, consapevoli, qui ed ora: si realizza la pienezza della pura attenzione.

La meditazione è attenzione: non si tratta di cosa stai facendo, ma di come lo fai.

La meditazione è la tua natura: non è un risultato – è una condizione reale. Non deve essere raggiunta, deve solo essere riconosciuta. È la tua essenza: non puoi averla e non puoi non averla. Non può essere posseduta, non è una cosa.

La meditazione è osservazione: non fare niente, non ripetere dei mantra, non ripetere il nome di dio – semplicemente osserva, semplicemente senti. Non disturbare la tua natura, non ostacolarla, non reprimerla.

La meditazione non è un credo, non è un dogma, non è un culto, non è una religione, non è una morale, non è un giudizio: è un’esperienza evidente in se stessa.

La meditazione è non-fuggire: è rilassarsi ed essere nel momento, nel presente. È permanere nel qui e ora.

La meditazione è chiarezza di visione. È uno stato di pienezza, di vuoto e di unità.

La meditazione è l’arte della consapevolezza: è una resurrezione dalla cecità di ciò che è, è essere presenti, è essere nella tua presenza.

La meditazione non è una tecnica, non è un pensiero particolare, non è uno sforzo, non è concentrazione: è comprensione ed equilibrio, è equanimità e silenzio, è ascolto e stabilità.

La meditazione non è staccare la spina: è lo stato naturale della mente, la sua semplicità, è il lasciare andare la presa, la quiete originaria.

Meditare è addestrarsi in ciò che è stato chiamato ‘il miracolo della presenza mentale’: si scopre che quella che ritenevamo all’inizio una pratica circoscritta in tempi e luoghi prestabiliti (la palestra, la nostra camera, ad esempio) diventa via via una macchia d’olio che si espande sempre più, in grado di mutare radicalmente il nostro stare nel mondo, il nostro vivere la vita. Meditare non significa rifugiarsi nel proprio paradiso mentale, bensì avere un contatto semplice e diretto con la realtà (interiore - noi stessi - ed esteriore), liberi dagli innumerevoli filtri che si interpongono tra la mente e il vero. Meditare vuol dire fare piazza pulita delle innumerevoli teorie psicologiche, filosofiche, affascinanti quanto pretestuose, fare piazza pulita di parole e spiegazioni, e volgersi verso il Sé, la propria natura, in direzione di una conoscenza non più meramente intellettuale, bensì autentica e diretta.

Si tratta di un lavoro di presenza al nostro sentire. Siamo pressoché completamente assenti alla nostra più potente e totale realtà, sempre invece immersi nel mentale, con ciò di cui esso è fatto (rimandi al passato, proiezioni verso il futuro, considerazioni e giudizi riguardo al presente). Siamo distanti dal nostro essere-corpo, dalla nostra più piena incarnazione, sempre succubi dei nostri automatismi fisici, soprattutto contrazioni le quali sono estremamente inquinanti della nostra corporeità e che ci sono da schermo al nostro viverla nella sua più integrale libertà.

La pratica meditativa deve condurre invece a una resa più alta possibile del nostro essere, al crollo delle protezioni e delle corazze, a un fare della nostra persona una pura apertura risonante: presenza e sentire, appunto. Un fluire e un dispiegarsi abbandonato nella realtà, sciolti in essa.

Ci si muove nella direzione di una centratura della propria persona, in una condizione di silenziosa quiete mentale e di vita fluente del corpo. Vogliamo muoverci verso una sempre più fonda immersione nel reale, nel suo flusso, nella sua verità, nel suo e nel nostro splendore. Che la meditazione sia tutto questo e non distacco dal mondo, dalla nostra presenza e autenticità.
fonte

Metodo breve e facilissimo di orazione che tutti possono praticare senza difficoltà arrivando in poco tempo a un’alta perfezione .


Metodo breve e facilissimo di orazione
che tutti possono praticare senza difficoltà
arrivando in poco tempo a un’alta perfezione
 

 

 

 

 

 

«Cammina in mia presenza e sii perfetto».

(Gen 17,1)

 

 

 

 

Non si pensava di dare al pubblico questo piccolo libro che era stato concepito con grande semplicità. Era stato scritto per alcuni singoli individui che volevano amare Dio con tutto il loro cuore. Ma poiché un gran numero di persone ne richiedeva delle copie, per il beneficio che esse avevano tratto dalla lettura di questo trattato, si è voluto farlo stampare per loro soddisfazione, senza nessun altro scopo oltre a questo.

È stato lasciato nella sua naturale semplicità. Non vi si condanna il comportamento di nessuno; anzi, si sottopone il suo contenuto alla critica delle persone d’esperienza e di dottrina. Si pregano soltanto gli uni e gli altri di non fermarsi all’apparenza, ma di capire fino in fondo lo scopo della persona che l’ha scritto, che non è altro che quello di portare tutti ad amare Dio e a servirlo con più piacere e successo, potendolo fare in maniera semplice e naturale, come i bambini che non sono capaci di cose straordinarie né di quelle che vengono studiate, ma che vogliono realmente darsi a Dio. Si prega il lettore di leggere senza pregiudizi, e dietro espressioni comuni scoprirà una devozione nascosta che lo porterà alla ricerca di una felicità che tutti devono sperare di possedere.

Dicendo che la perfezione è naturale, ci serviamo della parola «facilità», perché trovare Dio è facile. Si potrà citare questo passaggio: «Voi mi cercherete, e non mi troverete» (Gv 7,34). Tuttavia non deve essere difficile, perché lo stesso Dio, che non può contraddirsi, ha detto: «Cercate e troverete» (Mt 7,7). Chi cerca Dio senza voler lasciare il peccato non lo trova, perché lo cerca dove non è. È per questo che ha aggiunto «morirete nel vostro peccato». Ma chi è pronto a penare per cercarlo nel suo cuore, abbandonando sinceramente il peccato per avvicinarsi a Lui, lo troverà sicuramente.

Molte persone si sono fatte della devozione un’immagine così spaventosa e dell’orazione un’immagine così innaturale che non hanno voluto impegnarsi per conquistarle, credendo di non poterne venire a capo. Ma poiché quando ci si convince che una cosa è difficile si perde la speranza di poterci riuscire e il desiderio di iniziarla, e quando invece una cosa sembra utile e facile da ottenere, ci si impegna con piacere e si persegue con ardore, siamo stati obbligati a mostrare il beneficio e la facilità di questa via.

Oh, se fossimo persuasi della bontà di Dio verso le sue povere creature e del desiderio che ha di comunicare con loro! Non avremmo paura e non dispereremmo così facilmente di ottenere un bene che egli desidera immensamente darci. E dopo che «non ha risparmiato il proprio figlio, ma lo ha sacrificato per tutti noi» (Rm 8,32), potrebbe forse rifiutarci il suo aiuto? Sicuramente no, ci vuole solo un po’ di coraggio e di perseveranza. Ne abbiamo tanto per i piccoli interessi temporali e non ne abbiamo per «la sola cosa necessaria» (Lc 10,42). Quelli che avranno difficoltà a credere che è facile trovare Dio in questo modo non devono credere a quello che si dice loro, ma farne l’esperienza e in seguito potranno giudicare loro stessi. Vedranno che viene detto loro ben poco rispetto a ciò che è realmente.

Miei cari lettori, leggete questa piccola opera con cuore semplice e sincero, con povertà di spirito, senza volerla esaminare nei minimi particolari. E vedrete che vi troverete bene. Ricevetela con lo stesso spirito con il quale vi è stata data, ossia quello di avvicinarvi tutti a Dio senza riserve, non per far stimare qualcosa il libro, ma per incoraggiare le persone semplici e i bambini ad andare al loro Padre, che ama l’umiltà della loro fede e si rammarica della sfiducia. Non cercatevi altro che l’amore di Dio, desiderate sinceramente la vostra salvezza e la troverete senz’altro seguendo questo piccolo metodo senza metodo.

Non si pretende di elevare il proprio sentimento al di sopra di quello degli altri, ma si riferisce la propria esperienza in maniera sincera, sia per noi stessi che per gli altri, e il beneficio che si trae usando questo modo semplice e ingenuo per arrivare a Dio.

Se si parla solo del «metodo breve e facile di orazione», e non di altre cose di cui varrebbe comunque la pena parlare, è perché questo libro è stato scritto appositamente con questo scopo. Sono sicura che se lo leggerete con lo stesso spirito con il quale è stato scritto, non vi troverete niente di sconcertante. Sarete ancora più convinti della verità che esso racchiude, sempre che siate disposti a fare questa esperienza.

Sta a voi, o santo Bambino Gesù, che amate la semplicità e l’innocenza e «vi deliziate nei figli dell’uomo» (Pr 8,31), ossia con quegli uomini che sono contenti di diventare bambini, sta a voi, dicevo, dare valore a questa piccola opera, imprimendola nel cuore e spingendo chi la leggerà a cercarvi dentro di sé, dove riposerete come in una mangiatoia, dove desidererete ricevere le prove del loro amore e testimoniare il vostro. E colpa loro se si privano di questo bene! Farvi amare, gustare, capire, è opera vostra o Bambino Gesù! Oh amore increato, oh parola muta e abbreviata! Voi lo potete e oso dire lo dovete, attraverso questa piccola opera che è vostra e tutta per voi.leggere...

quarta-feira, 19 de março de 2014

La visione del Cristo cosmico (Bede Griffiths)




Il seguente testo è tratto dal volume, che consiglio vivamente ai lettori:
Vincenzo Noja (cur.), Testi mistici per la contemplazione di Dio, Borla, 2006.
Ringrazio il curatore per l'autorizzazione a pubblicarlo.




Bede Griffiths (1906-1993)


(La visione del Cristo Cosmico)


Ogni religione ha contribuito alla crescita del Cristo Cosmico. Esso è formato da tutti coloro che, in linguaggio indù, hanno in qualche misura preso coscienza dell’Io nella profondità del proprio essere”.[1]


Per Padre Bede il Corpo di Cristo non può essere mai limitato alla Chiesa visibile e ancor meno ad una tradizione ecclesiastica, ma in esso egli vede il riferimento dell’uomo al vero Io, la “nostra speranza di gloria”, come dichiara san Paolo.

La spiritualità di Padre Bede si basa innanzitutto sull’inabitazione dello Spirito divino nell’uomo. Questa non è solo consapevolezza di Dio in relazione solo all’essere umano ma in tutta la creazione (Aurobindo-Teilhard de Chardin).

Come il suo confratello Henri le Saux, egli vede nella Trinità, la comunità degli esseri con Dio e, strettamente congiunti, il mistero di Dio e il mistero umano.

Bede fu monaco benedettino, nacque nel 1906 in Inghilterra (Walton-on-Thames).

Dal 1955 fino alla sua morte visse in India, dal 1968 in poi guidò per venticinque anni l’Ashram indo-cristiano Saccidanananda nell’India meridionale, fondato precedentemente dal benedettino francese Henri le Saux. Sotto la guida di Padre Griffiths l’Ashram divenne un centro mondiale per gli incontri ecumenici delle religioni; egli concepì Saccidananda (“l’eremo della Trinità”)

come luogo d’incontro per i fedeli di tutte le tradizioni religiose alla ricerca della verità interiore, dell’essenziale unità in Cristo.

Per oltre trent’anni Bede Griffiths operò per comunicare la sua concezione del Cristo Cosmico e ricercare l’unità tra le religioni nella profonda condivisione del mistero di Dio nell’uomo e nel creato; in particolare egli operò nella ricerca della comunione spirituale indo-cristiana, pur riconoscendo le profonde diversità, a livello di dottrina e di credenze, esistenti tra le due tradizioni religiose.

Padre Griffiths fu autore di alcune opere mistiche molto significative per l’esperienza contemplativa di Dio, alcune desunte dalle sue conferenze; citiamo in particolare: Il Cristo Universale (The universal Christ) e Ritorno al centro.


L’ ESPERIENZA ASSOLUTA DI DIO

(Il Mistero dell’Amore)


Quando noi preghiamo Dio nella profondità dell’anima, Egli è in noi e noi siamo in Lui.

Questa non dualità del nostro spirito con lo Spirito di Dio ci viene rivelata dal Vangelo di Giovanni, quando Gesù prega così per i suoi apostoli: “…che essi siano tutti in uno, come Tu, Padre sei in me ed io in Te (…) io in loro e Tu in me, così essi giungeranno alla perfetta unione”[2]. Questa preghiera è il coronamento di tutte le religioni.

Con essa veniamo chiamati ad entrare nel mistero nascosto della Divinità, prendendo parte con, e attraverso, Gesù alla conoscenza e all’amore di Dio. (…)

Questa è la rivelazione cristiana. L’uomo che entra nel Mistero divino, che partecipa all’amore e alla conoscenza, che diventa egli stesso Divinità.

Divinità è comunione e conoscenza dell’amore. Noi tutti possiamo

parteciparvi, questa è la nostra vocazione. “Non soltanto in questi prego, ma prego anche per quelli che crederanno in me per la loro parola; affinché siano tutti una cosa sola come tu sei in me, o Padre, ed io in te; che siano anch’essi una sola cosa in noi, affinché il mondo creda che tu mi hai mandato. La gloria che tu mi desti io l’ho data loro, affinché siano una cosa sola, come noi siamo una cosa sola, io in essi e tu in me, affinché siano perfetti nell’unità…(Gv 17,

20-23)[3].

Per questo la contemplazione è molto importante. I rituali sono belli e importanti; la santa Messa ha un significato centrale. Ma anche qui noi usiamo simboli esteriori: chiese, candele, crocifissi, paramenti, pane e vino. Tutte queste cose sono esteriori e il mistero appare attraverso questi simboli. I quali, però, qualche volta potrebbero distoglierci. Anche in una chiesa ci sono tante possibilità di venire distratti e distolti dal Divino. Ma quando, con la contemplazione, superiamo l’apparenza esteriore ed entriamo nella sfera del silenzio, possiamo incontrare lo Spirito di Dio, lo Spirito di Gesù, e così prendiamo parte alla perfetta unione del cuore. Un unione con Dio e Gesù che non è duale. Non siamo per molto tempo due, ma siamo una cosa sola, una cosa sola nella diversità. Noi siamo una cosa sola in una sola relazione. Le persone della Trinità stanno in un rapporto duraturo di unicità. Amore è dinamica. Non è una singola opportunità. I due che insieme sono uno, penetrandosi a vicenda, diventano reciprocamente uno, questo è un rapporto non duale, è un mistero indicibile. Qui ci guida il Vangelo.

È l’unione dell’amore, in cui ognuno è nell’altro e non c’è più nessuno.

È il mistero dell’amore: due diventano più di essi stessi quando trovano la completezza nell’amore. Questa è la nostra contemplazione cristiana che dovrebbe guidarci all’assoluta esperienza di Dio. Dio ci chiama a questo modo di contemplare, a quest’esperienza di Dio nel nascosto segreto del cuore.

Gli uomini di tutto il mondo vengono lì condotti, qualcuno come induista, qualche altro come buddista. Spesso essi hanno conosciuto il mistero cristiano in modo inadeguato e perciò vedono il Cristianesimo come una religione superficiale di “conformisti”, che non soddisfa sufficientemente i veri ricercatori di Dio. Noi dovremo far chiaro che esiste un mistero cristiano che corrisponde al profondo bisogno della natura umana e che può essere rivelato come consapevolezza e beatitudine nelle profondità dell’anima. A questo dono noi ci dedichiamo attraverso la contemplazione. Questa è la vera sfida.

(Göttliche Gegenwart, op. cit., pp. 103-106)


LA PREGHIERA


Pregare significa entrare coscientemente nella comunione con Dio o con la Sorgente. Al suo punto più alto, la preghiera diventa contemplazione. Qui essa è senza parole. È un mescolarsi della coscienza umana con il Divino.

Al centro dello stato di preghiera c’è la quiete della mente “Siate calmi, e sappiate che io sono Dio” dice il Salmista (Sal 46,11).

La preghiera fervente apre un canale tra l’anima e Dio. Così c’è intercomunione tra l’umano e il Divino.

La preghiera deriva dalla meditazione, nel senso che la seconda prepara il terreno alla prima. La preghiera può essere concepita come una discesa nelle profondità del cuore.

(Il Cristo universale, op. cit. pp.119-120)


LA VISIONE DI DIO


Avere parte alla visione di Dio, significa che noi siamo andati al di là di tutti i concetti della mente razionale e di tutte le immagini derivate dai sensi.

Dobbiamo entrare nel mondo della non – dualità, in cui il nostro attuale modo di coscienza viene trasceso.

Cosí noi entriamo in quella “divina oscurità”di cui parla Dionigi, la quale appare oscura soltanto perché è pura luce.

Dobbiamo salire a questo stato di “non conoscenza” in cui ogni conoscenza umana sbiadisce, e conosceremo veramente “addirittura come siamo conosciuti”.

In questa visione dell’ultimo mistero dell’essere, che è l’inizio e la fine di tutte le nostre aspirazioni umane, indú, buddisti e cristiani si ritrovano uniti, e in Dio tutte le differenze che appaiono in natura, e tutte le distinzioni note alla mente umana, vengono trascese.

(Ib., pp.109-110)


IL MONDO DELLA RESURREZIONE


È un’illusione pensare che il Regno di Dio si realizzerà in questo mondo o che sulla terra si stabiliranno durevolmente pace e gioia.

Questa è la grande “maya” o illusione che inganna il mondo e copre la verità.

L’illusione nasce dal rifiuto di affrontare la morte.

Per coloro che cercano la realizzazione in questo mondo, la morte è una fine, una barriera che non può essere oltrepassata. Ma per coloro che muoiono ben disposti, la morte è il passaggio alla vita eterna.

Il nuovo mondo che noi cerchiamo è il mondo della resurrezione. Anche se questo mondo è già presente tra noi perché “il regno dei cieli è in mezzo a voi”(Lc 17,21). La morte è il varco verso una nuova coscienza, una coscienza che è al di là dei sensi e al di là della mente e si apre sull’eterno e sull’infinito.

Per ora possiamo coglierne solo dei bagliori, ma essa parla attraverso il mondo.

“Le cose di prima sono passate… Ecco, io faccio nuove tutte le cose” (Ap 21,45).

(Ib., pp. 117-118).


ESSERE CALMI


La calma interiore è necessaria se vogliamo avere il perfetto controllo delle nostre facoltà e se vogliamo udire la voce dello Spirito che ci parla.

Non può esserci calma senza disciplina, e la disciplina del silenzio esteriore ci può aiutare a trovare la tranquillità interiore che è il cuore dell’autentica esperienza religiosa. Nella meditazione noi facciamo dei passi per ottenere questa calma. Rendiamo quieto il nostro corpo e le nostre emozioni, quindi gradualmente permettiamo alla mente di fissarsi su un sol punto.

La calma interiore di un individuo può influire oltre misura sulla società.

(Ib., 78)




[1] Il Cristo Universale, p.17
[2] Gv 17, 1-26
[3] Il brano evangelico è stato aggiunto da me.
 

La Reflexión de un Monje en torno al Documento sobre Meditación Cristiana de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

 


Documento: “Algunos aspectos de la meditación cristiana” por la Congregación para la Doctrina de la fe (1989) .

“La mayor parte de las grandes religiones que han buscado la unión con Dios en la oración, han indicado también caminos para conseguirla. Como " la Iglesia Católica nada rechaza de lo que, en estas religiones, hay de verdadero y santo ", no se deberían despreciar sin previa consideración estas indicaciones, por el mero hecho de no ser cristianas. Se podrá al contrario tomar de ellas lo que tienen de útil, a condición de no perder nunca de vista la concepción cristiana de la oración, su lógica y sus exigencias, porque sólo dentro de esta totalidad esos fragmentos podrán ser reformados e incluidos. Entre éstos, se puede enumerar en primer lugar la humilde aceptación de un maestro experimentado en la vida de oración y que conozca sus normas; de esto se ha tenido siempre conciencia en la experiencia cristiana desde los tiempos antiguos, ya en la época de los Padres del desierto. Este maestros, experto en el "sentire cum ecclesia ", debe no sólo dirigir y llamar la atención sobre ciertos peligros, sino también , como " padre espiritual ", introducir de manera viva, de corazón a corazón, en la vida de oración, que es don del Espíritu Santo”

Reflexión de Bede Griffiths OSB.

Como una respuesta al desafío presentado por la espiritualidad hindú y budista hoy en día, encuentro sumamente decepcionante el Documento sobre Meditación Cristiana de la Congregación para la Doctrina de la Fe. No hay ninguna mención o reconocimiento de la profundidad enorme de esta espiritualidad o de su sabiduría profunda. La meditación Oriental es tratada como si fuera un asunto de técnicas superficiales, "de retazos y pedazos", que el Cristiano puede usar si lo desea, pero de cuyos peligros y abusos debe estar consciente. Lo que es todavía más decepcionante, es el inadecuado concepto de oración cristiana presentado, no atendiendo a lo más profundo y significativo de los Evangelios y de la tradición Católica.

El documento insiste en "la distancia" que siempre debe existir entre el hombre y Dios como la criatura y el Creador, y advierte contra cualquier tentativa de intentar vencer esa distancia, como si Dios en Cristo ya no hubiera vencido aquella distancia y nos hubiera unido con Él en las obligaciones más cercanas. San Pablo dice: "Usted que estuvo lejos de Él es traído cerca" – no mantenido distante - "en la sangre de Cristo". Jesús mismo niega totalmente cualquier distancia. "Soy la Vid", dice él, " ustedes son las ramas” ¿Cómo pueden sus ramas estar "distantes" del árbol?

Más adelante el documento insiste en que nosotros no debemos "nunca de ningún modo procurar colocarnos al mismo nivel que el objeto de nuestra contemplación”. Desde luego, no podemos colocarnos por nosotros mismos en ese nivel. Es Dios mismo que ya nos ha colocado allí. Jesús dice: "No les he llamado criados, sino amigos".Y para mostrar lo que tal amistad quería decir, Él ora por sus discípulos: "Que ellos puedan ser uno, como el Padre es en mí y yo en ellos, que ellos puedan ser uno en Nosotros."(Juan17).


La unión entre Jesús y el Padre en el misterio de la Trinidad es la más cercana posible de concebir, aún más, está fuera de todo concepto. Es la unión que Jesús pide para Sus discípulos. Uno de los grandes maestros de meditación cristiana hoy, el Padre John Main OSB, ha dicho que "la meditación cristiana es una participación en el conocimiento de Cristo". O más bien debe "compartir en aquella corriente de amor que fluye entre Jesús y el Padre, y que es el Espíritu Santo". Es a esta profundidad de sabiduría contemplativa que la meditación cristiana debería conducirnos, y es hacia esta profundidad de oración unitiva que muchos Cristianos han encontrado que la mística hindú, budista y Sufi puede conducir. Esto nos recuerda que hace siglos la Iglesia fue desafiada por un movimiento similar de oración mística en el Neoplatonismo de Plotinus y Pórfido. Pero la Iglesia en el siglo cuarto no respondió a este desafío con una cautelosa marcha atrás hacia el pasado. Con audacia aceptó el desafío e incorporó en la doctrina cristiana las ideas profundas de los Neoplatónicos. Jean Danielou, en su Platonismo y el Misterio Teológico ha mostrado como San Gregorio de Niza se sumergió en la filosofía de Plotinus y con cambios sutiles lo adaptó a la doctrina ortodoxa cristiana.

Apareció otra crisis en el misticismo cristiano del siglo VI con Dionisio el Areopagita. Ahora generalmente se ha creído, que fue un monje sirio de aquel período que había absorbido las enseñanzas de Pórfido, un Neoplatónico posterior. Él con audacia fue más allá del modelo dualista, conceptual de oración al cual el documento romano se aferra y declaró que en la oración contemplativa debemos ir más allá de todas las palabras y conceptos y establecer "la oscuridad divina" de modo que nosotros podamos saber por el “no saber". Alguien familiarizado con el misticismo hindú y budista sabrá que es a este conocimiento supra-conceptual, esta experiencia de un Misterio trascendente, superando la palabra y el pensamiento, que ellos también pueden conducir. No se debe decir que el misticismo hindú, el budista y el cristiano tienen todos la misma experiencia. Pero se debe reconocer una analogía entre ellos y considerar las experiencias hindú y budista como algo de importancia suprema, no ser ligeramente desechado por los cristianos como algo sin ninguna importancia.

Hay una crisis en la Iglesia de hoy. Muchos cristianos buscan en la Iglesia la dirección para la oración contemplativa y no la encuentran. Ellos entonces se vuelven hacia los maestros hindúes y budistas para esta dirección y a menudo por ellos llegan a comprender algo de la profundidad del misticismo cristiano. Pero para tales personas, este documento no ofrece ninguna ayuda en absoluto. Más bien parece calculado para postergarlos y confirmarlos en su creencia de que la Iglesia cristiana no tiene nada para ofrecer a los que buscan a Dios en la oscuridad, a menudo en un camino de soledad y con la necesidad desesperada de dirección que la Iglesia tan frecuentemente falla en dar.

Monastic Interreligious Dialogue (http://www.monasticdialog.com/)

El encuentro oracional se inicia con la viva experiencia del amor de Dios.


Sube al monte de Dios

Pautas para una experiencia de desierto destinadas a hermanos y hermanas ya iniciados
  1. Dios es amor: El encuentro oracional se inicia con la viva experiencia del amor de Dios. El texto de la I Carta de San Juan focaliza nuestra atención y nos invita a orar para vivir, y a vivir para encontrar.
  2. Reedificar la casa: Se ora en un entorno que ha de venir a ser "templo". Para ello hemos de sentirnos invitados a reedificar la casa interior, a profundizar lo superficializado y a restaurar lo dañado. Vamos entrando en un clima de paz y de amor.
  3. Un día en el monte de Dios: Todos, de alguna manera, podemos tener una posibilidad de vivir en un lugar de silencio, encuentro y oración en plena naturaleza. Se ofrecen las pautas concretas para vivir un día de desierto... Es para todos, incluso para los que no pueden salir de la "ciudad".
  4. Moisés, Moisés: En el desierto, Dios llama al Pueblo de Israel. Pero llama de una manera especial a quien ha de conducirlo. Y en el desierto también llama a cada persona que desea oír su voz. Si la oyes, hermano, no dejes de responder. Una "oración de las palabras" te servirá para escuchar y disponerte a dar la respuesta.
  5. Es tierra de Dios: En el desierto, Yhavé recuerda a Moisés que está en tierra de Dios. Vive tú tu desierto como un encuentro con Él que se te da con amor y que espera tu disponibilidad. El centro meditativo de este "diálogo" lo haremos orando, de una manera muy especial, el relato evangélico de la curación de la hija de la Cananea.
  6. Levantaos, no tengáis miedo: Son las palabras de Jesús a Pedro, Santiago y Juan que, azorados, acaban de contemplar el rostro del Señor Transfigurado. Con estas palabras y las recomendaciones posteriores, el Señor los envía nuevamente a la ruta del Reino. Así debe ser en tu vida... estás en el desierto por un tiempo, por un instante... Todo ha sido una visión fugaz. Tu tarea, tu templo, tu oración ha de estar en la vida, con los hermanos, en el "día a día" que hace creíble la autenticidad de tu oración.
  7. Vivir buscando el rostro de Dios: Es éste tu camino. En este objetivo has de centrar tu oración, recuerda siempre que "encontrar" a Dios en la oración consiste en buscarlo sin cesar en la vida.
  8. Consejos para la oración: Muchas veces nos preguntamos cómo orar, qué hacer para orar como conviene. Jesús nos da la pauta esencial: "Cuando oréis decid: Padre nuestro..." Siguiendo esta pauta se te proponen maneras sencillas de concretarla.
  9. Oración ante el Señor Transfigurado: En cada uno de nosotros el Espíritu Santo hace nacer una oración. Te ofrezco esta pequeña oración que surge en la contemplación del rostro del Señor.
  10. Dios también habla: Todo orante puede haber vivido la experiencia de "escuchar" la voz del Señor en el interior del corazón habitado por el silencio. En este sentido has de situar las palabras que se te ofrecen. Escúchalas... y después, en el silencio de tu oración encarnada en la vida, podrás vivenciarlo y seguir escuchando.
  11. Nunca dudes de su presencia: Es un mensaje de hermano, sencillo, humilde, cordial. Si nunca dudas de la presencia del Señor podrás comprobar que siempre, en toda circunstancia y lugar, a la luz radiante del sol, o en la oscuridad de la noche... podrás orar sin cesar. Porque él siempre está. Sólo te pide que vivas abierto al amor.
  12. Subiendo al monte de Dios: Salmos para el camino. En la misma línea de la ultima parte del disco 3, se te presentan unos salmos en versión libre para orar con calma. Sigue tú el mismo camino y ora tus propios salmos para la vida.
  13. Parábola: Es un pequeño relato de un hecho histórico. Una ancianita da "señales" de que vive. Es todo su camino de comunicación con sus vecinos. Tu oración ha de ser siempre expresión de lo que vives en Dios, y de lo que vives en la vida... No importa el "signo": pueden ser insignificantes tus "señales"... Lo que sí importa es la vida que te alienta en lo más profundo de tu ser. Este ha de ser tu testimonio orante.

http://www.abandono.com/Boada/Submon00.htm

IL FUOCO DELLO SPIRITO E LA PREGHIERA DEL CUORE



IL FUOCO DELLO SPIRITO E LA PREGHIERA DEL CUORE

Il problema che maggiormente assilla il cercatore di Dio è il disordine interiore nei pensieri e nei desideri: tutti i suoi sforzi sono tesi a trovare il modo di eliminare questo disordine. C’è un solo modo per riuscirci: ottenere il sentimento spirituale, cioè il calore del cuore unito al ricordo di Dio.
Non appena questo calore si sarà acceso, i tuoi pensieri si calmeranno, l’atmosfera interiore diventerà limpida, i moti dell’anima, sia buoni che cattivi, ti appariranno chiari fin dal loro nascere e avrai così il potere di allontanare subito quelli cattivi. Questa luce interiore si estende anche alle cose esterne e rende nitida la differenza tra giusto e sbagliato, dandoti la forza di perseverare in ciò che è giusto, nonostante tutti gli ostacoli.
Il Signore verrà per diffondere la sua luce sulla tua comprensione, per purificare le tue emozioni, per guidare le tue azioni. Sentirai in te stesso forze di cui prima ignoravi la esistenza.
Conserva pure il calore naturale, ma non attribuirgli nessun valore e consideralo solo una specie di preparazione al calore di Dio. Poi, soffrendo per la scarsa risonanza che ha nel tuo cuore il calore divino, prega incessantemente e con gemiti: « Sii misericordioso! Non togliere da me il tuo volto! Fa’ splendere su di me la tua faccia! » Nello stesso tempo, aumenta le pratiche ascetiche, riducendo il cibo e il sonno e aumentando il lavoro.
Una coscienza pura e una preghiera incessante a Dio producono generalmente questo calore, ma tutto è nelle mani di Dio

LA PREGHIERA DI GESÙ E IL CALORE CHE L'ACCOMPAGNA
Pregare consiste nel rimanere spiritualmente di fronte a Dio nel nostro cuore, nella glorificazione, nel ringraziamento, nella supplica e nella contrizione: tutto ciò dev'essere spirituale. La radice di ogni preghiera è il timore di Dio: da esso nasce la fede in Dio, la sottomissione a Lui, la speranza in Lui e l'attaccamento a Lui con sentimento di amore, dimenticando tutte le cose materiali. Quando la preghiera è efficace, tutti questi sentimenti e moti spirituali sono presenti nel cuore con tutto il loro vigore. Come può aiutarci in questo la Preghiera di Gesù? Attraverso la sensazione di calore che si sviluppa nel cuore e attorno ad esso come effetto di questa Preghiera.L'abitudine alla preghiera non si crea improvvisamente, ma richiede un lungo lavoro e una paziente fatica.
La Preghiera di Gesù, e il calore che l'accompagna, sono il miglior aiuto alla nascita di questa abitudine alla preghiera. Bada però che questi sono i mezzi, non la cosa in sé.
E' possibile che esistano sia la Preghiera di Gesù che la sensazione di calore senza che ci sia la vera preghiera. Ciò è realmente possibile, per quanto strano possa sembrare.
Quando preghiamo dobbiamo tenere la mente di fronte a Dio e pensare unicamente a Lui; ma altri pensieri continuano a farsi strada nella mente e la distraggono da Dio. Per insegnare alla mente a rimanere concentrata su una cosa i santi Padri usavano brevi preghiere e prendevano l'abitudine di recitarle incessantemente. Questa ripetizione incessante di una breve preghiera fissa la mente nel pensiero di Dio e disperde tutti i pensieri inutili. I Padri usavano diverse preghiere brevi, ma la Preghiera di Gesù si è affermata in modo particolare ed è certamente la più usata.
Ecco cos'è la Preghiera di Gesù: è una delle tante preghiere brevi, verbale come le altre, il suo scopo è di concentrare la mente unicamente nel pensiero di Dio. Chiunque abbia preso l'abitudine di recitare questa preghiera, e la usi correttamente, conserva effettivamente la « memoria » incessante di Dio.
Poiché il ricordo di Dio in un cuore sinceramente credente è accompagnato spontaneamente da un senso di pietà, speranza, ringraziamento, abbandono alla volontà di Dio e altri sentimenti spirituali, la Preghiera di Gesù, che provoca e conserva questo ricordo di Dio, è chiamata preghiera spirituale. Viene chiamata correttamente così solo quando è accompagnata da questi sentimenti spirituali, altrimenti rimane una preghiera verbale come qualsiasi altra dello stesso tipo. Questo è quanto si deve pensare della Preghiera di Gesù. Vediamo ora che cosa significa quel calore che accompagna la pratica della Preghiera.
Per concentrare la mente su una sola cosa mediante l'uso di una breve preghiera, è necessario prestare attenzione a far scendere la mente nel cuore: finché la mente rimane nella testa, dove i pensieri fanno ressa, non ha tempo di concentrarsi in una sola cosa. Ma quando l'attenzione scende nel cuore, essa vi attira con sé tutte le forze dell'anima e del corpo. Questo concentrarsi di tutta la vita umana in un solo punto si riflette immediatamente nel cuore attraverso una sensazione particolare che è il preludio del calore che sopraggiungerà. Questa sensazione, dapprima tenue, diventa mano a mano più forte, più salda, più profonda, il tepore dell'inizio si trasforma poco a poco in una sensazione di calore che concentra l'attenzione su di sé. Così, mentre nelle fasi iniziali l'attenzione è trattenuta nel cuore da uno sforzo di volontà, con il passare del tempo questa attenzione, per sua forza intrinseca, dà origine al calore nel cuore. Questo calore trattiene l'attenzione senza sforzi particolari: perciò le due cose si sostengono a vicenda e non devono essere separate. La dispersione dell'attenzione infatti raffredda il calore e questo raffreddarsi indebolisce l'attenzione. Ne consegue una regola di vita spirituale: "Se conservi il tuo cuore davanti a Dio, ti ricorderai costantemente di Dio"; questa regola è di Giovanni Climaco.

A questo punto sorge la domanda se questo calore sia o no spirituale. No, non è spirituale, è un normale calore fisico. Ma poiché trattiene l'attenzione della mente nel cuore e in tal modo favorisce lo sviluppo dei moti spirituali descritti prima, viene chiamato spirituale, sempre a condizione che non sia accompagnato da un piacere sensuale, anche se piccolo, ma che mantenga l'anima e il corpo in sobrietà. Possiamo quindi dire che quando il calore che accompagna la Preghiera di Gesù non include sentimenti spirituali, non dev'essere chiamato spirituale: è solo un calore del sangue. Non c'è nulla di male in sé in questo calore del sangue, a meno che non sia connesso con un piacere sensuale, seppure piccolo; in quest'ultimo caso invece è cosa pericolosa e va eliminata.
Le cose cominciano ad andare male quando il calore scende in parti del corpo più basse del cuore; e la cosa peggiora ancor di più quando, godendo di questo calore, ci immaginiamo che questo sia tutto ciò che conta e non ci preoccupiamo più dei sentimenti spirituali né del ricordo di Dio, ma solo che il cuore abbia questo calore. Questo atteggiamento sbagliato può a volte capitare, anche se non a tutti e non sempre; dev'essere notato subito e corretto perché altrimenti rimarrà solo il calore fisico che non dobbiamo considerare come qualcosa di spirituale o di dovuto alla grazia. Questo calore è spirituale solo quando è accompagnato dall'impeto spirituale della preghiera. Chiunque lo chiama spirituale quando non c'è movimento è in errore, e lo è ancor di più chi s'immagina che è dovuto alla grazia.
Il calore che deriva dalla grazia è di una natura particolare ed è l'unico realmente spirituale; è diverso dal calore della carne e non produce alcun cambiamento significativo nel corpo, ma si manifesta con un sottile sentimento di dolcezza. Ognuno può riconoscere e distinguere il calore spirituale in base a questa sensazione particolare; ciascuno deve farlo per suo conto, non c'è bisogno di altri per far questo.

UN CUORE ARDENTE
Come fecero i nostri asceti, i nostri Padri e maestri ad accendere interiormente lo spirito di preghiera e a diventare saldi in essa? Il loro obiettivo fondamentale fu quello di rendere il cuore incessantemente ardente d’amore esclusivo per il Signore. Dio reclama per sé il cuore perché in esso c’è la sorgente della vita. Dove c’è il cuore, là c’è anche la coscienza, l’attenzione, la mente: c’è l’anima intera. Quando il cuore è in Dio, allora l’anima intera è in Dio e l’uomo rimane incessantemente in adorazione di Dio in spirito e verità.
Alcuni giungono presto e facilmente a questo stadio essenziale: a tanto arriva la misericordia di Dio! Il timore di Dio li ha scossi profondamente, la loro coscienza è stata rapidamente stimolata con gran forza, lo zelo è stato acceso rapidamente in loro e li ha fatti incamminare puri e senza macchia agli occhi del Signore: il loro ardore nel piacere a Dio ha velocemente trasformato la piccola fiammella in un fuoco crepitante! Costoro sono anime serafiche, ardenti, rapide nei loro movimenti, attivissime.
Per altri invece tutto si trascina lentamente. Forse sono indolenti di natura o forse le intenzioni di Dio su di loro sono diverse, ma il loro cuore si riscalda solo lentamente. Adempiono tutte le pratiche di pietà. ed esteriormente la loro vita sembra essere retta, ma non tutto funziona bene perché il cuore è privo di ciò che dovrebbe contenere. Questo può capitare non solo ai laici, ma anche a chi vive nei monasteri e addirittura agli eremiti.


COME ACCENDERE UNA FIAMMA PERENNE NEL CUORE

Ti spiegherò ora come accendere una fiamma perenne nel cuore.
Ricordati come possiamo ottenere il calore nel mondo fisico: sfreghiamo l’uno contro l’altro due pezzi di legno e si sprigiona il calore, subito seguito dal fuoco; oppure lasciamo un oggetto al sole ed esso si riscalda e, se concentriamo i raggi su di esso, finisce per accendersi. Il metodo per dar vita al calore spirituale è esattamente lo stesso: lo sfregamento necessario è rappresentato dalla lotta e dalla tensione della vita ascetica, mentre la preghiera interiore rivolta a Dio rappresenta l’esposizione ai raggi del sole.
Il fuoco nel cuore può essere acceso dalla disciplina ascetica, ma questo sforzo da solo non infiamma velocemente il cuore. Ci sono molti ostacoli sul cammino, perciò, fin dai tempi più antichi, alcuni uomini pieni di zelo per la salvezza e maturi nella vita spirituale
mossi da ispirazione divina e senza trascurare la loro lotta ascetica hanno scoperto un altro modo di riscaldare il cuore e ci hanno trasmesso la loro esperienza. Questo metodo sembra più semplice, ma in realtà non se ne viene a capo se non con difficoltà. La scorciatoia per arrivare al nostro scopo è la pratica della preghiera interiore al nostro Signore e Salvatore, rivolta a Lui con tutto il cuore.
Questo è il modo in cui deve essere recitata:

Rimani con la mente e l’attenzione nel cuore, nella certezza che il Signore ti è vicino e ti ascolta, e invocalo con fervore:
« Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio, abbi pietà di me peccatore »
.
Fa’ questo in ogni momento: in chiesa, a casa, mentre viaggi, mentre lavori, a tavola, a letto, insomma, dal momento in cui apri gli occhi fino a quando non li richiudi.

Facendo questo sarà esattamente come se tu tenessi un oggetto al sole, perché questa preghiera significa rimanere davanti al volto del Signore, che è il Sole del mondo spirituale. All’inizio dovrai fissare un momento preciso, alla sera e al mattino, da dedicare a questa preghiera; poi vedrai che la preghiera incomincerà a portare frutti, mentre si impadronirà del tuo cuore e vi si radicherà profondamente.
Se osserverai tutto questo con zelo, senza pigrizie ed omissioni, il Signore volgerà il suo sguardo misericordioso su di te e accenderà una fiamma nel tuo cuore: questa fiamma testimonia con certezza il risveglio della vita spirituale nelle parti più intime del tuo essere, è prova sicura che il Signore regna in te.
Il carattere distintivo di questa situazione in cui il Regno di Dio si rivela in noi o in cui il fuoco spirituale perenne si accende nel cuore
che è la stessa cosa è che tutta la tua persona si concentra sulla vita interiore. La coscienza intera si raccoglie nel cuore e rimane davanti al volto del Signore: noi sveliamo davanti a lui tutti i nostri sentimenti e cadiamo ai suoi piedi in umile pentimento, pronti a consacrare tutta la nostra vita al servizio di Lui solo. L’anima rimane in questa situazione giorno dopo giorno, dal momento in cui ci svegliamo fino a quando il sonno non chiude nuovamente i nostri occhi, passando attraverso tutte le attività e le occupazioni della giornata. Con lo stabilirsi di una disciplina simile, la sregolatezza, che regnava nell’anima fino a quel momento, scompare.
L’impressione d’incompletezza e di insoddisfazione che ci turbava prima che fosse acceso nei nostri cuori il fuoco spirituale, gl’inarrestabili vagabondaggi del pensiero a cui eravamo soggetti: tutto questo ora scompare. L’atmosfera dell’anima è ora chiara e sgombra da nuvole: rimane un solo pensiero e un solo ricordo, quello di Dio. C’è chiarezza in noi e fuori di noi e grazie a questa chiarezza possiamo notare tutti i movimenti e li possiamo giudicare in base ai loro meriti nella luce spirituale che proviene dal Signore, oggetto della nostra contemplazione. Ogni pensiero o sentimento malvagio che assalga il cuore incontra una ferma opposizione non appena si avvicina e viene respinto. Se qualcosa di male s’insinua in noi nostro malgrado, viene subito confessato umilmente al Signore e purificato tramite il pentimento interiore, o la confessione esteriore, di modo che la coscienza rimane sempre pulita di fronte al Signore. Come ricompensa per questa lotta interiore, ci viene concessa l’audacia di accostarci a Dio nella preghiera che arde incessantemente nel cuore. I1 calore permanente della preghiera è il vero respiro di questa vita, cosicché il progresso nel nostro cammino spirituale finisce non appena scompare questo calore, proprio come la vita del corpo finisce non appena cessa il respiro naturale.

LA TRASFIGURAZIONE DELL’ANIMA E DEL CORPO AD OPERA DEL FUOCO DIVINO


Non pretendo che tutto sia compiuto non appena giungiamo allo stato di comunione cosciente con Dio. Queste sono solo le fondamenta gettate per un passo ulteriore, per un nuovo capitolo nella nostra vita cristiana. Da questo momento ha inizio la trasfigurazione o spiritualizzazione dell’anima e del corpo, mentre noi partecipiamo sempre più allo spirito di vita che è in Gesù Cristo.
Avendo acquistato padronanza di sé, l’uomo comincia a far entrare in sé tutto ciò che è vero, santo e puro e a cacciar via tutto ciò che è falso, malvagio e carnale. Finora aveva fatto sforzi immani per riuscirci, ma veniva poi derubato dei frutti dei suoi sforzi in ogni momento della giornata: tutto quello che era riuscito ad ottenere veniva immediatamente distrutto. Adesso tutto è diverso: l’uomo rimane saldamente piantato sulle gambe senza cedere minimamente di fronte alle difficoltà e si comporta coerentemente a quello che è lo scopo della sua vita.
Secondo S. Barsanufio quando riceviamo nel cuore il fuoco che il Signore è venuto a portare sulla terra (Lc 12,49), tutte le facoltà umane cominciano a bruciare in noi. Quando, dopo un continuo sfregare, il fuoco finalmente si accende e i pezzi di legno cominciano a bruciare, essi scoppiettano e fumano finché non sono accesi completamente. Ma quando sono interamente in fiamme sembrano invasi dal fuoco e producono una luce e un calore piacevoli, senza più fumo né scoppiettii. Lo stesso avviene per gli uomini: ricevono il fuoco e cominciano a bruciare e solo chi lo ha sperimentato può dire quanto fumo e quanti scoppiettii ci siano; ma quando il fuoco è perfettamente acceso, allora il fumo e il rumore cessano e regna unicamente la luce. Questa è una condizione di purezza, e la via per giungervi è molto lunga, ma il Signore è misericordioso e onnipotente.
Da tutto questo appare evidente che quando un uomo ha raggiunto il fuoco della comunione cosciente con Dio, ciò che lo attende non è la pace, bensì una grossa fatica. Ma d’ora in avanti troverà la fatica lieve e ricca di frutti, mentre prima il lavoro era più arduo e sterile.


DISORDINE INTERIORE E LUCE INTERIORE
Il problema che maggiormente assilla il cercatore di Dio è il disordine interiore nei pensieri e nei desideri: tutti i suoi sforzi sono tesi a trovare il modo di eliminare questo disordine. C’è un solo modo per riuscirci: ottenere il sentimento spirituale, cioè il calore del cuore unito al ricordo di Dio.
Non appena questo calore si sarà acceso, i tuoi pensieri si calmeranno, l’atmosfera

interiore diventerà limpida, i moti dell’anima, sia buoni che cattivi, ti appariranno chiari fin dal loro nascere e avrai così il potere di allontanare subito quelli cattivi. Questa luce interiore si estende anche alle cose esterne e rende nitida la differenza tra giusto e sbagliato, dandoti la forza di perseverare in ciò che è giusto, nonostante tutti gli ostacoli. In poche parole inizi ora l’autentica vita spirituale attiva, di cui prima eri continuamente in ricerca e che, se ti era apparsa, lo aveva fatto solo in modo sporadico.
Quel desiderio di Dio di cui ho parlato prima porterà anche calore, ma è un calore momentaneo, che finisce con la fine del desiderio. Invece il calore che si sprigiona adesso nel cuore, vi rimane stabilmente e mantiene l’attenzione della mente sempre fissa nel cuore.
Quando la mente è nel cuore, abbiamo quell’unione di mente e cuore che rappresenta la reintegrazione del nostro organismo spirituale.

IL FUOCO INTERIORE PERENNE E LA VENUTA DEL SIGNORE NEL CUORE

Il Signore verrà per diffondere la sua luce sulla tua comprensione, per purificare le tue emozioni, per guidare le tue azioni. Sentirai in te stesso forze di cui prima ignoravi la esistenza. Questa, luce arriverà: impercettibile ai sensi e alla vista, invisibile e spirituale, ma efficace come null’altro. Il sintomo della sua venuta è la nascita di un fuoco costante nel cuore: quando la mente dimora nel cuore, questo fuoco perenne le infonde il ricordo di Dio e tu acquisti il potere di dimorare all’interno di te stesso e perciò tutte le tue potenzialità interiori diventano realtà. Accetti tutto ciò che è gradito a Dio e rifiuti ciò che è malvagio; compi tutte le azioni con piena consapevolezza della volontà di Dio al loro riguardo; ottieni la forza di governare l’intero corso della tua vita, sia interiore che esteriore, ed acquisti la padronanza di te stesso. L’uomo è generalmente più passivo che attivo; quando sperimenta coscientemente la venuta di Dio nel suo cuore, egli raggiunge la libertà di azione. Allora si adempie la promessa: « Se dunque il Figlio vi farà liberi, sarete liberi davvero » (Gv 8,36). Il Signore ti porta tutto questo e non qualche cosa di completamente sconosciuto.

NON CERCARE DI MISURARE I TUOI PROGRESSI
Il calore del cuore è una buona cosa che deve essere salvaguardata e mantenuta. Se si indebolisce, devi continuamente ravvivano, raccogliendoti interiormente e invocando Dio. Per evitare che questo calore ti abbandoni, devi bandire la distrazione del pensiero e le impressioni che ti vengono dai sensi, tutte cose incompatibili con questo stato d’animo. Evita l’attaccamento del cuore a qualsiasi cosa visibile o l’assorbimento dell’attenzione in qualche preoccupazione mondana. La tua attenzione a Dio sia incrollabile e la tensione del tuo corpo non sia mai allentata, come la corda di un arco o come un soldato durante una sfilata. Ma la cosa più importante è di pregare Dio e chiedergli di prolungare questo dono misericordioso del calore del cuore.
Se ti viene in mente la domanda « Ci sono arrivato? », adotta come regola una volta per tutte quella di scacciare senza pietà tutte le domande di questo tipo non appena ti si presentano davanti. Esse provengono dall’avversario: se indugi per dare una risposta, l’avversario pronuncerà senza indugio la decisione: « Sì, ci sei arrivato! Ti sei comportato proprio bene! » Da quell’istante preciso cominci a montare in superbia, a nutrire illusioni su te stesso e a pensare che gli altri siano dei buoni a nulla. La grazia svanirà, ma l’avversario ti farà credere di possederla ancora: così crederai di possedere qualcosa, mentre in realtà non avrai assolutamente nulla. I santi Padri hanno scritto: «Non valutarti »; se credi di poter rispondere a qualche domanda riguardante i tuoi progressi, significa che stai iniziando a misurarti per vedere quanto sei cresciuto. Ti supplico di evitare questo come eviteresti il fuoco.

I DUE TIPI DI CALORE

Il calore vero è un dono di Dio, ma c’è anche un calore naturale che è frutto dei nostri sforzi e degli atteggiamenti passeggeri. I due sono lontani quanto il cielo è lontano dalla terra. All’inizio non si può sapere con chiarezza di quale tipo di calore si tratti: questo si manifesta solamente più tardi.
Mi dici che i pensieri ti stancano, che non ti permettono di restare saldamente davanti a Dio: questo è un segno che il tuo calore non proviene da Dio ma da te stesso. La primizia del calore di Dio è l'unione di tutti i pensieri in uno solo e la loro incessante concentrazione su Dio. Pensa alla donna alla quale si fermò improvvisamente il flusso di sangue: similmente, quando ricevi il calore di Dio, il flusso dei tuoi pensieri si arresta.
Che cosa bisogna fare allora? Conserva pure il calore naturale, ma non attribuirgli nessun valore e consideralo solo una specie di preparazione al calore di Dio. Poi, soffrendo per la scarsa risonanza che ha nel tuo cuore il calore divino, prega incessantemente e con gemiti: « Sii misericordioso! Non togliere da me il tuo volto! Fa’ splendere su di me la tua faccia! » Nello stesso tempo, aumenta le pratiche ascetiche, riducendo il cibo e il sonno e aumentando il lavoro. Infine rimetti tutto nelle mani di Dio.


CALORE FISICO, CALORE LUSSURIOSO, CALORE SPIRITUALE
Secondo Speransky coloro che hanno zelo per la vita spirituale iniziano con l’invocazione: « Signore, abbi pietà! », ma ben presto superano questa fase; anche noi abbiamo sperimentato questo. La fiamma, una volta accesa, brucia da sola e nessuno sa di cosa si nutra. Qui sta il mistero. Solo al momento in cui rientriamo in noi stessi, troviamo nuovamente l'invocazione: « Signore, abbi pietà! » nei nostri pensieri.
Le parole di questa preghiera sono: «Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio, abbi pietà di me », oppure « Gesù, Figlio di Dio, abbi pietà di me
».
La fiamma di cui parlo non si accende immediatamente, ma solo dopo molte fatiche, quando sorge nel cuore un certo calore, che aumenta sempre più e che brucia sempre più intensamente durante la preghiera interiore. La preghiera al Signore, offerta dal profondo, genera calore spirituale. I Padri fanno una netta distinzione fra tre tipi di calore:
1) calore fisico, che è cosa buona ed è il risultato della concentrazione delle nostre facoltà nella regione del cuore tramite l’attenzione e lo sforzo,
2) calore lussurioso e carnale, prodotto in noi dall’avversario,
3) e calore spirituale, sobrio e puro. Quest’ultimo è di due tipi: naturale frutto cioè dell’unione tra la mente e il cuore o dono della grazia.
L’esperienza c’insegna come distinguere i vari tipi. Quest’ultimo calore è pieno di dolcezza e perciò desideriamo conservarlo, sia a motivo della dolcezza in sé, sia perché reca la giusta armonia ad ogni cosa interiore. Ma chiunque si sforzi di mantenere ed aumentare questo calore unicamente a motivo della sua dolcezza, darà vita in se stesso ad una specie di edonismo spirituale. Perciò coloro che sono sobri, non fanno attenzione a questa dolcezza, ma cercano soltanto di essere saldamente radicati davanti al Signore, arrendendosi completamente a Lui e affidandosi nelle sue mani. Costoro non si adagiano nella dolcezza che promana da quel calore, né vi fissano la loro attenzione. Ma è anche possibile concentrare tutta l’attenzione su questa sensazione di dolcezza e di calore, deliziandosi in essa come in una camera o un vestito caldo, e fermarsi a questo punto, senza cercare di salire più in alto.
Alcuni mistici non vanno oltre questo stadio, e lo considerano come il gradino più alto raggiungibile dall’uomo: li immerge in una sorta di vuoto, in una sospensione assoluta di qualsiasi pensiero. Si tratta in questo caso dello « stato di contemplazione » raggiunto da alcuni mistici.

INTERIORITÀ E CALORE DEL CUORE

Il mondo spirituale è aperto a colui che vive interiormente. Restando nel nostro intimo e contemplando la visione di un altro mondo, risvegliamo nei nostri sentimenti spirituali una sensazione di calore, e, a sua volta, questa sensazione di calore spirituale ci rende capaci di dimorare nell'intimo e risveglia la consapevolezza dell'esistenza di una realtà spirituale interiore. La vita spirituale progredisce grazie all'azione reciproca di questi due fattori: l’interiorità e il calore. Colui che vive questo sentimento interiore di calore del cuore si ritrova con lo spirito legato e vincolato, ma lo spirito di una persona che manchi di questo calore vagabonderà in continuazione. Perciò se desideri un’interiorità più costante, sforzati di ottenere il calore del cuore, ma sforzati anche di entrare e di rimanere nel tuo intimo. Questo è il motivo per cui chi cerca unicamente di raccogliersi nella mente
senza calore del cuore fatica invano: in un attimo infatti tutto scompare. Non c’è quindi nulla da stupirsi se, nonostante tutta la loro istruzione, gli scienziati non riescono mai a raggiungere la verità: lavorano soltanto con la testa.

CALORE INTERIORE E ABITAZIONE NEL CUORE

Nella vita spirituale è molto importante riuscire a provare un sentimento di calore. Chi prova questa sensazione è già raccolto in se stesso nel proprio cuore. La nostra attenzione è sempre legata alla parte più attiva di noi, perciò se il cuore è attivo
cosa che è resa manifesta da questa sensazione di calore allora noi abitiamo nel cuore.

CONSERVARE IL CALORE E IL RACCOGLIMENTO

Non appena ti svegli al mattino, cerca di raccoglierti interiormente e di suscitare in te un sentimento di calore. Questa deve essere considerata la tua situazione normale: non appena essa cambia, puoi essere certo che qualcosa nel tuo intimo non è in ordine. Dopo che al mattino sei riuscito ad ottenere questa condizione di calore e di raccoglimento, devi svolgere tutti i tuoi compiti in modo tale da non distruggere quest’ordine interiore e, non appena ne hai la possibilità, fa’ ciò che è in grado di favorire questa condizione. Non far mai nulla che possa distruggerla, significherebbe diventare nemico di te stesso. Datti invece come regola la conservazione del raccoglimento e del calore, restando con il pensiero rivolto a Dio. Questa sola cosa ti indicherà poi ciò che devi fare e ciò che invece devi fuggire.
La Preghiera di Gesù è un aiuto potentissimo in questo. La sua pratica dovrebbe diventare così a abituale da essere ripetuta incessantemente nel più profondo del cuore. Ma quest’abitudine non prenderà piede senza uno sforzo costante. Se ancora non hai quest’abitudine, devi metterti al lavoro immediatamente. Ho l’impressione che tu la pratichi solo quando reciti le orazioni previste: la Preghiera di Gesù ha certamente il suo posto anche lì, ma devi praticarla incessantemente mentre sei seduto e mentre cammini, mentre mangi e mentre lavori. Se non è saldamente radicata nel tuo cuore, lascia perdere qualunque altra cosa e pratica unicamente la Preghiera di Gesù, finché non si sia fissata in te: questo compito è molto semplice.
Resta in piedi o siediti in atteggiamento di preghiera davanti alle icone e riporta la tua attenzione dove c'è il tuo cuore, poi, senza fretta, recita la Preghiera di Gesù ricordandoti costantemente della presenza di Dio. Continua così per mezz’ora, un’ora o anche di più: agli inizi sarà un pò duro, ma una volta presa l'abitudine, ti verrà spontaneo come il respiro.
Quando avrai stabilito questa disciplina interiore, la vita spirituale
o l'opera spirituale,come viene chiamata inizierà in te. A questo la prima cosa richiesta è una coscienza pura, irreprensibile non solo nei confronti di Dio, ma anche di fronte agli uomini, a te stesso e addirittura di fronte agli oggetti inanimati. Se qualche cosa, anche di poca importanza, s’insinua nei tuoi pensieri e nelle tue parole e disturba la tua coscienza, pentiti subito interiormente davanti a Dio che vede tutto e che metterà pace nella tua coscienza.
Rimane poi la battaglia con i pensieri che continueranno spesso a ronzarti attorno come zanzare fastidiose. Devi imparare da solo a vincerli: l’esperienza ti sarà maestra. Voglio però darti almeno un consiglio: è normale che i pensieri girino intorno alla testa e ciò non ha importanza; stai attento invece a quelli che ti trafiggono il cuore come una freccia, lasciando un segno come la freccia lascia una cicatrice. Mettiti subito all’opera e cancella questo segno con la preghiera, rimpiazzandolo con il sentimento opposto. Ma se si mantiene il calore interiore, casi simili sono rari e poco gravi.

TUTTO E' NELLE MANI DI DIO

Dove c’è lo zelo, lì è presente anche, come fiamma, la grazia dello Spirito Santo. La fiamma viene alimentata dall’olio e l’olio spirituale è la preghiera. Non appena 1a grazia tocca il cuore, il seme della preghiera vi è deposto e subito la mente e il cuore si volgono verso Dio: i pensieri divini allora nascono spontaneamente.
La grazia di Dio orienta l’attenzione della mente e del cuore verso Dio e la tiene fissa su di Lui. Poiché la mente non resta mai inattiva, quando è rivolta verso Dio pensa a Lui. Questo è il motivo per cui il ricordo di Dio è il compagno fedele dello stato di grazia. Il ricordo di Dio non è mai ozioso ma ci porta immancabilmente a meditare sulla perfezione di Dio e sulla sua bontà, la sua verità, la creazione, la sua provvidenza, la redenzione, il giudizio e la ricompensa. Tutte queste realtà insieme costituiscono l’universo di Dio o il regno dello Spirito. Colui che è pieno dì zelo vive sempre in questo regno e, nello stesso tempo, il vivere in questo regno aiuta e ravviva lo zelo. Ogni elemento di questo regno è come un pezzo di legno per il fuoco spirituale: tieni sempre un po’ di questa legna a portata di mano e, appena ti accorgi che il fuoco dello zelo diminuisce, prendi un pezzo di legno della tua catasta spirituale e attizza il fuoco; vedrai che tutto andrà bene. Da tutti questi moti spirituali si sprigionerà il timore di Dio e rimarrai in adorazione davanti a Dio nel tuo cuore. Questo timore di Dio è il custode e il difensore dello stato di grazia; immergiti in questo timore, rifletti profondamente su di esso ed imprimitelo a fondo nella coscienza e nel cuore. Ravvivalo costantemente in te ed esso a sua volta ti riempirà di vita.
La tua soffitta è esattamente come una cella nel deserto. Ti è possibile non vedere né sentire nulla, puoi leggere un po’ e riflettere, puoi pregare e di nuovo metterti a riflettere: non c’è bisogno d’altro. Ah, se Dio ci volesse concedere il calore del cuore e fissarlo in noi. Una coscienza pura e una preghiera incessante a Dio producono generalmente questo calore, ma tutto è nelle mani di Dio.

Tratto da: CARITONE DI VALAMO, L'ARTE DELLA PREGHIERA - Ed. GRIBAUDI, a cui si rimanda per le note e l'approfondimento.<
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