¡EL DIQUE CONTRA EL MODERNISMO!
El Modernismo ha entrado a saco en el recinto sacro de Dios.
Lo sabemos todos, tanto los modernistas como los católicos verdaderos.
Es una realidad muy dolorosa, que a muchos les cuesta aceptar y reconocer.
Sabemos, como dice San Pablo, que hay hermanos débiles en la fe. No porque su fe sea menor, sino porque se escandalizan más fácilmente de los escándalos que se producen en el recinto sacro de la Iglesia.
Estos hermanos, sencillos y pequeños, creen que es invención de la prensa que un Papa pueda decir que "Dios no es católico", que "todos los seres humanos somos hijos de Dios", que para ser una familia católica no hace falta parir "como conejas". ¿Cómo el Papa va a decir esas cosas? ¡Es imposible! Tiene que ser invención de la prensa y de los medios de comunicación.
Pero eso no es sólo cuestión del momento presente.
¿Cómo un Papa va a decir mentiras y afirmar que la Santa Misa Tradicional nunca ha estado prohibida por la Iglesia? En todo caso será que los curas, que son unos sinvergënzas y unos mundanos, desde hace cincuenta años decidieron por sí mismos celebrar la mal llamada Misa Nueva, pero por su propia voluntad.
Y estos mismo hermanos débiles en la fe, movidos no por la fe sobrenatural, sino por un sentimentalismo religioso, adoctrinados por las imágenes de la televisión y por los nefastos ejemplos de los últimos Papas, se han creído en la obligación de "ponerse al día" y aceptar a los judíos talmúdicos como "hermanos mayores en la fe", a los adoradores del ídolo Alá como hermanos adoradores del único Dios Creador, y al hereje Lutero como "maestro común de evangélicos y de católicos!
Estas lindezas las vienen escuchando y tragando la inmensa mayoría de católicos, como quien escucha una ópera de Verdi o como quien se bebe un refrescante zumo de naranja.
Pero lo más grave no es que la mentira haya sido tragada y digerida por los católicos "débiles en la fe".Lo escandaloso es que el Sacro Colegio Cardenalicio, el Cuerpo episcopal en pleno y la mayoría absoluta del clero, además de tragarse los camellos de semejante impostura han hecho cuanto han podido para que los "pequeños" se tragasen también y sin recelos las píldoras venenosas de la herejía, del error y de la impiedad.
La película que a todos nos espera en el juicio final va a resultar sobremanera entretenida e interesante.
Es más fácil y más cómodo unirse a la turba que vocifera, ¡crucifícale, crucíficale! Es más fácil lavarse las manos como el hipócrita Pilatos para no poner en peligro el sillón sobre el que posar las propias posaderas.
Es más fácil dejarse guiar como borregos por la "autoridad legítima", sin pararse a reflexionar sobre los dictados y la autoridad de Aquél, gracias al cual reinan y gobiernan los Señores y las autoridades religiosas y civiles de la tierra.
La obediencia de Nuestro Señor Jesucristo es una iluminación sobrenatural de la inteligencia y de la voluntad, un impulso divino que nos hace verdaderamente libres para aceptar gustosamente, aunque muchas veces con dolor y sufrimiento, la voluntad salvadora del Padre.
La obediencia de los modernistas es falsa, es un timo, una estratajema para hacernos esclavos de sus trejemanejes humanos, de sus alianzas, de sus políticas y de sus cálculos mezquinos.
La obediencia de los modernistas es una revolución descarada "con capa y tiara"; una revolución liberal, naturalista y al fin atea.
Por la vía de la falsa obediencia se ha desmantelado la Iglesia, se la ha reducido a ruinas, se la ha esclavizado con gruesas cadenas manejadas por el Poder oculto- quien quiera entender que entienda-.
Por la vía de la falsa obediencia se viene ejercitando una tiranía inaudita sobre todos aquellos que quieren permanecer y morir católicos. ¡Es la esclavitud del Príncipe de este mundo!
Por la vía de la falsa obediencia se ejerce una tiranía despótica sobre las almas de los creyentes obligándolos a infectarse de doctrinas falaces y al ejercicio de unas prácticas religiosas que harían revolverse en sus tumbas a sus padres y antepasados en la fe.
¡El Modernismo es un cáncer, una lepra, una infección mortal que está matando al Cuerpo Místico de Cristo en la tierra!
¡"Médico, cúrate a tí mismo"! Los primeros que se han de curar de esta pestilencia son los Pastores: Papas, Cardenales, Obispos, Sacerdotes, Diáconos y Religiosos.
Es a partir de ellos como esta peste se extiende como un reguero de pólvora hasta infectar a los fieles, e incluso a los infieles que miran y escuchan a la Iglesia.
La pestilencia del Modernismo se mueve apuradamente, como una catarata, de arriba hacia abajo, infectándolo todo,devastándolo todo: seminarios, noviciados, universidades, escuelas, parroquias, familias.
¿Queda algo que no haya sido arrasado en estos últimos cincuenta años?
El Modernismo es el arma letal que Satanás viene empleando para atacar a Cristo y a los cristianos de nuestro tiempo.Pero él, que es "Padre de la mentira" y "homicida" sabe bien cómo engañar y cómo matar a las almas.
Satanás engaña haciendo que desviemos la mirada. Satanás engaña haciendo que los guardianes de la Iglesia se equivoquen en el diagnóstico de las enfermedades espirituales que se están cebando sobre la catolicidad.
Un diagnóstico falso y equívoco conduce a la muerte del enfermo.
Los vigilantes de la Iglesia no diagnostican de la enfermedad del Modernismo, porque ellos mismo están infectados y desconocen su enfermedad. ¿Cómo van a diagnosticar certeramente y a curar a sus pacientes?
Satanás, además de saber engañar, también es experto en matar. Detrás del engaño del diagnóstico viene la muerte, porque se pretende sanar a las almas de la pestilencia del Modernismo con remedios modernistas. Lejos de sanar y curar, la enfermedad se va extendiendo como una plaga cuyo trágico final es la muerte espiritual de las almas.
¿Es posible frenar y poner barreras a esta peste que arrasa a la Iglesia?
¡Claro que es posible!
¡Hay que volverse hacia Dios!
¡Hay que volverse hacia el Médico Divino!
¡Hay que clamar desde lo profundo del alma y con fe: "¡Señor, si quieres puedes sanarme"!
Y el Señor, claro que quiere sanarnos´Él está siempre dispuesto a curarnos, a sanarnos, a fortalecernos, a librarnos de las garras mortales del Maligno enemigo.
¿Dónde ha vencido el Redentor a Satanás? ¡En el Calvario! ¡En el árbol de la Cruz!
La medicina contra la peste modernista está en el Sacrificio de la Cruz, y el Sacrificio de la Cruz es aquél que se renueva en nuestras altares, en la celebración de la Santa Misa.
Nuestro Señor no venció a Satanás mediante la Cena Pascual, ni mediante una reunión fraterna con sus Apóstoles, ni con sus discípulos, ni con sus amigos.
Jesús venció a Satanás en la Cruz levantada sobre el Monte calvario.
Jesús venció a Satanás con la Santa Misa, que es el Sacrificio de su Cuerpo entregado y de su Sangre derramada para el perdón de los pecados.
La Santa Misa Tradicional expresa de una manera mucho más evidente y clara el carácter sacrificial de la Misa. Por eso los Modernistas la odian, la aborrecen, no quieren ni oír mentarla.
La Santa Misa Tradicional, que antes que nada es el culto ofrecido a Dios e instituido por el mismo Dios, tiene al mismo tiempo un valor pedagógico para las almas como ninguna otra cosa.En ella se contiene y se refleja la plenitud de la verdad católica, todos los dogmas de la fe y todas las virtudes ejercitadas por el Dios hecho Hombre, por la Bienaventurada Virgen María, por San José y por todos los Santos. Todas aquellas virtudes, tanto las infusas, como las virtudes morales que el cristiano ha de ejercitar para ser Uno con Cristo y con su Cuerpo Místico.
El Señor, que no abandona a su Iglesia, y la Virgen Santísima que es Madre de todos los Redimidos han suscitado en la catolicidad un renacer de la Santa Misa Tradicional. Y lo han hecho contra la labor en contra de muchos Cardenales, Obispos y Sacerdotes.
Ellos han regalado a su Iglesia nuevamente el Rito Romano de la Santa Misa Tradicional.
¡Es la hora de los seglares! ¡Es la hora del Pueblo fiel!
Es el Pueblo de Dios el que ha de hacer frente a esta herejía del Modernismo, "obligando" y "forzando" a sus Pastores a que les den lo que en derecho Dios les ha dado: El Rito Tradicional de la Santa Misa.
Porque en él y a través de él, además de la plenitud de las gracias divinas, van a encontrar la inspiración, la fuerza y las enseñanzas que necesitan para vivir en plenitud su fe católica en medio de esta horrible tempestad que ya se prolonga en demasía.
Vale la pena desplazarse las familias allí donde se celebra la Santa Misa Tradicional. No hay ni habrá tiempo, dinero, ni sacrificio mejor empleados que este. Por ahí vendrá la renovación de la Iglesia, la sanación de las almas, la fortaleza para luchar contra los enemigos de la fe y de la salvación.
La Santa Misa Tradicional es el primero, el principal y el más fuerte de los diques para detener y para llegar a derrotar el Modernismo que infecta la Iglesia.
Ante una Jerarquía que mira con malos ojos a la Santa Misa Tradicional y que en infinidad de casos intenta intimidar y acobardar a los sacerdotes dispuestos a celebrar el Rito Tradicional, los seglares han de ser los abanderados en animar, sostener, defender y apoyar a estos sacerdotes ante la Autoridad.
P. Manuel María de Jesús F.F.