Póstrense cada día en adoración a Jesús. Reconozcan en ese Niño al Dios hecho hombre. Pidan a la Madre y Reina María que les enseñe a adorar a Jesús.
Hijos, la adoración es importante para los Apóstoles de los Sagrados Corazones Unidos de Jesús y de María. El incienso de la oración y de la alabanza hace grandes maravillas en los hijos de Dios. Por eso, alaben sin cesar el Nombre del Señor. Pidan al Espíritu Santo el oro de la caridad, el oro del perdón, el oro de la fe, para que puedan vivir como los hijos que Dios quiere.
Vivan la mirra del sacrificio, de la penitencia. Todo lo que están sufriendo en el momento presente, cualquier sufrimiento por muy pequeño que sea, ofrézcanlo al Padre, como una oración, y no desconfíen de su infinito amor. Porque Él siempre les espera, siempre les escucha, siempre interviene a la hora providente. Confíen en su amor.