(Foto: Proyecto de la Casa de la Familia Abrahámica en Abu Dabi)
“En comunión con el Papa Francisco[1], la Conferencia Episcopal Argentina hace suya e invita cordialmente a unirse a Líderes y Comunidades Religiosas presentes en nuestro país, a la Oración por la Humanidad a realizarse el próximo 14 de mayo.”
Así reza el comunicado[2] de la Conferencia Episcopal Argentina del 5 de mayo relativo a la invitación de Francisco a unirse a la propuesta[3] efectuada por el Alto Comité para la Fraternidad Humana[4] de dedicar esa jornada a la oración y al ayuno, a fin de que Dios ponga un término a la “pandemia”[5] que supuestamente azota a la humanidad. El comunicado cita el mensaje de Francisco[6]:
“He aceptado la propuesta del Alto Comité para la Fraternidad Humana para que el próximo 14 de mayo creyentes de todas las religiones se unan espiritualmente en un día de oración, ayuno y obras de caridad para implorar a Dios que ayude a la humanidad a superar la pandemia del coronavirus.”
Al decir que “acepta” la propuesta del “Alto Comité”, Bergoglio nos toma por tontos. Expliquémonos. ¿Qué es ese “Alto Comité”? Es un organismo formado[7] en agosto de 2019, a instancias de Francisco y del Gran Imán Ahmed Al-Tayeb, para promover los objetivos contenidos en el Documento sobre la Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común, firmado por ambos en febrero de 2019 en Abu Dabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, y presidido por el cardenal Miguel Ángel Ayuso Guixot, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso.
La misión de dicho “Comité” es la de implementar la nueva religión global de la “Fraternidad Humana” concebida por Bergoglio, quien utiliza hábilmente al Gran Imán como partenaire para despistar un poco, evitando que la atención se focalice exclusivamente en él y en el Vaticano. Y por cierto, qué mejor que un miembro de la numerosa y acaudalada comunidad islámica para empezar a reclutar “creyentes” de otras “tradiciones religiosas”, y dar así visos de credibilidad y de legitimidad a su plan de religión global.
En dicho documento[8] puede leerse lo siguiente: “El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos.” Lo cual es no solamente falso, sino, sobre todo, herético y blasfematorio.[9]
Poco tiempo después, el 5 de septiembre, en Maputo, capital de Mozambique, con motivo de un encuentro interreligioso, Francisco repetiría la misma blasfemia:
“Gracias por estar presentes las distintas confesiones religiosas. Gracias por animaros a vivir el desafío de la paz y a celebrarla hoy juntos como familia; también a aquellos que sin ser parte de alguna tradición religiosa estáis participando. Es hacer la experiencia de que todos somos necesarios, con nuestras diferencias, pero necesarios. Nuestras diferencias son necesarias.”[10]
El “Alto Comité” tuvo su primera reunión oficial en Nueva York, en septiembre del año pasado. Cito la página web del organismo:
“El 20 de septiembre de 2019, los miembros del Comité Superior de Fraternidad Humana se reunieron con líderes religiosos, políticos y sociales para comenzar nuestro viaje interreligioso hacia un futuro más pacífico para todos. Esta Celebración de la Fraternidad Humana se centró en la curiosidad y el diálogo como un medio para promover la aceptación y la tolerancia entre las personas de buena voluntad con diferentes creencias, culturas y tradiciones. Este evento fue sólo la primera Celebración de la Fraternidad Humana. A medida que el Comité Superior de Fraternidad Humana continúe su trabajo para realizar las aspiraciones del Documento sobre Fraternidad Humana, los eventos y actividades futuras involucrarán a líderes y audiencias adicionales en todo el mundo.”[11]
Veamos ahora lo que dice el “Alto Comité” -es decir, Bergoglio, a través de su paje, el cardenal Ayuso- en su “Llamamiento a la oración” del 2 de mayo:
“Para alcanzar los objetivos del Documento de Fraternidad Humana, el Comité Supremo propone el próximo jueves 14 de mayo, como un día de oración y súplica por la humanidad. El Comité llama a todos los líderes religiosos y personas de todo el mundo a responder a este llamamiento humanitario y acudir al Todopoderoso con una sola voz para preservar a la humanidad, ayudarla a superar la pandemia y restablecer la seguridad, la estabilidad, la salud y el desarrollo, para hacer nuestro mundo, después de la finalización de esta pandemia, más humano y fraterno que nunca.”[12]
En cuanto al fondo, la idea subyacente es la misma de Juan Pablo II al convocar las “Jornadas interreligiosas de Asís”, esto es, que todas las “religiones”, de suyo, son medios válidos y eficaces para dirigirse a Dios, puesto que el “Espíritu” obra en ellas.
Para ilustrar esto, cito lo que dijo en su Audiencia General del 9 de septiembre de 1998:
“De esta apertura primordial del hombre con respecto a Dios nacen las diferentes religiones. No pocas veces, en su origen encontramos fundadores que han realizado, con la ayuda del Espíritu de Dios, una experiencia religiosa más profunda. Esa experiencia, transmitida a los demás, ha tomado forma en las doctrinas, en los ritos y en los preceptos de las diversas religiones. En todas las auténticas experiencias religiosas la manifestación más característica es la oración. Teniendo en cuenta la constitutiva apertura del espíritu humano a la acción con que Dios lo impulsa a trascenderse, podemos afirmar que toda oración auténtica está suscitada por el Espíritu Santo, el cual está misteriosamente presente en el corazón de cada hombre. En la Jornada mundial de oración por la paz, el 27 de octubre de 1986 en Asís, y en otras ocasiones semejantes de gran intensidad espiritual, hemos vivido una manifestación elocuente de esta verdad.”[13]
Huelga decir que esto es modernismo puro, es decir, gnosis panteísta y evolucionista revestida de un lenguaje “cristiano”, en la línea de un Hegel, un Teilhard de Chardin o un Rahner. Dios reside a priori en las profundidades de la conciencia humana, de manera “trascendental”, y de la experiencia mística individual que de esta presencia divina resulta, van surgiendo las diversas religiones, a posteriori, explicitadas en las “categorías” conceptuales propias a cada cultura, las que reflejan más o menos fielmente esa común experiencia primordial. De ahí la legitimidad y la necesidad de las diferentes “tradiciones religiosas”. Todas son canales auténticos para acceder a la “divinidad” subyacente en nuestro psiquismo.
Como vemos, el plan de unificación religiosa mundial que Bergoglio se esmera en concretar comenzó hace ya 34 años con Wojtyla, quien fue el primer papa conciliar en poner en práctica a gran escala los falsos principios ecuménico-modernistas sentados en los documentos subversivos del CVII.
Desde entonces, toda la praxis y la “pastoral” ecuménico-interreligiosa del Vaticano mira a la realización de esta empresa globalista. Bergoglio no es sino el último eslabón de una cadena ininterrumpida de eclesiásticos modernistas comprometidos con la implementación de dicho objetivo, todos los cuales se han servido maquiavélica e inescrupulosamente del gran prestigio y de la inmensa autoridad moral que el supremo pontificado les confiere.
Daré a continuación dos citas esclarecedoras. Esto decía Francisco en su Video del Papa[14] de enero de 2016:
“Muchos piensan distinto, sienten distinto, buscan a Dios o encuentran a Dios de diversa manera. En esta multitud, en este abanico de religiones, hay una sola certeza que tenemos para todos: todos somos hijos de Dios.”
Bergoglio dice que hay “una sola certeza”. Pero esto es problemático, para emplear un eufemismo. Por empezar, el Credo tiene doce artículos. Además, hay muchos dogmas de fe que no se encuentran contenidos en él. Y para colmar la medida de lo absurdo, precisamente la única certeza que se jacta de poseer resulta ser ciento por ciento falsa. Iré incluso más lejos, atreviéndome a afirmar que se trata de una mentira colosal, dado que es imposible que un sacerdote, religioso jesuita -con la intensa formación intelectual que esto implica-, luego devenido obispo, cardenal y finalmente “papa”, ignore la doctrina de la Iglesia al respecto.
La “única certeza” de Francisco es que todos somos “hijos de Dios”
Él no habría mentido si hubiese dicho: “Yo, Jorge Bergoglio, tengo esta única certeza en materia religiosa: que todos los hombres somos hijos de Dios”. Esta creencia que él tiene el descaro de enunciar públicamente, en un documento oficial del Vaticano, en el cual él no habla como persona privada, sino como supuesto Soberano Pontífice de la Iglesia Católica y Vicario de Jesucristo, refleja acabadamente la doctrina gnóstico-panteísta que profesa. LEER...