Jueves 4 de octubre de 2007 San Francisco de Asís Desde hace ya un tiempo, Nuestro Señor me ha hecho desear tener la adoración los jueves, en agradecimiento por la Santa Eucaristía, y, también, en agradecimiento por el misterio del sacerdocio. Después de la misa, me confesé con el capellán del monasterio. Él me confirmó ciertas cosas que tenían que ver con las resistencias de la gracia que confesé. Él me dirigió hacia los santos, a algunas cosas que corresponden exactamente a la fuerte atracción hacia la amistad con los santos que han marcado siempre mi vida.
” Durante mi acción de gracias, pensando le pregunté al Señor, si este llamado a la adoración y reparación sacerdotal era solo para mí o si debía vivirlo con otros, yo creo que le escuché decir: No, Yo te daré hermanos e hijos.
Yo debo agregar que el libro de Dom Vandeur que me fue enviado sin haberlo solicitado—llegó precisamente en el momento cuando yo estaba preparado para empezar el retiro— describe perfectamente el llamado a la Eucaristía-sacerdotal que creo escuché venir a mí de Nuestro Señor, Sacerdote, Víctima y Altar.
Yo no sé dónde ni cuándo ni cómo este llamado será realizado. Solo sé que es urgente y que el tiempo apremia. A mí me parece ver un pequeño núcleo monástico con numerosos sacerdotes-adoradores- reparadores asociados. Sé desde hace algún tiempo que debo hacer algo para la santificación y la sanación espiritual de los sacerdotes.
Estaré en un trabajo de hospitalidad espiritual para sacerdotes, en un lugar iluminado por la adoración Eucarística y donde la belleza de la Sagrada Liturgia, incluyendo el Oficio coral, será como un bálsamo sanador sobre las heridas de los sacerdotes quienes serán bienvenidos.
Yo no sé si esto será hecho en colaboración con una comunidad de monjas o no. No me atrevo a avanzar demasiado ni puedo excluirlo por completo. El lugar tendrá que ser bello y acogedor, todo en el resplandor del Santísimo Sacramento expuesto. Me pareció entender que ahí se encontrarán sacerdotes adorando y haciendo reparación por otros sacerdotes, y entre estos estarán algunos sacerdotes penitentes y rehabilitados.
Carismas y gracias serán dadas allí en abundancia. La Virgen María, mi Madre del Perpetuo Socorro, la Mediadora de Todas las Gracias, cuidará después todos los detalles, como lo hizo con la casa de San Juan cuando ella vivió con él. Todo esto llegará a ser posible mediante mi permanencia en adoración y reparación delante del Rostro Eucarístico de Jesús en el nombre de Sus sacerdotes, para ofrecerlos a Su Corazón abierto.
5 de octubre de 2007 Primer viernes del mes Santa Faustina y el beato Bartolo Longo Oh Virgen María, mi Madre del Perpetuo Socorro, mis manos están en tus manos y mi corazón está en tu Corazón, y esto será para siempre. Mantenme en la verdad. Conságrame en la verdad. 1 Espera Israel al Señor; Porque en Él hay misericordia. Y abundante redención con Él. “ET COPIOSA APUD EUM REDEMPTIO” SALMO 129 [130]:7
Él desea lograr la redención espiritual de los sacerdotes en esclavitud al mal, la iluminación espiritual de los sacerdotes que viven en la oscuridad, la sanación espiritual de los sacerdotes heridos—y todo esto mediante la adoración al Santísimo Sacramento, con la presentación de los sacerdotes al Rostro Eucarístico de Jesús y por la ofrenda de sacerdotes a Su Corazón abierto en la Eucaristía.
Yo siento que estoy totalmente en la verdad, tal vez, por primera vez en mi vida. Mi vida entera me ha preparado para esta misión, para este llamado a la adoración y a la reparación—por un sacerdote para sacerdotes.
Todo el mal que experimenté, sufrí e infligí sobre otros, será redimido, no por mí, sino por Él, que está siempre trabajando en la Eucaristía para redimir a los pecadores y a los que han sido heridos por el pecado. “ET COPIOSA APUD EUM REDEMPTIO” “Apud” esto quiere decir, cerca de Él en la Eucaristía.
En el marco de una vida clásica benedictina, pero que permanece cálida por el fuego del horno de la Caridad que es el Santísimo Sacramento expuesto. Yo debo hacer uso de este pasaje en Europa para hablar con los que tienen autoridad sobre mí. Todo está listo y preparado en el paternal Corazón de Dios, en el seno del Padre, en el herido Corazón del Hijo, en la sabiduría del Espíritu Santo consagrada en María. Jesús mantenme en la verdad, conságrame en la verdad. 1 Véase Jn 17:17
El diagnóstico de mis enfermedades fue un presagio de este llamado. Fue desde aquel momento que Nuestro Señor empezó a dar vuelta a mi corazón1 dentro de la perspectiva de este diseño de Su bondad misericordiosa. Fue la Virgen María, quien obtuvo esta gracia para mí; ella quiso que me convirtiera en su San Juan, viviendo en su intimidad y en adoración de la Santísima Eucaristía.
Fue en efecto, San Juan, quien, con la Virgen María, adoró e hizo reparación por los otros Apóstoles. Juan y la Virgen María, y en medio entre ellos el Corazón abierto y el misericordioso Rostro de Cristo, de Jesús, la Hostia.
En la Eucaristía, Cristo, aunque Él está todo-glorioso, permanece eternamente Sacerdote y Víctima. La ofrenda que Él hace de Sí mismo al Padre es incesante. La Virgen María y San Juan son llevados con Él hacia ese ofrecimiento, yo debo seguirlos en este movimiento, mientras traigo conmigo un gran número de sacerdotes que son adoradores y reparadores. Jesús mantenme en la verdad. Conságrame en la verdad. El Salmo 68[69] fue mostrándome como una relectura de mi vida: mi pasado, mi presente y mi futuro. La Virgen María cuidará después los más pequeños detalles. Ninguno escapa a su atención. Ella es una Madre.