Cuarenta años del Breve Examen Crítico del Novus Ordo Missae
Il grande carabiniere della Chiesa 
El aspecto de la reforma litúrgica que nos interesa ahora y hace a nuestro tema es el de la misa, por lo cual dejamos aparte la reforma de los demás libros litúrgicos. La del misal romano se llevó a cabo en dos fases. La primera consistió en el desmantelamiento del rito clásico codificado por san Pío V y cuya última edición típica fue la del beato Juan XXIII de 1962, justo el año en el que comenzó el Vaticano II. En 1965 y en 1967 el Consilium publicó sucesivas instrucciones en fuerza de las cuales se mutilaba el ordinario de la misa y se relegaba peligrosamente el uso del latín (considerado, sin embargo, por el propio concilio como la lengua propia de los ritos latinos). Estos cambios ya pusieron sobre aviso a los católicos fieles a la tradición (a los que se comenzó a llamar “tradicionalistas”). Fue en estos años cuando comenzó a organizarse la defensa del rito antiguo, principalmente en torno a la revista francesa Itinéraires (Louis Salleron, Jean Madiran) y a UNA VOCE (véase esta entrada anterior: http://roma-aeterna-una-voce.blogspot.com/2009/04/breve-historia-de-la-fiuv-i.html). Hay que decir que estas iniciativas provenían de los seglares, aunque en el ámbito del clero se seguía también con preocupación la evolución de la reforma litúrgica. La segunda fase fue la creación de un Novus Ordo que substituyera al antiguo, para lo cual fueron admitidos a los trabajos del Consilium observadores no católicos (un talmudista judío y algunos expertos protestantes), que a menudo rebasaron su carácter meramente consultivo. El caso es que en 1967, el P. Bugnini propuso al sínodo de los obispos la llamada missa normativa, que no llegó a ser aprobada debido a los reparos de la mayoría de los padres sinodales. Dos años más tarde, sin embargo, ese mismo rito, con algunos retoques, era promulgado por Pablo VI mediante la constitución apostólica Missale Romanum de 3 de abril de 1969.
Pablo VI y los observadores protestantes del Consilium: Rev. Jasper, Dr. Shepherd,
Prof. George, pastor Kenneth, Rev. Brand y el Hno. Max Thurian de Taizé
El Novus Ordo Missae constituía el triunfo de las tesis que el movimiento litúrgico desviado había ido introduciendo en la Iglesia, primero subrepticiamente y después del concilio abiertamente (tesis contrarias a los principios que había dejado bien claros Pío XII en la carta magna de la liturgia católica que fue su encíclica Mediator Dei de 1947). Lo más llamativo era que el resultado se hallaba en abierto contraste con lo que había dispuesto la mismísima constitución Sacrosanctum Concilium. La misa del Consilium no era en absoluto la misa del Concilium. Los tradicionalistas habían tenido razón de inquietarse con las primeras modificaciones. La reforma de la misa resultaba ser, en realidad, una revolución litúrgica. No se había tratado sólo de una refundición o adaptación del antiguo rito según una legítima evolución homogénea: se estaba delante de una verdadera y propia innovación. El mismo artífice del Novus Ordo, monseñor Bugnini, admitió que se habían dado a los ritos estructuras nuevas (la substitución del antiguo ofertorio pre-sacrifical por una presentación de ofrendas de origen judío da buena fe de ello).
¿Qué sostenía este examen del Novus Ordo? En líneas generales he aquí sus puntos principales:
2.- La supresión de todo aquello que habla de un sacrificio propiciatorio ofrecido a Dios (que es lo que los portestantes niegan).
3.- La disminución del sacerdote celebrante, reducido a mero « presidente de la asamblea ».
4.- El silencio sobre la Trnasubstanciación y la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía.
5.- El cambio del modo activo (infra-actionem) al modo narrativo en el momento de la consagración.
6.- La multiplicación de opciones ad libitum, que atenta realmente contra la unidad dentro del mismo rito.
7.- El empleo a lo largo de todo el texto del ordinario de la misa de un lenguaje ambiguo y equívoco que abre la posibilidad a múltiples interpretaciones.
De todo ello deducían los cardenales Ottaviani y Bacci que “atendidos los elementos nuevos, susceptibles de apreciaciones muy diversas, que aparecen subentendidos o implicados, se aleja de manera impresionante, en conjunto y en detalle, de la teología católica de la Santa Misa tal como fue formulada en la XXII Sesión del Concilio de Trento, el cual, al fijar definitivamente los cánones del rito, levantó una barrera infranqueable contra toda herejía que pudiera menoscabar la integridad del Misterio”. Palabras mayores, pero que reflejaban una realidad objetiva y comprobable.

Todo y así, el escrito se envió al papa Montini, que lo remitió a la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, a fin de conocer si las críticas que el Breve Examen Crítico hacía al Novus Ordo Missae tenían fundamento teológico. El 12 de noviembre de 1969, el cardenal Franjo Seper respondió por medio de una carta al secretario de Estado cardenal Villot, cuyo contenido no fue dado a conocer, si bien monseñor Bugnini, en sus memorias, afirma (sin aportar la prueba documental) que la Institutio generalis del nuevo misal romano (en la que se expone la doctrina que subyace al rito) fue hallada conforme a la ortodoxia, quedando así desmentidas las acusaciones del alegato firmado por los cardenales Ottaviani y Bacci (foto). Algunos días después, se reunió el Consilium para estudiar las objeciones hechas al Novus Ordo, llegándose a la conclusión de que, los puntos que ofrecían dificultades en la Institutio generalis no tenían en realidad un carácter doctrinal sino pastoral y que las explicaciones de lo que era la misa contenidas en ella no tenían por qué ser exhaustivas. Sin embargo, esto estaba en contradicción con lo que el propio Bugnini había sostenido en el curso de la elaboración del rito reformado, a saber: que la Institutio generalis debía contener principios doctrinales y constituir una explicación teológica completa sobre la eucaristía.En cuanto a los cardenales firmantes de la carta a Pablo VI que acompañaba al Novus Ordo Missae, nunca recibieron una respuesta directa del Papa. Pero el cardenal Ottaviani fue recibido por éste en audiencia el 7 de diciembre y, aunque no trascendió lo que en ella se trató (oficialmente, el pontífice quería tan sólo interesarse por la salud del purpurado después de una hospitalización que sufrió), sí que fue significativo el hecho de que desde entonces el aguerrido carabiniere della Chiesa no volvió a tratar públicamente del asunto del Novus Ordo. Es significativo, no obstante, el hecho de que en su diario anote que la audiencia papal comenzó en medio de una atmósfera tensa “a causa de la carta que le enviamos Bacci y yo”. Parece ser, pues, que Pablo VI le obligó bajo obediencia a abstenerse de manifestarse al respecto. Del posterior silencio del cardenal Ottaviani han querido deducir algunos que se contentó con las seguridades que le habría dado el Papa de su perfecta ortodoxia. Otros han ido más lejos y aseguran que, en realidad, nada tuvo que ver con el Breve Examen Crítico y puso su firma de mala gana, desautorizando más tarde el escrito. Para ello sacan a relucir una supuesta carta suya al monje francés Dom Gerard Lafond fechada el 17 de febrero de 1970, en la cual lo felicitaba por una apología de la nueva misa, en uno de cuyos pasajes se afirmaba que el cardenal había sido autor de algunas de sus partes. Pero no sólo eso: también afirmaba Ottaviani que la carta que acompañaba el Breve Examen Crítico se había enviado sin su consentimiento y que para él los discursos de Pablo VI del 19 y 26 de noviembre defendiendo el Novus Ordo zanjaban la cuestión de la misa.

Sea como fuere, lo cierto es que algún resultado dio la intervención de los dos ilustres príncipes de la Iglesia, pues la entrada en vigor del Novus Ordo Missae hubo de atrasarse medio año para poder enmendar las partes más polémicas de la Institutio generalis. Se introdujeron las modificaciones que evitaban una interpretación protestante de la misa (se cambió el polémico y escandaloso artículo 7 de la Institutio) y reforzaban la interpretación católica en puntos claves como la noción de sacrifico propiciatorio, la acción del sacerdote in persona Christi, etc. Se añadió un preámbulo doctrinal de corte y estilo tridentino, pero ello no obstante, no se tocó el rito en sí mismo. A pesar de todo, su ortodoxia estaba salvada y ello se debe al Breve Examen Crítico. Esta intervención fue providencial en un momento en el que la teología católica coqueteaba con la herejía y el modernismo y en que se imponía por la fuerza una hermenéutica de la ruptura, invocando el llamado “espíritu del Concilio”, un concilio que, sin embargo, no había previsto ni habría querido lo que en su nombre después se promovió. La oportunísima requisitoria de los cardenales Ottaviani y Bacci a favor de salvar la doctrina católica de la misa fue el primer y temprano paso hacia la recuperación de la misa de siempre y por ello los católicos no podemos sino estarles profundamente agradecidos y venerar su piadosa memoria.
Nunca fue abrogadofonte:Roma aeterna