domingo, 12 de dezembro de 2010

Ven. Pius XII : "But we deem it necessary to recall that the priest acts for the people only because he represents Jesus Christ, who is Head of all His members and offers Himself in their stead. Hence, he goes to the altar as the minister of Christ, inferior to Christ but superior to the people.[83] The people, on the other hand, since they in no sense represent the divine Redeemer and are not mediator between themselves and God, can in no way possess the sacerdotal power."

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80. It is, therefore, desirable, Venerable Brethren, that all the faithful should be aware that to participate in the eucharistic sacrifice is their chief duty and supreme dignity, and that not in an inert and negligent fashion, giving way to distractions and day-dreaming, but with such earnestness and concentration that they may be united as closely as possible with the High Priest, according to the Apostle, "Let this mind be in you which was also in Christ Jesus."[80] And together with Him and through Him let them make their oblation, and in union with Him let them offer up themselves.

81. It is quite true that Christ is a priest; but He is a priest not for Himself but for us, when in the name of the whole human race He offers our prayers and religious homage to the eternal Father; He is also a victim and for us since He substitutes Himself for sinful man. Now the exhortation of the Apostle, "Let this mind be in you which was also in Christ Jesus," requires that all Christians should possess, as far as is humanly possible, the same dispositions as those which the divine Redeemer had when He offered Himself in sacrifice: that is to say, they should in a humble attitude of mind, pay adoration, honor, praise and thanksgiving to the supreme majesty of God. Moreover, it means that they must assume to some extent the character of a victim, that they deny themselves as the Gospel commands, that freely and of their own accord they do penance and that each detests and satisfies for his sins. It means, in a word, that we must all undergo with Christ a mystical death on the cross so that we can apply to ourselves the words of St. Paul, "With Christ I am nailed to the cross."[81]

82. The fact, however, that the faithful participate in the eucharistic sacrifice does not mean that they also are endowed with priestly power. It is very necessary that you make this quite clear to your flocks.

83. For there are today, Venerable Brethren, those who, approximating to errors long since condemned[82] teach that in the New Testament by the word "priesthood" is meant only that priesthood which applies to all who have been baptized; and hold that the command by which Christ gave power to His apostles at the Last Supper to do what He Himself had done, applies directly to the entire Christian Church, and that thence, and thence only, arises the hierarchical priesthood. Hence they assert that the people are possessed of a true priestly power, while the priest only acts in virtue of an office committed to him by the community. Wherefore, they look on the eucharistic sacrifice as a "concelebration," in the literal meaning of that term, and consider it more fitting that priests should "concelebrate" with the people present than that they should offer the sacrifice privately when the people are absent.

84. It is superfluous to explain how captious errors of this sort completely contradict the truths which we have just stated above, when treating of the place of the priest in the Mystical Body of Jesus Christ. But we deem it necessary to recall that the priest acts for the people only because he represents Jesus Christ, who is Head of all His members and offers Himself in their stead. Hence, he goes to the altar as the minister of Christ, inferior to Christ but superior to the people.[83] The people, on the other hand, since they in no sense represent the divine Redeemer and are not mediator between themselves and God, can in no way possess the sacerdotal power.

Ven. Pio XII : " Recordemos solamente que el Sacerdote hace las veces del pueblo, porque representa a la Persona de Nuestro Señor Jesucristo, en cuanto El es Cabeza de todos los miembros y se ofreció a Sí mismo por ellos: por esto va al altar, como Ministro de Cristo, siendo inferior a El, pero superior al pueblo. El pueblo, en cambio, no representando por ningún motivo a la Persona del Divino Redentor, y no siendo mediador entre sí mismo y Dios, no puede en ningún modo gozar de poderes sacerdotales."

Recordemos solamente que el Sacerdote hace las veces del pueblo, porque representa a la Persona de Nuestro Señor Jesucristo, en cuanto El es Cabeza de todos los miembros y se ofreció a Sí mismo por ellos: por esto va al altar, como Ministro de Cristo, siendo inferior a El, pero superior al pueblo. El pueblo, en cambio, no representando por ningún motivo a la Persona del Divino Redentor, y no siendo mediador entre sí mismo y Dios, no puede en ningún modo gozar de poderes sacerdotales.
II. Participación de los fieles en el Sacrificio Eucarístico
A) RESUMEN DE LA DOCTRINA
1º La verdad.
99. Es necesario, pues, Venerables Hermanos, que todos los fieles consideren como el principal deber y mayor dignidad participar en el Sacrificio Eucarístico, no con una asistencia negligente, pasiva y distraída, sino con tal empeño y fervor que entren en íntimo contacto con el Sumo Sacerdote, como dice el Apóstol: «Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús» (Filip. 2, 5), ofreciendo con El y por El, santificándose con El.
100. Es muy cierto que Jesucristo es Sacerdote, pero no para Sí mismo, sino para nosotros, presentando al Padre Eterno los votos y los sentimientos religiosos de todo el género humano. Jesús es Víctima, pero para nosotros, sustituyendo al hombre pecador.

101. Por esto aquello del Apóstol: «Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús», exige de todos los cristianos que reproduzcan en sí mismos, cuanto lo permite la naturaleza humana, el mismo estado de ánimo que tenía el mismo Redentor cuando hacia el Sacrificio de Sí mismo: la humilde sumisión del espíritu, la adoración, el honor y la alabanza, y la acción de gracias a la divina Majestad de Dios; exige además que reproduzcan en sí mismos las condiciones de víctima: la abnegación de sí mismos, según los preceptos del Evangelio, el voluntario y espontáneo ejercicio de la penitencia, el dolor y la expiación de los propios pecados. Exige, en una palabra, nuestra muerte mística en la Cruz con Cristo, de tal forma que podamos decir con San Pablo: «Estoy crucificado con Cristo» (Gal. 2, 19).

2º El error.

102. Es necesario, Venerables Hermanos, explicar claramente a vuestro rebaño cómo el hecho de que los fieles tomen parte en el Sacrificio Eucarístico no significa, sin embargo, que gocen de poderes sacerdotales.

103. Hay en efecto, en nuestros días, algunos que, acercándose a errores ya condenados el, enseñan que en el Nuevo Testamento, con el nombre de Sacerdocio, se entiende solamente algo común a todos los que han sido purificados en la fuente sagrada del Bautismo; y que el precepto dado por Jesús a los Apóstoles en la última Cena de que hiciesen lo que El había hecho, se refiere directamente a toda la Iglesia de fieles; y que el Sacerdocio jerárquico no se introdujo hasta más tarde. Sostienen por esto que el pueblo goza de una verdadera potestad sacerdotal, mientras que el Sacerdote actúa únicamente por oficio delegado de la comunidad. Creen, en consecuencia, que el Sacrificio Eucarístico es una verdadera y propia «concelebración», y que es mejor que los sacerdotes «concelebren» juntamente con el pueblo presente, que el que ofrezcan privadamente el Sacrificio en ausencia de éstos.

104. Inútil es explicar hasta qué punto estos capciosos errores estén en contradicción con las verdades antes demostradas, cuando hemos hablado del puesto que corresponde al Sacerdote en e1 Cuerpo Místico de Jesús. Recordemos solamente que el Sacerdote hace las veces del pueblo, porque representa a la Persona de Nuestro Señor Jesucristo, en cuanto El es Cabeza de todos los miembros y se ofreció a Sí mismo por ellos: por esto va al altar, como Ministro de Cristo, siendo inferior a El, pero superior al pueblo. El pueblo, en cambio, no representando por ningún motivo a la Persona del Divino Redentor, y no siendo mediador entre sí mismo y Dios, no puede en ningún modo gozar de poderes sacerdotales.

Ven. Pio XII : " Ricordiamo solamente che il sacerdote fa le veci del popolo perché rappresenta la persona di Nostro Signore Gesù Cristo in quanto Egli è Capo di tutte le membra ed offrì se stesso per esse: perciò va all'altare come ministro di Cristo, a Lui inferiore, ma superiore al popolo. Il popolo invece, non rappresentando per nessun motivo la persona del Divin Redentore, né essendo mediatore tra sé e Dio, non può in nessun modo godere di poteri sacerdotali."


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La partecipazione dei fedeli

È necessario dunque, Venerabili Fratelli, che tutti i fedeli considerino loro principale dovere e somma dignità partecipare al Sacrificio Eucaristico non con un’assistenza passiva, negligente e distratta, ma con tale impegno e fervore da porsi in intimo contatto col Sommo Sacerdote, come dice l'Apostolo: «Abbiate in voi gli stessi sentimenti che furono in Cristo Gesù, offrendo con Lui e per Lui, santificandosi con Lui».

È ben vero che Gesù Cristo è sacerdote, ma non per se stesso, bensì per noi, presentando all'Eterno Padre i voti e i religiosi sensi di tutto il genere umano; Gesù è vittima, ma per noi, sostituendosi all'uomo peccatore; ora il detto dell'Apostolo: «abbiate in voi gli stessi sentimenti che furono in Cristo Gesù» esige da tutti i cristiani di riprodurre in sé, per quanto è in potere dell'uomo, lo stesso stato d'animo che aveva il Divin Redentore quando faceva il Sacrificio di sé: l'umile sottomissione dello spirito, cioè, l'adorazione, l'onore, la lode e il ringraziamento alla somma Maestà di Dio; richiede, inoltre, di riprodurre in se stessi le condizioni della vittima: l'abnegazione di sé secondo i precetti del Vangelo, il volontario e spontaneo esercizio della penitenza, il dolore e l'espiazione dei propri peccati. Esige, in una parola, la nostra mistica morte in Croce con Cristo, in modo da poter dire con San Paolo: «sono confitto con Cristo in Croce».

È necessario, Venerabili Fratelli, spiegare chiaramente al vostro gregge come il fatto che i fedeli prendono parte al Sacrificio Eucaristico non significa tuttavia che essi godano di poteri sacerdotali.

Vi sono difatti, ai nostri giorni, alcuni che, avvicinandosi ad errori già condannati, insegnano che nel Nuovo Testamento si conosce soltanto un sacerdozio che spetta a tutti i battezzati, e che il precetto dato da Gesù agli Apostoli nell'ultima cena di fare ciò che Egli aveva fatto, si riferisce direttamente a tutta la Chiesa dei cristiani, e, soltanto in seguito, è sottentrato il sacerdozio gerarchico. Sostengono, perciò, che solo il popolo gode di una vera potestà sacerdotale, mentre il sacerdote agisce unicamente per ufficio concessogli dalla comunità. Essi ritengono, in conseguenza, che il Sacrificio Eucaristico è una vera e propria «concelebrazione» e che è meglio che i sacerdoti «concelebrino» insieme col popolo presente piuttosto che, nell'assenza di esso, offrano privatamente il Sacrificio.

È inutile spiegare quanto questi capziosi errori siano in contrasto con le verità più sopra dimostrate, quando abbiamo parlato del posto che compete al sacerdote nel Corpo Mistico di Gesù. Ricordiamo solamente che il sacerdote fa le veci del popolo perché rappresenta la persona di Nostro Signore Gesù Cristo in quanto Egli è Capo di tutte le membra ed offrì se stesso per esse: perciò va all'altare come ministro di Cristo, a Lui inferiore, ma superiore al popolo. Il popolo invece, non rappresentando per nessun motivo la persona del Divin Redentore, né essendo mediatore tra sé e Dio, non può in nessun modo godere di poteri sacerdotali.

Pius XII : "Der Priester handelt nur deshalb an Stelle des Volkes, weil er die Person unseres Herrn Jesus Christus vertritt, insofern dieser das Haupt aller Glieder ist und sich selbst für sie opfert; er tritt folglich an den Altar als Diener Christi, niedriger gestellt als Christus, aber höher als das Volk83Das Volk aber, das unter keiner Rücksicht die Person des göttlichen Erlösers darstellt, noch Mittler ist zwischen sich selbst und Gott, darf in keiner Weise priesterliche Rechte beanspruchen."


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277. Es sollen also, ehrwürdige Brüder, alle Gläubigen bedenken, daß es eine ganz hohe Pflicht und große Würde für sie bedeutet, teilzunehmen am eucharistischen Opfer, und zwar nicht müßigen und gleichgültigen Geistes, der zerstreut anderen Dingen nachgeht, sondern so innerlich und selbsttätig, daß sie aufs engste mit dem Hohenpriester sich verbinden, gemäß dem Worte des Apostels  Seid so gesinnt wie Christus Jesus80zusammen mit ihm und durch ihn sollen sie jenes Opfer darbringen und zugleich mit ihm sich selbst aufopfern.

Gewiß ist Christus Priester, aber Priester für uns, nicht für sich, denn er bringt Gabe und Verehrung im Namen der gesamten Menschheit seinem himmlischen Vater dar; er ist auch Opfergabe, aber für uns, da er selbst die Stelle des schuldbeladenen Menschen vertritt. Nun verlangt aber jenes Wort des Apostels: Seid so gesinnt wie Christus Jesus, von allen Christen, daß sie, soweit dies dem Menschen möglich ist, jene Gesinnung in sich erwecken, von der die Seele des göttlichen Erlösers erfüllt war, als er das Opfer seiner selbst vollzog daß sie also demütige Unterordnung des Geistes, Anbetung der höchsten Majestät Gottes, Ehrung, Lobpreis und Danksagung erzeigen. Es verlangt außerdem von ihnen, daß sie in gewissem Sinne sich selbst zur Opfergabe machen, gemäß den Vorschriften des Evangeliums sich selbst verleugnen, gern und freiwillig sich der Buße unterziehen, daß jeder seine Sünden verabscheue und sühne. Es verlangt endlich, daß wir alle mit Christus den mystischen Tod am Kreuze auf uns nehmen, so daß wir den Ausspruch des heiligen Paulus auf uns anwenden können: Mit Christus bin ich ans Kreuz geheftet81

278. Wenn jedoch die Gläubigen am eucharistischen Opfer teilnehmen, so haben sie deshalb nicht auch die priesterliche Vollmacht. Das müßt ihr euren Gläubigen ganz klar vor Augen stellen.

279. Es gibt nämlich Leute, ehrwürdige Brüder, die heute bereits verurteilte Irrtümer streifen82indem sie lehren, im Neuen Testament gebe es nur jenes Priestertum, das sich auf alle Getauften erstrecke; jenes Gebot ferner, womit Jesus Christus beim letzten Abendmahl den Aposteln das zu tun auftrug, was er selbst getan hatte, gehe unmittelbar die gesamte Kirche der Gläubigen an; erst daraus sei dann in der Folge das hierarchische Priestertum entstanden. Somit behaupten sie, das Volk besitze wahre priesterliche Gewalt, der Priester dagegen handle nur kraft des von der Gemeinschaft erhaltenen Auftrages. Daher halten sie das eucharistische Opfer für ein wahres „Mitzelebrieren“ (Conzelebration) und meinen, es sei besser, wenn die Priester zusammen mit dem anwesenden Volk „mitzelebrieren“, als daß sie in Abwesenheit des Volkes das Opfer privat darbringen.

280. Es erübrigt sich auseinanderzusetzen, wie sehr solche verfängliche Irrtümer den Wahrheiten widersprechen, die Wir weiter oben dargelegt haben, als Wir von der Stellung handelten, die der Priester im Mystischen Leibe Christi einnimmt. An folgendes aber glauben Wir erinnern zu müssen: Der Priester handelt nur deshalb an Stelle des Volkes, weil er die Person unseres Herrn Jesus Christus vertritt, insofern dieser das Haupt aller Glieder ist und sich selbst für sie opfert; er tritt folglich an den Altar als Diener Christi, niedriger gestellt als Christus, aber höher als das Volk83Das Volk aber, das unter keiner Rücksicht die Person des göttlichen Erlösers darstellt, noch Mittler ist zwischen sich selbst und Gott, darf in keiner Weise priesterliche Rechte beanspruchen.

Ven. Pie XII : " Il est donc nécessaire, Vénérables Frères, que tous les chrétiens considèrent comme un devoir principal et un honneur suprême de participer au sacrifice eucharistique, et cela, non d’une manière passive et négligente et en pensant à autre chose, mais avec une attention et une ferveur qui les unissent étroitement au Souverain Prêtre, selon la parole de l’Apôtre : " Ayez en vous les sentiments qui étaient dans le Christ-Jésus " (Ph II, 5) offrant avec lui et par lui, se sanctifiant en lui. "


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II. - PARTICIPATION DES FIDÈLES AU SACRIFICE EUCHARISTIQUE

Participation, mais non pouvoirs sacerdotaux

Il est donc nécessaire, Vénérables Frères, que tous les chrétiens considèrent comme un devoir principal et un honneur suprême de participer au sacrifice eucharistique, et cela, non d’une manière passive et négligente et en pensant à autre chose, mais avec une attention et une ferveur qui les unissent étroitement au Souverain Prêtre, selon la parole de l’Apôtre : " Ayez en vous les sentiments qui étaient dans le Christ-Jésus " (Ph II, 5) offrant avec lui et par lui, se sanctifiant en lui.

Assurément le Christ est prêtre, mais il est prêtre pour nous, non pour lui, car il présente au Père éternel des prières et des sentiments religieux au nom du genre humain tout entier, de même il est victime, mais pour nous, puisqu’il se met lui-même à la place de l’homme coupable. Le mot de l’Apôtre : " Ayez en vous les sentiments qui étaient dans le Christ Jésus ", demande donc de tous les chrétiens qu’ils reproduisent, autant qu’il est humainement possible, les sentiments dont était animé le divin Rédempteur lorsqu’il offrait le sacrifice de lui-même, c’est-à-dire qu’ils reproduisent son humble soumission d’esprit, qu’ils adorent, honorent, louent et remercient la souveraine majesté de Dieu. Il demande encore d’eux-mêmes qu’ils prennent en quelque sorte la condition de victime, qu’ils se soumettent complètement aux préceptes de l’Évangile, qu’ils s’adonnent spontanément et volontiers à la pénitence, et que chacun déteste et expie ses fautes. Il demande enfin que tous avec le Christ nous mourions mystiquement sur la croix, de manière à pouvoir faire nôtre la pensée de saint Paul : " Je suis crucifié avec le Christ " (Ga II, 19). Du fait cependant que les chrétiens participent au sacrifice eucharistique, il ne s’ensuit pas qu’ils jouissent également du pouvoir sacerdotal. Il est absolument nécessaire que vous exposiez cela clairement aux yeux de vos fidèles.

Il y a en effet, Vénérables Frères, des gens qui, se rapprochant d’erreurs jadis condamnées (cf. Conc. Trid., Sess. XXIII, cap. 4), enseignent aujourd’hui que dans le Nouveau Testament, le mot " sacerdoce " désigne uniquement les prérogatives de quiconque a été purifié dans le bain sacré du baptême ; de même, disent-ils, le précepte de faire ce qu’il avait fait, donné par Jésus-Christ à ses apôtres durant la dernière Cène, vise directement toute l’Église des chrétiens, et c’est par conséquent plus tard seulement qu’on en est arrivé au sacerdoce hiérarchique. C’est pourquoi, ils prétendent que le peuple jouit d’un véritable pouvoir sacerdotal, et que le prêtre agit seulement comme un fonctionnaire délégué par la communauté. A cause de cela, ils estiment que le sacrifice eucharistique est au sens propre une " concélébration ", et que les prêtres devraient " concélébrer " avec le peuple présent, plutôt que d’offrir le sacrifice en particulier en l’absence du peuple.

Combien des erreurs captieuses de ce genre contredisent aux vérités que Nous avons affirmées plus haut, en traitant de la place que tient le prêtre dans le Corps mystique du Christ, il est superflu de l’expliquer. Nous estimons cependant devoir rappeler que le prêtre remplace le peuple uniquement parce qu’il représente la personne de Notre-Seigneur Jésus-Christ en tant que Chef de tous les membres s’offrant lui-même pour eux ; quand il s’approche de l’autel, c’est donc en tant que ministre du Christ, inférieur au Christ, mais supérieur au peuple (cf. S. Robert Bellarmin, De Missa, II, cap. 4). Le peuple, au contraire, ne jouant nullement le rôle du divin Rédempteur, et n’étant pas conciliateur entre lui-même et Dieu, ne peut en aucune manière jouir du droit sacerdotal.

Ven. Pio XII :" Recordemos apenas que o sacerdote faz as vezes do povo porque representa a pessoa de nosso Senhor Jesus Cristo enquanto é Cabeça de todos os membros e se oferece a si mesmo por eles: por isso vai ao altar como ministro de Cristo, inferior a ele, mas superior ao povo. O povo, ao invés, não representando por nenhum motivo a pessoa do divino Redentor, nem sendo mediador entre si próprio e Deus, não pode de nenhum modo gozar dos poderes sacerdotais."


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II. Participação dos fiéis no sacrifício eucarístico 
73. É necessário, pois, veneráveis irmãos, que todos os fiéis tenham por seu principal dever e suma dignidade participar do santo sacrifício eucarístico, não com assistência passiva, negligente e distraída, mas com tal empenho e fervor que os ponha em contacto íntimo com o sumo sacerdote, como diz o Apóstolo: "Tende em vós os mesmos sentimentos que Jesus Cristo experimentou",(80) oferecendo com ele e por ele, santificando-se com ele.

74. É bem verdade que Jesus Cristo é sacerdote, mas não para si mesmo, e sim para nós, apresentando ao Eterno Pai os votos e sentimentos religiosos de todo o gênero humano; Jesus é vítima, mas por nós, substituindo-se ao homem pecador; ora, o dito do Apóstolo: "Alimentai em vós os mesmos sentimentos que existiram em Jesus Cristo" exige de todos os cristãos que reproduzam em si, enquanto está em poder do homem, o mesmo estado de alma que tinha o divino Redentor quando fazia o sacrifício de si mesmo, a humilde submissão do espírito, isto é, a adoração, a honra, o louvor e a ação de graças à majestade suprema de Deus; requer, além disso, que reproduzam em si mesmos as condições da vítima: a abnegação de si conforme os preceitos do evangelho, o voluntário e espontâneo exercício da penitência, a dor e a expiação dos próprios pecados. Exige, em uma palavra, a nossa morte mística na cruz com Cristo, de modo que possamos dizer com Paulo: "Estou crucificado com Cristo na cruz".(81)

75. É necessário, veneráveis irmãos, explicar claramente a vosso rebanho como o fato de os fiéis tomarem parte no sacrifício eucarístico não significa todavia que eles gozem de poderes sacerdotais. Há, de fato, em nossos dias, alguns que, avizinhando-se de erros já condenados,(82) ensinam que em o Novo Testamento se conhece apenas um sacerdócio pertencente a todos os batizados, e que o preceito dado por Jesus aos apóstolos na última ceia - fazer o que ele havia feito - se refere diretamente a toda a Igreja dos cristãos e só depois é que foi introduzido o sacerdócio hierárquico. Sustentam, por isso, que só o povo goza de verdadeiro poder sacerdotal, enquanto o sacerdote age unicamente por ofício a ele confiado pela comunidade. Afirmam, em conseqüência, que o sacrifício eucarístico é uma verdadeira e própria "concelebração", e que é melhor que os sacerdotes "concelebrem" junto com o povo presente, do que, na ausência destes, ofereçam privadamente o sacrifício.
 
76. É inútil explicar quanto esses capciosos erros estejam em contraste com as verdades acima demonstradas, quando falamos do lugar que compete ao sacerdote no corpo místico de Jesus. Recordemos apenas que o sacerdote faz as vezes do povo porque representa a pessoa de nosso Senhor Jesus Cristo enquanto é Cabeça de todos os membros e se oferece a si mesmo por eles: por isso vai ao altar como ministro de Cristo, inferior a ele, mas superior ao povo.(83) O povo, ao invés, não representando por nenhum motivo a pessoa do divino Redentor, nem sendo mediador entre si próprio e Deus, não pode de nenhum modo gozar dos poderes sacerdotais