- E senti o espírito inundado por um mistério de luz que é Deus e N´Ele vi e ouvi -A ponta da lança como chama que se desprende, toca o eixo da terra, – Ela estremece: montanhas, cidades, vilas e aldeias com os seus moradores são sepultados. - O mar, os rios e as nuvens saem dos seus limites, transbordam, inundam e arrastam consigo num redemoinho, moradias e gente em número que não se pode contar , é a purificação do mundo pelo pecado em que se mergulha. - O ódio, a ambição provocam a guerra destruidora! - Depois senti no palpitar acelerado do coração e no meu espírito o eco duma voz suave que dizia: – No tempo, uma só Fé, um só Batismo, uma só Igreja, Santa, Católica, Apostólica: - Na eternidade, o Céu! (escreve a irmã Lúcia a 3 de janeiro de 1944, em "O Meu Caminho," I, p. 158 – 160 – Carmelo de Coimbra)
quarta-feira, 8 de dezembro de 2010
El Santo Padre Benedicto XVI : “Queridos hermanos y hermanas, en este día, lleno de piedad mariana, nos detenemos en el corazón de la amada ciudad de Roma para rendir un homenaje filial y agradecido a la Virgen Inmaculada. A ella, la Toda Santa, pedimos que nos enseñe a creer, a amar y a esperar, que nos indique el camino que conduce a la paz, el camino hacia el Reino de Dios, que nos ayude en los momentos alegres y tristes de nuestro peregrinar terreno; que nos sostenga en nuestro camino de santidad”.
Miércoles, 8 dic (RV).- El Santo Padre Benedicto XVI llegó, esta tarde, a la Plaza de España para renovar la antigua y ferviente tradición de homenajear y venerar a la Madre de Dios, ante su imagen colocada en lo alto de una columna desde donde vela sobre la Diócesis de Roma. Un acto con el que hace más de 150 años se recuerda la Proclamación del Dogma de que María fue concebida sin pecado original, sin mancha.
El Papa, salió del Vaticano poco antes de las 4 de la tarde, en dirección al centro de Roma, deteniéndose brevemente, como es costumbre, ante la Iglesia de la Santísima Trinidad, para un saludo a las Asociaciones de los Comerciantes de Via Condotti, calle que desemboca en la famosa Plaza de España. Allí, el Pontífice fue acogido por el alcalde de Roma, Gianni Alemanno y por Su Vicario para la Diócesis de Roma, Cardenal Agostino Vallini, dando comienzo al acto de veneración a la Virgen Inmaculada.
“Queridos hermanos y hermanas, en este día, lleno de piedad mariana, nos detenemos en el corazón de la amada ciudad de Roma para rendir un homenaje filial y agradecido a la Virgen Inmaculada. A ella, la Toda Santa, pedimos que nos enseñe a creer, a amar y a esperar, que nos indique el camino que conduce a la paz, el camino hacia el Reino de Dios, que nos ayude en los momentos alegres y tristes de nuestro peregrinar terreno; que nos sostenga en nuestro camino de santidad”.
Luego de escuchar una breve lectura de la Palabra, el Papa –ante miles de fieles y peregrinos congregados en la plaza y sus alrededores- recordó que el don más querido que podemos ofrecer a la Virgen es nuestra oración, las invocaciones “de agradecimiento por el don de la fe y por todo el bien que cotidianamente recibimos de Dios” y las “de súplica por las diversas necesidades, por la familia, la salud, el trabajo, por cada dificultad que encontramos en la vida”.
Benedicto XVI subrayó que en nuestro acto de veneración a la Madre de Dios es siempre más lo que recibimos de Ella que lo que podemos ofrecerle, pues nos regala un mensaje destinado a cada uno de nosotros, a la ciudad de Roma y al mundo entero. “Ella nos habla con la Palabra de Dios que se hizo carne en su vientre -dijo el Papa- y su “mensaje” no es otro que Jesús”.
“Y como el Hijo de Dios se hizo hombre entre nosotros, así también Ella, la Madre ha sido preservada del pecado por nosotros, por todos, como anticipo de la salvación de Dios para cada hombre. Así María nos dice que estamos llamados a abrirnos a la acción del Espíritu Santo para poder alcanzar, en nuestro destino final, el ser inmaculados, plenamente y definitivamente libres del mal”.
El Santo Padre insistió en que María dirige este mensaje a todos los hombres y las mujeres de esta ciudad y del mundo, incluso a quienes no les interesa, a quienes ni siquiera recuerdan qué es la Fiesta de la Inmaculada y a quienes se sienten solos y abandonados, porque Ella nos mira con el amor mismo del Padre y nos bendice.
“Se comporta como nuestra “abogada” – y así la invocamos en el Salve, Regina. Advocata nostra”. Incluso si todos hablaran mal de nosotros, ella, la Madre, hablaría bien porque su corazón inmaculado está sintonizado con la misericordia de Dios. Así ella ve la Ciudad: no como una aglomeración anónima, sino como una constelación donde Dios conoce a todos personalmente por nombre, uno a uno, y nos llama a resplandecer con su luz”.
“La Madre nos mira como Dios la ha mirado a ella, humilde jovencita de Nazaret, insignificante a los ojos del mundo, pero elegida y preciosa para Dios” dijo Papa al afirmar que el mensaje que recibimos a los pies de María Inmaculada es un mensaje de confianza y de esperanza que no está hecho de palabras sino de su propia historia, la de una mujer de nuestra estirpe que dio a luz al Hijo de Dios.
“Y hoy nos dice: este es también tu destino, el vuestro, el destino de todos: ser santos como nuestro Padre, ser inmaculados como nuestro hermano Jesucristo, ser hijos amados, todos adoptados para formar una gran familia, sin fronteras de nacionalidad, de color, de lengua, porque uno sólo es Dios, Padre de cada hombre”.