Muéstrame sus encantos.
Úneme a Él para siempre.
Que todas las respiraciones y palpitaciones de mi corazón, aun cuando esté durmiendo, te sirvan de testimonio de mi amor y te digan sin cesar: Señor, te amo.
Recibe el poco bien que hago, dame tu gracia para reparar el mal que he hecho y para que te ame en el tiempo y te alabe por toda la eternidad. Amén.
Beato Pío IX
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Una de las primeras Misticas quien recibio las revelaciones del Sagrado Corazon de Jesus es Santa Gertrudis,fue la primera en propagar esta devocion y la de San Jose.Nace en Eisleben (Alemania) en el año 1256.A los 5 años fue llevada al convento de unas monjitas muy fervorosas y allí demostró tener cualidades excepcionales para el estudio. Sobresalía entre todas por la facilidad con la que aprendía la literatura y las ciencias naturales, y por su modo tan elegante de emplear el idioma. Y tenía la fortuna de que la superiora del convento era su tía Santa Matilde, otra gran mística, que frecuentemente recibía mensajes de Dios.Hasta los 25 años Gertrudis fue una monjita como las demás, dedicada a la oración, a los trabajos manuales y a la meditación. Solamente que sentía una inclinación sumamente grande por los estudios, aunque era a los estudios mundanos de literatura, historia, idiomas y ciencias naturales. Pero en esa edad recibió la primera de las revelaciones que la hicieron famosa, y desde aquel día su vida se transformó por completo.
Así lo narra ella misma: "Estaba yo en un rincón de la capilla donde acostumbraba hacer mis tibias oraciones, cuando se me apareció Nuestro Señor y me dijo: - Hasta ahora te has dedicado a comer polvo como los que no tienen fe. De allí has tratado de extraer miel y sólo has encontrado espinas. Desde ahora dedícate a meditar en mis mensajes y ahí sí encontrarás el verdadero maná que te alimentará y te dará la fortaleza y la paz".
Desde esa fecha, Gertrudis que antes se había dedicado a lecturas mundanas, cambió por completo su preferencia en cuanto a lo que leía y dedicó todos sus tiempos libres a leer la S. Biblia, y los escritos de los santos padres, especialmente San Agustín y San Bernardo. Ella dice: "cambié el estudio de ciencias naturales y literatura, por el de la teología y la Sagrada Escritura". Y en sus escritos se notará en adelante que su ciencia la ha ido a beber (después de las revelaciones que Dios le hizo) en los libros sagrados de la Biblia y de los santos.
Su amistad con Santa Matilde. Esta otra gran santa era 15 años mayor que Santa Gertrudis y le contaba las revelaciones que ella había recibido también. Dice Gertrudis que un día Jesús acercó totalmente el corazón de Matilde a su Sagrado Corazón, y que desde esa fecha aquella santa quedó totalmente enamorada de Cristo.
Cuando le fue anunciado que se acercaba su muerte exclamó: "Esta es la más dulce de las alegrías, la que más había deseado, porque voy a encontrarme con Cristo". Y dictó sus últimos pensamientos acerca de la muerte, que son de lo más sublime que se haya escrito.
Murió el 17 de noviembre del año 1302
Gracias Señor por relagarnos estas bendiciones del cielo,Hoy en tu fiesta queremos recordar la aparicion de tu sagrado corazon en la tierra y adornarte con flores tu corazon
Intimidad Divina P. Gabriel de Sta. M. Magdalena, O.C.D.
FIESTA DEL SAGRADO CORAZON DE JESUS
VIERNES DE LA II SEMANA DESPUES DE PENTECOSTES
Presencia de Dios.— ¡Oh Jesús! Concédeme
penetrar los secretos escondidos
en tu divino Corazón.
PUNTO PRIMERO.— Después de haber fijado nuestra mirada en la Eucaristía, don que corona todos los dones del Corazón de Jesús a los hombres, la Iglesia nos invita a considerar directamente el amor del Corazón de Cristo, fuente y motivo de todo don. Se puede decir que la fiesta del Corazón de Cristo es la fiesta de su amor hacia nosotros. «He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres», nos repite hoy la Iglesia, mostrándonos que precisamente «en el Corazón de Cristo herido por nuestros pecados, Dios se ha dignado misericordiosamente darnos infinitos tesoros de amor» (la colecta). Inspirándose en este pensamiento, la liturgia de hoy viene a ser una reseña de los inmensos beneficios que se nos derivan del amor de Cristo y un himno de alabanza a su amor de Cristo y un himno de alabanza a su amor. «Cogitationes Cordis ejsus» — canta el Introito de la Misa— :«Los designios de su Corazón —del Corazón de Jesús— permanecen de generación en generación; [consisten] en arrebatar las almas a la muerte y alimentarlas en tiempo de carestía». El Corazón de Jesús anda siempre en busca de almas que salvar, que soltar de los lazos del pecado, que lavar con su Sangre y que alimentar con su Cuerpo; el Corazón de Jesús está siempre vivo en la Eucaristía, para saciar el hambre de los que le ansían, para acoger y consolar a cuantos, chasqueados por las amarguras de la vida, se refugian en El en busca de paz y alivio. Y Jesús mismo nos sostiene en las asperezas del camino: «Cargad sobre vosotros mi yugo y aprended de Mi, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas» (Verso del Alleluia). Si es imposible eliminar el dolor de la vida, es en cambio posible a quien vive por Jesús sufrir en paz y encontrar en su Corazón el reposo del alma cansada.
"¡Oh Jesús! Por divina disposición fue permitido que uno de los soldados te abriese y atravesase el costado. Con la Sangre y el agua que brotaron de el, venia a derramarse el precio de nuestra salud que, saliendo de la fuente escondida de tu Corazón, diese a los Sacramentos la virtud d conferir la vida de la gracia y fuese, para los que en ti viven, la taza de la fuente viva que salta hasta la vida eterna. Levántate, pues, alma mía, no dejes de velar; arrima aquí tu boca, para sacara el agua y beber en la fuente del salvador" (San Buenaventura).
PUNTO SEGUNDO.— El evangelio y la Epístola nos llevan mas directamente aun a la consideración del Corazón de Jesús. El Evangelio (Jn. 19,31-37) nos muestra su Corazón descubierto por la herida de la lanza: «uno de los soldados le abrió el costado con la lanza»; y San Agustín comenta: «El Evangelista dijo abrió para mostrarnos que en cierto modo allí se nos abre la puerta de la vida, de donde han brotado los Sacramentos». Del Corazón traspasado de Cristo—símbolo del amor que le ha inmolado por nosotros en la Cruz— han brotado los Sacramentos, figurados en el agua y la sangre salidos de su herida y precisamente mediante estos Sacramentos, figurados en el agua y la sangre salidos de su herida, y precisamente mediante estos sacramentos recibimos nosotros la vida de la gracia; si, es exactísimo decir que el Corazón de Jesús ha sido abierto para introducirnos en la vida. «Angosta es la puerta que conduce a la vida» (Mt. 7,14), dijo un día Jesús; mas si por esta puerta entendemos la herida de su Corazón, cabe decir que no podía abrirnos una puerta más acogedora.
Pero san Pablo, en su bellísima Epístola (Ef. 3,8-19), nos invita a entrar más adentro aun en el Corazón de Jesús para contemplar sus «incalculables riquezas» y penetrar «el misterio oculto desde los siglos en Dios». Este «misterio» es precisamente el misterio del amor infinito de Dios, que nos ha prevenido desde la eternidad y que nos ha sido revelado por el Verbo hecho carne; es el misterio de aquel amor que nos ha querido redimir y santificar en Cristo, «en el cual tenemos franco acceso a Dios» Una vez mas Jesús se nos presenta como la puerta que conduce a la salvación: «Yo soy la puerta. Quien entre por Mí se salvara» (Jn. 10,9); y la puerta es su Corazón, que rasgándose por nosotros, nos ha introducido en la vida. Solo el amor nos puede permitir penetrar este misterio de amor infinito pero no basta un amor cualquiera, es menester —como dice San Pablo— estar «arraigados y fundados en amor»; solo así podremos «conocer el amor de Cristo, que supera todo ciencia, para que seamos llenos de toda la plenitud de Dios».
“¡Oh Jesús! Ahora que ya he entrado en tu dulcísimo Corazón —y bueno es estarnos aquí— no queremos dejarnos fácilmente separar de ti. ¡Oh Cuán bueno y dulce es habitar en tu Corazón! Tu Corazón ¡Oh buen Jesús!. Es el rico tesoro, la perla preciosa que hemos descubierto en el campo excavado de tu Cuerpo. ¿Quién arrojará esta perla? Más bien, tiraré todas las perlas del mundo, daré a cambio todos mis pensamientos y afectos y me la comprare; arrojare toda mi solicitud en tu Corazón, ¡oh buen Jesús! Y ciertamente El me saciara. Yo he encontrado tu Corazón, ¡Oh Señor!, tu Corazón, ¡Oh Jesús benignísimo!, Corazón de rey, Corazón de hermano, Corazón de amigo. Escondido en tu Corazón. ¿no orare yo? Si, orare. Ya tu Corazón es mi corazón lo digo sin rebozos. Pues si Tú, ¡Oh Jesús! , eres mi Cabeza, ¿Cómo no se habrá de decir mío lo que es tuyo? ¿No es verdad que los ojos de mi cabeza son míos? Así, pues, el Corazón de mi Cabeza espiritual es mi corazón. ¡Qué alegría! Mira: Tú y yo tenemos un solo corazón. Entretanto, habiendo encontrado de nuevo, ¡Oh Jesús dulcísimo!, este Corazón divino que es tuyo y es mío, orare a ti. Dios mío: acoge en el sagrario de tus audiencias mis oraciones, mejor aun atráeme enteramente a tu Corazón” (San Buenaventura).