
        Nota relativa a las llamadas: Un   número,   a la derecha de un vocablo y entre   corchetes [], indica una referencia   bibliográfica, que se   podrá encontrar al final de la   obra.   
     Un número a manera de exponente a la derecha de un vocablo, corresponde         a notas a pie de página de la edición original.
           Uno o mas asteriscos, corresponden a notas del traductor.
           A la edición         francesa
           Después         de habernos entregado una edición francesa de "Die Reform der Rómischen Liturgie", los monjes de         Barroux publican ahora en francés una segunda obra del gran liturgista         alemán Maus Gamber, "Zum         Herrn hin", sobre la orientación de la Iglesia y del Altar.         Los argumentos históricos aportados por el autor, se fundamentan en un         profundo estudio de las fuentes, que él mismo efectuó; concuerdan con         los resultados de grandes sabios, como F. J. Dólger, J. Braun, J. A.         Jungmann, Erik Peterson, Cyrille Vogel, el Rev. Padre Bouyer, por citar         tan sólo algunos nombres eminentes. 
           Pero lo que da importancia a este libro es sobre todo el substrato teológico,         puesto al día por estos sabios investigadores. La orientación de la         oración común a sacerdotes y fieles (cuya forma simbólica era         generalmente en dirección al este, es decir, al sol que se eleva), era         concebida como una mirada hacia el Señor, hacia el verdadero sol. Hay         en la liturgia una anticipación de su regreso; sacerdotes y fieles van         a su encuentro. Esta orientación de la oración expresa el carácter         teocéntrico de la liturgia; obedece a la monición: "Volvámonos         hacia el Señor". 
           Esta llamada se dirige a todos nosotros, y muestra, por encima de su         aspecto litúrgico, cómo hace falta que toda la Iglesia viva y actúe         para corresponder al mensaje del Señor.
Roma         18 de noviembre de 1992
Joseph Cardenal Ratzinger
         Joseph Cardenal Ratzinger
PRÓLOGO
La edificación de las iglesias y la oración hacia el Oriente
"Tenemos un altar, del que no pueden comer los que         sirven en el tabernáculo"           
Heb. 13,10).
El altar se refiere siempre a un sacrificio ofrecido por un sacerdote. Altar, sacerdote y sacrificio van al unísono, como lo decía San Juan Crisóstomo: "Nadie puede ser sacerdote sin sacrificio" [1]. Como los protestantes rechazan expresamente el sacrificio de la misa y el sacerdocio del preste, no tienen tampoco necesidad propiamente hablando de altar.
Heb. 13,10).
El altar se refiere siempre a un sacrificio ofrecido por un sacerdote. Altar, sacerdote y sacrificio van al unísono, como lo decía San Juan Crisóstomo: "Nadie puede ser sacerdote sin sacrificio" [1]. Como los protestantes rechazan expresamente el sacrificio de la misa y el sacerdocio del preste, no tienen tampoco necesidad propiamente hablando de altar.
           En todas las religiones antiguas, el sacerdote, como sacrificador,         escogido entre los hombres (Cf. Hebr. 5,1), se sitúa delante         del altar y delante del         santuario (que es la representación de Dios). De igual forma, los que         asisten a la celebración del sacrificio, se acercan al altar, a fin de         estar en comunión con éste, por mano del sacerdote sacrificador, como         escribió San Pablo: "¿Los que comen de las víctimas no están en         comunión con el altar?" (1 Cor. 10,8). 
           En el transcurso de estos últimos veinte años, se ha operado un cambio         en nuestra concepción del sacrificio. Personalmente, creo que la         introducción de altares cara al pueblo y la celebración orientada         hacia éste, es mucho más grave y engendradora de problemas para la         evolución futura, que el nuevo misal. Porque en la base de esta nueva         colocación del sacerdote con respecto al altar (y sin duda alguna, se         trata aquí de una innovación, no de un retorno a una costumbre de la         Iglesia primitiva) hay una nueva concepción de la misa, que hace de         ella una "comunidad del banquete eucarístico". 
           Todo lo que primaba hasta ahora, la veneración cultual y la adoración         a Dios, así como el carácter sacrificial de la celebración,         considerada como representación mística y actualización de la muerte         y resurrección del Señor, pasa a segundo plano. Lo mismo la relación         entre el sacrificio de Cristo y nuestro sacrificio de pan y vino apenas         aparece. En nuestro opúsculo "Das opfer der Kirche "         (El sacrificio de la Iglesia) trató en detalle esta cuestión. 
           No soy de los que piensan que las formas del altar, tal como se habían         constituido en el curso de los últimos siglos, y se habían conservado         hasta el Concilio Vaticano II, no se puedan modificar. Al contrario, me         gustaría que se volviese a formas simples, tal como las que         habitualmente estaban en uso en el primer milenio, tanto en la Iglesia         de Oriente, como en la de Occidente (y aún hoy día en Oriente), formas         que ponían muy en relieve el carácter del altar cristiano, lugar del         sacrificio del Nuevo Testamento. 
   La         necesidad de exponer en detalle, pero de forma comprensible para todos,         el problema que plantean los modernos altares cara al pueblo, así como         el celebrante vuelto a la asamblea, me surgió leyendo las numerosas         cartas de los lectores publicadas el pasado año, durante muchos meses,         en el Deutsche Tagespost. Estas         cartas prueban que en lo que concierne a la evolución histórica del         altar, muchas cosas quedan confusas; y que muchos errores, sobre todo         referentes a los primeros tiempos de la Iglesia, parecen que se han         anclado en el espíritu de las gentes. Por todo esto he decidido con         toda intención tener en cuenta las preguntas propuestas por los         lectores en sus cartas.         
| Klaus                 Gamber - Pentecostés 1987 | 
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 inundado por um mistério de luz que é Deus   e N´Ele vi e ouvi -A ponta da lança como chama que se desprende, toca o eixo da terra, – Ela estremece: montanhas, cidades, vilas e aldeias com os seus moradores são sepultados. - O mar, os rios e as nuvens saem dos seus limites, transbordam, inundam e arrastam consigo num redemoinho, moradias e gente em número que não se pode contar , é a purificação do mundo pelo pecado em que se mergulha. - O ódio, a ambição provocam a guerra destruidora!  - Depois senti no palpitar acelerado do coração e no meu espírito o eco duma voz suave que dizia: – No tempo, uma só Fé, um só Batismo, uma só Igreja, Santa, Católica, Apostólica: - Na eternidade, o Céu!
inundado por um mistério de luz que é Deus   e N´Ele vi e ouvi -A ponta da lança como chama que se desprende, toca o eixo da terra, – Ela estremece: montanhas, cidades, vilas e aldeias com os seus moradores são sepultados. - O mar, os rios e as nuvens saem dos seus limites, transbordam, inundam e arrastam consigo num redemoinho, moradias e gente em número que não se pode contar , é a purificação do mundo pelo pecado em que se mergulha. - O ódio, a ambição provocam a guerra destruidora!  - Depois senti no palpitar acelerado do coração e no meu espírito o eco duma voz suave que dizia: – No tempo, uma só Fé, um só Batismo, uma só Igreja, Santa, Católica, Apostólica: - Na eternidade, o Céu!