sábado, 9 de janeiro de 2016

El Santo Padre Pío tuvo una relación muy especial, de origen sobrenatural, con las apariciones de Garabandal.


Padre Pio y las apariciones de Garabandal
   El Santo Padre Pío tuvo una relación muy especial, de origen sobrenatural, con las apariciones de Garabandal. Durante las apariciones afirmó a algunos de sus hijos espirituales, como a Joey Lomangino o Manuel López Linares, que en aquél lugar se aparecía la Virgen. Durante las apariciones el Padre Pío escribióuna carta personal a las niñas de Garabandal el día 3 de marzo de 1962, en la que decía:
   Queridas Niñas: A las nueve de esta mañana la Santa Virgen Maria me ha hablado de vosotras, queridas niñas, de vuestras visiones y me ha dicho: “Benditas niñas de San Sebastián de Garabandal, yo os prometo que estaré con vosotras hasta el fin de vuestra vida y vosotras estaréis conmigo hasta el fin del mundo y luego en el gozo del paraíso”. Con la presente os remito una copia del Santo Rosario de Fátima que la Santísima Virgen me ha ordenado enviaros. Este Rosario ha sido dictado por la Santísima Virgen y quiere que sea propagado para la salvación de los pecadores y para la preservación de la humanidad de los peores castigos con que el buen Dios está amenazando. Una sola es la recomendación: Rezad y haced rezar, porque el mundo está en el camino de la perdición. No creen en vosotras ni en vuestros coloquios con la blanca Señora pero creerán cuando sea demasiado tarde.
   En enero de 1966, Conchita visitó al Padre Pío en su convento de San Giovanni Rotondo en el sur de Italia. En aquella visita, él mismo comentó que había estado en Garabandal el día 18 de junio de 1965, probablemente en una de sus fecuentes bilocaciones. Efectivamente aquel fue el día en que se sabía con antelación que se aparecería San Miguel para dar el segundo mensaje formal. Aquel día más de 1500 personas estuvieron en Garabandal. Algunos de los que acudieron allí les había parecido ver al Padre Pío en la subida a los Pinos, aunque estaban extrañados y pensaron que se equivocaban.
    De aquella visita al Padre Pío cuenta Conchita en la revista María Mensajera (N. 203 – Enero 1998. Pág. 11-12): Recuerdo que tenía el crucifijo besado por Nuestra Señora, y que dije al Padre Pío: «Esta es la Cruz besada por la Santísima Virgen.¿Quisiera besarla?» Padre Pío tomó entonces el Cristo y lo colocó en la palma de su mano izquierda, sobre el estigma. Tomó entonces mi mano, que colocó sobre el crucifijo, cerrando los dedos de esa mano sobre mi mano; con su mano derecha bendijo mi mano y la cruz. Lo mismo hizo con mi madre cuando ella le dijo que por favor bendijera su rosario, también besado por la Virgen. Yo estuve de rodillas durante todo el tiempo que estuve ante él. Me tomó de la mano, con la cruz, mientras que me hablaba. 
   Por último, antes de morir Dios le concedió al Padre Pío ver el futuro Milagro de Garabandal y éste pidió entre sus últimas voluntades que se entregara a Conchita como recuerdo especial suyo el velo que cubrió su rostro post-mortem durante el tiempo de velatorio de su cadáver. Este encargo lo cumplió el 17 de octubre 1968 el Padre Cennamo en Lourdes, junto con una carta dictada por el Padre Pío.