¡Oh amado Cristo mío, Santo, Sumo y Eterno Sacerdote! Te amo y deseo amarte, amarte hasta el fin, como Tú me amaste y me amas. Quiero amarte con amor que une, transforma e identifica. Quiero amarte hasta ser como Tú, hasta ser otro Tú, hasta ser... Tú. Este es el lenguaje propio del corazón que ama, es el lenguaje que brota de mi corazón, porque Te amo, oh amado Cristo mío y quiero ser como Tú.
Como Tú, sea yo para el Padre el hijo predilecto, muy amado, en quien tiene puestas sus complacencias, porque, al mirarme, ve en mi alma tu imagen, hecha cada vez más conforme en todo a Ti, Amor mío.
Como Tú, sea yo dócil a cuanto mueva en mí el Espíritu Santo, hasta realizar en mi alma una como encarnación del Verbo, y sea yo para Ti una humanidad suplementaria, donde Tú puedas renovar tu misterio de salvación de todas las almas.
Como Tú, quiero ser oración y oblación por los Sacerdotes y por cuantos crean por la palabra de ellos, esto es, ‘pro eis et pro Ecclesia’.
Como Tú, quiero tener, por único alimento de mi vida espiritual, cumplir en todo y siempre la voluntad del Padre. Sean norma de mi conducta tus palabras de vida eterna: ‘Quae placita sunt Patri facio semper’.
Como Tú, en fin, poder decir: ‘Pater, opus consummavi, quod dedisti mihi ut faciam’, y morir en tu acto de amor: ‘consummatum est’.
Ser como Tú en la vida, en la muerte y en la eternidad.
Tú eres mi Cristo, Sacerdote-Víctima. Como eres la única Víctima que agrada al Padre infinitamente, me ofrezco a Ti como tu pequeña ‘hostia’ y ser siempre ‘tu Cristo, Sacerdote-Hostia’.
Para ser como Tú, me consagro a Ti por amor en oblación perenne de holocausto. Mi Cristo, Sacerdote-Víctima, con plena confianza y como recuerdo imborrable de esta fecha, Te pido me concedas la gracia de ‘tu encarnación mística en mi alma’. Así, no sólo seré como Tú u otro Tú, seré más bien... Tú. ¡Seré Tú!
‘Vivo ego, iam non ego, vivit vero in me Christus’ Madre de Cristo, Sacerdote-Víctima, ruega por mí, tu hijo, que es tu ‘Cristo Sacerdote-Hostia’.
Madre, haz que toda mi vida sea un ‘Magnificat’ perenne al Todopoderoso, que se ha dignado hacer en mí grandes cosas, y te pido, Madre mía muy amada, que en silencio, recogimiento y adoración, viva yo mi vida de amor ‘escondida con Cristo en Dios’, hasta que, ‘rotos los velos de la fe’, sea semejante a Él, sea ‘como Él’ porque, cara a cara ‘Le vea como es’.
Venerable José María García Lahiguera
Arzobispo de Valencia