El sábado 27 de junio, el diario francés conservador Présent publicó una entrevista al Superior General de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X (FSSPX / SSPX), Mons. Bernard Fellay, sobre la evolución sorprendentemente positiva para la sociedad bajo el pontificado de Francisco, y lo que espera para el futuro.
Con ocasión de la ceremonia de bendición de las campanas de la capilla de la escuela Saint-Michel de La Martinerie, en Châteauroux, Mons. Fellay ha puntualizado para Présent la situación de la Fraternidad San Pio X, de la cual es el Superior general.
En una entrevista a Fideliter en 2001, usted evocó “el movimiento de profunda simpatía para el clero joven hacia la Fraternidad”. Este movimiento ¿se ha amplificado, especialmente debido al motu proprio de 2007?
¡Sin ninguna duda! Este movimiento recibió un nuevo impulso con el motu proprio. También es importante insistir sobre el interés de Benedicto XVI hacia la liturgia de una manera general. Él verdaderamente quiso poner a disposición de los sacerdotes y los fieles toda la liturgia tradicional, no solamente la misa, lo cual no se ha realizado hasta hoy a causa de demasiadas oposiciones. Sin embargo, la juventud, precisamente porque esta liturgia es atemporal, se reconoce en ella. La Iglesia vive en la eternidad. También la liturgia, por eso ella siempre es joven. Cerca de Dios, ella no pertenece al tiempo. Por lo tanto no es sorprendente que el carácter bautismal haga resonar esta armonía, incluso en las almas que jamás la conocieron. La manera en que reaccionan los jóvenes sacerdotes que descubren esta liturgia es, por otra parte, emocionante: tienen la impresión que se les ha ocultado un tesoro.
La Fraternidad ha sido reconocida oficialmente como católica por el Estado Argentino con la ayuda del cardenal Bergoglio quien luego se convirtió en el papa Francisco. ¿Esto solo tiene una importancia administrativa o es más revelador?
Encontramos por principio un efecto jurídico, administrativo, sin tener una implicación sobre el estado de las relaciones generales de la Fraternidad con, digámoslo así para simplificar, la Iglesia oficial. Pero el segundo efecto es difícil de evaluar correctamente. No hay duda sobre el hecho que el papa Francisco, entonces cardenal Bergoglio, prometió ayudar a la Fraternidad a obtener el reconocimiento por el Estado argentino de nuestra sociedad como católica, y cumplió su promesa. Esto nos obliga a pensar que él nos considera verdaderamente como católicos.
En el mismo orden de ideas, usted ha sido nombrado juez de primera instancia por el Vaticano para el proceso de un sacerdote de la Fraternidad. ¿No podemos ver allí un signo de benevolencia?
Esto no es nuevo sino que existe desde hace más de diez años. Se trata efectivamente de una señal de benevolencia y de sentido común. Esto es lo que se observa en la Iglesia romana a través de su historia: su realismo, capaz de sobrepasar los problemas canónicos, jurídicos, para encontrar soluciones a problemas reales.
Usted evocó, en su Carta a los amigos y benefactores, los « mensajes contradictorios » provenientes de Roma. ¿Qué entiende usted por eso?
Pienso en la manera en la que una sociedad que estaba en vías de aproximación hacia la Tradición ha sido tratada o maltratada: los Franciscanos de la Inmaculada. O a las maneras diversas en que nos trata una instancia romana con relación a otra: la Congregación para los religiosos, por ejemplo, nos considera todavía como cismáticos (declaró excomulgado, en 2011, a un sacerdote que se unió a nosotros), mientras que tal no es el caso de otras congregaciones o del Papa mismo, como hemos dicho.
«Pesimista», «cerrado a los demás», «piensan que solo los fieles de la Fraternidad se salvan»: a veces ustedes han sido evocados así. ¿Qué responde usted? ¿Qué es para usted el espíritu misionero?
Yo no me reconozco en estas burlas. Una firmeza en la doctrina es, ciertamente, necesaria, pues la fe no se negocia. La fe ha sido toda dada por el Buen Dios y no tenemos el derecho de hacer una selección entre las verdades reveladas. Recordar estas exigencias actualmente sienta mal, como esto siempre ha sido más o menos el caso. La expresión “combate de la fe” forma parte de la historia de la Iglesia. Forzosamente, el misionero deberá hacer resonar esta voz de la fe en el exterior, procurando fortificar a los que ya la tienen. No es posible dirigirse sólo a los fieles de la Fraternidad. La antorcha ilumina el mundo, la luz de la fe ilumina cálidamente. La fe debe ser llevada por la caridad: así es como veo al misionero.
Hace algunas semanas, los seminarios de la Fraternidad recibieron la visita de enviados del Vaticano, el cardenal Brandmüller, Mons. Schneider. Estas visitas constituyen un lazo público con “la Iglesia oficial”. ¿No es esto vital?
El lazo con la Iglesia es vital. La manifestación de este lazo puede variar. Las fechas y los lugares de estas visitas han sido dejadas a mi elección, el Vaticano ha propuesto los nombres. Yo he elegido los seminarios, lo que me pareció, para los obispos, lo más elocuente y lo más representativo.
¿Cuáles fueron las reacciones « en vivo » de estos Obispos?
Ellos se mostraron muy satisfechos. “Ustedes son gente normal”, nos dijeron… ¡lo que muestra la reputación que nos han hecho! Nos han felicitado por la calidad de nuestros seminaristas. Sin ninguna duda ellos concluyeron en este primer contacto cercano que nosotros somos una obra de la Iglesia.
¿Tiene usted contactos con los obispos que los apoyan discretamente?
¡Por supuesto! Si vemos que los sacerdotes se acercan a nosotros hoy, si ellos tienen contactos con nosotros, podemos concluir fácilmente que en el nivel superior debe ser casi lo mismo…
En la entrevista ya mencionada de 2001, usted declaró: “Si hay una oportunidad, una sola, de que los contactos con Roma puedan hacer regresar un poco más de Tradición en la Iglesia, pienso que debemos aprovechar la ocasión”. ¿Es esta todavía su línea?
Esta sigue siendo nuestra línea, incluso si no podemos decir que sea fácil, notablemente a causa de las disensiones abiertas en el seno del mismo Vaticano. Estas relaciones son delicadas, pero este punto de vista sigue siendo válido y confirmado en los hechos. Se trata de un trabajo discreto, en medio de oposiciones bastante fuertes. Algunos trabajan en un sentido, otros en sentido contrario.
El papel de contrapeso de la Fraternidad en el mismo interior de la Iglesia ¿no es importante?
Este papel no es nuevo. Mons. Lefebvre lo comenzó y nosotros lo continuamos. Se constata la irritación de los modernistas ante las medidas tomadas por Benedicto XVI, lo vemos claramente.
¿Dónde está la Fraternidad hoy? ¿Cuáles son sus puntos fuertes, sus puntos débiles? ¿Cómo ve su futuro?
Yo veo su futuro serenamente. Es una obra depositada en el Sagrado Corazón y el Corazón inmaculado de María, todo es el ser fiel a su Voluntad.
Esta Iglesia es la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, que sigue siendo el jefe y que no permitirá su destrucción.
¿Las debilidades de la Fraternidad? El riesgo de separación, que es grave. Vea por ejemplo la caricatura de la Tradición que se hace llamar la “Resistencia”: se trata de un espíritu no católico, cuasi sectario, lo que nosotros no queremos, un movimiento que permanece replegado en sí mismo, con gente que piensan que ellos son los únicos buenos, los únicos justos sobre la tierra: esto no es católico.
Se trata de un peligro objetivo, pero relativo. La gran parte de la Fraternidad está sana y no quiere zozobrar en estas ilusiones. Esto nos lleva a apoyarnos en los medios sobrenaturales. Lo que el Buen Dios quiera de nosotros, nos lo mostrará, Él hablará a través de las circunstancias.
¿Los puntos fuertes? La fidelidad viviente, que trae frutos y muestra al mundo de hoy que la vida católica, con todas sus exigencias, es posible. Pero –otro punto débil- nosotros somos gente de este tiempo, pretender estar inmunes a toda influencia del mundo moderno es quimérico. Más precisamente, hay que evitar el peligro de una caricatura, de desear ver a la Iglesia, aquí abajo, sin arruga ni mancha: esto no es lo que Dios nos prometió en esta tierra. No es esto lo que significa “la Iglesia santa”, esto quiere decir que ella es capaz de santificar por los medios dados por Nuestro Señor: los sacramentos, la fe, la disciplina, la vida religiosa, la vida de oración.
¿Qué piensa usted de la proposición del cardenal Sarah de introducir el ofertorio tradicional en la nueva misa?
Esta idea no es nueva, hace ya unos diez años que circula en Roma. Estoy feliz que sea retomada. Algunos critican esta proposición diciendo que sería mezclar lo sagrado con lo profano. Al contrario, en una perspectiva de saneamiento de la Iglesia, pienso que esto constituiría un gran progreso, porque el ofertorio es un resumen de los principios católicos de la misa, del sacrificio expiatorio ofrecido a la Santísima Trinidad, dirigido hacia Dios en reparación de los pecados por el sacerdote, acompañado de sus fieles. Y esto llevaría gradualmente a los fieles hacia la misa tradicional que perdieron.
¿Cómo desea concluir Monseñor?
Para mí, estamos en la víspera de acontecimientos graves sin poder definirlos bien. Yo llamo a la oración y quiero terminar con una mirada hacia el Buen Dios, lo que siempre nos permite conservar la esperanza.