quinta-feira, 28 de outubro de 2021

la vida contemplativa, pues, es la presencia de la vida eterna, porque en la eternidad no habrá otra cosa sino unirnos a él y cantarle, vivirle y gozarle y hablarle y...y no separarnos jamás de él

 

 


 


CONSTITUCIONES

Segunda Redacción


Capítulo I: núm.2 y 3

Dios te Salve María...

María, Esposa Inmaculada del Espíritu Santo...

San José...

Lo primero que tenemos que tener presente siempre al estudiar las constituciones es que Dios lo quiere, que Dios nos quiere, Dios nos quiere esclavos de amor de la Virgen y de su eucaristía, una convicción propia de nuestra vocación y   sobretodo cuando vemos que uno marcha o camina o va hacia aquí...;tengamos esa convicción. Pase lo que pase yo me quedo...yo permanezco...voluntario. Aunque la vida se nos desbarate, aunque la cabeza vaya sobre una pared, no importa...;Dios lo quiere y nosotros nos lanzamos por ahí...Y sabemos que Dios lo ha querido porque hemos tenido la acogida en la Iglesia y hemos tenido la acogida por medio de la gente íntima con Dios, de los amigos de Dios, que han sido los que han empujado esta obra hasta donde estamos. Pero tener siempre esa convicción íntima y profunda que aunque la tierra tiemble, aunque se desaten las tormentas más feroces, yo permanezco firme con las cadenas atadas al Rey y a la Reina, al Señor y a la Señora, a la Eucaristía y a la Virgen.

Pues entonces, vamos a ver donde nos habíamos quedado la última vez. Es por el número 2. Para nosotros el fin primordial, elemento sustancial es la contemplación de los misterios de Cristo; primeramente de la Eucaristía y su Madre, y desde esta contemplación iluminar la vida de los hermanos. Es decir,  que el fin primero de nuestra vocación es la oración. El servicio que nosotros primeramente damos a la Iglesia lo hacemos desde la oración

 Hemos sido convocados para orar, para adorar, para alabar, para bendecir, para glorificar al Padre, por medio del corazón maternal de la madre escondidos en esa Eucaristía Santa de Cristo. Así, como por la mañana lo primero que hacemos es precisamente, pues eso, ponernos de rodillas ante esa eucaristía y adorarla y glorificarla, pues, es lo primero en nuestra vida y es lo primero en nuestra vocación, o sea, que quede bien claro, que para nosotros pues...por eso el coro, la oración, debe ser siempre, siempre valorada, renovada, que se quede todo en las manos, no importa, que se te queden las amistades sin escribir, no importa, que se te queden los enfermos sin visitar, no importa, que se te queden las personas sin asistir, no importa...Ahora, que no se te quede un sólo día sin tú orar, sin tú alabar, sin tú bendecir, sin tú glorificar al Padre. 

Ya Dios se ocupará, si nosotros no llegamos hasta ese lugar...Lo importante es cumplir con nuestra misión en la Iglesia...de orantes...hombres orantes, humildes, sencillos, espontáneos, pobres, virginales, pequeños, irradiadores de ese misterio de luz, que es la Eucaristía y es la Virgen; portadores de esa energía, de esa fuerza que nos da esa eucaristía. 

Y así viviendo con el fin primordial, primero y principal, sustancial..la sustancia, es decir, la sustancia de nuestra vida es eso, la oración; le damos a los hombres un testimonio de que realmente lo que importa en la vida es vivir en ese amor divino. Porque oración...cuando los estudiemos más adelante nos daremos cuenta que la oración es eso..., es esa intimidad con él, ese dejarnos mirar por él , ese dejarnos tocar, ese besar sus manos santas, ese mirar a sus ojos, ese escuchar sus silencios, y ese sentir su prueba, a veces dolorosa, hacia nosotros. 

Regalar a la Iglesia pues eso, esa presencia orante, es para nosotros el fin por el cual la Stma. Virgen nos ha reunido y nos ha convocado. Interesante es saber como los grupos apostólicos que se reunen en las parroquias...montones, y le vas a interrogar que si oras, y “...bueno una oracioncita por la manaña y otra por la noche.” Y le preguntaba yo a una legionaria de Pajuil el domingo por la noche, una de las grandes líderes de la Legión, “...y ud...¿ reza el rosario todos los días ?”, “Bueno, Padre, tengo que decir la verdad que todos los días no.” O sea, si la Legión de María, y no puede rezar el rosario todos los días entonces, ¿qué legión es...de María? Pues, no es de María. Es decir, ver  que podamos ofrecer un servicio, pero que incluso los líderes mismos de la Iglesia están orando poquísimo, casi nada, lo justo, por no decir ni...ni lo justo, ni lo necesario. Que nosotros no...no escatimemos tiempo en ningún momento para elevar siempre una súplica sencilla y humilde, y confiada y constante. Me decía a mí en una ocasión, una religiosa que atendía a una alta persona eclesial: “Me sorprendía como esa persona cogía el periódico y lo devoraba con cuanto llegaba; sin embargo le ofrecía el breviario y no quería rezarlo...’Rece, tenga el breviario, récelo...’, ‘no, no quiero.’ Inmediatamente preguntaba, ‘¿ha llegado el periódico?’, y lo devoraba hasta...hasta sus últimas noticias.” Sin embargo no tenía tiempo, aquel ilustre personaje de la Iglesia para tan siquiera salmodiar a Dios...

Convertirnos pues en un arpa...convertirnos pues en un arpa que...que siempre emita sonidos para Dios. Esa arpa que el Espíritu Santo pueda tocar en todo momento y encontrar todas esas cuerdas dispuestas, disponibles para la salmodia...felices en la salmodia, contentos en la salmodia. Por eso, buscamos siempre los modos de que esta salmodia se renueve, de que esta salmodia sea viva, de que esta oración sea fiesta, sea alegría silenciosa, silencio alegre...Como San Juan de la Cruz, “...música callada y...y soledad sonora”. 

 Que lo llevemos por dentro, en todo momento...En ese encuentro con Dios, cada día más...que nos vaya cambiando la vida y...y nuestra salmodia sea pues, el canto de Dios en la tierra...por sus enamorados. Que nuestro coro, pues sea eso, pues, una sucursal, una sucursal del cielo, una colonia del cielo, una habitación de Dios.  

Que se nos acreciente tanto el fervor en la oración que pregustemos aquí ya en la tierra esa presencia de Dios y la saboreemos. Que no queramos otra cosa sino gozarnos en él...gozarme de que...de su hermosura y holgarme de que él tenga esa hermosura;... esa fascinación por lo divino, por lo sobrenatural. 

 Pase lo que pase y pese a lo que pese, aunque veamos ingratitud y traición y miserias, no importa... nosotros seguimos cantando, seguimos esperando, seguimos alabando, seguimos felices y contentos en la paz y en el amor. Que ese coro sea como la imagen de...de esa ciudad celestial que...que no conoce otra vibración sino una alabanza a Dios. Por consiguiente, que el coro sea como la expresión de una ciudad amurallada donde no entra nada del mundo y sólo es vivencia para Dios. Ser capaces de levantar unas murallas a nuestros alrededores, a todo aquello que no es de Dios; invencibles para lo divino, gustadores de lo sobrenatural.

Recuerdo que en una ocasión, estando por allá, por Tel-Aviv , por Israel, un sacerdote me acusaba de que padecía de gula espiritual y yo pensé para mis adentros, “...bueno, en fin, no sé si será gula como le llama él, no sé que será, pero, ¿a qué vine sino a vivir para Dios y a estar con él? Lo demás no tiene sentido, se cae de por sí mismo.” Aunque sintamos así,  que los demás como que nos tildan o no valoran nuestras aguas y no quieren beber de ellas, no nos importe. ¿Qué te importa a tí lo que piense el otro? Impórtete lo que piensa Dios, impórtete lo que Dios quiere de tí, impórtete lo que la Iglesia necesita. 

Y precisamente en el reclamo ése, en la bofetada ésa, está el grito de una alma que en el fondo lo que necesita es Dios, es tu oración, tu entrega, tu diálogo vivo. La Iglesia está en su crisis y es porque no tiene almas de oración. Estoy convencidísimo de que si cada uno orace quince minutos diarios, una oración viva, profunda en la llama de Dios, la vida se cambiaría, tomaría otra dimensión, no existirían tantos egoísmos, no existirían tantos orgullos, tantos criterios personales... 

Todo se renueva en la oración. La crisis de la Iglesia es una crisis de oración y los culpables primero son...pues, somos nosotros los curas...y las monjas, los que merecemos pues, todos los palos de Dios, porque hablamos pero no hablamos las palabras de él, que es el único que tiene sus derechos en nosotros. Hablamos de lo nuestro, de lo que yo creo y de lo que yo pienso y no de lo que él piensa y él es...Jamás ni nunca se dará esa sustitución de la nada por Dios en nosotros mientras nosotros no abramos nuestro ser en una oración callada y silenciosa y en una oración festiva en los salmos y en una oración constante.

¡Podemos orar de tantas maneras y de tantas formas! Se me vino a la mente aquella monja que me consultaba que estaba preocupada porque no...según ella no sabía hacer oración. “¿Y cómo ud. ora?” “Pues yo, pues yo...nada, como lo mío es la lavandería pues yo cojo las sábanas y las tiendo y le digo, ‘Jesús ésta soy yo, unas pobres sábanas, sé tú un sol que purifique y las seque y le quite las manchas.’ Y lo decía con esa exhaustividad y con esa entrega ,que era verdad...era un alma contemplativa. No sabía orar porque decía que las hermanas, (ella era una lega), decía, “Las demás hermanas (o madres, como le llamaba) rezan con sus buenos libros y yo mo puedo...” Es decir, lo importante no es lo que decimos, sino lo importante es lo que vivimos. Que el pensar y el hacer vayan en unidad, que no haya fisuras interiones. Muchas veces tenemos tantas fisuras interiones que entonces nos convertimos en robots, en máquinas, en personas que hablan...hablan...hablan pero por dentro lo que llevan son piezas y a veces no ajustadas, y no una vida. 

 Por eso, que realmente, nosotros lo que podamos predicar y lo que podamos hablar, lo hallamos hecho vida. Y solamente se puede hacer vida en la oración. La antigua frase de los santos...de todos los santos, está en todos los santos, no hay vida de santos en que no esté esta frase escondida o explícita, “quien ora se salva, quien no ora se condena.” Es que la verdad es ésa, quien no ora muere a sí mismo. Por eso nosotros...nuestra misión es una...una misión escondida, callada, orante en la Iglesia.

Ese número tres es el eco precisamente de ese dos: Los esclavos de la Eucaristía y de María Virgen son una congregación de vida contemplativa al servicio de la Iglesia en su misión apostólica orante. Es decir, hemos sido congregados para orar, nuestro apostolado principal es la oración, la victimación, la salmodia, la fiesta en el coro..., la gustación de Cristo, el gozo de estarnos con él, de sentir esa presencia que realmente va cambiando la vida y la va haciendo cada vez más relativa. Relativa hacia lo temporal y firmísima hacia lo eterno, hacia lo absoluto. Relativa hacia aquello que pueden ser vínculos y lazos puramente humanos, firmísima y definitiva hacia todo lo que es lazo divino. Por eso, ésta es la vida de aquel que es capaz de enamorarse plenamente de Jesucristo, obsesionarse por él. No se puede ser Esclavo si realmente no sentimos esa fascinación por nuestro Rey, por él...y por Ella.

Queremos, pues como dice...se cierra ese número tres, testificar existencialmente, es decir, testificar con nuestra existencia, con nuestra vida personal, que la vida eterna, pues como dice Santo Tomás en la Suma , pues, no es otra cosa sino la consumación de la vida contemplativa, es decir, de la vida en unión con él en la tierra. La contemplación no es otra cosa sino la unión mística, la unión misteriosa que él realiza en nosotros. La contemplación no es otra cosa que ese desposorio santo entre el alma y él...ese matrimonio espiritual.

Pues nuestra vida tiene que ser, pues eso, pues, es el anuncio de que la vida contemplativa, pues, es la presencia de la vida eterna, porque en la eternidad no habrá otra cosa sino unirnos a él y cantarle, vivirle y gozarle y hablarle y...y no separarnos jamás de él. Allí sí es verdad que no hay evasivas, ni hay escapes. Allí sí es verdad que no hay mecanismos de defensas, ni miedos...; allí sí es verdad, que no tenemos por qué estar escuchando voces ajenas a su misterio que a veces nos tiranizan. Allí sí es verdad, que el alma se convierte en una torre, allí sí es verdad que el alma realmente se diviniza, se engrandece, se dilata, se amplía, se renueva. Esa vida eterna, pues, es para nosotros, el fin por el cual hemos venido a anunciársela a los hombres... “Yo les anuncio la vida eterna porque la vida se nos manifestó”, como decía Juan en la primera carta, “Comunicar a los hombres lo que hemos visto, oído y contemplado, al Verbo de la vida”. Por consiguiente, si nuestra vida está llamada a ser, pues, esa pregustación, ese...ese anticipo de gozo en el tiempo de la eternidad, deberíamos entonces, esmerarnos para que este lugar sea una estampa constante de cielo; que el que venga aquí pueda decir, “¡Qué bien se está...hagamos las tres tiendas!

Estamos llamados a convertir este lugar, por consiguiente, en un tabor; en un tabor donde se manifiesta la gloria de Cristo, un tabor donde nosotros contemplamos sus esplendores divinos, un tabor donde los hombres ven clarísimamente cómo ese vestido se cambia y se transforma y se llena de luz, un tabor donde los hombres suben hasta llegar con él a una transfiguración completa...Este es el tabor de Dios, aquí se transforman y se transfiguran los hombres, aquí se cambian los corazones y se viste el hombre con el vestido del amor de Dios, se desposa místicamente con él;. es tabor de Dios que también es tabor de la Virgen; el que viene aquí contempla las glorias de María.

Y pensar que Dios quiere pues, ese tabor realizarlo através de cada uno de nosotros, quiere que tú seas ese tabor, esa presencia viva de él y de la Virgen, “¿A dónde vas?”, “Voy a estarme con Dios...a contemplarle, a gozarme con él.” Esa campana que sea para nosotros pues, la expresión más clara de que hay un desposorio. Esa campana cada vez que suena es...sea para lo que sea...siempre es para lo mismo, para festejar la boda, para anunciar la boda, para celebrar la boda, para decirnos que él es y está con nosotros, para reafirmar nuestra cita con él. 

 Por eso cada vez que suena la campana el alma se debe estremecer...de misterio y saber que realmente pues, suena para los dos...suena para los dos. Y los dos miramos hacia la Iglesia y él te llama, te invita y...nos recuerda que el fin de nosotros pues...pues es ése, quedarnos, abandonarnos. 

 Por eso, déjate de tí, déjate ya, mírale a él. Que su presencia te invada, te llene de todo. Métete en esa región profunda de tí mismo donde Dios dirá ,como dice las santas constituciones, esa palabra sustancial, su Verbo...; meternos dentro de nosotros mismos, donde Dios dirá su palabra sustancial y nos revelará ese secreto que sólo revela a los enamorados, el secreto de morir a nosotros mismos para encontrarnos con él. Meternos bien dentro de nosotros para que el sonido externo de una campana sea para nosotros, en nuestro interior, el eco vivo de la invitación suya a unas fiestas.

Por eso el Esclavo se caracteriza por...por ese espíritu de oración y...y de contemplación porque no mira a otra cosa que no sea su Señor, no se fija en otra cosa que no sea su Señora, no valoriza otras palabras que no vengan de él, no toma por definitivo nada que no sea de él.   

Sólo él es mi...mi definición, sólo él me define, sólo él me vive, sólo él me amplía, sólo él me sitúa, sólo él me abre horizontes, sólo él me basta, sólo a él lo tengo, sólo a él lo quiero. “No quieras enviarme ya más mensajeros que no saben decirme lo que quiero. Y, ...veánte mis ojos, pues eres su lumbre de ellos y sólo para tí quiero tenellos.” O sea, que no tenemos entonces por qué asustarnos por nada de la vida. Nada nos asusta, esa oración nos convierte a nosotros en raza firme, raza nueva, raza inemovible, raza de piedra...

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