Contenido:
: 1) Cuando servimos a los enfermos somos buen olor de Cristo. 2) Amemos a Dios con mucho fervor y muy de veras. 3) Amemos a Dios; a Dios amemos. Amor es Dios, Dios es amor. 4) Amemos mucho a nuestro Dios, amémosle. 5) ¡Cómo te amaré mi Dios, cómo te amaré Señor! Siendo yo tu criatura y Tú, Creador. 6) ¡Oh dichosa unión! ¡Abrazo estrecho con Dios! 7) ¡Oh dichoso corazón que recibiste el clavo de la pasión! 8) ¡Oh dulce martirio que con arpón de fuego me ha herido! 9) ¡Oh Jesús de mi alma! Cuán bien pareces entre flores y rosas y olivas verdes! 10) ¡Oh si te amase mi Dios, si te amase y amándote me quedara ardiendo en llamas de amor! 11) ¡Oh dichoso corazón que recibiste en arras el clavo de la pasión. 12) Cómo te amaré mi Dios. Cómo te amaré Señor. Siendo yo tu criatura y Tú, Creador. 13) Con lanza de acero me hirió y se escondió. 14) Corazón herido con dardo de amor divino da voces por quien lo hirió. 15) Corazón herido con flecha del amor divino. 16) Corazón llagado con fuego del amor de Dios en cuya fragua se labró. 17) Corazón traspasado con el rayo del amor de Dios. 18) Cuando el amor de Dios nos toca se siente la alternancia de un gran padecer y grandes consuelos. 19) Corazón atravesado con rayo de amor de Dios. 20) Corazón herido con flecha de amor divino. 21) Dios sea todo nuestro amor. ¡Oh quién pudiese hacer que todos le amásemos! ¡Ay de los que no le aman; no saben lo que es bondad!”. 22) Hallé al que amaba mi alma: tendrele y no lo dejaré. 23) Jesús sea bendito; Jesús sea conmigo. 24) Llagado corazón con el fuego del amor de Dios, en cuya fragua se labra. Sólo sana quien ya labró con amor. 25) Amemos a Dios con todo fuego de amor. Amemos a quien tanto nos ama. 26) Alabemos al Señor. Alabemos al Criador y Salvador. Gloria sea a Dios, Dios sea bendito. 27) Dios enciende nuestro corazón y lo llena de suave amor y lo hace morada de Él. 28) Dios hiere y traspasa el corazón con su amor divino. 29) Dios puede quemar el corazón. 30) El corazón lleno del amor divino. 31) Jesús abraza el corazón donde Él descansa. 32) Gloria sea a Dios. Dios sea bendito. 33) La presencia divina como fuego ardiente. 34) Mi Dios conmigo se queda, por siempre sea bendito. 35) Quiero padecer por amor del mismo Jesucristo; todos, todos cuantos martirios quisiese su Divina Majestad de enviarme, que yo confío que su Divina Majestad me dará fuerzas. 36) Sólo el amor divino sana. 37) Soy una humilde sierva de la Virgen María. 38) Tanto temor. Amor puro. La vida es cruz. 39) Sólo el amor divino sana. 40) Soy una humilde sierva de la Virgen María. 41) ¡Señor y Dios mío! ¿Cómo es posible que haya quien deje de amaros? Pero yo, mi buen Jesús, ¿cuándo comenzaré a amaros como merecéis? ¡Ay de mí, y qué lejos estoy de aquel amor perfecto, íntimo y robustísimo que os debo! ¡Aún no he aprendido a amaros como conviene! ¡Oh, que me avergüenza mi tibieza! ¿De qué me sirve este corazón que tengo, para qué lo quiero, si hasta ahora no se ha deshecho en cenizas para amaros? 42) Aquí padece el alma una impaciencia santa. Corazón lleno del Divino Amor escribe fuera de sí. 43) Purifícate, corazón, recibe centella de amor puro para amar a tu Creador. Desata, Señor, el nudo que me detiene. 44) Acumulad dolores a dolores, Señor, pero atended a mi socorro, pues sin Tí nada puedo hacer. 45) Tengamos mucha esperanza en la Providencia divina; que ésta es la que ahora enviaba el remedio por medios muy oportunos. 46) La Virgen con el Niño en los brazos y Jesús me mandó recoger unas rosas. Lo hice así y, tomando una de ellas el Divino Infante, me dijo: “Esta rosa eres tú: de ella se encarga con especial cuidado mi Providencia. De las demás dispón como te agrade. 47) Dios proveerá de todo con abundancia. 48) Dios mío, vengan y vengan dolores y más dolores. A mi Jesús pues sois mis amores, enviadme dolores. 49) Estoy padeciendo, pero no sabía hasta ahora que pudiese caber en cuerpo humano tal cúmulo de penas, o que podían repartirse por todos los miembros, sin quedar alguno libre. Paréceme que en un encendido globo de hierro se me aplica a las sienes, y que un asador hecho ascua me traspasa desde lo alto de la cabeza hasta la planta del pie derecho, cuya vehemencia, en cierto modo, me levanta en alto. Con semejante ardor, un puñal abrasado me penetra por el lado izquierdo en el centro del corazón. 50) Soy una humilde servidora de Jesús mi Esposo. 51) ¡Oh, Señor! Vos sois verdaderamente mi Dios, el Esposo de mi alma y toda la alegría de mi corazón, y yo soy la que ansiosamente deseo amaros, benignísimo Jesús, con aquel amor perfectísimo, con aquel amor eficacísimo, sincerísimo, inefable, intensísimo, incomparable, incomprensible, irrefragable, invictísimo, con que juntos os aman los cortesanos. A más de esto deseo amaros, Dios de mi corazón y de mi vida, Dios que sois todas mis delicias, gusto y consuelo, quisiera amaros con todo aquel amor con que os ama vuestra Madre santísima, Señora mía, Virgen purísima. Y no satisfecha con esto, a Vos, ¡oh salud y gozo de mi alma!, a Vos, digo, os deseo amar tanto como Vos, mi Dios. ¡Abráseme
51. yo, desfallezca yo, consúmame yo con el fuego de vuestro divino amor, oh mi Jesús benignísimo! 52) Digamos: “Mi Dios, mi Señor, mi Jesús, mi Esposo y mis amores, dame dolores”. 53) El demonio me puso algunos temores, por la soledad del sitio y la lobreguez de la hora, pero vencí pronto esta tentación, acordándome que mi madre, miedosa de suyo, no temía entrar en el huerto de noche acompañada de su esposo, y le dijo: “¿Pues por qué tengo de temer yo si tengo a Jesús a mi lado?”. 54) Jesús me eligió como esposa: Rosa Corazón, sé mi esposa. Así celebré un desposorio místico, poniéndome por entero en manos de su Divino Esposo como Él se me entregaba, al encerrarme en su pecho, hasta el día en que sus bodas se celebraran en más alta esfera. 55) Cristo, me dijo: “Rosa de Santa María, esposa mía, levántate y en esta cestita recoge estas rosas y de ellas hazme una guirnalda. Lo hice así y tejí una diadema que, amorosamente, puse la cabeza del Salvador. 56) Jesús le dice: ¡Rosa de mi corazón, sé mi esposa! La Virgen María confirmó este desposorio, diciendo: Mira, Rosa, la incomparable merced que te hace mi Hijo Soberano. 57) El Salvador le hizo ver de que la Gracia sigue a la tribulación y que sin el peso de las aflicciones no se llega a la plenitud de la Gracia. La única verdadera escala del paraíso es la cruz y fuera de ella no hay camino por donde se pueda subir al cielo. 58) Cuando yo me hallo envuelta y como perdida en aquel abismo profundo de abatimiento interior, y cuando gimo, si es que alguna vez se me concede que pueda gemir, he aquí que en un momento me hallo como al mediodía de mi primera unión y entre los brazos del Esposo, como si jamás se hubiese alejado de mí. Entonces experimento toda la vivacidad y ardor de la caridad que derrama su fuego y sus llamas por toda la capacidad del alma, al modo de un torrente que, rotos los diques, corre, se precipita, inunda el campo y fertiliza la tierra (la comparación es débil todavía); así es aquel divino soplo que lleva las luces y las gracias a un alma, a medida de lo que había sido afligida por el miedo de un abandono eterno. Esto es una cosa superior a todo lo que se puede percibir por los sentidos. Esta alma que pasa súbitamente de un horno encendido a un mar de delicias, por una metamorfosis inexplicable, parece ya transformada en el objeto amado y que se identifica con él. Pienso que no se puede esto conocer sin la experiencia; más tampoco basta hacerlo experimentando para poderlo explicar. 59) Por amor de Dios y por el gran deseo que tengo de padecer por Jesucristo, Esposo de mi alma. 60) La perfección de la vida cristiana es siempre camino de Cruz, seguir los pasos de Jesucristo hasta llegar al Calvario y ser crucificado allí con Él. “Quien quiera ser perfecto…”, ya sabe el camino. 61) Mi dulce Jesús, cuando yo os pedía dolores, creía que me habíais de enviar aquellos con que me ejercitabais en mi primera juventud, mas ahora os ha parecido disponerlo de otra suerte. Sea bendita la abundancia de vuestra misericordia, tan bondadoso conmigo. 62) No se adquiere Gracia sin padecer aflicciones. Por eso, necesidad hay de trabajos acumulados sobre trabajos para conseguir la participación íntima de la divina naturaleza, la gloria de los hijos de Dios y la perfecta hermosura del alma. 63) Paréceme también que tengo en la cabeza un capacete de llamas y que lo golpean por todas partes con un martillo, y que agudas puntas penetran el cráneo sin que haya un punto de reposo. Los huesos poco a poco se resuelven en polvo; las médulas se han secado y se van haciendo ceniza; en todas las junturas hay especial tormento, que ni sé el nombre ni hallo dolor con qué compararlo. Con éstos conozco que voy llegando al fin de mi vida. Mas, por cuanto dentro de poco sé que ha de aumentar la intensidad de mis dolores, y que durarán algunos días, me compadezco mucho y me pesa del trabajo y molestias que he de dar en esta casa más tiempo del que yo quisiera. Cumpla el Señor en mí su santísima Voluntad; yo no rehúso ni la muerte ni estos tormentos, más horribles y fieros que la misma muerte. 64) Dios me regaló el don de su continua y sensible presencia. Desde entonces me fue muy fácil y casi connatural el ejercicio de la oración, experimentando tal atractivo hacia mi y tanta suavidad en el trato con Dios que las horas se me pasaban sin sentir. Vinieron luego otras comunicaciones más sutiles y delicadas, sea a manera de visión imaginaria o intelectual, elevándome así cada vez más alto en la unión con Dios. 65) Quiero padecer por amor del mismo Jesucristo; todos, todos cuantos martirios quisiese su Divina Majestad de enviarme, que yo confío que su Divina Majestad me dará fuerzas. Pensamientos y oraciones de Santa Rosa de Lima 7 66) Imitemos a nuestro Divino Mestro y diagmos: “Señor, más y más: cumple tu voluntad adorable, llena el peso de los dolores; pero aumenta la paciencia y tu ayuda, pues sin ella nada puedo”. 67) Pasémonos las horas inmóviles ante el Santísimo Sacramento. 68) He de luchar y morir por el divino Sacramento”. 69) Era muy aficionada a la música. Desde niña aprendí a tocar la guitarra, instrumento preferido, y me complacía en cantar. Mi alma dedicada y llena de hondo júbilo tenía que prorrumpir en alabanzas a su Dios. Por ello podemos decir que: “Quitarme a mí el cantar es lo mismo que quitarme el comer”. 70) Hasta los doce o trece años, aunque muy aficionada a la oración, ésta no pasó de ser ordinaria. A partir de entonces, comenzó el Señor a hacerme muy señaladas mercedes sobrenaturales, de modo que me puso Dios en oración de unión y perseveré en ella. Fuera de esto se me comunicó de otra suerte y su unión con Él era de modo que, aun comunicando con otros, no la perdía. Algunas veces Dios se apartaba de mi no sólo sobrenaturalmente, sino aun naturalmente y entonces sufría penas indecibles. 71) Valoremos la soledad y a medida crezcamos en virtud y gustemos más íntimamente y suavemente la dulzura del trato con Dios. A espaldas de la casa había un huerto regular, a él solía retirarme con frecuencia pero, dentro del mismo, pensé en fabricar una pequeña ermita en donde más a solas pudiera entregarme a la oración. Pedí mucho a Dios que mis padres lo permitiesen hacerlo y, para empeñar más a la Virgen del Rosario de Santo Domingo, de quien era devota, añadí a los obsequios que le hacía diariamente, extraordinarios ayunos y penitencias. 72) Primera gracia de heridas que recibí de Dios. Con lanza de acero me hirió y se escondió. 73) Suspensa estaba yo en la luz unitiva de contemplación quietísima cuando vi un relámpago de admirable resplandor y hermosura. En el centro de esta claridad deslumbradora estaba un arco, vistosísimo, matizado de bellísimos reflejos y arreboles. Sobre este arco se veía otro de igual grandeza y hermosura que remataba con la Cruz del Salvador, retocada de púrpura, humedecida en sangre, barrenados los lugares de los clavos y coronada con el título triunfal del Redentor. Lo interior de este arco iris lo llenaba la Humanidad sacratísima de mi Señor Jesucristo, despidiendo rayos de tanta gloria como nunca me había sido mostrada. Plugo a su dulce bondad comunicarme fuerzas extraordinarias, maravillosamente vivas y eficaces, con que pudiese por mucho tiempo y muy a mi gusto mirar de hito en hito a mi Rey magnificentísimo, registrando toda su hermosura. Porque entonces no le veía como otras veces de lado, ni sólo se manifestaba cabeza y pecho, sino que le contemplaba derechamente, cara a cara, de la cabeza hasta los pies. Saliendo de la Humanidad de Jesucristo sentí que llegaban hasta el fondo de mi alma llamas inexplicables de gloria, de suerte que pude pensar que estaba ya totalmente libre de las prisiones de esta carne corruptible y trasladada a los goces de la complacencia eterna. 74) La confesión general marca la vida en un “antes” y en un “después” 75) Estas tres mercedes recibí de la piedad divina antes de la gran tribulación que padecía en la confesión general por mandato de aquel confesor, que me dio tanto en que merecer. Después de haber hecho la confesión general, y de haber padecido cerca de dos años de grandes penas, batallas con los demonios, calumnias de confesores y de las criaturas, enfermedades, dolores, fiebres y, para decirlo todo, las mayores penas de infierno que se pueden imaginar, en estos años últimos, habrá unos cinco años, que recibo del Señor las mercedes que en este medio pliego de papel he puesto por inspiración del Señor y experiencia en mi propio corazón, aunque indigno. 76) Hechas todas estas gracias en diferentes ocasiones que no puedo numerar, porque las he recibido repetidas veces, alternándose gran padecer y muy exquisitos crisoles, como en varias ocasiones tengo escrito, para gloria de Dios. 77) Pensemos en seis alas pequeñas en un corazón y debajo de él coloquemos la cruz, inseparable compañera del alma, pero que, llegando a este estado apenas se siente, hecho que simboliza dejándo sólo un punto de contacto con el corazón y luego dibujemos la imagen de la Santísima Trinidad y dejemos que en su seno se pierda un corazón sin herida alguna, escribiendo al lado estas palabras: “Arrobo, embriaguez en la bodega, secretos de amor divino. ¡Oh dichosa unión, abrazo estrecho con Dios!”. 78) Pensemos en dieciséis estampas simbólicas, que reflejan la prueba y el acrisolamiento de la vida divina participada por el alma. Son las mortificaciones del espíritu, simbolizado en el corazón humano como órgano sensible activo del amor humano y receptivo del amor divino. Es una purificación más profunda y dolorosa que toda mortificación humana soportada en el cuerpo, que comparada con las del espíritu son como cosquillas, pequeños roces que no hieren profundamente. 79) Podemos pensar en una “escala mística y en grados del amor de Dios” con varios peldaños. 80) Pensemos en un corazón dentro del cual se ve la figura de Jesús Niño. Alrededor escribe podemos escribir: “Aquí descansó Jesús, abrazándome el corazón. Luego prestemos a la vital entraña y pensemos en este lema: “Vuela para Dios: el campo del corazón lo llenó Dios de su amor, haciendo morada en él”. 81) Pensemos en tres corazónes simbólicos que hay tres etapas en la vida espiritual, la purgativa, la iluminativa y la unitiva. Un corazón herido y lleno de cruz, en la sensación de mucha soledad. Pero un corazón abrasado de amor, herido por el amado, que parece que después de herir se ha escondido. Un segundo corazón, con el Niño Jesús en el centro, con una frase luminosa, llena de esperanza: “Aquí descansó Jesús, abrazándome el corazón”. Y un tercer corazón con cuatro alas, con una única inscripción en las cuatro: “Vuela para Dios”. Es un corazón libre de toda herida, sano y terso, con la leyenda circundándolo: “El campo del corazón lo llenó Dios de su amor haciendo morada en él”. 82) También podemos pensar en trece corazones, que son distintos peldaños hasta llegar al último, que es el descanso en el seno de la Trinidad. Mercedes hechas todas a un enamorado corazón tiernamente de Dios, a una esclava de Cristo, indigna de ser contada entre los hijos de Dios, estampados aquí con particular luz del cielo. La corrección pide del yerro. Once de estos peldaños se refieren a la purificación del amor, purificación pasiva o heridas de amor, vísperas y antesala del amor consumado, del matrimonio espiritual. Hechas todas estas mercedes en diferentes ocasiones, que no puedo numerar, porque las he recibido repetidas veces, alternándose gran padecer y muy exquisitos crisoles. Como en varias ocasiones tengo escrito, para gloria de Dios y confusión del infierno, para consuelo de muchas alta, por mandato del Señor. 83) Ángel de mi guarda vuela y dile a mi Dios que por qué se tarda. 84) Frente a la muerte digamos cuando ésta nos visite: “ya se acabó: hágase la divina voluntad” y exclamemos como último suspiro: “Jesús, Jesús sea conmigo. :
Primera merced de herida que recibí de Dios con lanza de acero (fuego) me hirió y se escondió. ------- Segunda merced: Aquí descansó Jesús abrazándome el corazón. ------- Tercera merced: El campo del corazón lo llenó Dios de suave amor haciendo su morada en él. Con cuatro alitas y en cada una dice: Vuela para mi Dios. ------- Corazón lleno de divino amor, escribe fuera de sí. Corazón traspasado con rayo del amor de Dios. Corazón herido con flecha de amor divino. ¡Hallé al que ama mi anima, tendrele y no lo dejaré! ¡O dichoso corazón que recibiste en arras clavo de la pasión! ------- Al lado izquierdo hay otra columna de corazones con estas frases escritas: Llagado el corazón con el fuego del amor de Dios en cuya fragua se labró. Sólo sana quien lo labró con amor. Enferma estoy de amor. ¡Oh fiebre que muero de ella! “Fulcite me floribus, stipate me malis, quia amore langueo” (confortadme con flores, cercadme con manzanas que desfallezco de amor). Corazón herido con dardo de amor divino da voces por quien lo hirió. Purifica mi corazón. Recibe centellas de amor para amar a su Creador
SANTA ROSA DE LIMA, Virgen
"Rosa de Santa María"
Patrona de América, Perú y las Filipinas
Fiesta: 30 de agostoBiografía | Escritos de la santa | Enlace recomendado
El amor Cristiano
El día en que su madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, Santa Rosa de Lima le contestó: "Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús".
-Catecismo de la Iglesia Católica, 2449
En Breve
Nació en Lima (Perú) el año 1586; cuando vivía en su casa, se dedicó ya a una vida de piedad y de virtud, y, cuando vistió el hábito de la tercera Orden de santo Domingo, hizo grandes progresos en el camino de la penitencia y de la contemplación mística. Murió el día 24 de agosto del año 1617.Biografía
Rosa de Lima, la primera santa americana canonizada, nació de ascendencia española en la capital del Perú en 1586. Sus humildes padres son Gaspar de Flores y María de Oliva.Aunque la niña fue bautizada con el nombre de Isabel, se la llamaba comúnmente Rosa y ése fue el único nombre que le impuso en la Confirmación el arzobispo de Lima, Santo Toribio. Rosa tomó a Santa Catalina de Siena por modelo, a pesar de la oposición y las burlas de sus padres y amigos. En cierta ocasión, su madre le coronó con una guirnalda de flores para lucirla ante algunas visitas y Rosa se clavó una de las horquillas de la guirnalda en la cabeza, con la intención de hacer penitencia por aquella vanidad, de suerte que tuvo después bastante dificultad en quitársela. Como las gentes alababan frecuentemente su belleza, Rosa solía restregarse la piel con pimienta para desfigurarse y no ser ocasión de tentaciones para nadie.
Santa Rosa de LimaUna dama le hizo un día ciertos cumplimientos acerca de la suavidad de la piel de sus manos y de la finura de sus dedos; inmediatamente la santa se talló las manos con barro, a consecuencia de lo cual no pudo vestirse por sí misma en un mes. Estas y otras austeridades aún más sorprendentes la prepararon a la lucha contra los peligros exteriores y contra sus propios sentidos. Pero Rosa sabía muy bien que todo ello sería inútil si no desterraba de su corazón todo amor propio, cuya fuente es el orgullo, pues esa pasión es capaz de esconderse aun en la oración y el ayuno. Así pues, se dedicó a atacar el amor propio mediante la humildad, la obediencia y la abnegación de la voluntad propia.
Aunque era capaz de oponerse a sus padres por una causa justa, jamás los desobedeció ni se apartó de la más escrupulosa obediencia y paciencia en las dificultades y contradicciones.
Rosa tuvo que sufrir enormemente por parte de quienes no la comprendían.
El padre de Rosa fracasó en la explotación de una mina, y la familia se vio en circunstancias económicas difíciles. Rosa trabajaba el día entero en el huerto, cosía una parte de la noche y en esa forma ayudaba al sostenimiento de la familia. La santa estaba contenta con su suerte y jamás hubiese intentado cambiarla, si sus padres no hubiesen querido inducirla a casarse. Rosa luchó contra ellos diez años e hizo voto de virginidad para confirmar su resolución de vivir consagrada al Señor.
Al cabo de esos años, ingresó en la tercera orden de Santo Domingo, imitando así a Santa Catalina de Siena. A partir de entonces, se recluyó prácticamente en una cabaña que había construido en el huerto. Llevaba sobre la cabeza una cinta de plata, cuyo interior era lleno de puntas sirviendo así como una corona de espinas. Su amor de Dios era tan ardiente que, cuando hablaba de El, cambiaba el tono de su voz y su rostro se encendía como un reflejo del sentimiento que embargaba su alma. Ese fenómeno se manifestaba, sobre todo, cuando la santa se hallaba en presencia del Santísimo Sacramento o cuando en la comunión unía su corazón a la Fuente del Amor.
Extraordinarias pruebas y gracias.
Dios concedió a su sierva gracias extraordinarias, pero también permitió que sufriese durante quince años la persecución de sus amigos y conocidos, en tanto que su alma se veía sumida en la más profunda desolación espiritual.
El demonio la molestaba con violentas tentaciones. El único consejo que supieron darle aquellos a quienes consultó fue que comiese y durmiese más. Más tarde, una comisión de sacerdotes y médicos examinó a la santa y dictaminó que sus experiencias eran realmente sobrenaturales.
Rosa pasó los tres últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, un empleado del gobierno, cuya esposa le tenía particular cariño. Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte, la oración de la joven era: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor".
Dios la llamó a Sí el 24 de agosto de 1617, a los treinta y un años de edad. El capítulo, el senado y otros dignatarios de la ciudad se turnaron para transportar su cuerpo al sepulcro.
El Papa Clemente X la canonizó en 1671.
Aunque no todos pueden imitar algunas de sus prácticas ascéticas, ciertamente nos reta a todos a entregarnos con mas pasión al amado, Jesucristo. Es esa pasión de amor la que nos debe mover a vivir nuestra santidad abrazando nuestra vocación con todo el corazón, ya sea en el mundo, en el desierto o en el claustro.
Dos "escritos" de Santa Rosa de Lima, virgem
O Salvador levantou a voz e disse:"Todos sabemos que a graça segue a tribulação, eles significam que sem o fardo das aflições não se alcança o topo da graça, eles entendem que à medida que a intensidade da dor aumenta, a extensão dos carismas aumenta. Ninguém erra ou engana; isso é a única escada verdadeira para o céu, e fora da cruz não há outra maneira de subir ao céu".
Ao ouvir essas palavras, senti-me pressionada a sair para a praça para gritar com todos, independentemente da idade, sexo e condição: ouçam, pessoas; vamos ouvir, todas as pessoas. Em nome de Cristo e com palavras de sua própria boca, aviso-vos que a graça não é recebida sem sofrer aflições. A dor deve ser adicionada à dor para alcançar uma participação íntima na natureza divina, a glória dos filhos de Deus e a perfeita beleza da alma.
Esse mesmo estímulo me pressionou fortemente a pregar a beleza da graça divina, me atormentou e me fez suar e ansiar. Pareceu-me que a alma não podia mais ficar na prisão do corpo, mas que a prisão deveria irromper e, livre e sozinha, com mais agilidade, sairia pelo mundo gritando: Ah, se os mortais sabiam o que é uma grande coisa? graça, quão bela, quão nobre e preciosa, quantas riquezas ela esconde em si, quantos tesouros, quanta felicidade e prazeres! Sem dúvida, eles iam procurar aborrecimentos e dores; iriam implorar assédio, enfermidade e tormento em vez de fortuna, e isso para alcançar o inestimável tesouro da graça. É a compra e o ganho final de um sofrimento bem aceito. Ninguém reclamaria da cruz e das dores que o afetam se soubesse quais balanças pesam na distribuição entre os homens ".
(Ao médico Castillo; ed. L. Getino, La Patrona dell'América, Madri 1928, pp. 54-55)