El Cardenal Ratzinger, la Liturgia y el Misal de San
Pío V
(Las fotografías que ilustran este artículo
pertenecen a dos celebraciones distintas de la Santa Misa oficiada por el
cardenal Ratzinger siguiendo el rito romano tradicional. Unas corresponden
al 30 de abril de 1999 en la ciudad de Weimer (Alemania) y otras al Domingo de
Pascua de 1990 (15 de abril), cuando el hoy Papa Benedicto XVI visitó el
seminario de la Hermandad Sacerdotal de San Pedro en Wigratzbad
(Alemania)).
Por Juan Luis Ferrari
Cortés
Este artículo, a través de la recopilación de una serie
de citas -que hablan por sí solas- del entonces cardenal Joseph
Ratzinger, publicadas en diversos textos, pretende dar a conocer,
ayudar a comprender y, profundizar, en esa faceta tan importante de la vida de
la Iglesia Católica como es la liturgia, pilar básico en el pontificado de
Benedicto XVI, y en concreto, en uno de sus más preciados tesoros, el
misal de San Pío V, y la llamada Misa Tradicional o Misa de siempre.
Para introducirnos sobre el tema traeremos a
colación el prólogo íntegro que el Cardenal Ratzinger escribió para
el libro del P. Uwe Michael Lang, " Vueltos al Señor. La orientación de la
oración litúrgica", pues el que sea la misma la orientación del
sacerdote y de los fieles durante la celebración del Santo Sacrificio del Altar
caracteriza a la Misa Tradicional:
"Para el católico practicante normal son dos
los resultados más evidentes de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano
II: la
desaparición del latín y el altar orientado hacia el
pueblo. Quien lee los textos conciliares puede constatar con asombro que
ni lo uno ni lo otro se encuentran en dichos textos en esta
forma.
A la lengua vulgar,
por supuesto, había que darle espacio, según las intenciones del Concilio
(1) -sobre todo en el ámbito de la liturgia de la Palabra- pero, en el
texto conciliar, la norma general inmediatamente anterior dice: «Se conservará el uso
de la lengua latina en los ritos latinos, salvo derecho
particular».
(2)
El texto conciliar no habla de la orientación del
altar hacia el pueblo. Se habla de esta cuestión en instrucciones
posconciliares. La más importante de ellas es la Institutio generalis
Missalis Romani, la Introducción general al nuevo Misal romano de
1969, donde en el número 262 se lee: «Constrúyase el altar mayor separado de la
pared, de modo que se le pueda rodear fácilmente y la celebración se pueda hacer
de cara al pueblo [versus populum]» . La introducción a la nueva edición
del Misal romano de 2002 ha tomado este texto a la letra, pero al final añade lo
siguiente: « es deseable donde sea posible» . Muchos ven en este añadido una
lectura rígida del texto de 1969, en el sentido de que ahora existe la
obligación general de construir -«donde sea posible»- los altares de cara al
pueblo. Esta
interpretación, sin embargo, fue rechazada por la competente Congregación
para el Culto Divino el 25 de septiembre de 2000, cuando explicó que la palabra «expedit»
[es deseable] no expresa una obligación, sino un consejo.
Hay que distinguir -dice la Congregación- la orientación física de la
espiritual. Cuando el sacerdote celebra versus populum, su
orientación espiritual debe ser siempre versus Deum per Iesum
Christum [hacia Dios por Jesucristo]. Dado que ritos, signos, símbolos
y palabras no pueden nunca agotar la realidad última del misterio de la
salvación, se han de evitar posturas unilaterales y absolutas al
respecto.
Es una aclaración importante porque evidencia el
carácter relativo de las formas simbólicas exteriores,
contraponiéndose de este modo a los fanatismos que por desgracia en los últimos
cuarenta años han sido frecuentes en el debate en torno a la liturgia. Pero al
mismo tiempo
ilumina también la dirección última de la acción litúrgica, que no se
expresa nunca completamente en las formas exteriores y que es la misma para el
sacerdote y para el pueblo (hacia el Señor: hacia el Padre por Cristo
en el Espíritu Santo). La respuesta de la Congregación, pues, debería crear
un clima más tranquilo para el debate; un clima en el que pueda buscarse la
manera mejor para la actuación práctica del misterio de la salvación, sin
condenas recíprocas, escuchando con atención a los demás, pero sobre todo
escuchando las indicaciones últimas de la misma liturgia. Tachar apresuradamente
ciertas posturas como "preconciliares","reaccionarias", "conservadoras", o
"progresistas" o "ajenas a la fe", no debería admitirse en la confrontación, que
debería dejar espacio a un nuevo y sincero compromiso común de cumplir la
voluntad de Cristo del mejor modo posible.
Este pequeño libro de Uwe Michael Lang,
oratoriano residente en Inglaterra, analiza la cuestión de la orientación de la
oración litúrgica desde el punto de vista histórico, teológico y pastoral. Y
haciendo esto, vuelve a plantear en un momento oportuno -creo yo-
un debate que, a pesar de las apariencias, no ha cesado nunca
realmente, ni siquiera después del Concilio.
El liturgista de Innsbruck Josef Andreas
Jungmann, que fue uno de los arquitectos de la Constitución sobre la Sagrada
Liturgia del Vaticano II, se opuso firmemente desde el principio al polémico tópico
según el cual el sacerdote, hasta ahora, había celebrado "dando la espalda al
pueblo" . Jungmann subrayaba, en cambio, que no se trataba de dar la espalda
al pueblo, sino de asumir la misma orientación que el pueblo.
La liturgia de la Palabra tiene carácter de proclamación y de diálogo: es
dirigir la palabra y responder, y, por consiguiente, quien proclama se dirige a
quien escucha y viceversa, la relación es recíproca. La oración eucarística,
en cambio, es la oración en la que el sacerdote hace de guía, pero está
orientado, con el pueblo y como el pueblo, hacia el Señor. Por esto,
según Jungmann, la misma dirección del sacerdote y del pueblo pertenece a la
esencia de la acción litúrgica. Más tarde Louis Bouyer -otro de los principales
liturgistas del Concilio- y Klaus Gamber, cada uno a su manera, retomaron la
cuestión. Pese a
su gran autoridad, tuvieron desde el principio algunos problemas para hacerse
oír, pues era muy fuerte la tendencia a poner en evidencia el elemento
comunitario de la celebración litúrgica y a considerar por eso que el sacerdote
y el pueblo debían estar frente a frente para dirigirse recíprocamente el uno al
otro.
Sólo recientemente el clima se ha vuelto más
tranquilo y así, quienes plantean cuestiones como las de Jungmann, Bouyer y
Gamber ya no son sospechosos de sentimientos "anticonciliares". Los progresos de la
investigación histórica han dado más objetividad al debate, y los fieles
intuyen cada vez más lo discutible de una solución en la que a duras penas se
advierte la apertura de la liturgia hacia lo que le espera y hacia lo que la
transciende. En esta situación, el libro de Uwe Michael Lang, tan
agradablemente objetivo y nada polémico, puede ser una ayuda preciosa. Sin la
pretensión de presentar nuevos descubrimientos, ofrece los resultados de las
investigaciones de los últimos decenios con gran esmero, dando la información
necesaria para poder llegar a un juicio objetivo. Es digno de mérito el hecho de
que se evidencia al respecto no sólo la aportación, poco conocida en Alemania,
de la Iglesia de Inglaterra, sino también el relativo debate, interno al
Movimiento de Oxford en el siglo XIX, en cuyo contexto maduró la conversión de
John Henry Newman. Sobre esta base se desarrollan luego las respuestas
teológicas.
Espero que este libro de un joven estudioso pueda ser
una ayuda en el esfuerzo -necesario para cada generación- de comprender
correctamente y de celebrar dignamente la liturgia. Le deseo que encuentre
muchos lectores atentos". (3)
Sobre la orientación del sacerdote y los fieles
también escribe lo siguiente:
-El 18 de noviembre de 1992 en el prefacio de
un libro del liturgista Monseñor Claus Gamber: "La orientación de la oración
común a sacerdotes y fieles -cuya forma simbólica era generalmente en dirección
al este, es decir al sol que se eleva-, era concebida como una mirada hacia el
Señor, hacia el verdadero sol. Hay en la liturgia una anticipación de su
regreso; sacerdotes y fieles van a su encuentro. Esta orientación de la oración
expresa el carácter geocéntrico de la liturgia; obedece a la monición
´Volvámonos hacia el Señor´ ". (4)
-En otro texto explica que: " ...hay algo
que siempre estuvo claro en toda la cristiandad hasta bien entrado el segundo
milenio: la orientación de la oración hacia el oriente es una tradición que se
remonta a los orígenes y es la expresión fundamental de la síntesis cristiana de
cosmos e historia, del arraigo en la unicidad de la historia de la salvación, de
salir al encuentro del Señor que viene. En ella se expresa, tanto la fidelidad a
lo que hemos recibido, como la dinámica de lo que hay que recorrer ".
"El hombre de hoy tiene poca sensibilidad
para esta ´orientación´. Mientras que para el judaísmo y el islam sigue siendo
un hecho incuestionable el rezar en dirección al lugar central de la revelación
-hacia Dios que se nos ha mostrado-... ". (5)
"La orientación de todos hacia el oriente no
era una ´ celebración contra la pared ´, no significaba que el sacerdote ´ diera
la espalda al pueblo ´, en ella no se le daba tanta importancia al sacerdote. Al
igual que en la sinagoga todos miraban a Jerusalén, aquí todos miran ´ hacia el
Señor ´. Usando la expresión de uno de los Padres de la Constitución sobre la
Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II, J. A. Jungmann, se trataba más bien
de una misma orientación del sacerdote y del pueblo, que sabían que caminaban
juntos hacia el Señor. Pueblo y sacerdote no se encierran en un círculo, no se
miran unos a otros, sino que, como pueblo de Dios en camino, se ponen en marcha
hacia el oriente, hacia el Cristo que avanza y sale a nuestro encuentro" .
(6)
Y acerca de la importancia en la liturgia de la
postura de arrodillarse -de sacerdote y fieles-, comenta que: " Tal vez sea
cierto que el arrodillarse constituya algo ajeno a la cultura moderna,
precisamente en la medida en que se trata de una cultura que se ha alejado de la
fe y que no conoce ya a Aquel ante el cual ponerse de hinojos es un gesto justo,
mejor dicho, un gesto necesario interiormente. Quien aprende a creer aprende a
arrodillarse; una fe o una liturgia que no conozcan ya el acto de arrollidarse
están enfermas en un punto central. Allí donde se ha perdido este gesto es donde
hay que aprenderlo de nuevo". (7)
Sobre la reforma litúrgica expone que: "Tras
el concilio Vaticano II se generó la impresión de que el Papa podía hacer
cualquier cosa en materia de liturgia (...). Así fue como
desapareció, en grandes zonas de la conciencia difusa de Occidente, la noción de
liturgia como algo que nos precede y que no puede ser ´hecho´ a nuestro
antojo. Pero de hecho, el concilio Vaticano 1º no pretendió definir en
absoluto al Papa como un monarca absoluto, sino, por el contrario, como el
garante de la obediencia a la palabra transmitida: su potestad se liga a la
tradición de la fe, lo que rige también en el campo litúrgico (...). La autoridad del Papa
no es ilimitada: está al servicio de la santa tradición". (8)
El cardenal Ratzinger nos adentra en el tema
del Misal de San Pío V, y la Misa Tradicional al afirmar:
-En su autobiografía que: "la promulgación -
por Pablo VI- de la prohibición del Misal -de San Pío V- que se había
desarrollado a lo largo de los siglos desde el tiempo de los sacramentales de la
Iglesia antigua, comportó una ruptura en la historia de la liturgia cuyas
consecuencias sólo podían ser trágicas". (9)
-Y continúa diciendo que: "yo estaba perplejo ante
la prohibición del Misal antiguo, porque algo semejante no había ocurrido jamás
en la historia de la liturgia. Se suscitaba por cierto la impresión de
que esto era completamente normal. El misal precedente había sido realizado por
Pío V en el año 1570, a la conclusión del Concilio de Trento; era, por tanto, normal
que, después de cuatrocientos años y un nuevo Concilio, un nuevo Papa publicase
un nuevo misal. Pero la verdad histórica era otra. Pío V se había
limitado a hacer reelaborar el misal romano entonces en
uso, como en el curso vivo de la historia había siempre ocurrido a lo
largo de todos los siglos. Del mismo modo, muchos de sus sucesores reelaboraron de
nuevo este misal, sin contraponer jamás un misal al otro. Se ha tratado siempre
de un proceso
continuado de crecimiento y de purificación en el cual sin embargo,
nunca se destruía la
continuidad. Un misal de Pío V creado por él, no existe
realmente. Existe sólo la reelaboración por él ordenada como fase de un largo
proceso de crecimiento histórico. La novedad, tras el Concilio de Trento, fue de
otra naturaleza: la irrupción de la reforma protestante había tenido lugar sobre
todo en la modalidad de ´reformas litúrgicas´. No existía simplemente una
Iglesia católica junto a otra protestante; la división de la Iglesia tuvo lugar
casi imperceptiblemente y encontró su manifestación más visible e históricamente
más incisiva en el cambio de la liturgia que, a su vez, sufrió una gran
diversificación en el plano local, tanto que los límites entre los que todavía
era católico y no que ya no era se hacían con frecuencia difíciles de definir.
En esta situación de confusión, que había sido posible por la falta de una
normativa litúrgica unitaria y del pluralismo litúrgico heredado de la Edad
Media, el Papa decidió que el ´Missale Romanum´, el texto litúrgico de la ciudad
de Roma, católico sin ninguna duda, debía ser introducido allí donde no se
pudiese recurrir a liturgias que tuviesen por lo menos doscientos años de
antigüedad. Donde se podía demostrar esto último, se podía mantener la liturgia
precedente, dado que su carácter católico podía ser considerado seguro. No se puede, por tanto,
hablar de hecho de una prohibición de los anteriores y hasta entonces
legítimamente válidos misales". (10)
-
Además en la mencionada autobiografía explica
que con la: "reforma litúrgica -de Pablo VI- acaeció algo más -que una
simple ´revisión´ del Misal anterior, pues- se destruyó el edificio antiguo y se
construyó otro, si bien con el material del cual estaba hecho el edificio
antiguo y utilizando también los proyectos precedentes. (.) Para la vida de la
Iglesia es dramáticamente urgente una renovación de la conciencia litúrgica, una
reconciliación litúrgica. (.) Estoy convencido de que la crisis eclesial en la que nos
encontramos depende en gran parte del hundimiento de la
liturgia". (11)
-En el año 2002, el cardenal Prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe nos avisa que: "También es importante
para la correcta concienciación en asuntos litúrgicos que concluya de una vez la
proscripción de la liturgia válida hasta 1970. Quien hoy aboga por la
perduración de esa liturgia o participa en ella es tratado como un apestado,
aquí termina la
tolerancia. A lo largo de la historia no ha habido nada igual, esto implica proscribir
también todo el pasado de la Iglesia. Y de ser así ¿cómo confiar en su
presente?. Francamente, yo tampoco entiendo por qué muchos de mis hermanos
obispos se someten a esta exigencia de intolerancia que, sin ningún motivo
razonable, se opone a la necesaria reconciliciación interna de la Iglesia".
(12)
-Podemos alcanzar a adivinar cual es la pieza
clave del pensamiento del Papa Benedicto XVI cuando era Cardenal en relación al
misal de San Pío V cuando afirma que : "He abogado desde el principio en pro
de la libertad de continuar usando el viejo misal -el misal de San Pío
V-". (13)
También en el año 2002, el Cardenal escribe, en
relación a la liturgia , y como una declaración de intenciones, que: "Hoy, lo más importante
es volver a respetar la liturgia y su inmanipulabilidad. Que aprendamos
de nuevo a reconocerla como algo que crece, algo vivo y regalado,
con lo que participamos en la liturgia celestial. Que no busquemos en ella la
autorrealización, sino el don que nos corresponde".(14)
"Pero, en mi opinión, esto debería ser ante
todo y sobre todo un proceso educativo que ponga término al pisoteo de la
liturgia con auto inventos". (15)
Como colofón destacar las palabras finales del
Cardenal Ratzinger en la Conferencia pronunciada en Roma, el 24 de octubre
de1998, en el marco de las celebraciones del Xº aniversario de la creación de la
´Comisión Pontificia Ecclesia Dei´:
"Por lo tanto queridos amigos, yo quiero
alentaros a no perder la paciencia, a conservar la confianza y aque toméis de la
liturgia la fuerza necesaria para dar vuestro testimonio por nuestro Señor en
estos tiempos". (16)
Notas
(1) Cfr. Sacrosanctum Concilium, 36,2.
(2) Sacrosanctum Concilium 36,1.
(3) P. UWE MICHAEL LANG, Vueltos al Señor. La
orientación de la oración litúrgica , Catagalli, Siena 2004, 150 págs.
(4) CLAUS GAMBER, ¡Vueltos hacia el Señor! ,
Ediciones ´Renovación´, Madrid 1996. pág. 7.
(5) JOSEPH RATZINGER, El Espíritu de la Liturgia,
una introducción , Ediciones Cristiandad, Madrid 2001, pág. 97.
(6) Ult. op. cit, pág. 102.
(7) Ult. op. cit, pág. 190.
(8) JOSEPH RATZINGER, Introducción al Espíritu de
la Liturgia , Ediciones San Pablo, pág. 162.
(9) JOSEPH RATZINGER, Mi Vida, Recuerdos
(1927-1977) , Ed. Encuentro, Madrid 1997, pág 24.
(10) Ult. op. cit., págs. 123-124.
(11) Ult. op. cit, pág. 124.
(12) JOSEPH RATZINGER, Dios y el Mundo , Editorial
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2002, págs. 393-394.
(13) JOSEPH RATZINGER, Balance y Perspectivas, en
Autor de la cuestión litúrgica... , págs. 177-178.
(14) JOSEPH RATZINGER, Dios y el Mundo , Editorial
Galaxia Gutemberg, Barcelona 2002, pág. 393.
(15) Ult. op. cit, pág. 393.
(16) JOSEPH RATZINGER, ¿Existe contradicción entre
el Nuevo y el Antiguo rito de la Misa? , Ediciones´Renovación´, Madrid 1998,
pág.9.
De la página: http://www.unavocesevilla.info