Traman su ruina desde dentro, hoy el peligro está casi en las entrañas mismas y en las venas de la Iglesia.
San Pío X
Encíclica Pascendi
*
Capítulo XVI: León XIII condena el “modernismo” — Cristo no cambia — San Pío X desvela la conjuración La encíclica Pascendi — El enemigo está en el corazón de la Iglesia — La conspiración del silencio — Cómo se fabrica la opinión.
*
Nota: "La Iglesia Ocupada" es un libro de Jacques Ploncard d’Assac, publicado en capítulos para Santa Iglesia Militante por Cecilia Margarita de María Thörsoe Osiadacz.
Para ver la totalidad de los capítulos publicados puede clickear en: LA IGLESIA OCUPADA.
*
¿Y Roma?, se dirá. ¿Qué hacia Roma ante la pretensión de nivelar las doctrinas de la Iglesia con las del Siglo?
No hay que pensar que León XIII, cuya política del “Ralliement” fue discutible, haya tenido la menor complacencia por el “modernismo”.
Papa León XIII
Decía este Pontífice en su Encíclica Testem benevolentiae, que para volver a atraer a las masas al cristianismo —éste era el gran argumento de los innovadores— había surgido una nueva opinión que se puede resumir así:
“Hace falta que la Iglesia se adapte más a la civilización de un mundo llegado a la edad adulta y que, desprendiéndose de su antiguo rigor, se muestra favorable a las aspiraciones y a las teorías de los pueblos modernos. Ahora bien, muchos hacen llegar este principio, no solamente a la disciplina, sino también a las doctrinas que constituyen el depósito de la fe. Sostienen, en efecto, que, para ganar los corazones de los extraviados, es oportuno callar ciertos puntos de doctrina, como si fuesen de menor importancia o atenuarlos hasta el punto de no darles ya el sentido mantenido siempre por la Iglesia.
“Que se guarden de suprimir algo de la doctrina recibida de Dios o de omitir algo de ella por cualquier motivo que sea —precisaba León XIII— pues el que lo hiciere tendería más bien a separar al católico de la Iglesia que a llevar a la Iglesia a los que están separados de ella.
“La historia de todos los siglos lo atestigua, esta sede apostólica que ha recibido no solamente el magisterio, sino el gobierno supremo de la Iglesia, SE HA MANTENIDO SIEMPRE EN EL MISMO DOGMA, CON EL MISMO SENTIDO, CON LA MISMA FÓRMULA...
“El designio de los innovadores es aún más peligroso y más opuesto a la doctrina y a la disciplina católicas. Piensan que hay que introducir cierta libertad en la Iglesia con el fin de que una vez restringidos, hasta cierto punto, el poder y la vigilancia de la autoridad, le sea permitido a cada fiel desarrollar más libremente su iniciativa y su actividad. Afirman que esto es una transformación necesaria, como la libertad moderna que constituye casi exclusivamente, en la hora actual, el derecho y el fundamento de la sociedad civil”.
La Reforma
León XIII situaba el origen de este desorden de los espíritus en la Reforma:
“Bajo el impulso de los innovadores del siglo XVI —decía— se han puesto a filosofar sin ninguna consideración para la fe y mutuamente se han concedido plena libertad para abandonar el pensamiento a su capricho y carácter. De ello resultó, de una forma totalmente natural, que los sistemas de filosofía se multiplicaron con exceso y que opiniones diversas y contradictorias surgieron incluso sobre los objetos más importantes de los conocimientos humanos. De la multitud de opiniones se llegó fácilmente a la vacilación y la duda, de la duda al error; la caída es fácil ¿quién no lo ve?
“Los hombres se dejan arrastrar de buen grado por el ejemplo, esta pasión de la novedad pareció haber invadido en ciertos países el espíritu de los mismos filósofos católicos. Desdeñando el patrimonio de la sabiduría antigua, prefirieron edificar de nuevo que acrecentar y perfeccionar el nuevo edificio, proyecto ciertamente poco prudente y que sólo se ralizó con gran detrimento de las ciencias. En efecto, estos sistemas múltiples, apoyados únicamente en la autoridad y el juicio de cada maestro particular, no tienen más que una base móvil y por consiguiente, en lugar de una ciencia segura, estable y robusta, como era la antigua, no pueden producir más que una filosofía vacilante y sin consistencia”.
Es necesario volver a Santo Tomás de Aquino, concluía León XIII, quien proclamaba al autor de la Summa teologica “patrón de las escuelas católicas”.
"Es necesario volver a santo Tomás"
Se estaba lejos del “modernismo”. Atacado en su origen el libre examen, y denunciado en sus prolongaciones, no se le reconocía ningún lugar en la Iglesia. Si se organizaba para ocuparla por sorpresa, ¿conseguiría con ello una legitimación? Su influencia, la importancia de sus adeptos, el punto extremo al que podía llegar ¿modificarían en lo que fuese, un error en contradicción total y evidente con la enseñanza tradicional de la Iglesia?
EN CUALQUIER GRADO DE SU PENETRACIÓN QUE SE LE TOME, NO DEJA DE SER UN ERROR FORMALMENTE CONDENADO DESDE SU APARICIÓN Y DEL CUAL NO PUEDE DESPRENDERSE.
“Cristo no cambia —responde León XIII a los que le apremian para que adapte la Iglesia al siglo—, El es el mismo hoy que ayer y lo será por los siglos de los siglos”.
Si existe una contradicción entre el espíritu del siglo y el de la Iglesia, es el primero el que debe volver sobre sí mismo, no el segundo. Si la Iglesia “se adapta” —y adaptarse quiere decir hacer suyas las nuevas ideas— es Ella la que seguiría al siglo. La verdad ya no estaría en Ella, sino en las ideas cambiantes de los siglos; perdería toda autoridad al perder su inmutabilidad. Esto es tan evidente, que se requiere toda la habilidad dialéctica de los ‘innovadores’ y la despreocupación de los fieles para pretender escapar a esta alternativa: o bien la Iglesia se ha equivocado desde hace veinte siglos, o bien son los innovadores de hoy los que se equivocan. Pero si la Iglesia se ha equivocado desde hace veinte siglos, ¿quién nos garantiza que los que pretenden hoy hablar en su nombre no se equivoquen?
Todo se sostiene o todo se derrumba.
San Pio X asesta un golpe al modernismo.
San Pío X comprendió muy bien el método de infiltración secreta empleado por los “modernistas”. Midió todo su peligro y lo denunció con energía:
“Evidentemente, son rebeldes los que profesan y difunden, bajo formas artificiosas, errores monstruosos sobre la evolución del dogma, sobre el regreso al puro Evangelio —es decir, descargado, como dicen, de las explicaciones de la teología, de las definiciones de los Concilios, de las máximas de la ascética— sobre la emancipación de la Iglesia, PERO DE UNA MANERA NUEVA, SIN REBELARSE PARA NO SER SEPARADOS, PERO SIN SOMETERSE para no faltar a sus propias convicciones; y finalmente, sobre la adaptación a los Tiempos presentes (…) Todos estos errores se propagan en opúsculos, revistas, libros ascéticos y hasta en novelas”
Pero el carácter de SOCIEDAD SECRETA que toma el “modernismo” es lo que preocupa al gran santo que es Pío X.
“Los modernistas, aún después de que la encíclica Pascendi descubriese la máscara con la que se cubría, no abandonaron sus designios de turbar la paz de la Iglesia.
En efecto, no han cesado de buscar y de agrupar EN UNA ASOCIACIÓN SECRETA, nuevos adeptos, y de inocular con ellos, EN LAS VENAS DE LA SOCIEDAD CRISTIANA, el veneno de sus opiniones, por medio de la publicación de libros y de folletos en los que callan, o disimulan los nombres de los autores (...). Estos adversarios son tanto más de temer cuanto más de cerca nos tocan; ABUSAN DE SU MINISTERIO para lanzar el anzuelo con un alimento envenenado con el fin de sorprender la buena fe de los que no están sobre aviso, propagan a su alrededor una apariencia de doctrina que contiene la suma de todos los errores”.
La Encíclica Pascendi, del 8 de septiembre de 1907, había denunciado claramente la existencia de una sociedad secreta en el seno mismo de la Iglesia. Este sacerdote, aquel obispo, ¿ estaban afiliados a la secta? En la Iglesia se instalaba la duda. A lo que hoy asistimos no es más que el resultado de una lenta ocupación de la Jerarquía por los conjurados y no tiene otra comparación posible —con secretos vínculos?— más que con la penetración oculta de la francmasonería en la sociedad política.
Encíclica Pascendi.
“Los artífices de errores —decía San Pío X en la Encíclica Pascendi— no hay que buscarlos hoy entre los enemigos declarados. SE ESCONDEN y son objeto de temor y de muy viva angustia, EN EL SENO MISMO Y EN EL CORAZÓN DE LA IGLESIA, enemigos tanto más temibles cuanto que lo son menos abiertamente. Hablamos de un gran número de católicos laicos y, lo que es todavía más de lamentar, de SACERDOTES que bajo capa de amor a la Iglesia, totalmente pobres de filosofía y teologías serias, impregnados al contrario hasta la médula del veneno del error extraído de los adversarios de la fe católica, se colocan, despreciando toda modestia, como renovadores de la Iglesia (…). Ciertamente, enemigos de la Iglesia lo son y AL DECIR QUE NO LOS HAY PEORES, no nos apartamos de la verdad. En efecto, no es desde fuera, DESDE DENTRO TRAMAN SU RUINA; HOY EL PELIGRO ESTÁ CASI EN LAS ENTRAÑAS MISMAS Y EN LAS VENAS DE LA IGLESIA; sus golpes son tanto más seguros cuanto mejor saben dónde herir. (Disimulan) bajo mentirosa apariencia de sumisión una audacia sin límites. Inclinan hipócritamente la cabeza mientras que, con todos sus pensamientos, con todas sus energías, prosiguen más audazmente que nunca EL PLAN TRAZADO (...). LES INTERESA PERMANECER EN EL SENO DE LA IGLESIA PARA TRABAJAR EN ELLA Y ALLI MODIFICAR POCO A POCO LA CONCIENCIA COMÚN”.
Y ved cómo actúan en la sombra:
“QUE UNO DE ELLOS ABRA LOS LABIOS, LOS DEMÁS APLAUDEN AL UNÍSONO ENSALZANDO EL PROGRESO DE LA CIENCIA; ALGUNO TIENE LA DESGRACIA DE CRITICAR UNA u otra de sus novedades, por monstruosa que sea, SE ECHAN SOBRE ÉL EN APRETADAS FILAS; quien la niega es tratado de ignorante, quien la abraza y la defiende es ensalzado hasta las nubes. Engañados, muchos de los que van a ellos si se diesen cuenta de las cosas retrocederían horrorizados. Al amparo de la audacia y la prepotencia de los unos, de la ligereza y de la imprudencia de los otros, se ha formado como una atmósfera pestilente que invade todo, penetra todo y propaga el contagio (...) Los modernistas persiguen con toda su malevolencia, con toda su acrimonia a los católicos que luchan vigorosamente en favor de la Iglesia. No hay ninguna clase de injurias que no vomiten contra ellos. La preferida es la de la ignorancia y la de la obstinación.
“Si se trata de un adversario al que su erudición y su fuerza de espíritu le hacen temible, buscan reducirle a la impotencia organizando a su alrededor la CONSPIRACIÓN DEL SILENCIO.
“Se adueñan de las cátedras en los seminarios, en las universidades y las transforman en cátedras de pestilencia. Disfrazados acaso, siembran sus doctrinas desde la cátedra sagrada; las profesan abiertamente en los Congresos; las hacen penetrar y las ponen en boga en las instituciones sociales”.
Es significativa la manera en que Fogazzaro acogió la Encíclica condenando el “modernismo”. El 4 de noviembre de 1907 escribe a uno de sus corresponsales:
“He aconsejado QUE SE HAGA SILENCIO SOBRE LA ENCICLICA... Tyrell se equivoca al contestar — ¡ y en qué tono! Los autores de la RIPOSTE se equivocan ya desde el título: RIPOSTE” .
Fogazzaro herido.
San Pío X asestó un golpe muy duro a los modernistas: sus planes son expuestos públicamente, sus contradicciones subrayadas con raro vigor, y Fogazzaro acusa el golpe:
“Lo que más me oprime el corazón, sabedlo, me atrevo a decirlo, es menos el rigorismo del Vaticano que LA PROFUNDA INDIFERENCIA DEL PÚBLICO”
Es el reverso de la fanfarronada de los modernistas, hacen mucho ruido, intimidan a los tontos, pero en realidad poca gente los sigue.
Alrededor de Fogazzaro se ha hecho un gran vacío. Los más fanáticos le encuentran timorato, el Vaticano desconfía. Arrastra la vida tres años todavía y muere el 7 de marzo de 1910.
Sin embargo, su consigna permanece tal como la dio en Il Santo: “No déis nombre a vuestra asociación, no habléis jamás colectivamente, no publiquéis jamás escritos sobre cuestiones religiosas difíciles de vender, pero distribuidlos prudentemente”.
El método que Voltaire preconizaba en una carta a Helvetius era ya éste. Hablando de los libritos filosóficos contra la religión, decía:
“No se venden, se dan a personas afiliadas para que los distribuyan entre los jóvenes o las mujeres”.
Cómo se fabrica la opinión...
Este método de acción había chocado a Maurice Talmeyr quien en su libro Comment on fabrique l’opinion (Cómo se fabrica la opinión) exponía que así se podía, “mediante una colaboración anónima, sin ruido, sin despertar sospecha, ni caer en responsabilidades, crear un estado de espíritu, fabricar la opinión”. ¡ Y cuántas ventajas en esta coalición oculta! “Cuando unos hombres pertenecen ostensiblemente a una secta o a una escuela, cuando manifiestan que lo son, LA OPINIÓN está prevenida contra su espíritu de cuerpo y se pone en guardia. Pero unos hombres a los que nada une en apariencia, QUE NI ELLOS MISMOS SABEN QUE LO ESTÁN, y piensan y juzgan igual de todo, estos hombres realizan precisamente lo que se trata de realizar, un CONSENSUS. Un CONSENSUS artificial, un CONSENSUS fabricado, pero que parece espontáneo y que impresiona fuertemente”.
El “modernismo” no es solamente una herejía, es también un método de propagación de la herejía y esto es lo que le ha permitido progresar encubierto hasta el día en que explote el “CONSENSUS artificial” que da la impresión de una opinión general y espontánea.
San Pío X, que veía hacia dónde iban las cosas, tuvo estas palabras dramáticas en una de sus últimas intervenciones, el 27 de mayo de 1914:
“ Oh! Cuántos navegantes, cuántos capitanes al confiar en las novedades profanas y en la ciencia engañosa de los tiempos, en lugar de llegar al puerto HAN NAUFRAGADO!”.
Las condenaciones hechas alcanzan la herejía en cualquier grado de penetración al que haya llegado. La “ocupación” de la Iglesia explica los conflictos presentes y sólo la conciencia que se tome de ellos permitirá resolver la situación.
fonte:Santa Iglesia Militante