segunda-feira, 11 de novembro de 2019

Hermanos Contemplativos del Carmelo



Carmelo significa jardín. Podría compararse con el jardín del paraíso que tuvieron Adán y Eva antes de que pecaran. Tiene varias características: la providencia de Dios, el poder hablar con Dios, la fraternidad, alegría, plenitud, señorío sobre la naturaleza. Un lugar donde me encuentro con Dios y mi propio ser.

El carmelita es un peregrino que con los ojos puestos en Jesús camina hacia la cima del monte de la perfección. Mientras va de camino anticipa el cielo ofreciéndose por las almas, especialmente las sacerdotales. Camina como la Santísima Virgen acompañado de la sabiduría de la inseguridad; transformándolo todo en prójimo.

El Carmelo es la familia que Jesús me ha regalado como camino de salvación, es lugar de encuentro con el Amado; en la oración, en el trabajo, en la alegría, en el estudio y en la fraternidad con mis hermanos y Comunidad, es donde doy mi vida por la conversión del mundo entero.

El Carmelo es el desierto donde Dios quería que me escondiera. A imitación de María Santísima, en una vida oculta, solo deseo que el Señor vea la humillación de su esclavo (Lc 1, 48) y por la misericordia de Dios ser hostia viva, santa, grata a Dios (Rm 12, 1).

El Carmelo es un nuevo cielo y una nueva tierra. Es la tierra de la madre de Jesús, la promesa de Dios para la humanidad. Es profetismo, misericordia, transparencia y verdad. Son las puertas del cielo que se abren en gracia, presencia continua de María. Es la brisa suave del Espíritu que corre veloz y lento.

Ser Carmelita no es sólo un regalo, es una gran oportunidad para algo muy simple que es: complacer a Dios. Es un toma y dame, es en sencillas palabras "amarlo y hacerlo amar". Soy Carmelita cuando me entrego y esto lo ratificó cuando descubro todo lo que él me quiere dar.

El Carmelo es una familia, vivir el cielo anticipado aquí en la tierra. Es una vida entregada a la oración, al silencio, a la soledad, a una muerte continua del “yo”, para vivir fraternalmente el amor de los unos con los otros, adorando a Dios en todo momento a través de María.

Carmelo es oír un "sígueme" de Jesús y responder con un "sí" del corazón, es soledad sonora, es una herida de amor, es buscarte Jesús en la noche y hallarte en la cima de un monte, es reconocer que yo nací para ti Jesús y que tú eres para mí.

Ser carmelita es vivir en una familia que se ama, que se ayuda mutuamente, que se anima hacia la santidad. Es levantarse cada día con el deseo de estar con el Amado en un diálogo profundo y silencioso en donde solamente existe la mirada amorosa de Dios sobre su consagrado que se deja cargar por los brazos de ese amado Padre