domingo, 31 de março de 2013

Mensagem Urbi Et Orbi Páscoa 2013 Alemão, Árabe, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Polonês, Português.

Mensagem Urbi Et Orbi Páscoa 2013 (Vídeo)
[Alemão, Árabe, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Polonês, Português]




 
MENSAJE URBI ET ORBI
DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PASCUA 2013
Domingo 31 de marzo de 2013
 

Queridos hermanos y hermanas de Roma y de todo el mundo: ¡Feliz Pascua! ¡Feliz Pascua!
Es una gran alegría para mí poderos dar este anuncio: ¡Cristo ha resucitado! Quisiera que llegara a todas las casas, a todas las familias, especialmente allí donde hay más sufrimiento, en los hospitales, en las cárceles...
Quisiera que llegara sobre todo al corazón de cada uno, porque es allí donde Dios quiere sembrar esta Buena Nueva: Jesús ha resucitado, hay la esperanza para ti, ya no estás bajo el dominio del pecado, del mal. Ha vencido el amor, ha triunfado la misericordia. La misericordia de Dios siempre vence.
También nosotros, como las mujeres discípulas de Jesús que fueron al sepulcro y lo encontraron vacío, podemos preguntarnos qué sentido tiene este evento (cf. Lc 24,4). ¿Qué significa que Jesús ha resucitado? Significa que el amor de Dios es más fuerte que el mal y la muerte misma, significa que el amor de Dios puede transformar nuestras vidas y hacer florecer esas zonas de desierto que hay en nuestro corazón. Y esto lo puede hacer el amor de Dios.
Este mismo amor por el que el Hijo de Dios se ha hecho hombre, y ha ido hasta el fondo por la senda de la humildad y de la entrega de sí, hasta descender a los infiernos, al abismo de la separación de Dios, este mismo amor misericordioso ha inundado de luz el cuerpo muerto de Jesús, y lo ha transfigurado, lo ha hecho pasar a la vida eterna. Jesús no ha vuelto a su vida anterior, a la vida terrenal, sino que ha entrado en la vida gloriosa de Dios y ha entrado en ella con nuestra humanidad, nos ha abierto a un futuro de esperanza.
He aquí lo que es la Pascua: el éxodo, el paso del hombre de la esclavitud del pecado, del mal, a la libertad del amor y la bondad. Porque Dios es vida, sólo vida, y su gloria somos nosotros: es el hombre vivo (cf. san Ireneo, Adv. haereses, 4,20,5-7).


Queridos hermanos y hermanas, Cristo murió y resucitó una vez para siempre y por todos, pero el poder de la resurrección, este paso de la esclavitud del mal a la libertad del bien, debe ponerse en práctica en todos los tiempos, en los momentos concretos de nuestra vida, en nuestra vida cotidiana. Cuántos desiertos debe atravesar el ser humano también hoy. Sobre todo el desierto que está dentro de él, cuando falta el amor de Dios y del prójimo, cuando no se es consciente de ser custodio de todo lo que el Creador nos ha dado y nos da. Pero la misericordia de Dios puede hacer florecer hasta la tierra más árida, puede hacer revivir incluso a los huesos secos (cf. Ez 37,1-14).
He aquí, pues, la invitación que hago a todos: Acojamos la gracia de la Resurrección de Cristo. Dejémonos renovar por la misericordia de Dios, dejémonos amar por Jesús, dejemos que la fuerza de su amor transforme también nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer florecer la justicia y la paz.
Así, pues, pidamos a Jesús resucitado, que transforma la muerte en vida, que cambie el odio en amor, la venganza en perdón, la guerra en paz. Sí, Cristo es nuestra paz, e imploremos por medio de él la paz para el mundo entero.
Paz para Oriente Medio, en particular entre israelíes y palestinos, que tienen dificultades para encontrar el camino de la concordia, para que reanuden las negociaciones con determinación y disponibilidad, con el fin de poner fin a un conflicto que dura ya demasiado tiempo. Paz para Iraq, y que cese definitivamente toda violencia, y, sobre todo, para la amada Siria, para su población afectada por el conflicto y los tantos refugiados que están esperando ayuda y consuelo. ¡Cuánta sangre derramada! Y ¿cuánto dolor se ha de causar todavía, antes de que se consiga encontrar una solución política a la crisis?
Paz para África, escenario aún de conflictos sangrientos. Para Malí, para que vuelva a encontrar unidad y estabilidad; y para Nigeria, donde lamentablemente no cesan los atentados, que amenazan gravemente la vida de tantos inocentes, y donde muchas personas, incluso niños, están siendo rehenes de grupos terroristas. Paz para el Este la República Democrática del Congo y la República Centroafricana, donde muchos se ven obligados a abandonar sus hogares y viven todavía con miedo.
Paz en Asia, sobre todo en la península coreana, para que se superen las divergencias y madure un renovado espíritu de reconciliación.
Paz a todo el mundo, aún tan dividido por la codicia de quienes buscan fáciles ganancias, herido por el egoísmo que amenaza la vida humana y la familia; egoísmo que continúa en la trata de personas, la esclavitud más extendida en este siglo veintiuno: la trata de personas es precisamente la esclavitud más extendida en este siglo ventiuno. Paz a todo el mundo, desgarrado por la violencia ligada al tráfico de drogas y la explotación inicua de los recursos naturales. Paz a esta Tierra nuestra. Que Jesús Resucitado traiga consuelo a quienes son víctimas de calamidades naturales y nos haga custodios responsables de la creación.
Queridos hermanos y hermanas, a todos los que me escuchan en Roma y en todo el mundo, les dirijo la invitación del Salmo: «Dad gracias al Señor porque es bueno, / porque es eterna su misericordia. / Diga la casa de Israel: / “Eterna es su misericordia”» (Sal 117,1-2).

Queridos hermanos y hermanas venidos de todas las partes del mundo y reunidos en esta plaza, corazón de la cristiandad, y todos los que estáis conectados a través de los medios de comunicación, os renuevo mi felicitación: ¡Buena Pascua!
Llevad a vuestras familias y vuestros Países el mensaje de alegría, de esperanza y de paz que cada año, en este día, se renueva con vigor.
Que el Señor resucitado, vencedor del pecado y de la muerte, reconforte a todos, especialmente a los más débiles y necesitados. Gracias por vuestra presencia y el testimonio de vuestra fe. Un pensamiento y un agradecimiento particular por el don de las hermosas flores, que provienen de los Países Bajos. Repito a todos con afecto: Cristo resucitado guíe a todos vosotros y a la humanidad entera por sendas de justicia, de amor y de paz.

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Vigília Pascal na Noite Santa . Alemão, Árabe, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Polonês, Português

Vigília Pascal na Noite Santa (Vídeo)[Alemão, Árabe, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Polonês, Português]



HOMILIA DO SANTO PADRE FRANCISCO

Basílica VaticanaSábado Santo, 30 de março de 2013




Amados irmãos e irmãs!

1. No Evangelho desta noite luminosa da Vigília Pascal, encontramos em primeiro lugar as mulheres que vão ao sepulcro de Jesus levando perfumes para ungir o corpo d’Ele (cf. Lc 24, 1-3). Vão cumprir um gesto de piedade, de afeto, de amor, um gesto tradicionalmente feito a um ente querido falecido, como fazemos nós também. Elas tinham seguido Jesus, ouviram-No, sentiram-se compreendidas na sua dignidade e acompanharam-No até ao fim no Calvário e ao momento da descida do seu corpo da cruz. Podemos imaginar os sentimentos delas enquanto caminham para o túmulo: tanta tristeza, tanta pena porque Jesus as deixara; morreu, a sua história terminou. Agora se tornava à vida que levavam antes. Contudo, nas mulheres, continuava o amor, e foi o amor por Jesus que as impelira a irem ao sepulcro. Mas, chegadas lá, verificam algo totalmente inesperado, algo de novo que lhes transtorna o coração e os seus programas e subverterá a sua vida: vêem a pedra removida do sepulcro, aproximam-se e não encontram o corpo do Senhor. O caso deixa-as perplexas, hesitantes, cheias de interrogações: «Que aconteceu?», «Que sentido tem tudo isto?» (cf. Lc 24, 4). Porventura não se dá o mesmo também conosco, quando acontece qualquer coisa de verdadeiramente novo na cadência diária das coisas? Paramos, não entendemos, não sabemos como enfrentá-la. Frequentemente mete-nos medo a novidade, incluindo a novidade que Deus nos traz, a novidade que Deus nos pede. Fazemos como os apóstolos, no Evangelho: muitas vezes preferimos manter as nossas seguranças, parar junto de um túmulo com o pensamento num defunto que, no fim de contas, vive só na memória da história, como as grandes figuras do passado. Tememos as surpresas de Deus. Queridos irmãos e irmãs, na nossa vida, temos medo das surpresas de Deus! Ele não cessa de nos surpreender! O Senhor é assim.

Irmãos e irmãs, não nos fechemos à novidade que Deus quer trazer à nossa vida! Muitas vezes sucede que nos sentimos cansados, desiludidos, tristes, sentimos o peso dos nossos pecados, pensamos que não conseguimos? Não nos fechemos em nós mesmos, não percamos a confiança, não nos demos jamais por vencidos: não há situações que Deus não possa mudar; não há pecado que não possa perdoar, se nos abrirmos a Ele.

2. Mas voltemos ao Evangelho, às mulheres, para vermos mais um ponto. Elas encontram o túmulo vazio, o corpo de Jesus não está lá… Algo de novo acontecera, mas ainda nada de claro resulta de tudo aquilo: levanta questões, deixa perplexos, sem oferecer uma resposta. E eis que aparecem dois homens em trajes resplandecentes, dizendo: «Porque buscais o Vivente entre os mortos? Não está aqui; ressuscitou!» (Lc 24, 5-6). E aquilo que começara como um simples gesto, certamente cumprido por amor – ir ao sepulcro –, transforma-se em acontecimento, e num acontecimento tal que muda verdadeiramente a vida. Nada mais permanece como antes, e não só na vida daquelas mulheres mas também na nossa vida e na nossa história da humanidade. Jesus não é um morto, ressuscitou, é o Vivente! Não regressou simplesmente à vida, mas é a própria vida, porque é o Filho de Deus, que é o Vivente (cf. Nm 14, 21-28; Dt 5, 26, Js 3, 10). Jesus já não está no passado, mas vive no presente e lança-Se para o futuro; Jesus é o «hoje» eterno de Deus. Assim se apresenta a novidade de Deus diante dos olhos das mulheres, dos discípulos, de todos nós: a vitória sobre o pecado, sobre o mal, sobre a morte, sobre tudo o que oprime a vida e lhe dá um rosto menos humano. E isto é uma mensagem dirigida a mim, a ti, amada irmã, a ti amado irmão. Quantas vezes precisamos que o Amor nos diga: Porque buscais o Vivente entre os mortos? Os problemas, as preocupações de todos os dias tendem a fechar-nos em nós mesmos, na tristeza, na amargura… e aí está a morte. Não procuremos aí o Vivente! Aceita então que Jesus Ressuscitado entre na tua vida, acolhe-O como amigo, com confiança: Ele é a vida! Se até agora estiveste longe d’Ele, basta que faças um pequeno passo e Ele te acolherá de braços abertos. Se és indiferente, aceita arriscar: não ficarás desiludido. Se te parece difícil segui-Lo, não tenhas medo, entrega-te a Ele, podes estar seguro de que Ele está perto de ti, está contigo e dar-te-á a paz que procuras e a força para viver como Ele quer.

3. Há ainda um último elemento, simples, que quero sublinhar no Evangelho desta luminosa Vigília Pascal. As mulheres se encontram com a novidade de Deus: Jesus ressuscitou, é o Vivente! Mas, à vista do túmulo vazio e dos dois homens em trajes resplandecentes, a primeira reação que têm é de medo: «amedrontadas – observa Lucas –, voltaram o rosto para o chão», não tinham a coragem sequer de olhar. Mas, quando ouvem o anúncio da Ressurreição, acolhem-no com fé. E os dois homens em trajes resplandecentes introduzem um verbo fundamental: lembrai. «Lembrai-vos de como vos falou, quando ainda estava na Galiléia (...) Recordaram-se então das suas palavras» (Lc 24, 6.8). Este é o convite a fazer memória do encontro com Jesus, das suas palavras, dos seus gestos, da sua vida; e é precisamente este recordar amorosamente a experiência com o Mestre que faz as mulheres superarem todo o medo e levarem o anúncio da Ressurreição aos Apóstolos e a todos os restantes (cf. Lc 24, 9). Fazer memória daquilo que Deus fez e continua a fazer por mim, por nós, fazer memória do caminho percorrido; e isto abre de par em par o coração à esperança para o futuro. Aprendamos a fazer memória daquilo que Deus fez na nossa vida.

Nesta Noite de luz, invocando a intercessão da Virgem Maria, que guardava todos os acontecimentos no seu coração (cf. Lc 2, 19.51), peçamos ao Senhor que nos torne participantes da sua Ressurreição: que nos abra à sua novidade que transforma, às surpresas de Deus, que são tão belas; que nos torne homens e mulheres capazes de fazer memória daquilo que Ele opera na nossa história pessoal e na do mundo; que nos torne capazes de O percebermos como o Vivente, vivo e operante no meio de nós; que nos ensine, queridos irmãos e irmãs, cada dia a não procurarmos entre os mortos Aquele que está vivo. Assim seja.



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Videomensagem do Santo Padre Francisco na ostensão do Santo Sudário, Sábado Santo 30 de Março de 2013 . Alemão, Árabe, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Polonês, Português

Videomensagem do Santo Padre Francisco na ostensão do Santo Sudário, Sábado Santo 30 de Março de 2013
[
Alemão, Árabe, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Polonês, Português]
 
 
VIDEOMENSAGEM DO SANTO PADRE FRANCISCO
NA OSTENSÃO DO SANTO SUDÁRIO

Sábado Santo, 30 de Março de 2013


Amados irmãos e irmãs,

Juntamente convosco coloco-me também eu diante do Santo Sudário, e agradeço ao Senhor por esta possibilidade que nos oferecem os instrumentos de hoje.

Embora realizado desta forma, o nosso ato de presença não é uma simples visão, mas uma veneração: é um olhar de oração. Diria mais: é um deixar-se olhar. Este Rosto tem os olhos fechados – é o rosto de um defunto – e todavia, misteriosamente, olha-nos e, no silêncio, fala-nos. Como é possível? Por que motivo quer o povo fiel, como vós, deter-se diante deste Ícone de um Homem flagelado e crucificado? Porque o Homem do Sudário nos convida a contemplar Jesus de Nazaré. Esta imagem – impressa no lençol – fala ao nosso coração e impele-nos a subir o Monte do Calvário, a olhar o madeiro da Cruz, a mergulhar-nos no silêncio eloquente do amor.

Deixemo-nos, pois, alcançar por este olhar, que não procura os nossos olhos, mas o nosso coração. Ouçamos o que nos quer dizer, no silêncio, ultrapassando a própria morte. Através do Santo Sudário, chega-nos a Palavra única e última de Deus: o Amor feito homem, encarnado na nossa história; o Amor misericordioso de Deus, que tomou sobre Si todo o mal do mundo para nos libertar do seu domínio. Este Rosto desfigurado parece-se com muitos rostos de homens e mulheres feridos por uma vida não respeitadora da sua dignidade, por guerras e violências que se abatem sobre os mais frágeis... E no entanto o Rosto do Sudário comunica uma grande paz; este Corpo torturado exprime uma soberana majestade. É como se deixasse transparecer uma energia refreada mas poderosa, é como se nos dissesse: tem confiança, não percas a esperança; a força do amor de Deus, a força do Ressuscitado tudo vence.

Por isso, contemplando o Homem do Sudário, faço minha, neste momento, a oração que São Francisco de Assis pronunciou diante do Crucifixo:

Deus altíssimo e glorioso,
iluminai as trevas do meu coração.
E dai-me fé reta, esperança certa e caridade perfeita,
juízo e conhecimento, Senhor,
para cumprir o vosso mandamento santo e verdadeiro. Amém.


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SANTA PÁSCOA A TODOS OS NOSSOS AMIGOS. CRISTO RESSUSCITOU VERDADEIRAMENTE E ESTÁ VIVO EM CADA UM DE NÓS

resurrection icon

¡SANTAS PASCUAS!

A la Víctima pascual
entonen alabanzas los cristianos.
El Cordero redimió a las ovejas;
Cristo inocente reconcilió
con su Padre a los pecadores
(De la Secuencia de la Misa del Domingo de Resurrección)
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sexta-feira, 29 de março de 2013

Recueil des prédications du Rév. Père Mathéo CRAWLEY-BOEVEY.

VERS LE ROI D'AMOUR . 1930
Recueil des prédications du Rév. Père Mathéo CRAWLEY-BOEVEY.

L'AMOUR DIVIN (Jésus, Roi d'Amour) fichier Word.

JÉSUS, ROI D'AMOUR première partie. Fichier AUDIO mp3. (30 mn)

JÉSUS, ROI D'AMOUR Deuxième partie (à suivre) Fichier AUDIO mp3. (45 mn)

Celebração da Paixão do Senhor , Alemão, Árabe, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Polonês, Português

   Celebração da Paixão do Senhor (Vídeo)[Alemão, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Português]




HOMILIA DE F
REI RANIERO CANTALAMESSA

Basílica de São Pedro
Sexta-feira Santa, 29 de Março de 2013


"Todos pecaram e se privaram da glória de Deus, mas foram justificados gratuitamente pela sua graça, por meio da redenção que há em Cristo Jesus. Deus o predeterminou para a propiciação por meio da fé no seu sangue [...], para provar a sua justiça no tempo presente, a fim de que ele seja justo e justifique aquele que tem fé em Jesus" (Rm 3, 23-26).

Chegamos ao ápice do ano da fé e ao seu momento decisivo. Esta é a fé que salva, "a fé que vence o mundo" (1 Jo 5,5)! A fé – apropriação, pela qual tornamos nossa a salvação operada por Cristo e nos vestimos do manto da sua justiça. Por um lado, temos a mão estendida de Deus, que oferece a sua graça ao homem; por outro, a mão do homem, que se estende para recebê-la mediante a fé. A "nova e eterna aliança" é selada com um aperto de mão entre Deus e o homem.

Nós temos a possibilidade de tomar, neste dia, a decisão mais importante da vida, aquela que nos abre de par em par os portões da eternidade: acreditar! Acreditar que "Jesus morreu pelos nossos pecados e ressuscitou para a nossa justificação" (Rm 4, 25)! Numa homilia pascal do século IV, o bispo proclamava estas palavras excepcionalmente contemporâneas e, de certa forma, existenciais: "Para cada homem, o princípio da vida é aquele a partir do qual Cristo foi imolado por ele. Mas Cristo se imola por ele no momento em que ele reconhece a graça e se torna consciente da vida que aquela imolação lhe proporcionou" (Homilia de Páscoa no ano de 387; SCh 36, p. 59 s.).

Que extraordinário! Esta Sexta-feira Santa, celebrada no ano da fé e na presença do novo sucessor de Pedro, poderá ser, se quisermos, o início de uma nova vida. O bispo Hilário de Poitiers, que se converteu ao cristianismo quando já era adulto, afirmava, ao repensar na sua vida passada: "Antes de te conhecer, eu não existia".

O necessário é apenas nos situarmos na verdade, reconhecermos que precisamos ser justificados, que não nos auto-justificamos. O publicano da parábola subiu ao templo e fez uma brevíssima oração: "Ó Deus, tem piedade de mim, pecador". E Jesus diz que aquele homem foi para casa "justificado", ou seja, transformado em homem justo, perdoado, feito criatura nova; cantando alegremente, penso eu, dentro do seu coração (Lc 18,14). O que ele tinha feito de tão extraordinário? Nada. Ele se colocou na verdade diante de Deus, e esta é a única coisa de que Deus precisa para agir.ler...

Belíssima Hora Santa de Março Padre Mateo Crawley-Boevey

Belíssima Hora Santa de Março
Padre Mateo Crawley-Boevey

Belíssima Hora Santa de Março



"Tomai meu amor, minhas finezas e meus sacrifícios
e ponde-vos na ara do altar,
como um holocausto de reparação cumprida.
Vossa Rainha vos pede para Ele uma íntima prece...
Eu, a Imaculada, a Virgem-Mãe,
quero repetí-la convosco...”.

Adoramo-Vos, Coração de Jesus Sacramentado, em união com os nove coros de Vossos anjos, que Vos engrandecem no Paraíso.

Bendizemo-Vos, Coração de Jesus Sacramentado, em união com as legiões de serafins e de santos que Vos adoram em Vosso solitário Tabernáculo.

Glorificamo-Vos, Coração de Jesus Sacramentado, em união de amor e de reparação fervente com Maria Imaculada e Rainha do céu nas alturas, e a Soberana do céu terreno de Vossos Sacrários...

Oh, sim, em união com Ela, sobretudo, viemos cantar, Jesus, Vossas misericórdias infinitas e a chorar Vossas agonias místicas, os pecados de ingratidão do mundo e Vossas solidões na Hóstia! Em união com Ela, queremos nesta Hora Santa percorrer a Via Dolorosa, para convertê-la, com as glórias da Imaculada e com nossos consolos, no caminho de Vossas vitórias, e para fazer de Vosso Calvário o Tabor de triunfo de Vosso adorável Coração.

Jesus amado, depois de vinte séculos, não Vos conhecemos ainda o bastante em Vossa Santa Eucaristia; perdoai e aceitai em desagravo a visão amorosa de Maria Santíssima, as adorações de Seu Coração de Mãe... Jesus benditíssimo, não obstante Vossas liberalidades e as maravilhosas invenções de Vossa ternura, não Vos amamos ainda com a generosidade sem limites com que devêssemos corresponder-Vos...

Perdoai e aceitai, em compensação de nossa frialdade, os fogos divinos que abrasaram as entranhas e a alma de Maria Santíssima no dia da anunciação venturosa.

Jesus - Hóstia, amor de nossos amores, vida de nossa vida, apartai vossos olhos formosíssimos de nossos culpados desvios, de tantas indiferenças, de tantos desmaios em nossos propósitos de virtude, em nossas promessas de santidade... E perdoai em obséquio à Mãe, cujo Coração Imaculado vos oferecemos em reparação de caridade e em homenagem da mais fervorosa adoração.

Jesus Divino, em honra, pois, da Imaculada, em agradecimento aos cuidados da Virgem, em obséquio à encantadora Nazarena, rogamo-Vos, Senhor, que esqueçais os incontáveis esquecimentos de Vossa lei em que incorreram estes filhos Vossos, que vêm chorar suas faltas e as de tantos irmãos culpados no cálice de ouro do Coração de Maria Santíssima.

Recolhe nele nosso pranto de arrependimento e prometei-nos reinar, Jesus, com mais intensidade de fé, de amor, de humildade e de pureza em nossas almas, em nossas famílias, na sociedade inteira, pelo amor e os martírios da Virgem Mãe...

(Pausa)

(Dizei a Jesus em silêncio eloqüente que O amais muito, mas que desejais amá-Lo mais, imensamente mais ainda, em resposta a seu Coração, que solicita os nossos. Mas já que nossa pobreza é tão grande, oferecei-Lhe o dom incomparável, quase divino, do Coração de Maria... Ah! E pedi a Ela que ao oferecer-se por nós nesta Hora Santa, consiga-nos a graça infinita de amar com santa paixão e de fazer amar com zelo infatigável ao Coração de seu Filho Salvador).

Voz de Maria

Ninguém mais do que Ela tem certamente o direito de falar das intimidades do Coração de Jesus e de Suas próprias angústias redentoras. Escutemo-La com filial carinho:

Eu sou, desde o dia da anunciação do anjo, a mãe do Amor Formoso, e quero que as almas se abrasem nas chamas de minha caridade... Nesta hora mil vezes sublime e venturosa, desde o 25 de março (Festa da Encarnação do Verbo), em que Jesus e eu formamos uma só corrente de vida, pensei em vós, que me chamais vossa Mãe... e dizeis verdade, porque o sou...

(Lento e cortado)

Como tal gemi, solucei filhos meus, queimando com minhas lágrimas ardentes a face de Jesus Infante, em Belém inesquecível... Ao acalentá-lO então, ao contemplá-lO Deus e Filho meu entre meus braços, ao beijá-lO em sua fronte divina, eu Lhe oferecia, prevendo com inteira certeza o deicídio de séculos e mais séculos, que destroçaria, com dardo de pecado, o Coração de vosso Salvador. Eu, sua Mãe, levantava-O em alto ao Pai, rogando-Lhe, com martírios da alma, que aceitasse-O pela redenção dos filhos ingratos...

(Cortado)

Beijei suas mãos, que me acariciavam, e marquei suas chagas com meus beijos. Pus meus lábios em seus pés, consertando de antemão com meus ósculos as feridas dos ferros inclementes... Ungi sua fronte com minhas lágrimas e, sobretudo, pus minha cabeça, torturada com pensamentos de agonia, e depois minha boca, abrasada de sede a mais amor, em seu lado ardente, celestial... E nesse Getsemani de deliciosas amarguras, aí Jesus e eu, sua Mãe, resolvemos, amando e padecendo, a ressurreição de tantos pródigos do lar, de tantos renegados da Cruz e do altar...

(Pausa)

Oh, noite de paz e de tortura salvadora a que envolveu em suas trevas o berço de Jesus! Extática e de joelhos, Maria Santíssima velava o repouso do Menino, do Eterno, e meditava em outra Belém, com outro berço de repouso aparente e de perpétuo sacrifício: o Sacrário, contemplado à distância... Através dos séculos, via a Virgem amante e dolorosa esse portal permanente, indestrutível, onde Jesus Infante nasceria milhões e milhões de vezes entre as sombras de um altar humilde, para ser aprisionado em seguida no cárcere inerte, mas dulcíssima, de incontáveis Tabernáculos... Em cada um deles o Deus-Prisioneiro, Jesus, infinitamente pequeno, segue cochilando, enquanto seu Coração Divino vela sobre nós e enquanto, sobre seu Berço-Sacrário vela a Rainha de Seus amores, a Virgem Maria.

(Pausa)

As almas

Oh, sim, Jesus-Eucaristia, ao lado do dourado cibório que Vos aprisiona está vossa Mãe; Ela Vos nos presenteia nesta Hóstia Sacrossanta! Louvai-A, Senhor, em Vosso nome, já que Vós também Lhe deveis o ter realizado Vosso anseio de encontrar Vossas delícias entre os filhos dos homens... Cantai-Lhe com os anjos de Vosso Santuário, engrandecei-A com os anjos de Vosso Paraíso, glorificai-A, com os filhos, com os desterrados que A chamam sua Mãe, gemendo neste vale de lágrimas. Ah! Em obséquio a Ela, a quem não podeis negar nada, dai-nos, Senhor, o reinado de vosso Coração em Vossa Santa Eucaristia. Não queirais permitir que fiquem defraudadas Vossas esperanças e as de Vossa Mãe, sempre onipotente na causa de Vossa glória.

(Cortado e veemente)

Reinai, Jesus Sacramentado, entre os afligidos, como um consolo, naquele Pão consagrado de cada dia, que nos dá a Rainha das Dores.

Reinai, Jesus Sacramentado, entre os meninos, como uma proteção de inocência perfeita e de sinceridade, mediante aquele Pão consagrado de cada dia que nos dá a Rainha das Virgens.

Reinai, Jesus Sacramentado, entre os pobres e desamparados, como um alento em tantas penalidades, mediante aquele Pão consagrado de cada dia que nos dá a humilde Rainha dos pastores de Belém.

Reinai, Jesus Sacramentado, entre os sacerdotes, como um fogo em amor de santidade e zelo, mediante aquele Pão consagrado de cada dia que nos dá a Rainha dos Apóstolos.

Reinai, Jesus Sacramentado, nos lares, como virtude de fé vivíssima nas almas dos pais e os filhos, mediante aquele Pão consagrado de cada dia que nos dá a Rainha do Éden de Nazaré.

Reinai, Jesus Sacramentado, no Episcopado, em Vosso Vigário, em Vossa Igreja, com um Pentecostes de caridade abrasadora, mediante aquele Pão consagrado de cada dia, que nos dá a Rainha onipotente do Cenáculo.

Jesus amabilíssimo e adorável do Belém dos Sacrários, pagai os desvelos, os ósculos de ternura, os abraços, as lágrimas de Vossa Mãe, Seus delíquios de amor junto a Vosso berço pajeia, coroando a Maria Imaculada, com as glórias e os triunfos de Vosso Coração Sacrossanto.

(Pausa)

Queixas de Maria

Sua voz dolorida é a de uma Mãe cruelmente ferida, que pede compaixão aos filhos fiéis, pela decepção dos outros..., dos pródigos, que no mesmo lar, oprimem com amarguras seu Coração Santíssimo. A história de Jesus de Nazaré não é história antiga; é, hoje em dia, uma triste história de dores que cercam ao Filho e a sua Mãe cercados de agudíssimos espinhos... Que nos fale a Virgem Dolorosa:

Uma terra estranha, uma terra de gentis, de inimigos, brindou um asilo a meu Filho-Deus lá no Egito. O deserto mitigou seus ardores e seus oásis tiveram mananciais e refrigérios que nos negaram os ingratos, os preferidos nazarenos...

Ai, como feriu o Coração de Vosso Deus esse desdém de soberba, essa inveja inflamada dos de Sua própria casa! Aí onde deveriam aclamá-lO batendo palmas, tramaram com ira contra Ele, e procuraram pedras para ultimá-lO, e um horrendo abismo para precipitá-lO com Sua glória... Choramos juntos, Jesus e Maria, os desvios dos nossos, o desprezo altivo e injurioso daquela Nazaré de tantos e de tão suavísimas recordações... A solidão nos fez silenciosa companhia. E o ódio nos teceu, nesse terreno de ternuras, nossa primeira coroa de espinhos... Aí onde eu, sua Mãe, contemplei-Lhe, Menino e adolescente, aí onde cantei sua formosura divina, a coro com os anjos, vi-O amaldiçoado, e tive de chorar o desconhecimento com que Nazaré recusou ao manso Redentor...

Ai! Sua pena e a minha se afundavam, pensando nas idades por vir, prevendo que tantos filhos azarados, que tantos cristãos soberbos e renegados, desconheceriam a sua voz, no seio mesmo de Israel e da Igreja, a lei de graça e a verdade do Senhor Jesus.

Oh, sim! Viu-os fugindo do cercado do Pastor, longe e esquecidos do lar do Pai celestial... Vós, filhos meus, porque sois os irmãos menores de Jesus, meu Primogênito, e que viestes em procura de seu Coração Divino, consolai-O em seu desamparo... Tomai meu amor, minhas finezas e meus sacrifícios e ponde-vos na ara do altar, como um holocausto de reparação cumprida. Vossa Rainha vos pede para Ele uma íntima prece... Eu, a Imaculada, a Virgem-Mãe, quero repetí-la convosco...”.

(Digamo-la em união com Maria)

(Lento e cortado)

As almas

Jesus de Nazaré, retornai e ficai encadeado, como Rei, entre nós! Não cedais, mil vezes não, ao clamor de um mundo mau, que Vos arroja e Vos fere com desprezo de altivez satânica... Retornai e ficai encadeado, como Rei, entre nós... São muitos, Senhor, os que amaldiçoam Vosso nome e negam Vosso Evangelho; mas, vede, estamos tão resolvidos, somos tão Vossos os que Vos suplicamos, que não Vos vades jamais, jamais, de nosso lado; retornai, pois, e ficai encadeado, como Rei, entre nós... Que faria o mundo sem Vós, que sois sua paz; sem Vós, que sois seu céu? Que faria, senão gemer entre correntes por ter Vos desterrado, sendo Vós sua liberdade?...

Os desgraçados que assim puderam Vos ofender, não souberam o que fizeram, perdoai-lhes... Salvador benigno, retornai e ficai encadeado, como Rei, entre nós... Ah! Os mesmos que, como os nazarenos ingratos, Vos arrojaram de Vosso solo e de Vossa casa, estranharão um dia o calor de Vosso Coração, que salva e que perdoa; recordarão que Vós, que só Vós, dissestes a verdade, ensinado a justiça e esbanjado a misericórdia... E então, muitos desses mesmos Vos chamarão e Vos rogarão com lágrimas que volteis...

Retornai Jesus, retornai então perdoando, e ficai para sempre encadeado, como Rei, entre nós. Sim, para sempre; não Vos vades, não nos deixeis jamais... Mestre; por isso viemos em nome de todos os ingratos da terra, e para eles e nós Vos pedimos:

(Todos em voz alta)

Vosso Coração Divino, Senhor Jesus.

Viemos procurar-Vos em nome de muitos enfermos da alma, de muitos que vacilam entre dois abismos: o do pecado e o do inferno, e para eles e nós, Vos pedimos:

Vosso Coração Divino, Senhor Jesus.

Chegamos a vossos pés em nome dos agonizantes, que na vida Vos falaram mal, que em sua juventude Vos feriram e esqueceram... Pobrezinhos, precisam clemência infinita; e por isto, para eles e nós, Vos pedimos:

Vosso Coração Divino, Senhor Jesus.

Aproximamo-nos ao Vosso Sacrário em nome de tantos pais que esqueceram seus deveres para convosco, em nome de tantas mães que padecem de amarga incerteza pelo porvir eterno do esposo e dos filhos; para eles e nós, Vos pedimos:

Vosso Coração Divino, Senhor Jesus.

Viemos, cheios de confiança em Vossa misericórdia, a pedir-Vos, sem vacilações, grandes prodígios e aqueles milagres de ternura, prometidos à Hora Santa e à Comunhão freqüente e cotidiana; viemos pedir Vosso reinado na conversão de muitos e de grandes pecadores; para eles e nós, Vos pedimos:

Vosso Coração Divino, Senhor Jesus.

Aqui nos tendes, Senhor, trazidos por vossa Mãe; inspirados por Ela, viemos pedir-Vos pelas almas boas, por vossos Apóstolos, pelo sacerdócio, pelos corações que Vos estão consagrados e que Vos fizeram promessa de viver em santidade...; para eles e nós, Vos pedimos:

Vosso Coração Divino, Senhor Jesus.

E, enfim, oh, Deus Sacramentado! Viemos em demanda do enorme triunfo, universal, decisivo, de vosso Coração em Vossa Santa Igreja, em vossa Eucaristia, em vosso Evangelho, em vosso Vigário. Para os meninos e dirigentes, para os ricos e os pobres, para os cristãos, os hereges e os gentis, para todos, Jesus, para todos, e em especial para nós, Vossos amigos, pedimo-Vos:

Vosso Coração Divino, Senhor Jesus.

Dai-no-lo hoje, Senhor, em nome e por amor ao Coração de Maria Imaculada...

(Pausa)

Ensinos de Maria

Uma Hora Santa é uma solene meditação de amor que leva a Jesus Cristo... Que caminho pode levar-nos a Ele que não seja o de Maria Santíssima, sua doce Mãe? E nestes dias em que nos rodeiam trevas tão espessas de ignorância e de pecado, ponhamos atencioso o ouvido às insinuações desta amável soberana. Que nos ensine, pois, os perigos do deserto. Ela, que o atravessou levando sobre Seu peito virginal, são e salvo, o Filho de Seu Coração Imaculado... Ouvi-A...

Filhos de meu amor e de minhas angústias, escutai-me: Não há senão um mal grave imponderável, só um, e é perder a Jesus, cujo Coração é a vida, o amor e o Paraíso! Eu, sua Mãe, perdi-O, durante três dias em Jerusalém, e minha alma padeceu agonias inenarráveis. Ai, sabê-lO ausente...; viver longe dEle, não O ver, não O sentir, não O possuir, depois de tê-lO estreitado sobre o coração, depois de tê-lO visto sorrir e chorar, depois de ter-Lhe entregado toda a alma num beijo de carinho, que suplício horrendo!... Mas que poderei dizer-vos se vos conto as dores de minha alma maternal, destroçada na tarde da Quinta-feira Santa com a suprema despedida?...

Que dor superou a minha dor, quando, o amanhecer da Sexta-feira Santa, trouxe-me a visão de suas ignomínias, de sua flagelação e de seus escárnios?... Sangue e espinhos, blasfêmias, ódio e gritos de morte; tal foi o quadro de desolação infinita que Deus Pai quis pôr ante meus olhos de Mãe, a mais triste e dolorida de todas as mães da terra... Dizei, vós que me amais, dizei-me nesta Hora Santa, se é possível, se conheceis uma dor semelhante a essa dor...

Filhinhos meus; não queirais saber jamais quão mortal é essa angústia. Jesus é vosso; eu, Maria, vo-lO entreguei; é inteiramente vosso; não queirais jamais, jamais, perdê-lO pela culpa grave. Os que conservastes ainda a pureza batismal, a inocência, oh, não O magoeis com a cruel lançada do primeiro pecado mortal, que rasga o lado do amabilíssimo Jesus. Essa primeira hora de orgulho, de prazer, na contramão de Sua lei; esse primeiro pecado grave, atravessa com dardo de fogo Seu Coração terníssimo!

Mas... Se tivésseis já caído, se vos tivésseis manchado, eu vos conjuro a que laveis com lágrimas essa afronta queimante do rosto de Jesus... Recobrai-o, filhos meus; vinde, vinde cedo, abraçai-vos a Seus pés e não O deixeis jamais... Ele vos ama tanto!... Amai-O!...

E em especial ouvi-me vós, mães de um lar, que deve ser o templo santo de Jesus, cuidai que o esposo e que os filhos não percam, por indiferença vossa, a companhia deliciosa de meu Filho-Deus. Que reine sempre neles... Sim, que fique, eternamente com o pai, com a mãe, com os filhos do lar cristão que O adora; que fique nos dias de inverno e de pesar nas horas de primavera e de alegria...

Almas queridas, amarrai-vos com paixão divina a Jesus Cristo, deixai que Ele vos encadeie para sempre, sobre o Coração, entre seus braços... Ah, não O percais jamais!..."

(Digamo-lo nós mesmos ao Senhor Sacramentado)

As almas

Jamais Vos abandonaremos, Jesus, com o auxílio de Vossa graça e de Vossa Mãe, jamais! Mas como nossa fragilidade é tanta, rogamo-Vos, Salvador amado, que não nos deixeis longe de Vossa mão, que Vós também Vos acorrenteis a nós, por vossa grande misericórdia...!

(Lento e cortado)

Coração de Jesus, não nos deixeis nos abismos de tentações que nos assediam, como feras famintas do inferno; não consintais que nós Vos percamos.

Coração de Jesus, não nos deixeis nas grandes debilidades do coração humano, tão propenso às seduções do amor terreno; não consintais que nós Vos percamos.

Coração de Jesus, não nos deixeis no desespero de nossos males, porque Vós bem sabeis que certos sofrimentos adoecem de morte a alma; não consintais que nós Vos percamos.

Coração de Jesus, não nos deixeis nas desolações e solidões em que, com freqüência, abandonam-nos as criaturas que não sabem amar como Vós amais, e que são indiferentes às nossas penas ou não podem aliviá-las...; não consintais que nós Vos percamos.

Coração de Jesus, não nos deixeis no abismo de nossas constantes recaídas, naquelas prostrações de nossa débil vontade, tão incostante, no propósito de amar-Vos com verdadeiro sacrifício; não consintais que nós Vos percamos.

(Breve pausa)

Por amor da Virgem Mãe, Vos conjuramos que permaneçais, Jesus, sempre a nosso lado, não queirais jamais dormir durante a tempestade, na barca tão frágil de nosso paupérrimo coração, que hoje em dia Vos ama.

(Todos em voz alta)

Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Nos momentos de amargura:
Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Nos dias de debilidade moral:
Coração de Jesus, em Vós confiamos.
Nos momentos de vacilação e incerteza:
Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Nas horas de fastio e de cansaço:
Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Nas ocasiões tão freqüentes de esquecimento de nós mesmos:
Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Nos dias de desalento em Vosso serviço:
Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Nas horas de fragilidade e de queda:
Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Nos momentos de dúvida perigosa ou de temível ilusão.
Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Nos dias de doença e nos perigos de morte:
Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Em nossos derradeiros instantes, nas convulsões da suprema agonia:
Coração de Jesus, em Vós confiamos.

Jesus, amor de nossa vida e amor de nossos amores, confiamos nossa existência, nossas tribulações e a esperança final de nosso céu, em vosso benigno, em Vosso doce, em Vosso misericordioso Coração...

Dores inenarráveis de Maria

Suas agonias foram mais amargas e mais fundas do que o oceano; as lágrimas de Sua alma virgem, maternal e mártir, se convertessem em luz, formariam muitos sóis... Que Ela no-lo diga. Falai-nos Vós, Maria Santíssima, Rainha dos mártires!...

Minhas dores são inenarráveis, porque não são minhas; são as agonias do Coração de meu Jesus que inundam, como um mar embravecido, meu coração de Mãe... É a dor infinita de um Filho-Deus, o que torturou minha alma com aflições sem medida... E como não ia ser assim quando vi banhado em sangue, coberto de injúrias, vexado com maldições, pisoteado pelos soberbos, escarnecido pelo lodo dos caminhos a meu Senhor, ao Filho de minhas entranhas, a meu Deus e meu tudo!...

Vi-O através de minhas lágrimas; vi-O, por iluminação do alto, na via, perpetuamente dolorosa de séculos e mais séculos, sempre ofegante, sempre desolado e triste, sob o madeiro infame de todas as perfídias... O vi à distância, concluída sua vida terrena e a paixão de seu Calvário; vi-O arrastado sempre pelas multidões, despojado de sua realeza, coroado de espinhos, burlado em sua soberania, cuspido naquele rosto que é o encanto de todos os bem-aventurados...

Vi-O, filhos meus, na costa desse Gólgota perpétuo, seguido pelos hipócritas, pelos impuros, pelos sacrílegos, pelos traidores, pelos blasfemos, e todos, com ira na alma, com fel nas palavras, xingavam-nO, a Ele, que abençoava entre soluços e que perdoava agonizando...

Vi-O !oh dor!, procurando com o olhar, desde milhares de Sacrários empoeirados, desde a prisão do Tabernáculo, quase sempre solitário, procurando à distância os olhos do amigo, do irmão, da esposa, do consolador e do apóstolo; e quantas vezes, quantas, não encontrou senão o silêncio, o esquecimento e a solidão e a frieza, que renovou a profunda ferida de Seu peito destroçado!... Ah, e o vi morrer, e morrer inutilmente, esterilmente para tantos infelizes pecadores, para tantos filhos renegados de Seu Templo, de Sua Cruz e de Sua Lei!...

Pelo menos, vós, Seus amigos, que trazeis o lenço de pureza e de carinho da amantíssima Verônica, vós, que O conheceis de perto, subi comigo, Sua Mãe, subi até Seu lado aberto, e coloqueis aí, num beijo apaixonado, a alma, excitada em viva caridade. Vinde, choremos juntos tantas desventuras; vinde, e amemos em nome de um mundo que lhe deu a morte com a apostasia de perversa ingratidão...

(Pausa)

(Não esqueçamos; a história da horrenda noite da Quinta-Feira Santa, do pretório, da Via Dolorosa, é história escrita hoje com caracteres de culpa deicida e é culpa nossa. Pecaram nossos pais, pecaram os carrascos, e nós seguimos recaindo no pecado. Ah! Consertemos e lavemos, se preciso for, com sangue, nossa própria afronta. Digamos a Jesus Sacramentado uma palavra de amoroso desagravo).

As almas

Senhor, lembrai-Vos que dissestes que viestes dar a vida e a dá-la com superabundância inesgotável; pedimo-Vos, por Maria Imaculada e por vosso Coração piedoso:

(Todos em voz alta)

Que não sejais nosso Juiz, senão nosso doce Salvador.

Senhor, lembrai-Vos que dissestes que viestes em procura das ovelhinhas desgarradas de Israel. Ah! Não as desampares entre os espinhos do caminho extraviado; pedimo-Vos, pois, por Maria Imaculada e por Vosso Coração piedoso:

Que não sejais nosso Juiz, senão nosso doce Salvador.

Senhor, lembrai-Vos que prometestes celebrar no lar de Vossas ternuras a chegada do pródigo arrependido, com cantares e festejos de anjos; pedimo-Vos, pois, por Maria Imaculada e por Vosso Coração piedoso:

Que não sejais nosso Juiz, senão nosso doce Salvador.

Senhor, lembrai-Vos que, convidado à mesa de Vossos inimigos, dos pecadores, aceitastes o convite para conquistá-los, em seguida, com palavras de ternura e de esperança; pedimo-Vos, pois, por Maria Imaculada e por Vosso Coração piedoso:

Que não sejais nosso Juiz, senão nosso doce Salvador.

Senhor, lembrai-Vos que procurastes sempre com marcada preferência aos mais caídos, e que Madalena, a Samaritana, o Bom Ladrão e tantos culpados, saborearam a suavidade infinita de Vosso Evangelho; pedimo-Vos, pois, por Maria Imaculada e por Vosso Coração piedoso:

Que não sejais nosso Juiz, senão nosso doce Salvador.

Senhor, lembrai-Vos, por fim, em vossa vida de Hóstia redentora, que perdestes a vida terrena por perdoar ao homem, e que expirastes convidando ao céu de Vosso Pai a um ditoso azarado que adoçou Vossa agonia e comprou Vosso Paraíso com uma só palavra de arrependimento humilde; pedimo-Vos, pois, por Maria Imaculada e por Vosso Coração piedoso:

Que não sejais nosso Juiz, senão nosso doce Salvador.

Que assim seja Jesus, em especial para aqueles que souberam consolar-Vos na Comunhão Reparadora e na belíssima prece da Hora Santa. Cumpre com eles e os seus Vossas promessas de misericórdia.

(Pausa)

Triunfos de Jesus e Glórias de sua Mãe

O filho de Maria é Deus em Sua morte e deve ser Deus em Seu triunfo. Os resplendores que cobrem o sepulcro despedaçado envolvem Sua Cruz, Sua Igreja, Seu Tabernáculo e glorificam à Virgem Maria. Mas esse triunfo do Senhor Crucificado, é um triunfo secreto e misterioso, é uma vitória, íntima como a graça e como as almas...

Assim é como esse Deus, realmente

quinta-feira, 28 de março de 2013

Padre Mateo Crawley Boevey: Quinta-Feira Santa e a prisão do Sacrário

Padre Mateo Crawley Boevey: Quinta-Feira Santa e a prisão do Sacrário
01.04.2010 - Temos a honra de publicar esta belíssima Hora Santa composta especialmente para o dia de hoje pelo Padre Mateo Crawley-Boevey, membro da Congregação dos Sagrados Corações de Jesus e Maria. Tendo sido curado milagrosamente no Santuário das aparições do Sagrado Coração a Santa Margarida Maria em Paray-le-Monial, França, Pe. Mateo decidiu então conquistar os lares, sociedades e nações para o Sagrado Coração. Com ordens de São Pio X, inicia sua cruzada pela Entronização do Sagrado Coração nos lares. Por quarenta anos percorreu o mundo promovendo suas famosas Horas Santas, implorando às famílias cujos lares já eram consagrados ao Sagrado Coração que não deixassem Nosso Senhor solitário, especialmente nas quintas-feiras que antecediam a primeira sexta-feira do mês, dedicada ao Sagrado Coração. Até sua morte em 1960, Padre Mateo, o grande Apóstolo do Sagrado Coração, lançava em suas publicações apelos pela Comunhão reparadora, freqüente e diária, a devoção ao Santo Rosário e até mesmo o reconhecimento pela ONU dos direitos de Cristo Rei.
* * *
Quinta-Feira Santa e a prisão do Sacrário
Padre Mateo Crawley-Boevey (primeira edição, 1980, ICTION, Argentina)
Observação. Esta Hora Santa está especialmente dedicada para reparar o grande pecado daquele público numeroso que pretende a aliança híbrida, impossível, da piedade e de uma mentalidade mundano-social pecaminosa. Há aqui uma lição de amor verdadeiro e de reparação solene, mas também uma lição, misericordiosa e severa às vezes, para tantos católicos que rezam e confessam no templo, mas que violam a Lei do Senhor em sua vida social.
Já que não podemos surpreender ao Verbo, como São Paulo, na magnificência de sua glória inacessível, surpreendamos ao Rei dos céus na glória de seu calabouço na Quinta-Feira Santa à noite… Vede a cena que encheu de estupor aos anjos: como palácio, um sótão-cárcere…; por trono, uma cadeira…; por diadema, a dor…; por cetro, a chacota…; por corte, os soldados, ébria de vinho, uma horda ébria de ódio mortal… alvo das iras, dos sarcasmos e dos golpes, manso, majestoso e humilde, com olhos suplicantes e face de angústia, banhado em sangue, mas sedento de mais dor, está Jesus…
“E assim, neste mesmo cárcere de amor e de gloriosa ignomínia, vos surpreendemos, Senhor, nesta noite depois de vinte séculos… Vosso Coração fez o milagre de perpetuar indestrutível o calabouço da Quinta-Feira Santa… Não trocaram, oh, Rei dos Reis!, nem os enfeites de vossa majestade escarnecida, nem os grilhões de amor que vos aprisionam, nem a corte que vos ultraja, nem menos ainda mudou Vós, Jesus, Amor dos amores, imutável em vosso propósito de ser nosso cativo até à consumação dos tempos… Quem quer trocar a rebeldia do pecado em cativeiro de caridade somos nós…
Por isso: Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
(Todos)
Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Rei-Cativo, ponde cadeias de fé em nossa triste liberdade, e Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Rei-Cativo, ponde cadeias de amor em nosso ingrato coração, e Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Rei-Cativo, ponde cadeias de graça em nossos sentidos rebeldes, e convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Rei-Cativo, ponde cadeias de fortaleza em nossa vontade tão inconstante, e convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Rei-Cativo, ponde cadeias de santo temor em nosso espírito orgulhoso, e convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Rei-Cativo, ponde cadeias de ternura e de piedade em nossa natureza tão frágil e inconstante, e convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Convertei-nos a Vós, Jesus Sacramentado.
Oh, sim!, convertei-nos de escravos de um mundo que, cantando, vende morte; convertei-nos, Jesus, em escravos vossos, pois vossa servidão é mil vezes mais gloriosa e mais fecunda que reinar…
E agora, Mestre adorado, olhai através das grades de vosso cárcere esta legião de amigos fidelíssimos…; são os que faltaram no Getsemani e aqui reparam o beijo abominável de Judas e seus sequazes… Ah!, reparam, sobretudo, a ausência dos que, na hora da agonia, dormiam e que, na hora da traição, fugiram…
Não chameis nesta Hora Santa a vossos anjos; baste-lhes a vossa gloriosa eternidade… reservai para esta legião de amigos as confidências íntimas de vosso Coração Sacramentado… Oh!, falai-nos, Jesus-Hóstia, com ternura de Pai, com intimidade de Irmão; falai-nos com abandono de Amigo, com súplicas e queixas de Cativo, com império de Senhor.
(Todos)
Falai-nos, Jesus, e viveremos!
Falai-nos, Jesus, e Vos amaremos!
Falai-nos, Jesus, e triunfaremos!
Somente Vós tendes, Mestre, palavras de vida, de amor e de verdade… Calem as criaturas, para ouvir-Vos a Vós, e somente a Vós. Abram-se os céus para escutar-Vos, Divino Verbo, a Vós, e somente a Vós…
Falai-nos já, Jesus, Amor de nossos amores…
(Escute a voz que parte deste calabouço divino; ouça-lhe com o amor e dor com que lhe ouviram na noite espantosa da Quinta-Feira Santa os anjos).
Voz de Jesus. “Filioli”, filhinhos… “amici mei”, meus amigos: Aqui tendes o Coração que vos ama mais além dos abatimentos de Belém e Nazaré… Muito mais além da crucificação do corpo e da alma, do Calvário… Este é o Coração que vos ama até ao extremo limite, até à sublime loucura que me tem encadeado para sempre no calabouço do Sacrário; aqui, na Hóstia, esgotei minha inesgotável caridade… Ai! E aqui esgota também o homem sua imensa ingratidão!…
Pais e mães que haveis sofrido às vezes tanto, partido o coração, pelos filhos que mimastes…, somai todas as vossas amarguras e medi, se podeis, a minha, que é um mar, comparada com a gota, que é a vossa…
Aproximai-vos, os tristes, os desenganados, os feridos no próprio lar, os espancados pela injustiça, os despedaçados pela morte ou desgraças… Aproximai-vos, os deserdados da felicidade, os que arrastam uma alma em farrapos, os que haveis saboreado o cálice de todos os duelos, de todas as crueldades da vida… Acudi todos, vinde e vede que a torrente de vossas desventuras não é senão uma lágrima, apenas uma, do oceano que verteu vosso Deus neste calabouço em castigo de ter amado a um mundo que Lhe fere como nunca feriram os filhos mais ingratos…
Aqui se Me esquece, como jamais esqueceram os mais desleais dos amigos… Aqui se Me pospõe e desdenha, como jamais foi desdenhado nem posposto o último vilão… E Eu Sou Jesus, o Salvador do mundo. Minha alma, por isso, está triste até à morte…
(Lento)
Desde este cárcere contemplo a multidão imensa, os milhares de redimidos com meu sangue, que jamais, jamais, comungaram… Viveram a Meu lado, nossas casas se tocaram; dei-lhes pão, lar, bem-estar…; mas jamais vieram em busca deste Pão divino que Eu Sou… Ai dor! Esses filhos morreram de fome, vizinhos à casa de seu Pai… Oh, quantas almas samaritanas que têm falado alguma vez comigo, almas que tenho chamado, que tenho buscado com milagres, almas que têm chegado até ao fundo do Sacrário; quantas dessas almas não quiseram beber as águas vivas que de meu lado aberto saltam até a vida eterna!
E aquelas outras, tão numerosas, que saborearam alguma e muitas vezes as delícias de meu Coração Sacramentado…, que puseram os lábios na ferida de meu peito, e que depois…, ai! Me esqueceram para sempre… Não têm voltado já faz longos anos… Seu desamor Me mata…
E, enfim, os incontáveis aturdidos no correria do mundo…; os que, a duras penas, distraem de tarde em tarde uns breves instantes para este Deus Sacramentado… Ah, M’os dedicam mui contados e muito depressa; não têm tempo para Aquele que lhes dedica uma eternidade!
E será, talvez, alguém desta tripla caravana de ingratos, uma membro querido de vosso lar?…
Chorai por ele aqui, pedi por ele, amai por ele…
(Unamo-nos em uma oração que repare, que console o Senhor e que salve a tantos anêmicos de alma, débeis de vida divina e cristã, por falta de Eucaristia…)
As almas. Jesus Sacramentado, Rei dos séculos e Senhor do mundo desde o Sacrário, não permitais que alguns dos nossos pereçam de sede a dois passos de vosso Coração, Fonte de águas vivas…, não consintais que desfaleçam de fome, rechaçando-Vos a Vós, o Pão consagrado e vivo descido do céu…
(Lento e com grande unção)
Sem considerar, Jesus, sua ignorância, que Vos rechaça; nem sua debilidade, que Vos elimina, mas considerando unicamente Vossa infinita piedade e a reparação de fé e de amor que por eles Vos oferecem estes vossos amigos, conjuramo-Vos, Senhor Sacramentado, a que os salveis: oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
(Todos)
Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
Recordais, Jesus Infante, as ternuras com que no presépio Vos cuidou vossa Mãe?… Recordais o primeiro sorriso, o primeiro abraço, o primeiro ósculo de imenso amor de Maria?… Se a amais sempre como o Filho-Deus, por Ela, por Maria, atraí as almas que queremos ao Sacrário… Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
(Todos)
Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
Recordai, Jesus Infante, que nos braços de Maria recebestes as adorações de pastores e de reis?… Recordais esse Trono de vosso peito imaculado, onde se queimou à vossa glória o mais rico incenso de adoração reparadora?… Se a amais sempre como o Filho-Deus, por Ela, por Maria, atraí as almas que queremos ao Sacrário… Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
Recordai, Jesus Infante, aquele vosso céu de Nazaré…, vossas orações quando pequenino, sobre os joelhos de Maria, seus cantos ao lado de vosso berço?… Recordais ainda quando surpreendestes já então as suas lágrimas naqueles olhos virginais?… Se a amais sempre como o Filho-Deus, por Ela, por Maria, atraí as almas que queremos ao Sacrário… Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
Recordai, Jesus adolescente, o afã amoroso com que essa Rainha Imaculada Vos buscou três dias?… Recordais o fulgor de seu olhar, as palpitações de imenso júbilo de vosso Coração, ao encontrar-Vos a Vós, seu único tesouro?… Se a amais sempre como o Filho-Deus, por Ela, por Maria, atraí as almas que queremos ao Sacrário… Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
Recordai, Jesus Rei e Salvador, vossa despedida de Maria na Quinta-Feira Santa?… Recordais sua dor ao encontrar-Vos à caminho da morte?… Recordai o que disse Ela com seu olhar nos estertores já da agonia?… Se a amais sempre como o Filho-Deus, por Ela, por Maria, atraí as almas que queremos ao Sacrário… Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
Oh, dai-lhes de beber do cálice de vosso amor!
(Se alguma alma em especial vos interessa, as nomeie e peça sua conversão).
Que laço tão misterioso como inquebrantável, que correntes e grades retenham todo um Deus, prisioneiro do homem, desleal e ingrato… Qual é o segredo divino deste mistério dos mistérios, qual a razão determinante deste milagre dos milagres?
“Respondei-nos, Jesus, Vós mesmo, já que nem anjos nem homens podem nos dar a chave de tão profundo mistério… Respondei-nos, Divino Prisioneiro… Dizei-nos por que edificastes este cárcere e o fizestes indestrutível; dizei-nos por que, tendo um Paraíso, sois Vós mesmo a Sentinela e o Cativo, sendo assim Vós o responsável deste viver solitário, desconhecido e profano no calabouço do Santo Tabernáculo?… Quem Vos prendeu?… Quem Vos detém?…”.
Voz de Jesus. O delírio, a loucura de Meu amor! Meu Coração se prendeu!… Por amar-te, Me encarnei…, por amar-te, Me entreguei na Cruz… Sabe, alma querida, que, por um prodígio maior de caridade, fiquei na Hóstia…, somente por amor, sou o Cativo do Sacrário…
(Muito lento e entrecortado)
“Sou vosso Deus… e tu, uma criatura pecadora; para ti, pobrezinha, poeira rebelde, fiquei na Hóstia somente para ti… Oh, dai-Me, pois, o coração ferido, dai-M’o e toma o meu!…
Sou vosso Deus… e tu, um enfermo, um leproso voluntário… Para ti, porém, vermezinho que vives de soberba, fiquei na Hóstia… somente para ti… Oh, dai-Me, pois, o coração ferido, dai-M’o e toma o meu!…
Sou vosso Deus… e tu, um náufrago do Paraíso, um desgraçado, culpável em sua desgraça… Para ti, ramo desgarrado, e que foi maldito, para que revivesses, com secura eterna, fiquei na Hóstia, somente para ti… Oh, dai-Me, pois, o coração ferido, dai-M’o e toma o meu!…
Ah!… Querias tu saber qual era a força que me arraiga na terra que bebeu meu sangue?… Já o sabes: o Amor!… Quer saber agora qual é a mais amarga de minhas dores?… Ouça-Me, e soluce ao ouvir-Me: Amar e não ser amado pelos meus!… Os meus!… Os agraciados e preferidos, sim; os muito meus, os que se dizem meus seguidores fiéis e meus amigos, não me amam!… Amais tanto, tanto aos de vosso lar…, mas, mais que a eles…, nem sequer como a eles, não amais, oh, não!, a este Deus de amor, a Mim, a vosso Jesus…
Amais tanto aos que vos amam, vos dais a eles, vos desvelais por provar-lhes um amor, às vezes extremado… Para eles, ternura e delicadezas e generosidade…; para eles, atenções e nobreza e gratidão… Oh!, não é esse, não, o amor que brindais a este Deus encarcerado por amor… Assim não Me amais a Mim, vosso Jesus…
Sois bons com os pobres, com os órfãos; tendes amor para os desentandidos e os desamparados…; tendes ternura e piedade e lágrimas para todos, próximos e estranhos… ah!, mas assim, com tanta nobreza e profundidade; assim com essa doação desinteressada do coração, assim não amais a este Órfão de amor, a este Peregrino, desterrado voluntário dos céus… Assim não Me amais a Mim, o Pobre Divino de Belém, o mendigo Encarcerado do Sacrário… E eu sou Jesus, o Deus de Amor!…
Estou ferido… e a ferida é profunda e grande, como é profundo e grande o desamor com que Me pagam os de minha própria casa… E já vedes: minha queixa é um lamento amável… esta reprovação, uma carícia de meu Coração que quer enternecer e conquistar os vossos. Oh, dai-me mais amor, ao menos vós, meus amigos, dai-me amor mais verdadeiro!… Sitio [sede]! Abraso-Me em uma sede devoradora.
Sitio! Tenho sede de ser amado com amor mais generoso, com amor de sacrifício na observância de minha Lei…
Sede! Quero ser amado, muito mais amado; provai-M’o no aborrecimento do mundo mundano, que é o carrasco cruel e implacável que Me crucifica a Mim no tempo, para crucificar-vos, filhinhos, a vós numa eternidade de desventura!… Desfaleço de amor e de angustia neste Horto de minha agonia mística e sacramental… Sustentai-Me em vossos braços melhor que o anjo… Oh, dizei-Me com fogo da alma que Me amais muito… e que me amareis deveras!…”.
(Não deixeis que o texto minta, nem sequer que exagere; o que dizem as palavras, comprovai-o com palpitações do coração).
As almas. Jesus adorável, cheios de confusão, mas também de grande confiança, reconhecemos que nossa ingratidão não tem medida maior que o vosso infinito amor… Temos pecado, vossos amigos; temos pecado por desamor, e com essa culpa de rancor vos temos ferido mais cruelmente que vossos inimigos com a ferocidade de seus golpes deicidas… Mas, porque sois Jesus, quereis, sem dúvida, perdoar nosso desamor quando vos desprezamos, Senhor, a mesquinhos interesses de bem-estar, de afetos e de gozos terrenos… E em prova que apagais e esqueceis, consolado, nossa culpa, aceitai pelas Mãos de Maria Imaculada nossa dor, em vez de uma grande promessa… Vo-lo diremos neste grito espontâneo do coração: “Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor!.
(Todos)
Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Em recordação agradecida à vossas lágrimas de Belém, Vos amaremos chorando… e em reparação por aqueles que não apreciam o valor cristão de vossos prantos: Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Em recordação terníssima de vossa coroa de espinhos, Vos amaremos quando nos coroais com elas… e em reparação por tantos cristãos que vivem de uma febre louca de prazer… Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Em recordação de vossas dores e amarguras secretas, Vos amaremos quando nos presenteais com esses mesmos dissabores…, e em reparação pela falta de conformidade com que se as recebe de ordinário de vossas mãos… Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Em recordação do muito que sofrestes da parte de vossos eleitos e amigos, Vos amaremos quando nos fizerdes beber algumas gotas desse cálice… e em reparação pela rebeldia com que protestamos por esta prova: Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Em recordação comovida de tantos séculos de abandono, de solidão e ingratidão, suportados com infinita doçura no Sacrário… Vos amaremos muito quando permitirdes que nos tratem os irmãos, como sois tratado Vós na solidão do Tabernáculo; e em reparação por essas afrontas e pelo rancor com que nós protestamos quando descarregais por uns instantes essa Cruz sobre nossos ombros… Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
Queremos pagar-Vos, Jesus, amor com amor.
(Silêncio e oração íntima).
Aproximamos do final desta Hora Santa…
Às onze da noite, há vinte séculos, sofria Jesus o ultraje da parte do primeiro tribunal, que O recebeu como recebeu a fogueira acesa a lenha seca que cai em suas chamas… Momentos depois, à meia noite, jogado num calabouço e entregue à brutalidade de soldados infames, se desenvolve na semi-obscuridade dessa masmorra uma das cenas mas desonrosas e cruéis de toda a Paixão… Ali foi flagelado no Coração, e, mais que suas vestes, estão rasgadas em farrapos a sua alma… Esta dor e esta ignomínia aterrorizam e paralisam com pavor o espírito do cristão… Ademais, há nesta noite espantosa um mistério tal de dor intima que ninguém pode revelar senão Ele, o Divino Encarcerado… Pois então que nos conte aqui, Ele mesmo, a agonia de seu Coração na mesma noite em que, desencadeado o poder das trevas, quis vingar no calabouço de ignomínia, as maravilhas que faria o Senhor, através dos tempos, neste outro calabouço sacrossanto.
Ouçamo-lo, trêmulos de emoção, sobressaltados.
Jesus. Por que Me pedis, filhinhos e amigos, que vos conte, como história antiga, uma paixão e uma agonia de afrontas que se renova hoje e que perdura neste calabouço do Altar?… O outro desapareceu faz século; neste do Sacrário, são os meus que Me torturam o Coração; naquele foram mercenário e inimigos que afrontaram meu rosto adorável…
As almas. Mas, Senhor Jesus, deixai-nos perguntar-Vos com a ânsia de vossos apóstolos na última Ceia: Quem são aqueles desventurados amigos, que convertem mais vosso Sacrário em masmorra de tortura?… Porque, nós que aqui estamos Vos seguiríamos até à morte… Seremos, porventura, nós, Senhor?
Voz de Jesus. Todos estão perdoados hoje… mas, oh, dor, não o estais sempre!… Há quem se senta à minha Mesa…, sim, há quem come de meu prato e bebe de meu cálice… há filhos e irmãos e discípulos, há amigos que tenho amado muito, e que despedaçam meu Divino Coração!… Não ponhais o pensamento ao ouvir-Me esta queixa nos blasfemos de língua em miseráveis subúrbios…. Ah, os há mais enfurecidos: a blasfêmia social, que é o escândalo social; esse é o chicote que abre fendas em minha carne e mostra a descoberto meus ossos!…
Aonde e por qual caminho de lama me levam certas almas cristãs que comungam pela manhã e que me flagelam pela tarde?… Eu sou um Deus de santidade!… Quem disse, quem, que é lícito o despudor, chamado artístico, despudor pecaminoso sempre na cena teatral [ndt: e hoje mui propriamente nos programas de televisão]?… Eu maldigo o nefando!… É tristeza infinita para meu Coração que almas crentes desdenhem como escrúpulos frívolos o que é infração mortal e grave de minhas leis de castidade!…
Pagar a cena indecorosa, a desenvoltura de pobres infelizes que não sabem o que fazem…; pagar atitudes equívocas e quadros provocativos de pecado, entre “obras” de arte: ai!…, que um público cristão e consciente, pague e aplauda na cena, o que seria crime de pensamento ou de desejo na consciência, escândalo no lar; isso é mais que pagar minha flagelação… isso é alentar, com dinheiro cristão, a crueldade de meus carrascos… Esses dinheiros estão manchados com meu sangue!… Ai daqueles por quem se fomenta o escândalo!…
Tende-Me piedade vós que por situação e fortuna tendes o caminho semeado de flores e seduções…, vós que poderíeis ser norma e lição viva de exemplo, ou ser, pelo contrário, causa que arrasta a muitas almas ao abismo… Banhado em meu sangue… chorando…, Jesus flagelado vos pede piedade!…
Tende-Me piedades vós que, gastando classe e pompa; vós que, influindo de muito acima, aceitais em hábitos, em modos e em modas, licenças de carne descoberta, com que flagelais a minha divina…; vós influentes que patrocinais, com selo de elegância e de bom tom, as sensualidade sociais, refinadas, os instintos menos castos, o fervor de sangue, que será amanhã perdição de muitas almas… Banhado em meu sangue…, chorando…, Jesus flagelado vos pede piedade!…
Tende-Me piedade vós grande e nobres e ricos, em cujos salões não se deve jamais tolerar diversões e danças a enfeites que eu condenei ao destroçar os ídolos pagãos…, ídolos que tantos filhos meus, que comungam, pretendem reconstituir com licenças pecaminosas de vida social…, estas Me açoitam o rosto…. Banhado em meu sangue…., chorando… , Jesus flagelado vos pede piedade!
Tende-Me piedade, vós, mães e esposas de ascendência cristã e de influência social, a quem outras imitam e seguem: não temais exagerar marcando com severidade a lei do pudor, a formosura da modéstia das filhas que vos confiei para minha glória… Oh, não cedais ao mundo pervertido e corruptor! Eu mando, e somente Eu, em vossas casas… Eu julgarei aos pais e aos filhos, segundo o marco de minha Lei… Não esqueceis que eu maldisse o mundo… Eu sou o Senhor no tempo, no salão e na rua, na vida e na morte… Eu… e jamais o mundo! Banhado em meu sangue…, chorando…, Jesus flagelado vos pede!
Gozadores da vida, almas débeis, seduzidas pela sereia do prazer, pela deusa versátil da vaidade… Almas sedentas de sensações, enfermas de vertigem social…; corações bons, mas complacentes em excesso, sem caráter…; consciências fáceis e acomodatícias a todo vento de opinião, de moda e de doutrina, detende-vos à borda de um abismo… O cercado é meu Evangelho…; o critério seguro, o de minha Lei e de minha Igreja… Detende-vos!… Não passeis sobre minha Cruz ensangüentada… Sabei, somente Eu vos amo… Amai-Me também com um coração leal e inteiro… Estendo-vos os braços… para vos dar abrigo; rasgo a ferida de meu Peito…; entrai por ela, roubai-Me, amigo, o Coração enamorado…, levai-O sem devolução…, que seja todo vosso no tempo e na eternidade…; mas tende-Me piedade… Banhado em meu sangue…, chorando…, Jesus flagelado vos pede piedade!…
(Um breve instante de silêncio)
(Depois de ouvir esta queixa divina… tão tristemente fundada e por isto tão amarga, não nos resta senão responder com um gemido de arrependimento humilde a esse Jesus que pede compaixão desde o calabouço do Sacrário).
Voz da alma. Que tenho eu, Senhor Jesus, que Vós não me tendes dado?…
Que sei eu que Vós não me tendes ensinado?… Que valho eu se não estou a vosso lado?
Que mereço eu, se a Vós não estou unido?…
Perdoai-me os erros que contra Vós tenho cometido.
Pois me criastes sem que o merecesse… E me redimistes sem que Vo-lo pedisse…
Muito fizeste ao me criar, muito em me redimir, e não sereis menos generoso em me perdoar.
Pois o muito sangue que derramastes,
E a acerba morte que padecestes,
Não foi pelos anjos que Vos louvam,
Senão por mim e demais pecadores, que Vos ofendem…
Se Vos tenho negado, deixai-me reconhecer-Vos;
Se Vos tenho injuriado, deixai-me louvar-Vos;
Se Vos tenho ofendido, deixai-me servir-Vos.
Porque é mais morte que vida
A que não empregada em vosso santo serviço…
Senhor Jesus, não peçais piedade a vossos filhos! Recordai-lhes tão-somente vossos direitos… refrescai em nossa mente a soberania de vossa Lei, e mandai, porque sois Rei da sociedade… Esta Vos elimina e Vos proscreve pouco a pouco, com a suavidade e a cautela perigosa com que a tela do crepúsculo vai cobrindo o sol… Nós, sim, culpáveis, Vos pedimos piedade.
Como vosso anjos, como Madalena, como Verônica, foram recolhendo as gotas de vosso sangue sobre as pedras e nos instrumentos de suplício… assim, Jesus flagelado, estes vossos íntimos amigos, sem negócios culpáveis, visitam agora em espírito aqueles “halls” e vestíbulos elegantes, aqueles salões suntuosos…, aqueles cenários de teatro, salpicados com a púrpura de vossas veias… cortinas, escadarias ricas, tapetes preciosos, decorações e bastidores, trajes leves e curtíssimos, atavios de luxo, marcados com as contas de vosso sangue, como o átrio de Pilatos, como vosso horrendo calabouço…
Piedade, Jesus, pelos amigos culpáveis e como vingança de misericórdia e em prova de que perdeis: Enviai fogo do céu, fogo de amor.
(Todos)
Enviai fogo do céu, fogo de amor.
Piedade, Jesus, para aquelas famílias, boas no fundo, mas arrastadas em sua debilidade por exigências paganizantes do grande mundo… Como vingança de misericórdia e em prova de que perdoeis: Enviai fogo do céu, fogo de amor.
Enviai fogo do céu, fogo de amor.
Piedade, Jesus, para aquelas mães demasiado condescendentes no enfraquecimento do pudor e modéstia de suas filhas…, piedade para as filhas que, não más, mas aturdidas por sua juventude e vencidas pela vaidade ou o que dirão, são, sem pensá-lo, um chicote cruel em vossas costas… Como vingança de misericórdia e em prova de que perdoeis: Enviai fogo do céu, fogo de amor.
Envia fogo do céu, fogo de amor.
E agora, Jesus, ao nos despedirmos de vosso cárcere-Sacrário, ao Vos deixar confiado à vossa Mãe e aos anjos nesse Horto de agonia e de glória, permitais que nos despeçamos com um hino à Eucaristia… Este é, Jesus, o dom de vossos dons, confiado à terra para lhe dar vida imortal, à hora mesma e na mesma noite em que ela preparava complô e sentença de morte para Vós, seu Rei manso, o Cristo da paz…
Aproximai-Vos, oh Rei-Cativo, Jesus Eucaristia, aproximai-Vos às grades de vossa prisão de amor e escutais sorridente, entre lágrimas de consolo, escutai, amoroso e comprazido, o salmo vibrante de louvor, de reparação de amor que queremos entoar em nome da Igreja e do mundo a vosso Coração Sacramentado.
Oremos juntos, irmãos!
Abençoastes-nos, Jesus amado, como não abençoastes jamais, a vosso passar, as flores dos campos e os lírios dos vales de vossa pátria, e em troca, temos sido nós os arbustros e os espinhos de vossa coroa. Mas não Vos canseis de nós; lembrai-Vos que sois Jesus, para estes pobres desterrados.
Abençoastes-nos, Jesus amado, como não abençoastes jamais as messes, as vinhas e os jardins de Samaria e Galiléia, e nós Vos temos pago sendo tantas vezes a cizânia culpável de vossa Igreja; mas… não Vos canseis de nós, lembrai-Vos que sois Jesus, para estes desterrados…
Oh, Jesus amado! Vosso Coração nos tem abençoado como não abençoastes jamais as aves do céu, nem os rebanhos de Belém e Nazaré, e nós Vos temos pago fugindo de vosso redil e temendo a brandura de vosso cajado amorosíssimo…; mas não Vos canseis de nós; lembrai-Vos que sois Jesus, para estes pobres desterrados.
Oh, nesta hora venturosa, deixai-nos, porque temos sido ingratos convosco, Jesus Sacramentado; deixai-nos oferecer-Vos um hino de louvor no tom inspirado do Profeta Rei; em sua lira Vos cantamos com a Mãe do Belo Amor; Espíritos angélicos e santos da corte celestial, bendizei ao Senhor na misericórdia infinita com que nos há cumulado: Hosana ao Criador, convertido em criatura e em Hóstia por amor.
(Todos)
Hosana ao Divino Prisioneiro do Amor!
Sol, lua e estrelas, desdobrai vosso manto de luz sobre este Tabernáculo, mil vezes mais santo que o de Jerusalém, cheio de majestade de sua doçura…; bendizei ao Senhor na misericórdia infinita com que nos há cumulado: Hosana ao Criador, convertido em criatura e em Hóstia por amor.
Hosana ao Divino Prisioneiro do Amor!
Fulgor da alvorada, orvalho da manhã, relâmpagos de luz morrente do crepúsculo, glorificai a majestade do silêncio do Rei do Sacrário…; bendizei ao Senhor na misericórdia infinita com que nos há cumulado: Hosana ao Criador, convertido em criatura e em Hóstia por amor.
Hosana ao Divino Prisioneiro do Amor!
Oceano calmo, oceano em tempestade, profundidades viventes do abismo, proclamai a onipotência do Cativo deste altar: bendizei ao Senhor na misericórdia infinita com que nos há cumulado: Hosana ao Criador, convertido em criatura e em Hóstia por amor.
Hosana ao Divino Prisioneiro do Amor!
Brisas perfumadas, tempestades devastadoras, flores das profundezas, torrentes e cascatas, cantai a formosura soberana de Jesus Sacramentado; bendizei ao Senhor na misericórdia infinita com que nos há cumulado: Hosana ao Criador, convertido em criatura e em Hóstia por amor.
Hosana ao Divino Prisioneiro do Amor!
Neves eternas, selvas, vulcões e messes, colinas e vales, exaltem a magnificência do Deus aniquilado do Altar…; bendizei ao Senhor na misericórdia infinita com que nos há cumulado: Hosana ao Criador, convertido em criatura e em Hóstia por amor.
Hosana ao Divino Prisioneiro do Amor!
Criação toda inteira, vem, acode apressada em nosso auxílio; vem suprir nossa impotência; os humanos não sabemos cantar, bendizer nem agradecer; vem, e com cantos de natureza, afoga o grito de blasfêmia, repara a indiferença do homem ingrato, cumulado com a misericórdia infinita de Jesus Eucaristia: Hosana ao Criador convertido em criatura e em Hóstia por amor.
Hosana ao Divino Prisioneiro do Amor!
(Pai-Nosso e Ave-Maria pelas intenções particulares dos presentes.
Pai-Nosso e Ave-Maria pelos agonizantes e pecadores.
Pai-Nosso e Ave-Maria pedindo o reinado do Sagrado Coração mediante a Comunhão freqüente e diária, a Hora Santa e a Cruzada da Entronização do Rei Divino em lares, sociedades e nações).
(Cinco vezes)
Coração Divino de Jesus, venha a nós o vosso reino!
Fonte: http://fratresinunum.com
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Nota de www.rainhamaria.com.br
Padre Mateo Crawley Boevey
Nascido em Arequipa (Peru) em 18 de Setembro de 1875, pe. Mateo fez a profissão em Valparaíso (Chile) em 11 de Setembro de 1892. Ordenado sacerdote em 17 de Dezembro de 1898, exerceu seu ministério na Europa, Extremo Oriente, Estados Unidos e Canadá até 1946. Ao adoecer, voltou a Valparaíso em 1956 e lá faleceu em 4 de Maio de 1960.