terça-feira, 18 de agosto de 2009


Santa Beatriz de Silva - 17 de agosto


Estamos ya en el último siglo de la Reconquista. Los reinos cristianos de la Península Ibérica se van extendiendo hacia el sur y pasan al África. Una de las últimas plazas ganadas a los árabes para el reino de Portugal fue Ceuta (1415). El capitán de esta hazaña y primer gobernador de la ciudad conquistada fue don Pedro Meneses, conde de Viana y descendiente de los reyes de Castilla. En la conquista de esta plaza había intervenido también el caballero don Ruy Gómez de Silva, cuyo ejemplar comportamiento le mereció el aprecio de su capitán, hasta el punto de ofrecerle en matrimonio a su hija Isabel.

El año 1422 se formó el nuevo hogar Silva-Meneses, en el que vería la luz Beatriz. Su padre fue este aguerrido caballero, don Ruy Gómez de Silva, tan distinguido en la cruzada contra los árabes. Su madre, doña Isabel Meneses, procedía de ilustre sangre real y era la segunda de los cuatro hijos de don Pedro Meneses.

La vida del nuevo matrimonio transcurrió entre Ceuta y Campo Mayor, cuya alcaidía le fue concedida a Ruy Gómez de Silva por el rey portugués. Campo Mayor es una ciudad fronteriza con España, del distrito de Portalegre y diócesis de Evora. Aunque no faltan historiadores antiguos que dan a Beatriz por nacida en Ceuta, la tradición del primer convento concepcionista de Toledo considera a Campo Mayor como la patria de su madre fundadora y en esta villa portuguesa se conservan los mejores recuerdos de la infancia de Beatriz. Como fecha de su nacimiento se señala el año 1424.

La madre de Beatriz, siguiendo la tradición familiar, era muy devota de la Orden de San Francisco y por ello encomendó la educación religiosa de sus once hijos a los padres franciscanos, que sembraron en sus almas un amor especial a la Inmaculada Concepción. El quinto de los hermanos de Beatriz, llamado Juan y luego Beato Amadeo de Silva, tomó el hábito de San Francisco y fundó la asociación llamada de los «amadeístas».

Hay una tradición conservada en Campo Mayor, que es todo un símbolo de la belleza angelical que distinguía a la joven Beatriz. En una de sus iglesias se venera un cuadro de la Virgen con la cabeza inclinada y los ojos cerrados, sosteniendo sobre sus rodillas al Niño. A su lado están arrodillados San Francisco y San Antonio. Las facciones de esta Virgen, según la tradición, son copia del rostro candoroso de Beatriz. Su padre quiso tener un cuadro de la Virgen para la capilla de su residencia y con este fin mandó venir a un pintor italiano. El artista expuso al padre que el mejor modelo para la Virgen sería su misma hija. Esta, por obediencia, accedió a ello, pero, poseída de un inocente pudor en servir de modelo para un cuadro de María Inmaculada, no abrió sus ojos ante el pintor. Así resultó una imagen de la Virgen sumamente expresiva y delicada, conocida con el nombre de la «Virgen de los ojos cerrados».

En 1447 Juan II de Castilla contraía matrimonio con Isabel, princesa de Portugal. Esto dio lugar a que la nueva reina de Castilla pidiese al alcaide de Campo Mayor a su hija Beatriz como primera dama. Tenía ya entonces veintitrés años, y, al decir de la Historia manuscrita de 1526, «allende venir de sangre real, era muy graciosa doncella y excedía a todas las demás de su tiempo en hermosura y gentileza». La corte de Castilla residía por entonces en Tordesillas, al oeste de Valladolid, en plena meseta castellana, junto al río Duero. El ambiente palaciego estaba dominado por intrigas y frivolidades cortesanas de la época. Estas fueron las espinas que encontró Beatriz en Tordesillas, haciendo más bella y fragante la flor de su virginidad.

Fuese por intrigas de algún caballero resentido ante la negativa de Beatriz a sus pretensiones, fuese por celos de la reina, que llegó a ver en ella una amante rival, cayó en desgracia de ésta. «Viendo la grande estimación que todos hacían de la sierva de Dios, la reina hubo celos de ella y del rey, su marido, y fueron tan grandes que, por quitarla de delante de los ojos, la encerró en un cofre, donde la tuvo encerrada tres días, sin que en ellos se le diera de comer y de beber». Fue todo un torbellino de pasión, que quiso tronchar la vida de esta delicada flor, pero acudió en su defensa la Reina del cielo.

«La Virgen María se le apareció con hábito blanco y manto azul y el Niño Jesús en brazos, y, luego de haberla confortado con cariño maternal, le intimó que fundara en su honor la Orden de la Purísima Concepción, con el mismo hábito blanco y azul que ella llevaba. Ante tan señalada merced de su Reina y Señora, Beatriz se ofreció por su esclava y le consagró, rebosante de gratitud, el voto de su virginidad y le rogó confiadamente la librara de aquella prisión. La Reina celestial accede sonriente y desaparece».

La intervención de don Juan Meneses, tío de Beatriz, hizo que la reina Isabel abriese el cofre pasados tres días, esperando que su dama fuese ya cadáver. La sorpresa de todos fue impresionante. Beatriz apareció con más belleza y lozanía que antes de ser encerrada. Todos adivinaron que la bella dama portuguesa había sido favorecida en aquellas horas obscuras y tenebrosas con alguna luz especial del cielo. La Santísima Virgen la había escogido para dama suya. Era preciso cambiar de palacio. «A los tres días de verse libre del encierro, sin más dilación, pidió salir de Tordesillas, dirigiéndose a Toledo, acompañada de dos doncellas.»

Camino de Toledo tiene lugar, al pasar por un monte, la aparición de dos frailes franciscanos. Beatriz pensó que eran enviados por la reina para confesarla antes de morir a manos de un verdugo. «Entonces, declarando ella su pena y temor, díjole un fraile de aquéllos, que parecía portugués, que no llorase, porque no solamente no eran ellos mensajeros de su muerte, mas antes la venían a consolar y la hacían saber que había de ser una de las mayores señoras de España, y que sus hijos serían nombrados en toda la cristiandad. A esto respondió que era doncella y que, con el emperador que la demandase, no se casaría en ninguna manera, porque tenía hecho voto de limpieza a la Reina del cielo. Y dijéronle ellos: “Lo que hemos dicho ha de ser”». Sigue describiendo la Historia anónima de 1526 cómo, después de consolarla, al llegar a una posada y disponerse para comer, desaparecieron aquellos dos frailes misteriosos, «y Beatriz creyó firmemente que el Señor le había enviado para consolarla e instruirla a San Francisco de Asís y a San Antonio de Padua, a los cuales celebró fiesta en adelante todos los años».

En Toledo florecían por esta época numerosos monasterios de todas las principales Órdenes, especialmente cistercienses, dominicas y clarisas. Razones que la historia no nos ha transmitido hicieron que Beatriz escogiese el monasterio cisterciense de Santo Domingo de Silos (vulgarmente «El Antiguo»); tal vez relaciones muy personales con alguna de las religiosas de este monasterio, perteneciente a la nobleza portuguesa o castellana; tal vez el haber encontrado en este monasterio las condiciones más a propósito para la vida retirada que ella pensaba llevar, sin ser religiosa.

En este vetusto solar de Toledo buscó Beatriz su casita de Nazaret, como «señora de piso», y en él vivió treinta años dedicados a la oración, al sacrificio y al desprecio del mundo. «La sierva de Dios fue muy humilde en sus acciones, despreciando su persona en actos exteriores; ... era su vida heroica y... vivió treinta años en Santo Domingo, ejercitándose en toda virtud.» Hay un dato muy significativo que revela su enérgica decisión de romper con el mundo: «Dende que salió de la corte del rey Don Juan hasta que murió ningún hombre ni mujer vio su rostro enteramente descubierto, si no fue la reina Doña Isabel (la Católica) y la que le daba de tocar, porque, aun para comer delante de solas sus criadas, apenas descubría del todo la boca».

A la mortificación y vida retirada unía la práctica de la oración prolongada y una liberalidad magnánima para emplear todos sus bienes en dar culto a Dios y socorrer al pobre. Con sus rentas hizo labrar un nuevo claustro y la sala capitular del monasterio donde residía; con ellas favoreció también a cuantos pobres solicitaron su ayuda. Con el trabajo de sus manos, hilando o bordando, santificó también los ratos libres.

Mientras tanto la Providencia iba preparando los acontecimientos para que Isabel la Católica se interesase por la fundación de la Orden concepcionista. Había sido proclamada reina en 1474 y algún año después entraba en Toledo; venía a cumplir la promesa hecha en la batalla de Toro de edificar un templo a San Juan Evangelista. El lugar escogido está próximo al monasterio donde residía Beatriz. En todos estos años turbulentos, en medio de campañas guerreras, cuando la reina venía a Toledo buscaba tiempo para ir a conversar con Beatriz, la dama que la había mecido en sus brazos cuando niña. En 1479, «con la ayuda de Dios y de la gloriosa Virgen María, su Madre», se firmó la paz definitiva entre Castilla y Portugal. Esto pudo ser un motivo especial para que la Reina Católica, tan devota de la Inmaculada, apoyase la fundación de la Orden concepcionista, que la Virgen había confiado a Beatriz. Por estos años «se dice que se le apareció (a Beatriz) la Madre de Dios otra vez, distinta de la referida del cofre, volviéndola a mostrar cómo había de ser el hábito que traerían sus monjas».

El año 1484 Isabel la Católica concertaba con Beatriz la donación de unas casas de los palacios reales de Galiana, junto a la muralla norte de Toledo. Le donaba también la capilla adjunta, dedicada a Santa Fe por la reina Doña Constanza, esposa de Alfonso VI. Con doce compañeras (entre ellas una sobrina) pasó Beatriz a ocupar esta nueva mansión toledana. «En esta casa entró tan desacomodada con gran alegría, y dio orden de irla fabricando al modo necesario para que pudiese ser convento de religiosas.»

Cinco años pasó Beatriz echando los cimientos de la Orden concepcionista, bajo la protección de Santa Fe. El nombre de esta santa francesa decía muy bien con la fe que había demostrado Beatriz desde que salió de Tordesillas. Isabel la Católica se serviría del patrocinio de esta misma Santa en la conquista de Granada, con una fe paralela a la de Beatriz.

La aprobación de la Orden concepcionista, pedida al Papa por mediación de la Reina Católica, era firmada por Inocencio VIII el 30 de abril de 1489. En este mismo día se presentó en el torno del convento provisional de Santa Fe un personaje misterioso, preguntando por doña Beatriz de Silva y comunicándola la firma de la bula por el Papa. «De esta manera lo supo ella en Toledo, cuando se otorgó en Roma, por revelación divina y creyó, sin duda, que este mensajero era San Rafael, porque desde que supo decir el Avemaría le había sido muy devota y le rezaba cada día alguna cosa en especial.»

Tres meses más tarde llega a Toledo la noticia de que la bula se había ido al fondo del mar, por haber naufragado la nave donde venía. «De esto recibió grandísima tristeza, y con mucha ansia de su corazón no hizo tres días sino llorar. Al cabo de ellos fue a abrir un cofre para cierta cosa necesaria, y, no sin mucha maravilla, halló allí la dicha bula encima de todo.» Toda la ciudad de Toledo se asoció con gran júbilo a la procesión en que se trasladó la «bula del milagro» desde la catedral al convento de Santa Fe. Tuvieron lugar todos estos festejos en los primeros días del mes de agosto de 1491. Actuó en la procesión, misa pontifical y sermón el insigne padre franciscano Francisco García de Quijada, obispo de Guadix, y anunció que a los quince días tendría lugar en la capilla de Santa Fe la toma de hábitos y velos por Beatriz y sus compañeras.

Pero... «a los cinco días, estando (Beatriz) puesta en muy devota oración en el coro, aparecióle la Virgen sin mancilla..., la cual le dijo: “Hija, de hoy en diez días has de ir conmigo, que no es nuestra voluntad que goces acá en la tierra de esto que deseas”». El mismo día 16 de agosto, que se había acordado para la toma de hábitos, tuvo lugar la tranquila muerte de Beatriz. El mismo padre confesor le impuso el hábito y velo concepcionistas y recibió su profesión religiosa.

«Al tiempo de su muerte fueron vistas dos cosas maravillosas: la una fue que, como le quitaron del rostro el velo para darle la unción, fue tanto el brillo que de su rostro salió que todos quedaron espantados; la otra fue que en mitad de la frente le vieron una estrella, la cual estuvo allí puesta hasta que expiró, y daba tan gran luz y resplandor como la luna cuando más luce, de lo cual fueron testigos seis religiosos de la Orden de San Francisco». Había sido escogida como estrella para guiar a generaciones de vírgenes, que consagrarían a Dios su amor y su pureza, en honor de María Inmaculada. Se iba al cielo para guiarlas mejor desde allí.

«Siendo viva esta señora doña Beatriz y yendo una vez a maitines, según acostumbraba, halló la lámpara del Santísimo Sacramento muerta, y poniéndose en oración, vióla manifiestamente encender, no viendo quién la encendía; tras esto oyó una voz, según ella después lo descubrió, que bajamente le dijo: “Tu Orden ha de ser como esto que has visto, que toda ha de ser deshecha por tu muerte, mas como la Iglesia de Dios fue perseguida al principio, pero después floreció y fue muy ensalzada, así ella florecerá y será multiplicada por todas las partes del mundo, tanto que en su tiempo no se edificará casa alguna de otra Orden”».

Así sucedió, en efecto. Recién fallecida, se apareció Beatriz en Guadalajara al padre fray Juan de Tolosa, franciscano, diciéndole que se encaminase a Toledo para defender su Orden. Las religiosas de Santo Domingo pretendían que fuese enterrado en su monasterio el cuerpo de Beatriz y que se fusionasen con ellas sus compañeras, en vez de llevar adelante la nueva Orden concepcionista. La intervención del padre Tolosa evitó la extinción de la incipiente Orden. Cuatro años después surgió una nueva tempestad al fusionarse el vecino monasterio de monjas benedictinas de San Pedro de las Dueñas con el de Santa Fe y tener lugar grandes desavenencias. La abadesa de Santa Fe, madre Felipa de Silva, sobrina de Beatriz, resolvió abandonar su convento y trasladarse al de religiosas dominicas de la Madre de Dios, en la misma ciudad, llevándose consigo las reliquias de su venerable tía. Otro fraile franciscano, el cardenal Cisneros, volvió a encender la lamparilla de la Orden concepcionista, trasladando el convento de Santa Fe al que habían ocupado los frailes franciscanos, muy próximo a él, y apoyando la fundación de nuevos conventos concepcionistas.

A este último convento fueron trasladadas definitivamente las venerables reliquias de Beatriz, comenzando a recibir culto público poco después de su muerte. El afán por poseerlas es una buena prueba de ello. Los menologios de la Orden franciscana, cisterciense y benedictina la dan el título de «Beata». Abundan los relatos de favores milagrosos obtenidos por su intercesión. El año 1924 el papa Pío XI confirmó el culto inmemorial tributado a Beatriz como a Beata, con lo que nuevamente podía recibir culto público después de las normas prohibitivas de Urbano VIII en el siglo XVI. Reanudada la causa de canonización por Pío XII, todas sus hijas esperan venerarla pronto como Santa. [Esa esperanza se convirtió en realidad el 3 de octubre de 1976, cuando Pablo VI la canonizó solemnemente]. Después de más de cuatro siglos de existencia, y a pesar de las grandes pruebas por las que ha tenido que pasar la vida de clausura, aún conserva la Orden concepcionista más de 120 conventos diseminados por Europa y América Latina; de ellos corresponden a España más de 90. Esta es la gran gloria de la Beata Beatriz de Silva, adalid de la Inmaculada varios siglos antes de su definición dogmática.

Ireneo García Alonso, Beata Beatriz de Silva,
en Año Cristiano, Tomo III,
Madrid, Ed. Católica (BAC 185), 1959, pp. 423-430.

segunda-feira, 17 de agosto de 2009

O CONCÍLIO VATICANO II SEGUNDO A OBRA IOTA UNUM DE ROMANO AMERIO(CONT)

Dado que estaremos fora alguns dias e para não deixar os nossos amigos visitadores em jejum, tomamos a liberdade de vos sugerir de ler cada dia algum ponto dos capítulos da Obra Iota Unum de R0mano Amerio que a seguir apresentamos :boa leitura , calma, e até breve.

O CONCÍLIO VATICANO II SEGUNDO A OBRA IOTA UNUM DE ROMANO AMERIO(CONT)





43. CONSECUENCIAS DE LA RUPTURA DE LA LEGALIDAD. SOBRE SI HUBO O NO CONSPIRACION

Los acontecimientos originados por los incidentes del 13 de octubre y del 22 de noviembre tuvieron efectos imponentes: la recomposición de las diez Comisiones conciliares y la eliminación de todo el trabajo preparatorio, por lo que de veinte esquemas sólo pasó el de la Liturgia. Se cambió la inspiración general de los textos e incluso el género estilístico de los documentos, que abandonaron la estructura clásica en la que a la parte doctrinal seguía el decreto disciplinar. El Concilio se hacía en cierto modo autogenético, atípico, e improvisado.

En este punto se pregunta el estudioso si esta inopinada inflexión del curso del Concilio fue debida a una conspiración pre y extraconciliar, o bien fue efecto del natural dinamismo de la asamblea. La primera opinión es sostenida por los partidarios de la concepción tradicional y curial. Estos llegan incluso a reevocar el latrocimum de Efeso: que se hubiera confeccionado el Concilio después de negada su propedéutica sólo parecía explicable mediante un concierto bien preparado de voluntades vigorosas.

La conspiración parecería también demostrada por cuanto narra Jean Guitton, miembro de la Academia Francesa[1], por confidencia del card. Tisserant. El decano del Sacro Colegio, mostrándole un cuadro al que sirvió de modelo una fotografía y que representaba seis purpurados rodeando al mismo Tisserant, dijo: «Este cuadro es histórico, o más bien simbólico. Representa la reunión que habíamos mantenido antes de la apertura del Concilio, y en la que decidimos bloquear la primera sesión rechazando las reglas tiránicas establecidas por Juan XX111». El órgano principal de la conspiración de los modernizantes, tejida por alemanes, franceses, y canadienses, habría sido la alianza de los Padres de esas regiones eclesiásticas; el órgano antagonista fue el Coetus internationalis Patrum, donde prevalecían Padres de la órbita latina.

Es oportuno interrogarse si no se está confundiendo una conspiración en sentido político, con ese natural ponerse de acuerdo en las asambleas los miembros que convergen entre sí por concordancias sobre la doctrina, por homogeneidad de interpretaciones históricas, o por la consecuente identidad de pretensiones. Sin duda no puede negarse que cualquier cuerpo de personas reunidas bajo un mismo título para cumplir un objeto social está sujeto a influencias. Sin ellas no puede constituirse como verdadero cuerpo activo ni pasar del estado de multitud atomística al de asamblea orgánica. Tales influencias se ejercitaron siempre sobre los Concilios y no son algo accidental ni un vicio, sino que forman parte de la estructura conciliar. No es cuestión de decidir ahora si todas ellas han sido siempre conformes a la naturaleza de la asamblea conciliar, o si algunas provenían de fuera del Concilio en forma de usurpación del poder político.

Es sabido de cuánto poder gozaron en el Concilio de Trento el Emperador y los príncipes, y cuán eficaz fue el ascendiente papal, por lo que Sarpi decía con amargo menosprecio que «el Espíritu Santo venía de Roma en carroza». También en el Vaticano I ejercitó Pío IX un influjo potente y obligado, dado que como jefe vicarial de la Iglesia es también jefe vicarial del Concilio.

Es la idea misma de asamblea, cualquiera que ésta sea, la que impone no sólo la licitud de las influencias, sino su necesidad. En efecto, el ser de la asamblea nace, en cuanto tal, cuando los individuos que la van a formar se funden en una unidad. Ahora bien, ¿qué es lo que opera tal fusión, si no la acción de los influjos recíprocos?

Ciertamente se dan en la historia algunos que son violentos; e incluso, según una teoría que rechazamos, son sólo los violentos (no propiamente los influjos, sino las rupturas) los que fuerzan el curso de los acontecimientos. Pero sin entrar a juzgar esta cuestión, tengamos por cierto que solamente gracias a la conspiración un número de hombres reunidos en asamblea puede trascender del estado atomístico y ser informado por un pensamiento.

Una asamblea conciliar (estamento de hombres eminentes por virtud, doctrina y desinterés) tiene ciertamente un dinamismo distinto del de la masa popular, denominada por Manzoni (Los novios, cap. XIII) «corpachón», en la cual se introducen sucesivamente ánimos opuestos para moverla hacia acciones de injusticia y de sangre, o hacia los consejos opuestos de justicia y de piedad.

Pero nos parece una verdad psicológica e histórica que toda asamblea se convierte en un organismo solamente si interviene esa conspiración que diferencia y organiza la pluralidad. Y esta verdad es tan patente que el Reglamento interno del Concilio recomendaba en el S 3 del artículo 57 que los Padres concordantes en concepciones teológicas y pastorales se asociasen en Grupos para sostenerlas en el Concilio o hacerlas sostener por sus representantes.

Lo que sí constituye una verdad, tanto para la historia como para la teodicea (puede buscarse donde hemos tratado de ella [2]aplicándola a un acontecimiento histórico famoso), es que existen momentos destacados y privilegiados en la determinación de un completo curso de acontecimientos, en los cuales está virtualmente contenido el futuro, como fueron los actos del card. Liénart el 13 de octubre y la ruptura de la legalidad el 22 de noviembre de 1962.

44. LA ACTUACIÓN DEL PAPA EN EL VATICANO 11. LA «NOTA PRAEVIA»

Con Juan XXIII la autoridad papal se manifestó solamente como abandono del Concilio que había sido preparado (con el efecto radical que ello supuso) y como condescendencia con el movimiento que el Concilio, rota la continuidad con su preparación, quiso darse a sí mismo. Los decretos adoptados por Juan XXIII sin participarlos a la asamblea se caracterizan por ser casos particulares. Tal es la inserción de San José en el canon de la Misa, en el cual desde San Gregorio Magno no se había introducido ninguna novedad. Dicha inclusión fue pronto vivamente rechazada, sea por sus previsibles efectos antiecuménicos, sea por obedecer aparentemente a una pura preferencia personal del Pontífice (aunque en realidad estuviese apoyada por amplias capas de la Iglesia). Sólo tuvo una duración efímera, precipitándose también en el Erebo del olvido como otras cosas de aquel Papa que desagradaron al consensus conciliar.

Aunque secundó en general el movimiento del Concilio en el sentido modernizante anunciado en la alocución inaugural, en algunos puntos polémicos Pablo VI creyó su deber separarse de sus sentimientos predominantes y hacer uso de su autónoma autoridad.

El primer punto es el principio de la colegialidad, hasta entonces implícito en la eclesiología católica y que el Papa creyó que debía explicarse, convirtiéndose después en uno de los principales criterios de la reforma de la Iglesia. Ya fuese por la novedad de tal explicación, por lo sorpresivo del argumento (silenciado en la Comisión preparatoria), o por la delicadeza de la relación entre el primado de Pedro y la mencionada solidaridad colegial, el caso es que el texto conciliar resultó incompleto. Entonces Pablo VI quiso que cuanto sobre la colegialidad había dicho la Constitución Lumen Gentium fuese clarificado y determinado en una Nota praevia de la Comisión teológica.

Los términos de la clarificación fueron tales que el principio católico del primado didáctico y de gobierno del Papa sobre toda la Iglesia y sobre todos sus miembros singillatim [uno a uno] resultó sartum tectum y no cuestionable.

Como había establecido el Vaticano I, las definiciones papales concernientes a las cosas de fe y de moral son irreformables ex sese, non autem ex consensu Ecclesiae y por tanto, ni siquiera ex consensu de los obispos constituídos en colegio. La Nota praevia rechaza la interpretación clásica de la colegialidad, según la cual el sujeto de la suprema potestad en la Iglesia es solamente el Papa, quien la condivide cuando quiere con la universalidad de los obispos llamados por él a Concilio. La suprema potestad es colegial sólo por comunicación ad nutum del Papa.

La Nota praevia rechaza también la doctrina modernista, según la cual el sujeto de la suprema potestad en la Iglesia es el colegio unido con el Papa (aunque no sin el Papa, que es su cabeza): pero de modo tal que cuando el Papa ejercita la suprema potestad, incluso en solitario, la ejercita en cuanto cabeza del colegio y como representante del colegio, al que tiene la obligación de consultar para expresar su pensamiento. Es una teoría calcada sobre la del origen popular de la autoridad, difícilmente compatible con la constitución divina de la Iglesia.

Rechazando estas dos teorías, la Nota praevia afirma que la potestad suprema reside en el colegio de los obispos unido a su Cabeza: pero pudiendo ejercitarlo ésta independientemente del Colegio, mientras que el Colegio no puede hacerlo independientemente de la Cabeza.

No se sabe si la inclinación del Vaticano II a desligarse de una estrecha continuidad con la tradición y a crear formas, modalidades y procedimientos atípicos, debe atribuirse al espíritu modernizante que lo caracterizó y dirigió, o bien a la mente y a la índole de Pablo VI. Probablemente la inclinación debe distribuirse pro rata entre el Concilio y el Papa. El resultado fue una renovación, o mejor dicho, una innovación del ser de la Iglesia, que afectó a las estructuras, los ritos, el lenguaje, la disciplina, las conductas, las aspiraciones: en definitiva, al rostro de la Iglesia, destinado a presentarse ante el mundo como algo nuevo.

Por otra parte, no vamos a preterir aquí la singularidad, incluso formal, de la Nota praevia. En primer lugar, no hay ejemplo en la historia de los Concilios de una glosa de tal cariz añadida a una Constitución dogmática como es la Lumen Gentium, y ligada orgánicamente a ella. En segundo lugar, parece inexplicable que el Concilio, en el mismo acto de promulgación de un documento doctrinal (después de tantas consultas, enmiendas, cribas, aceptaciones y rechazos de modi) alumbre un documento tan imperfecto que deba ser acompañado por una cláusula explicativa.

En fin, en tercer lugar, una curiosa singularidad de esta Nota praevia: se debería leer antes de la Constitución a la que está ligada, y sin embargo se edita después de ella.

45. MAS SOBRE LA ACTUACIóN PAPAL EN EL VATICANO II. INTERVENCIONES SOBRE LA DOCTRINA MARIOLÓGICA, LAS MISIONES, Y LA MORAL CONYUGAL

La segunda intervención papal se refiere al culto mariano. Como peculiarísimo de la religión católica, el culto mariano tenía que ser tratado de pasada por un Concilio que había hecho preponderar la causa unionis sobre todas las demás: bastaría un capítulo sobre la Virgen, y no un esquema propio, como había previsto la comisión preparatoria. Desde sus inicios el Sínodo se había encontrado bajo la influencia de la escuela teológica alemana, influida a su vez por la mariología protestante, a la cual no se quería contradecir.

Ésta, como por otra parte el Islam, reserva a la Virgen una observancia de pura veneración, pero rechaza el culto verdadero y propio prestado por la Iglesia en grado especialísimo a la Madre de Jesús.

De entre los muchos tratamientos con que la piedad católica ha adornado a la Virgen, algunos (más bien la mayoría) proceden de la fantasía poética y del vívido sentimiento afectivo de los pueblos cristianos; otros, al contrario, suponen o producen una tesis teológica. Por ejemplo, la Coronación de la Virgen ha formado parte de magníficas creaciones artísticas, pero permaneciendo fuera de la teología, mientras que la Asunción pertenece tanto a ésta como a las figuraciones del arte, siendo finalmente proclamada dogma por Pío XII en 1950: las razones del dogma de la Asunción se encuentran en las profundas conexiones ontológicas entre la persona de la Madre y el individuo teándrico.

De entre tantos títulos, quería Pablo VI que el de Madre de la Iglesia fuese consagrado en el esquema sobre la Santísima Virgen, o por los menos en el capítulo del esquema de Ecclesia a que aquél fue reducido. Pero la asamblea no lo deseaba. Dicha dignidad se funda sobre razones teológicas y antropológicas: siendo María verdadera madre de Cristo, y siendo Cristo cabeza de la Iglesia e Iglesia «comprimida» (como la Iglesia, si nos es lícito adoptar el lenguaje de Nicolás de Cusa, es Cristo «expandido»), el paso de Madre de Cristo a Madre de la Iglesia es irreprensible. Pero la mayoría conciliar sostuvo que ese título no era esencialmente distinto de otros que, o basculan entre lo poético y lo especulativo, o son de incierto significado, o carecen de base teológica, obstaculizando así la causa unionis, por lo cual se opuso a su proclamación. Entonces el Santo Padre, con un acto de autónoma autoridad, procedió a su proclamación solemne en el discurso de clausura de la tercera sesión, el 21 de noviembre de 1964, siendo acogido en silencio por una asamblea que en tantos otros momentos se mostró fácil para el aplauso.

Puesto que el título había sido expulsado del esquema por la Comisión teológica (pese a una imponente recogida de sufragios en su favor), y el obispo de Cuernavaca la había impugnado en el aula, el acto del Papa suscitó vivos rechazos. En ese hecho se traslucen las disensiones internas del Concilio y el espíritu antipapal de la fracción modernizante.

Y no se puede, contra la evidencia de los hechos, aceptar la posterior declaración del Card. Bea. El tenía razón al afirmar que habiendo faltado un voto explícito de la asamblea sobre la atribución o no de ese tratamiento a la Virgen, no era legítimo contraponer la voluntad no manifestada del Concilio a la voluntad del Papa expresada por modo de autoridad.

Sin embargo, saliéndose del argumento, el cardenal intentaba establecer un consenso entre el Papa y el Concilio arguyendo que toda la doctrina mariológica desarrollada en la Constitución contenía implícitamente el título de Mater Ecclesia.

Ahora bien, una doctrina implícita es una doctrina en potencia, y quien no quiere explicitarla (llevarla a acto) disiente ciertamente de quien pide su explicitación. La declaración del Card. Bea (que estaba entre quienes se oponían) es sólo una forma de obsequio y de reparación ante el Papa.

Descansa sobre una argumentación sofista que compara lo implícito y lo explícito, e intenta quitarle significado a los hechos. Quien rechaza explicitar una proposición implícita no tiene el mismo sentimiento que quien la quiere explicitada, pues no queriendo explicitarla, en realidad no la quiere.

También evidenció las disensiones entre el cuerpo y la cabeza del Concilio la intervención papal del 6 de noviembre de 1964 recomendando una rápida aceptación del documento sobre las misiones, al que se oponían principalmente los obispos de África y los Superiores de las congregaciones misioneras. El esquema fue rechazado, debió ser reescrito, y retornó en la IV sesión.

Más firme y más grave fue la intervención de Pablo VI sobre la doctrina del matrimonio. Habiéndose pronunciado en el aula, incluso por bocas cardenalicias (Léger y Suenens), nuevas teorías que rebajaban el fin procreador del matrimonio y abrían paso a su frustración (mientras elevaban a pari o a maiori su fin unitivo y de donación personal), Pablo VI hizo llegar a la comisión cuatro enmiendas con orden de insertarlas en el esquema.

Se debía enseñar expresamente la ilicitud de los métodos anticonceptivos antinaturales. Se debía declarar igualmente que la procreación no es un fin del matrimonio accesorio o equiparable a la expresión del amor conyugal, sino necesario y primario. Todas las enmiendas se apoyaban en textos de la Casti connubii de Pío XI, que habrían debido insertarse. Las enmiendas fueron admitidas, pero no así los textos de Pío XI.

Mientras tanto la cuestión de los anticonceptivos era consultada a una comisión papal, y fue después decidida con la encíclica Humanae vitae de 1968, de la que hablaremos en §§ 62-63. La comisión conciliar excluyó los textos de Pío XI, pero Pablo VI obligó a que fuesen añadidos en el esquema aprobado después por el Concilio en la IV sesión.

46. SÍNTESIS DEL CONCILIO EN EL DISCURSO DE CLAUSURA DE LA CUARTA SESIÓN. COMPARACIÓN CON SAN PÍO X. IGLESIA Y MUNDO

El discurso de clausura del Concilio es en realidad el pronunciado por Pablo VI el 7 de diciembre de 1965 al término de la IV sesión, porque el del 8 de diciembre es solamente una alocución ceremonial y de saludo. El espíritu que había prevalecido apareció más claro que en las concretas manifestaciones intermedias del Papa. Más se aprende en él sobre el interior de la mente de Pablo VI de cuanto pueda conocerse a través de los mismos textos conciliares.

El documento tiene una carácter optimista que lo relaciona con la alocución inaugural de Juan XXIII: la concordia entre los Padres es maravillosa, el momento de la conclusión es magnífico. En esta coloración general' que podríamos llamar eutímica (el Concilio «ha sido muy a conciencia optimista», n. 9) se confunden las partes individuales de la síntesis que realiza el Papa. Las partes oscuras, que sin embargo se imponen a la observación del Papa y no resultan silenciadas, están investidas por reflejos de dicho optimismo. De este modo el diagnóstico del estado actual del mundo es, en última instancia y abiertamente, positivo. El Papa reconoce la general dislocación de la concepción católica de la vida y ve, «aun en las grandes religiones étnicas del mundo, perturbaciones y decadencias jamás experimentadas» (n. 4).

En esta perícopa debía tal vez hacerse al menos la excepción del Islam, que conoce en este siglo un nuevo crecimiento y elevación. Pero en el discurso aparece manifiesto el reconocimiento de la tendencia general del hombre moderno a la citerioridad (Diesseitigkeit) y al progresivo rechazo de toda ulterioridad y trascendencia (Jenseitigkeit). Pero hecho este exacto diagnóstico de las vacilaciones modernas, el Papa lo mantiene en el ámbito puramente descriptivo y no reconoce a la crisis el carácter de una oposición principal a la axiología católica de la ulterioridad.

También San Pío X había reconocido en la encíclica Supremi pontificatus, con diagnóstico idéntico al de Pablo VI, que el espíritu del hombre moderno es un espíritu de independencia que orienta hacia sí mismo todo lo creado y mira a su propio endiosamiento.

Pero el Papa Sarto había reconocido del mismo modo el carácter fundamental de esta mundanidad y por tanto había señalado claramente el antagonismo (se entiende que objetivo, prescindiendo de las ilusiones y las intencionalidades subjetivas) por el cual viene necesariamente a chocar con el principio católico: éste lo dirige todo de Dios hacia Dios, aquél por el contrario del hombre hacia el hombre.

Hacen por consiguiente los dos Papas un idéntico diagnóstico del estado del mundo, pero divergen en el juicio de valor. Así como San Pío X, citando a San Pablo (II Tes. 2, 4), veía al hombre moderno hacerse dios y pretender ser adorado, así Pablo VI dice expresamente que «la religión del Dios que se ha hecho hombre, se ha encontrado con la religión (porque tal es) del hombre que se hace Dios» (n. 8).

Y sin embargo, obviando el carácter fundamental del enfrentamiento, piensa que gracias al Concilio el enfrentamiento no ha producido un choque, ni una lucha, ni un anatema, sino una simpatía inmensa: una atención nueva de la Iglesia a las necesidades del hombre. Y contra la objeción de que plegándose al mundo y casi corriendo hacia él, la Iglesia abdicaría de su propio camino teotrópico y entraría en la vía antropológica, el Papa opone que actuando así la Iglesia no se desvía en el mundo, sino que se vuelve hacia él.

Aquí viene al caso preguntarse: ¿se vuelve para unirse a él o para atraerlo hacia sí? Ciertamente, el oficio de veracidad propio de la Iglesia desciende de su oficio de caridad hacia el género humano. Incluso la crudeza de la corrección doctrinal tal como fue ejercitada en tiempos resulta monstruosa si se la separa de la caridad, pues tanto existe la caritas severitatis como la caritas suavitatis.

Pero la dificultad consiste en no traicionar a la verdad a causa de la caridad, y en acercarse a la humanidad moderna (inserta en un movimiento antropotrópico) no para secundar su movimiento, sino para invertirlo. No se dan dos centros de la realidad, sino un solo centro y sus epígonos. Y no estoy seguro de que en este discurso Pablo VI haya precisado suficientemente el carácter meramente mediador del humanismo cristiano, ya que la caridad no puede hacer aceptar como fin último, ni siquiera perfunctoriamente, el propio de la visión antropológica: el triunfo y endiosamiento del hombre.

La imprecisión del discurso es patente también en la adopción, de dos fórmulas contrarias: «para conocer al hombre es necesario conocer a Dios» y «para conocer a Dios es necesario conocer al hombre» (n. 16). Según la doctrina católica, hay un conocimiento de Dios accesible por vía natural a todos los hombres, y un conocimiento de Dios sólo revelado sobrenaturalmente. Y del mismo modo, hay dos conocimientos del hombre. Pero decir sin distinción que para conocer al hombre es necesario conocer a Dios y, viceversa, para conocer a Dios es necesario conocer al hombre, constituye no ya el círculo sólido reconocible (dada aquella distinción) en la fórmula católica, sino un círculo vicioso que impediría al espíritu encontrar un verdadero principio de movimiento para conocer al hombre y para conocer a Dios.

Todo el discurso en torno al hombre y a Dios puede después extenderse desde el conocimiento hasta el amor. De hecho el Papa dice que para amar a Dios hace falta amar a los hombres, pero no menciona que es Dios quien hace amable al hombre, y que el motivo del deber de amar al hombre es el deber de amar a Dios.

En conclusión, la esencia del discurso final es la nueva relación de la Iglesia con el mundo. Bajo este aspecto, el discurso final del Concilio es un documento de extrema importancia para quien quiera indagar las variaciones del Concilio y su sustancia oculta y potencial, que los desarrollos postconciliares irían actuando y descubriendo. Estos desarrollos están mezclados con los de las opuestas y coexistentes tendencias que operaban en el Concilio. Las iremos ahora rebuscando en el complejo, turbado y ambiguo desarrollo de la Iglesia postconciliar.



[1] Paul VI secret, Paris 1979, p. 123.

[2] «Bolettino Storico della Svizzera italiana., I, 1978, Il luganese Carlo Francesco Caselli negoziatore del Concordato napoleonico. Ver la nota de la p. 68 del boletín.

MISSA TRIDENTINA NO MUNDO

ESPLENDOR DE LA LITURGIA:
ROVERANO.
Monseñor Francesco Moraglia, Obispo de La Spezia-Sarzana-Brugnato, ofició la Santa Misa pontifical según la Forma Ordinaria, en el Santuario de Santa María de Roverano, Italia. Todo un ejemplo de celebración del Novus Ordo pero en un sentido de continuidad con la tradición: la Misa fue ad orientem y el obispo vistió ornamentos antiguos, dalmática bajo la casulla y los tradicionales quirotecas (guantes litúrgicos).

Santuario Madonna di Roverano, Liguria, Italia.
New Liturgical Movement

EL NUEVO OBISPO DE OAKLAND,
AMIGO DE LA MISA TRADICIONAL .
Monseñor Salvatore Cordileone, hasta ahora Obispo Auxiliar de San Diego, ha sido nombrado por Su Santidad nuevo Obispo de Oakland, en EE.UU. Monseñor Cordileone es un obispo amigo de la Liturgia antigua romana, habiendo asistido numerosas veces a celebraciones según la Forma Extraordinaria del Rito Romano.

En la fotografía, el nuevo Obispo de Oakland aparece en una Misa tradicional revestido con mantelete, vestidura episcopal en su día abolida y hoy recuperada para el usus antiquior.

LA ABADÍA DE PRINKNASH.
En alguna ocasión nos hemos refereido a la Abadía benedictina de Prinknash, en Gloucester, Reino Unido, en la que dos de los sacerdotes de la comunidad ofician la Forma Extraordinaria del Rito Romano. La web de la Abadía nos ofrece ahora una fotografía de este uso litúrgico tradicional.

Prinknash, Abbey, Gloucester, UK.
Enlace

FORMA EXTRAORDINARIA EN IMPERIA.
Tal como anunciamos el pasado día 14, don Marco Cuneo celebró el décimo aniversario de su ordenación sacerdotal con una Misa según el Misal del Beato Juan XXIII, el pasado 19 de marzo, en la iglesia parroquial de San Sebastián, en Imperia-Artallo, Italia.

Chiesa di San Sebastiano, Imperia-Artallo, Italia.
Messa in Latino

"ECCLESIA DEI" ORDENA
MISA TRADICIONAL EN IRLANDA.
En la Diócesis de Killala, Irlanda, el Obispo decidió no acceder a la Misa tradicional tras oir la opinión del Consejo Presbiterial. Sin embargo, la Pontificia Comisión Ecclesia Dei ha aclarado por escrito al obispo que, según ell motu proprio Summorum Pontificum, cualquier restricción está prohibida. Oída Roma, el Obispo Fleming ha designado la Parroquia de la Asunción, Ardagh, Crossmolina, County Mayo, para la celebración regular de esta forma litúrgica.
Killala, Ireland.
Forest Murmurs
Fotografía de archivo del Cardenal Castillón,
Presidente de la Pontificia Comisión Eclesia Dei.

FORMA EXTRAORDINARIA EN RIGA.
La Santa Misa gregoriana se celebró también en la Catedral de Riga, capital de Lituania. En esta ciudad se ha celebrado un curso de aprendizaje sobre canto gregoriano y liturgia tradicional. El Cardenal Janis Pujats, de Riga, acogió de buen grado estas iniciativas, organizadas por la asociación "Ad Fontes".

Catedral de San Jaime, Riga, Lituania.
New Liturgical Movement

DECLARACIONES DEL CARDENAL PELL.
Seguimos con el Cardenal Pell, que hizo unas declaraciones a The Catholic Herald en las que se mostró conforme con el levantamiento de las excomuniones a los obispos de la FSSP, aunque opina que para la reconciliación ellos deben aceptar las enseñanzas esenciales del Concilio Vaticano II. Monseñor Pell, entre otros temas, opinó que Pío XII es un santo, y se mostró a favor de que el sacerdote tenga ante sí el Crucifijo durante la Misa. También se declaró agradecido por el motu proprio Summorum Pontificum.

The Catholic Herald
Fotografía


EL OBISPO DE PROVIDENCE
ASISTIÓ A LA MISA TRADICIONAL.
La noticia tiene casi un año, pero como no hemos tenido conocimiento hasta ahora, la añadimos a la lista de Prelados que han asistido a la Forma Extraordinaria de la Misa el pasado año. Monseñor Thomas J. Tobin, Obispo de Providence, EE.UU., lo hizo el 25 de mayo de 2008.

Fuente: Una Voce Rhode Island

FONTE:UNA VOCE MÁLAGA

MISSA TRIDENTINA NO MUNDO

ESPLENDOR DE LA LITURGIA:
ROVERANO.
Monseñor Francesco Moraglia, Obispo de La Spezia-Sarzana-Brugnato, ofició la Santa Misa pontifical según la Forma Ordinaria, en el Santuario de Santa María de Roverano, Italia. Todo un ejemplo de celebración del Novus Ordo pero en un sentido de continuidad con la tradición: la Misa fue ad orientem y el obispo vistió ornamentos antiguos, dalmática bajo la casulla y los tradicionales quirotecas (guantes litúrgicos).

Santuario Madonna di Roverano, Liguria, Italia.
New Liturgical Movement

Ars celebrandi y participación activa


*

Benedicto XVI y Arzobispo Hughes

*

Ofrecemos este interesante artículo del Arzobispo Alfred C. Hughes sobre el arte de celebrar la Sagrada Liturgia.

***

El arzobispo Malcolm Ranjith, [ex] Secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, dio recientemente la ponencia de apertura de la Conferencia Litúrgica “Gateway” en St. Louis. En ella, trató el tema central que necesita ser afrontado si deseamos cumplir con la visión expresada en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II: el arte de celebrar la Sagrada Liturgia.


En primer lugar, nos es de ayuda reconocer que el término “arte” se refiere usualmente a las habilidades creativas que contribuyen a la “belleza”. Sin embargo, cuando se aplica este término a la Liturgia, las habilidades humanas están subordinadas a la realidad divina que está aconteciendo. Cuando el centro de atención está puesto en lo humano, separado de lo divino, la celebración de la Liturgia termina sufriendo.


No debería haber tensión entre el arte de celebrar y la participación plena, activa y fructuosa de todos los fieles. Desafortunadamente, en la primera fase de implementación de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II, se puso un énfasis muy grande en la actividad externa de los fieles. Como resultado, la búsqueda de la participación plena ha gravitado más hacia la inclusión de ministerios litúrgicos para laicos que hacia las disposiciones interiores requeridas para hacer que la participación sea más fructuosa. En la Sagrada Liturgia, es Cristo el que obra. Lo que es de una importancia extrema es que estemos interiormente unidos a Él en la ofrenda sacrificial que Él hizo una vez en la historia, y que es re-presentada en la celebración sacramental de la Liturgia. El Artista es el Señor. A nosotros nos toca estar unidos con Él.


Así, el arte de celebrar bien no es tanto cuestión de una serie de acciones puestas juntas en una unidad armoniosa, sino que más bien se trata de una comunión profundamente interior con Cristo y con Su acción salvífica de entrega sacrificial. Esto significa que el sacerdote necesita sumirse en una actitud de fe y de oración profundamente reverente, totalmente concentrada y llena de anonadamiento. El sentido de sobrecogimiento del sacerdote debe ser tangible. Su deseo de vivir lo que está celebrando debe poder reconocerse en su vida.


Además, la Sagrada Liturgia es una acción que ha sido confiada a la Iglesia. El celebrante no es el dueño de la Liturgia. No es algo suyo que pueda alterar. La Liturgia es un don, un tesoro, que debe ser respetado y recibido con sentido de reverencia, que debe ser protegido contra una inapropiada secularización.


Cristo mismo es el Celebrante principal. En la constitución apostólica [en realidad se trata de una exhortación apostólica post-sinodal] Sacramentum Caritatis, el Papa Benedicto XVI afirma enérgicamente esta verdad: “Es necesario, por tanto, que los sacerdotes sean conscientes de que nunca deben ponerse ellos mismos o sus opiniones en el primer plano de su ministerio, sino a Jesucristo. Todo intento de ponerse a sí mismos como protagonistas de la acción litúrgica contradice la identidad sacerdotal. Antes que nada, el sacerdote es servidor y tiene que esforzarse continuamente en ser signo que, como dócil instrumento en sus manos, se refiere a Cristo. Esto se expresa particularmente en la humildad con la que el sacerdote dirige la acción litúrgica, obedeciendo y correspondiendo con el corazón y la mente al rito, evitando todo lo que pueda dar precisamente la sensación de un protagonismo suyo inoportuno”.


Uno de los grandes riesgos de celebrar la Misa de cara al pueblo es que el sacerdote se vea tentado a llamar la atención sobre sí mismo. Todos somos humanos. Pero el centro de la acción es Cristo. La forma en que hablamos y actuamos debe llamar la atención sobre esta verdad. Por consiguiente, la celebración debería estar dominada por un sentido de sobrecogimiento y de misterio, con un silencio apropiado y en un espíritu de oración. Lo que hacemos es la Divina Liturgia. Es eclesial en su forma y en su formación. No debiera ser sujeto de ajustes personales. Es por esto que el arte apropiado de celebrar implica la adhesión fiel a las normas litúrgicas en todas sus riquezas.


El Santo Cura de Ars escribió: “Todas las buenas obras juntas no tienen el valor del Sacrificio de la Misa, porque son obras de los hombres, mientras que la Santa Misa es obra de Dios. El martirio no es nada en comparación, es el sacrificio que el hombre hace de su vida a Dios; pero la Misa es el Sacrificio que Dios ofrece al hombre de Su Cuerpo y de Su Sangre”.


Dios nos conceda a todos los sacerdotes la gracia de realizar y cumplir este rol asombroso de un modo tal que podamos fomentar “la participación plena, activa y fructuosa de todos los fieles”.

***

Fuente: Arquidiócesis de New Orleans


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

***

Bartolucci, Direttore a vita della Sistina: la riforma liturgica è il prodotto di gente molto arida e ignorante in teologia


Il blog di approfondimento dottrinale (e ora anche liturgico, giacché tout se tient) Disputationes theologicae, ha meritoriamente realizzato un'interessantissima intervista al Maestro mons. Domenico Bartolucci, classe 1917, nominato da Papa Pio XII Direttore ad vitam (come vuole la tradizione) della Cappella Sistina. Nonostante la nomina vitalizia, egli fu evitto, cacciato e dichiarato decaduto per effetto dei maneggi del famigerato Piero Marini, non rimpianto ex cerimoniere pontificio, e del card. Noè, lui pure alfiere dello sfacelo liturgico e quindi chiaramente allergico allo splendore del gregoriano e specie della polifonia, da secoli incarnato dalla Cappella Sistina. Come noto, il posto di Bartolucci venne affidato a mons. Liberto, notato durante un viaggio in Sicilia da Giovanni Paolo II (grande pontefice, ma con scarsa sensibilità liturgica e artistica), perché abile corifeo di canzonette e ole nelle messe da stadio. Sicché ora la Cappella Sistina di mons. Liberto raggiunge esiti artistici di "desolante mediocrità" (parola di Sandro Magister): vedi in questo post.
Ecco quindi un ampio estratto dell'intervista: per leggerne l'integralità (come consigliamo caldamente) questo è il
link.


- Maestro la recente pubblicazione del Motu proprio “Summorum Pontificum” ha portato una ventata d’aria fresca nel desolante panorama liturgico che ci attornia; anche lei dunque può ora celebrare la “messa di sempre”.
Ma, a dire il vero, io l’ho sempre celebrata ininterrottamente, a partire dalla mia ordinazione… Avrei invece difficoltà, non avendola mai detta, a celebrare la Messa del rito moderno.

- Mai abolita dunque?
Sono le parole del Santo Padre anche se qualcuno fa finta di non capire e anche se molti hanno in passato sostenuto il contrario.

- Maestro bisognerà pur concedere ai denigratori della Messa antica che quest’ultima non è “partecipata”.
Suvvia non diciamo corbellerie, la partecipazione dei tempi antichi io l’ho conosciuta, tanto a Roma, in Basilica, quanto nel mondo, quanto quaggiù nel Mugello in questa parrocchia di questa bella campagna, un tempo popolata da gente piena di fede e di pietà. La Domenica a vespro il prete avrebbe potuto limitarsi ad intonare il “Deus in adiutorium meum intende” e poi mettersi a dormire sullo scranno, per non risvegliarsi che al “capitolo”, i contadini avrebbero continuato da soli ed i capifamiglia avrebbero pensato ad intonare le antifone!

- Una velata polemica, Maestro, nei confronti dell’attuale stile liturgico?
Io non so ahimè se siete mai stati a un funerale: “alleluia”, battimano, frasi ridanciane, ci si chiede se questa gente abbia mai letto il Vangelo; Nostro Signore stesso piange su Lazzaro e sulla morte. Qui con questo sentimentalismo melenso, non si rispetta nemmeno il dolore di una madre. Io vi avrei mostrato come una volta il popolo assisteva a una Messa da morto, con quale compunzione e devozione si intonava quel magnifico e tremendo “Dies Irae”.

- La riforma non è stata fatta da gente consapevole e dottrinalmente formata?
Scusate, ma la riforma è stata fatta da gente arida, arida, ve lo ripeto. E io li ho conosciuti. Quanto alla dottrina, il Cardinal Ferdinando Antonelli, di venerata memoria, mi ricordo che diceva spesso: “che cosa ce ne facciamo di liturgisti che non conoscono la teologia?”
[..]
- Ritornando alla crisi della Chiesa e alla chiusura di molti seminari, Lei, Monsignore, è fautore di un ritorno alla continuità della Tradizione?
Guardate, difendere il rito antico non è essere passatisti, ma essere “di sempre”, vedete, si sbaglia quando la messa tradizionale la si chiama “Messa di San Pio V” o “Tridentina”, come se fosse la Messa di un’epoca particolare: è la nostra messa, la romana, è universale nel tempo e nei luoghi, un’unica lingua dall’Oceania all’Artico. Per quel che riguarda la continuità nei tempi vorrei raccontarvi un episodio. Una volta eravamo riuniti in compagnia di un Vescovo di cui non ricorderò il nome, in una piccola chiesa del Mugello, giunse la notizia improvvisa della morte di un nostro confratello, proponemmo di celebrare subito una Messa, ma ci si rese conto che c’erano solo messali antichi. Il Vescovo si rifiutò categoricamente di celebrare. Non lo scorderò mai e ribadisco che la continuità della liturgia implica che, salvo minuzie, si possa celebrare oggi con quel vecchio messale polveroso preso da uno scaffale e che quattro secoli or sono servì ad un mio predecessore nel sacerdozio.

- Monsignore si parla di una “riforma della riforma”, che dovrebbe limare le storture che vengono dagli anni Sessanta.
La questione è assai complessa. Che il nuovo rito abbia delle deficienze è ormai un’evidenza per tutti e il Papa ha detto e scritto più volte, che esso dovrebbe “guardare all’antico”; tuttavia Dio ci guardi dalla tentazione dei pasticci ibridi; la liturgia con la “elle” maiuscola è quella che ci viene dai secoli, essa è il riferimento, non la si imbastardisca con compromessi “a Dio spiacenti e a l’inimici sui”.

- Cosa intende dire Maestro?
Prendiamo per esempio le innovazioni degli anni Settanta. Alcune canzonette beat e brutte e tanto in voga nelle chiese nel sessantotto, oggi sono già dei pezzi d’archeologia; quando si rinuncia alla perennità della tradizione per immergersi nel tempo si è condannati al volgere delle mode. Mi viene in mente la Riforma della Settimana Santa degli anni cinquanta, fatta con una certa fretta sotto un Pio XII ormai affaticato e stanco. Ebbene solo alcuni anni dopo, sotto il pontificato di Giovanni XXIII, il quale checché se ne dica, in liturgia era di un tradizionalismo convinto e commovente, mi arrivò la telefonata di Mons. Dante, cerimoniere del Papa, che mi diceva di preparare il “Vexilla Regis” per l’imminente celebrazione del Venerdì Santo. Interdetto risposi: “ma l’avete abolito”. Mi fu risposto: “il Papa lo vuole”. In poche ore organizzai le ripetizioni di canto e, con gran gioia, cantammo di nuovo, quel che la Chiesa aveva cantato per secoli in quel giorno. Tutto questo per dire che quando si creano degli strappi nel tessuto liturgico quei vuoti restano difficili da riempire e si vedono! Di fronte alla nostra liturgia plurisecolare dobbiamo contemplarla con venerazione e ricordare che, nella smania di “migliorarla”, rischiamo di fare solo danni.

- Maestro, che ruolo ebbe la musica in questo processo?
Ebbe un ruolo incredibile per più ragioni. Il lezioso cecilianesimo, al quale certo Perosi non fu estraneo, aveva introdotto con le sue arie orecchiabili un sentimentalismo romantico nuovo, nulla a che vedere ad esempio con quella corposità eloquente e solida di Palestrina. Certe deteriori stravaganze di Solesmes avevano coltivato un gregoriano sussurrato, frutto anch’esso di quella pseudorestaurazione medievaleggiante che tanta fortuna ebbe nell’Ottocento.
Passava l’idea dell’opportunità di un recupero archeologico, tanto in musica che in liturgia, di un passato lontano dal quale ci separavano i cosiddetti “secoli bui” del Concilio di Trento…..Archeologismo insomma, che non ha nulla a che vedere, dico, che non ha nulla a che vedere con la Tradizione e che vuol restaurare ciò che non è forse mai esistito. Un po’ come certe chiese restaurate in stile “pseudoromanico” da Viollet-le-Duc.
Quindi fra un archeologismo che si vuol ricongiungere al passato apostolico, prescindendo dai secoli che da esso ci separano, e tra un romanticismo sentimentale che disprezza la teologia e la dottrina, in un’esaltazione dello “stato d’animo”, si preparò il terreno a quell’attitudine di sufficienza nei confronti di ciò che la Chiesa e i nostri Padri ci avevano trasmesso.

- Cosa vuol dire Monsignore, quando in ambito musicale attacca Solesmes?
Voglio dire che il canto gregoriano è modale, non tonale, è libero, non ritmato, non è “uno, due, tre, uno, due, tre”; non si doveva disprezzare il modo di cantare delle nostre cattedrali per sostituirvi un sussurramento pseudomonastico e affettato. Non si interpreta un canto del Medioevo con teorie d’oggi, ma lo si prende come è giunto fino a noi; inoltre il gregoriano di una volta sapeva essere anche canto di popolo, cantato con forza come con forza il nostro popolo esprimeva la sua fede. Questo Solesmes non lo capì, ma tutto ciò sia detto riconoscendo il grande e sapiente lavoro filologico che fece riguardo allo studio dei manoscritti antichi.
fonte:messainlatino.it

Bartolucci, Direttore a vita della Sistina: la riforma liturgica è il prodotto di gente molto arida e ignorante in teologia

Il blog di approfondimento dottrinale (e ora anche liturgico, giacché tout se tient) Disputationes theologicae, ha meritoriamente realizzato un'interessantissima intervista al Maestro mons. Domenico Bartolucci, classe 1917, nominato da Papa Pio XII Direttore ad vitam (come vuole la tradizione) della Cappella Sistina. Nonostante la nomina vitalizia, egli fu evitto, cacciato e dichiarato decaduto per effetto dei maneggi del famigerato Piero Marini, non rimpianto ex cerimoniere pontificio, e del card. Noè, lui pure alfiere dello sfacelo liturgico e quindi chiaramente allergico allo splendore del gregoriano e specie della polifonia, da secoli incarnato dalla Cappella Sistina. Come noto, il posto di Bartolucci venne affidato a mons. Liberto, notato durante un viaggio in Sicilia da Giovanni Paolo II (grande pontefice, ma con scarsa sensibilità liturgica e artistica), perché abile corifeo di canzonette e ole nelle messe da stadio. Sicché ora la Cappella Sistina di mons. Liberto raggiunge esiti artistici di "desolante mediocrità" (parola di Sandro Magister): vedi in questo post.
Ecco quindi un ampio estratto dell'intervista: per leggerne l'integralità (come consigliamo caldamente) questo è il
link.


- Maestro la recente pubblicazione del Motu proprio “Summorum Pontificum” ha portato una ventata d’aria fresca nel desolante panorama liturgico che ci attornia; anche lei dunque può ora celebrare la “messa di sempre”.
Ma, a dire il vero, io l’ho sempre celebrata ininterrottamente, a partire dalla mia ordinazione… Avrei invece difficoltà, non avendola mai detta, a celebrare la Messa del rito moderno.

- Mai abolita dunque?
Sono le parole del Santo Padre anche se qualcuno fa finta di non capire e anche se molti hanno in passato sostenuto il contrario.

- Maestro bisognerà pur concedere ai denigratori della Messa antica che quest’ultima non è “partecipata”.
Suvvia non diciamo corbellerie, la partecipazione dei tempi antichi io l’ho conosciuta, tanto a Roma, in Basilica, quanto nel mondo, quanto quaggiù nel Mugello in questa parrocchia di questa bella campagna, un tempo popolata da gente piena di fede e di pietà. La Domenica a vespro il prete avrebbe potuto limitarsi ad intonare il “Deus in adiutorium meum intende” e poi mettersi a dormire sullo scranno, per non risvegliarsi che al “capitolo”, i contadini avrebbero continuato da soli ed i capifamiglia avrebbero pensato ad intonare le antifone!

- Una velata polemica, Maestro, nei confronti dell’attuale stile liturgico?
Io non so ahimè se siete mai stati a un funerale: “alleluia”, battimano, frasi ridanciane, ci si chiede se questa gente abbia mai letto il Vangelo; Nostro Signore stesso piange su Lazzaro e sulla morte. Qui con questo sentimentalismo melenso, non si rispetta nemmeno il dolore di una madre. Io vi avrei mostrato come una volta il popolo assisteva a una Messa da morto, con quale compunzione e devozione si intonava quel magnifico e tremendo “Dies Irae”.

- La riforma non è stata fatta da gente consapevole e dottrinalmente formata?
Scusate, ma la riforma è stata fatta da gente arida, arida, ve lo ripeto. E io li ho conosciuti. Quanto alla dottrina, il Cardinal Ferdinando Antonelli, di venerata memoria, mi ricordo che diceva spesso: “che cosa ce ne facciamo di liturgisti che non conoscono la teologia?”
[..]
- Ritornando alla crisi della Chiesa e alla chiusura di molti seminari, Lei, Monsignore, è fautore di un ritorno alla continuità della Tradizione?
Guardate, difendere il rito antico non è essere passatisti, ma essere “di sempre”, vedete, si sbaglia quando la messa tradizionale la si chiama “Messa di San Pio V” o “Tridentina”, come se fosse la Messa di un’epoca particolare: è la nostra messa, la romana, è universale nel tempo e nei luoghi, un’unica lingua dall’Oceania all’Artico. Per quel che riguarda la continuità nei tempi vorrei raccontarvi un episodio. Una volta eravamo riuniti in compagnia di un Vescovo di cui non ricorderò il nome, in una piccola chiesa del Mugello, giunse la notizia improvvisa della morte di un nostro confratello, proponemmo di celebrare subito una Messa, ma ci si rese conto che c’erano solo messali antichi. Il Vescovo si rifiutò categoricamente di celebrare. Non lo scorderò mai e ribadisco che la continuità della liturgia implica che, salvo minuzie, si possa celebrare oggi con quel vecchio messale polveroso preso da uno scaffale e che quattro secoli or sono servì ad un mio predecessore nel sacerdozio.

- Monsignore si parla di una “riforma della riforma”, che dovrebbe limare le storture che vengono dagli anni Sessanta.
La questione è assai complessa. Che il nuovo rito abbia delle deficienze è ormai un’evidenza per tutti e il Papa ha detto e scritto più volte, che esso dovrebbe “guardare all’antico”; tuttavia Dio ci guardi dalla tentazione dei pasticci ibridi; la liturgia con la “elle” maiuscola è quella che ci viene dai secoli, essa è il riferimento, non la si imbastardisca con compromessi “a Dio spiacenti e a l’inimici sui”.

- Cosa intende dire Maestro?
Prendiamo per esempio le innovazioni degli anni Settanta. Alcune canzonette beat e brutte e tanto in voga nelle chiese nel sessantotto, oggi sono già dei pezzi d’archeologia; quando si rinuncia alla perennità della tradizione per immergersi nel tempo si è condannati al volgere delle mode. Mi viene in mente la Riforma della Settimana Santa degli anni cinquanta, fatta con una certa fretta sotto un Pio XII ormai affaticato e stanco. Ebbene solo alcuni anni dopo, sotto il pontificato di Giovanni XXIII, il quale checché se ne dica, in liturgia era di un tradizionalismo convinto e commovente, mi arrivò la telefonata di Mons. Dante, cerimoniere del Papa, che mi diceva di preparare il “Vexilla Regis” per l’imminente celebrazione del Venerdì Santo. Interdetto risposi: “ma l’avete abolito”. Mi fu risposto: “il Papa lo vuole”. In poche ore organizzai le ripetizioni di canto e, con gran gioia, cantammo di nuovo, quel che la Chiesa aveva cantato per secoli in quel giorno. Tutto questo per dire che quando si creano degli strappi nel tessuto liturgico quei vuoti restano difficili da riempire e si vedono! Di fronte alla nostra liturgia plurisecolare dobbiamo contemplarla con venerazione e ricordare che, nella smania di “migliorarla”, rischiamo di fare solo danni.

- Maestro, che ruolo ebbe la musica in questo processo?
Ebbe un ruolo incredibile per più ragioni. Il lezioso cecilianesimo, al quale certo Perosi non fu estraneo, aveva introdotto con le sue arie orecchiabili un sentimentalismo romantico nuovo, nulla a che vedere ad esempio con quella corposità eloquente e solida di Palestrina. Certe deteriori stravaganze di Solesmes avevano coltivato un gregoriano sussurrato, frutto anch’esso di quella pseudorestaurazione medievaleggiante che tanta fortuna ebbe nell’Ottocento.
Passava l’idea dell’opportunità di un recupero archeologico, tanto in musica che in liturgia, di un passato lontano dal quale ci separavano i cosiddetti “secoli bui” del Concilio di Trento…..Archeologismo insomma, che non ha nulla a che vedere, dico, che non ha nulla a che vedere con la Tradizione e che vuol restaurare ciò che non è forse mai esistito. Un po’ come certe chiese restaurate in stile “pseudoromanico” da Viollet-le-Duc.
Quindi fra un archeologismo che si vuol ricongiungere al passato apostolico, prescindendo dai secoli che da esso ci separano, e tra un romanticismo sentimentale che disprezza la teologia e la dottrina, in un’esaltazione dello “stato d’animo”, si preparò il terreno a quell’attitudine di sufficienza nei confronti di ciò che la Chiesa e i nostri Padri ci avevano trasmesso.

- Cosa vuol dire Monsignore, quando in ambito musicale attacca Solesmes?
Voglio dire che il canto gregoriano è modale, non tonale, è libero, non ritmato, non è “uno, due, tre, uno, due, tre”; non si doveva disprezzare il modo di cantare delle nostre cattedrali per sostituirvi un sussurramento pseudomonastico e affettato. Non si interpreta un canto del Medioevo con teorie d’oggi, ma lo si prende come è giunto fino a noi; inoltre il gregoriano di una volta sapeva essere anche canto di popolo, cantato con forza come con forza il nostro popolo esprimeva la sua fede. Questo Solesmes non lo capì, ma tutto ciò sia detto riconoscendo il grande e sapiente lavoro filologico che fece riguardo allo studio dei manoscritti antichi.
fonte:messainlatino.it

domingo, 16 de agosto de 2009

NOVENA AO IMACULADO CORAÇÃO DE MARIA


NOVENA AO IMACULADO CORAÇÃO DE MARIA


Novena al Inmaculado Corazón de María según el espíritu de FátimaPublicamos esta novena de preparación a la festividad del Inmaculado Corazón de María (22 de agosto) y que hemos tomado de un sitio católico muy recomendable: http://www.devocionesypromesas.com.ar/.Puede rezarse esta novena en cualquier época del año. Leemos en la vida del santo Cura de Ars: “Su gran práctica era recomendar a los fieles y peregrinos de Ars una novena al Corazón de María. Por este medio se obtenían innumerables gracias y favores”.
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh María, digna Madre de Dios y tierna Madre nuestra, que apareciendo en Fátima, nos habéis mostrado nuevamente en vuestro Corazón un asilo y refugio segurísimo, y en vuestro rosario un arma victoriosa contra el enemigo de nuestras almas, dándonos también rica promesa de paz y vida eterna!Con el corazón contrito y humillado por mis culpas, pero lleno de confianza en vuestras bondades, vengo a ofreceros esta novena de alabanzas y peticiones.Recordando, Señora benignísima, las palabras de Jesús en la cruz, "Ahí tienes a tu Madre", os digo con todo afecto: ¡Madre, aquí tenéis a vuestro hijo!Recibid mi corazón, y ya que es palabra vuestra "Quien me hallare, hallará la vida", dadme que amándoos con amor filial, halle y goce aquí la vida de la gracia y después la vida de la gloria. Amén.
Día 1ºReinado del Corazón de María
Dijo la Virgen a los pastorcitos de Fátima: "Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón".En verdad, ¿puede haber cosa más justa y digna? Oigamos al P. Claret: "¿Habrá quien pregunte por qué veneramos al Corazón de María? ¿Se han meditado bien la excelencia de este Corazón y las perfecciones sobrehumanas y más que angélicas que lo adornan? ¡Oh, con qué alegría contempla el Señor al Corazón de María, al que ninguna mancha desfigura ni afea germen alguno de pasión mala, en el que no existe sobra de defecto que pueda hacerle indigno y cuyas afecciones son todas celestes! O por hablar con más propiedad, ¡con qué satisfacción no se contempla a Sí mismo en aquel espejo fiel en donde se hallan retratados todos los rasgos de su semejanza, borrados en el resto de los hombres!". Y afirma San Bernardino de Siena que "para ensalzar los sentimientos del Corazón Virginal de María no bastan las lenguas de todos los hombres, ni aún las de los ángeles". ¡Tan digno y santo es!¡Oh alma devota! Dios lo quiere: Dios ha honrado sobremanera al Corazón de María: honra tú también, ama y obsequia cuanto puedas al Corazón amantísimo de tu dulce Madre.Después de la meditación propia del día pídanse las gracias.Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Corazón de María.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS¡Oh Corazón de María, el más amable y compasivo de los corazones después del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor de los miserables pecadores! Yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos en quien el Señor ha puesto el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y os diré en todos mis apuros y peligros:¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de la tribulación llague mi alma,¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi eterna perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme perder el tesoro de la divina gracia,¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis enemigos,¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y ampararla, y entonces, ahora y siempre,¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!Estas gracias espero alcanzar de Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en vuestra compañía por toda la eternidad en el cielo. Amén.
Día 2ºDesagravio al Corazón de María
La Virgen pidió en Fátima a los tres niños ofrecieran sacrificios en reparación de las ofensas que se infieren a su Inmaculado Corazón. Pidió en particular la comunión reparadora de los primeros sábados.Lo que sostiene a este mundo pecador es el espíritu de reparación, que llega a su valor más alto en la misa, donde Jesús encabeza las reparaciones y desagravios de la Iglesia toda a su Eterno Padre.Se ofende a Dios, y se ofende mucho también a su amadísima Madre, cuyo Corazón gime atravesado con la simbólica espada. "Ese vaso de santidad -exclama San Buenaventura- ¿cómo se ha trocado en mar de penalidades?" La Virgen Madre puede responder: "Hijos he criado y exaltado, mas ellos me despreciaron".¡Penitencia! nos dice María en Fátima como en Lourdes. Sí: Fátima es un pregón de penitencia para esta época en que se niega la gravedad del pecado, se glorifica el sensualismo y se concretan las aspiraciones a gozar de esta vida.No volver a pecar: esto es lo primero en el verdadero penitente. Y luego, mortificarse y sufrir algo por Dios. Oigamos, pues, el clamor de María: ofrezcamos oraciones, buenas obras y sacrificios en desagravio a su afligido Corazón.
Día 3ºEl Corazón de María, iris de pazEl mundo desconoce a Dios; es impío; y está escrito: "No hay paz para los impíos". Habrá en él mucha inteligencia, mucho brazo, mucha máquina; pero falta corazón. Y por eso falta amor, concordia, paz.En Fátima aparece y brilla como nunca un Corazón, un Corazón de Madre, capaz de unir los corazones todos y llevarlos a Dios."En ese Corazón -dice Ricardo de San Lorenzo- la justicia y la paz se besaron", porque como explica San Bernardo, "maría recibió del mismo Corazón del Eterno Padre en su propio Corazón, al Verbo", que es nuestra paz y reconciliación.¿Acaso no es oficio propio de la madre aplacar al Padre con los hijos y pacificar a éstos entre sí? Sala de esos armisticios es el corazón de toda madre. El de María es arca noética de donde sale siempre la paloma mensajera de paz, cuyos ramitos de olivo caen y germinan en las tierras ensangrentadas por el odio."Abre, pues, oh María -le suplica San Bernardo- la puerta del Corazón a los llorosos hijos de Adán". Ante ese "áureo altar de paz" vengan todos a depositar su ofrenda, reconciliados ya con sus hermanos. Roguemos a la Reina de la paz la dé a los pueblos y familias; pero más, mucho más a los pecadores que están alejados de Dios y tiranizados por el demonio.
Día 4ºEl Corazón de María y los pecadores
No una, sino varias veces exhortó la Virgen a los niños de Fátima a orar y sufrir por la conversión de los pecadores, y pidió expresamente el culto a su Corazón como medio de conversiones.Dicen muchos: "Pequé, y ¿qué de malo me ha sucedido?". No hablarían así, a poca fe y reflexión que tuvieran. Verían que el pecado mortal mata al alma, roba la paz y todos los méritos, enemista con Dios y esclaviza bajo el poder de satanás. El que muere en pecado mortal se condena para siempre. ¡Qué espantosa desgracia!Una avemaría diaria rezan los archicofrades del Corazón de María por los pecadores. Y María les inspira arrepentimiento, confesión, enmienda, y así les torna la vida, antes insoportable, dulce y feliz. "¡Cuánto no debemos al tesoro de consuelos que encierra el Corazón Inmaculado de María!" exclamaba el P. Faber, convertido por ese Corazón de Madre."¡Oh María! -le decía San Alfonso María de Ligorio- si vuestro Corazón llega a tener compasión de mí, no podrá dejar de protegerme".El Papa en nombre de toda la humanidad pecadora, ora de este modo: "Estamos seguros de obtener misericordia y de recibir gracias, no por nuestros méritos, de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de vuestro materno Corazón".Acude tú también a este Trono de misericordia; y pídele la conversión de los pecadores empedernidos.
Día 5ºLa Gran Promesa del Corazón de María
Esta promesa será sin duda lo que más perpetúe el nombre de Fátima a través de los siglos y traiga más frutos de salvación. "Prometo -dijo la Virgen- asistir en la hora de muerte con las gracias necesarias para la salvación a los que en cinco primeros sábados de mes seguidos comulguen y recen el rosario meditado".Ante este alarde de misericordia del Corazón de María, el mundo se ha conmovido. El mismo soberano Pontífice pone al principio de la misa del Corazón de María aquella invitación: "Vayamos con confianza a ese Trono de gracia". Y cada uno de los fieles ganoso de asegurar lo que más importa, el porvenir eterno, tiene cuenta con sus cinco primeros sábados, evita el interrumpirlos, se alegra de coronarlos y se complace en repetirlos.Es interesante el dato evangélico: Jesús otorgaba sus favores y prodigios preferentemente en sábado. E interrogaba a sus detractores: ¿Es lícito curar en sábado? Su Madre divina parece responder: los sábados son los días de mi predilección a favor de mis devotos en la tierra y en el purgatorio.¡Oh alma! reza el rosario y comulga en dichos días, con gratitud, con fervor, en espíritu de reparación, y no lo dudes: albergada en ese Corazón, que es, según San Buenaventura, "deliciosísimo paraíso de Dios", pasarás al paraíso eterno.
Día 6ºEl Corazón de María y el Rosario
Como en Lourdes, María pide en Fátima el rezo del rosario, y pide lo recemos diariamente, por la paz y por los pecadores, es decir: "por la paz de las armas y por la paz de las almas", según frase del Papa.¿Necesitaremos más invitaciones para darnos a esta dulcísima y salvadora devoción? Dulcísima, pues como dice San Anselmo de Luca, "debería rebosar célica dulzura nuestra boca al saludar a tan benigna Señora y bendecir el fruto de su vientre, Jesús". Salvadora, pues dice Montfort: "No sé el cómo ni el porqué, pero es una verdad, que para conocer si una persona es de Dios, basta examinar si gusta de rezar el avemaría y el rosario".Dijo la Virgen al P. Claret: "Quiero que seas el Domingo de Guzmán de estos tiempos". Y él propagó el rosario con celo indecible, transformando los hogares.Al B. P. Hoyos le declaró la misma Señora: "Hasta ahora ninguno se ha condenado, ni se condenará en adelante que haya sido verdadero devoto de mi rosario"."¡Reina del Smo. Rosario!": así empieza el Papa la Consagración al Corazón de María, para indicarnos su aprecio al rosario. Alma fiel: el rosario sea para ti un tesoro: rézalo en familia o en particular todos los días de tu vida.
Día 7ºEl Corazón de María y la meditación
La Virgen de Fátima prometió el cielo a los que n cinco primeros sábados comulguen y recen el rosario meditando sus misterios.En la historia del cristianismo, que cuenta 20 siglos, es la primera vez que la Virgen invita al mundo a la práctica de la meditación u oración mental. Sabe muy bien que la irreflexión es la característica de nuestra época, llena de desolación, porque no hay quien medite de corazón.¿Y quién podrá invitarnos mejor a la meditación que María, que en su Corazón -testigo el Evangelio- guardaba, meditaba y analizaba todas las palabras y acciones de Jesús niño, de Jesús adolescente, de Jesús hombre, y así se santificaba de día en día?Para Ella sí que las palabras de Jesús eran palabras de vida eterna; y pues el hombre vive de toda palabra que procede de la boca de Dios, de ellas se alimentaba la Virgen como de una verdadera Eucaristía.Si San Juan Eudes llama al Corazón de María "Libro de la Vida", es porque en las páginas delicadas de su Corazón la Virgen imprimía y releía todo lo que decía y hacía Jesús durante aquellos 30 años, para ser después el archivo divino de la Iglesia naciente."Ea, pues, -dice San Juan Crisóstomo- lo que María meditaba en su Corazón, meditémoslo en el nuestro". En los misterios del rosario está la vida de Jesús y de María: quien los medite bien, no pecará jamás.Día 8ºEl Corazón de María y el Papa
En sus apariciones de Fátima la Virgen menciona varias veces con amor al Santo Padre y pide se ore mucho por él.El Papa es, entre todos los mortales, el primer hijo del Corazón de María, por ser el "Jesús visible", o como decía Santa Catalina de Siena, "el dulce Cristo en la tierra".El Papa es nuestro Padre. ¡Oh si le tuviéramos aquel amor filial que le profesaba San Juan Bosco, quien por ser fiel a su consigna "con el Papa hasta la muerte", tanto sufrió de los enemigos de la Iglesia, y el P. Claret, que en pleno Concilio Vaticano manifestó que ansiaba derramar toda su sangre en defensa de la infalibilidad pontificia!Es nuestro Padre amantísimo: hemos de profesarle amor, respeto y obediencia; no consentir jamás se le ataque y persiga; rogar para que el Corazón de María lo ilumine y guarde de todo peligro, lo haga feliz en la tierra y lo corone de gloria en el cielo.Día 9ºConsagración al Corazón de María
El Papa Pío XII, en el 25 aniversario de las apariciones de Fátima, consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María, secundando la petición de la aparecida Señora. Y a tono con él, innumerables Prelados le han consagrado sus diócesis, provincias y naciones.Apareció el foco de la benignidad de la Salvadora del mundo y éste lo ha saludado con transportes de júbilo. De ese foco de amor maternal no habrá ya quien se esconda."Os tengo en mi Corazón", puede decirnos María, mejor que San Pablo a los filipenses. En esa arca de salvación nos ha refugiado a todos el Papa, por salvarnos del diluvio de males y vicios. ¿Cuándo? Cuando dijo solemnemente: "A vuestro Corazón Inmaculado nos confiamos y nos consagramos, no sólo en unión con la Santa Iglesia... sino también con todo el mundo".Ahora nos toca a nosotros, a cada uno de nosotros repetir la consagración y vivir de acuerdo con ella llevando una conducta digna de hijos del Corazón de María, una vida de pureza, de oración, de mansedumbre, de caridad, de paciencia, de mortificación, virtudes que nos harán semejantes a nuestra Madre y fieles discípulos de Jesús, nuestro adorable Redentor, y nos otorgarán derecho a la eterna bienaventuranza.