sábado, 18 de setembro de 2010

Those who wish to watch may tune in to either EWTN or the direct feed being made available off the official website of the papal visit.



 

streaming

Live Webcast


Welcome to our 24/7 live webcast of Pope Benedict's visit to the UK
Technical Help

Troubleshooting

Some technical information for those experiencing difficulties accessing the live webcast.
Read More


Those who wish to watch may tune in to either EWTN or the direct feed being made available off the official website of the papal visit.

BENEDICTO XVI: queridos amigos, sigamos con nuestra vigilia de oración para preparar nuestro encuentro con Cristo, presente entre nosotros en el Santísimo Sacramento del Altar. Juntos, en el silencio de nuestra adoración en común, abramos nuestras mentes y corazones a su presencia, a su amor y al poder convincente de su verdad.


Pope Benedict XVI attends a prayer vigil at Hyde Park in London, on
 September 18, 2010. Pope Benedict XVI met victims of abuse by Catholic 
priests on Saturday during his state visit to Britain, after expressing 
sorrow for the 'unspeakable crimes', the Vatican said.


VIGILIA DE ORACIÓN POR LA BEATIFICACIÓN DEL
 CARDENAL JOHN HENRY NEWMAN
SALUDO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
Hyde Park - London
Sábado 18 de septiembre de 2010
    
Hermanos y hermanas en Cristo
Ésta es una noche de alegría, de gozo espiritual inmenso para todos nosotros. Nos hemos reunido aquí en esta vigilia de oración para preparar la Misa de mañana, durante la que un gran hijo de esta nación, el cardenal John Henry Newman, será declarado beato. Cuántas personas han anhelado este momento, en Inglaterra y en todo el mundo. También es una gran alegría para mí, personalmente, compartir con vosotros esta experiencia. Como sabéis, durante mucho tiempo, Newman ha ejercido una importante influencia en mi vida y pensamiento, como también en otras muchas personas más allá de estas islas. El drama de la vida de Newman nos invita a examinar nuestras vidas, para verlas en el amplio horizonte del plan de Dios y crecer en comunión con la Iglesia de todo tiempo y lugar: la Iglesia de los apóstoles, la Iglesia de los mártires, la Iglesia de los santos, la Iglesia que Newman amaba y a cuya misión dedicó toda su vida.
Agradezco al Arzobispo Peter Smith sus amables palabras de bienvenida en vuestro nombre, y me complace vivamente ver a tantos jóvenes presentes en esta vigilia. Esta tarde, en el contexto de nuestra oración común, me gustaría reflexionar con vosotros sobre algunos aspectos de la vida de Newman, que considero muy relevantes para nuestra vida como creyentes y para la vida de la Iglesia de hoy.
Permitidme empezar recordando que Newman, por su propia cuenta, trazó el curso de toda su vida a la luz de una poderosa experiencia de conversión que tuvo siendo joven. Fue una experiencia inmediata de la verdad de la Palabra de Dios, de la realidad objetiva de la revelación cristiana tal y como se recibió en la Iglesia. Esta experiencia, a la vez religiosa e intelectual, inspiraría su vocación a ser ministro del Evangelio, su discernimiento de la fuente de la enseñanza autorizada en la Iglesia de Dios y su celo por la renovación de la vida eclesial en fidelidad a la tradición apostólica. Al final de su vida, Newman describe el trabajo de su vida como una lucha contra la creciente tendencia a percibir la religión como un asunto puramente privado y subjetivo, una cuestión de opinión personal. He aquí la primera lección que podemos aprender de su vida: en nuestros días, cuando un relativismo intelectual y moral amenaza con minar la base misma de nuestra sociedad, Newman nos recuerda que, como hombres y mujeres a imagen y semejanza de Dios, fuimos creados para conocer la verdad, y encontrar en esta verdad nuestra libertad última y el cumplimiento de nuestras aspiraciones humanas más profundas. En una palabra, estamos destinados a conocer a Cristo, que es "el camino, y la verdad, y la vida" (Jn 14,6).
La vida de Newman nos enseña también que la pasión por la verdad, la honestidad intelectual y la auténtica conversión son costosas. No podemos guardar para nosotros mismos la verdad que nos hace libres; hay que dar testimonio de ella, que pide ser escuchada, y al final su poder de convicción proviene de sí misma y no de la elocuencia humana o de los argumentos que la expongan. No lejos de aquí, en Tyburn, un gran número de hermanos y hermanas nuestros murieron por la fe. Su testimonio de fidelidad hasta el final fue más poderoso que las palabras inspiradas que muchos de ellos pronunciaron antes de entregar todo al Señor. En nuestro tiempo, el precio que hay que pagar por la fidelidad al Evangelio ya no es ser ahorcado, descoyuntado y descuartizado, pero a menudo implica ser excluido, ridiculizado o parodiado. Y, sin embargo, la Iglesia no puede sustraerse a la misión de anunciar a Cristo y su Evangelio como verdad salvadora, fuente de nuestra felicidad definitiva como individuos y fundamento de una sociedad justa y humana.
Por último, Newman nos enseña que si hemos aceptado la verdad de Cristo y nos hemos comprometido con él, no puede haber separación entre lo que creemos y lo que vivimos. Cada uno de nuestros pensamientos, palabras y obras deben buscar la gloria de Dios y la extensión de su Reino. Newman comprendió esto, y fue el gran valedor de la misión profética de los laicos cristianos. Vio claramente que lo que hacemos no es tanto aceptar la verdad en un acto puramente intelectual, sino abrazarla en una dinámica espiritual que penetra hasta la esencia de nuestro ser. Verdad que se transmite no sólo por la enseñanza formal, por importante que ésta sea, sino también por el testimonio de una vida íntegra, fiel y santa; y los que viven en y por la verdad instintivamente reconocen lo que es falso y, precisamente como falso, perjudicial para la belleza y la bondad que acompañan el esplendor de la verdad, veritatis splendor.
La primera lectura de esta noche es la magnífica oración en la que San Pablo pide que comprendamos "lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano" (Ef 3,14-21). El apóstol desea que Cristo habite en nuestros corazones por la fe (cf. Ef 3,17) y que podamos comprender con todos los santos “lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo" de ese amor. Por la fe, llegamos a ver la palabra de Dios como lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero (cf. Sal 119,105). Newman, igual que innumerables santos que le precedieron en el camino del discipulado cristiano, enseñó que la "bondadosa luz” de la fe nos lleva a comprender la verdad sobre nosotros mismos, nuestra dignidad como hijos de Dios y el destino sublime que nos espera en el cielo. Al permitir que brille la luz de la fe en nuestros corazones, y permaneciendo en esa luz a través de nuestra unión cotidiana con el Señor en la oración y la participación en la vida que brota de los sacramentos de la Iglesia, llegamos a ser luz para los que nos rodean; ejercemos nuestra "misión profética"; con frecuencia, sin saberlo si quiera, atraemos a la gente un poco más cerca del Señor y su verdad. Sin la vida de oración, sin la transformación interior que se lleva a cabo a través de la gracia de los sacramentos, no podemos, en palabras de Newman, "irradiar a Cristo"; nos convertimos en otros “platillos que aturden” (1 Co 13,1) en un mundo lleno de creciente ruido y confusión, lleno de falsos caminos que sólo conducen a angustias y espejismos.
En una de las meditaciones más queridas del Cardenal se dice: "Dios me ha creado para una misión concreta. Me ha confiado una tarea que no ha encomendado a otro" (Meditaciones sobre la doctrina cristiana). Aquí vemos el agudo realismo cristiano de Newman, el punto en que fe y vida inevitablemente se cruzan. La fe busca dar frutos en la transformación de nuestro mundo a través del poder del Espíritu Santo, que actúa en la vida y obra de los creyentes. Nadie que contemple con realismo nuestro mundo de hoy podría pensar que los cristianos pueden permitirse el lujo de continuar como si no pasara nada, haciendo caso omiso de la profunda crisis de fe que impregna nuestra sociedad, o confiando sencillamente en que el patrimonio de valores transmitido durante siglos de cristianismo seguirá inspirando y configurando el futuro de nuestra sociedad. Sabemos que en tiempos de crisis y turbación Dios ha suscitado grandes santos y profetas para la renovación de la Iglesia y la sociedad cristiana; confiamos en su providencia y pedimos que nos guíe constantemente. Pero cada uno de nosotros, de acuerdo con su estado de vida, está llamado a trabajar por el progreso del Reino de Dios, infundiendo en la vida temporal los valores del Evangelio. Cada uno de nosotros tiene una misión, cada uno de nosotros está llamado a cambiar el mundo, a trabajar por una cultura de la vida, una cultura forjada por el amor y el respeto a la dignidad de cada persona humana. Como el Señor nos dice en el Evangelio que acabamos de escuchar, nuestra luz debe alumbrar a todos, para que, viendo nuestras buenas obras, den gloria a nuestro Padre, que está en el cielo (cf. Mt 5,16).
Deseo ahora dirigir una palabra especial a los numerosos jóvenes presentes. Queridos jóvenes amigos: sólo Jesús conoce la "misión concreta" que piensa para vosotros. Dejad que su voz resuene en lo más profundo de vuestro corazón: incluso ahora mismo, su corazón está hablando a vuestro corazón. Cristo necesita familias para recordar al mundo la dignidad del amor humano y la belleza de la vida familiar. Necesita hombres y mujeres que dediquen su vida a la noble labor de educar, atendiendo a los jóvenes y formándolos en el camino del Evangelio. Necesita a quienes consagrarán su vida a la búsqueda de la caridad perfecta, siguiéndole en castidad, pobreza y obediencia y sirviéndole en sus hermanos y hermanas más pequeños. Necesita el gran amor de la vida religiosa contemplativa, que sostiene el testimonio y la actividad de la Iglesia con su oración constante. Y necesita sacerdotes, buenos y santos sacerdotes, hombres dispuestos a dar su vida por sus ovejas. Preguntadle al Señor lo que desea de vosotros. Pedidle la generosidad de decir sí. No tengáis miedo a entregaros completamente a Jesús. Él os dará la gracia que necesitáis para acoger su llamada. Permitidme terminar estas pocas palabras invitándoos vivamente a acompañarme el próximo año en Madrid en la Jornada Mundial de la Juventud. Siempre es una magnífica ocasión para crecer en el amor a Cristo y animaros a una gozosa vida de fe junto a miles de jóvenes. Espero ver a muchos de vosotros allí.
Y ahora, queridos amigos, sigamos con nuestra vigilia de oración para preparar nuestro encuentro con Cristo, presente entre nosotros en el Santísimo Sacramento del Altar. Juntos, en el silencio de nuestra adoración en común, abramos nuestras mentes y corazones a su presencia, a su amor y al poder convincente de su verdad. Démosle gracias especialmente por el testimonio perenne de la verdad, ofrecido por el Cardenal John Henry Newman. Confiando en sus oraciones, pidamos al Señor que ilumine nuestro camino y el camino de toda la sociedad británica, con la luz amable de su verdad, su amor y su paz. Amén.
© Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana

VEGLIA DI PREGHIERA PER LA BEATIFICAZIONE DEL CARDINALE JOHN HENRY NEWMAN DISCORSO DEL SANTO PADRE BENEDETTO XVI


VEGLIA DI PREGHIERA PER LA BEATIFICAZIONE DEL
CARDINALE JOHN HENRY NEWMAN

DISCORSO DEL SANTO PADRE BENEDETTO XVI

Hyde Park - London
Sabato, 18 settembre 2010


Cari Fratelli e Sorelle in Cristo,

questa è una serata di gioia, di immensa gioia spirituale per tutti noi. Siamo qui riuniti in questa veglia di preghiera per prepararci alla Messa di domani, durante la quale un grande figlio di questa Nazione, il Cardinale John Henry Newman, sarà dichiarato Beato. Quante persone, in Inghilterra e in tutto il mondo, hanno atteso questo momento! Anche per me personalmente è una grande gioia condividere questa esperienza con voi. Come sapete, Newman ha avuto da tanto tempo un influsso importante nella mia vita e nel mio pensiero, come lo è stato per moltissime persone al di là di queste isole. Il dramma della vita di Newman ci invita ad esaminare le nostre vite, a vederle nel contesto del vasto orizzonte del piano di Dio, e a crescere in comunione con la Chiesa di ogni tempo e di ogni luogo: la Chiesa degli Apostoli, la Chiesa dei martiri, la Chiesa dei santi, la Chiesa che Newman amò ed alla cui missione consacrò la propria intera esistenza.

Ringrazio l’Arcivescovo Peter Smith per le gentili parole di benvenuto pronunciate a vostro nome, e sono particolarmente lieto di vedere molti giovani presenti a questa veglia. Questa sera, nel contesto della preghiera comune, desidero riflettere con voi su alcuni aspetti della vita di Newman, che considero importanti per le nostre vite di credenti e per la vita della Chiesa oggi.

Permettetemi di cominciare ricordando che Newman, secondo il suo stesso racconto, ha ripercorso il cammino della sua intera vita alla luce di una potente esperienza di conversione, che ebbe quando era giovane. Fu un’esperienza immediata della verità della Parola di Dio, dell’oggettiva realtà della rivelazione cristiana quale era stata trasmessa nella Chiesa. Tale esperienza, al contempo religiosa e intellettuale, avrebbe ispirato la sua vocazione ad essere ministro del Vangelo, il suo discernimento della sorgente di insegnamento autorevole nella Chiesa di Dio ed il suo zelo per il rinnovamento della vita ecclesiale nella fedeltà alla tradizione apostolica. Alla fine della vita, Newman avrebbe descritto il proprio lavoro come una lotta contro la tendenza crescente a considerare la religione come un fatto puramente privato e soggettivo, una questione di opinione personale. Qui vi è la prima lezione che possiamo apprendere dalla sua vita: ai nostri giorni, quando un relativismo intellettuale e morale minaccia di fiaccare i fondamenti stessi della nostra società, Newman ci rammenta che, quali uomini e donne creati ad immagine e somiglianza di Dio, siamo stati creati per conoscere la verità, per trovare in essa la nostra definitiva libertà e l’adempimento delle più profonde aspirazioni umane. In una parola, siamo stati pensati per conoscere Cristo, che è Lui stesso “la via, la verità e la vita” (Gv 14,6).


L’esistenza di Newman, inoltre, ci insegna che la passione per la verità, per l’onestà intellettuale e per la conversione genuina comportano un grande prezzo da pagare. La verità che ci rende liberi non può essere trattenuta per noi stessi; esige la testimonianza, ha bisogno di essere udita, ed in fondo la sua potenza di convincere viene da essa stessa e non dall’umana eloquenza o dai ragionamenti nei quali può essere adagiata. Non lontano da qui, a Tyburn, un gran numero di nostri fratelli e sorelle morirono per la fede; la testimonianza della loro fedeltà sino alla fine fu ben più potente delle parole ispirate che molti di loro dissero prima di abbandonare ogni cosa al Signore. Nella nostra epoca, il prezzo da pagare per la fedeltà al Vangelo non è tanto quello di essere impiccati, affogati e squartati, ma spesso implica l’essere additati come irrilevanti, ridicolizzati o fatti segno di parodia. E tuttavia la Chiesa non si può esimere dal dovere di proclamare Cristo e il suo Vangelo quale verità salvifica, la sorgente della nostra felicità ultima come individui, e quale fondamento di una società giusta e umana.

Infine, Newman ci insegna che se abbiamo accolto la verità di Cristo e abbiamo impegnato la nostra vita per lui, non vi può essere separazione tra ciò che crediamo ed il modo in cui viviamo la nostra esistenza. Ogni nostro pensiero, parola e azione devono essere rivolti alla gloria di Dio e alla diffusione del suo Regno. Newman comprese questo e fu il grande campione dell’ufficio profetico del laicato cristiano. Vide chiaramente che non dobbiamo tanto accettare la verità come un atto puramente intellettuale, quanto piuttosto accoglierla mediante una dinamica spirituale che penetra sino alle più intime fibre del nostro essere. La verità non viene trasmessa semplicemente mediante un insegnamento formale, pur importante che sia, ma anche mediante la testimonianza di vite vissute integralmente, fedelmente e santamente; coloro che vivono della e nella verità riconoscono istintivamente ciò che è falso e, proprio perché falso, è nemico della bellezza e della bontà che accompagna lo splendore della verità, veritatis splendor.


La prima lettura di stasera è la magnifica preghiera con la quale san Paolo chiede che ci sia dato di conoscere “l’amore di Cristo che supera ogni conoscenza” (cfr Ef 3,14-21). L’Apostolo prega affinché Cristo dimori nei nostri cuori mediante la fede (cfr Ef 3,17) e perché possiamo giungere a “comprendere con tutti i santi quale sia l’ampiezza, la lunghezza, l’altezza e la profondità” di quell’amore. Mediante la fede giungiamo a vedere la parola di Dio come una lampada per i nostri passi e luce del nostro cammino (cfr Sal 119, 105). Come innumerevoli santi che lo precedettero sulla via del discepolato cristiano, Newman insegnò che la “luce gentile” della fede ci conduce a renderci conto della verità su noi stessi, sulla nostra dignità di figli di Dio, e sul sublime destino che ci attende in cielo. Permettendo a questa luce della fede di risplendere nei nostri cuori e abbandonandoci ad essa mediante la quotidiana unione al Signore nella preghiera e nella partecipazione ai sacramenti della Chiesa, datori di vita, diventiamo noi stessi luce per quanti ci stanno attorno; esercitiamo il nostro “ufficio profetico”; spesso, senza saperlo, attiriamo le persone più vicino al Signore ed alla sua verità. Senza la vita di preghiera, senza l’interiore trasformazione che avviene mediante la grazia dei sacramenti, non possiamo – con le parole di Newman – “irradiare Cristo”; diveniamo semplicemente un altro “cembalo squillante” (1Cor 13,1) in un mondo già pieno di crescente rumore e confusione, pieno di false vie che conducono solo a profondo dolore del cuore e ad illusione.

Una delle più amate meditazioni del Cardinale contiene queste parole: “Dio mi ha creato per offrire a lui un certo specifico servizio. Mi ha affidato un certo lavoro che non ha affidato ad altri” (Meditations on Christian Doctrine). Vediamo qui il preciso realismo cristiano di Newman, il punto nel quale la fede e la vita inevitabilmente si incrociano. La fede è destinata a portare frutto nella trasformazione del nostro mondo mediante la potenza dello Spirito Santo che opera nella vita e nell’attività dei credenti. Nessuno che guardi realisticamente al nostro mondo d’oggi può pensare che i cristiani possano continuare a far le cose di ogni giorno, ignorando la profonda crisi di fede che è sopraggiunta nella società, o semplicemente confidando che il patrimonio di valori trasmesso lungo i secoli cristiani possa continuare ad ispirare e plasmare il futuro della nostra società. Sappiamo che in tempi di crisi e di ribellioni Dio ha fatto sorgere grandi santi e profeti per il rinnovamento della Chiesa e della società cristiana; noi abbiamo fiducia nella sua provvidenza e preghiamo per la sua continua guida. Ma ciascuno di noi, secondo il proprio stato di vita, è chiamato ad operare per la diffusione del Regno di Dio impregnando la vita temporale dei valori del Vangelo. Ciascuno di noi ha una missione, ciascuno è chiamato a cambiare il mondo, ad operare per una cultura della vita, una cultura forgiata dall’amore e dal rispetto per la dignità di ogni persona umana. Come il Signore ci insegna nel Vangelo appena ascoltato, la nostra luce deve risplendere al cospetto di tutti, così che, vedendo le nostre opere buone, possano dar gloria al nostro Padre celeste (cfr Mt 5,16).

Qui desidero dire una parola speciale ai molti giovani presenti. Cari giovani amici: solo Gesù conosce quale “specifico servizio” ha in mente per voi. Siate aperti alla sua voce che risuona nel profondo del vostro cuore: anche ora il suo cuore parla al vostro cuore. Cristo ha bisogno di famiglie che ricordano al mondo la dignità dell’amore umano e la bellezza della vita familiare. Egli ha bisogno di uomini e donne che dedichino la loro vita al nobile compito dell’educazione, prendendosi cura dei giovani e formandoli secondo le vie del Vangelo. Ha bisogno di quanti consacreranno la propria vita al perseguimento della carità perfetta, seguendolo in castità, povertà e obbedienza, e servendoLo nel più piccolo dei nostri fratelli e sorelle. Ha bisogno dell’amore potente dei religiosi contemplativi che sorreggono la testimonianza e l’attività della Chiesa mediante la loro continua orazione. Ed ha bisogno di sacerdoti, buoni e santi sacerdoti, uomini disposti a perdere la propria vita per il proprio gregge. Chiedete a Dio cosa ha in mente per voi! Chiedetegli la generosità di dirgli di sì! Non abbiate paura di donarvi interamente a Gesù. Vi darà la grazia necessaria per adempiere alla vostra vocazione. Permettetemi di concludere queste poche parole invitandovi ad unirvi a me il prossimo anno a Madrid per la Giornata Mondiale della Gioventù. Si tratta sempre di una splendida occasione per crescere nell’amore per Cristo ed essere incoraggiati nella vostra gioiosa vita di fede assieme a migliaia di altri giovani. Spero di vedere là molti di voi!

Ed ora, cari amici, continuiamo questa veglia di preghiera preparandoci ad incontrare Cristo, presente fra noi nel Santissimo Sacramento dell’Altare. Insieme, nel silenzio della nostra comune adorazione, apriamo le menti ed i cuori alla sua presenza, al suo amore, alla potenza convincente della sua verità. In modo speciale, ringraziamolo per la continua testimonianza a quella verità, offerta dal Cardinale John Henry Newman. Confidando nelle sue preghiere, chiediamo a Dio di illuminare i nostri passi e quelli della società britannica, con la luce gentile della sua verità, del suo amore, della sua pace. Amen.

© Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana
VISTO EM: MARANATHA.IT

Papal Mass at Westminster Cathedral : This morning, our Holy Father Pope Benedict offers the Holy Sacrifice of the Mass in the Cathedral of the Precious Blood in Westminster; the Mass is a Votive Mass of the Precious Blood . Here are some impressions (click to enlarge) which will be updated during the celebration.

(see Papal Visit missal here). 

The Cathedral before Mass:


View from behind the altar:


The Pope leaving the sacristy:

At the foot of the presbyterium:

Veneration of the altar:


At the cathedra:


While the choir sings the gloria of Byrd's Mass for five voices:


Bird's eye view:


Blessing of the deacon:


Proclamation of the Gospel:



The homily:


The offertory, during which Bruckner's sublime Christus factus est was sung:



Preface:


Canon:



Holy Communion:


General view:


Final blessing:


After Mass, the Holy Father adressed 2,500 young people gathered from the British parishes:


fonte:new liturgical movement

Benedicto XVI: deseo reflexionar sobre la palabra de Dios que se acaba de proclamar y profundizar en el misterio de la Preciosa Sangre. Porque ese misterio nos lleva a ver la unidad entre el sacrificio de Cristo en la cruz, el sacrificio eucarístico que ha entregado a su Iglesia y su sacerdocio eterno. Él, sentado a la derecha del Padre, intercede incesantemente por nosotros, los miembros de su cuerpo místico.Comencemos con el sacrificio de la Cruz. La efusión de la sangre de Cristo es la fuente de la vida de la Iglesia. San Juan, como sabemos, ve en el agua y la sangre que manaba del cuerpo de nuestro Señor la fuente de esa vida divina, que otorga el Espíritu Santo y se nos comunica en los sacramentos.Jesús, por su sufrimiento y muerte, con su entrega en virtud del Espíritu eterno, se ha convertido en nuestro sumo sacerdote y "mediador de una alianza nueva" (Hb 9,15). Estas palabras evocan las palabras de nuestro Señor en la Última Cena, cuando instituyó la Eucaristía como el sacramento de su cuerpo, entregado por nosotros, y su sangre, la sangre de la alianza nueva y eterna, derramada para el perdón de los pecados.Fiel al mandato de Cristo de "hacer esto en memoria mía" (Lc 22,19), la Iglesia en todo tiempo y lugar celebra la Eucaristía hasta que el Señor vuelva en la gloria, alegrándose de su presencia sacramental y aprovechando el poder de su sacrificio salvador para la redención del mundo. La realidad del sacrificio eucarístico ha estado siempre en el corazón de la fe católica; cuestionada en el siglo XVI, fue solemnemente reafirmada en el Concilio de Trento en el contexto de nuestra justificación en Cristo.El sacrificio eucarístico del Cuerpo y la Sangre de Cristo abraza a su vez el misterio de la pasión de nuestro Señor, que continúa en los miembros de su Cuerpo místico, en la Iglesia en cada época . Cristo, nuestro sumo y eterno sacerdote, une cada día a los méritos infinitos de su sacrificio nuestros proprios sacrificios, sufrimientos, necesidades, esperanzas y aspiraciones. Por Cristo, con Él y en Él, presentamos nuestros cuerpos como sacrificio santo y agradable a Dios . En este sentido, nos asociamos a su ofrenda eterna, completando, como dice San Pablo, en nuestra carne lo que falta a los dolores de Cristo en favor de su cuerpo, que es la Iglesia . Vemos este aspecto del misterio de la Sangre Preciosa de Cristo actualizado de forma elocuente por los mártires de todos los tiempos, que bebieron el cáliz que Cristo mismo bebió, y cuya propia sangre, derramada en unión con su sacrificio, da nueva vida a la Iglesia. También se refleja en nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo que aun hoy sufren discriminación y persecución por su fe cristiana. También está presente, con frecuencia de forma oculta, en el sufrimiento de cada cristiano que diariamente une sus sacrificios a los del Señor para la santificación de la Iglesia y la redención del mundo.Os pido que os unáis cada vez más plenamente al Señor, participando en su sacrificio en la cruz y ofreciéndole un "culto espiritual" (Rm 12,1) que abrace todos los aspectos de nuestra vida y que se manifieste en nuestros esfuerzos por contribuir a la venida de su Reino.


Homilía en la catedral de Westminster

LONDRES, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la homilía que el Papa pronunció hoy durante la Misa en la catedral católica de Westminster, dedicada a la Preciosísima Sangre de Cristo.
* * * * *
Queridos amigos en Cristo
Os saludo a todos con alegría en el Señor y os doy las gracias por vuestra calurosa acogida. Agradezco al Arzobispo Nichols sus palabras de bienvenida de vuestra parte. Verdaderamente, en este encuentro entre el Sucesor de Pedro y los fieles de Gran Bretaña, "el corazón habla al corazón", gozándonos en el amor de Cristo y en la común profesión de la fe católica que nos viene de los Apóstoles. Me alegra especialmente que nuestro encuentro tenga lugar en esta catedral dedicada a la Preciosísima Sangre, que es el signo de la misericordia redentora de Dios derramada en el mundo por la pasión, muerte y resurrección de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. De manera particular, saludo al Arzobispo de Canterbury, quien nos honra con su presencia.
Quien visita esta Catedral no puede dejar de sorprenderse por el gran crucifijo que domina la nave, que reproduce el cuerpo de Cristo, triturado por el sufrimiento, abrumado por la tristeza, víctima inocente cuya muerte nos ha reconciliado con el Padre y nos ha hecho partícipes en la vida misma de Dios. Los brazos extendidos del Señor parecen abrazar toda esta iglesia, elevando al Padre a todos los fieles que se reúnen en torno al altar del sacrificio eucarístico y que participan de sus frutos. El Señor crucificado está por encima y delante de nosotros como la fuente de nuestra vida y salvación, "sumo sacerdote de los bienes definitivos", como lo designa el autor de la Carta a los Hebreos en la primera lectura de hoy (Hb 9,11).
A la sombra, por decirlo así, de esta impactante imagen, deseo reflexionar sobre la palabra de Dios que se acaba de proclamar y profundizar en el misterio de la Preciosa Sangre. Porque ese misterio nos lleva a ver la unidad entre el sacrificio de Cristo en la cruz, el sacrificio eucarístico que ha entregado a su Iglesia y su sacerdocio eterno. Él, sentado a la derecha del Padre, intercede incesantemente por nosotros, los miembros de su cuerpo místico.
Comencemos con el sacrificio de la Cruz. La efusión de la sangre de Cristo es la fuente de la vida de la Iglesia. San Juan, como sabemos, ve en el agua y la sangre que manaba del cuerpo de nuestro Señor la fuente de esa vida divina, que otorga el Espíritu Santo y se nos comunica en los sacramentos (Jn 19,34; cf. 1 Jn 1,7; 5,6-7). La Carta a los Hebreos extrae, podríamos decir, las implicaciones litúrgicas de este misterio. Jesús, por su sufrimiento y muerte, con su entrega en virtud del Espíritu eterno, se ha convertido en nuestro sumo sacerdote y "mediador de una alianza nueva" (Hb 9,15). Estas palabras evocan las palabras de nuestro Señor en la Última Cena, cuando instituyó la Eucaristía como el sacramento de su cuerpo, entregado por nosotros, y su sangre, la sangre de la alianza nueva y eterna, derramada para el perdón de los pecados (cf. Mc 14,24; Mt 26,28; Lc 22,20).
Fiel al mandato de Cristo de "hacer esto en memoria mía" (Lc 22,19), la Iglesia en todo tiempo y lugar celebra la Eucaristía hasta que el Señor vuelva en la gloria, alegrándose de su presencia sacramental y aprovechando el poder de su sacrificio salvador para la redención del mundo. La realidad del sacrificio eucarístico ha estado siempre en el corazón de la fe católica; cuestionada en el siglo XVI, fue solemnemente reafirmada en el Concilio de Trento en el contexto de nuestra justificación en Cristo. Aquí en Inglaterra, como sabemos, hubo muchos que defendieron incondicionalmente la Misa, a menudo a un precio costoso, incrementando la devoción a la Santísima Eucaristía, que ha sido un sello distintivo del catolicismo en estas tierras.
El sacrificio eucarístico del Cuerpo y la Sangre de Cristo abraza a su vez el misterio de la pasión de nuestro Señor, que continúa en los miembros de su Cuerpo místico, en la Iglesia en cada época. El gran crucifijo que aquí se yergue sobre nosotros, nos recuerda que Cristo, nuestro sumo y eterno sacerdote, une cada día a los méritos infinitos de su sacrificio nuestros proprios sacrificios, sufrimientos, necesidades, esperanzas y aspiraciones. Por Cristo, con Él y en Él, presentamos nuestros cuerpos como sacrificio santo y agradable a Dios (cf. Rm 12,1). En este sentido, nos asociamos a su ofrenda eterna, completando, como dice San Pablo, en nuestra carne lo que falta a los dolores de Cristo en favor de su cuerpo, que es la Iglesia (cf. Col 1,24). En la vida de la Iglesia, en sus pruebas y tribulaciones, Cristo continúa, según la expresión genial de Pascal, estando en agonía hasta el fin del mundo (Pensées, 553, ed. Brunschvicg).
Vemos este aspecto del misterio de la Sangre Preciosa de Cristo actualizado de forma elocuente por los mártires de todos los tiempos, que bebieron el cáliz que Cristo mismo bebió, y cuya propia sangre, derramada en unión con su sacrificio, da nueva vida a la Iglesia. También se refleja en nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo que aun hoy sufren discriminación y persecución por su fe cristiana. También está presente, con frecuencia de forma oculta, en el sufrimiento de cada cristiano que diariamente une sus sacrificios a los del Señor para la santificación de la Iglesia y la redención del mundo. Pienso ahora de manera especial en todos los que se unen espiritualmente a esta celebración eucarística y, en particular, en los enfermos, los ancianos, los discapacitados y los que sufren mental y espiritualmente.
Pienso también en el inmenso sufrimiento causado por el abuso de menores, especialmente por los ministros de la Iglesia. Por encima de todo, quiero manifestar mi profundo pesar a las víctimas inocentes de estos crímenes atroces, junto con mi esperanza de que el poder de la gracia de Cristo, su sacrificio de reconciliación, traerá la curación profunda y la paz a sus vidas. Asimismo, reconozco con vosotros la vergüenza y la humillación que todos hemos sufrido a causa de estos pecados; y os invito a presentarlas al Señor, confiando que este castigo contribuirá a la sanación de las víctimas, a la purificación de la Iglesia y a la renovación de su inveterado compromiso con la educación y la atención de los jóvenes. Agradezco los esfuerzos realizados para afrontar este problema de manera responsable, y os pido a todos que os preocupéis de las víctimas y os compadezcáis de vuestros sacerdotes.
Queridos amigos, volvamos a la contemplación del gran crucifijo que se alza por encima de nosotros. Las manos de Nuestro Señor, extendidas en la Cruz, nos invitan también a contemplar nuestra participación en su sacerdocio eterno y por lo tanto nuestra responsabilidad, como miembros de su cuerpo, para que la fuerza reconciliadora de su sacrificio llegue al mundo en que vivimos. El Concilio Vaticano II habló elocuentemente sobre el papel indispensable que los laicos deben desempeñar en la misión de la Iglesia, esforzándose por ser fermento del Evangelio en la sociedad y trabajar por el progreso del Reino de Dios en el mundo (cf. Lumen gentium, 31; Apostolicam actuositatem, 7). La exhortación conciliar a los laicos, para que, en virtud de su bautismo, participen en la misión de Cristo, se hizo eco de las intuiciones y enseñanzas de John Henry Newman. Que las profundas ideas de este gran inglés sigan inspirando a todos los seguidores de Cristo en esta tierra, para que configuren su pensamiento, palabra y obras con Cristo, y trabajen decididamente en la defensa de las verdades morales inmutables que, asumidas, iluminadas y confirmadas por el Evangelio, fundamentan una sociedad verdaderamente humana, justa y libre.
Cuánto necesita la sociedad contemporánea este testimonio. Cuánto necesitamos, en la Iglesia y en la sociedad, testigos de la belleza de la santidad, testigos del esplendor de la verdad, testigos de la alegría y libertad que nace de una relación viva con Cristo. Uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos hoy es cómo hablar de manera convincente de la sabiduría y del poder liberador de la Palabra de Dios a un mundo que, con demasiada frecuencia, considera el Evangelio como una constricción de la libertad humana, en lugar de la verdad que libera nuestra mente e ilumina nuestros esfuerzos para vivir correcta y sabiamente, como individuos y como miembros de la sociedad.
Oremos, pues, para que los católicos de esta tierra sean cada vez más conscientes de su dignidad como pueblo sacerdotal, llamados a consagrar el mundo a Dios a través de la vida de fe y de santidad. Y que este aumento de celo apostólico se vea acompañado de una oración más intensa por las vocaciones al orden sacerdotal, porque cuanto más crece el apostolado seglar, con mayor urgencia se percibe la necesidad de sacerdotes; y cuanto más profundizan los laicos en la propia vocación, más se subraya lo que es propio del sacerdote. Que muchos jóvenes en esta tierra encuentren la fuerza para responder a la llamada del Maestro al sacerdocio ministerial, dedicando sus vidas, sus energías y sus talentos a Dios, construyendo así un pueblo en unidad y fidelidad al Evangelio, especialmente a través de la celebración del sacrificio eucarístico.
Queridos amigos, en esta catedral de la Preciosísima Sangre, os invito una vez más a mirar a Cristo, que inicia y completa nuestra fe (cf. Hb 12,2). Os pido que os unáis cada vez más plenamente al Señor, participando en su sacrificio en la cruz y ofreciéndole un "culto espiritual" (Rm 12,1) que abrace todos los aspectos de nuestra vida y que se manifieste en nuestros esfuerzos por contribuir a la venida de su Reino. Ruego para que, al actuar así, os unáis a la hilera de los creyentes fieles que a lo largo de la historia del cristianismo en esta tierra han edificado una sociedad verdaderamente digna del hombre, digna de las más nobles tradiciones de vuestra nación.
[©Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]

Benedicto XVI : los cristianos nunca debemos vacilar en proclamar nuestra fe en la unicidad de la salvación que nos ha ganado Cristo, y en explorar juntos una comprensión más profunda de los medios que Él nos ha dado para alcanzar dicha salvación. Dios «quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,4), y la verdad no es otra que Jesucristo, Hijo eterno del Padre, quien reconcilió consigo todas las cosas con la fuerza de su Cruz.

Pope Benedict XVI, right, embraces with the Archbishop of 
Canterbury Dr Rowan Williams,  in Westminster Abbey during a service of 
evening prayer. Pope Benedict XVI is on the second day of the first-ever
 state visit by a Pope to Britain.

El Papa en Gran Bretaña: Discurso ante el arzobispo de Canterbury


En Lambeth Palace, con los obispos anglicanos y católicos

LONDRES, viernes 17 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió hoy, durante su visita a Lambeth Palace, al reverendo Rowan Williams, arzobispo de Canterbury, y a los obispos anglicanos y católico-romanos presentes.
* * * * *
Vuestra Gracia:
Me complace poder corresponder a la cortesía de las visitas que me ha hecho en Roma con una visita fraterna aquí, en su residencia oficial. Le doy las gracias por su invitación y por la hospitalidad que tan generosamente me ha brindado. Saludo también a los Obispos anglicanos llegados de diferentes partes del Reino Unido, a mis hermanos Obispos de las Diócesis Católicas de Inglaterra, Gales y Escocia, y a los asesores ecuménicos presentes.
Vuestra Gracias se ha referido al histórico encuentro que tuvo lugar en la catedral de Canterbury, hace casi treinta años, entre dos de nuestros predecesores, el Papa Juan Pablo II y el arzobispo Robert Runcie. Allí, en el mismo lugar donde Santo Tomás de Canterbury dio testimonio de Cristo con el derramamiento de su sangre, rezaron juntos por el don de la unidad entre los seguidores de Cristo. Continuamos hoy orando por este don, conscientes de que la unidad que Cristo deseó fervientemente para sus discípulos sólo llegará en respuesta a la oración, a través de la acción del Espíritu Santo, que renueva sin cesar a la Iglesia y la conduce a la plenitud de la verdad.
No es mi intención hablar hoy de las dificultades que el camino ecuménico ha encontrado y sigue encontrando. Dichas dificultades son bien conocidas por todos los presentes. Más bien, quiero unirme a ustedes en acción de gracias por la profunda amistad que ha crecido entre nosotros y por el notable progreso llevado a cabo en muchos ámbitos del diálogo durante los cuarenta años transcurridos desde que la Comisión Internacional Anglicano-Católica comenzó su labor. Encomendemos los frutos de ese trabajo al Señor de la mies, confiando en que bendiga nuestra amistad con un crecimiento significativo adicional.
El contexto del diálogo entre la Comunión Anglicana y la Iglesia Católica ha evolucionado de forma espectacular desde la reunión privada entre el Papa Juan XXIII y el Arzobispo Geoffrey Fisher en 1960. Por un lado, la cultura que nos rodea se distancia cada vez más de sus raíces cristianas, a pesar de una profunda e intensa hambre de espiritualidad. Por otro lado, la creciente dimensión multicultural de la sociedad, especialmente marcada en este país, trae consigo la oportunidad de encontrar otras religiones. Para los cristianos, esto nos abre la posibilidad de explorar, junto a los miembros de otras tradiciones religiosas, formas de dar testimonio de la dimensión trascendente de la persona humana y de la vocación universal a la santidad, poniendo en práctica la virtud en nuestra vida personal y social. La cooperación ecuménica en esta tarea sigue siendo esencial, y ciertamente dará frutos en la promoción de la paz y la armonía en un mundo que, con tanta frecuencia, corre el riesgo de fragmentarse.
Al mismo tiempo, los cristianos nunca debemos vacilar en proclamar nuestra fe en la unicidad de la salvación que nos ha ganado Cristo, y en explorar juntos una comprensión más profunda de los medios que Él nos ha dado para alcanzar dicha salvación. Dios «quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,4), y la verdad no es otra que Jesucristo, Hijo eterno del Padre, quien reconcilió consigo todas las cosas con la fuerza de su Cruz. Fieles a la voluntad del Señor, tal como se expresa en este pasaje de la Primera Carta de San Pablo a Timoteo, reconocemos que la Iglesia está llamada a ser inclusiva, pero nunca a expensas de la verdad cristiana. En esto radica el dilema que afrontan cuantos están sinceramente comprometidos con el camino ecuménico.
En la figura de John Henry Newman, que será beatificado el domingo, celebramos a un pastor, cuya visión eclesial creció con su formación anglicana y maduró durante sus muchos años como ministro ordenado en la Iglesia de Inglaterra. Él nos enseña las virtudes que exige el ecumenismo: por un lado, seguía su conciencia, aun con gran sacrificio personal; y por otro, el calor de su constante amistad con sus antiguos compañeros le condujo a investigar con ellos, con un espíritu verdaderamente conciliador, las cuestiones sobre las que diferían, impulsado por un profundo anhelo de unidad en la fe.
Vuestra Gracia, con ese mismo espíritu de amistad, renovemos nuestra determinación de buscar la unidad en la fe, la esperanza y la caridad, de acuerdo con la voluntad de Jesucristo, nuestro único Señor y Salvador.
Con estos sentimientos, me despido de vosotros. Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros (cf. 2 Co 13,13).
[©Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]


Bento X VI : a fidelidade exige obediência para poder alcançar "uma compreensão mais profunda da vontade do Senhor" e advertiu que esta obediência deve estar "livre de conformismo intelectual ou acomodação fácil às modas do momento".

 

Britain's Archbishop of Canterbury, Rowan Williams, (R) walks with 
Pope Benedict XVI (C) following a Celebration of Evening Prayer, at 
Westminster Abbey in central London September 17, 2010. Pope Benedict, 
who is on a four day visit to Scotland and England, visited the 
Westminster area on Friday, where he met with the Archbishop of 
Canterbury and addressed British leaders.
No encontro ecumênico, afirmou que a fidelidade exige obediência

LONDRES, sexta-feira, 17 de setembro de 2010 (ZENIT.org) - Bento XVI advertiu os cristãos sobre uma mentalidade promovida por "modas do momento", dizendo que a fidelidade à Palavra de Deus implica em uma atitude obediente para compreender mais profundamente os desígnios de Deus.
O Papa fez este convite durante a celebração ecumênica que se realizou na abadia de Westminster. Lá rezaram as Vésperas, com a presença do arcebispo Rowam Williams, líder da Comunhão Anglicana.
Esta foi a última atividade do segundo dia do Papa na Inglaterra, depois de uma apertada agenda, que incluiu um discurso sobre educação, outro sobre a sociedade civil, o diálogo inter-religioso, as relações ecumênicas e uma reunião formal com o bispo Williams.
Durante as Vésperas, o Papa destacou a celebração dos 100 anos do movimento ecumênico moderno, que começou com o convite da Conferência de Edimburgo à unidade cristã. Bento XVI disse que é necessário "agradecer pelos notáveis progressos realizados com relação a este nobre objetivo" e assegurou que "somos conscientes do muito que ainda resta por fazer".
Indicou que a proclamação cristã e o testemunho são cada vez mais importantes, em um mundo marcado não somente pelo individualismo, mas também "indiferente ou inclusive hostil à mensagem cristã".
O Papa assegurou que a fidelidade exige obediência para poder alcançar "uma compreensão mais profunda da vontade do Senhor" e advertiu que esta obediência deve estar "livre de conformismo intelectual ou acomodação fácil às modas do momento".
"Esta é a palavra de estímulo que desejo deixar-vos nesta noite e o faço com fidelidade ao meu ministério de Bispo de Roma e Sucessor de São Pedro, encarregado de cuidar especialmente da unidade do rebanho de Cristo."
Fiel e aberta
O Papa citou o exemplo de um santo inglês, Beda o Venerável: "Na aurora de uma nova era para a sociedade e para a Igreja, Beda compreendeu tanto a importância de ser fiel à palavra de Deus transmitida pela tradição apostólica como a necessidade de abertura criativa aos novos desenvolvimentos e exigências de uma adequação correta do Evangelho à linguagem contemporânea e à leitura", disse.
A nação e o continente estão mais uma vez "no limiar de uma nova etapa - refletiu o Papa. Que o exemplo de São Beda inspire os cristãos destas terras a redescobrirem sua herança comum, a reforçar o que têm em comum e a prosseguir no esforço de crescer na amizade".
O Papa disse que a unidade da Igreja "não pode ser outra coisa a não ser a unidade na fé apostólica, na fé confiada a cada novo membro do Corpo de Cristo durante o rito do Batismo".
"Queridos amigos - concluiu -, todos nós somos conscientes dos desafios, das bênçãos, das decepções e dos sinais de esperança que marcaram nosso caminho ecumênico. Nesta noite, coloquemos tudo isso nas mãos do Senhor, confiando em sua providência e no poder da sua graça."

Bento XVI : não posso menos que manifestar minha preocupação pela crescente marginalização da religião, especialmente do cristianismo, em alguns lugares, inclusive em nações que outorgam uma grande ênfase à tolerância. Há alguns que desejam que a voz da religião se silencie ou pelo menos que se relegue à esfera meramente privada. Há também os que defendem que a celebração pública de festas como o Natal deveriam ser abolidas, segundo a discutível convicção de que este ofende os membros de outras religiões ou de nenhuma. E há outros que sustentam - paradoxalmente com a intenção de suprimir a discriminação - que se deveria pedir às vezes aos cristãos que desempenham um papel público que ajam contra a sua consciência. Estes são sinais preocupantes de um fracasso na estima não só dos direitos dos crentes à liberdade de consciência e à liberdade religiosa, mas também do legítimo papel da religião na vida pública. Eu gostaria de convidar todos vós, portanto, em seus respectivos campos de influência, a buscar meios de promoção e incentivo do diálogo entre fé e razão em todos os âmbitos da vida nacional.

LONDON, ENGLAND - SEPTEMBER 17: Pope Benedict XVI  arrives with 
Speaker of the House John Bercow (R) and Black Rod  at Westminster Hall 
on September 17, 2010 in London, United Kingdom. During the four day 
state visit Pope Benedict will celebrate mass, conduct a prayer vigil as
 well as beatify Cardinal Newman at an open air mass in Cofton Park. His
 Holiness has met The Queen in Scotland as well as political and 
religious representatives.

Discurso na Westminster Hall

“A religião não é um problema, e sim uma contribuição vital para o debate nacional”

LONDRES, sexta-feira, 17 de setembro de 2010 (ZENIT.org) - Apresentamos, a seguir, o discurso que o Papa Bento XVI dirigiu hoje aos representantes do mundo político, social, acadêmico, cultural e empresarial britânico, assim como aos membros do Corpo Diplomático e aos líderes religiosos.

* * *

Senhor Orador:

Obrigado por suas palavras de boas-vindas em nome desta distinta assembleia. Ao dirigir-me a vós, sou consciente do grande privilégio que me foi concedido de poder falar ao povo britânico e aos seus representantes no Westminster Hall, um edifício de significado único na história civil e política do povo destas ilhas. Permiti-me expressar igualmente minha estima pelo Parlamento, presente neste lugar há séculos e que teve uma profunda influência no desenvolvimento dos governos democráticos entre as nações, especialmente na Commonwealth e no mundo de língua inglesa em geral. Vossa tradição jurídica - common law - serve de base para os sistemas legais de muitos lugares do mundo, e vossa visão particular dos respectivos direitos e deveres do Estado e das pessoas, assim como da separação de poderes, continua inspirando muitos no mundo inteiro.

Ao falar-vos neste histórico lugar, penso nos inúmeros homens e mulheres que, durante séculos, participaram dos memoráveis acontecimentos vividos entre estes muros e que determinaram as vidas de muitas gerações de britânicos e de outras muitas pessoas. Em particular, eu gostaria de recordar a figura de São Tomás Moro, o grande erudito inglês e homem de Estado, que é admirado por crentes e não-crentes pela integridade com que foi fiel à sua consciência, inclusive à custa de contrariar o soberano de quem era um "bom servidor", pois escolheu servir primeiro a Deus. O dilema que Moro enfrentou naqueles tempos difíceis, a perene questão da relação entre o que se deve ao césar e o que se deve a Deus, me oferece a oportunidade de refletir brevemente convosco sobre o lugar apropriado das crenças religiosas no processo político.

A tradição parlamentar deste país deve muito ao instinto nacional de moderação, ao desejo de alcançar um genuíno equilíbrio entre as legítimas reivindicações do governo e os direitos daqueles que estão sujeitos a ele. Enquanto foram dados passos decisivos em muitos momentos da vossa história para delimitar o exercício do poder, as instituições políticas da nação puderam desenvolver um notável grau de estabilidade. Neste processo, a Grã-Bretanha se configurou como uma democracia pluralista que valoriza enormemente a liberdade de expressão, a liberdade de afiliação política e o respeito pelo papel da lei, com um profundo sentido dos direitos e deveres individuais e da igualdade de todos os cidadãos perante a lei. Ainda que com outra linguagem, a doutrina social da Igreja tem muito em comum com esta perspectiva, em sua preocupação primordial pela proteção da dignidade única de toda pessoa humana, criada à imagem e semelhança de Deus, e em sua ênfase nos deveres da autoridade civil para a promoção do bem comum.

Contudo, as questões fundamentais em jogo na causa de Tomás Moro continuam apresentando-se hoje em termos que variam segundo as novas condições sociais. Cada geração, ao tentar progredir no bem comum, deve perguntar-se novamente: que exigências os governos podem impor aos cidadãos de maneira razoável? E que alcance podem ter? Em nome de que autoridade os dilemas morais podem ser resolvidos? Estas questões nos conduzem diretamente à fundamentação ética da vida civil. Se os princípios éticos que sustentam o processo democrático não se regem por nada mais sólido que o mero consenso social, então este processo se apresenta evidentemente frágil. Aqui reside o verdadeiro desafio para a democracia.

A recente crise financeira global mostrou claramente a inadequação de soluções pragmáticas e a curto prazo relativas a complexos problemas sociais e éticos. É opinião amplamente compartilhada que a falta de uma base ética sólida na atividade econômica contribuiu para agravar as dificuldades que agora milhões de pessoas estão padecendo no mundo inteiro. Assim como "toda decisão económica tem consequências de carcáter moral" (Caritas in veritate, 37), igualmente, no âmbito político, a dimensão ética da política tem consequências de tal alcance, que nenhum governo pode se permitir ignorar. Encontramos um bom exemplo disso em uma das conquistas particularmente notáveis do Parlamento Britânico: a abolição do tráfico de escravos. A campanha que conduziu a promulgar este marco legislativo estava construída sobre firmes princípios éticos, enraizados na lei natural, e ofereceu uma contribuição para a civilização da qual esta nação pode estar orgulhosa.

Então, o ponto central desta questão é o seguinte: onde se encontra a fundamentação ética das deliberações políticas? A tradição católica afirma que as normas objectivas para uma acção justa de governo são acessíveis à razão, prescindindo do conteúdo da revelação. Neste sentido, o papel da religião no debate político não é tanto proporcionar tais normas, como se os não-crentes não pudessem conhecê-las. Menos ainda propor soluções políticas concretas, algo que está totalmente fora da competência da religião. Seu papel consiste, ao contrário, em ajudar a purificar e iluminar a aplicação da razão à descoberta de princípios morais objectivos. Este papel "correctivo" da religião com relação à razão nem sempre foi bem-vindo, em parte devido a expressões deformadas da religião, tais como o sectarismo e o fundamentalismo, que podem ser percebidas como geradoras de sérios problemas sociais. E, por sua vez, tais distorções da religião surgem quando se presta uma atenção insuficiente ao papel purificador e estruturador da razão com relação à religião. Trata-se de um processo em duplo sentido. Sem a ajuda correctiva da religião, a razão pode ser também presa de distorções, como quando é manipulada pelas ideologias ou se aplica de forma parcial em detrimento da consideração plena da dignidade da pessoa humana. Depois de tudo, tal abuso da razão foi o que provocou o tráfico de escravos, em primeiro lugar, e muitos outros males sociais, particularmente a difusão das ideologias totalitárias do século XX. Por isso, desejo indicar que o mundo da razão e o mundo da fé - o mundo da racionalidade secular e o mundo das crenças religiosas - precisam um do outro e não deveriam ter medo de estabelecer um diálogo profundo e contínuo, pelo bem da nossa civilização.

Em outras palavras, a religião não é um problema que os legisladores devam solucionar, mas uma contribuição vital para o debate nacional. Partindo desse ponto de vista, não posso menos que manifestar minha preocupação pela crescente marginalização da religião, especialmente do cristianismo, em alguns lugares, inclusive em nações que outorgam uma grande ênfase à tolerância. Há alguns que desejam que a voz da religião se silencie ou pelo menos que se relegue à esfera meramente privada. Há também os que defendem que a celebração pública de festas como o Natal deveriam ser abolidas, segundo a discutível convicção de que este ofende os membros de outras religiões ou de nenhuma. E há outros que sustentam - paradoxalmente com a intenção de suprimir a discriminação - que se deveria pedir às vezes aos cristãos que desempenham um papel público que ajam contra a sua consciência. Estes são sinais preocupantes de um fracasso na estima não só dos direitos dos crentes à liberdade de consciência e à liberdade religiosa, mas também do legítimo papel da religião na vida pública. Eu gostaria de convidar todos vós, portanto, em seus respectivos campos de influência, a buscar meios de promoção e incentivo do diálogo entre fé e razão em todos os âmbitos da vida nacional.

Vossa disposição a agir assim já está implícita no convite sem precedentes que me fizestes hoje. E se vê reflectida na preocupação em diversos âmbitos nos quais vosso governo trabalha com a Santa Sé. No âmbito da paz, houve conversas para a elaboração de um tratado internacional sobre o comércio de armas; com relação aos direitos humanos, a Santa Sé e o Reino Unido se congratularam pela difusão da democracia, especialmente nos últimos 65 anos; no campo do desenvolvimento, colaborou-se na redução da dívida, no comércio justo e na ajuda ao desenvolvimento, especialmente por meio do International Finance Facility, do International Immunization Bond e do Advanced Market Commitment. Igualmente, a Santa Sé tem interesse em colaborar com o Reino Unido na busca de novos caminhos de promoção da responsabilidade com o meio ambiente, em benefício de todos.

Observo que o governo actual compromete o Reino Unido a designar 0,7% da renda nacional à ajuda ao desenvolvimento até 2013. Nos últimos anos, foi alentador perceber sinais positivos de um crescimento mundial da solidariedade para com os pobres. No entanto, para concretizar esta solidariedade em acções eficazes, é preciso ter novas ideias, que melhorem as condições de vida em muitas áreas importantes, tais como a produção de alimentos, a água potável, a criação de empregos, a educação, o apoio às famílias, sobretudo migrantes, e a atenção básica de saúde. Onde há vidas humanas envolvidas, o tempo é sempre limitado: o mundo também foi testemunha dos ingentes recursos que os governos podem empregar no resgate de instituições financeiras consideradas "grandes demais para que fracassem". Certamente, o desenvolvimento humano integral dos povos do mundo não é menos importante. Eis aqui uma empresa digna da atenção mundial, que é, na verdade, "grande demais para que fracasse".

Esta visão geral da cooperação recente entre o Reino Unido e a Santa Sé mostra quanto progresso se realizou nos anos transcorridos desde o estabelecimento de relações diplomáticas bilaterais, promovendo no mundo inteiro os muitos valores fundamentais que compartilhamos. Confio e rezo para que esta relação continue dando frutos e que se reflita em uma crescente aceitação da necessidade de diálogo e de respeito em todos os níveis da sociedade, entre o mundo da razão e o mundo da fé. Tenho certeza de que, também dentro deste país, há muitas áreas nas quais a Igreja e as autoridades públicas podem trabalhar conjuntamente pelo bem dos cidadãos, em consonância com o histórico costume deste Parlamento de invocar a assistência do Espírito sobre os que buscam melhorar as condições de toda a humanidade. Para que tal cooperação seja possível, as entidades religiosas - incluídas as instituições vinculadas à Igreja Católica - precisam ter liberdade de acção conforme seus próprios princípios e convicções específicas, baseadas na fé e no magistério oficial da Igreja. Assim, serão garantidos direitos fundamentais como a liberdade religiosa, a liberdade de consciência e a liberdade de associação. Os anjos que nos contemplam do esplêndido céu desta antiga sala nos recordam a longa tradição na qual a democracia parlamentar britânica se desenvolveu. Recordam-nos que Deus vela constantemente para guiar-nos e proteger-nos; e, finalmente, convidam-nos a reconhecer a contribuição vital que a religião ofereceu e pode continuar oferecendo à vida da nação.

Senhor Orador, agradeço mais uma vez pela oportunidade que me ofereceu de poder dirigir-me brevemente a esta distinta assembleia. Asseguro-vos meus melhores desejos e minhas orações, por vós e pelos frutuosos trabalhos das duas Câmaras deste antigo Parlamento. Obrigado e que Deus abençoe todos vós.

[Tradução: Aline Banchieri.

©Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]

sexta-feira, 17 de setembro de 2010

A viagem de S.S.Bento XVI e a conversão dos anglicanos : Quando Maximin, vidente de La Salette, redigiu o Segredo que lhe confiou Nossa Senhora em 1851 escreveu: “um grande país no norte da Europa, hoje protestante, se converterá. Pelo apoio desta nação todos os outros países se converterão”. Na redação de seu Segredo feita em 1853 Maximin registrou que esse país protestante seria a Inglaterra.


Fervor popular pelo catolicismo desarmou boatos midiáticos
Em virtude das excecionais condições em que acontece a visita de S.S.Bento XVI ao Reino Unido, reproduzimos um post relativo à eventual futura conversão do país anunciada em La Salette, tirada do blog "A Aparição de La Salette e suas profecias". 

Recepção na Escócia: rainha, personalidades e crianças

Quando Maximin, vidente de La Salette, redigiu o Segredo que lhe confiou Nossa Senhora em 1851 escreveu: “um grande país no norte da Europa, hoje protestante, se converterá. Pelo apoio desta nação todos os outros países se converterão”.

Na redação de seu Segredo feita em 1853 Maximin registrou que esse país protestante seria a Inglaterra.

Dita conversão seria um dos sinais da proximidade dos terríveis castigos que purificariam o mundo preparando o advento do Reino de Maria.

Esta previsão adquiriu cogente atualidade após a notícia oficial que a Igreja Católica se apresta a receber grandes blocos de anglicanos ‒ sobre tudo ingleses ‒ agastados com a nomeação de “sacerdotisas”, “bispos” e “bispas” homossexuais.

Peregrinação das relíquias de Santa Terezinha, Cardiff, outubro de 2009
As notícias da mídia inglesa especulam que poderiam ser milhões. Entre eles tal vez 30-50 “bispos” e 1.000 “sacerdotes” (os anglicanos não têm o sacramento da Ordem, e esses títulos não têm o significado que têm no Catolicismo).

Para o influente diário de Londres “The Times”, no fim do processo a igreja anglicana poderia ficar reduzida a uma insignificância residual.

A simples perspectiva da conversão de grande número de anglicanos ao catolicismo causou, obviamente, forte mal-estar nos ambients anti-católicos, em certa mídia e nos ambientes "progressistas" intoxicados por um falso ecumenismo. 

O fato tem projeção política, social e cultural. O anglicanismo é a religião oficial de Estado e a rainha Elisabeth II é a chefe nominal dela.

Uma lei proíbe os católicos herdarem o trono. Porém, houve casos recentes de príncipes e princesas da casa real inglesa que se tornaram católicos.
Peregrinação das relíquias de Santa Terezinha, Lancaster, outubro de 2009

Segundo boatos nunca confirmados, mas também nunca infirmados, a rainha teria, ela própria, ocultas simpatias pelo catolicismo e participa do desgosto de inúmeros anglicanos com a decomposição moral do “clero” dessa denominação.


Há sérias iniciativas parlamentares visando remover a lei que proíbe um príncipe católico herdar o trono.

A passagem em massa de anglicanos para o catolicismo fez lembrar não só La Salette mas outras profecias particulares relativas à conversão da Inglaterra.

A visão de São Domingos Sávio

Além do segredo de La Salette a mais famosa é o “sonho” de São Domingos Sávio. Em verdade, tratou-se de um êxtase que o menino santo chamou de “distração”.

Peregrinação das relíquias de Santa Terezinha, Darlington, outubro de 2009
Este “sonho” é especialmente digno de nota, pois envolve também a São João Bosco e ao Beato Pio IX. A vida e a obra dos três foi objeto dos severos crivos dos processos de beatificação e canonização. Neles, escritos e falas dos três foram analisados com lupa pelos advogados vaticanos que os declararam isentos de todo erro contra a fé ou contra a moral.

A visão num êxtase de São Domingos Sávio foi descrita pelo próprio São João Bosco no capítulo XX do livro “Vita del giovanetto Savio Domenico” (“Vida do jovem Domingos Sávio”) .

Don Bosco conta que estando perto de São Domingos Sávio agonizante perguntou-lhe o que ele diria ao Papa se pudesse falar-lhe. De ali nasceu o seguinte diálogo entre os dois santos:

“‒ Se eu pudesse falar ao Papa, quereria lhe dizer que em meio às tribulações que o aguardam não deixe de trabalhar com especial solicitude pela Inglaterra; Deus prepara um grande triunfo do catolicismo naquele reino.

“‒ No que é que V. baseia essas palavras?

“‒ Vou contar-lhe, mas não mencione isso aos outros, pois podem achar ridículo. Mas se o Sr. vai a Roma, diga-o a Pio IX por mim. (...)

“Certa manhã, durante minha ação de graças após a comunhão, voltei a ter uma distração, que me pareceu estranha; eu achei ver uma grande parte de um país envolvida em grossas brumas, e estava cheia com uma multidão de pessoas. Estavam se movendo, mas como homens que, tendo perdido seu caminho, não estavam certos onde pisavam.

Beato Papa Pio IX
“Alguém próximo disse: ‘Esta é a Inglaterra.’

“Eu estava para fazer algumas perguntas a respeito disso quando vi Sua Santidade Pio IX, representado da mesma maneira que vi nas figuras.

“Ele estava majestosamente vestido, e estava carregando uma tocha brilhante com a qual ele se aproximou da multidão, como que para iluminar sua escuridão.

“À medida que se aproximava, a luz da tocha parecia dispersar a névoa, e as pessoas foram trazidas à plena luz do dia.

“Esta tocha,” disse meu informante, “é a religião Católica que está para iluminar a Inglaterra”.

No Boletim Salesiano (Turim, abril de 1924, nº 4), ainda encontramos as seguintes confidências ouvidas por São João Bosco da boca do menino santo:

‒ “Quantas almas aguardam nossa ajuda na Inglaterra! Oh se eu tivesse força e virtude, quereria ir para lá aqui na hora e conquistá-las todas para o Senhor com pregações e com o bom exemplo”.

No mesmo boletim (1° de março de 1950, nº 5), ainda lemos:

“No dia seguinte, ele fez todos os exercícios pela boa morte, despediu-se dos companheiros, um por um, pagou uma dívida de dois tostões que tinha com um deles, falou aos sócios da Companhia da Imaculada, e por fim saudou a Don Bosco dizendo:

‒ “O Sr. indo a Roma lembre do recado para o Papa pela Inglaterra. Reze por mim para que eu possa ter uma boa morte e adeus até o Paraíso...”

Don Bosco cumpriu o combinado, e assim narrou:

“No ano de 1858 quando eu fui a Roma, contei essas coisas ao Sumo Pontífice, que ouviu com bondade e aprazimento.

“‒ Isto, disse o Papa, me confirma no propósito de trabalhar energicamente em favor da Inglaterra, pela qual eu já engajo as minhas mais vivas solicitudes. Esse relato, para não dizer mais, chega-me como o conselho de uma boa alma.”

__________________

E São Domingos Sávio não foi nem o único nem o primeiro santo que recebeu luzes proféticas sobre a conversão futura da Inglaterra e dos grandes fatos que adviriam en conseqüência do retorno inglês à Fé católica, única verdadeira.

Sobre essas visões, há interessantes posts no blog "A aparição de La Salette e suas profecias".

Se seu email não visualiza corretamente o vídeo embaixo CLIQUE AQUI

A PEREGRINAÇÃO DAS RELÍQUIAS DE SANTA TERESINHA
E A CONVERSÃO DA INGLATERRA



Fotos de 'catholicrelics.co.uk'
fonte:http://oracoesemilagresmedievais.blogspot.com/

quinta-feira, 16 de setembro de 2010

Queen Elizabeth greets the Pope in Holyrood Palace


O Concílio em jogo

(IHU) Em 14 de setembro, transcorrem três anos da entrada em vigor do motu proprio de Bento XVI, Summorum Pontificum, que foi publicado em 7 julho de 2007, juntamente com uma Carta aos Bispos de todo o mundo, a qual lhe explicava os motivos e a finalidade. A data é importante. Na Carta, na realidade, Bento XVI convidou os bispos a enviarem à Santa Sé, três anos depois da entrada em vigor de seu motu próprio, um relato da “experiência”, seguido da sua decisão: uma decisão que, desde o seu anúncio, tinha despertado críticas, perplexidades, medos e expectativas de propósitos diferentes.
A análise é do historiador italiano Giovanni Miccoli, publicada na revista Jesus, nº. 9, de setembro de 2010. A tradução é de Anete Amorim Pezzini.

Benedetto XVI : Vi sono oggi alcuni che cercano di escludere il credo religioso dalla sfera pubblica, di privatizzarlo o addirittura di presentarlo come una minaccia all’uguaglianza e alla libertà. Al contrario, la religione è in verità una garanzia di autentica libertà e rispetto, che ci porta a guardare ogni persona come un fratello od una sorella.

BENEDICT'S PEARLS OF THE DAY!


Un pensiero alla Chiesa:

"Direi che una Chiesa che cerca soprattutto di essere attrattiva sarebbe già su una strada sbagliata. Perché la chiesa non lavora per sé, non lavora per aumentare i propri numeri, così il proprio potere. La Chiesa è al servizio di un Altro, serve non per sé, per essere un corpo forte, ma serve per rendere accessibile l’annuncio di Gesù Cristo, le grandi verità, le grandi forze di amore di riconciliazione che è apparso in questa figura e che viene sempre dalla presenza di Gesù Cristo. In questo senso la Chiesa non cerca la propria attrattività ma deve essere trasparente per Gesù Cristo. E nella misura nella quale non sta per se stesso, come corpo forte e potente nel mondo, ma si fa semplicemente voce di un Altro, diventa realmente trasparenza per la grande figura di Cristo e le grandi verità che ha portato nell’umanità, la forza dell’amore. La chiesa non dovrebbe considerare se stessa ma aiutare a considerare l’Altro, e essa stessa vedere e parlare di un Altro."

E un pensiero a noi fedeli:

"L’evangelizzazione della cultura è tanto più importante nella nostra epoca, in cui una “dittatura del relativismo” minaccia di oscurare l’immutabile verità sulla natura dell’uomo, il suo destino e il suo bene ultimo. Vi sono oggi alcuni che cercano di escludere il credo religioso dalla sfera pubblica, di privatizzarlo o addirittura di presentarlo come una minaccia all’uguaglianza e alla libertà. Al contrario, la religione è in verità una garanzia di autentica libertà e rispetto, che ci porta a guardare ogni persona come un fratello od una sorella. Per questo motivo faccio appello in particolare a voi, fedeli laici, affinché, in conformità con la vostra vocazione e missione battesimale, non solo possiate essere esempio pubblico di fede, ma sappiate anche farvi avvocati nella sfera pubblica della promozione della sapienza e della visione del mondo che derivano dalla fede. La società odierna necessita di voci chiare, che propongano il nostro diritto a vivere non in una giungla di libertà auto-distruttive ed arbitrarie, ma in una società che lavora per il vero benessere dei suoi cittadini, offrendo loro guida e protezione di fronte alle loro debolezze e fragilità. Non abbiate paura di dedicarvi a questo servizio in favore dei vostri fratelli e sorelle, e del futuro della vostra amata nazione."
fonte:fides et forma

Bento XVI : A Evangelização da cultura é de especial importância em nosso tempo, quando a "ditadura do relativismo" ameaça obscurecer a verdade imutável sobre a natureza do homem, sobre seu destino e seu bem último. Hoje em dia, alguns buscam excluir da esfera pública as crenças religiosas, relegá-las ao âmbito privado, objectando que são uma ameaça para a igualdade e a liberdade. No entanto, a religião é na realidade garantia de autêntica liberdade e respeito, que nos move a ver cada pessoa como um irmão ou irmã.


Pope Benedict XVI acknowledges the pilgrims at the end of a 
Celebration of Mass in Bellahouston Park, Glasgow, in Scotland on 
September 16, 2010. Tens of thousands of people lined the streets of 
Edinburgh Thursday to greet Pope Benedict XVI, waving flags as his 
popemobile went past, though some in the crowd criticised the state 
visit.

Viagem Apostólica do Santo Padre à Grã-Bretanha (III) - Homilia em Glasgow


Trechos da Homilia do Papa no Bellahouston Park em Glasgow, Escócia (16/09/2010)

A Evangelização da cultura é de especial importância em nosso tempo, quando a "ditadura do relativismo" ameaça obscurecer a verdade imutável sobre a natureza do homem, sobre seu destino e seu bem último. Hoje em dia, alguns buscam excluir da esfera pública as crenças religiosas, relegá-las ao âmbito privado, objectando que são uma ameaça para a igualdade e a liberdade. No entanto, a religião é na realidade garantia de autêntica liberdade e respeito, que nos move a ver cada pessoa como um irmão ou irmã. Por este motivo, convido-vos particularmente a vós, fiéis leigos, em virtude da vossa vocação e missão batpismal, a serdes não somente exemplo de fé em público, como também a promoverdes no foro público os argumentos da sabedoria e da visão de mundo que decorrem da fé. A sociedade atual necessita de vozes claras que defendam nosso direito a viver, não numa selva de liberdades autodestrutivas e arbitrárias, mas numa sociedade que trabalhe pelo verdadeiro bem-estar de seus cidadãos e lhes ofereça orientação e proteção em sua debilidade e fragilidade. Não tenhais medo de oferecer este serviço a vossos irmãos e irmãs, e ao futuro de vossa amada nação.

São Ninian, cuja festa celebramos hoje, não teve medo de elevar sua voz sozinho. Seguindo as ondas dos discípulos que Nosso Senhor enviou antes dele, Ninian foi um dos primeiros missionários católicos a trazer a boa-nova de Jesus Cristo a seus irmãos britânicos.

Gostaria de me dirigir agora especialmente aos Bispos da Escócia. Como sabeis, um de vossos primeiros deveres pastorais está relacionado a vossos sacerdotes e a sua santificação.

Finalmente, desejo dirigir-me a vós, meus queridos jovens católicos da Escócia. Eu vso exorto a levar uma vida digna de Nosso Senhor e de vós mesmos. Há muitas tentações que deveis enfrentar cada dia - droga, dinheiro, sexo, pornografia, álcool - e que o mundo vos diz que trarão felicidade, quando, na verdade, estas coisas são destrutivas e criam divisão. Só uma coisa permanece: o amor pessoal de Jesus por cada um de vós. Buscai-O, conhecei-O e amai-O, e Ele vos libertará da escravidão da existência deslumbrante, mas superficial, que a sociedade atual frequentemente propõe. Deixai de lado tudo o que é indigno e descobri vossa própria dignidade de filhos de Deus.

Para o texto completo da Homilia, aqui.
fonte:Oblatvs