sábado, 1 de março de 2014

Ciò che Dio ha unito. La rivoluzione culturale del cardinale Kasper


Ciò che Dio ha unito. La rivoluzione culturale del cardinale Kasper


Da Corrispondenza Romana:
Roberto de Mattei su “Il Foglio” del 01/03/2014)

La dottrina non cambia, la novità riguarda solo la prassi pastorale”. Lo slogan, ormai ripetuto da un anno, da una parte tranquillizza quei conservatori che misurano tutto in termini di enunciazioni dottrinali, dall’altra incoraggia quei progressisti che alla dottrina attribuiscono scarso valore e tutto confidano nel primato della prassi. Un clamoroso esempio di rivoluzione culturale proposta in nome della prassi ci viene offerto dalla relazione dedicata a Il Vangelo della famiglia con cui il cardinale Walter Kasper ha aperto il 20 febbraio i lavori del Concistoro straordinario sulla famiglia. Il testo, definito da padre Federico Lombardi come “in grande sintonia” con il pensiero di Papa Francesco, merita anche per questo di essere valutato in tutta la sua portata.

Punto di partenza del cardinale Kasper è la constatazione che “tra la dottrina della Chiesa sul matrimonio e sulla famiglia e le convinzioni vissute di molti cristiani si è creato un abisso”. Il cardinale evita però di formulare un giudizio negativo su queste “convinzioni”, antitetiche alla fede cristiana, eludendo la domanda di fondo: perché esiste questo abisso tra la dottrina della Chiesa e la filosofia di vita dei cristiani contemporanei? Qual è la natura, quali sono le cause del processo di dissoluzione della famiglia? In nessuna parte della sua relazione si dice che la crisi della famiglia è la conseguenza di un attacco programmato alla famiglia, frutto di una concezione del mondo laicista che ad essa si oppone. E questo malgrado il recente documento sugli Standard per l’educazione sessuale dell’“Organizzazione Mondiale della Sanità” (OMS), l’approvazione del “rapporto Lunacek” [Vedi intervento Mons. Negri] da parte del Parlamento europeo, la legalizzazione dei matrimoni omosessuali e del reato di omofobia da parte di tanti governi occidentali. Ma ci si chiede ancora: è possibile nel 2014 dedicare 25 pagine al tema della famiglia, ignorando l’oggettiva aggressione che la famiglia, non soltanto cristiana, ma naturale, subisce in tutto il mondo? Quali possono essere le ragioni di questo silenzio se non una subordinazione psicologica e culturale a quei poteri mondani che dell’attacco alla famiglia sono i promotori? LEGGERE...

ESPIRITUALIDAD EUCARÍSTICA

ESPIRITUALIDAD EUCARÍSTICA


R.P.Brian Moore

3. Fin de la institución del Santísimo Sacramento4. Jesús Eucaristía y nuestra santificación5. Vida de oración y Eucaristía6. Nuestra Señora del Santísimo Sacramento7. El Santísimo Sacramento en la vida del santo

Vivir la Santa Misa es permanecer en oración continua; convencernos de que, para cada uno de nosotros, es éste un encuentro personal con Dios.

Espiritualidad Eucarística

La Vida Espiritual
Hay gente que tiene Gran vida Interior y no necesariamente vida espiritual, es más no necesariamente tiene fe. El caso por ejemplo de almas amantes del arte, escritores, poetas, pintores, hombres y mujeres con un profundo sentido de la belleza; pero este tipo de vida INTERIOR no llega a ser VIDA ESPIRITUAL.
Pero ¿Qué es la Vida espiritual? Un conjunto de prácticas piadosas?
Vida espiritual tiene que ver con el Espíritu Santo, la Vida que en el creyente va forjando el Espíritu Santo. La Vida que se va santificando por la presencia Viva del Espíritu de Dios. ESPIRITUALIDAD VIVA, NO MUERTA ES DECIR QUE ESTA LLAMADA A CRECER A TENER UN DINAMISMO.
Y hoy el tema que nos convoca es La espiritualidad de la Eucaristía.
Descubrir la Eucaristía como un programa de Vida espiritual.
Col 3, 15 “Que la paz de Cristo reine en sus corazones: esa paz a la que han sido llamados, porque formamos un solo Cuerpo. Y vivan en la acción de gracias.” (EUCARISTÍA = ACCIÓN DE GRACIAS)
Vivir la Santa Misa es permanecer en oración continua; convencernos de que, para cada uno de nosotros, es éste un encuentro personal con Dios: adoramos, alabamos, pedimos, damos gracias, reparamos por nuestros pecados, nos purificamos, nos sentimos una sola cosa en Cristo con todos los cristianos.
Quizá, a veces, nos hemos preguntado cómo podemos corresponder a tanto amor de Dios; quizá hemos deseado ver expuesto claramente un programa de vida cristiana. La solución es fácil, y está al alcance de todos: participar amorosamente en la Santa Misa, aprender en la Misa a tratar a Dios, porque en este Sacrificio se encierra todo lo que el Señor quiere de nosotros.
La espiritualidad eucarística
«La Iglesia vive de la Eucaristía». En verdad, la celebración eucarística está en función del vivir en Cristo, en la Iglesia, por la potencia del Espíritu Santo. Es necesario, por tanto, cuidar el movimiento que va de la Eucaristía celebrada a la Eucaristía vivida: del misterio creído a la vida renovada. la Eucaristía es culmen et fons de la vida espiritual en cuanto tal, más allá de los variados caminos de la espiritualidad.
LÍNEAS DE ESPIRITUALIDAD EUCARÍSTICA
Escucha de la Palabra
La liturgia de la Palabra es una parte constitutiva de la Eucaristía. Él solo tiene palabras de vida eterna, que su palabra es lámpara para nuestros pasos.
La actitud de escucha es el principio de la vida espiritual. Creer en Cristo es escuchar su palabra y ponerla en práctica. Es docilidad a la voz del Espíritu Santo, el Maestro interior que nos guía a la verdad completa.

ConversiónReconozcamos nuestros pecados. Kyrie eleison, Christe eleison. Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Señor no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
La Eucaristía estimula a la conversión y purifica el corazón penitente, consciente de las propias miserias y deseoso del perdón de Dios, aunque sin sustituir a la confesión sacramental, única forma ordinaria, para los pecados graves, de recibir la reconciliación con Dios y con la Iglesia.
Tal actitud del espíritu debe extenderse durante nuestras jornadas, sostenida por el examen de conciencia, es decir, confrontar pensamientos, palabras, obras y omisiones con el Evangelio de Jesús.
Memoria
Acuérdate Señor de tus Hijos...
«Si los cristianos celebran la Eucaristía desde los orígenes, y de forma que, en su sustancia, no ha cambiado a través de la gran diversidad de épocas y de liturgias, sucede porque sabemos que estamos sujetos al mandato del Señor, dado la víspera de su pasión: «haced esto en memoria mía» (1Co 11,24-25) » (CIC, 1356).
La Eucaristía es, en sentido específico, «memorial» de la muerte y resurrección del Señor. Celebrando la Eucaristía, la Iglesia hace memoria de Cristo, de lo que ha hecho y dicho, de su encarnación, muerte, resurrección, ascensión al cielo. En Él hace memoria de la entera historia de la salvación, prefigurada en la antigua alianza.
Nos lleva a hacer memoria agradecida de todos los dones recibidos de Dios en Cristo. De él brota una vida distinguida por la «gratitud».
Sacrificio
Este único y eterno sacrificio se hace realmente presente en el sacramento del altar. En verdad «el sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio» (CIC, 1367).
La dimensión sacrificial de la Eucaristía empeña la vida entera. De aquí parte la espiritualidad del sacrificio, del don de sí, de la gratuidad, de la oblación exigida por la vida cristiana.
La espiritualidad eucarística del sacrificio debería impregnar nuestras jornadas: el trabajo, las relaciones, las miles de cosas que hacemos, el empeño por practicar la vocación de esposos, padres, hijos; la entrega al ministerio para quien es obispo, presbítero o diácono; el testimonio de las personas consagradas; el sentido «cristiano» del dolor físico y del sufrimiento moral; la responsabilidad de construir la ciudad terrena, en las dimensiones diversas que comporta, a la luz de los valores evangélicos.
Acción de gracias
Realmente es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar.
De aquí se irradia la espiritualidad de la acción de gracias por los dones recibidos de Dios (la vida, la salud, la familia, la vocación, el bautismo, etc).
Agradecer siempre y en «todo lugar»: en los ámbitos del vivir cotidiano, la casa, los puestos de trabajo, los hospitales, las escuelas...

Presencia de CristoLa celebración de la Eucaristía debería llevarnos a exclamar, como los apóstoles tras el encuentro con el Resucitado: «Hemos visto al Señor! » (Jn 20,25). La comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo es comunión con el resucitado, medicina de inmortalidad y prenda de la gloria futura.
Hacer comunión con Cristo, nos ayuda a «ver» los signos de su divina presencia en el mundo y a «comunicarlos» a cuantos encontramos.
Comunión y caridad
El reunirnos todos, en un mismo lugar, para celebrar los santos misterios es responder al Padre celeste que llama a sus hijos para estrecharlos consigo por Cristo, en el amor del Espíritu Santo.
La Eucaristía no es una acción privada, sino la acción del mismo Cristo que asocia siempre a sí a la Iglesia, con un vínculo esponsal indisoluble.
Las relaciones de paz, comprensión y concordia en la ciudad terrena son sostenidas por el sacramento de Dios con nosotros y para nosotros.

Silencio
En el ritmo celebrativo, el silencio es necesario para el recogimiento, la interiorización y la oración interior (cf. Mane nobiscum Domine, 18). No es vacío, ausencia, sino presencia, receptividad, reacción ante Dios que nos habla, aquí y ahora, y actúa en nosotros, aquí y ahora. «Descansa en el Señor y espera en él» recuerda el Salmo 37 (36),7.
Es por tanto necesario pasar de la experiencia litúrgica del silencio (cf. Carta Apostólica Spiritus et Sponsa, 13) a la espiritualidad del silencio, a la dimensión contemplativa de la vida. Si no está anclada en el silencio, la palabra puede desgastarse, transformarse en ruido, incluso en aturdimiento.
Adoración
La postura que tomamos durante la celebración de la Eucaristía «de pie, sentados, de rodillas» reenvía a las actitudes del corazón. Hay una gama de vibraciones en la comunidad orante.
Si en la celebración de la Eucaristía adoramos al Dios con nosotros y por nosotros, tal sentir del espíritu debe prolongarse y reconocerse también en todo lo que hacemos, pensamos, y obramos. La tentación, siempre insidiosa, al tratar las cosas de este mundo, es la de doblar nuestras rodillas ante los ídolos mundanos y no solamente a Dios.
Él, nos educa a no postrarnos ante ídolos construidos por manos de hombre y nos sostiene en el obedecer con fidelidad, docilidad y veneración ante aquel que reconocemos como único Señor de la Iglesia y del mundo.

Alegría
Y con los ángeles y los santos te cantamos en común alegría.
«El carácter festivo de la Eucaristía dominical expresa la alegría que Cristo transmite a su Iglesia por medio del don del Espíritu. La alegría es, precisamente, uno de los frutos del Espíritu Santo (cf. Rm 14,17; Gal 5, 22) » (Dies Domini, 56).
Diversos son los elementos que en la Misa subrayan la alegría del encuentro con Cristo y con los hermanos, ya sea en las palabras (piénsese en el Gloria, el prefacio), ya sea en los gestos y en el clima festivo (la acogida, los ornamentos florales y el uso del adecuado acompañamiento musical, según lo permite el tiempo litúrgico).
Una expresión de la alegría del corazón es el canto.
Cantar la Misa y no simplemente cantar en la Misa, nos permite experimentar que el Señor Jesús vine a hacer comunión con nosotros «para que su alegría esté en nosotros y nuestra alegría sea plena» (cf. Jn 15,11; Nos colmarás de alegría, Señor, con tu presencia!16,24; 17,13).
La alegría cristiana no niega el sufrimiento, las preocupaciones, el dolor; sería una ingenuidad. El llanto al sembrar nos enseña a vislumbrar la alegría de la siega. El sufrimiento del Viernes Santo espera el gozo de la mañana de Pascua.

Misión
La evangelización y el testimonio misionero parten como fuerzas centrífugas del convivio eucarístico (cf. Dies Domini, 45). La misión es llevar a Cristo, de manera creíble, a los ambientes de la vida, de trabajo, de fatiga, de sufrimiento, buscando que el espíritu del Evangelio sea levadura de la historia y "proyecto" de relaciones humanas que lleven la impronta de la solidaridad y de la paz. Se puede llamar a la Eucaristía con justicia el Pan de la misión

http://www.catedralmardelplata.org.ar/espiritualidad/espiritualidad-eucaristica/

quinta-feira, 27 de fevereiro de 2014

Benedetto XVI nel suo discorso del 27 febbraio 2013: La gravità della decisione è stata proprio anche nel fatto che da quel momento in poi ero impegnato sempre e per sempre dal Signore”. “Sempre – chi assume il ministero petrino non ha più alcuna privacy. Appartiene sempre e totalmente a tutti, a tutta la Chiesa (…)non appartiene più a se stesso”.

Socci e i due papi



I DUE PAPI E NOI. COSA STA VERAMENTE ACCADENDO NELLA CHIESA

E’ stato ricordato, l’11 febbraio scorso, l’anniversario della “rinuncia” al papato di Benedetto XVI. Il 28 febbraio sarà un anno dalla fine del suo pontificato. Ma è sempre più misterioso ciò che accadde in Vaticano un anno fa, proprio in questi giorni. E qual è la vera natura del “ritiro” di Benedetto XVI.
SEMPRE PAPA
Nei casi precedenti infatti i papi dimissionari sono sempre tornati al loro status di cardinale o religioso: il famoso Celestino V, eletto nel 1294, dopo cinque mesi abdicò e tornò ad essere l’eremita Pietro da Morrone.
E il papa legittimo Gregorio XII che, per ricomporre il grande scisma d’Occidente, si ritirò dall’ufficio papale il 4 luglio 1415, fu reintegrato nel Sacro Collegio col titolo di cardinale Angelo Correr, andando a fare il legato pontificio nelle Marche.
Visti i precedenti lo stesso portavoce di Benedetto, padre Federico Lombardi, durante un briefing con i giornalisti, il 20 febbraio dell’anno scorso, alla domanda “e se decidesse di chiamarsi Pontefice Emerito?”, rispose testualmente: “Lo escluderei. ‘Emerito’ è il vescovo che pure dopo le dimissioni mantiene comunque un legame… nel caso del ministero petrino è meglio tenere le cose separate”.
Le ultime parole famose. Appena una settimana dopo, il 26 febbraio, lo stesso padre Lombardi dovette comunicare che Benedetto XVI sarebbe rimasto proprio “Papa emerito” o “Romano Pontefice Emerito”, conservando il titolo di “Sua Santità”. Egli non avrebbe più indossato l’anello del pescatore e avrebbe vestito la talare bianca semplice.
In questi giorni inoltre Benedetto XVI ha rifiutato il cambiamento del suo stemma pontificio, bocciando sia il ritorno a un’araldica cardinalizia, sia lo stemma da papa emerito. Intende conservare lo stemma da papa, con le chiavi di Pietro.
Che significa tutto questo? Ovviamente è esclusa ogni vanità personale per un uomo che ha dato prova del più totale distacco dalle cariche terrene (del resto qui si tratta di cose teologiche, non certo di beni mondani).
Dunque può esserci solo una ponderata ragione storico-ecclesiale, probabilmente legata ai motivi del suo ritiro (per il quale tanti hanno premuto indebitamente). Ma qual è questa ragione?
PAPA PER SEMPRE
L’unica spiegazione ufficiale si trova nel suo discorso del 27 febbraio 2013, quello in cui chiarì i limiti della sua decisione:
“Qui permettetemi di tornare ancora una volta al 19 aprile 2005. La gravità della decisione è stata proprio anche nel fatto che da quel momento in poi ero impegnato sempre e per sempre dal Signore”.
Attenzione, sottolineo quell’espressione “sempre e per sempre”, perché il Papa poi la spiegò così:
“Sempre – chi assume il ministero petrino non ha più alcuna privacy. Appartiene sempre e totalmente a tutti, a tutta la Chiesa (…)
 
non appartiene più a se stesso”.
Poi aggiunse testualmente:
Il ‘sempre’ è anche un ‘per sempre’ - non c’è più un ritornare nel privato. La mia decisione di rinunciare all’esercizio attivo del ministero, non revoca questo”.
E’ incredibile che una frase simile sia passata inosservata. Se le parole hanno un senso, infatti, qua Benedetto XVI afferma che rinuncia “all’esercizio attivo del ministero”, ma tale ministero petrino, per quanto lo riguarda, è “per sempre” e non è revocato. Nel senso che la sua rinuncia riguarda solo “l’esercizio attivo” e non il ministero petrino.
Quale diverso significato possono avere quelle parole? Io non lo vedo. Per questo ci si deve chiedere che tipo di “ritiro” sia stato quello di Benedetto XVI.
Sempre in quel discorso del 27 febbraio sembrò confermare la distinzione fra “esercizio attivo” ed “esercizio passivo” del ministero petrino.
Disse infatti: “Non porto più la potestà dell’officio per il governo della Chiesa, ma nel servizio della preghiera resto, per così dire, nel recinto di san Pietro. San Benedetto, il cui nome porto da Papa, mi sarà di grande esempio in questo. Egli ci ha mostrato la via per una vita, che, attiva o passiva, appartiene totalmente all’opera di Dio”.
Di fatto a queste parole, alle espressioni “per sempre” e “ministero non revocato”, si sono aggiunti poi gli atti di cui abbiamo parlato, ovvero la permanenza del nome Benedetto XVI, della veste, del titolo “Sua Santità” e dello stemma pontificio.
IN COMUNIONE CON FRANCESCO
Peraltro perfettamente riconosciuti da papa Francesco che l’11 febbraio scorso diffondeva questo tweet: “Oggi vi invito a pregare per Sua Santità Benedetto XVI, un uomo di grande coraggio e umiltà”.
Si tratta di una situazione totalmente nuova nella storia della Chiesa. Nei secoli passati infatti ci sono stati, e più volte, contrapposizioni di papi e antipapi, perfino tre per volta.
Non c’erano mai stati invece due papi in comunione, che si riconoscevano a vicenda. Ho detto “due papi” considerando che uno dei due è il papa precedente, diventato “papa emerito”, e che si tratta di una figura del tutto inedita.
Qual è infatti il suo status teologico? E cosa significa il ritiro dal solo “esercizio attivo” del ministero petrino?
Benedetto XVI, parlando ai cardinali prima del Conclave, ha anticipato la sua reverenza e obbedienza al successore. Tale è in effetti l’atteggiamento di Benedetto verso Francesco. E si è resa visibile la comunione tra i due quando hanno scritto a quattro mani l’enciclica “Lumen fidei”.
Però colpisce il fatto che nel filmato del loro incontro a Castelgandolfo, come pure nella cerimonia tenutasi nei giardini vaticani per benedire la statua di S. Michele, si vedono i due uomini di Dio che si abbracciano come fratelli e non c’è da parte di nessuno dei due il gesto del bacio dell’anello del pescatore. Viene da chiedersi: ma chi è il Papa?
UN SEGRETO FRA LORO
C’è forse un segreto, fra loro, che il mondo ignora? O vanno considerati sullo stesso piano? Sappiamo che così non può essere perché per divina costituzione la Chiesa può avere solo un papa. Ma allora?
Si aprono problemi nuovi e sorprendenti alla luce dei quali alcuni potrebbero anche attribuire significati inattesi a certi gesti di Francesco, come l’essersi presentato sulla loggia di San Pietro solo come “vescovo di Roma”, senza paramenti pontifici o la mancanza del pallio nel suo stemma papale (il pallio è oggi il simbolo dell’incoronazione pontificia avendo sostituito il triregno).
Di certo chi oggi tenta di usare uno contro l’altro fa un atto arbitrario. Del resto certi lefebvriani e i sedevacantisti che contestano l’autorità di Francesco sono egualmente ostili a Benedetto.
La preghiera costante di Benedetto per Francesco e per la Chiesa è forse il grande segno profetico di questo momento storico.
Tuttavia non si può fingere che tutto sia normale, perché la situazione è quasi apocalittica. E non si possono evitare le domande: sulle ragioni delle dimissioni di Benedetto, su quanti le hanno volute, sulle pressioni indebite che le hanno provocate. E sul suo status attuale.
UN’EPOCA MAI VISTA
Nei giorni successivi all’annuncio del ritiro, prima che egli precisasse la sua nuova situazione, anche “Civiltà Cattolica”, come padre Lombardi, aveva fatto una gaffe.
Pubblicò infatti un saggio del canonista Gianfranco Ghirlanda dove si affermava: “È evidente che il papa che si è dimesso non è più papa, quindi non ha più alcuna potestà nella Chiesa e non può intromettersi in alcun affare di governo. Ci si può chiedere che titolo conserverà Benedetto XVI. Pensiamo che gli dovrebbe essere attribuito il titolo di vescovo emerito di Roma, come ogni altro vescovo diocesano che cessa”.
In ogni caso non “papa emerito”. E invece Benedetto ha scelto di essere proprio “papa emerito”. Deve esserci una ragione assai seria per decidere di “permanere” così. E le conseguenze sono evidenti. I suoi sono segnali molto importanti mandati a chi deve intenderli e a tutta la Chiesa.
Segnala che egli continua a difendere il tesoro della Chiesa, sia pure in un modo nuovo. E sembra ripetere quanto disse nella sua messa d’insediamento: “Pregate per me, perché io non fugga, per paura, davanti ai lupi”.
Antonio Socci
Da “Libero”, 16 febbraio 2014

La liturgia cattolica è l'irruzione del Cielo sulla terra ed è la porta aperta tra il Cielo e la terra! Nel post-concilio la liturgia è stata trasformata per aderire alla vita degli uomini.

Hanno chiuso il Cielo - Editoriale di "Radicati nella fede", marzo 2014.




HANNO CHIUSO IL CIELO
Editoriale di "Radicati nella fede"
marzo 2014


Hanno chiuso il Cielo
[Editoriale di "Radicati nella fede" - marzo 2014]

È la liturgia che si deve adattare al tempo degli uomini, o è il tempo degli uomini che deve prendere la forma della liturgia cattolica?

Ci sembra che la questione cruciale sia tutta qui.

Un cristianesimo “modernistico” che vede le verità di fede emergere dal profondo della coscienza degli uomini, vorrebbe che la liturgia prendesse le mosse dal vissuto antropologico, dalla vita degli uomini, per celebrare la consapevolezza umana del proprio rapporto con Dio. In fondo è stata questa la linea vincente di questi anni: la liturgia ha sempre di più celebrato l'uomo, anche quando ha celebrato la fede dell'uomo. Insomma, la liturgia si è adattata alla vita del tempo. Risultato? Una tragedia! Dio e le cose eterne praticamente scomparse dalle chiese, per far posto alla fede dei credenti, che esprimono, commentano, interpretano quello che loro vivono nei confronti di Dio. La liturgia riformata parla nel migliore dei casi della Chiesa, ma quasi mai di Dio. E quando parla della Chiesa, lo fa più secondo l'ottica di “Popolo di Dio in cammino” che come “Corpo Mistico di Cristo”.

E guardate che non stiamo parlando di quelle sfacciate para-liturgie tutte sociali e umanamente impegnate dei catto-comunisti degli anni '70... parliamo piuttosto di quelle liturgie, di quelle messe, che oggi vanno per la maggiore nell'ufficialità delle diocesi, dove si parla di fede, di comunità credente, di popolo attorno al suo vescovo; di liturgie che celebrano questa comunità, ma nelle quali non si adora Dio presente e non ci si inabissa nel mistero della redenzione. È una sorta di neomodernismo liturgico che ha superato la tentazione marxista del solo impegno del mondo, ma che parlando di fede si sofferma sui credenti, ma non arriva mai a Dio, a Nostro Signore, alle verità eterne, alla questione della salvezza. È come se ci si fosse accorti che non si poteva andare avanti, come anni fa, in un cristianesimo orizzontale, e si è così approdati all'impegno sociale ecclesiale, per edificare la comunità dei credenti. In ogni caso l'errore è sempre lo stesso: partire dall'uomo e chiudere il Cielo.
Ma l'uomo ha proprio bisogno di questa auto-celebrazione della propria fede, o non è fatto piuttosto per inabissarsi in Dio?

No, la liturgia cattolica è cosa totalmente diversa: è l'irruzione del Cielo sulla terra ed è la porta aperta tra il Cielo e la terra!

Se volete tentiamo di dare due eloquenti immagini contrapposte, che dicono due concezioni diverse, molto diverse del culto: quella di un semplice prete che in una delle tante chiese sparse nell'orbe cattolico celebra, nella quiete della preghiera, rivolto al Crocifisso, l'eterno sacrificio che salva le anime, assistito dalla orante e adorante attenzione dei fedeli, e quella di una rumorosa e festosa comunità, che andando alla messa è preoccupata di “fare comunità esprimendo i propri carismi” (in verità facendo qualcosa perché nelle nuove messe mal si sopporta lo stare fermi) e di mettersi al passo con le direttive dell'operatore pastorale... e che in ultimo farà certo anche la comunione. Sono due concezioni opposte, inconciliabili. Una, quella tradizionale, fa spazio all'azione di Dio, l'altra si sofferma... ma forse, osiamo dire, si ferma all'azione della comunità!

Vedete, le verità di fede non nascono dalla coscienza profonda degli uomini, dal vissuto della comunità che reinterpreta il proprio vissuto alla luce di Dio, ma sono comunicate dalla reale rivelazione di Dio che la Chiesa custodisce e trasmette: la rivelazione discende dal Cielo, non germoglia dalla terra come vorrebbero i modernisti. Così la liturgia porta il Cielo in terra e porta la terra al Cielo. É azione di Dio innanzitutto, e non primariamente azione della Chiesa. La Chiesa riceve l'azione di Dio, la custodisce, la esprime utilizzando certamente tutte le possibilità umane adeguate; salvaguardia la liturgia dalle modifiche errate che possono confondere l'opera di Dio e la trasmette fedelmente custodendola, perché il Cielo resti aperto sugli uomini.

Tutti, praticamente tutti, quando si parla di Movimento Liturgico amano rifarsi a dom Guéranger, il grande abate benedettino che rifondò il monachesimo in Francia dopo la tempesta rivoluzionaria. Con lui si dà inizio al Movimento Liturgico, cioè a quella rinascita dello spirito cristiano che dalla liturgia prende le mosse. Autore prolifico, pensiamo all'Anno Liturgico da lui pubblicato ma non solo, partecipe di tutti i drammi e le battaglie della Chiesa del XIX secolo, ascoltato consigliere di Pio IX... fondatore dell'abbazia di Solesmes.

Ma cosa voleva veramente dom Guéranger? E cosa chiedeva San Pio X, riprendendo con autorevolezza il lavoro del grande benedettino e dando così nuovo vigore proprio al Movimento Liturgico? Volevano che il popolo avesse l'intelligenza delle cose divine (che capisse la liturgia della Chiesa), perché queste penetrassero di nuovo la vita del popolo cristiano. Volevano una grande opera di educazione perché le cose del Cielo tornassero a dare forma alla vita degli uomini.

Ma citiamo dom Guéranger: “I misteri del grande sacrificio, dei sacramenti, dei sacramentali, le fasi del ciclo cristiano così feconde in grazia e in luce, le cerimonie, questa lingua sublime che la Chiesa parla a Dio davanti agli uomini; in una parola tutte queste meraviglie torneranno familiari al popolo fedele. L’istruzione cattolica sarà ancora per le masse il grande e sublime interesse che dominerà tutti gli altri; e il mondo tornerà a comprendere che la religione è il primo dei beni per l’individuo, la famiglia, la città, la nazione e per la razza umana tutta intera” (Institutions liturgiques - seconda ediz., t. III cap. 1, pag. 13).

Guéranger, e con lui Pio X con la sua troppo mal citata “partecipazione attiva”, volevano l'esatto contrario di quello che si è fatto dal Concilio in poi. Nel post-concilio la liturgia è stata trasformata per aderire alla vita degli uomini, la Chiesa nel passato ha invece sempre desiderato che la vita degli uomini prendesse forma dalla liturgia cattolica.

Non volevano un abbassamento della liturgia alla vita meramente naturale degli uomini, ma volevano un innalzamento del popolo ai sublimi misteri.

Cosa se ne fa un uomo di una liturgia che gli parla solo delle sue speranze e delle sue fatiche, che gli parla del suo “senso religioso”, ma che non gli parla mai del Cielo? E’ su questo equivoco che tragicamente è fallito il Movimento Liturgico.

Occorre tornare a Guéranger e al vero San Pio X. Ma, a quando questo ritorno?


Mostrami, Signore la tua via, di padre Tognetti

Mostrami-Signore-la-tua-via-di-padre-Tognetti
L’abbraccio dei due Pontefici nel primo concistoro di Papa Francesco del 22 febbraio scorso è un nuovo documento inedito di questa Chiesa che continua a sorprendere per i suoi segni rivoluzionari e per nulla confortanti. Una cosa è soltanto certa: pur nella sua vetrina apparentemente rassicurante, gli uomini di Chiesa sono deboli, e non solo per i loro numeri, ma perché debolissimi nella difesa della Fede, la quale, in tal modo, non è più in grado di incidere nella vita delle persone.
Sul discorso della debolezza torna utile un prezioso libro di Padre Serafino Tognetti della Comunità dei Figli di Dio, fondata da don Divo Barsotti, dal titolo Mostrami, Signore, la tua via (Edizioni Parva, pp. 145, € 10.00). Sono le meditazioni di un monaco che possiede la ricchezza della Fede e la dona ai fiacchi cattolici dei nostri tempi; sono le benefiche riflessioni di un monaco che vive immerso nelle realtà di Dio e offre le risposte alle inquietudini di fedeli che non trovano più nei pastori le linee guida; sono il nutrimento per anime assetate di Verità alle quali ogni giorno, invece, viene propinato il veleno delle menzogne.
L’autore insegna: «Dobbiamo essere semplici nel trattare le cose di Dio, con i fratelli che sono con noi nella fede e con tutti gli uomini di buona volontà, ma astuti quando abbiamo a che fare con le potenze del mondo. Allora avremo la pace del Signore, la forza che manifestano i martiri, la gioia del cuore che viene dall’amore. Quando uno entra nella potenza di Dio, che è potenza di amore, sente dentro di sé una forza sovrumana» (p. 14).
E a questo proposito riporta uno straordinario episodio accaduto agli inizi del Novecento in Cina, durante la rivoluzione dei Boxers. I rivoluzionari, che volevano distruggere ogni traccia di Cattolicesimo, un giorno entrarono in un villaggio e fecero uscire tutti i suoi abitanti. Misero un crocifisso per terra e diedero un ordine: «Tutti quelli che rientreranno nel villaggio dovranno calpestare questo crocifisso; ciò significherà che voi rinnegate la vostra fede cristiana. Ebbene, chi lo calpesta entrerà nel paese, sarà lasciato in pace e vivrà tranquillamente, ma chi si rifiuterà verrà immediatamente ucciso» (p. 15).
Ai lati del crocifisso furono posti due boia con la scimitarra. Iniziò la tragica processione: alcuni calpestarono il crocifisso e rientrarono nel villaggio, altri si rifiutarono e vennero immediatamente decapitati. Ad un certo punto si presentò un ragazzino di 12/13 anni. I carnefici, racconta Padre Tognetti, mossi da un senso ancestrale di pietà gli dissero: «Entra… dài… facciamo finta di niente». E lui: «No, non voglio entrare, voglio essere cristiano» (p. 15). Ma essi volevano salvarlo: «Su, cammina, fa un salto e scavalca il crocifisso!» (p. 15). Ma l’obiettivo del bambino non era quello di tornare nella sua casa, ma quello di essere pubblicamente riconosciuto cristiano: non si mosse e li guardò immobile e pacifico. Tale atteggiamento infuriò i boia e uno dei due gli afferrò un braccio e lo staccò di netto con un colpo di scimitarra. Il bambino, con l’atroce amputazione, ma con una dolcezza inesprimibile e sovrumana, replicò: «Tagliate pure… ogni pezzo è cristiano» (p. 15). Lo gettarono a terra e lo finirono.
Questo martire aveva ben presente che cosa significava essere cattolico, non solo non rinnegava nulla della sua Fede, ma voleva professarla senza nascondersi, perché «Quello che vi dico nelle tenebre ditelo nella luce, e quello che ascoltate all’orecchio predicatelo sui tetti» (Mt. 10, 27). Il Signore Gesù non ha detto che l’uomo di Fede si deve confondere nel mondo, nelle sue idee, nei suoi usi, nei suoi costumi (calpestare il crocifisso), oppure deve far finta di niente (non calpestare il crocifisso) e lasciare che errori, inganni, rivoluzioni non permettano l’annuncio della Buona Novella.
San Paolo, che ha mostrato l’unica Via del Signore, è dalla parte del martire cinese: «Dobbiamo dunque temere che, mentre ancora rimane in vigore la promessa di entrare nel suo riposo (di Dio), qualcuno di voi ne sia giudicato escluso. Poiché anche a noi, al pari di quelli, è stata annunziata una buona novella: purtroppo però ad essi la parola udita non giovò in nulla, non essendo rimasti uniti nella fede a quelli che avevano ascoltato» (Eb. 4, 1-2).
Cristina Siccardi

quarta-feira, 26 de fevereiro de 2014

APRESENTAMOS A NOSSA HOMENAGEM A SUA SANTIDADE BENTO XVI : PROMETEMOS CONTINUAR A LEMBRÁ-LO NA NOSSA ORAÇÃO E SEGUIR DIFUNDINDO O SEU RICO MAGISTÉRIO QUE DEIXA COMO HERANÇA PRECIOSA À IGREJA CATÓLICA

 









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