sábado, 14 de julho de 2012

Pontifical Mass offered as part of the Fota Liturgical Conference in Cork

The official photos from the Pontifical Mass offered as part of the Fota Liturgical Conference in Cork, Ireland have now been sent our way, so here are some of them.

















Photo credits: William A. Thomas
http://www.newliturgicalmovement.org/

Pontifical del Cardenal Burke en Irlanda








El pasado 8 de julio, Su Excelencia el Cardenal Raymond Leo Burke, Prefecto de la Signatura Apostólica, ofició la solemne Santa Misa Pontifical con la Forma Extraordinaria del Rito Romano en la iglesia de los Santos Pedro y Pablo, en Cork (Irlanda), en el marco de las Conferencias Internacionales de Liturgia FOTA, que se desarrollan cada año en esta ciudad irlandesa.


New Liturgical Movement

quinta-feira, 12 de julho de 2012

LA VICTORIA DE JESÚS SACRAMENTADO

Desde Crónica del Fin de los Tiempos

CHRISTUS VINCIT, REGNAT, IMPERAT: AB OMNI MALO PLEBEM SUAM DEFENDAT.
(JESUCRISTO VENCE, REINA, IMPERA; ÉL LIBRE A SU PUEBLO DE TODO MAL.)

El Papa Sixto V hizo grabar estas palabras en el obelisco que se levanta en medio de la plaza de San Pedro en Roma.

Estas magníficas palabras se hallan en presente, y no en pretérito, para indicarnos que el triunfo de Jesucristo es siempre actual, y que este triunfo se obtiene por la Eucaristía y en la Eucaristía.

I
Christus vincit. -Cristo vence

Jesucristo ha combatido, y ha quedado dueño del campo de batalla; en él tremola su estandarte y en él ha fijado su residencia: la Hostia santa, el tabernáculo eucarístico.

Venció al judaísmo y su templo, y sobre el monte Calvario se levanta un tabernáculo ante el cual le adoran todas las naciones bajo las especies del Sacramento.

Venció al paganismo... y la ciudad de los césares ha sido elegida por Él para hacerla su propia capital. En el templo de Júpiter Tonante hay otro tabernáculo.

Ha vencido la falsa sabiduría de los que se tenían por sabios y, ante la Eucaristía que se levanta sobre el mundo difundiendo sus rayos por todo él; huyen las tinieblas como las sombras de la noche al aproximarse la salida del sol. Los ídolos rodaron por el suelo y fueron abolidos sus sacrificios: Jesucristo en la Eucaristía es un conquistador que nunca se detiene, marchando siempre adelante: se ha propuesto someter el mundo a su dulce imperio.

Cuantas veces se apodera de un país, planta enseguida allí su regia tienda eucarística: su toma de posesión consiste en erigir un tabernáculo. Ahora mismo, en nuestros días, se va a los pueblos salvajes, y, dondequiera que se lleva la Eucaristía, los pueblos se convierten al cristianismo: este es el secreto del triunfo de nuestros misioneros católicos y lo que explica el fracaso de los predicadores protestantes. Aquí es el hombre quien combate, allí es Jesucristo quien triunfa.

El triunfo de los misioneros católicos radica en establecer en las almas y las naciones a Jesús Sacramentado ("Primera misa en Brasil", Víctor Meirelles)

II
Christus regnat.- Jesucristo reina

Jesucristo no reina sobre los territorios, sino sobre las almas: reina por la Eucaristía.

El dominio efectivo de un rey consistirá en que sus súbditos guarden sus leyes y le profesen un amor verdadero.

Ahora bien: la Eucaristía es la ley del cristianismo: ley de caridad, ley de amor, promulgada en el Cenáculo por aquél admirable discurso que Jesús pronunció después de la cena: "Amaos los unos a los otros, este es mi precepto. Amaos como yo os he amado. Permaneced en mí y observad mis mandamientos. (1)

Ley que se intima en la Comunión: como los discípulos de Emaús, el cristiano ve entonces claro y comprende la plenitud de la ley.

La fracción del pan era lo que hacía a los primeros cristianos tan fuertes contra sus perseguidores, y tan fieles en practicar la ley de Jesucristo : "Erant perseverantes in communicatione fractionis panis.- Perseveraban en la fracción del pan" (2)

La ley de Jesucristo es una, santa, universal, eterna: nada en ella cambiará, ni nada debilitará su fuerza: la observa el mismo Jesucristo, su divino autor, y Él es quien la graba en nuestro corazón por medio de su amor. El mismo legislador es el que se encarga de promulgar su divina ley en cada una de nuestras almas.

Es una ley de amor. ¿Cuantos reyes reinan por amor? Apenas hay otro rey que Jesucristo cuyo yugo no se imponga por la fuerza: su reinado es la dulzura misma y sus verdaderos súbditos se someten a Él en vida y en muerte, y mueren si es preciso, antes que serle infieles.

III
Christus imperat.- Cristo manda

No hay rey que mande en todo el mundo. Cualquiera que éste sea, tendrá en los otros reyes iguales a él. Pero Dios Padre dijo a Jesucristo: "Te daré en herencia todas las naciones" (3). Y Jesús, al enviar por el mundo a sus lugartenientes, les dijo: "Todo poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra: id y enseñad y mandad a todas las naciones" (4)

Del Cenáculo salieron sus órdenes y el Tabernáculo eucarístico, que es una prolongación y una multiplicación del Cenáculo es el cuartel general del Rey del reyes. Aquí reciben sus órdenes todos los que defienden la buena causa.

Ante Jesús Eucaristía todos son súbditos, todos obedecen; desde el Papa, vicario de Jesucristo, hasta el último fiel.

Jesucristo Manda.

IV
Christus ab omni malo plebem sum defendat.- Que Jesucristo nos defienda de todo mal.

La Eucaristía es el divino pararrayos que aparta de nustras cabezas los rayos de la justicia divina. Del mismo modo que una madre bondadosa y tierna, para librar a su hijo de la cólera de su padre irritado lo esconde entre sus brazos y con su cuerpo forma una especie de muralla para protegerle, así Jesús se ha multiplicado por todo el mundo y cubre y rodea toda la tierra con su presencia misericordiosa. La justicia divina no encuentra ya lugar donde pueda cumplir su oficio ni se atreve a ello.

Y contra el demonio, ¡que protección tan eficaz! La sangre de Jesús que ha teñido nuestros labios nos hace terribles a satanás: señalados con la sangre del Cordero, no figurado, sino verdadero, no hay que temer ya al ángel exterminador.

Cristo, Cordero de Dios, con su Preciosísima Sangre, nos guarda de la irrupción del ángel extermniador

La Eucaristía protege al culpable para que tenga tiempo de arrepentirse: en otros tiempos, los asesinos perseguidos por la justicia encontraban un lugar de refugio en las iglesias, de las cuales no los podían sacar para castigarles, y allí vivían a la sombra de la misericordia de Jesucristo.

Sin la Eucaristía, sin ese calvario perpetuo, ¡cuántas veces la cólera divina habría estado contra nosotros!

¡Y cuán desgraciados son los pueblos que se han quedado sin la Eucaristía! ¡Que tinieblas y que anarquía reina en los espíritus, qué frialdad en los corazones! Sólo triunfa satanás.

A nosotros la Eucaristía nos libra de todos los males: CHRISTUS VINCIT, CHRISTUS REGNAT, CHRISTUS IMPERAT: AB OMNI MALO PLEBEM SUAM DEFENDAT.


San Pedro Julián Eymard, Obras Eucarísticas


NOTAS

(1) Ioannes XIII, 34; XV, 9 - 10.
(2) Actus Apostolorum II, 42.
(3) Psalmi II, 8.
 
fonte
(4) Matthaeus XXVIII, 18.

DEL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA, POR SAN PEDRO JULIÁN EYMARD

DEL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA, POR SAN PEDRO JULIÁN EYMARD

Desde STAT VERITAS

Fragmento de "Obras Eucarísticas de San Pedro Julián Eymard"

III

PARTICIPAR todos los días en la santa Misa. Ello atrae las bendiciones del cielo para el día. Oyéndola cumpliréis mejor todos vuestros deberes y os veréis más fuertes para llevar la cruz de cada día. La misa es el acto más santo de toda la religión; nada tan glorioso para Dios ni tan provechoso para vuestra alma como el oírla con piedad y con frecuencia. Esta es la devoción privilegiada de los santos.

La misa encierra todo el valor del sacrificio de la cruz, que aplica a cada uno: uno mismo es el sacrificio del calvario y el del altar, iguales la víctima y el sacerdote, Jesucristo, que también en el altar se inmola de un modo real y eficaz, aunque incruentamente. ¡Ah! Si después de la consagración os fuese dado ver en toda su realidad el misterio del altar, vierais a Jesucristo en cruz, ofreciendo al Padre sus llagas, su sangre y su muerte para salvación vuestra y la del mundo. Vierais cómo los ángeles se postran alrededor del altar asombrados y casi espantados ante lo que se ama a criaturas indiferentes o ingratas. Oyerais al Padre celestial deciros como en el Tabor contemplando a su Hijo: "Este es mi Hijo muy amado y el objeto de mis complacencias; adorad y servidle de todo vuestro corazón."

La Santa Misa es la renovación incruenta del Sacrificio de Cristo en la Cruz

Para caer en la cuenta de lo que vale la santa Misa, preciso es no perder de vista que el valor de este acto es mayor que el que juntamente encierran todas las buenas obras, virtudes y merecimientos de todos los santos que haya habido desde el principio del mundo o haya de haber hasta el fin, sin excluir los de la misma Virgen santísima. La razón está en que se trata del sacrificio del hombre-Dios, el cual muere en cuanto hombre, y en cuanto Dios eleva esta muerte a la dignidad de acción divina, comunicándole valor infinito. Infunde respeto el oír cómo el concilio de Trento expone esta verdad: "Como en el divino sacrificio que se ofrece en la misa es contenido y se inmola incruentamente el mismo Jesucristo que una sola vez se inmoló de un modo incruento en la cruz, enseña este santo Sínodo que este sacrificio es verdaderamente propiciatorio y que alcanzaremos por este medio en el momento oportuno misericordia, gracia y ayuda siempre que nos acerquemos a Dios con corazón sincero y recta fe, con temor y reverencia, contritos y penitentes. Porque, aplacado el Señor por esta oblación, nos perdona nuestros crímenes y pecados, por grandes que sean, otorgándonos la gracia y el don de la misericordia. Una sola y una misma es la víctima ofrecida, uno solo y uno mismo el que ahora se ofrece por ministerio de los sacerdotes, y entonces se ofreció a sí mismo sobre la Cruz, no habiendo más diferencia que la del modo de oblación. Mediante este sacrificio incruento recíbense muy copiosamente los frutos de aquel cruento, sin que, por consiguiente, se menoscabe en lo más mínimo el valor de aquél. Según la tradición de los apóstoles, este sacrificio es ofrecido no solamente por los pecados, penas, satisfacciones y demás necesidades de los vivos, sino también por los difuntos en Cristo, cuyos pecados no están cabalmente purgados" (1). ¡Qué lenguaje éste que emplea la Iglesia!

He aquí una de las virtudes de la Misa: no sólo se ofrece por la Iglesia peregrina en la tierra (los vivos), sino también por la Iglesia penitente en el purgatorio (los fieles difuntos). (Cuadro "Misa por las Ánimas del Purgatorio", escuela del Potosí, S. XVII)

Para glorificar sin cesar a su Padre, Jesús adoptó el estado de víctima; para que, poniendo el Padre los ojos en El, pueda bendecir y amar la tierra; para continuar su vida de Redentor, asociarnos a sus virtudes de Salvador, aplicarnos directamente los frutos de su muerte participando dentro de su ofrenda y enseñándonos a sacrificarnos junto con El; y también para ponernos a mano, como a María y a Juan, el medio de asistir a su sacrificio.

IV

Habiendo Jesús reemplazado todos los sacrificios de la antigua ley por el sacrificio de la misa, ha encerrado en éste todas las intenciones y todos los frutos de aquéllos.

La Muerte de Jesús en la Cruz remplaza y suprime los sacrificios del Antiguo Testamento

Conforme a las órdenes recibidas de Dios, los judíos ofrecían sacrificios por cuatro fines, a saber: para reconocer su supremo dominio sobre toda criatura; para agradecerle sus dones; para suplicarle siguiera concediéndoselos y para aplacar su cólera irritada por sus pecados. Todo esto lo hace Jesús, y de un modo tanto más perfecto cuanto que en lugar de toros y carneros se ofrece El mismo, hijo de Dios y Dios como su Padre.

Adora, por tanto, a su Padre; por todos los hombres, cuyo primogénito es, reconoce que de El viene toda vida y todo bien; que sólo El merece vivir, y que cuanto es, sólo por El existe; y ofrece su vida para protestar que, por venir todo de Dios, de todo puede El disponer libre y absolutamente.

Como Hostia de alabanzas, da gracias a su Padre por todas las gracias que le ha concedido a El y, por medio suyo, a los hombres todos; hácese nuestra perpetua acción de gracias.

Es víctima de propiciación, pidiendo sin cesar perdón por los pecados que continuamente se renuevan, y desea asociar al hombre a su propia reparación, uniéndoselo en la ofrenda.

Es, finalmente, nuestro abogado, que intercede por nosotros con lágrimas y gemidos desgarradores; y cuya sangre clama misericordia.

Cristo, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas a Dios Padre, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen. (Paráfrasis de Hebreos V, 7- 9)

V

Asistir a la santa misa es unirse a Jesucristo; es, por tanto, para nosotros el acto más saludable.

En ella recibimos las gracias del arrepentimiento y de la justificación, así como ayuda para evitar las recaídas.
En ella encontramos el soberano medio de practicar la caridad para con los demás, aplicándoles, no ya nuestros escasos méritos, sino los infinitos de Jesucristo, las inmensas riquezas que a nuestra disposición pone. En ella defendemos eficazmente la causa de las almas del purgatorio y alcanzamos la conversión de los pecadores.

La misa es para el cielo entero un motivo de gozo y produce a los santos un aumento de gloria exterior.

"Sólo en el Cielo conoceremos el gran valor que tiene la Santa Misa", dice San Juan María Vianney, "Cura de Ars" sobre el Santo Sacrificio de la Misa

VI

El mejor medio de asistir a la santa misa es unirnos con la augusta víctima. Haced lo que ella, ofreceos como ella, con la misma intención que ella, y vuestra ofrenda será así ennoblecida y purificada, siendo digna de que Dios la mire con complacencia si va unida a la ofrenda de Jesucristo. Caminad al calvario en pos de Jesucristo, meditando las circunstancias de su pasión y muerte.

Pero, por encima de todo, uníos al sacrificio, comiendo junto con el sacerdote vuestra parte de la víctima. Así la misa logra toda su eficacia y corresponde plenamente a los designios de Jesucristo.

"El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día." A eso nos invita Jesús: no sólo a asistir a Misa, sino también a comulgar frecuente y dignamente

¡Ah! Si las almas del purgatorio pudieran volver a este mundo, ¡qué no harían por asistir a una sola misa! Si pudierais vosotros mismos comprender su excelencia, sus ven tajas y sus frutos, ni un solo día querríais pasar sin participar en ella.


NOTA

(1) Sesión 22ª (17- IX- 1562), "Sobre el Santo Sacrificio de la Misa" cap. 2

Los Orígenes del Santo Sacrificio de la Misa

    
El remedio a nuestra tibieza actual deberá ser a la vez doctrinal y litúrgico.
Los Orígenes del Santo Sacrificio de la Misa
Debemos urgentemente reencontrar el sentido de Dios, la reverencia de su majestad soberana, el temor y el amor de su santo nombre, la noción verdadera del sacrificio. El remedio a nuestra tibieza actual deberá ser a la vez doctrinal y litúrgico: estudiar y enseñar oportuna e importunamente la doctrina católica, y devolver a nuestras celebraciones su carácter sagrado de sacrificio y de oblación a la divina majestad. Nada mejor para ello que escudriñar la tradición y la revelación para ver lo que fue desde el principio y lo que debe ser la santa misa, así como las desviaciones que alteraron su santidad en el transcurso de los siglos.
Si no puede haber religión sin sacrificio, ¿dónde está el sacrificio de los cristianos? Evidentemente en la misa. Al menos tal ha sido siempre la enseñanza de la Iglesia católica. Hagamos pues otra pregunta: ¿En qué se asemejan nuestras misas a un sacrificio? ¿Dónde está en ellas la manifestación clara y decidida de nuestra adoración y de nuestra suma reverencia a Dios? ¿Dónde la afirmación de nuestra perfecta sumisión a sus preceptos? Desgraciadamente hay que reconocer que la evolución de las celebraciones litúrgicas en los últimos años no ayuda a ver en ellas un sacrificio. Muchas prédicas exaltan la dignidad del hombre más que la grandeza de Dios, y hacen hincapié sobre los derechos del hombre más que sobre la ley y los preceptos divinos. El altar del sacrificio ha sido sustituido por una mesa, la comunión se recibe de pie y ya no de rodillas, y fácilmente se excusa cualquier pecado sin necesidad de contrición. Todo esto hace que nos preguntamos a veces si el culto del hombre no ha reemplazado en alguna medida entre nosotros el culto de Dios.ler...

EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA

 
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Siendo la santa Misa, el sol del mundo cristiano, el alma de la fe, el centro de la Religión católica, hacia el cual convergen todos los ritos, todas las ceremonias y todos los Sacramentos; en una palabra, el compendio de todo lo bueno, de todo lo bello que hay en nuestra religión.Por esta razón me es sumamente necesario, que por medio este escrito expongamos todo lo que enseña la Santa Iglesia Católica en lo referente al santo sacrificio de la Misa.por analizar primero la naturaleza de este santo sacrificio:La Misa es el sacrificio de la Nueva ley, en el cual se renueva, bajo las especies de pan y vino, el sacrificio de la Cruz para aplicarnos sus méritos.El sacrificio de la Misa fue instituido en la última Cena, cuando Cristo convirtió el pan y el vino en su cuerpo y sangre, ordenando a los Apóstoles que hicieran otro tanto en su memoria.El hecho de que los Apóstoles celebraban la Santa Misa se desprende de estas palabras de S. Pablo: “Tenemos un altar del cual no pueden comer los que sirven al tabernáculo”, es decir, los judíos (Hebreos, XIII, 10). De donde resulta que los cristianos tenían un altar, y en consecuencia un sacrificio, distinto del de los judíos, que no podían participar en él.También es importante considerar que el sacrificio de la Misa era necesario: a) para tener un perpetuo recuerdo del sacrificio de nuestra Redención; b) Para que mediante él se nos apliquen los méritos del sacrificio de la Cruz.“Los efectos de la Pasión de Cristo para todo el mundo, la Eucaristía los debe realizar para cada individuo”, dice S. Tomás. De modo que en la Misa aplican a cada hombre los méritos que Cristo adquirió en la Cruz para la humanidad en general.Las principales diferencias entre la Eucaristía como sacramento y como sacrificio son: a)La Eucaristía como Sacramento ha sido instituida para el alimento de nuestras almas; como sacrificio, para darle a Dios la gloria y reparación debidas; b)como sacramento es permanente; como sacrificio es una acción transitoria; c)como sacramento, exige una sola especie (sólo la hostia se nos da en la comunión y se guarda en el sagrario); como sacrificio exige ambas especies.Ahora veremos como la Santa Misa es un Verdadero Sacrificio.
El sacrificio de la Misa fue anunciado por el profeta Malaquías con estás palabras: “No está mi voluntad con vosotros, dice el Señor de los ejércitos (dirigiéndose al pueblo judío), ni recibiré sacrificio de mano vuestra. Desde donde nace el sol hasta el ocaso, grande es mi nombre entre las gentes, y en todo lugar se sacrifica y se ofrece a mi nombre una hostia pura”. (M. I, 10).

Esta profecía se refiere a la Misa. En efecto: a) no se trata de los sacrificios de la Ley Mosaica, puesto que Dios los desecha: “No está mi voluntad con vosotros, ni recibiré sacrificio alguno de vuestra mano”. b) Tampoco de los sacrificios gentiles, puesto que habla de “ofrenda pura”. c)Ni del sacrificio de la Cruz, pues éste verificó en un solo lugar; y el profetizado se verificará “en todo lugar, desde donde nace el sol hasta el ocaso”. d) Se trata pues de la Santa Misa, en la cual se ofrece y sacrifica a Dios en todos los lugares del mundo una ofrenda pura y sin mancha.
Encontramos en la santa Misa los elementos esenciales al sacrificio: a)Ofrenda de una cosa sensible: a saber el cuerpo y la sangre de Cristo hechos sensibles bajo las especies del pan y el vino. b)Ministro legítimo. El principal es Jesucristo; sólo él puede decir: “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre”. El sacerdote es el ministro secundario que hace visiblemente sus veces.
c)Inmolación. Cristo se inmola en la Misa místicamente, en cuanto se presenta con carácter de víctima. d)En honor de Dios. Porque la Misa es un acto de latría para rendir al Altísimo homenaje de adoración.
Esta inmolación de Cristo en la Misa es mística, pues El no puede ya padecer ni morir en realidad; y consiste: a) en que se presenta como víctima inmolada; b) en que aparece en estado de muerte; c) en que la víctima se consume.
1.- Se presenta: a) como víctima, porque se nos muestra en estado de profunda humillación, muy distinto de su gloria en el cielo; b) como víctima inmolada, porque aunque no sufra en la Eucaristía muerte real, sí evoca y reproduce su inmolación de antes.
2.- Aparece en estado de muerte mística porque su cuerpo aparece místicamente separado de su sangre, ya que en fuerza de las palabras de la consagración, sólo su cuerpo está presente en la Hostia, y sólo su sangre en el cáliz consagrado.
En la Misa hay dos consagraciones diferentes; y hay separación entre las dos especies. Y tiene tanta importancia la representación sacramental de la muerte de Cristo por esta separación mística entre su Cuerpo y su Sangre, que la Iglesia nunca permite la consagración de una sola especie.
3.- La víctima se consume, porque la santa comunión pone fin a la existencia sacramental de Cristo.
Ya hemos visto en efecto que Jesucristo deja de existir sacramentalmente, esto es, que desaparece su cuerpo, al consumirse las especies.
Ahora veremos porque la santa Misa es el Mismo que el sacrificio de la Cruz.
La Misa no es una simple representación, sino que es una renovación del sacrificio de la Cruz.
El Concilio de Trento enseña que el sacrificio de la Misa es esencialmente el mismo de la Cruz, aunque hay diferencias en el modo de ofrecerlo.
1.- Es esencialmente el mismo, porque en ambos: a) es una misma la víctima; b) uno mismo el sacrificador: Cristo en cuanto Hombre-Dios; c) unos mismos los fines: honrar y desagraviar a Dios.
2.- Las diferencias entre ambos sacrificios son tres principales: a) Cristo en la Cruz se ofreció de modo cruento, esto es, con derramamiento de sangre; en la Eucaristía de modo incruento; b) en la Cruz se ofreció visiblemente y por sí mismo; en la Misa invisiblemente y por manos del sacerdote; c) en la Cruz mereció en general por todos los hombres; en la Misa aplica a cada persona en particular los frutos de su muerte.
Miremos ahora la relación de la Misa y la ultima Cena.
Hay también una íntima relación entre la Misa y la última Cena, porque ésta fue la primera Misa, celebrada por el mismo Cristo; y porque las demás Misas no son sino el cumplimiento de las palabras que entonces pronunció: “Haced esto en mi memoria”. (S. Lucas, XXII, 19).
La consagración del pan y del vino hecha en la última Cena tuvo principalmente carácter de sacramento, porque lo que Cristo pretendió especialmente fue darse como alimento, pero tuvo también carácter de sacrificio. En efecto, si la víctima no fue inmolada en ese momento, sí fue ofrecida para ser inmolada en la Cruz. Esto se desprende claramente de las palabras de Cristo: “Este es mi cuerpo que será entregado por vosotros. Esta es mi Sangre que será derramada por vosotros”. (S. Lucas, XXII, 19 y 20). Se ve pues, que su Cuerpo y su Sangre tuvieron ya carácter de víctima inmolada; y por eso si la Misa es la renovación del Sacrificio de la Cruz, la última Cena fue la anticipación de él.
Los Fines de la Misa son: LATRÉUTICO, EUCARÍSTICO, PROPICIATORIO Y IMPETRATORIO.
FIN LATRÉUTICO. El fin principal de la Misa es dar a Dios la adoración y honra que le son debidas, reconociendo su infinita grandeza y poder; y nuestra nada y dependencia de El. Esta verdad debemos reconocerla exteriormente, y éste es el fin del Sacrificio. La destrucción de una cosa en honor de Dios equivale a reconocer su poder de vida y muerte sobre nosotros.
La Misa se ofrece a solo Dios, por ser acto de latría. El celebrarla en honor de María y de los Santos sólo indica que se le da gracias a Dios por los favores que les otorgó y se le piden otros nuevos por su intercesión.
La Misa llena de manera perfectísima este deber de adoración. En efecto, no es posible reconocer mejor la infinita grandeza de Dios, ni su dominio supremo, que por el sacrificio de la vida de un Hombre-Dios.
FIN EUCARÍSTICO. El fin eucarístico de la Misa consiste en que le da gracias a Dios por todos los beneficios de orden natural y sobrenatural que hemos recibido de El; Beneficios de orden natural: la vida, la salud, la inteligencia y demás facultades, el tiempo, etc., En el sobrenatural, la Encarnación, Redención, Eucaristía, gracia, perdón, sacramentos, derecho al cielo, fuera de muchas gracias y favores de orden personal.
La Misa realiza de una manera excelente el deber de agradecimiento, pues si los dones que recibimos de Dios son valiosísimos, el agradecimiento que Cristo le tributa en la Misa es infinito.
Unámonos con Cristo en la santa Misa para agradecerle a Dios todos sus favores. S. Agustín enseña que “El culto de Dios consiste principalmente en mostrarnos agradecidos con El”. Y S. Ireneo, que “La Misa nos libra de ser ingratos para con Dios”. En la Misa le rendimos igualmente a Dios un culto de alabanza digno de El, reconociendo en especial su poder, sabiduría y amor, que de modo tan patente lucen en la Eucaristía.
FIN PROPICIATORIO. La Misa es sacrificio propiciatorio en un doble sentido: en cuanto perdona el pecado, y en cuanto satisface la pena debida por él. Sabemos que la Misa perdona los pecados por la enseñanza de Cristo y de la Iglesia; a) Cristo entregó el cáliz diciendo: “Esta es mi sangre que será derramada por la remisión de los pecados” (S. Mat., XXVI, 28). Y el Concilio de Trento enseña: “Aplacado el Señor por esta oblación, concediendo la gracia y el don de la penitencia, perdona todos los pecados, por grandes que sean”; b)Muchos textos de la Escritura nos muestran la virtud purificadora de la sangre de Cristo. así dice S. Pablo: “La sangre de Cristo purifica nuestra conciencia”. Y S. Juan: “Cristo es propiciación por nuestros pecados”. (Hebreos, IX, 14; I Jn., II, 2). Remite también la Misa la pena del pecado, pues lo méritos de Cristo, que en ella se nos aplican, no tienen limitación.
El Concilio de Trento enseña: “La Misa se ofrece por vivos y difuntos para perdón y satisfacción de sus pecados”. A los vivos les perdona los pecados, excitando en ellos la contrición. A las benditas almas, no les puede perdonar los pecados pues ya pasó para ellas el tiempo de remisión, pero sí les perdona la pena temporal, disminuyendo el tiempo y los sufrimientos del purgatorio.
FIN IMPETRATORIO. La Misa tiene la eficacia para obtenernos gracias y favores, porque Cristo, que en ella se inmola; “es siempre escuchado en razón de su dignidad”, como dice S. Pablo. (Hebreos, V, 7). Si nos prometió que lo que pidiéramos en su nombre, nos lo concedería, mucho más lo que pidamos en unión de su sacrificio. Este poder de la Misa es general; y para obtener gracias particulares, debemos especificarlas.
Sobre la Excelencia de la Santa Misa.
La excelencia de la Misa deriva de que es una renovación de la última Cena y del sacrificio de la Cruz. Esta sola consideración nos prueba que no puede haber nada más grande, más santo y más sublime; y a movernos a oírla con sumo respeto y piedad.
Debemos meditar con frecuencia estas palabras del Concilio de Trento: “Necesariamente confesamos que ninguna otra cosa puede haber para el cristiano tan santa, ni tan divina como este tremendo misterio, en que todos los días se ofrece a Dios en su sacrificio por los sacerdotes en el altar aquella hostia vivificante por la que fuimos reconciliados con Dios Padre”.ler...
 
 
 
 

quarta-feira, 11 de julho de 2012

Grandeza do Santo Sacrifício da Missa Santo Afonso Maria de Ligório

 
1) Na Santa Missa é Jesus Cristo a vítima

O Concílio de Trento diz da Santa Missa (Ceci. 22): Devemos reconhecer que nenhum outro ato pode ser praticado pelos fiéis que seja tão santo como a celebração deste tremendo mistério. O próprio Deus todo­ poderoso não pode fazer que exista uma ação mais sublime e santa do que o sacrifício da Missa. Este sacrifício de nossos altares ultrapassa imensamente todos os sacrifícios do Antigo Testamento, pois que já não são bois e cordeiros que são sacrificados, mas é o próprio Filho de Deus que se oferece em sacrifício. “O judeu tinha o animal para o sacrifício, o cristão tem Cristo”, escreve o venerável Pedro de Clugny; “seu sacrifício é, pois, tanto mais precioso quanto mais acima de todos os sacrifícios dos judeus está em Jesus Cristo”. E acrescenta que, para os servos (isto é, para os judeus, no Antigo Testamento), não convinham outros animais senão aqueles que eram destinados ao serviço do homem; para os amigos e filhos foi Jesus Cristo reservado “como cordeiro que nos livra do pecado e da morte eterna” (Ep. Cont. Petrobr.). Tem, portanto, razão S. Lourenço Justiniano ao dizer que não há sacrifício maior, mais portentoso e mais agradável a Deus do que o santo sacrifício da Missa (Sermo de Euch.).

S. João Crisóstomo diz que durante a Santa Missa o altar está circundado de anjos que aí se reúnem para adorar a Jesus Cristo, que, nesse sacrifício sublime, é oferecido ao Pai celeste (De sac., 1.6). Que cristão poderá duvidar, escreve S. Gregório (Dial. 4, c. 58), que os céus se abram à voz do sacerdote, durante esse santo sacrifício, e que coros de anjos assistam a esse sublime mistério de Jesus Cristo. S. Agostinho chega até a dizer que os anjos se colocam ao lado do sacerdote para servi-lo como ajudantes.2).
S.AFONSO MARIA LIGÓRIO

2) Na Santa Missa é Jesus Cristo o oferente principal

O Concílio de Trento (Ceci. 22, c.2) ensina-nos também que neste sacrifício do corpo e sangue de Jesus Cristo é o próprio Salvador que oferece em primeiro lugar esse sacrifício, mas que o faz pelas mãos do sacerdote que ele escolheu para seu ministro e representante. Já antes dissera S. Cipriano: “O sacerdote exerce realmente o oficio de Jesus Cristo” (Ep. 62). Por isso o sacerdote diz, na elevação: “Isto é o meu corpo; este é o cálice de meu sangue”.

Belarmino (De Euch. 1.6, c. 4) escreve que o santo sacrifício da Missa é oferecido por Jesus Cristo, pela Igreja e pelo sacerdote; não, porém, do mesmo modo por todos: Jesus Cristo oferece como o sacerdote principal, ou como o oferente próprio, mas por intermédio de um homem, que é ao mesmo tempo sacerdote e ministro de Cristo; a Igreja não oferece como sacerdotisa, por meio de seu ministro, mas como povo, por intermédio do sacerdote; o sacerdote, finalmente, oferece como ministro de Jesus Cristo e como medianeiro de todo o povo.

Jesus Cristo, contudo, é sempre o sacerdote principal na Santa Missa, em que ele se oferece continuamente e sob as espécies de pão e de vinho por intermédio dos sacerdotes, seus ministros, que representam a pessoa de Jesus Cristo, quando celebram os santos mistérios. Por isso diz o Quarto Concílio de Latrão (Cap. Firmatur, de Sum. Trinit.) que Jesus Cristo é ao mesmo tempo o sacerdote e o sacrifício. De fato, convém à dignidade deste sacrifício que ele não seja oferecido, em primeiro lugar, por homens pecadores, mas por um sumo sacerdote que não esteja sujeito ao pecado, mas que seja santo, inocente, imaculado, separado dos pecadores e mais elevado que os céus (Heb. 7, 20).

3) A Santa Missa é uma representação e renovação do sacrifício da cruz

Segundo S. Tomás (Off. Ss. Sac., 1.4), o Salvador nos deixou o SS. Sacramento para conservar viva entre nós a lembrança dos bens que nos adquiriu e do amor que nos testemunhou com sua morte. Por isso o mesmo Doutor chama a Sagrada Eucaristia “um manancial perene da paixão”.

Ao assistires, pois, à Santa Missa, pondera que a hóstia que o sacerdote oferece é o próprio Salvador que por ti sacrificou seu sangue e sua vida. Entretanto, a Santa Missa não é somente uma representação do sacrifício da cruz, “ mas também uma renovação do mesmo sacrifício, porque em ambos é o mesmo sacerdote e a mesma vítima, a saber, o Filho de Deus Humanado. Só no modo de oferecer há uma diferença: o sacrifício da cruz foi oferecido com derramamento de sangue; o sacrifício da Missa é incruento; na cruz, Jesus morreu realmente; aqui, morre só misticamente (Conc. Trid., Sess. 22, c. 2).

Representa-te, durante a Santa Missa, te achares no monte Calvário, para ofereceres a Deus o sangue e a vida de seu adorável Filho, e, ao receberes a santa comunhão, representa-­te beberes seu precioso sangue das chagas do Salvador. Pondera também que em cada Missa se renova a obra da redenção, de maneira que, se Jesus Cristo não tivesse morrido na cruz, o mundo receberia, com a celebração de uma só Missa, os mesmos benefícios que a morte do Salvador lhe trouxe. Cada Missa que é celebrada encerra em si todos os grandes bens que a morte na cruz nos trouxe, diz S. Tomás (In Jo 6, lect. 6). Pelo sacrifício do altar nos é aplicado o sacrifício da cruz. A paixão de Jesus Cristo nos habilitou à redenção; a Santa Missa faz-nos entrar na posse dela e comunica-nos os merecimentos de Jesus Cristo.

NOSSA HOMENAGEM A DOM EUGÉNIO SALES E A TODO O POVO DE DEUS DO BRASIL A QUEM SERVIU

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2011-04-15 09:49
Neste domingo iniciaremos com o Domingo de Ramos a grande semana da Quaresma, a Semana Santa. Ela encerra um período que nos ajuda a entender a grandeza da Redenção alcançada pela Paixão, Morte e Ressurreição de Cristo. Nesse dia somos convidados a contribuir, nas missas, com a coleta anual da...

A Palavra do Senhor

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