sábado, 14 de novembro de 2015

LA VOZ INTERIOR DEL AMOR (Un viaje a través de la angustia hacia la liberación) HENRI J. M. NOUWEN


Oraciones
Lectio Divina
Adoración
La Imagen del día

Introducción1
2
3
4
5
6
Grita hacia adentro7
Regresa siempre al lugar firme8
Fija los límites de tu amor9
Da en forma gratuita10
Vuelve a casa11
Comprende las limitaciones del otro12
Confía en el lugar de la unidad13
Mantente atento a tus mejores intuiciones14
Haz que tu cuerpo te vuelva a pertenecer15
Entra en un nuevo país16
Sigue viviendo donde esta Dios17
Confía en tus guías espirituales18
Accede al lugar de tu dolor19
Ábrete al primer amor20
Reconoce tu impotencia21
Busca una nueva espiritualidad22
Cuenta tu historia en libertad23
Encuentra el origen de tu soledad24
Sigue volviendo al camino de la libertad25
Deja que Jesús te transforme26
Protege tus emociones27
Sigue tu vocación mas profunda28
Permanece anclado en tu comunidad29
Quédate con tu dolor30
Vive pacientemente con el “no todavía”31
Sigue avanzando hacia la plena encarnación32
Obsérvate en forma autentica33
Recibe todo el amor que llegue a ti34
Sigue unido al cuerpo más grande35
Ama profundamente36
Mantente de pie en tu pena37
Deja que lo profundo se comunique con lo profundo38
Permítete ser plenamente recibido39
Exige que tu presencia sea única en tu comunidad40
Acepta tu identidad como hijo de Dios41
Sé dueño de tu dolor42
Sábete verdaderamente amado43
Protege tu inocencia44
Deja que tu león descanse junto a tu cordero45
Sé un verdadero amigo46
Confía en tus amigos47
Controla tu propio puente levadizo48
Evita toda forma de autorrechazo49
Asume tu cruz50
Sigue confiando en la llamada de Dios51
Defiende la victoria52
Enfrenta al enemigo53
Sigue buscando la comunión54
Separa los falsos dolores del verdadero dolor55
Repite a menudo: “Señor, ten piedad”56
Deja que Dios hable a través de ti57
Sabe que eres bienvenido58
Deja que tu dolor se transforme en el dolor59
Entrégale tu agenda a Dios60
Deja que los demás te ayuden a morir61
Sobrevive a tus heridas62
Por ahora, esconde tu tesoro63
Sigue eligiendo a Dios64
Conclusión65

Vive desde tu corazón sensible y vulnerable

Vive desde tu corazón sensible y vulnerable
Vas haciendo la ruta del silencio para encontrar el lugar de tu propio corazón. Cuando llegues entrarás en él como en tu propia casa. Has de vivir con la convicción de que tú has de ser el primero en habitarla.
Has de aprender a “estar” en ti. Vivirte intensamente. Conocerte. Sentir conscientemente. No temas sufrir: vale más el sufrimiento de un corazón sensible, que la frialdad distante de un corazón de piedra.
Sorbe con auténtica sed el agua del manantial de Vida que Cristo hace nacer en ti. Acostúmbrate a escucharle. Sé sensible a su voz y a su presencia.
Vive con un corazón de “puertas abiertas”…, donde todos tienen su lugar. Porque también eres vulnerable a la presencia y a la necesidad del hermano.
No te arrepientas nunca de ser vulnerable. Desde tu opción por Cristo Jesús descubrirás que has de preferir ser vulnerable a ser insensible. Has de preferir llorar porque amas, a “estar solo en paz”.
Reconoce el verdadero rostro de tu corazón en el conjunto del bosque de tus sentimientos, sensaciones, reacciones e imaginaciones. Es tu vida, es tu interior: es tu corazón. Si tu corazón está despierto es inevitable que sienta. Y si siente de verdad, llegará a reconocer y encontrar los horizontes de un amor incondicional. Sí, un amor sin límites, el de la autoterapia que te cura del egoísmo y sacude la insensibilidad de quien vive ausente o siempre instalado en la pura superficialidad.
Aprende a interiorizar. Descubre dentro de ti la realidad más profunda de lo que eres. Y que el estar dentro de ti mismo te lleve a la armonía interior y a la unificación de toda tu vida.
Has intuido ya que lo más importante siempre estará en saber que en ti todo ha de nacer de dentro. La fuente de tu vida está siempre dentro. Las raíces de tu paz están profundamente fijadas en la tierra de tu corazón. Ni los vientos, ni las tempestades de fuera podrán apartarte de la seguridad del amor de Cristo Jesús que te habita, y te ama.
Vale la pena que te decidas a bajar al lugar del corazón. Tú no tengas miedo a entrar. Entra: es tu casa, reconócela como tal. Que te guste vivir dentro de ti mismo. No para encerrarte ni aislarte, sino para descubrir que en este “vivir dentro” está el manantial del amor. Y da a tu seguimiento de Cristo un sentido de mayor radicalidad desde la ternura. Descubre que esta casa tuya “de dentro” es el tesoro escondido en el campo del que habla Jesús.
Ama tu casa. Cuídala, mantenla en la transparencia imprescindible para poder ver a Dios, sin olvidar el amor a los hermanos. Llena tu casa del aire siempre nuevo del amor. No permitas que sea una cueva oscura donde anida el desamor, la frustración, la decepción o el desencanto.
La puerta abierta, la claridad de la luz de la mirada del Padre que reconoce lo más escondido de tu alma y de tu historia será para ti una invitación a no guardar nada que oscurezca tu casa. Tu casa interior ha de ser la mansión de la luz y de la transparencia, de la paz y de la confianza, de la alegría y el gozo del amar sin límites y del dejarte amar sin condiciones.
El perdón y el olvido de ti mismo te llevará a reencontrar en tu interior una fuente de paz y de amor. Ama…, ama…, crece en amor…, busca vivir sólo en el amor.
Que la convicción de que el Señor vive en tu propia casa te lleve a moverte siempre en la serenidad y la confianza, la ternura y la bondad, la misericordia y la cordialidad, la alegría y la comunión. Vete haciendo el camino hacia dentro de ti…, calla a todo lo exterior, lo superficial…
Serénate…, respira lentamente… Que tu pensamiento descienda al lugar del corazón. Allí estás tú, allí está Él, allí están los hermanos de “otra manera”… En este lugar íntimo vives y amas intensamente al Señor. Es Jesús el que dentro pronuncia las palabras siempre esperadas y siempre reconfortantes. Descubres que cuando sientes que El las proclama en ti suenan de otra manera:
“Sígueme. Vende todo lo que tienes. Niégate a ti mismo. He puesto mi mirada en ti y te amo. Sólo hay un amor grande: dar la vida por aquellos a los que se ama. Quien me ve a mi ve al Padre…, el Padre y yo somos uno. Tú sí que me verás, porque yo vivo y tú también vivirás. Pase lo que pase yo nunca te dejaré: siempre estaré contigo.Hagas lo que hagas nunca dejaré de pensar en ti. Tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Si alguien me ama y guarda mis Palabras vendré a él y me manifestaré. Yo te mostraré el rostro del Padre”.

Acepta que Jesús te muestre el rostro del Padre
La experiencia interior de Jesús y el deseo de seguirlo te conducirá a experimentar en el hondón de tu alma como un nuevo Pentecostés. Un don personal del Espíritu que te hace Jesús.
Jesús te habla del amor del Padre. Te invita a contemplarlo. Es el sello de su amor, la marca que te consagra y que te mueve a entrar de verdad en el corazón del Padre, como quien se sumerge en un mar de amor. Sólo puedes reconocer el verdadero rostro del Padre que te muestra Jesús cuando vives en esta experiencia desde el interior de tu propio corazón. Y, desde dentro, te lanzas a ese mar de amor que es Dios.
Muchas veces te he hablado del abandono en las manos del Padre. Éste es el corazón del abandono: Entrar a sumergirte en el mar del amor del corazón del Padre.
La Trinidad Santa está en tu corazón…, tú estás en el corazón de la Trinidad. Todo se hace nuevo desde esta hermosa perspectiva del amor.
Te lo expresaré por medio de un sencillo poema que nació en un corazón de mujer contemplativa. Muy llena de Dios. Sabiendo mucho de su ternura. Óralo, y verás que no es cuestión de vivir de sentimientos, sino vivir desde un corazón que se ha sumergido y abandonado en Dios. Todo cambia…, todo es nuevo…, todo es de dentro. Es una nueva transformación de tu vida.
MI MAR Sumergida en el abismo silencioso de tu inmensidad, envuelta en la infinita calma de tu Misterio,sorbiendo la fascinante Noticia de tu Belleza., mecida por la suave ternura de tu mano…: ¡Tú, MI MAR! Yo sólo soy una gota perdida en tu grandeza. Soy barca solitaria, sin remos, sin timón… Soy la hoja llevada a merced de tus olas… Soy la brisa despierta al soplo de tu Viento, mecida por canciones, palpando soledades de abismos insondables…: ¡MI MAR! La nave ya está rota de tantos oleajes, de anhelos y de amores, vuela ansiosa hacia el Puerto, y en playas ignoradas va dejando los restos que impiden la arribada…: ¡MI MAR! Llegar hasta Ti descalza y desnuda, pobre de verdad. Despojo padecido, que cada hora hería un poco… dejar todo el equipaje, soltar amarras… sin más peso que el amor de mi Mar. Tu abismal seno infinito recogerá mi vida, y tu aliento cercanoserá como caricia. Amor que enamoraste mi pobreza… beso que quema mis labios e impacienta mi espera…: ¡MI MAR! ¡Ahógame! Deja en mí sólo ojos para mirarte. Deja sólo un aliento para quererte… Eterniza mi tiempo para admirarte… Rompe mis moldes y dame alas para alcanzarte…: ¡MI MAR! Infinita calma que desborda los límites del tiempo…: ¡MI MAR! Tómame…, Abrázame…, Ya…, para siempre… Eternidad…: ¡MI MAR!

Escucha su voz que resuena en el silencio de tu corazón
Deja al Espíritu actuar libremente en tu alma. Permite que su viento te lleve a las altas cumbres de la entrega y a la humilde y entrañable casa interior de tu corazón. No te detengas en pequeñeces, camina, carga con tu cruz de cada día y vete avanzando en el camino de la mayor entrega y con el mayor amor. Vive en la humildad tu opción de vida por Cristo Jesús. Que el Espíritu te enseñe a vivirla desde dentro. Acostúmbrate a “escuchar” su voz y a dejarte llevar por la fuerza de su viento.
No pongas límite a tu amor, y para ello atiende y secunda siempre las inspiraciones del Espíritu en tu alma. Vive siempre en la presencia de amor, haciendo de cada paso un gesto de amor, de cada instante un tiempo para el amor, de cada latido de tu corazón un gesto de amor a Él…, y por Él, un gesto de amor a los hermanos, y una ofrenda por y para la Iglesia.
Vivirás siempre con la imprescindible paz del alma, la paz que tienes al saber que sólo te mueve el amor, que todo lo haces sólo por Amor, que en todo te dejas amar por el Amor. Renuncia a cualquier otra motivación en tu vida que no sea el amor. El amor te da la paz Y desde esta paz vivirás en la delicadeza de la ternura expresada en los más pequeños detalles con tus hermanos. Nunca caerás en el escrúpulo sino en la delicadeza de un amor hecho detalle o de un amor hecho ternura. Esta paz de alma tendrá que convertirse para ti en una invitación al silencio, como camino de interioridad.
Desde tu “casa de dentro” vive en una fidelidad especial a la oración, como camino de encuentro con la raíz de la paz del alma: el amor de Dios, la presencia de la Trinidad en ti, la necesidad de acoger el eco de su presencia y de escuchar su voz y su Palabra. Es la oración en la que renuevas tu ofrenda de amor.
Camina decidido hacia una mayor entrega. Que tu único deseo sea ser de Él y desde este “ser de Él “, entregarte amorosamente a los hermanos, y a todos aquellos necesitados de amor que llamen a tu puerta. Ora por los elegidos del Señor. Que el horizonte de tu ofrenda no tenga límites. No cuentes sólo con tus fuerzas, tienes siempre la fuerza del Señor. Levanta tus manos orantes hacia el cielo, pero que sepas que sólo serán “manos que se levantan con amor” cuando sepan descender al servicio más humilde, más oscuro, más abnegado a tus hermanos. Para ello aprende a descubrir el valor de una vida siempre escondida en Cristo, una vida anónima, fiel a la sombra y al silencio de la noche.
Serás siempre el hermano que aprendió el arte de no hacerse notar. Eres el hermano que no busca destacar. Cuanto más escondido más feliz. Es el camino humilde que has elegido. En la vida y en el trabajo silencioso, como elemento esencial de tu entrega al Señor.
Vive siempre en la presencia… El Espíritu Santo te conducirá a “ver” al Señor siempre presente en ti. A la Trinidad morando en tu templo. Déjate conducir por los caminos de la confianza. Fíate de Él, confía en su amor. Después el Espíritu te conducirá a desear hacer la pequeña ofrenda de tus cosas con un gran amor, hasta que el Espíritu, poniendo ante tu mirada interior el mismo rostro de Jesús, te lleve al abandono amoroso en las manos del Padre.
Por ello, con una gran insistencia no puedo menos que decirte: ¡Abandónate!, ¡abandónate!, ¡abandónate! ¡Sumérgete en el Mar…! ¡Sí, el mar del corazón de Dios!


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LA AUTOTERAPIA DEL AMOR INCONDICIONAL: "SÓLO SÉ AMARLE"

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CONOCER A JESUCRISTO

¡Comulgad dignamente!




Recibir la santa comunión se ha convertido desgraciadamente para muchos católicos en un acto casi mecánico, de cuya trascendencia quizás no llegan a percatarse del todo. Los fieles se agolpan en filas que discurren de prisa porque la comunión ya no se distribuye en el modo pausado en el que se hacía antes (y se sigue haciendo cuando se celebra en el rito romano antiguo). Reciben la sagrada forma rápidamente y como de pasada (muchas veces en la mano), sin ningún gesto de adoración, y se vuelven a sus lugares en los bancos de la iglesia, donde apenas sí pueden dar gracias porque la misa finaliza en escasos instantes más. Pocos son los que se quedan para continuar unos momentos en coloquio con Jesús Sacramentado a quien se acaba de recibir y aún esos pocos no pueden detenerse mucho cuando el templo se cierra (lo que sucede con frecuencia). Sí, muchos comulgan, pero cabe la pregunta: ¿lo hacen bien?

Antiguamente la comunión era algo extraordinario en el sentido en que no se practicaba sino raramente. El mandamiento de la Santa Madre Iglesia obliga sólo a la comunión pascual (que es anual), de modo que la mayoría de gente se contentaba con el cumplimiento del precepto. Pero ni siquiera la gente piadosa se atrevía a ir mucho más a recibir la Eucaristía y hasta se pedía la licencia al confesor o director espiritual para comulgar con una cierta frecuencia. En la mayor parte de las misas no se contemplaba la comunión de los fieles, hasta el punto que aquellas en las que éstos efectivamente comulgaban –normalmente las misas mayores- se conocían también como “misas de comunión”. Algunos estimaban mejor tomar la hostia consagrada fuera de la misa. También cabe recordar que los niños no eran admitidos a la primera comunión o comunión solemne sino en edad tardía. Mucho se insistía en que para comulgar había que tomar todas las precauciones para no profanar el sacramento y cometer con ello un sacrilegio, por lo cual se recomendaba acercarse al sagrado banquete cuanto menos mejor. Subyacía a esta manera de pensar un cierto jansenismo.

Hasta que todo esto empezó a cambiar radicalmente con san Pío X, a quien justamente se llamó “el Papa de la Eucaristía”. Este gran pontífice recomendó la comunión frecuente y rebajó la edad a la que se podía recibir a Jesús Hostia. Bastaba que el niño supiera distinguir el pan natural del pan eucarístico para poder comulgar y beneficiarse así de las innumerables gracias de las que, de otro modo, se vería privado. Hasta entonces se había estado alejando a las criaturas de Aquel que había dicho: “Dejad que los niños vengan a Mí”. Y esto era tanto más grave cuanto que muchas veces, esperando “el día más bello de la vida” se perdía la inocencia por el camino. San Pío X quiso dejar bien claro que, si bien había que tener suma reverencia a la Eucaristía, ésta no era un fin en sí mismo, sino un medio –divino y sublime ciertamente, pero medio– para nuestra santificación. Por lo tanto, había que recurrir a él desde la edad más tierna y a menudo, porque siempre estamos necesitados de mantener y aumentar la gracia. Un nuevo paso lo dio Pío XII al acortar a tres horas el tiempo de ayuno eucarístico, que tradicionalmente era desde la medianoche y que determinaba que muchas personas se abstuvieran de comulgar por no poder estar tantas horas sin comer algo. Pablo VI redujo aún más el tiempo de ayuno: a una hora. Más facilidades no podían darse para comulgar.

Desgraciadamente, como se va de extremo a extremo, se fue introduciendo una mentalidad desacralizante respecto de la Eucaristía al socaire del desorden que siguió a la reforma litúrgica postconciliar y a pesar de que el papa Montini, que la promulgó, insistió en la reverencia debida al Santísimo Sacramento (léase su magnífica encíclica Mysterium fidei de 1965). Paso por paso, se fueron eliminando todos los elementos que indicaban el espíritu de adoración, como el arrinconamiento del sagrario y la supresión de la barandilla de la comunión y de los reclinatorios. Paralelamente, fueron introducidas novedades como la comunión de pie y en la mano y la distribución de la comunión por seglares o hasta el self service (el sacerdote dejaba el copón en el altar y cada quien tomaba la forma con sus propias manos). Ni qué decir tiene la de profanaciones a que estos usos dieron lugar. Ello por no hablar de las misas en las que se consagraba con materia ilícita y hasta inválida (galletas, bizcochos y obleas hechas de harina que no era de trigo; chicha, Coca Cola u otros refrescos que no eran del zumo de la vid). También se podría considerar un hecho apuntado por algún sacerdote: el que en la actualidad mucha gente comulga, pero pocos se confiesan, lo que lleva a la duda de si es que hoy se es más santo que antes o se están haciendo comuniones sacrílegas.

El Santo Padre Benedicto XVI, siguiendo por el camino trazado por sus predecesores en cuanto a la Eucaristía, ha querido dar ejemplo y ha hecho establecer por su actual ceremoniario, monseñor Guido Marini, que en las capillas papales se distribuya la comunión a los fieles en la boca y de rodillas. Y no es el único signo de la recuperación del respeto a la Eucaristía que pretende el Papa. La centralidad de la cruz en el altar, considerado como calvario donde se consuma el Santo Sacrificio, devuelve a la Eucaristía este aspecto obnubilado u olvidado, que es, sin embargo, el que la hace posible bajo su otro aspecto como banquete. Si no hay sacrificio, no hay víctima; si no hay víctima sacrificial, no hay comida eucarística. Sólo el sacrificio incruento de la misa hace que Cristo inmolado se haga realmente presente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, para ser adorado y consumido en la comunión. Así de sencillo.

La Iglesia siempre ha recomendado unas determinadas disposiciones para acercarse a la sagrada mesa: en cuanto al cuerpo y en cuanto al alma.

En cuanto al cuerpo se requiere:

a) observar el ayuno eucarístico (una hora como mínimo, aunque se recomienda mantener cuando se pueda la tradición antigua del ayuno desde medianoche),

b) modestia en los vestidos (hombres sobrios y con la cabeza descubierta y mujeres recatadas y, a ser posible, con la cabeza cubierta) y las actitudes (no ir como quien va de juerga, sino procediendo en silencio y sin atolondramientos, con las manos juntas contra el pecho) y

c) reverencia a la hostia consagrada (arrodillándose o, cuando no se pueda por enfermedad, debilidad u otro impedimento, haciendo un gesto de adoración).

En cuanto al alma se precisa:

a) estado de gracia (a ser posible, con confesión reciente),

b) pureza de intención (no comulgar por pura apariencia, por mera costumbre, por no desentonar o por cualquier motivo mundano) y

c) preparación conveniente (actos de fe, esperanza, caridad, contrición y deseo).

Después de comulgar se debería uno detener en dar gracias (si se puede cómodamente unos diez a quince minutos). Estos momentos de intimidad con Jesús Sacramentado son como vivir el cielo en la tierra y no se explica que se desperdicien tan a menudo mediante prisas o distracciones. Si se ha de comulgar para hacer después un desaire al Divino Huésped del alma, más vale abstenerse. Y esto vale especialmente para las comuniones de los Primeros Viernes de mes en honor del Sagrado Corazón de Jesús y de los Primeros Sábados de mes en honor del Inmaculado Corazón de María, a las que están ligadas tantas promesas de orden sobrenatural. También para las comuniones reparadoras. Al dar gracias, no olvidemos tampoco lucrar todas las indulgencias que podamos a favor de nuestros difuntos. Ellos esperan mucho de nuestra caridad y es en la comunión eucarística cuando podemos ejercerla de modo especial en su favor. También es el momento ideal para presentar a Nuestro Señor nuestras peticiones y aspiraciones, tanto a favor de nuestros seres queridos como para nuestro propio provecho. Pidamos y se nos dará, llamemos y se nos abrirá, busquemos y hallaremos. Jesús no nos falla nunca.




Acto de fe

Creo, Jesús mío, en Vos y que estáis real y verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento del Altar con vuestro Cuerpo, vuestra Sangre, vuestra Alma y vuestra Divinidad. Aumentad, Señor, mi fe y que os confiese delante de los hombres como a mi Dios y Señor.
Acto de esperanza

Espero, Jesús mío, en vuestra misericordia y que al recibiros en la Santa Eucaristía me daréis vuestra gracia para perseverar como buen cristiano y así alcanzar la vida eterna. Haced, Señor, que no sea confundido.

Acto de caridad
Os amo, Jesús mío, que sois todo mi Bien y os dignáis venir a mi alma en la Hostia consagrada para colmarla con vuestras mercedes. Quitad, Señor, de mí todo afecto que no se dirija hacia Vos y purificad mi intención al recibiros.
Acto de contrición
Me arrepiento sinceramente, Jesús mío, de mis culpas, con las cuales os he ofendido y me he manchado miserablemente. Limpiad, Señor, el santuario de mi alma de toda reliquia de pecado para poder recibiros dignamente.

Acto de deseo
Os deseo, Jesús mío, y voy a vuestro encuentro sediento de Vos, que sois la fuente que mana el agua viva que sacia el alma. Venid, Señor, y no tardéis más.


A la corte celestial

Santísima Virgen María, Glorioso Patriarca San José, San Miguel Arcángel, Ángel de mi guarda, Santos Patronos y Protectores míos y todos los bienaventurados espíritus celestiales y santos de Dios, interceded por mí y acompañadme para hacer una santa y fructuosa comunión.

sexta-feira, 13 de novembro de 2015

PROGRAMA DA VISITA DE DOM ATANÁSIO SCHNEIDER A PORTUGAL

Programa provisório:
Dia 21, sábado
10.00 - Santa Missa Forma Extraordinária do RR em São Nicolau

18.00 - Conferência (local de São Nicolau a confirmar - Salão João Paulo II)
            
           A Arte de celebrar - como o Céu se diz na terra
20.30 - Jantar com rapazes universitários no Palácio Palmela

Dia 22, Domingo
19.15 - Missa da Solenidade de Cristo Rei
           Celebra D. Athanasius em São Nicolau

20.30 - Jantar oferecido pela paróquia a cerca de 45/50 pessoas

Dia 23, Segunda-feira Partida para Fátima

Está prevista uma visita rápida a Coimbra, mas ainda  não tenho pormenores. 
 17.00 – Conferência em Fátima
 19.00 - Santa Missa na Ordem de Santa Cruz
Jantar
 (Em Fátima, a Santa Missa e a Conferência terão lugar na Ordem de Santa Cruz).

Las principales oraciones en latín





Un amable lector nos ha hecho notar que damos por supuesto en este blog el conocimiento de las principales oraciones del cristiano en latín y tiene razón. Para subsanar esto ofrecemos a continuación el texto bilingüe de dichas oraciones, que esperemos sea de provecho para todos.


SIGNVM SANCTAE CRUCIS

Per signum Sanctae (†) Crucis, de inimicis (†) nostris, libera nos, (†) Domine Deus noster. In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen.
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos, Señor Dios nuetro. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.


PATER NOSTER

Pater noster, qui es in caelis, sanctificetur nomen tuum. Adveniat regnum tuum. Fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra. Panem nostrum quotidianum da nobis hodie, et dimitte nobis debita nostra sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo. Amen.
Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.


AVE MARIA
Ave Maria, gratia plena, Dominus tecum. Benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui, Iesus. Sancta Maria, Mater Dei, ora pro nobis peccatoribus, nunc, et in hora mortis nostrae. Amen.

Dios te salve, Maria; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa Maria, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.


GLORIA PATRI seu DOXOLOGIA MINOR

Gloria Patri, et Filio, et Spiritui Sancto. Sicut erat in principio, et nunc, et semper, et in saecula saeculorum. Amen.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.


CREDO seu SYMBOLVM APOSTOLORVM

Credo in Deum Patrem omnipotentem, Creatorem caeli et terrae. Et in Iesum Christum, Filium eius unicum, Dominum nostrum, qui conceptus est de Spiritu Sancto, natus ex Maria Virgine, passus sub Pontio Pilato, crucifixus, mortuus, et sepultus, descendit ad inferos, tertia die resurrexit a mortuis, ascendit ad caelos, sedet ad dexteram Dei Patris omnipotentis, inde venturus est iudicare vivos et mortuos. Credo in Spiritum Sanctum, sanctam Ecclesiam catholicam, sanctorum communionem, remissionem peccatorum, carnis resurrectionem, vitam aeternam. Amen.

Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo. su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable. Amén.


SALVE REGINA

Salve Regina, mater misericordiae, vita, dulcedo, et spes nostra, salve. Ad te clamamus exsules filii Hevae. Ad te suspiramus, gementes et flentes in hac lacrimarum valle. Eia, ergo, advocata nostra, illos tuos misericordes oculos ad nos converte. Et Iesum, benedictum fructum ventris tui, nobis post hoc exsilium ostende. O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.
V. Ora pro nobis, Sancta Dei Genitrix.R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.
Dios te salve, reina y madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorandoen este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.


SVB TVVM PRAESIDIVM

Sub tuum praesidium confugimus, Sancta Dei Genetrix. Nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus, sed a periculis cunctis libera nos semper, Virgo gloriosa et benedicta. Amen.

Domina nostra, Mediatrix nostra, Advocata nostra: tuo Filio nos reconcilia, tuo Filio nos commenda, tuo Filio nos repraesenta.

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén.

Señora nuestra, Medianera nuestra, Abogada nuestra: reconcílianos con tu Hijo, encomiéndanos a tu Hijo, preséntanos ante tu Hijo.


MEMORARE

Memorare, O piissima Virgo Maria,a saeculo non esse auditum, quemquam ad tua currentem praesidia, tua implorantem auxilia, tua petentem suffragia, esse derelictum.Ego tali animatus confidentia, ad te, Virgo Virginum, Mater, curro, ad te venio, coram te gemens peccator assisto. Noli, Mater Verbi, verba mea despicere; sed audi propitia et exaudi. Amen.

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.


AD SANCTVM IOSEPH

Virginum custos et pater, sancte Joseph, cujus fideli custodiae ipsa Innocentia Christus Jesus et Virgo virginum Maria commisa fuit; te per hoc utrumque carissimum pignus Jesum et Mariam obsecro et obtestor, ut me, ab omni immunditia praeservatum, mente incontaminata, puro corde et casto corpore Jesu et Mariae semper facias castissime famulari. Amen.

Fac nos innocuam, Ioseph, decurrere vitam. Sitque tuo Semper tuta patrocinio.


Oh custodio y padre de vírgenes San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Haz, oh José, que nuestra vida transcurra tranquila y que siempre sea segura bajo tu patrocinio.

AD SACRAM FAMILIAM

Iesu, Maria, Ioseph, vobis cor et animam meam dono.
Iesu, Maria, Ioseph, adstate mihi in extremo agone.
Iesu, Maria, Ioseph, in pace vobiscum dormiam et requiescam.

¡Jesús, José y María, Os doy el corazón y el alma mía!
¡Jesús, José y María, asistidme en vida y en mi última agonía!
¡Jesús, José y María, expire en paz con Vos el alma mía!


AD SANCTVM MICHAËLEM

Sancte Michaël Archangele, defende nos in proelio ut non pereamus in tremendo iudicio.
Oh San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla para que no perezcamos en el tremendo juicio.


AD SANCTVM ANGELVM CVSTODEM

Angele Dei, qui custos es mei, Me tibi commissum pietate superna: (hodie, hac nocte) illumina, custodi, rege, et guberna. Amen.

Ángel de Dios, que eres mi custodio: ya que la piedad de lo Alto me ha confiado a ti, ilumíname, guárdame, guíame, gobiérname.



AD OMNES ANGELOS ET SANCTOS

Omnes beatorum Spirituum ordines: orate pro nobis.
Omnes Sancti et Sanctae Dei: intercedite pro nobis.

Todos los órdenes de los bienaventurados espíritus: rogad por nosotros.
Todos los Santos y Santas de Dios: intercede por nosotros.


BENEDICTIO MENSAE

Benedic, Domine, nos (+) et haec (+) tua dona quae de tua largitate sumus sumpturi. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

Iube, Domine benedicere.

(Ad prandium:) Mensae caelestis participes faciat nos, Rex aeternae gloriae. Amen.(Ad coenam:) Ad cenam vitae aeternae perducat nos, Rex aeternae gloriae. Amen.
Bendícenos (+), Señor, y bendice (+) estos dones con los cuales seremos alimentados por tu largueza.

Manda, Señor, bendecirme
(A la comida:) Que el Rey de la gloria eterna nos haga partícipes de la mesa celestial. Amén.
(A la cena:) Que el Rey de la eterna gloria nos conduzca a la cena de la vida eterna. Amén.


PRO PAPA

Oremus pro Pontifice nostro Benedicto. Dominus conservet eum, et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra, et non tradat eum in animam inimicorum eius.
V. Tu es Petrus.R. Et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam.

Oremus. Deus, omnium fidelium pastor et rector, famulum tuum N., quem pastorem Ecclesiae tuae praeesse voluisti, propitius respice: da ei, quaesumus, verbo et exemplo, quibus praeest, proficere: ut ad vitam, una cum grege sibi credito, perveniat sempiternam. Per Christum, Dominum nostrum.
 R. Amen.
Roguemos por nuestro Pontífice Benedicto. El Señor le conserve y le guarde, le haga feliz en la tierra y no permita que caiga en manos de sus enemigos.

V. Tu eres Pedro.
R. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.

Oremos. Oh Dios, pastor y guía de todos los fieles, mira propicio a tu siervo Benedicto, a quien has querido hacer pastor y jefe de tu Iglesia; haz que con su ejemplo y su palabra aproveche a los que preside, y que en unión con la grey que te has dignado confiarle, consiga la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo. R. Amén.


PRO AGONIZANTIBVS

O Clementissime Iesu, amator animarum, obsecro te per agoniam Cordis tui sanctissimi et per dolores Matris tuae immaculatae lava in sanguine tuo peccatores totius mundi nunc positos in agonia et hodie (seu hac nocte) morituros. Amen.

Cor Iesu in agonia factum, miserere morientium.
Cor Mariae dolorossisimum, esto solacium omnibus agonizantibus.

Oh, clementísimo Jesús, Amador de las almas, suplícote por la Agonía de tu Corazón Santísimo, y por los Dolores de tu Madre Inmaculada, que laves en tu Sangre Preciosa,a todos los pecadores que estén agonizantes y hayan de morir en el día de hoy (o en esta noche).

Corazón agonizante de Jesús, tened misericordia de los moribundos.
Corazón dolorido de María, sed consuelo de todos los agonizantes.


PRO ANIMABVS DEFVNCTORVM

De profundis clamavi ad te, Domine; Domine exaudi vocem meam.
Fiant aures tuae intendentes in vocem deprecationis meae.
Si iniquitates observaveris,Domine, Domine, quis sustinebit?
Quis apud te propitiatio est, et propter legem tuam, sustinui te, Domine.
Sustinuit anima mea in verbo eius; speravit anima mea in Domino.
A custodia matutina usque ad noctem, sperat Israel in Domino.
Quia apud Dominum misericordia, et copiosa apud eum redemptio.
Et ipse redimet Israel ex omnibus iniquitatibus eius.


V. Requiem æternam dona eis, Domine.R. Et lux perpetua luceat eis.V. Requiescant in pace.R. Amen.
Desde lo más profundo, yo clamo a ti, Señor, oye mi llamada.
Inclina tus piadosos oídos hacia mí y acoge mis súplicas.
Porque, si miras todos los pecados e injusticias cometidos, quién, Señor, podrá permanecer delante de Ti?
Por muy grandes que sean nuestros pecados la gracia de Dios es mucho mayor;Su mano nunca deja de ayudar por muy grande que sea el daño.Él solo es el buen pastor que redimirá a Israel de todos sus pecados.

V. Dadles, Señor, el descanso eterno.
R. Y que la luz perpetua les alumbre.
V. Que descansen en paz.
R. Amén.

Primer Jueves de mes: Jueves sacerdotal



Rogier van der Weyden: Tríptico de los Siete Sacramentos


El Jueves es el día tradicionalmente dedicado a recordar a los sagrados ministros de Dios al haber Nuestro Señor Jesucristo instituido el Jueves Santo el Sacerdocio juntamente con la Eucaristía. Práctica particularmente laudable es la de los Primeros Jueves de Mes, en el que se hacen especiales ejercicios de piedad para pedir por los sacerdotes y religiosos, así como por las vocaciones para que el Señor envíe operarios a su mies y extiendan su Reino en el mundo entero (por lo que también se elevan preces especialmente por los misioneros católicos).

El Sacerdocio está en función de la Misa y ésta, que es el sacrificio eucarístico, es el culmen de la vida espiritual del cristiano. De la Eucaristía dimana la eficacia de todos los demás sacramentos, por lo cual se la llama “magnum mysterium” o “mysterium fidei”, es decir, el gran sacramento, el sacramento o misterio de la Fe. El Sacerdocio, pues, es clave en la Iglesia. Los sacerdotes quiere San Pablo que sean considerados como:“ministros Christi et dispensatores mysteriorum Dei”. El sacerdote católico es, en razón de ello, sacrificador y santificador: ofrece la Santa Misa como sacrificio propiciatorio por vivos y difuntos y administra los Sacramentos, que son los medios ordinarios y seguros de la salvación.

El sacerdote tiene la gracia unitiva, que es la particular del sacramento del orden. Éste imprime en él un carácter indeleble y lo configura con Jesucristo para que actúe en su nombre y persona. Cuando el sacerdote ofrece su misa es Cristo quien ofrece; cuando absuelve de los pecados en el tribunal de la penitencia, es Cristo el que perdona. Ese carácter sacramental y esa configuración con Jesucristo hacen que el sacerdote no sea “un hombre como todos los demás”, sino que tenga un plus ontológico que lo distingue del resto de los hombres. Tras recibir la ordenación presbiteral, el nuevo sacerdote ya no es simplemente hombre, sino que es hombre-sacerdote.

De aquí se deduce que el sacerdocio ministerial es esencialmente distinto del sacerdocio común de todos los bautizados. No es una diferencia de grado, sino cualitativa y substancial. Y, como el sacerdote ordenado tiene un carácter indeleble que lo hace ontológicamente hombre-sacerdote, su ministerio implica una forma y estado de vida y no un ejercicio transitorio. No se puede ser, como hoy en día se pretende, una suerte de “sacerdote a tiempo parcial”, un simple funcionario de lo sagrado sujeto a nómina y a horarios. El sacerdote lo es las veinticuatro horas de cada día de su existencia aunque no se encuentre ejerciendo su sacerdocio. Y seguirá siendo sacerdote por toda la eternidad, ya sea que se salve o que tenga la desgracia de condenarse.

Sin los sacerdotes estaríamos desamparados espiritualmente. No tendríamos la misa ni los sacramentos, es decir que no dispondríamos de los medios ordinarios para salvarnos. La vida católica no podría desarrollarse normalmente sin ellos. Allí donde han faltado o faltan por diversas circunstancias (por falta de clero, por persecución, por abandono) los fieles sufren y languidecen espiritualmente, aunque ciertamente Dios no abandona a sus hijos. Por eso es tan importante rezar por las vocaciones y por la santificación y perseverancia del clero. Para que haya muchos sacerdotes que santifiquen al pueblo de Dios y lleven las almas al cielo. La santidad no es indispensable para que el sacerdote católico ejerza eficazmente su ministerio, ¡afortunadamente! Nuestra salvación no depende de la bondad o maldad de los sacerdotes, que no son sino los instrumentos a través de los cuales Jesucristo actúa: ya darán cuenta a Dios de su vida personal. Pero qué duda cabe que un sacerdote santo edifica, consuela y llama a la santidad.

El quinto precepto general de la Santa Madre Iglesia manda “contribuir al sostenimiento de la Iglesia de Dios” (antiguamente se decía “pagar los diezmos y las primicias”, que viene a ser lo mismo). Quiere decir que los fieles tenemos el deber de mantener el culto católico y a sus ministros, que es por quienes nos viene la gracia. Es natural, pues como dice San Pablo:“tiene el operario derecho a su salario” y los sacerdotes son los operarios de la viña del Señor. También dice el Apóstol de las Gentes que “quien sirve el altar que viva del altar”, por lo cual los sacerdotes, que son los ministros del altar tienen el derecho a vivir de él, del cual, por cierto, nos beneficiamos todos.

Ahora bien, contribuir al sostenimiento de la Iglesia se hace de dos maneras: material y espiritualmente. Se contribuye materialmente aportando dinero, bienes y trabajo en la medida de las posibilidades reales de cada quien. Debemos considerar siempre si en conciencia hacemos todo lo que podemos. Muchas veces no somos generosos con la Iglesia mientras somos capaces de gastarnos dinerales en caprichos, vicios o cosas superfluas. Tengamos siempre en cuenta que, como pasa con nosotros, los sacerdotes no viven del aire y que tienen necesidad de nuestra asistencia material. A cambio ellos nos dan los medios de salvación. Realmente, salimos ganando siempre porque los fieles les damos bienes perecederos, mientras ellos nos dan la posibilidad de ganar el bien duradero de la vida eterna.

Pero también espiritualmente podemos sostener a la Iglesia y a sus ministros: encargando misas, ofreciendo nuestras oraciones y difundiendo propaganda a favor de las vocaciones. En esta categoría de limosna entra la práctica de los Primeros Jueves de mes, en los cuales invertimos una pequeña parte de nuestro tiempo para orar por los sacerdotes, religiosos, vocaciones y misiones, es decir, para mantener vivo el organismo de nuestra religión. Acostumbrémonos a santificar los Jueves Sacerdotales ofreciendo en ellos nuestras preces y nuestros pensamientos, participando de las funciones que se organizan en las parroquias o desde casa si no podemos estar en ellas presentes. Es la mejor manera de preparar el Primer Viernes, consagrado al corazón Divino según el cual queremos que sean nuestros sacerdotes. También para preparar el Primer Sábado en honor del Corazón inmaculado de María, modelo de almas consagradas.

Ofrecemos unas cuantas sugerencias sobre el modo práctico de hacer el Jueves Sacerdotal:

1. Exposición del Santísimo Sacramento
2. Rosario meditado
3. Preces por los Sacerdotes, religiosos y religiosas
4. Preces para pedir vocaciones
5. Preces por las misiones
6. Reserva y bendición con el Santísimo Sacramento.
7. Misa votiva de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.



Oración del Venerable Pío XII por los sacerdotes

Oh Jesús, Pontífice Eterno, Buen Pastor, Fuente de vida, que por singular generosidad de vuestro dulcísimo Corazón nos habéis dado a nuestros sacerdotes para que podamos cumplir plenamente los designios de santificación que vuestra gracia inspira en nuestras almas; os suplicamos: venid y ayudadlos con vuestra asistencia misericordiosa.

Sed para ellos, oh Jesús, fe viva en sus obras, esperanza inquebrantable en las pruebas, caridad ardiente en sus propósitos. Que vuestra Palabra, rayo de la eterna Sabiduría, sea, por la constante meditación, el alimento diario de su vida interior. Que el ejemplo de vuestra vida y Pasión se renueve en su conducta y en sus sufrimientos para enseñanza nuestra, y alivio y sostén en nuestras penas.

Concededles, oh Señor, desprendimiento de todo interés terreno y que sólo busquen vuestra mayor gloria. Concededles ser fieles a sus obligaciones con pura conciencia hasta el postrer aliento. Y cuando con la muerte del cuerpo entreguen en vuestras manos la tarea bien cumplida, dadles, Jesús, Vos que fuisteis su Maestro en la tierra, la recompensa eterna: la corona de justicia en el esplendor de los santos. Amén.


Preces litánicas por los sacerdotes


Padre nuestro, que estás en los cielos:

V. Para que sea santificado tu nombre:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que venga a nosotros tu reino:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que tu voluntad sea hecha en la tierra como en el cielo:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que no nos falte el pan espiritual de tu Palabra ni el Divino Pan Eucarístico cada día:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que en tu nombre perdonen nuestros pecados:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que nos enseñen a perdonar las ofensas:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que nos auxilien en la lucha contra las tentaciones,
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que nos ayuden a librarnos del mal, sobre todo en la hora de la muerte:
R. Danos sacerdotes santos.




Oración del Venerable Pío XII
por las vocaciones sacerdotales y religiosas

Señor Jesús, Supremo Sacerdote y Pastor universal, que nos habéis enseñado a rezar diciendo: “Rogad al dueño de la mies que envíe operarios a su mies” (Mat. IX, 38), escuchad con benevolencia nuestras súplicas, y suscitad un gran número de almas generosas que, animadas por vuestro ejemplo y sostenidos por vuestra gracia, aspiren a ser los ministros y los continuadores de vuestro verdadero y único sacerdocio.

Haced que las trampas y calumnias del enemigo malo, secundado por el espíritu indiferente y materialista del mundo, no obscurezcan entre los fieles el sublime esplendor y la profunda estima debida a la misión de aquellos que, sin ser del mundo, viven en el mundo, para ser los dispensadores de los divinos misterios. Haced que, para preparar buenas vocaciones, continúen promoviéndose en la juventud la instrucción religiosa, la piedad sincera, la pureza de la vida y el cultivo de las ideas más elevadas. Haced que, para secundarles, la familia cristiana, consciente del honor que significa destinar al Señor a algunos de sus retoños, no deje nunca de ser un vivero de almas puras y fervorosas. Haced que no falten nunca en tu Iglesia extendida por todo el mundo los medios necesarios para acoger, favorecer, formar y llevar a término las buenas vocaciones que se le ofrecen. Y, a fin de que todo ello se convierta en realidad, oh Jesús, que deseáis tanto el bien y la salvación de todos, haced que el poder irresistible de vuestra gracia no cese de bajar del cielo de modo que numerosas almas reciban vuestra llamada silenciosa, os den una respuesta generosa y perseveren, en fin, en vuestro santo servicio.

¿Acaso no os aflige, oh Señor, la visión de tantas muchedumbres semejantes a ovejas sin pastor, sin nadie que parta para ellas el pan de vuestra Palabra y las sacie con el agua de vuestra gracia, quedando así a merced de los lobos rapaces, que las acechan sin cesar? ¿No sufrís al contemplar tantos campos en los que aún no ha penetrado la reja del arado y donde crecen espinas y abrojos sin que nadie les dispute el terreno? ¿No os apena considerar tantos de vuestros jardines ayer floridos y frondosos y hoy en peligro de marchitarse y volverse áridos? ¿Permitiréis que la mies ya madura se disperse y se pierda a falta de brazos para cosecharla?

Oh María, Madre purísima, de cuyas piadosísimas manos hemos recibido al más santo de todos los sacerdotes; oh glorioso Patriarca San José, ejemplo perfecto de correspondencia a la llamada divina; oh santos sacerdotes, que en el cielo formáis alrededor del Cordero de Dios un coro de predilección; obtenednos numerosas y santas vocaciones, a fin de que el rebaño del Señor, protegido y guiado por pastores vigilantes y solícitos, pueda alcanzar el dulcísimo pasturaje de la bienaventuranza eterna. Amén.


Oración por los misioneros

Corazón de Jesús, tended una mirada hacia las tierras de infieles y hacia los trabajos de los misioneros, quienes, por vuestro amor y por el de las almas, tan preciosas para Vos, han abandonado su casa, su patria y sus afectos más íntimos. Bendecid sus trabajos y concededles la gracia de repartir el pan de la divina Palabra entre los mendigos de la Verdad. Hacedles sentir que Vos estáis con ellos en sus trabajos y preocupaciones, y dadles la gracia de perseverar hasta el fin en la vida de abnegación para la que los habéis escogido. Sagrado Corazón de Jesús, por amor de vuestra misma gloria, proteged y haced fructificar los esfuerzos de vuestros misioneros. Amén.



Ad vocationes sacerdotales et religiosas impetrandas


Domine Iesu Christe, Salvator mundi, per Cor tuum dulcissimum te suppliciter exoramus, ut gregem tuum, Pastor aeterne, in afflictione sua non deseras, sed Spiritum illum in eo resuscites, quem super Apostolos tuos tam abunde effudisti. Voca, quaesumus, quam plurimos ad statum sacerdotalem et religiosum, et quos elegeris tuae gloriae et salutis animarum zelus incendat, virtus sanctificet, Spiritus tuus contra adversa omnia confirmet. O Iesu, da nobis sacerdotes et religiosos secundum Cor tuum!


V. Respice de coelo et vide, et visita vineam istam.
R. Et perfice eam, quam plantavit dextera tua.

Oremus. Deus, qui omnes homines vis salvos fieri et ad agnitionem veritatis venire, mitte, quaesumus, operarios in messem tuam, et da eis cum omni fiducia loqui verbum tuum, ut sermus tuus currat et clarificetur; et omnes gentes cognoscant te solum Deum verum, et quem missisti Iesum Christum, Filium tuum, Dominum nostrum: Qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, per omnia saecula saeculorum. R. Amen.