sexta-feira, 17 de janeiro de 2014

Fr. Muratiel: el silencio, para nosotros, es como un camino, como un espacio de resurrección, veremos que las separaciones, los muros, también van cayendo.

Ef 2,11-17
Acordaos de que un tiempo vosotros, gentiles según la carne, llamados incircuncisos por la llamada circuncisión, que se hace en la carne, estuvisteis entonces sin Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel, extraños a las alianzas de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo; mientras que ahora, por Cristo Jesús, los que un tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo; pues El es nuestra paz, que hizo de los dos pueblos uno, derribando el muro de separación, la enemistad, anulando en su carne la Ley de los mandamientos formulada en decretos, para hacer en sí mismo de los dos un solo hombre nuevo, y estableciendo la paz y reconciliándolos a ambos en un solo cuerpo con Dios, por la cruz, dando muerte en sí mismo a la enemistad. Y viniendo nos anunció la paz a los de lejos y la paz a los de cerca.
 
En las horas de meditación, os habréis dado cuenta que en el silencio uno recibe muchas visitas. Nos visitan muchas ideas, nos visitan muchos conceptos, nos visitan muchos pensamientos, muchos recuerdos, muchas imaginaciones… es toda la estructura de nuestro pensamiento, de nuestra concepción de la vida la que muchas veces hace acto de presencia. Uno desearía que no hubiera nadie, pero resulta que en el silencio abundan las visitas, abundan las llamadas, abundan las urgencias.
En relación con la vida, podríamos decir que estas estructuras de nuestro pensamiento, a veces son las que crean grandes divisiones. Son las que dividen toda la raza humana. Nosotros somos tan ingenuos que damos mucha más importancia a las pequeñas diferencias; a la diferencia de un modo de concebir una cosa, a la diferencia de una ideología, de una interpretación, a la diferencia que pueda haber… hasta en el color de la piel. Y a todo esto le damos tanta importancia que realmente olvidamos que todos tenemos el mismo origen. Damos importancia a lo superficial, damos importancia a lo que está en la superficie, a lo que está en la periferia, a lo que es como la epidermis, el cutis, por así decir, de la vida y olvidamos que todos los hombres somos de la misma raza, de la misma raíz.


Esta estructura de nuestro pensamiento ha creado grandes divisiones, unos son musulmanes, otros protestantes, otros evangelistas, otros budistas… a veces uno piensa que realmente la vida no se puede dividir así, la vida no es musulmana, la vida no es budista, la vida no es protestante, la vida no es cristiana… la vida es mucho más que todo eso. Son unas barreras con las que nosotros hemos querido encasillar la vida y hemos afrontado la misma vida.


Pero resulta que todo eso son verdaderos muros que nos separan. Cuando concebimos las cosas así, resulta que en lugar de buscar lo más profundo, en lugar de ir más a lo hondo, más a lo que nos puede unir, nos hemos quedado en lo que nos puede separar, y así vamos estandarizando también los grupos, estandarizando también esta raza nuestra que no tiene nada más que un único origen.
Creo que el silencio es una buena ocasión para superar todas las barreras. El silencio es una buena gracia, una buena oportunidad para trascender todo lo que en la vida nos puede separar, todo lo que en la vida nos puede dividir, todo lo que en la vida nos puede aislar.


Es un pasaje bellísimo éste que acabamos de proclamar de la carta a los Efesios donde se dice sencillamente que Jesús se pasó la vida derribando muros, todo su trabajo, a tiempo completo, derribando muros de separación. El evangelio es un constante derribar murallas; la presencia de Jesús, la presencia del Señor es derribar. En la resurrección ya no hay muros, en la resurrección ya no hay murallas, ya no hay alambradas. Y el silencio, para nosotros, que es como un camino, como un espacio de resurrección, veremos que las separaciones, los muros, también van cayendo.
 
 
 
 
 

P. José María Alba Cereceda, S.J.: “hay fundamento serio y más que suficiente para poder creer en la realidad de las apariciones de la Virgen María a las cuatro niñas de San Sebastián de Garabandal”.

 

cerecedaP. José María Alba Cereceda, S.J.

Fundador de la Sociedad Misionera de Cristo Rey, fue también fundador de la Unión Seglar de San Antonio María Claret, de la Asociación de la Inmaculada y San Luis Gonzaga, del Colegio Corazón Inmaculado de María y de la Asociación María Reina y Madre. Cofundador de la Asociación de Sacerdotes y Religiosos de San Antonio María Claret y de la Hermandad Sacerdotal Española de San Juan de Ávila.
Falleció el 11 de enero de 2002 a la edad de 77 años.

El P. José Maria Alba Cereceda escribió un informe sobre algunas consideraciones de los hechos acaecidos en San Sebastián de Garabandal con fecha 22 de agosto de 1962.Según la valoración de los médicos es impensable una explicación psicológica o anormal, como tampoco algo comercial interesado, propagandístico, fraudulento en lo familiar o en la colectividad del pueblo.

Las reacciones psicológicas de las niñas son completamente normales, no hay nada de ficticio o superpuesto. No hay tampoco ningún indicio, según las reglas de discernimiento de espíritus de los grandes maestros del espíritu, de una posible inducción diabólica. Más bien se percibe un espíritu de humildad y pobreza, de piedad, sencillez austera, un gran sentido de iglesia y de obediencia. En resumen, en opinión del P. Alba “hay fundamento serio y más que suficiente para poder creer en la realidad de las apariciones de la Virgen María a las cuatro niñas de San Sebastián de Garabandal”.


Descargar pdfTexto completo del informe del P. José María Alba Cereceda, S.J.

Consideraciones sobre los hechos de S. Sebastián de Garabandal para el Dr. Purcernau, de Barcelona- Agosto 1962
Mi juicio personal de los hechos tal como me lo he formado hasta hoy:
La Santa Madre Iglesia Jerárquica es la única que puede darnos certeza completa de lo que puede significar religiosamente San Sebastián de Garabandal. Ella da aprobaciones permisivas o negativas como hace con tanta frecuencia o aprobaciones positivas. Sabiamente la iglesia no tiene prisa y espera el paso del tiempo. Pero nosotros con bien intencionados esfuerzos podemos ayudar y facilitar el camino a la decisión de la Jerarquía. En todo caso nuestras desviaciones o errores no serán mas que de personas privadas sin más consecuencias. Pero por nuestra parte es necesario también arriesgarse a juzgar y a formar de manera razonada nuestro juicio y a exponer nuestros personales puntos de vista; muchas veces lo pedirá la misma caridad.LEER MÁS...

Encontrar el camino del propio corazón. Es en él donde se realiza el encuentro profundo de silencio y de amor con la Trinidad

Orar es vivir en comunión con Dios Padre.


Es vivir a Dios como Padre y comunicarnos con Él desde nuestra propia vida y en los momentos en los que explícitamente nos reservamos para dialogar con Él.


Los niños no necesitan ninguna escuela para aprender a hablar con sus padres. Comienzan a entablar un auténtico "diálogo" con quienes les han dado vida. Primeramente lo hacen a través de la mirada y la sonrisa. Después, poco a poco, por medio de palabras balbucientes, "a medio decir". Más adelante hablan. Nadie les enseña, lo van aprendiendo en la vida.


Por ello se cuestiona el hecho de plantear una escuela de oración, y más aún si lo que se pretende es buscar una escuela de contemplación. ¿Tiene sentido hacerlo? ¿No es acaso algo que se va aprendiendo espontáneamente al vivir y expresar la fe, la esperanza y el amor como actitudes esenciales de nuestra relación con Dios? ¿Qué es, pues, lo que justifica una escuela de contemplación?


Empezaremos diciendo que hay muchos cristianos que oran sin saberlo, y que viven la contemplación de modo inconsciente. Su vida de fe es sincera y profunda, su relación con Dios es constante e ininterrumpida. Va más allá de las palabras o del silencio. Viven la oración como un don gratuito del Espíritu Santo. Es algo espontáneo connatural a su vida de fe.


Pero también es cierto que hay cristianos que desconocen la necesidad vital de orar siempre y en todo lugar, o no saben cómo hacerlo, o no lo valoran porque no han tenido la ocasión de explicitar lo que viven en su corazón creyente.


Otros cristianos necesitan encontrar caminos para la expresión de su vida de fe, expresión que nace del hecho de creer y que, a su vez, alimenta la fe, y con ella la esperanza-confianza en Dios y el amor a los hermanos y al mismo Dios Padre.


Por otra parte se desconoce la posibilidad de vivir una vida de profunda contemplación. Es la oración profunda que se traduce en una actitud orante en la propia vida. Es la oración ininterrumpida del alma. Es un don del Espíritu Santo que lleva al creyente a orar desde el silencio que es fuente de comunión interior con el Señor.


Hemos de valorar la oportunidad que tenemos de ofrecer a los que sienten la llamada a la oración unas sendas y pasos seguros para vivirla a fondo, con una disponibilidad total y plena a la acción del Espíritu.





El primer paso consiste en encontrar el camino del propio corazón. Es en él donde se realiza el encuentro profundo de silencio y de amor con la Trinidad, encuentro que se nos da como don del Espíritu Santo: es la contemplación.


Dios está presente en la naturaleza y en la vida, Dios está en todo. Ahí comienza una primera posibilidad de oración. Es una forma de orar elemental pero imprescindible. A partir de esta presencia divina de inmensidad podemos decir que orar es vivir la presencia, ser conscientes de esta presencia amorosa del Padre en la vida. Oramos con la simplicidad que supone percibir a Dios presente en todo. En el silencio y desde el silencio nos comunicamos con Él, siempre presente, con su inmensidad de amor. Bastará decirnos: "Dios está en todo. Dios está en mí". Es una primera oración.


El Espíritu Santo, es quien invita al creyente a "cruzar" la puerta de la propia interioridad. Es importante destacar que no es fácil descubrir la necesidad de "cruzar" esta puerta. La vida tal como está planteada hoy, lleva al hombre a vivir volcado en las sensaciones exteriores, los ruidos, las prisas. Muchos hombres de hoy viven el desequilibrio que provoca este problema. Les cuesta encontrarse con su propio interior, tienen miedo a encontrarse con su propio silencio o con el "vacío" de la propia interioridad. Por ello la acción del Espíritu Santo invitando, o empujando, al creyente a caminar hacia el propio corazón es una gracia muy especial. Más aún, es una gracia necesaria e imprescindible. No es sólo un problema de tiempo o de descubrimiento de la necesidad de orar. El Espíritu Santo nos ayudará a vencer los miedos y la tentación de huir de nosotros mismos. No puede orar, aunque sea muy "rezador", quien no traspase esta puerta de la interioridad del corazón.
 

Fr.Muatiel : el silencio es la liberación de ese Dios que está escondido, que está oculto en nuestro corazón.

LLlLlllO QUE BROTA DEL SILENCIO
Y la esperanza
no quedará confundida,
pues
el amor de Dios
se ha derramado
en nuestros corazones
por virtud
del Espíritu Santo,
que nos
ha sido dado.
(Rm 5,5)



Es el silencio el que nos conduce, el que permite que lo de dentro… lo que ha sido derramado empiece a fluir. No hay que infiltrar, hay que permitir que salga, no hay que infiltrar el amor, el amor ya ha sido derramado, no hay que introducir nada, no hay que meter nada. El amor ya está ahí. Lo decía muy bellamente y muy brevemente San Pablo: “el amor ha sido derramado en nuestros corazones”.
¿Qué pasa? Que a veces el amor está ahí como que oculto, como que tapado, como que blindado, herméticamente cerrado porque no le permitimos brotar, no le permitimos manar, emerger. Lo nuestro es permitir que brote, lo de dentro siempre es inédito.

Un día os decía que el silencio siempre es inédito, no lo que me escucháis a mí, sino lo que brota de vuestro corazón, porque lo bueno de una aventura espiritual no es lo que… en el camino alguien nos dice, sino lo que nosotros vamos permitiendo que brote de ese amor que ha sido derramado en nuestro corazón.

Y siempre es nuevo, siempre es algo inédito, como el agua que brota de una fuente, siempre es inédita,

siempre es nueva el agua.

La luz que nos llega del sol también es nueva.


Una de las gracias del silencio es permitir que brote el amor que va derramado en nosotros.


- Extraído de un encuentro.

VOCACIÓN SILENCIOSA
VOCACIÓN SILENCIOSA
Cada uno tiene su modo de andar. Cada uno tenemos nuestro paso, cada uno tenemos nuestro ritmo y el saber respetar el ritmo del otro y el saber respetar la natura del otro pues, es un artículo de primera necesidad, en una andadura que por otra parte podemos hacer en compañía de alguien. Y por eso no hay dos modos iguales de subir.
Felizmente Dios no se ha agotado ni en nuestro Padre, ni en San Juan de la Cruz, ni en Santa Teresa, ni en Santa Catalina… Dios no se ha agotado. Los modos de acercarnos a su misterio son… inacabables, quizás el pretender imitar, pues sea… no un acierto, sino un desacierto, hay que dejar que lo de dentro fluya, que lo de dentro salga y entonces saldrá la originalidad, lo singular de cada uno.
Hay una palabra que es muy frecuente en el campo religioso, me refiero a la palabra interiorizar. Hoy se usa mucho esta palabra. Os confieso que siempre me suena como que tuviéramos que meter algo dentro. -Vamos a interiorizar este salmo- y entonces como que el salmo hubiera que infiltrarlo. Si es todo lo contrario, es al revés. Hay que permitir que el salmo de cada uno aflore, que el canto de cada uno salga. No hay que meter nada dentro, porque todo está ya dentro. Lo nuestro es permitir que lo de dentro pueda emerger y pueda fluir. Por eso os decía que el silencio es la liberación de ese Dios que está escondido, que está oculto en nuestro corazón.
Una aventura espiritual no es para colectivos, no es para una agrupación,
no es para un gremio… ¡no!. Pues ahora todos andar por aquí, pues ahora todo este grupo,
todo este gremio… toda esta institución… pues no!, no es para colectividades es para individualidades,
cada uno es el que tiene que tomar la decisión,
cada uno es el que debe sentirse convocado y llamado.
No es que nosotros hayamos elegido el silencio,
sino que es el silencio el que nos ha elegido. Que es distinto.
Es el silencio.
Es una vocación silenciosa la que ha llamado al corazón y
nos ha traído a andar por aquí. Sencillamente. Pero, a veces,
este afán colectivista nos lleva a esto… como si fuera para las naciones,
para todo un grupo, para toda una institución o para toda una religión y no!…
cada uno tiene que ver en su sinceridad y en su transparencia
el camino del Señor.

Y saber una cosa muy sencilla:
que el hombre se hace a si mismo, cuando regresa a si mismo.
El hombre se hace cuando vuelve a su corazón.
Hoy se habla mucho de realizarse… pues el hombre se realiza cuando regresa a su corazón.
El hombre se realiza, como el hijo pródigo, que por fin regresa… ¡me levantaré e iré a mi padre!
En realidad el silencio es ir a nuestro Padre, a nuestro Padre que es el origen de la vida.
Y saber una cosa muy sencilla:
que el hombre se hace a si mismo, cuando regresa a si mismo.
El hombre se hace cuando vuelve a su corazón.
Hoy se habla mucho de realizarse… pues el hombre se realiza cuando regresa a su corazón.
El hombre se realiza, como el hijo pródigo, que por fin regresa… ¡me levantaré e iré a mi padre!
En realidad el silencio es ir a nuestro Padre, a nuestro Padre que es el origen de la vida.
- Extraído de un encuentro.
 
http://www.dominicos.org/

quinta-feira, 16 de janeiro de 2014

Fr. Muratiel: Si no hacemos el esfuerzo por estar presentes a nosotros mismos en todo momento, corremos el riesgo de no escuchar a quien nos llama por nuestro nombre.

http://www.dominicos.org/manresa/silencio/paginesSilenci/EscritoEnTiEstaLaFuenteDeLaVida.htm

EN TI ESTÁ LA FUENTE DE LA VIDA

Venir a este mundo, marchar de él, no depende de nosotros. Sin embargo, interesados por satisfacer las exigencias inmediatas, nos olvidamos de nuestra condición de peregrinos, de seres de paso.
El excesivo cuidado por realizar la imagen social, el responder a lo que se espera de nosotros, el afán de llenar los deseos que vemos como imperativos, ponen en peligro nuestra verdadera vida, la que nos ofrece cada instante la que está presente en lo más profundo de nuestro ser.
Si no hacemos el esfuerzo por estar presentes a nosotros mismos en todo momento, corremos el riesgo de no escuchar a quien nos llama por nuestro nombre.
Muchos deseos nos conducen hacia el porvenir, muchos miedos nos retienen como prisioneros del pasado. Y el presente que es siempre momento de gracia, no puede desarrollarse y alcanzar plenitud, “¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?”.
Ningún deseo, ningún temor, ninguna inquietud pueden alargar por un instante nuestra vida. La vida nos es dada.
Por la vida podemos entrar en relación íntima y consciente con el que es fuente de vida.
Reconocer o negar esta comunión con la vida, es aceptar o rechazar la dependencia que nos hace existir. Esto no tiene nada de opresivo. La revelación de Jesucristo es determinante: nos revela que Dios es amor, que Dios es comunión. Entrar progresivamente en esta relación de comunión, madurar como el racimo de la uva al pie de la cepa, es una experiencia de liberación que sobrepasa todo conocimiento.
 

Acción Litúrgica supera un millón de visitas . Agradecemos a este Blog o amor e dediacação à difusão da Missa Gregoriana no mundo, mostrando o encanto, a beleza e a sacralidade da mesma.

Obispo de Bridgeport con la Liturgia tradicional



El afecto por la tradición litúrgica de la Iglesia honra a Monseñor Frank Joseph Caggiano. Un joven prelado que fue nombrado Obispo Auxiliar de Brooklyn por el Papa Benedicto XVI. Y al que el Papa Francisco ha nombrado recientemente Obispo de Bridgeport, en Connecticut, Estados Unidos.

El nuevo Obispo de Bridgeport acudió el pasado 5 de enero a la iglesia de Santa María, en Norwalk, donde bendijo el templo recién restaurado, y asistió pontificalmente a la Santa Misa solemne con la forma extraordinaria del Rito Romano.








fr.Muratiel: Dios permite todas las aflicciones para facilitar al hombre encontrarle dentro de sí mismo.

SOBREVINO UNA FUERTE HAMBRE EN AQUELLA TIERRA

Al silencio se suele llegar después de haber tanteado y ensayado otros caminos. Es el silencio, la alternativa, cuando otra salida u otro camino se ve como imposible.
Es el sufrimiento el que abre las puertas de lo invisible, dilata el campo de nuestra mirada, y se produce un despertar. Se accede por ese peldaño a una vida más luminosa, como si fuera un amanecer.
En el dolor de un callejón sin salida está el germen de otra vida. El hijo pródigo vuelve en sí, a su casa, al verse en las últimas. Es el dolor como un fermento espiritual y así el interior, el volver en sí, el despertar es el futuro del silencio. Dios mismo es el fruto del silencio.
Es un sufrimiento por gravitar en la superficie de las cosas y no en el centro; es un sufrimiento por vivir fuera de sí, fuera del corazón, fuera de la casa.
El dolor es como un gran maestro, admirable maestro. Porque no enseña nada. Tan sólo despierta, abre, nos dispone.
El silencio es mejor que ninguna otra tarea, el que nos permite abrirnos a la verdad, sin disimulos y sin ficción. Así el silencio, es capacidad de ser. Más, es ser, sencillamente ser.
En las horas de cierta angustia, y hasta de desesperación, puede quebrarse algo y surgir el flujo de ciertos niveles más hondos que ignorábamos. Ese dolor nos puede abrir a la plenitud, al horadar las capas que nos separan de dentro.
La pedagogía del dolor busca reavivar la otra dimensión, la interioridad. Vivimos tan cargados de conceptos, tan atiborrados de pensamientos, que no permiten que el otro lado se abra y se despierte. Pero la desintoxicación es dolorosa: quitar lo que enmascara la verdad puede ser peligroso. Este dolor libera la salud.
Siempre la maduración va acompañada de un cierto descubrimiento, pero también hay un gozo. En este paso de lo sombrío, de la pluralidad a la unidad hay una inefable alegría.
El paso es una ruptura. Y por eso duele; es un verdadero desgarro. Pero el abandono y el despojo son madurez y eternidad.
Quedar sin imágenes, sin pensamientos, es como quedarse en el vacío, en la soledad, al no estar ya ligado a nada. Pero el desprendimiento de toda imagen de Dios puede ser el hallazgo del verdadero Dios.
El silencio puede surgir en la crisis, en el desajuste, en el desequilibrio, que es una especie de coma psíquico. Tanto, que uno busca a la desesperada el sosiego y la paz, y el silencio se hace presente como una alternativa insustituible.
Dios permite todas las aflicciones para facilitar al hombre encontrarle dentro de sí mismo. El hombre acostumbra buscar a Dios fuera, en la exterioridad, en los objetos. Y lo hace hasta la fatiga, hasta el agotamiento. Y es ahí mismo, cuando al no hallarlo, se le ofrece la oportunidad de regresar a su corazón. Ahí en el puro silencio se celebra el encuentro, sin mediaciones. Es el maravilloso cara a cara.
 

FR. MURATIEL: Todo se hizo de la nada , De la nada de tus deseos.

Todo se hizo de la nada
De la nada de tus deseos.

De la nada de tus proyectos, de tus reconocimientos.

De la nada de tus valoraciones, de tus egoísmos.
(...)

quarta-feira, 15 de janeiro de 2014

NOTA UFFICIALE SUL DISAGIO SPIRITUALE E PASTORALE DEI FEDELI PRIVI DELL’APPLICAZIONE DEL SUMMORUM PONTIFICUM IN ITALIA IN QUESTO INIZIO DEL 2014

Riportiamo la Nota Ufficiale pubblicata il 10 gennaio 2014 da Segreteria Generale. Con questa notizia iniziamo il monitoraggio dell'intera situazione, cercando di seguire uno per uno i casi dei centri di culto tradizionale soppressi, perorando il ripristino della cura pastorale secondo le aspettative dei molti fedeli rimasti privi del Rito Antiquior da loro seguito, anche e non solo ai sensi del motu proprio Summorum Pontificum.

Il Coordinamento Nazionale del Summorum Pontificum desidera richiamare nuovamente l’attenzione dei fedeli e di quanti – religiosi e laici – hanno a cuore la piena e pacifica applicazione del Motu Proprio Summorum Pontificum, sulle situazioni di grave disagio spirituale e pastorale dovute alla soppressione di numerose regolari celebrazioni della Santa Messa nella forma straordinaria del rito romano finora assicurate dai Frati Francescani dell’Immacolata. In tal modo, il Coordinamento intende dar voce ai fedeli che hanno subito incolpevolmente la perdita di tante S. Messe, affinché non venga loro negata la cura pastorale che essi filialmente attendono dalla Chiesa.

In proposito, è inevitabile rilevare, purtroppo, che le preoccupazioni espresse dal Coordinamento nella sua precedente nota del 31 luglio scorso hanno trovato ampia conferma. Nelle ultime settimane il Coordinamento ha cercato di raccogliere utili informazioni in ordine a tale doloroso problema, ed ha potuto così appurare che all’11 luglio 2013 (quando, per effetto del noto Decreto della Congregatio Pro Institutis Vitae Consecratae et Societatibus Vitae Apostolicae, sono state sospese tutte le celebrazioni officiate dai Frati Francescani dell’Immacolata) la S. Messa tradizionale risultava celebrata – almeno settimanalmente, ma spesso quotidianamente – pressoché in tutte le 27 Case dell’Istituto (ci si riferisce, ovviamente, alle sole Case ubicate in Italia). Inoltre, essa era celebrata presso le parrocchie affidate ai Frati: si segnalano, in particolare, le parrocchie di Ognissanti a Firenze, di S. Spirito a Ferrara, di S. Maria Maggiore a Trieste, di S. Domenico a Teramo. Infine, la S. Messa era presente presso il Santuario della B. V. Addolorata di Campocavallo (AN), il Seminario di Sassoferrato (AN), nonché presso la Chiesa di Santa Maria Annunziata in Borgo a Roma (la “Nunziatina”). In totale, dunque, circa 33 celebrazioni regolari della S. Messa tradizionale. Oggi, a quanto risulta al Coordinamento, la celebrazione è cessata presso tutte le Case conventuali (tre delle quali, tra l’altro, sono state chiuse, così come il Seminario di Sassoferrato), poiché – sempre a quanto consti – non è stata concessa dal Commissario Apostolico la necessaria autorizzazione. È altresì cessata presso le parrocchie di Ferrara e di Trieste, nonché presso la Nunziatina; mentre permane presso le parrocchie di Ognissanti a Firenze e di S. Domenico a Teramo, e presso il Santuario di Campocavallo. Su circa 33 S. Messe, dunque, ne sopravvivono – per quanto risulta al Coordinamento – soltanto 3.

A fronte di ciò, sono segnalate anche ulteriori soppressioni di regolari celebrazioni della Santa Messa tradizionale; soppressioni che – intervenute per decisione, talora improvvisa ed inattesa, delle competenti Autorità – non sembrano trovare motivo né nel disinteresse dei fedeli (i quali, anzi, ne risultano dolorosamente sorpresi), né in particolari esigenze pratiche o organizzative. In questo quadro, si segnala come tristemente emblematica la soppressione della S. Messa celebrata con costante regolarità sin dal 2001 il primo sabato di ogni mese nella Cappella Cesi della Basilica di Santa Maria Maggiore in Roma. Il Coordinamento, preso atto della mancanza di qualunque comunicazione ufficiale in merito alla questione, con nota del proprio promotore per il Lazio inoltrata alla Basilica nei giorni scorsi, ha chiesto di sapere se si tratti di una soppressione definitiva o di una sospensione temporanea, e quali siano le ragioni della decisione assunta, e resta in fiduciosa attesa di tali chiarimenti.

Con la soppressione per così dire unilaterale di tante celebrazioni, sono state tristemente colpite la sensibilità e la serenità spirituali dei numerosi fedeli che, in piena obbedienza alla Santa Chiesa, e confortati dalla protezione del diritto, trovavano nella viva partecipazione alla S. Messa celebrata secondo il Messale promulgato da S. Pio V e nuovamente edito dal B. Giovanni XXIII – il quale “ob venerabilem et antiquum eius usum debito gaudeat honore”[1] – il proprio insostituibile nutrimento spirituale, ed “una forma, particolarmente appropriata per loro, di incontro con il Mistero della Santissima Eucaristia”[2]. Il sentimento di aspra privazione che colpisce tutti questi fedeli, richiama alla mente le illuminate parole di S.S. Benedetto XVI: “ciò che per le generazioni anteriori era sacro, anche per noi resta sacro e grande, e non può essere improvvisamente del tutto proibito o, addirittura, giudicato dannoso”[3]. È ugualmente dolorosa la sensazione, spesso suscitata dalle recenti vicende, che, attraverso la soppressione di tante celebrazioni, già felicemente inserite nella vita pastorale di più d’una comunità parrocchiale, o fruttuosamente inquadrate nella vita liturgica delle chiese principali onde “Liturgiam Romanam in Antiquiori Usu, prout pretiosum thesaurum servandum, omnibus largire fidelibus”[4], si voglia come allontanare la S. Messa tradizionale dal cuore pulsante della Chiesa, e creare una sorta di periferia liturgica per quei fedeli – quasi fedeli “di serie B” – che amano la S. Messa di San Pio V e vi vedono la mirabile espressione della fede cattolica tutta intera.

Il Coordinamento Nazionale del Summorum Pontificum rinnova dunque il proprio accorato appello ai Pastori della Chiesa, perché, con paterna sollecitudine, vogliano assicurare la ripresa della regolare celebrazione delle SS. Messe recentemente soppresse, affinché quanti ne avvertono la spirituale esigenza possano continuare a vivere la loro fede al ritmo della forma straordinaria della Sacra Liturgia: l’uso della Liturgia tradizionale, infatti, è una facoltà elargita per il bene dei fedeli, da interpretare in senso favorevole ai fedeli stessi, che ne sono i principali destinatari[5].

Piacenza, 13.1.2014

[1] “Deve essere tenuto nel debito onore per il suo uso venerabile e antico”. Motu Proprio Summorum Pontificum, art. 1.

[2] S.S. Benedetto XVI, Lettera ai Vescovi di tutto il mondo per presentare il “Motu Proprio” sull’uso della Liturgia Romana anteriore alla riforma del 1970.

[3] S.S. Benedetto XVI, Lettera ai Vescovi di tutto il mondo per presentare il “Motu Proprio” sull’uso della Liturgia Romana anteriore alla riforma del 1970.

[4] “Offrire a tutti i fedeli la Liturgia Romana nell’Usus Antiquior, considerata tesoro prezioso da conservare”. Istruzione Universae Ecclesiae, 8, a).

[5] Cfr. Istruzione Universae Ecclesiae, 8, b): “(…) considerando ipsum Usum Liturgiae Romanae anno 1962 vigentem esse facultatem ad bonum fidelium datam, ac proinde in favorem fidelium benigne esse interpretandam, quibus praecipue destinatur”.

The Franciscans of the Immaculate under visitation



Il Coordinamento Nazionale del Summorum Pontificum reports that out of 33 sites where the Franciscans of the Immaculate had offered the Traditional Latin Mass daily or weekly before July 11, only 3 still have this Mass.

More specifically, the Vetus Ordo had been said daily, or at least weekly, in almost all the houses of the Franciscan Friars of the Immaculate in Italy. In addition, it was celebrated in parishes entrusted to the friars, namely, the parishes of All Saints' (Ognissanti) in Florence, Santo Spirito in Ferrara, S. Maria Maggiore in Trieste and S. Domenico in Teramo. The Vetus Ordo was also celebrated by the friars in the Santuario della B. V. Addolorata in Campocavallo, the FI's Seminary in Sassoferrato, and in Santa Maria Annunziata in Borgo in Rome (the Nunziatina).

After July 11, by order of the Apostolic Commissioner, the Seminary in Sassoferrato was closed (as Rorate earlier reported) and another three houses suppressed (in the Diocese of Albenga-Imperia, where the bishop had tried to support the friars in trying to retain the Traditional Latin Mass, as reported in numerous sources). In the remaining places where the FI had offered the Vetus Ordo before July 11, only the Ognissanti in Florence, S. Domenico in Teramo, and the Santuario della B. V. Addolorata in Campocavallo still have them. Requests to continue the celebration of the Vetus Ordo in the other sites were refused by the Apostolic Commissioner.

A brief English notice relaying the same news can be found here; this page also appeals to readers for information on the state of TLM sites formerly run by the FI in countries outside of Italy.

Please, also send this information or corrections to Rorate for a fair and accurate future report on the status of FI-kept Traditional Masses in Italy and throughout the world.
 

segunda-feira, 13 de janeiro de 2014

Fr.Muratiel: Es el silencio un lugar para encontrarse, descansar, reobrarse, amar, crecer.


HABITARÉ SIEMPRE EN TU MORADA
Sl 60,5

 

Hay muchos espacios. Existe el espacio físico, el espacio social, el espacio ideológico, el espacio artístico. Y otro más: el mar, el cielo, la llanura, el valle, la sierra. Todavía se puede hallar el espacio espiritual un espacio silencioso. Es el silencio un lugar para encontrarse, descansar, reobrarse, amar, crecer.
El espacio silencioso no necesita decoración ninguna, ningún adorno: ni alfombras, ni murales, ni biblioteca, ni chimenea, ni muebles. No es para contemplar sino para albergar otra presencia, a caso imprevisible.
Este albergue es el silencio; un silencio que surge el poner fin a todas las voces de afuera, de las zonas más superficiales. Porque el silencio no es lo que se toca, o se ve; no entra por los sentidos sino que es el espacio donde la presencia se muestra y se hace evidente.
En el silencio lo visible se disipa, y lo invisible se puede volver visible. Es un espacio, el silencio, donde amanecen huellas de la presencia íntima.
El silencio hace del corazón un lugar de revelación, no del entorno que nos circunda, sino del mundo que se aloja dentro. Es la explosión de lo oculto, de lo hospedado en la interioridad; es el descubrimiento, la reconquista de lo que ya va con nosotros.
Al alejarnos del exterior recobramos la mirada primitiva, la mirada original de nuestro corazón, los ojos del hijo que somos, del amor que nos da a luz.
El que mora en el silencio es insumiso a lo establecido, indomable al atare a una tradición, y a la vez a lo verdadero.
Es, en el silencio, una morada sin deshechos, sin memoria, sin residuos. Por eso nos regala, el silencio, una coherente unidad de visión. En ese espacio uno se siente configurado por la exterioridad, pues no está construido de fuera a dentro, de arriba a bajo, lo que nos daría una casa sin honduras, sin profundidad. Y por si fuera poco nos estandarizaría, nos uniformaría.
El que mora en el silencio se vive a sí mismo, sin reservas y serenamente. Pues todo lo serena el silencio. Serena la noche y el día, serena la aurora y el atardecer, serena las horas oscuras, las horas de luz y de bochorno. El silencio nos trae la paz y deja emerger la inocencia y la plenitud. Apenas he de decir que jamás la vida se siente tan rimada, tan pura, tan sosegada, tan clara como las horas calladas, como en la morada del silencio.


LA SABIDURÍA DEL CRECIMIENTO
La plenitud nuestra sólo nos va a alcanzar cuando regresamos dentro, de fuera no nos viene la plenitud.
Hemos de tomar conciencia de este potencial, de esta condición de semilla con la que Jesús nos sugiere nuestro propio ser.
La semilla no necesita de ningún modelo para desarrollarse, porqué toda la sabiduría del crecimiento va dentro de ella, tan sólo necesita del silencio de la tierra que la acoge, donde ella al romperse se siente inundada de vida y energía.
Nuestra plenitud se va a desarrollar también en nuestro silencio.

EL HOMBRE LLEVA EN SI LA IMAGEN DE DIOS
Vivimos en un mundo que amenaza nuestra interioridad y transformación.
La oración conduce a la maduración o a la transformación interior. Ahí el hombre cumple su destino y su vocación, que es hacerse persona; dar paso al ser existente en él no sofocándolo.
El destino del hombre es testificar la existencia de Dios, como las flores, los animales lo hacen con su propio lenguaje: el hombre lo hace con sus medios a su modo, es decir, con conocimiento y libremente; las flores lo hacen inconscientemente. Pero el hombre tiene conciencia. Ahí están sus posibilidades y peligros, pues el hombre puede equivocarse consigo mismo.
El hombre se encuentra como un ser entre el cielo y la tierra viviendo en tensión. Así le seduce el mundo con sus posibilidades, y a la vez hay en él una existencia sobrenatural que escondida en su ser se manifiesta como anhelo y llama al hombre más allá de las barrera de este mundo al servicio de Dios.
El hombre necesita interesarse de todo esto, la lástima es que ansioso de ser dueño del mundo, dominado por la voluntad de triunfar, el ser interior queda relegado y estancado en la remota profundidad.
No es difícil que el hombre acuciado por la superficie olvide los impulsos de su interior y el destino de su vida. Este olvido de lo hondo provoca el padecimiento del hombre, es decir el hombre sufre por alejarse de la esencia interior. Esa angustia no la entiende mucha gente. Si se abre a lo interior verá que estaba equivocado, porque una conciencia interior le llamaba pero no la obedecía. Siempre que el hombre acalla esa voz interior sufre. Si la obedece encontrará la plenitud.
Fr. Moratiel


Padre Moratiel: el silencio es el espacio donde la presencia se muestra y se hace evidente. Es un espacio, el silencio, donde amanecen huellas de la presencia íntima.


HABITARÉ SIEMPRE EN TU MORADA
Sl 60,5

 

Hay muchos espacios. Existe el espacio físico, el espacio social, el espacio ideológico, el espacio artístico. Y otro más: el mar, el cielo, la llanura, el valle, la sierra. Todavía se puede hallar el espacio espiritual un espacio silencioso. Es el silencio un lugar para encontrarse, descansar, reobrarse, amar, crecer.
El espacio silencioso no necesita decoración ninguna, ningún adorno: ni alfombras, ni murales, ni biblioteca, ni chimenea, ni muebles. No es para contemplar sino para albergar otra presencia, a caso imprevisible.
Este albergue es el silencio; un silencio que surge el poner fin a todas las voces de afuera, de las zonas más superficiales. Porque el silencio no es lo que se toca, o se ve; no entra por los sentidos sino que es el espacio donde la presencia se muestra y se hace evidente.
En el silencio lo visible se disipa, y lo invisible se puede volver visible. Es un espacio, el silencio, donde amanecen huellas de la presencia íntima.
El silencio hace del corazón un lugar de revelación, no del entorno que nos circunda, sino del mundo que se aloja dentro. Es la explosión de lo oculto, de lo hospedado en la interioridad; es el descubrimiento, la reconquista de lo que ya va con nosotros.
Al alejarnos del exterior recobramos la mirada primitiva, la mirada original de nuestro corazón, los ojos del hijo que somos, del amor que nos da a luz.
El que mora en el silencio es insumiso a lo establecido, indomable al atare a una tradición, y a la vez a lo verdadero.
Es, en el silencio, una morada sin deshechos, sin memoria, sin residuos. Por eso nos regala, el silencio, una coherente unidad de visión. En ese espacio uno se siente configurado por la exterioridad, pues no está construido de fuera a dentro, de arriba a bajo, lo que nos daría una casa sin honduras, sin profundidad. Y por si fuera poco nos estandarizaría, nos uniformaría.
El que mora en el silencio se vive a sí mismo, sin reservas y serenamente. Pues todo lo serena el silencio. Serena la noche y el día, serena la aurora y el atardecer, serena las horas oscuras, las horas de luz y de bochorno. El silencio nos trae la paz y deja emerger la inocencia y la plenitud. Apenas he de decir que jamás la vida se siente tan rimada, tan pura, tan sosegada, tan clara como las horas calladas, como en la morada del silencio.