El Modernismo
Incubado en ambientes intelectuales de “vanguardia” bajo formas variadas y no siempre de acuerdo entre ellas, hacia fines del siglo XIX, el Modernismo quería producir profundas reformas en la doctrina y en la estructura de la Iglesia, con el pretexto de adaptarla al “
espíritu de los tiempos“. Según Alfred Loisy (1857-1940), principal exponente de la corriente, “
los modernistas forman un grupo bastante definido de hombres de pensamiento, unidos por el común deseo de adaptar el catolicismo a las necesidades intelectuales, morales y sociales de nuestros días“. [2] Especificando la magnitud de esta adaptación, afirmaba que el objetivo era “
cambiar la Iglesia, su constitución, su doctrina y sus ritos“[3] La adaptación querida por los modernistas no era de hecho ni superficial ni saludable. Esta habría alcanzado los mismos fundamentos de la Iglesia, comportando en la práctica su destrucción:
“¡El viejo edificio eclesiástico deberá derrumbarse!”, proclamaba Loisy.[4] La misión de los modernistas, según Tyrell, era de “
golpear y golpear la vieja carcasa de la Iglesia Romana“.[5] Por esto, en el acto de condenarla,
San Pío X definió esta corriente como “
la síntesis de todas las herejías“, especificando además: “
si alguien se hubiera propuesto reunir en uno el jugo y como la esencia de cuantos errores existieron contra la fe, nunca podría obtenerlo más perfectamente de lo que han hecho los modernistas [Los modernistas] han aplicado la segur, no a las ramas, ni tampoco a débiles retoños, sino a la raíz misma; esto es, a la fe y a sus fibras más profundas“.[6]
En Italia el movimiento modernista formó un grupo restringido entre intelectuales y sacerdotes como Tomás Gallarati Scotti, Stefano Jacini, Alessandro Casati, Antonio Fogazzaro, Giovanni Selva, Salvatore Minocchi, Giovanni Semeria e Giovanni Genocchi. Mayor interés tienen Ernesto Buonaiuti (1881-1946), primero profesor de Historia de la Iglesia en el Seminario del Apollinare y después de 1915 en la Universidad de la Sapienza de Roma, y Romolo Murri (1870-1944), uno de los principales animadores de la Democracia Cristiana.
A diferencia de tantas herejías del pasado, el Modernismo no combatía a la Iglesia desde el exterior, sino que trabajaba desde el interior, alcanzando a influir hasta en ambientes altamente situados. Es siempre San Pío X quien denuncia que: “
los autores del error ya no deben buscarse entre los enemigos declarados, sino que, es lo que da una suma pena y temor, se esconden en el mismo seno de la Iglesia“
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