




Reseña: Nació en la aldea  de Riese, situada en la región véneta, el año 1835. Primero ejerció  santamente como presbítero, más tarde fue obispo de Mantua y luego  patriarca de Venecia. El año 1903 fue elegido papa. Adoptó como lema de  su pontificado: «Instaurare omnia in Christo», consigna por la que  trabajó intensamente con sencillez de espíritu, pobreza y fortaleza,  dando así un nuevo incremento a la vida de la Iglesia. Tuvo que luchar  también contra los errores doctrinales que en ella se filtraban. Murió  el día 20 de agosto del año 1914.
"Era uno de esos hombres  elegidos, de los que hay pocos, con una personalidad irresistible. Todos  tenían que sentirse conmovidos por su absoluta sencillez y su bondad  angelical. Sin embargo, era algo más lo que le hacía entrar en todos los  corazones; ese "algo" se puede definir mejor al observar que todo aquél  que fue admitido a su presencia salió con la profunda convicción de  haber estado frente a un santo. Y, entre más se sabe sobre él, mayor  fuerza adquiere esta convicción".
-Baron von Pastor, historiador, sobre el Papa Pío X:
Nuestro Papa nació en 1835  con el nombre de Giuseppe (José) Sarto, hijo de un humilde cartero, en  la ciudad de Riese, en el Veneto. Fue el segundo de diez hijos de la  pobre familia. Asistió a la escuela elemental de Riese y, gracias a las  instancias del cura párroco, pasó a la escuela superior de Castelfranco,  a una distancia de ocho kilómetros, que el chico recorría a pié dos  veces al día. Más tarde, en virtud de una beca que se obtuvo para él,  pudo asistir al seminario de Padua. Por dispensa especial, se le ordenó  sacerdote a la edad de veintitrés años y, desde aquel momento, se  entregó completamente al ministerio pastoral; al cabo de dieciséis años,  ascendió a canónigo en Treviso, donde prosiguió con mayor ahínco su  dura y generosa tarea sacerdotal.
En 1884, fue consagrado  obispo de Mántua, diócesis que se hallaba en bajas condiciones morales,  debido a su clero negligente hasta el extremo de haber provocado un  cisma en dos poblaciones. Fue tan limpio y brillante el triunfo que  obtuvo el obispo en el desempeño de aquel cargo plagado de dificultades  que, en 1892, el Papa León XIII consagró a Mons. Sarto como cardenal  sacerdote de San Bernardo de los Baños y, casi inmediatamente, lo elevó a  la sede metropolitana de Venecia, que comprende el título honorífico de  patriarca. Ahí se transformó en un verdadero apóstol para toda la  región del Veneto y puso de manifiesto el valor de su sencillez y su  rectitud, en una sede que se ufanaba de su magnificencia y de su pompa.
A la muerte de León XIII,  en 1903, era creencia general que habría de sucederle en la cátedra de  San Pedro el cardenal Rampolla del Tíndaro; las tres primeras votaciones  del cónclave indicaron que la opinión general estaba en lo cierto; pero  entonces, el cardenal Puzyna, arzobispo de Cracovia, comunicó a la  asamblea de electores que el emperador Francisco José de Austria imponía  el veto formal contra la elección de Rampolla. El anuncio causó una  profunda conmoción; los cardenales protestaron con energía por la  intervención del emperador y las cosas llegaron al punto de  efervescencia, cuando Rampolla, con mucha dignidad, retiró su  candidatura. (Actualmente se afirma que Rampolla no habría sido elegido  de ningún modo).
Al cabo de otras cuatro  votaciones, resultó elegido el cardenal Giuseppe Sarto. Así llegó a la  cátedra de Pedro un hombre de humilde cuna, sin relevantes dotes  intelectuales, sin experiencia en las diplomacias eclesiásticas, pero  con un corazón tan grande que no le cabía en el pecho, y tan bueno que  parecía irradiar gracias: "un hombre de Dios que conocía los infortunios  del mundo y las penurias de la existencia y, en la grandeza de su  corazón, solo quería arreglarlo todo y consolar a todos".
Uno de los primeros actos  del nuevo Papa fue el de recurrir a la constitución "Commissum nobis", a  fin de terminar, de una vez por todas, con cualquier supuesto derecho  de cualquier poder civil para interferir en una elección papal, por el  veto u otro procedimiento. Más adelante, dio un paso cauteloso pero  definitivo hacia la reconciliación entre la Iglesia y el Estado, en  Italia, al levantar prácticamente el "Non Expedit". Su manera de hacer  frente a la muy crítica situación que no tardó en presentarse en Francia  fue directa y tan efectiva como cualquiera de los medios diplomáticos  en uso. En 1905, luego de numerosos incidentes, el gobierno francés  denunció el concordato de 1801, decretó la separación de la Iglesia y el  Estado y emprendió una campaña agresiva contra la Iglesia. El gobierno  propuso crear una organización para que se preocupara de las propiedades  eclesiásticas, bajo el nombre de "associations cultuelles", a la que  muchos de los prominentes personajes católicos de Francia deseaban  someterse por vías de ensayo; pero, tras una serie de consultas con los  obispos franceses, el Papa Pío X emitió un par de declaraciones  enérgicas y dignas, por las que condenaba la ley de separación y  calificaba la "asociación" de anticanónica. A los que se quejaban de que  había sacrificado todas las posesiones de la Iglesia en Francia, les  respondió: "Aquellos se preocupaban demasiado por los bienes materiales y  muy poco por los espirituales". La separación ofreció la ventaja de  que, a partir de entonces, la Santa Sede pudo nombrar directamente a los  obispos franceses, sin la nominación previa de los poderes civiles.
El obispo de Nevers,  Mons.Gauthey dijo del Papa: "Pío X,  nos emancipó de la esclavitud al  costo del sacrificio de nuestras propiedades. Que Dios le bendiga por  siempre, por no haber titubeado en imponernos ese sacrificio". La severa  actitud del Papa causó tantos trastornos y dificultades al gobierno  francés que, veinte años más tarde, se avino a concertar un nuevo  acuerdo, dentro de los cánones, para la administración de las  propiedades de la Iglesia.


Contra el Modernismo
El nombre de Pío X se  vincula generalmente y con toda razón, al movimiento que purgó a la  Iglesia de ese "resumen de todas las herejías", al que alguno tuvo la  ocurrencia de llamar "Modernismo". Un decreto del Santo Oficio fechado  en 1907, condenó a ciertos escritores y ciertas ideas; muy pronto le  siguió la carta encíclica "Pascendi dominici gregis", en la que se  indicaban peligrosas tendencias de alcance imprevisible, se señalaban y  condenaban las manifestaciones del modernismo en todos los campos. Pero  también se adoptaron medidas enérgicas y, a pesar de que hubo furiosas  oposiciones, el modernismo en la Iglesia fue desenmascarado. Ya había  conquistado bastante terreno entre los católicos y, sin embargo, no  fueron pocos quienes opinaron que la condena del Papa había sido  excesiva y obscurantista.
Cinco años después, en  1910, la encíclica del Papa sobre San Carlos Borromeo fue mal  interpretada y se ofendieron los protestantes en Alemania. Pío X publicó  la explicación oficial del párrafo mal interpretado en el Osservatore  Romano y ahí mismo recomendó a los obispos alemanes que no hiciesen más  comentarios ni publicidad en torno a la encíclica, en el púlpito o en la  prensa.

Renovarlo todo en Cristo: Eucaristía y Palabra
En su primera encíclica Pío  X anunciaba que su meta primordial era la de "renovarlo todo en Cristo"  y, sin duda que con ese propósito en mente, redactó y aprobó sus  decretos sobre el sacramento de la Eucaristía. Por ellos, recomendaba y  encomiaba la comunión diaria, si fuese posible; que los niños se  acercaran a recibirla al llegar a la edad de la razón, y que se  facilitara el suministro de la comunión a los enfermos.  (En la Edad  Media y, posteriormente en la época del jansenismo, los fieles católicos  comulgaban rarísima vez. La comunión diaria o muy frecuente se  consideraba como algo extraordinario y aun indebido.)
También el Papa se preocupó  por la Palabra, puesto que instaba a la diaria lectura de la Biblia,  aunque en este caso las recomendaciones del Papa no fueron tan  ampliamente aceptadas. Desde 1903, y con el objeto de aumentar el fervor  en el culto divino, emitió motu proprio una serie de instrucciones  sobre la música sacra, destinadas a terminar con los abusos al respecto y  a restablecer el uso del canto llano en la Iglesia. Dio alientos a los  trabajos de la comisión para la codificación de las leyes canónicas y  fue él quien llevó a cabo la completa reorganización de los tribunales,  oficinas y congregaciones de la Santa Sede. También estableció Pío X una  comisión correctora y revisora del texto Vulgata de la Biblia (este  trabajo les fue encomendado a los monjes benedictinos) y, en 1909, fundó  el Instituto Bíblico para el estudio de las Escrituras y lo dejó a  cargo de la Compañía de Jesús.


A favor de los Pobres
Siempre consagró sus  preocupaciones y actividades a los débiles y los oprimidos. Con  inusitada energía, denunció los malos tratos a que eran sometidos los  indígenas en las plantaciones de caucho del Perú. Creó y organizó una  comisión de ayuda a los damnificados, tras el desastroso terremoto de  Messina y, por cuenta propia, acogió a numerosos refugiados en el  hospicio de Santa Marta, junto a San Pedro. Sus caridades, en todas las  partes del mundo donde se necesitaban socorros, eran tan abundantes y  frecuentes, que las gentes de Roma y de toda Italia se preguntaban de  dónde saldría tanto dinero. La sencillez de sus hábitos personales y la  santidad de su carácter se ponían de manifiesto en su costumbre de  visitar cada domingo, alguno de los patios, rinconadas o plazuelas del  Vaticano, para predicar, explicar y comentar el Evangelio de aquel día, a  todo el que acudiera a escucharle. Era evidente que Pío X se sentía  desconcertado y tal vez un poco escandalizado, ante la pompa y la  magnificencia del ceremonial en la corte pontificia. Cuando era  patriarca de Venecia, prescindió de una buena parte de la servidumbre y  no toleró que nadie, fuera de sus hermanas, le preparase la comida; como  Pontífice, eliminó la costumbre de conferir títulos de nobleza a sus  familiares. "Por disposición de Dios, solía decir, mis hermanas son  hermanas del Papa. Eso debe bastarles". En una ocasión, antes de cierta  ceremonia, exclamó ante un viejo amigo suyo: "¡Mira cómo me han  vestido!" y se echó a llorar. A otro de sus amigos, le confesó: "No cabe  duda de que es una penitencia verse obligado a aceptar todas estas  prácticas. ¡Me condujeron entre soldados, como a Jesús cuando le  apresaron en Getsemaní!".
Estas anécdotas describen  la grandeza de corazón y la sencillez de la bondad de Pío X. A un joven  inglés, protestante convertido al catolicismo y que deseaba ser monje,  pero sentía el escrúpulo de haber estudiado muy poco, le dijo el Papa:  "Para alabar a Dios bien, no se necesita ser sabio". Un escritor de  Mántua publicó un libro de carácter sensacionalista en el que lanzaba  infames acusaciones contra Pío X; éste no quiso emprender ninguna acción  legal, pero, en cuanto supo que el calumniador se hallaba en  bancarrota, el Papa le envió ayuda: "Un hombre tan desdichado, comentó,  necesita oraciones más que castigos".
Aún durante su vida, Dios  utilizó al Papa Pío X como instrumento de sus milagros y, hasta en esos  casos sobrenaturales, se puso de manifiesto su perfecta modestia y  sencillez. Durante una audiencia pública, uno de los asistentes mostró  su brazo paralizado al tiempo que decía: "¡Cúrame, Santo Padre!" El Papa  se acercó sonriente, tocó el brazo tumefacto y dijo amablemente: "Si,  sí". Y, el hombre quedó curado. En otra audiencia privada, una niña de  once años que estaba paralítica, pidió lo mismo. "¡Quiera Dios  concederte lo que deseas!", dijo el Pontífice. La niña se levantó y  anduvo por sí misma. Una monja que sufría de una tuberculosis muy  avanzada, le pidió la salud. "Sí", fue todo lo que repuso Pío X,  mientras ponía las manos sobre la cabeza de la religiosa. Aquella tarde,  el médico declaró que estaba completamente sana.
Primera Guerra Mundial
El 24 de junio de 1914, la  Santa Sede firmó un concordato con Servia; cuatro días más tarde, el  archiduque Francisco de Austria y su esposa fueron asesinados en  Sarajevo; a la medianoche del 4 de agosto, Alemania, Francia, Austria,  Rusia, Gran Bretaña, Servia y Bélgica estaban en guerra. Era el undécimo  aniversario de la elección del Papa. Pío X no solo había vaticinado  aquella guerra europea, como otros muchos, sino que profetizó que  estallaría definitivamente para el verano de 1914. Aquel conflicto fue  para el Papa un golpe fatal. "Esta será la última aflicción que me mande  el Señor. Con gusto daría mi vida para salvar a mis pobres hijos de  esta terrible calamidad". Pocos días más tarde sufrió una bronquitis; al  día siguiente, 20 de agosto, murió. Fue, en verdad, víctima de la  Guerra.
"Nací pobre, he vivido en  la pobreza y quiero morir pobre", dijo en su testamento. Demostró la  verdad de aquellas palabras: su pobreza era tanta que hasta la prensa  anticlerical quedó admirada.
Después del funeral en la  basílica de San Pedro, Mons. Cascioli, escribió lo siguiente: "No tengo  la menor duda de que este rincón de la cripta se convertirá, muy pronto,  en un santuario, un centro de peregrinación . . . Dios glorificará ante  el mundo a este Papa cuya triple corona fue la pobreza, la humildad y  la bondad". Y así fue por cierto. El Pontificado de Pío X no fue  tranquilo y el Papa mostró resolución en su política.  Hubo muchos que  le criticaron, lo mismo dentro que fuera de la Iglesia. Pero, al morir,  todas las voces fueron una; desde todas partes, desde todas las clases  surgió un llamado para que se reconociera la santidad de Pío X, el que  fuera Giuseppe Sarto, hijo del cartero.
En 1923, los cardenales de  la curia decretaron que se había abierto su causa, firmada por  veintiocho prelados. En 1954, el Papa Pío XII canonizó solemnemente a su  predecesor ante una enorme multitud que llenaba la Plaza de San Pedro,  en Roma. Aquel fue el primer Papa al que se canonizaba desde Pío V, en  1672.

 inundado por um mistério de luz que é Deus   e N´Ele vi e ouvi -A ponta da lança como chama que se desprende, toca o eixo da terra, – Ela estremece: montanhas, cidades, vilas e aldeias com os seus moradores são sepultados. - O mar, os rios e as nuvens saem dos seus limites, transbordam, inundam e arrastam consigo num redemoinho, moradias e gente em número que não se pode contar , é a purificação do mundo pelo pecado em que se mergulha. - O ódio, a ambição provocam a guerra destruidora!  - Depois senti no palpitar acelerado do coração e no meu espírito o eco duma voz suave que dizia: – No tempo, uma só Fé, um só Batismo, uma só Igreja, Santa, Católica, Apostólica: - Na eternidade, o Céu!
inundado por um mistério de luz que é Deus   e N´Ele vi e ouvi -A ponta da lança como chama que se desprende, toca o eixo da terra, – Ela estremece: montanhas, cidades, vilas e aldeias com os seus moradores são sepultados. - O mar, os rios e as nuvens saem dos seus limites, transbordam, inundam e arrastam consigo num redemoinho, moradias e gente em número que não se pode contar , é a purificação do mundo pelo pecado em que se mergulha. - O ódio, a ambição provocam a guerra destruidora!  - Depois senti no palpitar acelerado do coração e no meu espírito o eco duma voz suave que dizia: – No tempo, uma só Fé, um só Batismo, uma só Igreja, Santa, Católica, Apostólica: - Na eternidade, o Céu! 