segunda-feira, 30 de abril de 2012

EN EL SACERDOCIO LA MISION EUCARISTICO-SACRIFICIAL ES INSEPARABLE DE LA PASTORAL

 
Ciudad del Vaticano, 29 de abril de 2012 (VIS).-Benedicto XVI confirió hoy, cuarto domingo de Pascua, la ordenación sacerdotal a nueve diáconos procedentes de los seminarios diocesanos romanos. En el curso de la Santa Misa, oficiada en la basílica de San Pedro, el Santo Padre explicó a los ordenandos que la tradición romana de celebrar las ordenaciones sacerdotales en este domingo, denominado 'del Buen Pastor', es muy rica de significados unidos a “la convergencia entre la Palabra de Dios, el rito litúrgico y el Tiempo pascual en que se sitúa. En particular, la figura del pastor, tan relevante en la Sagrada Escritura y para la definición del sacerdote, adquiere su plena verdad y claridad en el rostro de Cristo, a la luz del misterio de su muerte y resurrección”.

El Papa comentó el evangelio de San Juan que inicia con la afirmación de Jesús: 'Yo soy el buen pastor (...) que da la vida por sus ovejas'. Una frase que lleva inmediatamente “al culmen de la revelación de Dios como pastor de su pueblo; este centro y culmen es Jesús (...) que muere en la cruz y resurge del sepulcro al tercer día con toda su humanidad. De este modo nos involucra a todos (...) en su pasaje de la muerte a la vida. Este hecho – la Pascua de Cristo – en que se realiza plena y definitivamente la obra pastoral de Dios, es un hecho sacrificial. Por eso, el Buen Pastor y el Sumo Sacerdote coinciden en la persona de Jesús que dio su vida por nosotros”.

La segunda Lectura, la Primera Carta de San Juan habla, en cambio, “del fruto de la Pascua de Cristo: nuestra transformación en hijos de Dios (...) Efectivamente, la condición filial del hombre es el fruto de la obra salvífica de Jesús: con su encarnación, con su muerte y resurrección y con el don del Espíritu Santo, ha incorporado al hombre en una relación nueva con Dios: la misma que Él tiene con el Padre (...) Es una relación ya plenamente real, pero que todavía no se ha manifestado completamente. Así será cuando –si Dios quiere– podremos ver su rostro sin velos”.

Queridos ordenandos, ¡allí nos quiere conducir el Buen Pastor! - exclamó el Papa- Allí es donde el sacerdote está llamado a conducir a los fieles que le han confiado: a la vida verdadera; a la vida 'en abundancia'”. Al mismo tiempo, Jesús reafirma que la característica del verdadero pastor es dar la propia vida. “La figura bíblica del rey-pastor, que comprende principalmente el deber de regir al pueblo de Dios, de mantenerlo unido y guiarlo -dijo el Santo Padre - (...) se realiza plenamente en Jesucristo en la dimensión sacrificial, en la ofrenda de la vida. Se realiza (...) en el misterio de la Cruz, en el supremo acto de humildad y de amor oblativo”.

En esta perspectiva se orientan las formulas del Rito de la Ordenación de los Presbíteros, ya que entre las preguntas relacionadas con los“compromisos de los elegidos”, la última, que tiene un carácter culminante y de algún modo sintético, dice: '¿Queréis estar cada vez más estrechamente unidos a Cristo sumo sacerdote, que como víctima pura se ofreció al Padre por nosotros, consagrando vosotros mismos a Dios junto a Él por la salvación de todos los hombres?”.

Con su respuesta “el sacerdote es aquel que viene inserido de forma singular en el misterio del Sacrificio de Cristo, unido personalmente con Él, para prolongar su misión salvífica. Esta unión, que se realiza gracias al Sacramento del Orden, exige ser 'cada vez más estrecha' , por la generosa correspondencia del sacerdote mismo”.

Benedicto XVI recordó igualmente la fórmula pronunciada en la entrega del pan y el vino: 'Recibe las ofrendas del pueblo santo para el sacrificio eucarístico. Comprende lo que harás, imita lo que celebrarás, conforma tu vida al misterio de la cruz de Cristo Señor'. Esa fórmula resalta que “para el sacerdote, celebrar cada día la Santa Misa, no significa desempeñar una función ritual sino cumplir una misión que atañe entera y profundamente toda su existencia, en comunión con Cristo resucitado que, en su Iglesia, continúa actuando el Sacrificio redentor”.

Esa dimensión eucarístico-sacrificial es inseparable de la pastoral y constituye el núcleo de verdad y de fuerza salvífica, del que depende la eficacia de cualquier actividad (...) La predicación, las obras, los gestos de diverso género, que la Iglesia efectúa con sus múltiples iniciativas, perderían su fecundidad salvífica si faltase la celebración del Sacrificio de Cristo. Y ésta se confía a los sacerdotes ordenados (...)Sólo a través de esta 'puerta' del Sacrificio pascual los hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares, pueden entrar en la vida eterna; sólo a través de esta“vía santa” pueden seguir el éxodo que los conduce a la 'tierra prometida' de la verdadera libertad, a las 'verdes praderas' de la paz y la alegría sin fin”.

Queridos ordenandos -concluyó el Santo Padre- esta Palabra de Dios ilumine toda vuestra vida. Y cuando el peso de la cruz se haga más pesado, sabed que esa es la hora más preciosa, para vosotros y para las personas que os han confiado: renovando con fe y con amor el “Sí, con la ayuda de Dios lo quiero”, cooperaréis con Cristo, Sumo Sacerdote y Buen Pastor, en apacentar a sus ovejas – quizás a aquella que se había perdido y por la cual se hace una gran fiesta en el Cielo”.
 

Pe. Joseph Kramer, FSSP, aborda de maneira muito lúcida os encontros e desencontros nos últimos 50 anos. Neste breve vídeo o sacerdote nos explica como a juventude de hoje acha a "modernidade" ultrapassada. Pe. Kramer nos dá pistas para reencontrarmos a nossa tradição católica.

"In certo modo" il Vaticano II ha cambiato radicalmente la cristologia di 20 secoli.

Mi è capitato sotto mano, rileggendo la Rivista internazionale di ricerca e di critica teologica DIVINITAS, Anno LIV, 2, 2011, un articolo davvero interessante del prof. Paolo Pasqualucci, docente di filosofia riportato per intero nel sito Riscossa Cristiana. L'analisi dotta e completa affronta la questione della "novità" cristologica che è in contrasto con la Cristologia pre-Conciliare. La vulgata corrente asserisce spavaldamente che i testi del Vaticano II sono chiari ma che non sono stati recepiti a dovere, cioè mal interpretati. Abbiamo parlato della Dei Verbum, ora è bene parlare dell'altro buco nero: la Gaudium et spes nel numero 22, dove per la prima volta nella storia della Chiesa si utilizza un avverbio del tutto sorprendente, quodammodo: in certo modo. Il prof. Pasqualucci ci accompagna per mano facendoci capire non solo l'inconsistenza e la pericolosità di questo avverbio VOLUTO dai redattori ma analizza quelle che sono state le conclusioni drammatiche che han portato ad un cambiamento non poco radicale della nostra fede.
[Vedi su questo blog - e anche (GS12 e 24]


La Cristologia antropocentrica del Concilio Vaticano II
di Paolo Pasqualucci

1. È lecito ridiscutere le ambiguità del Vaticano II? Sembra che molti ancora oggi ritengano impossibile persino proporre una domanda del genere, per il semplice motivo che l’insegnamento del Concilio Ecumenico Vaticano II dovrebbe considerarsi dogmatico. Perché ha definito nuovi dogmi o semplicemente in quanto Concilio ecumenico? Se non per il primo, per il secondo motivo, si dice. Infatti, due costituzioni del Vaticano II si fregiano del titolo di “dogmatiche”, ma la cosa appare inspiegabile dal momento che esse non definiscono nuovi dogmi, non condannano solennemente errori né vogliono espressamente conferire la nota della dogmaticità al loro insegnamento complessivo.

Resta allora il secondo motivo. Ma può l’insegnamento di un Concilio ecumenico che ha voluto essere dichiaratamente solo pastorale (Nota praevia in calce alla Cost. “dogmatica” Lumen gentium) assumere per noi credenti la stessa autorità di un concilio espressamente dogmatico, quale ad esempio il Tridentino o il Vaticano primo? E per di più un Concilio che ha voluto proporre una pastorale insolita, dato che essa mirava espressamente ad “aggiornare” la dottrina, la pastorale, la prassi stessa della Chiesa al modo di sentire del mondo moderno, promuovendo a questo fine una riforma radicale di tutta la Chiesa militante, a cominciare dalla Liturgia?

Questo Concilio è sempre apparso a molti del tutto atipico, e non tanto perché solo pastorale quanto per via dell’intenzione cui la sua pastorale mirava. E la sua atipicità sembra confermata dal fatto che si fatica (mi sembra) ad inquadrarne l’insegnamento nella categoria tradizionale (quella del magistero straordinario) che il diritto canonico applica alla dottrina dei concili ecumenici, se è vero, com’è vero, che fonti autorevoli hanno dovuto descriverla, questa dottrina, in modo del tutto anodino, come “magistero autentico non infallibile”(1).

Il mio studio, di prossima pubblicazione, del quale sono onorato di poter offrire qui una breve sintesi, prende in esame la cristologia del Vaticano II. Ad essa il Concilio non ha dedicato alcun documento specifico. Tuttavia, l’art. 22 della costituzione conciliare Gaudium et spes sulla Chiesa ed il mondo contemporaneo, articolo il cui tema è: “Cristo, l’uomo nuovo”, ricapitola la cristologia sempre insegnata dalla Chiesa, mettendo a fuoco, in particolare, il significato che bisogna attribuire alla natura umana del Signore. Questo significato non può naturalmente esser concepito in contraddizione con il dogma della fede. Ma il concetto di Incarnazione che si ricava dall’art. 22 GS è sempre apparso a non pochi interpreti notevolmente ambiguo. Nel mio studio, pertanto, cerco, per quanto sta alle mie capacità, di dipanare questa ambiguità, approfondendo al massimo l’analisi filologico-grammaticale del testo, sino al riscontro di tutti i rinvii alle fonti citate in nota al testo stesso.

2. Una nuova ed ambigua concezione dell’Incarnazione. Nell’art. 22.2 della Gaudium et spes, si afferma che “con l’incarnazione il Figlio di Dio si è unito in certo modo ad ogni uomo” (Ipse enim, Filius Dei, incarnatione sua cum omni homine quodammodo Se univit). Come si giunge ad una simile proposizione, che colpisce per la sua novità nonché per una certa, immediata ambiguità, derivante a prima vista dall’uso dell’avverbio “in certo modo”? Se Nostro Signore si è unito solo “in certo modo”, dobbiamo intendere quest’unione unicamente in senso simbolico, ovvero morale? E se sì, che cosa vorrebbe dire ciò, che ognuno di noi è stato in certo modo divinizzato dall’Incarnazione di Nostro Signore? Ma anche senza l’inciso in questione, l’idea stessa dell’incarnazione di Nostro Signore come “unione con ogni uomo” appare tutt’altro che chiara, dal momento che, secondo il dogma, noi sappiamo essersi Egli unito (nell’unione ipotastica) esclusivamente alla natura umana di quell’uomo che è stato l’ebreo Gesù di Nazareth; unita, quindi, la Sua divinità (pur mantenendosi essa indivisa e distinta) alla natura umana di un solo uomo, in un unico individuo, un uomo in carne e ossa, la cui esistenza storica è stata ampiamente provata. Come mai il Concilio, in modo del tutto atipico, ci viene a parlare dell’Incarnazione come di un’unione di Nostro Signore “con ogni uomo”? Che significa?
(...)
Infatti, se il Signore si è unito occultamente ad ogni uomo, per il fatto stesso di essere il Signore che si è incarnato, allora ogni uomo partecipa ontologicamente della natura divina di Cristo e la distinzione tra la natura nostra, corrotta dal peccato originale, e il Sovrannaturale di fatto scompare. Che ruolo dobbiamo allora attribuire alla Grazia? Non presuppone essa la Caduta dell’uomo, l’imperfezione (non totale ma tuttavia ontologica) della sua natura, che la divina Misericordia si degna di emendare, dandoci la possibilità della salvezza tramite l’Incarnazione del Verbo e la Sua opera redentrice? Ma se Cristo si è già unito a noi, per il solo fatto di essere Cristo, allora noi siamo già stati tutti redenti per il solo fatto di essere uomini e Cristo stesso e la Chiesa non hanno nulla da fare più! Ed infatti il Vaticano II, suggerendo una novità come quella esposta nell’art. 22 GS, ha indotto a mutare il senso della missione della Chiesa, il cui nuovo messaggio è ora il seguente: gli uomini contemporanei dovrebbero rendersi conto che, già con l’Incarnazione, Cristo si è unito a ciascuno di loro, per ciò stesso elevandolo ad una dignità sublime e conferendogli un’altissima missione, indicata dal Concilio e fatta propria dalla Gerarchia come suo compito specifico; missione che consiste nel realizzare la pace nel mondo, la fratellanza universale nel dialogo che non mira a convertire ma ad acquisire le posizioni dell’avversario per superarle in una Comunione universale d’amore, una nuova Chiesa, “ecumenica”, incontro solidale di tutti i popoli e di tutte le religioni!(3)

La “nuova dottrina” dell’Incarnazione mina, a mio avviso, anche il dogma della predestinazione alla Gloria, che appartiene all’infallibilità del magistero ordinario. Lo mina, anche nella sua forma più moderata, quella della predestinazione condizionale (ad gloriam tantum, sed post et propter praevia merita)(4). Infatti, se con l’Incarnazione il Verbo si è unito di per sé ad ognuno di noi, come si può affermare che una parte dell’umanità non si salverà (sia pure per colpa propria e non perché predestinata alla dannazione) perché solo una parte di noi è stata imperscrutabilmente predestinata da Dio alla Gloria eterna (Rm 9, 11 ss.)? Se ognuno di noi partecipa oggettivamente, per il solo fatto di esser uomo, della natura divina (perché il Verbo, incarnandosi, si sarebbe unito eo ipso anche a lui), come è possibile che ci siano tra di noi alcuni (ed anzi molti – Fil 3, 18-19) che non solo non sono stati predestinati alla gloria eterna ma che andranno per colpa loro in perdizione, pur non essendovi stati predestinati?

Ma i rilievi negativi non possono arrestarsi qui. Se Cristo, nuovo Adamo, con l’Incarnazione “svela l’uomo a se stesso”, rivelandogli la sua altissima missione e sublime dignità, e in tal modo “rivela il mistero del Padre e del suo amore” (GS, 22.1), ciò significa che fine dell’Incarnazione viene ad essere l’attuazione del “mistero dell’amore del Padre” per il genere umano. Ma questo fine, che è quello della Misericordia divina, non può esprimere tutto il significato dell’Incarnazione. Ve n’è anche un altro, ad esso superiore. L’Incarnazione avviene anche perché si deve attuare l’esigenza della giustizia divina, che esige riparazione per il peccato di Adamo. Tale riparazione si perfeziona con la Croce, che ha appunto un significato propiziatorio ed espiatorio. Ciò significa che nell’Incarnazione c’è il fine di dare soddisfazione all’esigenza della Giustizia divina. Di questo fine, in GS 22, non sembra esservi traccia.

Il fatto è che, se si mina alla base il dogma cristologico, l’intero edificio dottrinale della religione cattolica viene a cadere, come sembra evidente. Per questo, sin dagli inizi del Cristianesimo, la Gerarchia ma anche i fedeli, per quanto stava al loro sensus fidei, reagirono sempre con decisione e tenacia alle gravi eresie cristologiche che si erano susseguite a partire dalla fine del I secolo, quando, grazie agli gnostici, si affacciò per la prima volta il docetismo, il quale negava la realtà del corpo di Cristo e considerava semplice apparenza la Sua vita terrena, e in particolare le Sue sofferenze (l’eresia docetista sarebbe poi riapparsa nel Corano, 4: 156).

domingo, 29 de abril de 2012

NOS 300 ANOS DO TRATADO DA VERDADEIRA DEVOÇÃO À SANTÍSSIMA VIRGEM MARIA NASCE NOVO BLOG

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  • Messaggio del Santo Padre Benedetto XVI per la XLI...
  • Don Bux: “Los Concilios deben ser acogidos con obediencia, pero el Vaticano II no es un superdogma”


    Teólogo, liturgista, consultor de la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice y de las Congregaciones para la Doctrina de la Fe y para las Causas de los Santos, monseñor Nicola Bux, nacido en 1947, es conocido como “muy cercano al Papa Benedicto XVI”. Y precisamente él, poco más de un mes atrás, dio que hablar en el ambiente eclesial con una carta abierta al superior general y a los sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X fundada por Mons. Lefebvre, invitándolos a aceptar la mano tendida por Benedicto XVI.

    *
    Los observadores han llegado todos a la conclusión más lógica: el Papa quiere fuertemente la reconciliación.

    Esta conclusión – explica monseñor Bux al Foglio – es al mismo tiempo exacta e imprecisa. Es exacta, porque Benedicto XVI quiere esta reconciliación y piensa que no puede habar otra solución pensable para el asunto de la Fraternidad fundada por monseñor Lefebvre. Es imprecisa, si se le atribuye un carácter político. No hay nada más lejano de la mente de este Papa. Ratzinger es una persona que no piensa y no actúa en función de la política eclesial. Por esto, a menudo, es mal entendido. Y tanto más vale esto para la cuestión de la Fraternidad San Pío X: para él, se trata sólo del definitivo y pleno retorno a casa de muchos de sus hijos que podrán hacer bien a la Iglesia.
    *
    Por lo tanto, lecturas de derecha o de izquierda serían parciales, pero no será fácil quitarlas del interior de la Iglesia misma. ¿Cómo debería ubicarse un católico frente a un hecho como la reconciliación entre la Santa Sede y la Fraternidad San Pío X?

    Es necesario releer con atención lo que Benedicto XVI escribía el 10 de marzo de 2009 en la “Carta a los obispos” para explicar las razones de la remisión de la excomunión a los cuatro obispos ordenados por monseñor Lefebvre: “¿Puede dejarnos totalmente indiferentes una comunidad en la cual hay 491 sacerdotes, 215 seminaristas, 6 seminarios, 88 escuelas, 2 institutos universitarios, 117 hermanos, 164 hermanas y millares de fieles? ¿Debemos realmente dejarlos tranquilamente ir a la deriva lejos de la Iglesia? (…) ¿Qué será de ellos luego?”.
    Aquí está el corazón de Benedicto XVI. Pienso que si muchos hombres de Iglesia actuasen según este corazón, no podrían más que alegrarse por la conclusión positiva de esta cuestión.
    *
    Tal vez la oposición a la voluntad de Benedicto XVI nace del hecho de que muchos hacen la equivalencia: reconciliación con los lefebvristas es igual a desautorización del Vaticano II.

    Mire, el primer “acuerdo”, si queremos llamarlo así, ocurrió en el Concilio de Jerusalén entre san Pedro y san Pablo. Por lo tanto, el debate, mientras sea hecho por el bien de la Iglesia, no es tan escandaloso.

    Otra constatación: los que han aislado el Concilio Vaticano II de la historia de la Iglesia y lo han sobrevalorado respecto a sus mismas intenciones, no dudan en criticar, por ejemplo, el Concilio Vaticano I o el Concilio de Trento. Está quien sostiene que la Constitución dogmática Dei Filius del Vaticano I ha sido suplantada por la Dei Verbum del Vaticano II: esto es fantateología.

    En cambio, me parece buena teología aquella que se plantea el problema del valor de los documentos, de su enseñanza, de su significado. En el Concilio Vaticano II existen documentos de diverso valor y, por lo tanto, de diversa fuerza vinculante, que admiten diversos grados de discusión. El Papa, cuando era todavía el cardenal Ratzinger, en 1988, habló del riesgo de transformar el Vaticano II en un “superdogma”. Ahora, con la hermenéutica de la reforma en la continuidad, ha ofrecido un criterio para afrontar la cuestión y no para cerrarla. No hay que ser más papistas que el Papa. Los Concilios, todos los Concilios y no sólo el Vaticano II, deben ser acogidos con obediencia, pero se puede valorar de manera inteligente lo que pertenece a la doctrina y lo que debe ser criticado. No por casualidad, Benedicto XVI ha convocado el Año de la Fe, porque la fe es el criterio para comprender la vida de la Iglesia.
    *
    Como católicos, si dejamos latir dócilmente nuestro corazón con el de Benedicto XVI, ¿qué debemos esperar de la definitiva reconciliación entre Roma y la Fraternidad San Pío X?

    Ciertamente no la venganza de una facción sobre la otra, sino un progreso en la fe y en la unidad que son el único testimonio para que el mundo crea. La retórica del diálogo con el ateo, con el agnóstico, con el así llamado “diversamente creyente”, ¿qué sentido tiene si no hay alegría por la reconciliación con los hermanos en la fe? Nos lo ha enseñado Nuestro Señor: no es el diálogo con el mundo lo que convertirá al mundo sino nuestra capacidad de estar unidos. En este período, vuelvo a menudo a una oración compuesta por el cardenal Newman: “Señor Jesucristo, que cuando estabas por sufrir has orado por tus discípulos para que hasta el final fuesen uno, como eres Tú con el Padre y el Padre contigo, derriba los muros de separación que dividen a los cristianos de diversas denominaciones. Enseña a todos que la sede de Pedro, la Santa Iglesia de Roma, es el fundamento, el centro y el instrumento de esta unidad. Abre sus corazones a la Verdad, por largo tiempo olvidada, de que nuestro Santo Padre, el Papa, es Tu Vicario y Representante. Y así como en el Cielo existe una sola compañía santa, así sobre esta tierra haya una sola comunión que profesa y glorifica Tu Santo Nombre”.

    Pontifical en Tréveris . Imágenes del ICRSS. Franciscanos de la Inmaculada . Forma Extraordinaria en Minnesota .









    Del 20 al 22 de abril de este año, 2.500 peregrinos vinculados a las comunidades unidas a la Pontificia Comisión Ecclesia Dei han peregrinado a la ciudad de Tréveris (Trier) en Alemania, para venerar la reliquia de la Santa Túnica de Cristo. Su Eminencia el Cardenal Walter Brandmüller ofició Santa Misa Pontifical con la Forma Extraordinaria del Rito Romano en la iglesia de San Maximino, a la que asistió en coro Monseñor Stephan Ackermann, Obispo de Tréveris. Los peregrinos recibieron la bendición apostólica de Su Santidad, con indulgencia plenaria. Tras la Misa acudieron en procesión a la Catedral de Tréveris para venerar la preciada reliquia.

    Con la presencia del Obispo de Tréveris son ya 270 los cardenales y obispos que han oficiado o asistido a actos litúrgicos con la Forma Extraordinaria del Rito Romano desde la entrada en vigor del motu proprio Summorum Pontificum.


    New Liturgical Movement

    Acción Litúrgica

    Imágenes del ICRSS


    Hay una serie de noticias recientes relacionadas con el apostolado del Instituto de Cristo Rey Sumo Sacerdote, de las que no pudimos ocuparnos en su día, por estar centrados en los cultos de la Semana Santa y otras noticias. Ahora ofrecemos algunas fotografías sobre este instituto dedicado en exclusiva a la Forma Extraordinaria del Rito Romano.


    Su Eminencia el Cardenal Betori, Arzobispo de Florencia, visitó el Seminario
    del Instituto de Cristo Rey en Gricigliano, el pasado 13 de marzo.
    El Cardenal Betori presidió un Te-Deum
    Rezo del Confíteor durante la Santa Misa, el pasado Domingo de Laetare en Gricigliano
    Su Eminencia el Cardenal Brandmüller también visitó el Seminario del ICRSS
    en Gricigliano, donde confirió el sacramento de la Confirmación a varios jóvenes
    ...y ofició la Santa Misa tradicional.
    La masiva asistencia de fieles a la Santa Misa tradicional el Domingo de Ramos
    en Gabón, es fiel reflejo del éxito de la Liturgia tradicional y del amplio
    apostolado que realiza el ICRSS.
    Adoración de la Cruz el Viernes Santo en Gricigliano
    Vigilia Pascual en Gricigliano
    En su día informamos de la hermosa iglesia en New Brighton,
    encomendada al ICRSS por el Obispo de Shrewsbury.
    El próximo 10 de mayo será la sede del capítulo de la
    Confraternidad de Clérigos Católicos Británicos.

    Franciscanos de la Inmaculada

    Los Franciscanos de la Inmaculada forman un joven instituto con un gran número de vocaciones, tanto en sus ramas masculina como femenina. En los últimos años se han volcado con la Forma Extraordinaria del Rito Romano.

    Nos comenta un amigo que, al parecer, está próxima la fundación de su primera casa en España. No diremos más por el momento. Lo que está claro es que el obispo que los llame enriquecerá su diócesis de la mejor forma posible.

    Franciscanos de la Inmaculada. Fotografía Orbis Catholicus

    Franciscanos de la Inmaculada asisten al Arzobispo de Cebú, Filipinas,
    en una reciente Misa pontifical



    Forma Extraordinaria en Minnesota

    Más frutos del motu proprio Summorum Pontificum, en este caso celebración con el Misal del Beato Juan XXIII en la iglesia de San Agustín, en Saint Paul, Minnesota, Estados Unidos.

    Orbis Catholicus




    Misa tradicional en Filipinas

    Santa Misa con la Forma Extraordinaria del Rito Romano, en Carcar, Central Visayas, Cebú, Filipinas.

    Flickr Flickr


    Benedetto XVI alla Santa Messa con Ordinazioni sacerdotali (29 aprile 2012)



    OMELIA DEL SANTO PADRE BENEDETTO XVI

    Basilica Vaticana
    IV Domenica di Pasqua, 29 aprile 2012



    Venerati Fratelli,
    cari Ordinandi,
    cari fratelli e sorelle!

    La tradizione romana di celebrare le Ordinazioni sacerdotali in questa IV Domenica di Pasqua, la domenica «del Buon Pastore», contiene una grande ricchezza di significato, legata alla convergenza tra la Parola di Dio, il Rito liturgico e il Tempo pasquale in cui si colloca. In particolare, la figura del pastore, così rilevante nella Sacra Scrittura e naturalmente molto importante per la definizione del sacerdote, acquista la sua piena verità e chiarezza sul volto di Cristo, nella luce del Mistero della sua morte e risurrezione. Da questa ricchezza anche voi, cari Ordinandi, potrete sempre attingere, ogni giorno della vostra vita, e così il vostro sacerdozio sarà continuamente rinnovato.

    Quest’anno il brano evangelico è quello centrale del capitolo 10 di Giovanni e inizia proprio con l’affermazione di Gesù: «Io sono il buon pastore», a cui subito segue la prima caratteristica fondamentale: «Il buon pastore dà la propria vita per le pecore» (Gv 10,11). Ecco: qui noi siamo immediatamente condotti al centro, al culmine della rivelazione di Dio come pastore del suo popolo; questo centro e culmine è Gesù, precisamente Gesù che muore sulla croce e risorge dal sepolcro il terzo giorno, risorge con tutta la sua umanità, e in questo modo coinvolge noi, ogni uomo, nel suo passaggio dalla morte alla vita. Questo avvenimento – la Pasqua di Cristo – in cui si realizza pienamente e definitivamente l’opera pastorale di Dio, è un avvenimento sacrificale: perciò il Buon Pastore e il Sommo Sacerdote coincidono nella persona di Gesù che ha dato la vita per noi.


    Ma osserviamo brevemente anche le prime due Letture e il Salmo responsoriale (Sal 118). Il brano degli Atti degli Apostoli (4,8-12) ci presenta la testimonianza di san Pietro davanti ai capi del popolo e agli anziani di Gerusalemme, dopo la prodigiosa guarigione dello storpio. Pietro afferma con grande franchezza che «Gesù è la pietra, che è stata scartata da voi, costruttori, e che è diventata la pietra d’angolo»; e aggiunge: «In nessun altro c’è salvezza; non vi è infatti, sotto il cielo, altro nome dato agli uomini, nel quale è stabilito che noi siamo salvati» (vv. 11-12). L’Apostolo interpreta poi alla luce del mistero pasquale di Cristo il Salmo 118, in cui l’orante rende grazie a Dio che ha risposto al suo grido d’aiuto e lo ha tratto in salvo. Dice questo Salmo: «La pietra scartata dai costruttori / è divenuta la pietra d’angolo. / Questo è stato fatto dal Signore: / una meraviglia ai nostri occhi» (Sal 118,22-23). Gesù ha vissuto proprio questa esperienza: di essere scartato dai capi del suo popolo e riabilitato da Dio, posto a fondamento di un nuovo tempio, di un nuovo popolo che darà lode al Signore con frutti di giustizia (cfr Mt 21,42-43). Dunque, la prima Lettura e il Salmo responsoriale, che è lo stesso Salmo 118, richiamano fortemente il contesto pasquale, e con questa immagine della pietra scartata e ristabilita attirano il nostro sguardo su Gesù morto e risorto.

    La seconda Lettura, tratta dalla Prima Lettera di Giovanni (3,1-2), ci parla invece del frutto della Pasqua di Cristo: il nostro essere diventati figli di Dio. Nelle parole di Giovanni si sente ancora tutto lo stupore per questo dono: non soltanto siamo chiamati figli di Dio, ma «lo siamo realmente» (v. 1). In effetti, la condizione filiale dell’uomo è il frutto dell’opera salvifica di Gesù: con la sua incarnazione, con la sua morte e risurrezione e con il dono dello Spirito Santo Egli ha inserito l’uomo dentro una relazione nuova con Dio, la sua stessa relazione con il Padre. Per questo Gesù risorto dice: «Salgo al Padre mio e Padre vostro, Dio mio e Dio vostro» (Gv 20,17). E’ una relazione già pienamente reale, ma che non è ancora pienamente manifestata: lo sarà alla fine, quando – se Dio vorrà – potremo vedere il suo volto senza veli (cfr v. 2).

    Cari Ordinandi, è là che ci vuole condurre il Buon Pastore! E’ là che il sacerdote è chiamato a condurre i fedeli a lui affidati: alla vita vera, la vita «in abbondanza» (Gv 10,10). Torniamo dunque al Vangelo, e alla parabola del pastore. «Il buon pastore dà la propria vita per le pecore» (Gv 10,11). Gesù insiste su questa caratteristica essenziale del vero pastore che è Lui stesso: quella del «dare la propria vita». Lo ripete tre volte, e alla fine conclude dicendo: «Per questo il Padre mi ama: perché io do la mia vita, per poi riprenderla di nuovo. Nessuno me la toglie: io la do da me stesso. Ho il potere di darla e il potere di riprenderla di nuovo. Questo è il comando che ho ricevuto dal Padre mio» (Gv 10,17-18). E’ questo chiaramente il tratto qualificante del pastore così come Gesù lo interpreta in prima persona, secondo la volontà del Padre che lo ha mandato. La figura biblica del re-pastore, che comprende principalmente il compito di reggere il popolo di Dio, di tenerlo unito e guidarlo, tutta questa funzione regale si realizza pienamente in Gesù Cristo nella dimensione sacrificale, nell’offerta della vita. Si realizza, in una parola, nel mistero della Croce, cioè nel supremo atto di umiltà e di amore oblativo. Dice l’abate Teodoro Studita: «Per mezzo della croce noi, pecorelle di Cristo, siamo stati radunati in un unico ovile e siamo destinati alle eterne dimore» (Discorso sull’adorazione della croce: PG 99, 699).


    In questa prospettiva orientano le formule del Rito dell’Ordinazione dei Presbiteri, che stiamo celebrando. Ad esempio, tra le domande che riguardano gli «impegni degli eletti», l’ultima, che ha un carattere culminante e in qualche modo sintetico, dice così: «Volete essere sempre più strettamente uniti a Cristo sommo sacerdote, che come vittima pura si è offerto al Padre per noi, consacrando voi stessi a Dio insieme con lui per la salvezza di tutti gli uomini?». Il sacerdote è infatti colui che viene inserito in un modo singolare nel mistero del Sacrificio di Cristo, con una unione personale a Lui, per prolungare la sua missione salvifica. Questa unione, che avviene grazie al Sacramento dell’Ordine, chiede di diventare “sempre più stretta” per la generosa corrispondenza del sacerdote stesso. Per questo, cari Ordinandi, tra poco voi risponderete a questa domanda dicendo: «Sì, con l’aiuto di Dio, lo voglio». Successivamente, nei Riti esplicativi, al momento dell’unzione crismale, il celebrante dice: «Il Signore Gesù Cristo, che il Padre ha consacrato in Spirito Santo e potenza, ti custodisca per la santificazione del suo popolo e per l’offerta del sacrificio». E poi, alla consegna del pane e del vino: «Ricevi le offerte del popolo santo per il sacrificio eucaristico. Renditi conto di ciò che farai, imita ciò che celebrerai, conforma la tua vita al mistero della croce di Cristo Signore». Risalta con forza che, per il sacerdote, celebrare ogni giorno la Santa Messa non significa svolgere una funzione rituale, ma compiere una missione che coinvolge interamente e profondamente l’esistenza, in comunione con Cristo risorto che, nella sua Chiesa, continua ad attuare il Sacrificio redentore.

    Questa dimensione eucaristica-sacrificale è inseparabile da quella pastorale e ne costituisce il nucleo di verità e di forza salvifica, da cui dipende l’efficacia di ogni attività. Naturalmente non parliamo della efficacia soltanto sul piano psicologico o sociale, ma della fecondità vitale della presenza di Dio al livello umano profondo. La stessa predicazione, le opere, i gesti di vario genere che la Chiesa compie con le sue molteplici iniziative, perderebbero la loro fecondità salvifica se venisse meno la celebrazione del Sacrificio di Cristo. E questa è affidata ai sacerdoti ordinati. In effetti, il presbitero è chiamato a vivere in se stesso ciò che ha sperimentato Gesù in prima persona, cioè a darsi pienamente alla predicazione e alla guarigione dell’uomo da ogni male del corpo e dello spirito, e poi, alla fine, riassumere tutto nel gesto supremo del «dare la vita» per gli uomini, gesto che trova la sua espressione sacramentale nell’Eucaristia, memoriale perpetuo della Pasqua di Gesù. E’ solo attraverso questa «porta» del Sacrificio pasquale che gli uomini e le donne di tutti i tempi e luoghi possono entrare nella vita eterna; è attraverso questa «via santa» che possono compiere l’esodo che li conduce alla «terra promessa» della vera libertà, ai «pascoli erbosi» della pace e della gioia senza fine (cfr Gv 10,7.9; Sal 77,14.20-21; Sal 23,2).

    Cari Ordinandi, questa Parola di Dio illumini tutta la vostra vita. E quando il peso della croce si farà più pesante, sappiate che quella è l’ora più preziosa, per voi e per le persone a voi affidate: rinnovando con fede e con amore il vostro «sì, con l’aiuto di Dio lo voglio», voi coopererete con Cristo, Sommo Sacerdote e Buon Pastore, a pascere le sue pecorelle – magari quella sola che si era smarrita, ma per la quale si fa grande festa in Cielo! La Vergine Maria, Salus Populi Romani, vegli sempre su ciascuno di voi e sul vostro cammino. Amen.
     

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    http://paparatzinger5blograffaella.blogspot.pt/

    MESSAGE OF THE HOLY FATHER : Vocations, the Gift of the Love of God

    MESSAGE OF THE HOLY FATHER
    FOR THE 49th WORLD DAY
    OF PRAYER FOR VOCATIONS

    29 APRIL 2012 FOURTH SUNDAY OF EASTER



    Theme: Vocations, the Gift of the Love of God






    Dear Brothers and Sisters,

    The 49th World Day of Prayer for Vocations, which will be celebrated on 29 April 2012, the Fourth Sunday of Easter, prompts us to meditate on the theme: Vocations, the Gift of the Love of God.

    The source of every perfect gift is God who is Love – Deus caritas est: “Whoever remains in love remains in God and God in him” (1 Jn 4:16). Sacred Scripture tells the story of this original bond between God and man, which precedes creation itself. Writing to the Christians of the city of Ephesus, Saint Paul raises a hymn of gratitude and praise to the Father who, with infinite benevolence, in the course of the centuries accomplishes his universal plan of salvation, which is a plan of love. In his Son Jesus – Paul states – “he chose us, before the foundation of the world, to be holy and without blemish before him in love” (Eph 1:4). We are loved by God even “before” we come into existence! Moved solely by his unconditional love, he created us “not … out of existing things” (cf. 2 Macc 7:28), to bring us into full communion with Him.READ...

    MESSAGE DU SAINT-PÈRE POUR LA XLIXe JOURNÉE MONDIALE DE PRIÈRE POUR LES VOCATIONS

     
    29 AVRIL 2012 – IVe DIMANCHE DE PÂQUES



    Les vocations, don de l’Amour de Dieu



    Chers frères et sœurs,

    La 49ème Journée Mondiale de Prière pour les Vocations, qui sera célébrée le 29 avril 2012, quatrième dimanche de Pâques, nous invite à réfléchir sur le thème : Les vocations, don de l’Amour de Dieu.

    La source de tout don parfait est Dieu Amour – Deus caritas est – : « celui qui demeure dans l’amour, demeure en Dieu et Dieu en lui » (1 Jn 4, 16). L’Écriture Sainte raconte l’histoire de ce lien originel entre Dieu et l’humanité, qui précède la création elle-même. Saint Paul, écrivant aux chrétiens de la ville d’Éphèse, fait monter un hymne de reconnaissance et de louange au Père, Lui qui, avec une infinie bienveillance, met en œuvre, au cours des siècles, son dessein universel de salut, qui est un dessein d’amour. Dans son Fils Jésus – affirme l’Apôtre – Il « nous a choisis avant la création du monde, pour que nous soyons, dans l’amour, saints et irréprochables, sous son regard » (Ep 1, 4). Nous sommes aimés par Dieu “avant” même de venir à l’existence ! Mû exclusivement par son amour inconditionnel, Il nous a “créés de rien” (cf. 2M 7, 28) pour nous conduire à la pleine communion avec Lui.LIRE...

    BOTSCHAFT DES HEILIGEN VATERS BENEDIKT XVI ZUM 49. WELTGEBETSTAG UM GEISTLICHE BERUFUNGEN

     

    29. APRIL 2012 – 4. SONNTAG DER OSTERZEIT



    Thema: Die Berufungen: Geschenk der Liebe Gottes


    Liebe Brüder und Schwestern!

    Der 49. Weltgebetstag um geistliche Berufungen, der am 29. April 2012, dem vierten Sonntag der Osterzeit, gefeiert wird, lädt uns ein, über folgendes Thema nachzudenken: Die Berufungen: Geschenk der Liebe Gottes.

    Der Quell jedes vollkommenen Geschenks ist Gott, der die Liebe ist – Deus caritas est –: „Wer in der Liebe bleibt, bleibt in Gott, und Gott bleibt in ihm“ (1 Joh 4,16). Die Heilige Schrift erzählt die Geschichte dieses ursprünglichen Bandes zwischen Gott und der Menschheit, das der Schöpfung selbst vorausgeht. In seinem Brief an die Christen der Stadt Ephesus erhebt der hl. Paulus ein Dank- und Loblieb zum Herrn, der durch alle Jahrhunderte hindurch mit unendlicher Güte für die Verwirklichung seines universalen Heilsplans, der ein Liebesplan ist, sorgt. In seinem Sohn Jesus, sagt der Apostel, „hat er uns erwählt vor der Erschaffung der Welt, damit wir heilig und untadelig leben vor Gott“ (Eph 1,4). Wir sind von Gott geliebt, noch ehe wir ins Dasein gelangen! Einzig und allein aus seiner bedingungslosen Liebe heraus hat er uns „aus dem Nichts erschaffen“ (vgl. 2 Makk 7,28), um uns zur vollen Gemeinschaft mit sich zu führen.LESEN...

    BENEDICTO XVI : Las vocaciones don de la caridad de Dios

    MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
    PARA LA XLIX JORNADA MUNDIAL
    DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

    29 DE ABRIL DE 2012 – IV DOMINGO DE PASCUA


    Tema: Las vocaciones don de la caridad de Dios



    Queridos hermanos y hermanas

    La XLIX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el 29 de abril de 2012, cuarto domingo de Pascua, nos invita a reflexionar sobre el tema: Las vocaciones don de la caridad de Dios.

    La fuente de todo don perfecto es Dios Amor -Deus caritas est-: «quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4,16). La Sagrada Escritura narra la historia de este vínculo originario entre Dios y la humanidad, que precede a la misma creación. San Pablo, escribiendo a los cristianos de la ciudad de Éfeso, eleva un himno de gratitud y alabanza al Padre, el cual con infinita benevolencia dispone a lo largo de los siglos la realización de su plan universal de salvación, que es un designio de amor. En el Hijo Jesús –afirma el Apóstol– «nos eligió antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor» (Ef 1,4). Somos amados por Dios incluso “antes” de venir a la existencia. Movido exclusivamente por su amor incondicional, él nos “creó de la nada” (cf. 2M 7,28) para llevarnos a la plena comunión con Él. LEER...

    MENSAGEM «As vocações, dom do amor de Deus» DO SANTO PADRE BENTO XVI PARA O 49º DIA MUNDIAL DE ORAÇÃO PELAS VOCAÇÕES QUE OCORRE HOJE 29 DE ABRIL DE 2012 - IV DOMINGO DE PÁSCOA




    Tema: As vocações, dom do amor de Deus



    Amados irmãos e irmãs!

    O XLIX Dia Mundial de Oração pelas Vocações, que será celebrado no IV domingo de Páscoa – 29 de Abril de 2012 –, convida-nos a reflectir sobre o tema «As vocações, dom do amor de Deus».

    A fonte de todo o dom perfeito é Deus, e Deus é Amor – Deus caritas est –; «quem permanece no amor permanece em Deus, e Deus nele» (1 Jo 4, 16). A Sagrada Escritura narra a história deste vínculo primordial de Deus com a humanidade, que antecede a própria criação. Ao escrever aos cristãos da cidade de Éfeso, São Paulo eleva um hino de gratidão e louvor ao Pai pela infinita benevolência com que predispõe, ao longo dos séculos, o cumprimento do seu desígnio universal de salvação, que é um desígnio de amor. No Filho Jesus, Ele «escolheu-nos – afirma o Apóstolo – antes da fundação do mundo, para sermos santos e irrepreensíveis em caridade na sua presença» (Ef 1, 4). Fomos amados por Deus, ainda «antes» de começarmos a existir! Movido exclusivamente pelo seu amor incondicional, «criou-nos do nada» (cf. 2 Mac 7, 28) para nos conduzir à plena comunhão consigo.

    À vista da obra realizada por Deus na sua providência, o salmista exclama maravilhado: «Quando contemplo os céus, obra das vossas mãos, a Lua e as estrelas que Vós criastes, que é o homem para Vos lembrardes dele, o filho do homem para com ele Vos preocupardes?» (Sal 8, 4-5). Assim, a verdade profunda da nossa existência está contida neste mistério admirável: cada criatura, e particularmente cada pessoa humana, é fruto de um pensamento e de um acto de amor de Deus, amor imenso, fiel e eterno (cf. Jer 31, 3). É a descoberta deste facto que muda, verdadeira e profundamente, a nossa vida. Numa conhecida página das Confissões, Santo Agostinho exprime, com grande intensidade, a sua descoberta de Deus, beleza suprema e supremo amor, um Deus que sempre estivera com ele e ao qual, finalmente, abria a mente e o coração para ser transformado: «Tarde Vos amei, ó beleza tão antiga e tão nova, tarde Vos amei! Vós estáveis dentro de mim, mas eu estava fora, e fora de mim Vos procurava; com o meu espírito deformado, precipitava-me sobre as coisas formosas que criastes. Estáveis comigo e eu não estava convosco. Retinha-me longe de Vós aquilo que não existiria, se não existisse em Vós. Chamastes-me, clamastes e rompestes a minha surdez. Brilhastes, resplandecestes e dissipastes a minha cegueira. Exalastes sobre mim o vosso perfume: aspirei-o profundamente, e agora suspiro por Vós. Saboreei-Vos e agora tenho fome e sede de Vós. Tocastes-me e agora desejo ardentemente a vossa paz» (Confissões, X, 27-38). O santo de Hipona procura, através destas imagens, descrever o mistério inefável do encontro com Deus, com o seu amor que transforma a existência inteira.

    Trata-se de um amor sem reservas que nos precede, sustenta e chama ao longo do caminho da vida e que tem a sua raiz na gratuidade absoluta de Deus. O meu antecessor, o Beato João Paulo II, afirmava – referindo-se ao ministério sacerdotal – que cada «gesto ministerial, enquanto leva a amar e a servir a Igreja, impele a amadurecer cada vez mais no amor e no serviço a Jesus Cristo Cabeça, Pastor e Esposo da Igreja, um amor que se configura sempre como resposta ao amor prévio, livre e gratuito de Deus em Cristo» (Exort. ap. Pastores dabo vobis, 25). De facto, cada vocação específica nasce da iniciativa de Deus, é dom do amor de Deus! É Ele que realiza o «primeiro passo», e não o faz por uma particular bondade que teria vislumbrado em nós, mas em virtude da presença do seu próprio amor «derramado nos nossos corações pelo Espírito Santo» (Rm 5, 5).

    Em todo o tempo, na origem do chamamento divino está a iniciativa do amor infinito de Deus, que se manifesta plenamente em Jesus Cristo. «Com efeito – como escrevi na minha primeira Encíclica, Deus caritas est – existe uma múltipla visibilidade de Deus. Na história de amor que a Bíblia nos narra, Ele vem ao nosso encontro, procura conquistar-nos – até à Última Ceia, até ao Coração trespassado na cruz, até às aparições do Ressuscitado e às grandes obras pelas quais Ele, através da acção dos Apóstolos, guiou o caminho da Igreja nascente. Também na sucessiva história da Igreja, o Senhor não esteve ausente: incessantemente vem ao nosso encontro, através de pessoas nas quais Ele Se revela; através da sua Palavra, nos Sacramentos, especialmente na Eucaristia» (n.º 17).

    O amor de Deus permanece para sempre; é fiel a si mesmo, à «promessa que jurou manter por mil gerações» (Sal 105, 8). Por isso é preciso anunciar de novo, especialmente às novas gerações, a beleza persuasiva deste amor divino, que precede e acompanha: este amor é a mola secreta, a causa que não falha, mesmo nas circunstâncias mais difíceis.

    Amados irmãos e irmãs, é a este amor que devemos abrir a nossa vida; cada dia, Jesus Cristo chama-nos à perfeição do amor do Pai (cf. Mt 5, 48). Na realidade, a medida alta da vida cristã consiste em amar «como» Deus; trata-se de um amor que, no dom total de si, se manifesta fiel e fecundo. À prioresa do mosteiro de Segóvia, que fizera saber a São João da Cruz a pena que sentia pela dramática situação de suspensão em que ele então se encontrava, este santo responde convidando-a a agir como Deus: «A única coisa que deve pensar é que tudo é predisposto por Deus; e onde não há amor, semeie amor e recolherá amor» (Epistolário, 26).

    Neste terreno de um coração em oblação, na abertura ao amor de Deus e como fruto deste amor, nascem e crescem todas as vocações. E é bebendo nesta fonte durante a oração, através duma familiaridade assídua com a Palavra e os Sacramentos, nomeadamente a Eucaristia, que é possível viver o amor ao próximo, em cujo rosto se aprende a vislumbrar o de Cristo Senhor (cf. Mt 25, 31-46). Para exprimir a ligação indivisível entre estes «dois amores» – o amor a Deus e o amor ao próximo – que brotam da mesma fonte divina e para ela se orientam, o Papa São Gregório Magno usa o exemplo da plantinha: «No terreno do nosso coração, [Deus] plantou primeiro a raiz do amor a Ele e depois, como ramagem, desenvolveu-se o amor fraterno» (Moralia in Job, VII, 24, 28: PL 75, 780D).

    Estas duas expressões do único amor divino devem ser vividas, com particular vigor e pureza de coração, por aqueles que decidiram empreender um caminho de discernimento vocacional em ordem ao ministério sacerdotal e à vida consagrada; aquelas constituem o seu elemento qualificante. De facto, o amor a Deus, do qual os presbíteros e os religiosos se tornam imagens visíveis – embora sempre imperfeitas –, é a causa da resposta à vocação de especial consagração ao Senhor através da ordenação presbiteral ou da profissão dos conselhos evangélicos. O vigor da resposta de São Pedro ao divino Mestre – «Tu sabes que Te amo» (Jo 21, 15) – é o segredo duma existência doada e vivida em plenitude e, por isso, repleta de profunda alegria.

    A outra expressão concreta do amor – o amor ao próximo, sobretudo às pessoas mais necessitadas e atribuladas – é o impulso decisivo que faz do sacerdote e da pessoa consagrada um gerador de comunhão entre as pessoas e um semeador de esperança. A relação dos consagrados, especialmente do sacerdote, com a comunidade cristã é vital e torna-se parte fundamental também do seu horizonte afectivo. A este propósito, o Santo Cura d’Ars gostava de repetir: «O padre não é padre para si mesmo; é-o para vós» [Le curé d’Ars. Sa pensée – Son cœur ( ed. Foi Vivante - 1966), p. 100].

    Venerados Irmãos no episcopado, amados presbíteros, diáconos, consagrados e consagradas, catequistas, agentes pastorais e todos vós que estais empenhados no campo da educação das novas gerações, exorto-vos, com viva solicitude, a uma escuta atenta de quantos, no âmbito das comunidades paroquiais, associações e movimentos, sentem manifestar-se os sinais duma vocação para o sacerdócio ou para uma especial consagração. É importante que se criem, na Igreja, as condições favoráveis para poderem desabrochar muitos «sins», respostas generosas ao amoroso chamamento de Deus.

    É tarefa da pastoral vocacional oferecer os pontos de orientação para um percurso frutuoso. Elemento central há-de ser o amor à Palavra de Deus, cultivando uma familiaridade crescente com a Sagrada Escritura e uma oração pessoal e comunitária devota e constante, para ser capaz de escutar o chamamento divino no meio de tantas vozes que inundam a vida diária. Mas o «centro vital» de todo o caminho vocacional seja sobretudo a Eucaristia: é aqui no sacrifício de Cristo, expressão perfeita de amor, que o amor de Deus nos toca; e é aqui que aprendemos incessantemente a viver a «medida alta» do amor de Deus. Palavra, oração e Eucaristia constituem o tesouro precioso para se compreender a beleza duma vida totalmente gasta pelo Reino.

    Desejo que as Igrejas locais, nas suas várias componentes, se tornem «lugar» de vigilante discernimento e de verificação vocacional profunda, oferecendo aos jovens e às jovens um acompanhamento espiritual sábio e vigoroso. Deste modo, a própria comunidade cristã torna-se manifestação do amor de Deus, que guarda em si mesma cada vocação. Tal dinâmica, que corresponde às exigências do mandamento novo de Jesus, pode encontrar uma expressiva e singular realização nas famílias cristãs, cujo amor é expressão do amor de Cristo, que Se entregou a Si mesmo pela sua Igreja (cf. Ef 5, 25). Nas famílias, «comunidades de vida e de amor» (Gaudium et spes, 48), as novas gerações podem fazer uma experiência maravilhosa do amor de oblação. De facto, as famílias são não apenas o lugar privilegiado da formação humana e cristã, mas podem constituir também «o primeiro e o melhor seminário da vocação à vida consagrada pelo Reino de Deus» (Exort. ap. Familiaris consortio, 53), fazendo descobrir, mesmo no âmbito da família, a beleza e a importância do sacerdócio e da vida consagrada. Que os Pastores e todos os fiéis leigos colaborem entre si para que, na Igreja, se multipliquem estas «casas e escolas de comunhão» a exemplo da Sagrada Família de Nazaré, reflexo harmonioso na terra da vida da Santíssima Trindade.

    Com estes votos, concedo de todo o coração a Bênção Apostólica a vós, veneráveis Irmãos no episcopado, aos sacerdotes, aos diáconos, aos religiosos, às religiosas e a todos os fiéis leigos, especialmente aos jovens e às jovens que, de coração dócil, se põem à escuta da voz de Deus, prontos a acolhê-la com uma adesão generosa e fiel.



    Vaticano, 18 de Outubro de 2011.


    PAPA BENTO XVI