XXV ANIVERSARIO
El 2 de enero de 1990 nacía el Grupo de Oración "Santa María Reina", semilla de la cual florecería años más tarde la Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina.
La Santísima Virgen nos hizo ver la necesidad y el deber de responder de forma personal y comunitaria a la llamada que el Vicario de Cristo, San Juan Pablo II, hacía a todos los fieles en su Exhortación Apostólica Christi fideles laici:
"Llegó la hora de emprender una nueva evangelización"... "Es una necesidad urgente poder contar con enviados de Cristo, mensajeros cristianos".
Y posteriormente también en su Carta Encíclica Redemptoris Missio:
"Como los Apóstoles después de la Ascensión de Cristo, la Iglesia debe reunirse en el Cenáculo con « María, la madre de Jesús » (Act 1, 14), para implorar el Espíritu y obtener fuerza y valor para cumplir el mandato misionero".
Paso a paso, con paciencia y amor maternales, Nuestra Reina y Madre fue infundiendo en nuestros corazones los fundamentos de la espiritualidad que nos invitaba a vivir con especial profundidad:
"Bajo el estandarte de Nuestra Señora y sin otra arma que la Cruz de Cristo, queremos prender el fuego del amor divino por doquier".
"Vivir en profundidad una espiritualidad que nace y se alimenta en:
- El Santo Sacrificio de la Misa:
"El culmen y la fuente de todo el culto y de toda la vida cristiana".
"Ofrézcanse a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios".
- La contemplación del Misterio de la Cruz:
"Cristo desea que su Cruz se levante en medio de nuestro mundo para que el hombre contemple la salvación de Dios y la acepte en su vida".
- La Confianza incondicional y el amor filial a María:
"Ella es la Madre del Amor y de la Misericordia, escogida para llevar a cabo los designios providentes de Dios".
"Vivir la consagración a Jesucristo por María".
Hoy, al cumplirse el 25º Aniversario de aquella primera oración comunitaria, damos gracias al Señor y a la Virgen Santísima por todas las gracias y dones recibidos a lo largo de este itinerario, y junto con la alabanza y la gratitud elevamos también con profunda humildad y contrición una súplica de perdón por los pecados y por las faltas de correspondencia en las que hayamos caído a lo largo de estos años.
Renovamos nuestra consagración a Jesús por medio de María, al tiempo que renovamos también nuestra confianza y el espíritu del santo abandono en los Sagrados Corazones.
A los solícitos cuidados y a la maternal intercesión de la Reina y Madre de Misericordia confiamos especialmente a nuestros hermanos y bienhechores difuntos que ya han salido de este mundo.
¡Sagrados Corazones de Jesús y María en Vosotros confiamos!
P. Manuel María de Jesús