Queridos hijos, el Espíritu Santo, por medio de la intercesión del Corazón
Doloroso e Inmaculado de María, Me ha enviado para enseñarles la Gracia del Desprendimiento.
Hijos Míos, deben desprenderse de las cosas superficiales. Deben
dejar ir esos malos sentimientos, esos recuerdos, rencores, celos, ira,
soberbia. Deben de vaciarse del espíritu mundano para ser llenos del Espíritu
Celestial. Renuncien cada día a su ego y a su voluntad. Y preparen vuestro espíritu desde
la oración, el ayuno, de la lectura constante de la Sagrada Escritura, para que vuestros corazones
vivan atentos a la Presencia de Dios.
Queridos hijos, en este tiempo de
misericordia, escuchen nuestras palabras, para que despojados del hombre viejo
y de sus malas acciones, resuciten en Jesucristo, y vivan en constante adoración al Padre, al Hijo, y al
Espíritu Santo, que vive y que reina en los corazones abiertos al Espíritu
Santo y que son dóciles a la Divina Voluntad. En eso consiste, hijitos, la infancia espiritual:
Ser niños del Reino de Dios; depender de éste Eterno y Buen Padre; ansiar
agradarle siempre.
Así, hijos Míos, abran sus corazones. Así,
como cuando un niño abre sus brazos para abrazar a su padre, así abran sus corazones para abrazar
a Dios que es Amor Infinito. Yo les amo y les bendigo, intercedo por
ustedes. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

inundado por um mistério de luz que é Deus e N´Ele vi e ouvi -A ponta da lança como chama que se desprende, toca o eixo da terra, – Ela estremece: montanhas, cidades, vilas e aldeias com os seus moradores são sepultados. - O mar, os rios e as nuvens saem dos seus limites, transbordam, inundam e arrastam consigo num redemoinho, moradias e gente em número que não se pode contar , é a purificação do mundo pelo pecado em que se mergulha. - O ódio, a ambição provocam a guerra destruidora! - Depois senti no palpitar acelerado do coração e no meu espírito o eco duma voz suave que dizia: – No tempo, uma só Fé, um só Batismo, uma só Igreja, Santa, Católica, Apostólica: - Na eternidade, o Céu!