Domingo, 21 nov (RV).- .
En la Santa Misa de la Solemnidad de Cristo Rey, el Pontífice centró su homilía en el ministerio del Obispo de Roma y sobre el de los cardenales, directamente relacionado con él.
“Es difícil este ministerio, porque no se alinea con el modo de pensar de los hombres – a aquella lógica natural que por demás permanece siempre activa en nosotros mismos”
El Santo Padre subrayó la necesidad de seguir el mismo camino de Jesús, “esforzándonos en adoptar su misma lógica, la lógica de la humildad y del servicio, de la semilla que muere para dar fruto. El Papa admitió que no es fácil ni descontado pensar y obrar según la lógica de la Cruz, y por esta razón, dijo “debemos estar compactados y lo estamos porque no nos une una idea, una estrategia, sino el amor de Cristo y su Santo Espíritu. La eficacia de nuestro servicio a la Iglesia depende de nuestra fidelidad a la majestad divina del Amor crucificado.
Por eso sobre el anillo que hoy os consignaré, sello de vuestro pacto nupcial con la Iglesia, está representada la imagen de la Crucifixión. Y por este mismo motivo el color de vuestro hábito hace alusión a la sangre, símbolo de la vida y del amor. La Sangre de Cristo que, según una antigua iconografía, María recoge del costado atravesado del Hijo muerto en la cruz; y que el apóstol Juan contempla mientras brota junto con el agua, según las Escrituras proféticas
El Pontífice resaltó también la necesidad de permanecer con Jesús, como María, y no pedirle que baje de la cruz. En este sentido Benedicto XVI señaló la cruz como el punto crítico de la fe de Simón Pedro y de los otros apóstoles, porque “eran hombres y pensaban como hombres”, y no podían tolerar la idea de un Mesías crucificado. De hecho la conversión de Pedro se realiza plenamente cuando renuncia a querer salvar a Jesús y acepta ser salvado por su cruz.
“El ministerio de Pedro -prosiguió el Papa- consiste todo en su fe; una fe que debe pasar a través del escándalo de la cruz para devenir en auténtica, de verdad cristiana, para convertirse en roca sobre la que Jesús pueda construir su Iglesia”.
El drama que se desarrolla bajo la cruz de Jesús es un drama universal; tiene que ver con todos los hombres frente a Dios que se revela por aquello que es, es decir, Amor. En Jesús crucificado la divinidad es desfigurada, despojada de toda gloria visible, pero está presente y real. Solo la fe sabe reconocerla