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En un artículo publicado en el Corriere della Sera, Vittorio Messori presenta esta oración y explica claramente que, por parte de la Iglesia, ya no se pondrá en discusión el tema. Ofrecemos nuestra traducción de este interesante artículo.
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Ya está lista la oración por la beatificación del Papa Pío XII. El texto fue escrito por don Nicola Bux, estimado docente de liturgia y de teología, consultor de la Congregación para el Culto Divino y de la Oficina para las Celebraciones Pontificias. Autor de varios libros, traducidos en muchas lenguas, en apoyo de la “reforma de la reforma litúrgica” auspiciada por Joseph Ratzinger cuando todavía era cardenal, don Bux es particularmente cercano a Benedicto XVI.
Por lo tanto, el suyo es un texto autorizado. Y autorizadísimo es el imprimatur oficial, concedido por el cardenal Angelo Bagnasco, arzobispo de Génova y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Monseñor Bagnasco ha querido subrayar su adhesión con una autorización manuscrita bajo el original del texto.
El texto no es otra cosa que la oración – aquí publicada – para obtener de Dios la glorificación, con la elevación a los altares, de aquel que por ahora es “venerable”: Eugenio Pacelli, Papa con el nombre de Pío XII. La difusión de la estampa ya ha comenzado y está a cargo del Comité “Papa Pacelli”, asociación libre de laicos que se ha propuesto una circulación masiva. De la Postulación para la beatificación han obtenido una franja de la sotana blanca del Pontífice: así se ha aplicado sobre algunas miles de copias una minúscula reliquia.
El rabino jefe de Roma ha usado el otro día palabras pesadas o carentes de generosidad para citar al director de L’Osservatore Romano (“patacca”, “propaganda”, “falsità”) a propósito del film sobre Pío XII transmitido por la Rai.
La verdad impone decirlo con evidente incomodidad: quien conoce desde dentro el mundo católico sabe que entre el “pueblo de las parroquias” pero también en la Jerarquía crece la impaciencia por la obstinación con que algunos sectores del mundo judío alimentan la leyenda negra sobre Pacelli, a pesar de la enorme cantidad de documentos y de testimonios que la desmienten.
De nada sirve, parece, recordar los mensajes de reconocimiento llegados a aquel Papa por todas las comunidades judías inmediatamente después de la guerra y el homenaje universal, comenzando por los líderes de Israel, tras su muerte, en 1958. Y ha caído el silencio sobre el rabino jefe de la Comunidad de Roma, Israel Zolli, que en 1945 pidió el bautismo y quiso tomar el nombre de Eugenio en señal de reconocimiento por todo lo que había hecho por los judíos aquel que una desconcertante campaña, que no comenzó sino en los años ’60, quiso presentar como “el Papa de Hitler”. Pero no casualmente hablábamos de “algunos sectores judíos” solamente.
En efecto, en el 2007 la reunión plenaria de la Congregación para los Santos aprobó por unanimidad el decreto sobre la “heroicidad de las virtudes” de Pacelli, que, por lo tanto, podía ser llamado “venerable”, la última etapa antes de la beatificación.
Pero aquel decreto debía ser aprobado y promulgado por el Papa. Benedicto XVI tiene, respecto a Pacelli, no sólo veneración por el hombre sino también grandísima estima por el teólogo: varias veces ha recordado que, después de la Biblia, las encíclicas de Pío XII son los textos más citados por el Vaticano II. Por lo tanto, su intención era firmar enseguida el decreto pero fue advertido de que, si lo hacía, se interrumpiría el diálogo con Israel. De este modo, Benedicto XVI ordenó una investigación adicional en los archivos, si bien ya varias veces habían sido explorados: la conclusión fue aquella ya bien conocida.
Y esto es que en el plano histórico no era posible para el Papa hacer más que lo hizo (que no era poco: la mayoría de los judíos salvados en Italia, pero también en otros países, lo deben a la Iglesia) y cualquier otra actitud habría provocado una catástrofe todavía peor. Como ocurrió en Holanda después de la protesta pública del episcopado por las deportaciones.
De este modo, Benedicto XVI, en diciembre del año pasado, ha roto toda ulterior demora y ha declarado “venerable” a su amado predecesor. Pero la decisión ha sido tomada también porque decenas de rabinos americanos, reunidos en un congreso, le enviaron un mensaje con el cual se distanciaban netamente de la campaña de difamación conducida por algunos colegas europeos. Aquellos rabinos recordaban cómo Pío XII llegó a hacer romper el sello de la clausura de los monasterios para hospedar a judíos, vestidos como monjas o frailes y provistos de documentos falsos facilitados por imprentas eclesiales.
La oración para obtener la beatificación del Papa, aprobada por el Presidente de la CEI, es explícita al respecto: “Ha abierto los brazos de Pedro, sin distinción, a todas las víctimas de la terrible tragedia de la II guerra mundial”. Y “con doctrina segura y mansa firmeza, ha guiado a la Iglesia a través del mar agitado de las ideologías totalitarias”.
Ahora, sin embargo, la palabra le corresponde a Dios y de nada servirán ya protestas, indignaciones, invectivas. La causa del Papa Pacelli ya ha terminado para la Iglesia: no queda más que esperar la confirmación divina, el imprimatur del Cielo sobre la convicción de los hombres de que Eugenio Pacelli ha vivido hasta el fondo “de modo heroico” las virtudes evangélicas. Es decir, se espera que sean analizados los casos (uno especialmente, en la diócesis de Sorrento: una mujer embarazada sanada de un linfoma maligno), inexplicables para la ciencia y para la Iglesia milagros.
Es decir, signos del poder de intercesión ante Cristo del candidato a ser venerado sobre los altares como “Beato Pío XII”.
LA ORACIÓN
Señor Jesucristo, te damos gracias por haber dado a la Iglesia al Papa Pío XII, maestro fiel de Tu verdad y pastor angélico.
Él, con doctrina segura y mansa firmeza, ha ejercido el supremo ministerio apostólico guiando a Tu Iglesia a través del agitado mar de las ideologías totalitarias.
Ha abierto los brazos de Pedro, sin distinción, a todas las víctimas de la terrible tragedia de la segunda guerra mundial advirtiendo que nada está perdido con la paz, obra de la justicia.
Con humildad y prudencia ha dado renovado esplendor a la Sagrada Liturgia, y ha manifestado la gloria de María Santísima proclamando su Asunción al Cielo.
Haz, oh Señor, que siguiendo su ejemplo también nosotros aprendamos a defender la verdad, a obedecer con alegría el magisterio católico y a dilatar los espacios de nuestra caridad.
Por esto te suplicamos, si es para Tu mayor gloria y para el bien de nuestras almas, que glorifiques a Tu siervo, el Papa Pío XII.
Amén.
IMPRIMATUR: Angelus Card. Bagnasco
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Traducción: La Buhardilla de Jerónimo