El problema de la Nueva Moral.
El confuso panorama de la moral de la segunda mitad de este siglo puede considerarse representado por la corriente denominada como Nueva Moral. La historia de esta corriente de pensamiento recorre tres períodos principales:
a) Un período de incubación, que va desde 1950 hasta cerca de 1968. Ya en 1948 autores como E. Michel proponían una moral conyugal distinta a las enseñanzas tradicionales de la Iglesia. Cercano a sus posiciones se ubicó el teólogo Th. Steinbüchel. Esta “Nueva Teología” moral fue inmediatamente llamada ética de situación. El Papa Pío XII, en su Encíclica Humani Generis, ponía en guardia contra los teólogos que cedían fácilmente ante el relativismo, el evolucionismo y el historicismo hermenéutico bíblico. El Santo Oficio intervino en 1952 y en 1956 condenó las nuevas opiniones teológicas; el mismo Pío XII tomó parte en la discusión moral con diversas alocuciones. Esta denominación de ética de la situación fue sustituida más tarde con términos más esfumados como Personalismo cristiano, Ética de la caridad, etc.
b) El segundo período (aproximadamente desde 1968 a 1978), se caracterizó por una verdadera afirmación y desarrollo de la Nueva Moral. Tuvo lugar con ocasión de la publicación de la Encíclica Humanae Vitae, de Pablo VI. Comenzó Bernard Häring con una declaración a los periódicos de Roma pocos días después de la aparición del documento pontificio. Inmediatamente se alineó en sus filas Charles Curran, de la Universidad Católica de Washington. Conocidos son los nombres de los teólogos que, cada vez con mayor profusión, divulgaron nuevas teorías opuestas a la enseñanza tradicional, como la opción fundamental, el consecuencialismo con sus modalidades teleológica y proporcional, la teología de la liberación con sus implicaciones morales: Peter Knauer, J. Fuchs, B. Schüller, F. Bökle, R. McCormick, etc.
En este período tomaron vigor inusitado aquellas corrientes morales ya latentes antes del Concilio: el consecuencialismo (con toda su negación de un orden moral universal y objetivo), la teología del disenso (negando el valor de la enseñanza magisterial), la teología de la liberación (reinterpretando la existencia cristiana a la luz de los principios marxistas). Al punto tal que se ha podido decir que, desde este punto de vista, esta etapa ha sido decisivamente desfavorable para la vida de la Iglesia
Sin embargo, como reconoce el mismo McCormick el verdadero viraje moral no se debe a estos teólogos propiamente moralistas, sino a la actividad teológica de Karl Rahner, S.J., quien realizó la mediación para introducir en la teología (moral en nuestro caso) católica la doctrina hegeliana y heideggeriana. Rahner, en efecto, transportó a la teología católica el existencialismo heideggeriano obrando así una nueva visión global del cristianismo. Las consecuencias que se siguieron para la teología moral de esta obra de Rahner podrían sintetizarse en las siguientes: 1º la adopción del método trascendental en la teología moral; 2º una nueva determinación de las fuentes de la teología moral (que ya no serían más ni el texto sacro, ni la tradición conservada por el magisterio, sino la comunidad histórica actual); 3º una nueva concepción de la voluntad como facultad autoproyectante con el consiguiente problema de la opción fundamental; 4º la determinación de nuevos criterios constitutivos del acto moral, que no se configuran más como conformidad con el objeto sino como “intención” (lo que terminará en el consecuencialismo); 5º una nueva concepción de la función del magisterio en materia moral………
Fuente: Los principios fundamentales de la teología moral católica - Padre Miguel Ángel Fuentes En el libro “Examen crítico de la Teología de Karl Rahner, S.J.", Robert McCarthy, un laico tejano, afirma que Rahner comenzó odiando esa vieja Iglesia y esa vieja Fe que por la Revelación descendió de Dios hasta el hombre. Entonces las consideró absolutamente inadecuadas para el hombre moderno, así que se puso a redescubrir Fe e Iglesia de manera que se adaptaran al hombre moderno. Así, en lugar de obrar como siempre lo hace el católico, descendiendo de Dios hasta el hombre para elevar el hombre a Dios, Rahner se puso a trabajar ascendiendo del hombre moderno hasta Dios, de manera de abajar a Dios hasta una versión de Dios que resultara aceptable al hombre moderno. Como dijera un discípulo de Rahner: «El propio Rahner ha dicho que la teología suele dar la impresión hoy en día de dar respuestas mitológicas o al menos no científicas... El teólogo solo puede superar esto... partiendo del hombre y sus experiencias.»
Por lo tanto, el hombre moderno se considera que no es un mal tipo; de hecho siente que es bastante buen tipo, así que ya puede dejar de creer en el Viejo dogma católico del pecado original y tampoco necesita creer ya más que la sobrenaturaleza divina y la gracia de Dios estén tan por encima de su propia naturaleza. Basado en este sentir o en estas “experiencias” del hombre moderno, Rahner descubre su doctrina de lo “sobrenatural existencial”, queriendo significar que, en lugar de existir un pecado original en la naturaleza humana, lo que existe es lo sobrenatural, o gracia, que existe o que es creado ¡con la naturaleza humana!
De este modo, Rahner, partiendo de ese sentimiento maravilloso de sí mismo del hombre moderno, llega enseguida a aquellas dos herejías fundamentales que, como dijera Donoso Cortés, constituyen la raíz de casi todas las herejías modernas: la negación de la sobrenaturaleza y la negación del pecado original. Ahora bien, como sacerdote y teólogo católico, Rahner no podía salir impoluto tras tamaña demolición de verdades católicas básicas. Aquí, dice McCarthy, está la explicación de la casi impenetrable oscuridad de Rahner y su invención de frases como “sobrenatural existencial". Pero lo que en el maestro es oscuro lo esclarecen los discípulos.
Pero si el hombre es tan maravilloso como para que la gracia venga increada con su naturaleza, ¿qué necesidad tiene de redención o de un Redentor? Para Rahner, como para el hombre moderno, la evolución es cierta, de modo que lo maravilloso del hombre significa que siempre está evolucionando hacia algo más elevado; o sea, que permanentemente él mismo se está superando y llegando más allá de si mismo. Jesucristo simplemente es esa persona en la que el hombre evolucionó hasta su máxima superación; esto es, hasta lo que el hombre llama ¡¡divinidad!! Y si el hombre no hubiera logrado esta autotrascendencia total en la persona del carpintero de Galilea, ¡¡la habría alcanzado o la lograría en alguna otra persona, en algún otro momento de la historia! Mediante esta doctrina de Dios que ya no desciende hasta la naturaleza humana sino que es el hombre el que evoluciona hacia la naturaleza divina, Rahner logra ensamblar la evolución y su conversión hacia el hombre, ¡pero descarta la Encarnación!
Fuente: www.statveritas.com.ar
Audio-Conferencia del Padre Ignacio Andereggen.
Ignacio Andereggen nació en Buenos Aires en 1958. Es sacerdote de la Arquidiócesis de esa ciudad. Licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica Argentina “Santa María de los Buenos Aires” con Medalla de Oro. Doctor en Filosofía y Doctor en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma con la máxima calificación académica (summa cum laude). Profesor en las Facultades de Filosofía y Teología de dicha Universidad. Es profesor de Historia de la Psicología en el Pontificio Ateneo Regina Apostolorum de Roma, donde también enseña en las Facultades de Filosofía y Teología. Se desempeña como profesor titular de Metafísica y Teología en las Facultades de Filosofía y Letras y de Derecho de la UCA. Ex Investigador del CONICET de la República Argentina, es miembro correspondiente de la Pontificia Academia Romana de Santo Tomás de Aquino y de Religión Católica