DISPOSICIONES PARA OÍR BIEN LA SANTA MISA
* Por San Juan Bautista De la Salle
De la obligación de asistir a la santa Misa.
Hay obligación de asistir a la santa Misa todos los domingos y todas las fiestas.
Incluso, la intención de la Iglesia es que se oiga en la propia parroquia, y que se asista a la que se llama de ordinario misa parroquial; por esta razón manda a los pastores que den en ella una instrucción a los fieles que tienen a su cargo, explicándoles el Santo Evangelio y enseñándoles las normas de la vida cristiana.
No hay obligación de oír la misa los demás días; con todo, no se debe descuidar y, a pesar de las ocupaciones que se tenga, hay que hacer lo posible para no faltar a ella ni un solo día. Hay que convencerse de que ese tiempo no estará perdido, sino bien empleado, y de ordinario, mucho mejor que si se empleara en el trabajo; pues por medio de tan santa acción se atraerán las gracias y bendiciones de Dios sobre todo lo que hay que hacer a lo largo del día.
Quienes trabajan manualmente y cuya mente se ha de ocupar en asuntos temporales y externos durante el día, deben hacer de la santa Misa su primera preocupación y su primera acción, con el fin de no distraerse con facilidad, al asistir a ella, con los pensamientos con que se llenaría su mente si oyeran la santa Misa después de haberse dedicado a lo que es propio de su empleo; así se separa lo santo de lo profano y no se corre el peligro de perder el fruto que se pueda obtener de la práctica más santa de nuestra religión.
Quienes no pueden asistir a la santa Misa los domingos y fiestas, por estar enfermos, y aquellos a quienes asuntos necesarios y urgentes impiden oírla los demás días, deben, al menos, unirse en espíritu y en intención al sacerdote que la dice y a la asamblea de fieles que la oyen, ofrecer su corazón a Dios y ofrecerle el sacrificio de sí mismos y de todo lo que poseen, practicando, en la medida de lo posible, todas las cosas que harían si estuviesen realmente presentes.
Esta santa disposición y la unión que tengan con la Iglesia y con sus intenciones, suplirá, de algún modo, la presencia actual que no han podido tener en la santa Misa.
De las disposiciones para oír bien la santa Misa.
No es suficiente oír exteriormente la santa Misa para cumplir con la obligación que impone la Iglesia a todos los fieles, de asistir a ella los domingos y fiestas, sino que todos deben estar en ella con las disposiciones sin las que su presencia exterior sería inútil, y sin las cuales tampoco cumplirían en modo alguno lo que manda la Iglesia; pues la intención de la Iglesia, al mandar que los fieles oigan la santa Misa, es no sólo obligarlos a estar presentes en ella, sino también a que tributen a Dios sus homenajes.
Para oír debidamente la santa Misa hay tres clases de disposiciones.
1. Hay disposiciones que son necesarias para cumplir el mandamiento de la Iglesia; y estas disposiciones son oír la santa Misa completa, con atención y con espíritu de religión.
No se oye la santa Misa completa cuando no se está presente en ella, sea al comienzo, sea al final.
No se oye la santa Misa con la atención y la aplicación de la mente que se debe tener, cuando se duerme en ella, cuando se habla, cuando se mira de un lado a otro, o cuando uno se distrae voluntariamente.
No se oye la santa Misa con espíritu de religión cuando no se reza con sentimiento de piedad interior. Quienes no oyen la santa Misa entera los domingos y fiestas, no cumplen el mandamiento de la Iglesia.
Los que no ponen atención en la santa Misa y asisten a ella sin espíritu de religión cometen dos pecados al mismo tiempo. 1. Están en la santa Misa como si no estuvieran, y ante Dios no se considera que hayan asistido a ella. 2. Incurren en cierta especie de impiedad, pues con sus inmodestias escandalosas, sea con sus posturas, con sus miradas o con sus palabras, o por su falta de aplicación o por su distracción de espíritu, profanan no sólo la Iglesia, que es lugar santo, y casa de oración, sino incluso los santos misterios que en ella se realizan, y el más augusto de todos los sacrificios. Injurian a Jesucristo, que se ofrece y se sacrifica a su Padre por ellos y por los pecados que cometen en su presencia.
2. Hay disposiciones que son necesarias para asistir provechosamente a la santa Misa y para ponerse en estado de sacar fruto de este sacrificio; y estas disposiciones son: odiar el pecado, hallarse en estado de gracia, o al menos esforzarse para volver a él, y unirse en espíritu al sacerdote que ofrece el sacrificio. Quienes se hallan actualmente en pecado mortal, o tienen voluntad de cometerlo, o se hallan en ocasión próxima de caer en él, sin querer abandonarla, no tienen las disposiciones necesarias y no pueden sacar ningún fruto del sacrificio de la santa Misa.
3. Hay disposiciones de perfección que son muy provechosas y que producen grandes frutos en las almas que las poseen. Estas disposiciones son muchas y de variadas clases; con todo se pueden reducir a dos principales, de las que dependen todas las demás. La 1ª es tener el alma desprendida de todo afecto, incluso al mínimo pecado. La 2ª es unirse al sacerdote en todas las partes y en todas las oraciones de la santa Misa, para ofrecer con él el sacrificio según la intención de la Iglesia.
Quienes deseen adquirir las disposiciones de perfección para asistir muy bien a la santa Misa y participar abundantemente en este santo sacrificio, deben aplicarse a no ofender a Dios con propósito deliberado, y vigilar mucho sobre sí mismos para no caer en pecados veniales de cierta importancia o que sean plenamente voluntarios.
También deben mostrarse en este santo sacrificio con suma modestia, con profundísima humildad, con toda la atención interior y con toda la devoción posible; y conformarse a las intenciones del mismo Jesucristo.
El cristiano, revestido de Jesucristo y animado por su Espíritu, debe ir a este sublime sacrificio con los mismos sentimientos con los que Jesucristo se ofrece como víctima a su Padre. Jesucristo se sacrifica cada día sobre nuestros altares en la santa Misa para tributar sus homenajes al Padre Eterno.
Nosotros debemos unirnos a estas santas intenciones de Jesucristo y tratar de tenerlas semejantes, para adorarlo, darle gracias, pedirle perdón por nuestros pecados y pedirle que nos obtenga las gracias que necesitamos.