Por: Hna. María Pía
Una de las más preciosas perlas de Tierra Santa es María de Jesús Crucificado. No quiero dejar de aprovechar esta ocasión de presentar a todos, en grandes esbozos, su vida y su obra, a fin de que por su ejemplo podamos crecer en el amor a Dios, Nuestro Señor y a su Santa Iglesia y sea para los misioneros en Medio Oriente modelo de vida consagrada y de ardiente deseo por la salvación de las almas.
Su infancia
Mariam nace el 5 de enero de 1846 en un pequeño pueblo del Norte de la Galilea llamado Abellin.
Para sus padres George Baouardy y Mariam Chahyn el nacimiento de esta niña fue un milagro de Nuestra Santísima Madre a quien pidieron la bendición de un niño en la familia. Todos los niños nacidos hasta el momento habían muerto por uno u otro motivo. Es así que como respuesta llega María (Mariam), y como Dios no se deja ganar en generosidad llega también, dos años después, al feliz hogar, Pablo, en árabe Boulus. María y Pablo son bautizados y confirmados de acuerdo al rito Greco Católico.
Antes de que Mariam cumpliera los tres años de edad sus padres mueren, es así como una tía materna queda a cargo de Boulus y Mariam queda bajo la protección de su tío paterno.
Ya desde pequeña, Mariam sentía el llamado de Dios… “todas las cosas finalizan de este modo, pero si tú me das tu corazón, Yo estaré en ti para siempre”, ella esperaba con ansiedad recibir a Jesús Sacramentado, a quien tuvo la dicha de recibir a los doce años de edad, desde entonces se acercaba lo más frecuentemente posible a la Eucaristía y nunca dejó de recomendar la comunión diaria para las religiosas. No asistió a la escuela y esto no porque fuera incapaz de leer o escribir, sino que ya desde pequeña era costumbre que las niñas se ocuparan y aprendieran los oficios de la casa para en un futuro no muy lejano contraer matrimonio.
Corre el año 1878 cuando su tío decide trasladarse a Alejandría, Mariam tenía ocho años de edad. A los trece fue informada que prontamente debería comprometerse, pero Mariam rechaza esta idea inmediatamente para ser fiel a Aquel a quien había prometido su corazón.
Nada pudo cambiar su decisión: debido a esto su tío comenzó a tratarla duramente por varios meses, es así como decide buscar la ayuda de su hermano Boulus (tenía diez años de edad), a quien escribe un mensaje que sería llevado por un musulmán. Es invitada por esta familia a cenar, cuando en un momento determinado se comienza a tratar el tema de la religión, el fanático musulmán propone a María abandonar la fe Católica, ella por su parte responde enérgicamente: “¡Musulmana, nunca! Soy hija de la Iglesia Católica, Apostólica, Romana y espero por la Gracia de Dios perseverar hasta la muerte en mi religión, la cual es la única verdadera.” En un momento de furia el musulmán la golpea con una cimitarra en el cuello, dejándola por muerta en un oscuro callejón. El martirio tomó lugar el 7 de septiembre del 1858.
Años más tarde a Mariam se le revela en una visión que estuvo clínicamente muerta, ella misma nos cuenta: “Me encontré en el Cielo. Vi a la bendita Virgen María, a los ángeles y los santos recibiéndome con gran amabilidad, también vi a mis padres en su compañía. Vi el brillante trono de la Santísima Trinidad y a Cristo Jesús en su Humanidad. No había sol, ni lámparas pues todo era brillante, con luz. Luego alguien me dijo: “Tu eres una virgen, pero tu libro no ha terminado”. Al volver en sí se encontró en una gruta, allí fue ayudada por una religiosa de hábito azul. Mas tarde en 1874 en la Fiesta de Nuestra Señora de la Natividad, dijo en un éxtasis: “En este mismo día estuve con mi Madre. En este mismo día consagré mi vida a María. Alguien me cortó el cuello, y al día siguiente María cuidó de mí.” La cicatriz tenía un largo de 10 cm y una profundidad de 1cm, examinada por un prestigioso médico, este le había dicho a la Maestra de Novicias que desde un punto de vista natural ella no podía estar viviendo”. Esta cicatriz en su cuello se convirtió en el signo exterior de su amor por la Santa Iglesia.
La pequeña peregrina
Después de esto Mariam no volvió a ver a su tío, pero seguía albergando en su corazón el deseo de ver a su hermano, es así como se embarca para Jaffa y desde allí peregrina a Jerusalén. En frente del Santo Sepulcro realiza su Voto de Castidad a la edad de quince años. En la Ciudad Santa es ayudada por un Padre Franciscano el cual le encuentra trabajo como doméstica en una buena familia del lugar. En ese ínterin Mariam fue arrestada, acusada de robo y llevada a prisión, hasta que se descubre al verdadero ladrón. Mariam vuelve feliz de haber pasado algún sufrimiento a imitación de Su Señor en su misma Tierra.
Nuevamente se embarca para San Juan de Acre, pero una tormenta desvía la embarcación hacia Beirut, allí continúa trabajando en el servicio doméstico. Una familia cuya hija vivía en Marseille invita a María a ir con ellos, llegando a Francia en Mayo de 1836 a la edad de 18 años.
Es en este período donde María comienza a consolidar el deseo de su vocación.
Religiosa Carmelita
Una primera tentativa fue su entrada a las Hermanas de San José, allí era llamada María “la pequeña árabe”. Vale la pena destacar su servicialidad constante, era muy apreciada por todas, siempre primera en ofrecerse para los trabajos y en su conducta resaltaba en especial su humildad.
Es en este período cuando comenzaron a vislumbrase los fenómenos místicos; por este motivo en el momento de la admisión al noviciado la votación resulta desfavorable para María, por el miedo de las religiosas a ser engañadas por una visionaria.
La Madre Verónica, de la misma Congregación, quien había obtenido el permiso de Roma para entrar a la Orden Carmelitana, propone a la joven ingresar juntas al Carmelo de Pau, llegando el 15 de junio del 1867, allí le es dado el hermoso nombre de María de Jesús Crucificado. La Madre Verónica nos da un hermoso perfil de esta pequeña hermana de veinte años, que considero importante transcribirlo: “Al verla no le daría mas de 12 años de edad. Su pequeña estatura, su rostro cándido, su dificultad de expresarse en nuestro lenguaje, su ignorancia de todas las cosas, pues no podía leer ni árabe ni francés, todo esto contribuía a que poseyera un carácter por así decirlo, similar al de una niña, era llamada por nosotras como “la pequeña Hermana”. Sorprendentemente unía esta simplicidad con una gran sabiduría y un elevado espíritu, juicio delicado, mucho discernimiento y la experiencia de una persona mayor. Si ella no poseía muchos talentos, no tardamos mucho tiempo en convencernos de que su corazón y su espíritu eran ricos con los regalos que se dan a las almas grandes.”
Dones extraordinarios
Párrafo aparte merecen sus extraordinarios dones, entre ellos podemos mencionar: los éxtasis, levitaciones, transverberación de corazón, don de profecías, bilocación, estigmas, don de la poesía.
Para ilustrar estos regalos del Espíritu contaré algunos de los hechos más importantes.
Los éxtasis comenzaron a suceder desde pequeña y desde su entrada en la vida religiosa fueron más frecuentes, podríamos decir casi diarios, “hay veces, decía, que no puedo hacer absolutamente nada, no importa lo que haga para prevenirlos, soy transportada cuando menos lo pienso, en otros momentos, puedo distraerme un poco en orden a no irme”, “siento como si el corazón se me abriera, como si hubiera una herida y tengo la certeza y la impresión de que Dios se mueve en mí” ” prestemos atención a las pequeñas cosas, todas las cosas son grandes ante Dios, denle a El todas las cosas”. A la simple palabra de la Superiora para que retornara del éxtasis lo hacía inmediatamente.
Las levitaciones fueron verificadas por primera vez el 22 de junio del año 1873 en el jardín del Carmelo de Pau, notando su ausencia en la cena, la Maestra de novicias comenzó a buscarla, otra Hermana escuchó una canción: “¡Amor, Amor!”, miró hacia arriba y vió a la “pequeña” balanceándose sin ayuda en la cima de un árbol de lima. A la simple palabra de la Maestra, por obediencia descendió con “un rostro radiante”. Fueron ocho las levitaciones contadas.ler...