La trayectoria de Monseñor Marcel Lefebvre (1905-1991) se inicia como una hermosa línea ascendente. El Papa Pío XII nombra a este sacerdote misionero de cuarenta y dos años, Obispo de Senegal y, un año después, delegado apostólico de la Santa Sede en África francófona (el equivalente de un nuncio). En 1962 es elegido Superior de la congregación del Espíritu Santo, que cuenta con más de cinco mil miembros. El Papa Juan XXII lo nombra Asistente al solio pontificio y miembro de la Comisión central preconciliar.
Sin embargo, en octubre de 1968, se ve obligado a presentar su dimisión a sus funciones de Superior General y, el 1º de noviembre de 1970, funda en Écône (Suiza) la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, que con el tiempo lo va convirtiendo en una celebridad mundial a causa de su fidelidad a la “Misa en latín”, su oposición a las innovaciones del Concilio Vaticano II (1962-1965) y sus altercados con el Papa Pablo VI.
Después de las sanciones del Vaticano contra su Fraternidad y contra su propia persona, la “Misa prohibida”, que celebra en Lille en agosto de 1976 en presencia de diez mil fieles, logra una repercusión mundial gracias a los cuatrocientos periodistas presentes. En 1988 vuelve a ganar nueva fama al consagrar a cuatro Obispos en Écône, a pesar de la prohibición del Papa Juan Pablo II, delante de las cámaras de televisión del mundo entero.
¿De dónde proviene, pues, la energía de este excepcional Prelado, descrito a menudo como un “soldado solitario” en la Iglesia y que, sin embargo, siempre afirmó no haber actuado nunca según sus ideas personales?
¿Cuál es el secreto de la proyección de este hombre, hijo de un miembro de la resistencia que murió en el exilio, doctor en Filosofía y Teología, oficial de la Legión de Honor, que conoció y frecuentó a los más grandes, al doctor Schweitzer en Lambaréné, al Presidente Coty y al general De Gaulle en Francia, pero también a François Mitterrand y Jacques Chirac, futuros Presidentes, a Jacques Chaban-Delmas y Pierre Messmer, futuros Primeros Ministros, y también a los Presidentes Lyndon Johnson, Éamon de Valera, Léopold Senghor, Omar Bongo, al escritor y ministro André Malraux, al filósofo Jean Guitton, al santo Padre Pío, a Marthe Robin, y a muchos otros?
A lo largo de una fascinante biografía se devela poco a poco el misterio de un hombre fuera de lo común, cuya extraordinaria seguridad en sí mismo se debió sólo a su absoluta seguridad en Dios.
Sin embargo, en octubre de 1968, se ve obligado a presentar su dimisión a sus funciones de Superior General y, el 1º de noviembre de 1970, funda en Écône (Suiza) la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, que con el tiempo lo va convirtiendo en una celebridad mundial a causa de su fidelidad a la “Misa en latín”, su oposición a las innovaciones del Concilio Vaticano II (1962-1965) y sus altercados con el Papa Pablo VI.
Después de las sanciones del Vaticano contra su Fraternidad y contra su propia persona, la “Misa prohibida”, que celebra en Lille en agosto de 1976 en presencia de diez mil fieles, logra una repercusión mundial gracias a los cuatrocientos periodistas presentes. En 1988 vuelve a ganar nueva fama al consagrar a cuatro Obispos en Écône, a pesar de la prohibición del Papa Juan Pablo II, delante de las cámaras de televisión del mundo entero.
¿De dónde proviene, pues, la energía de este excepcional Prelado, descrito a menudo como un “soldado solitario” en la Iglesia y que, sin embargo, siempre afirmó no haber actuado nunca según sus ideas personales?
¿Cuál es el secreto de la proyección de este hombre, hijo de un miembro de la resistencia que murió en el exilio, doctor en Filosofía y Teología, oficial de la Legión de Honor, que conoció y frecuentó a los más grandes, al doctor Schweitzer en Lambaréné, al Presidente Coty y al general De Gaulle en Francia, pero también a François Mitterrand y Jacques Chirac, futuros Presidentes, a Jacques Chaban-Delmas y Pierre Messmer, futuros Primeros Ministros, y también a los Presidentes Lyndon Johnson, Éamon de Valera, Léopold Senghor, Omar Bongo, al escritor y ministro André Malraux, al filósofo Jean Guitton, al santo Padre Pío, a Marthe Robin, y a muchos otros?
A lo largo de una fascinante biografía se devela poco a poco el misterio de un hombre fuera de lo común, cuya extraordinaria seguridad en sí mismo se debió sólo a su absoluta seguridad en Dios.
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