sábado, 23 de outubro de 2010

23 de octubre SAN ANTONIO MARÍA CLARET, Obispo y Confesor

 

23 de octubre
SAN ANTONIO MARÍA CLARET,
Obispo y Confesor
A
   No sería difícil encontrar quien, ignorando la vida portentosa del Santo que conmemora hoy la Iglesia, se sintiera asaltado por la duda de si Antonio Claret, a quien se oye llamar de mil modos, suficiente cada uno para encarnar y cincelar toda una personalidad maciza y exuberante, existió en realidad o fue una fantasía. El modelo de obreros, el misionero apostólico, el taumaturgo, el escritor inagotable, el gran director de almas, el fundador, el organizador genial, el intuitivo "precursor de la Acción Católica, tal como es hoy" (Pío XI), el catequista célebre, el prudente confesor real, el abanderado de la infalibilidad pontificia y primer santo del concilio Vaticano, el sagrario viviente, el apóstol cordimariano de los tiempos modernos, el gran apóstol del siglo XIX, y también el gran calumniado, existió y fue San Antonio María Claret.
   Nació en Sallent (Barcelona ) el día 23 de diciembre de 1807, de padres auténticamente cristianos, que, al día siguiente, le llevaron al bautismo. "Me pusieron por nombre -nos dirá en su autobiografía-Antonio Adjutorio Juan: pero yo, después, añadí el dulcísimo nombre de María, porque María Santísima es mi Madre, mi Madrina, mi Maestra y mi todo, después de Jesús".
   A los, cinco años de edad aparecieron ya en la precoz inteligencia y en el corazón naturalmente compasivo del niño Antonio las primeras señales y gérmenes de su vocación al apostolado: "Las primeras ideas de mi niñez de que yo tengo memoria son que, cuando tenía unos cinco años de edad, estando en la cama, en vez de dormir, pues siempre he sido poco dormilón, pensaba en los bienes del cielo y en las penas eternas del infierno, es decir, pensaba en aquel "siempre" que no tiene fin: me figuraba distancias enormes: a éstas añadía otras y otras, y, no alcanzando el fin de ellas, me estremecía por la desgracia de aquellos que tendrán que padecer penas eternas...: esta idea quedó tan grabada en mí que, sea por lo temprano que empezó, sea por las muchas veces que en ella he pensado, lo cierto es que nada tengo más presente".
   Son éstos los primeros aleteos del misionero en ciernes: "Esta idea de la eternidad desgraciada es la que me ha hecho, hace y hará trabajar, mientras viva, en la conversión de los pobres pecadores, procurándola en el púlpito, en el confesionario, por medio de libros, estampas, hojas volantes, conversaciones, etc." Ha brotado la semilla del apóstol, del misionero que, en un siglo calamitoso para la Patria, luchará con su espíritu magníficamente universal, abierto, eminentemente apostólico y práctico. Su programa de vida y actuación quedó escrito de su puño y letra: "Trabajando constantemente y aprovechando todas las circunstancias para dar gloria a Dios y atender a la salvación de las almas, valiéndome de todos los medios". El programa, en su ambiciosa sencillez, debía ser una obra perenne, por, que, casi con las mismas palabras, se lo dejó en las constituciones a la codicia apostólica de sus misioneros.
   La infancia de Antonio transcurre apacible entre la escuela, su casa, los juegos y la iglesia. Los tiempos eran malos y revueltos, y las circunstancias de la familia no consentían los gastos de pensión en el Seminario. El muchacho hubo de incorporarse de lleno a los trabajos del telar paterno, en espera de tiempos mejores. Golpe duro y definitivo, al parecer, para las ilusiones de Claret. Acató resueltamente y con todo amor la orden de su padre, pasando por todas las ocupaciones y labores de la fábrica de tejidos, propiedad de su familia, y trabajando como el que más en cantidad y calidad. Así, hasta que llega un momento en que el trabajo de la fábrica paterna no tiene ya dificultades ni secretos para él. Por eso, "deseoso de adelantar, dije a mi padre que me llevase a Barcelona. Se extendió por aquélla ciudad la fama de la habilidad que el Señor me había dado para la fabricación. De aquí que algunos señores quisieran formar compañía con mi padre. Me excusé... Y, a la verdad, fue esto providencial. Yo nunca me había opuesto a los designios de mi padre. fue ésta la primera vez, y fue porque la voluntad de Dios quería de mí otra cosa. Me quería eclesiástico. El continuo pensar en máquinas y talleres me tenía absorto. Era un delirio lo que tenía por la fabricación. En medio de esto me acordé de aquellas palabras del Evangelio que leí de muy niño: "¿De qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si finalmente pierde su alma?" Esta sentencia me causó profunda impresión. Fue una saeta que me hirió en el corazón. Pensaba y discurría qué haría".
   Hay en su alma una inquietud que no le deja sosegar y que va aumentando su tensión con varios episodios sucedidos en pocos meses, a propósito para desengañarle del mundo y avivar el interés por los negocios del alma. Fueron los siguientes: "Un día que fui a la Mar Vieja, que llaman, hallándome en la orilla, se alborotó de repente el mar y una grande ola se me llevó y, de improviso, me vi mar adentro. Después de haber invocado a María Santísima me hallé en la orilla, sin saber nadar y sin haber entrado en mi boca ni una sola gota de agua".
   Un amigo le llenó de amarguras el alma. Había condescendido a tener con él compañía de intereses; pero, cediendo este desventurado a los atractivos del juego, le estafó muchos miles de pesetas y se complicó después en otras acciones delictivas, hasta parar en un presidio. Antonio, aunque libre de toda complicidad, sintió hondamente el percance.
   "Iba alguna vez a visitar a un compatricio mío. Un día la dueña de la casa, que era una señora joven, me dijo que le esperase, que estaba para llegar. Luego conocí la pasión de aquélla señora, que se manifestó con palabras y acciones. Habiendo invocado a María Santísima, y forcejeando con todas mis fuerzas, me escapé de entre sus brazos.
   Tenía veintidós años. Llevaba cuatro en Barcelona. Durante ellos había llenado el ideal que pudiera proponerse, aun en nuestros días, cualquier trabajador especializado: aptitud para la fabricación, perito en dibujo, en el que consiguió repetidos premios; conocedor del francés y del inglés, que hablaba con soltura; diestro en el manejo de las matemáticas; hábil en la técnica textil, que no tenía secretos para él; propuesto con insistencia para director de fábricas, y, en medio de todo, piadoso, honrado, de bello porte y de un carácter tan amable y alegre que era las delicias de sus compañeros, de sus superiores y de sus subalternos. La vida le sonríe cuando abandona la esperanzas de un porvenir brillante y decide ingresar en la Cartuja. Pero, cuando se encamina al cenobio de Montealegre, una deshecha tempestad puso a prueba la poca robustez de sus pulmones, fatigados por la marcha y heridos por el trabajo, hasta expeler sangre. Por lo visto, Dios no lo quería así. Una vez restablecidas sus fuerzas marcha a sentarse entre los niños en el banco de un Seminario. Es lo que hoy se llama -con frase no tan inexacta- una vocación tardía.
   Y pasan los años. Estudia filosofía y teología en el viejo pero glorioso caserón del Seminario de Vich, con Balmes de compañero, y, por fin, el día 13 de junio de 1835 se ordena sacerdote, después de un mes de ejercicios.
   Ahora ya es mosén Claret. Tiene veintisiete años cumplidos. Se conserva su retrato de esta época. Bajo de estatura; un tinte amarillento colorea su rostro; ojos grandes y tiernos, que tienden a cerrarse bajo unos párpados carnosos, que naturalmente le inclinan a la modestia; pero cuando miran la lejanía y las multitudes desde la altura del púlpito se abren claros, animados por el alma fogosa de un apóstol, y le brillan como dos brasas.
   La parroquia de Sallent fue testigo de los primeros ardores de su celo sacerdotal, de la ejemplaridad intachable de su vida, de sus virtudes y de sus milagros. Pero este campo era demasiado reducido para el corazón grande de mosén Antón. Buscando horizontes más amplios para su celo se encamina a Roma, con el fin de ingresar en el Colegio de Propaganda Fide. Los oficiales encargados no pueden decretar la admisión sin la aprobación del cardenal prefecto, que, por aquellos días, disfrutaba las clásicas vacaciones romanas de la Ottobrata. Frente a este conjunto de dificultades decide Claret hacer los ejercicios espirituales en una casa profesa de la Compañía de Jesús, en espera de que las Congregaciones pontificias reanudaran sus trabajos. El mismo religioso que le dirigió los ejercicios, viendo en él cualidades no comunes, le propuso e insistió que ingresase en la Compañía. Tanto le animaron y tan fácilmente se solucionaron todas las dificultades, que, como él mismo nos dice, "de la noche a la mañana me hallé jesuita. Cuando me contemplaba vestido de la santa sotana de la Compañía casi no acertaba a creer lo que veía, me parecía un sueño.
   Pero los designios de Dios son muy distintos: "Me hallaba muy contento en el noviciado cuando he aquí que un día me vino un dolor tan grande en la pierna derecha que no podía caminar. Se temieron que quedaría tullido. El padre rector me dijo: "Esto no es natural. Me hace pensar que Dios quiere otra cosa de usted; consultaremos al padre general". Este, después de haberme oído, me dijo sin titubear, con toda resolución: "Es la voluntad de Dios que usted vaya pronto a España. No tenga miedo. Animo'. El padre Roothan tenía razón.
   Regresa a España y, al desembarcar en Barcelona, Claret deja de ser el mosén Antón que partió a Roma para convertirse en el misionero padre Claret. Exonerado de todo cargo parroquial, sus superiores le envían "como nube ligera que, empujada por el soplo del Espíritu Santo, llevase la lluvia bienhechora de la palabra divina a regiones secas y estériles".
   El ambiente político no es nada propicio. Hace poco que ha concluido la primera guerra carlista, guerra civil tenacísima y dura, que se ha prolongado siete años, y precisamente Cataluña ha sido uno de los principales teatros de la contienda. Esto no arredra al padre Claret. Más de cien páginas de su autobiografía nos narran sus correrías apostólicas y los estímulos que le movían a predicar incansablemente: "Siempre a pie de una población a otra, por muy apartadas que estuviesen, a través de nieves o de calores abrasadores, sin un céntimo siempre, pues nunca cobraba nada", predicando seis y ocho horas diarias y, el restante tiempo, confesando a miles de personas y, por las noches, en lugar de descansar, la oración, las disciplinas, el escribir libros y hojas volanderas, y sin comer apenas, lo que tenía maravilladas a las gentes. Era un milagro del Señor el que sostenía aquélla naturaleza. Las muchedumbres se agolpaban para oírle y el fruto era enorme. El demonio, por su parte, le hacía una guerra sin cuartel: en esta iglesia era una piedra que se desprendía del techo; en aquel pueblo, un violento fuego que se declaraba mientras predicaba el misionero. Pero éste descubría todas las astucias del enemigo. "Si era grande la persecución que me hacía el infierno, era muchísimo mayor la protección del cielo. Conocía visiblemente -dice él mismo- la protección de la Santísima Virgen. Ella y sus ángeles me guiaron por caminos desconocidos, me libraron de ladrones y asesinos y me llevaron a puerto seguro sin saber cómo. Muchas veces corría la voz de que me habían asesinado. Yo, en medio de estas alternativas, pasaba de todo: tenía ratos muy buenos, otros muy amargos. Habitualmente no rehusaba las penas, al contrario, las amaba y deseaba morir por Cristo; yo no me ponía, temerariamente en los peligros, pero sí me gustaba que el superior me enviase a lugares peligrosos, para poder tener la dicha de morir asesinado, por Jesucristo."
   Puede decirse que recorre todas las capitales y pueblos del nordeste de España. Su fama es grande; su predicación produce auténticas manifestaciones de entusiasmo. El fruto es cierto y copioso. Son muchas las conversiones sinceras. Menudean los milagros. El padre Claret, incansable, tiene constantemente a flor de labios esta oración: "¡Oh Corazón de María, fragua e instrumento del amor, enciéndeme en el amor de Dios y del prójimo!".
   De este modo pasaron siete años, hasta que, en 1848, fue enviado a Canarias para misionar en aquellas islas. Allí todavía más que en la Península, las multitudes se desbordan, las iglesias son insuficientes para contener a los que quieren escuchar la palabra del Padrito Santo, como cariñosamente le llaman, y el misionero se ve obligado a predicar bajo la bóveda azul del firmamento, en las plazas públicas o a las orillas del mar.
   El padre Claret acarició toda su vida, como un bello ideal, la fundación de una Congregación de sacerdotes que se dedicasen a la evangelización, según él la comprendía y practicaba. Mas, por oposición de la política y de las guerras, parecía todo un sueño que nunca habría de tener realidad. A mediados de 1849 regresó a España. El ambiente nacional había evolucionado mucho; los cielos de la política se serenaban; la persecución ahogaba en la lejanía sus últimos rugidos. A favor de todo esto las ilusiones claretianas volvieron a reverdecer. El santo misionero adivinó llegada la hora y, después de vencer no pocas dificultades, el día 16 de julio de este mismo año reúne a seis jóvenes sacerdotes en el Seminario de Vich y queda echada la semilla de la Congregación de los Misioneros Hijos del Corazón de María.
   Poco tiempo, sin embargo, pudo vivir con aquélla incipiente comunidad. "El día 4 de agosto -nos dice-, al bajar del púlpito, me mandan ir a Palacio. Y, al llegar allí, el señor obispo me da el nombramiento para arzobispo de Santiago de Cuba. Quedé muerto con tal noticia. Dije que de ninguna manera aceptaba. Espantado del nombramiento, no quise aceptar, por considerarme indigno y por no abandonar la Congregación que acababa de nacer. Entonces el nuncio de Su Santidad y el ministro de Gracia y Justicia se valieron de mi prelado, a quien tenía la más ciega obediencia. Este me mandó formalmente que aceptara."
   Mientras que se tramitaba su consagración y preparaba el viaje a América el celo del padre Claret continúa incansable y devorador; sigue sus correrías apostólicas; escribe libros; funda la Librería Religiosa, interviniendo personalmente en el montaje de las máquinas. Recibida la consagración episcopal, nada cambió de su método de vida: el mismo trato sencillo y humilde, el mismo vestido, la misma comida pobre y escasa, y, sobre todo, el mismo celo apostólico. Es su pasión. El gran fuego que le arde en las entrañas. Ninguna frase mejor que la escogida por él para su sello episcopal: Caritas Christi urget nos. Como otras muchas páginas de la autobiografía que nos dejó escrita, esta que transcribirnos puede darnos una idea de su actividad misionera y apostólica: "Arreglados mis negocios en Madrid, me volví a Cataluña. Al llegar a Igualada prediqué. Al día siguiente fui a Montserrat, en que también prediqué. Luego pasé a Manresa, en que se hacía el novenario de ánimas: por la noche les prediqué y, al día siguiente, di la sagrada comunión. Por la tarde pasé a Sallent, mi patria, y todos me salieron a recibir; por la noche les prediqué desde un balcón de la plaza, porque en la iglesia no hubieran cabido; al día siguiente celebramos una misa solemne y, por la tarde, salí para Sanmartí, donde prediqué. Al día siguiente por la mañana pasé a la ermita de Fusimaña, a la que había tenido tanta devoción desde pequeño, y en aquel santuario celebré y prediqué de la devoción a la Virgen Santísima. De allí pasé a Artés, en que también prediqué; luego a Calders, y también prediqué, y fui a comer a Moyá, y por la noche prediqué. Al día siguiente pasé por Collsuspina, y también prediqué, y después fuí a Vich, y también prediqué. Pasé a Barcelona, y prediqué todos los días en diferentes iglesias y conventos, hasta el día en que nos embarcamos".
   En Cuba se mantiene el mismo ritmo misionero: persecuciones, puñales, incendios, calumnias, que las fuerzas del mal desencadenaron contra el arzobispo; pero éste siguió manteniéndose intrépido en la misma línea. Con celo infatigable recorrió a caballo cuatro veces, en visita pastoral, toda su diócesis, que era aproximadamente de 60.000 kilómetros cuadrados. Las conversiones fueron innumerables. Los terremotos, la peste y el cólera que azotaron la isla sirvieron al arzobispo para arrancar infinitas almas al diablo, arreglar innumerables matrimonios de amancebados, más de 10.000, y hasta para calmar las revueltas populares. Durante su pontificado los americanos del Norte sirviéndose de elementos revolucionarios, hicieron tres tentativas contra la isla y las tres las desbarató el arzobispo con sólo predicar el amor y el perdón. Los enemigos de España llegaron a pensar muy en serio quitar la vida al que les hacía más daño que todo el ejército. Muchos intentos fallaron. Por fin, uno acertó. El día 1 de febrero de 1856 el arzobispo era herido gravemente en Holguín. "Cuando salimos de la iglesia—es el propio padre Claret quien nos lo cuenta—se me acercó un hombre, como si quisiera besarme el anillo; pero, al instante, alargó el brazo armado con una navaja de afeitar y descargó el golpe con todas sus fuerzas..," Lo que menos importó al herido fue la gravedad de aquellos momentos; a pesar de su presencia de ánimo, estaba muy lejos de su cuerpo: "No puedo explicar el placer, el gozo que sentía mi alma, al ver que había logrado lo que tanto deseaba: derramar mi sangre por Jesús y María".
   Restablecido milagrosamente, consiguió el indulto para su desgraciado verdugo y todavía le pagó el viaje para que pudiese regresar a su patria.
   También para el Santo había llegado la hora de retornar a España, y con ella el periodo que constituye la plenitud de su vida. El día 13 de marzo de 1857, estando predicando en una misión, recibió un comunicado de la reina de España, Isabel II, que le llamaba a Madrid, sin expresarle el motivo. El arzobispo termina apresuradamente las obras de mayor envergadura que tenía iniciadas, como la Granja Agrícola de Puerto Príncipe y el recién fundado Instituto Apostólico de María Inmaculada para la Enseñanza. Llega a Madrid y se entera en la primera entrevista con Isabel de que ésta le había llamado para hacerle su confesor. El padre Claret, siempre reacio a aceptar dignidades y grandezas humanas, no otorgó su consentimiento sino después de haber consultado a varios prelados y, aun entonces, con la expresa condición de no vivir en Palacio y de quedar libre para dedicarse al ministerio. Ahora iba a ser apóstol de España entera. Efectivamente, no tiene explicación humana lo que hizo en los diez años que fue confesor real: misionó por todas las capitales y provincias de España, aprovechando los viajes de los reyes: las tandas de ejercicios al clero, religiosos y seglares fueron ininterrumpidas; predica incansable: en una sola jornada llega hasta doce sermones; en el confesionario emplea diariamente unas cinco horas; recibe por término medio una correspondencia diaria de cien cartas, a las cuales responde personalmente: publica libros y opúsculos; es presidente de El Escorial, que restaura y donde funda un Seminario modelo: da vida fecunda a la Academia de San Miguel, anticipo de la Acción Católica de hoy. Todo esto sin contar su asistencia obligatoria a los actos oficiales de Palacio y el trabajo que tenía como protector del hospital e iglesia de Montserrat. Una labor, como se ve, capaz de abrumar las fuerzas de muchos hombres.
   Además, estaba al corriente del movimiento teológico, filosófico y cultural de Europa. Es ridícula la afirmación de los que presentan al padre Claret como "un hombre que sólo sabía rezar y hablar sin grandes pretensiones; hasta su aire era popular, por no decir pueblerino..." La historia demuestra lo contrario y Pío XII ha podido afirmar del padre Claret que era "un hombre singular, nacido para ensamblar contrastes". Ya desde los primeros años, en la escuela y en la Lonja de Barcelona, y posteriormente en el Seminario, sus calificaciones fueron siempre máximas. A pesar de su vida de actlvidad sorprendente y extensisima, es un lector empedernido. Quedan datos y muestras en su biblioteca particular, que constaba de más de 5.000 volúmenes de última hora, y que es una de las mejores y más completas de su tiempo. Voz corriente en los sectores eclesiásticos contemporáneos era que la ciencia del padre Claret parecía infusa. Tal vez, pero él mismo nos levanta un poco el velo cuando escribe: "A mí me consta que lo poco que sabe ese sujeto (Claret) lo debe a muchos años y muchas noches pasadas en el estudio". Lo que pasaba es que su vocación al ministerio activo no le pedía ni el escribir como científico ni el dedicar horas y horas a investigaciones eruditas, aunque se haya encontrado entre sus papeles alguna lucubración sobre la posibilidad de los vuelos dirigidos. Su misión providencial era de más importancia y trascendencia.
   Tiene Claret casi cincuenta años. Durante los diez que estuvo en la corte la actualidad religiosa de España quedó centrada en la persona del santo arzobispo. Su equilibrio humano se manifiesta ante las delicadas circunstancias personales de su regia penitente. La prudencia sobrenatural le mantiene alejado de todos los manejos políticos. Claret tiene una influencia decisiva para el catolicismo español de toda una época. Se ha dicho que su residencia en Madrid fue una verdadera catástrofe para el movimiento revolucionario español", influencia tan decisiva precisamente porque Claret no hizo nunca política. Ante los frutos que reportaba la obra del confesor real no podía Satanás dejar de ensañarse contra él, tratando de inutilizar su ministerio por todos los medios. La persecución se desencadena de manera metódica y perfectamente calculada: periódicos, libros, teatros; hasta en tarjetas y cajas de fósforos se le calumnió de la manera más baja y soez; se escribieron biografías que no eran sino noveluchos indecentes, se falsificaron escandalosamente algunos de sus libros más importantes, publicándolos con su nombre. Todo se ensayó, con el fin de inutilizar su celo. Pero también todo resultó inútil, pues el Señor tomó por su cuenta defender a su enviado e hizo redundasen en bien de las almas los mismos medios que los sicarios ponían en juego para impedirlo. Hasta doce veces intentaron asesinarle y, en no pocas de estas ocasiones, los mismos iniciadores del crimen eran los primeros en experimentar, por una sincera conversión, la benéfica influencia de las virtudes y santidad del calumniado arzobispo.
   La conducta del santo padre Claret no puede juzgarse como la de un estoico presuntuoso, sino como venida del don divino de la fortaleza. Se irguió sereno, imperturbable ante la calumnia. No quiso defenderse. Tuvo escrita una defensa sobria, verid'ica; pero se arrodilló ante el crucifijo y prefirió callar, recordando las palabras del Evangelio: Jesus autem tacebat: "Jesús, empero, se mantenía callado" (Mt. 26,63). Es que desaparece el hombre para dejar paso al santo, a quien se exigió el sacrificio de su reputación y de su buen nombre, no sólo durante su vida, sino por largos años posteriores, tantos que, todavía en 1934, cuando Pío XI le beatifica, hay una pluma famosa en las letras patrias que, en son de arrepentimiento, escribe: "Existen dos Claret: uno el forjado por la calumnia, otro el real y efectivo. Aquél es totalmente inexistente. Este, Antonio María Claret, es, sencillamente, un santo de la traza y pergeño de los activos, infatigables, emprendedores".
   En esta época de su estancia en Madrid, cuando el trabajo ministerial acapara todas sus horas, es precisamente cuando el padre Claret llega a la cumbre de su vida espiritual, a la unión mayor que se puede dar: la transformación total. Humildemente nos lo refiere el Santo: "El día 26 de agosto, hallándome en oración en la iglesia del Rosario, de La Granja, a las siete de la tarde, el Señor me concedió la gracia de la conservación de las especies sacramentales y así tener siempre día y noche al Santísimo Sacramento en el pecho".
   ¡Admirable consumación de amor, expresión manifiesta de la unión íntima, transformante de un alma con el Divino Verbo! La revolución de septiembre, que él había profetizado muchas veces, destronó a la reina y arrojó a ella y a su confesor a un país extraño. Desterrado de la madre patria, por la que tanto había trabajado, anciano, cansado, consumido y enfermo, pero indomable, marcha a Francia y, poco después, a Roma, para asistir al concilio Vaticano. Cuando se discute la candente cuestión de la infalibilidad pontificia habla con palabras que conmueven a toda la asamblea. Insinúa proféticamente algunas escisiones en la Iglesia, por causa de esta cuestión, que tuvieron exacto cumplimiento, y, después, señalando las cicatrices que el atentado de Holguín dejó en su rostro y repitiendo la frase del Apóstol: "Traigo en mi ,cuerpo los estigmas de mi Señor Jesucristo" (Gál. 6,7), declara que está dispuesto a morir en confirmación de esta gran verdad: "Creo que el Suma Pontífice romano es infalible".
Es la última llamarada de una lámpara que se extingue. Vuelve a Francia y, camino de París, se detiene, casi moribundo, en Fontfroide, una recoleta y tranquila abadía cisterciense, cerca de Carcasona.
Ni en su agonía le dejan tranquilo las fuerzas del mal. Sólo la muerte le libró de nuevas persecuciones y pesquisas policíacas. Su cuerpo se desmoronaba: pero él, con el pie en las playas de la patria eterna, escribía con pulso a un tiempo inseguro y vigoroso, esta definitiva y para él obsesionante afirmación: "Quiero verme libre de estas ataduras y estar con Cristo (Fil. 1,23), como María Santísima, mi dulce Madre".
   Así fue, el día 24 de octubre de 1870. Después, sus funerales, entre el rumor del canto de los monjes y el revoloteo de un misterioso pajarillo sobre el féretro arzobispal, colocado en la severa iglesia cisterciense. Sobre su tumba escribieron las palabras de San Gregorio Magno: "Amé la justicia y odié la iniquidad; por eso muero en el destierro". Bajo aquella losa descansaron los restos del padre Claret durante veintisiete años, hasta que los Misioneros los trasladaron, con afecto filial, a su iglesia de Vich (Barcelona). El cerebro y el corazón habían resistido la acción devoradora de la humedad y de la cal.
   El 25 de febrero del año 1934 el papa Pío XI le declaraba Beato y el 7 de mayo de 1950 Pío XII le elevaba al supremo honor de los altares. Su mejor semblanza, la que de él hizo Su Santidad Pío XII en unas palabras pronunciadas horas después de la canonización: "Alma grande, nacida como para ensamblar contrastes; pudo ser humilde de origen y glorioso a los ojos del mundo; pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante; de apariencia modesta, pero capaz de imponer respeto incluso a los grandes de la tierra; fuerte de carácter, pero con la suave dulzura de quien conoce el freno de la austeridad y de la penitencia; siempre en la presencia de Dios, aun en medio de su prodigiosa actividad exterior: calumniado y admirado, festejado y perseguido. Y entre tantas maravillas, como luz suave que todo lo ilumina, su devoción a la Divina Madre".
ARTURO TABERA ARAOZ

Cardenal Stickler - El atractivo de la Misa Tridentina


Cardenal Stickler - El atractivo de la Misa Tridentina

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EL ATRACTIVO DE LA MISA

TRIDENTINA


por el Cardenal Alfons Stickler *

(tomado de The Latin Mass, verano de 1995)


El sólido erudito austríaco,  fallecido a los 97 años el 12 de diciembre de 2007, fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América, fue un salesiano que actuó como perito en otras dos comisiones del Vaticano II (además de la de Liturgia). Entre sus obras, “La causa del celibato del clero” (Ignatius Press) documenta cómo el celibato sacerdotal fue decretado desde los primeros días de la Iglesia.


La Misa Tridentina es el rito de la Misa fijado por el Papa Pío V a solicitud del Concilio de Trento y promulgado el 5 de diciembre de 1570. Este Misal contiene el antiguo rito Romano, del que fueron eliminados varios agregados y alteraciones. Cuando se la promulgó, se preservaron otros ritos que habían existido por lo menos durante 200 años. Por lo tanto, es más correcto llamar a este Misal la liturgia del Papa San Pío V.

Fe y Liturgia. El sacrificio de la Misa, centro de la liturgia católica.

Desde el comienzo mismo de la Iglesia, la fe y la liturgia han estado íntimamente conectadas. Una clara prueba de esto puede hallarse en el propio Concilio de Trento. Este Concilio declaró solemnemente que el sacrificio de la Misa es el centro de la liturgia Católica, en oposición a la herejía de Martín Lutero, quien negaba que la Misa fuese un sacrificio. Sabemos, a partir de la historia del desarrollo de la Fe, que esta doctrina ha sido fijada con autoridad por el Magisterio en la enseñanza de papas y concilios. También sabemos que en la totalidad de la Iglesia, y especialmente en las iglesias orientales, la Fe fue el factor más importante para el desarrollo y la formación de la liturgia, particularmente en el caso de la Misa. Existen argumentos convincentes en este sentido desde los primeros siglos de la Iglesia. El Papa Celestino I escribió a los obispos de la Galia en el año 422: Legem credendi, lex statuit supplicandi; lo que en adelante se expresó comúnmente por la frase lex orandi, lex credendi (la ley de la oración es la ley de la fe). Las iglesias ortodoxas conservaron la Fe a través de la liturgia. Esto es muy importante porque en la última carta que escribió el Papa hace siete días dijo que la Iglesia Latina debe aprender de las iglesias de Oriente, especialmente sobre la liturgia ...

Declaraciones conciliares: doctrinales y disciplinarias.

Un tema a menudo descuidado lo constituye los dos tipos de declaraciones y decisiones conciliares: las doctrinales (teológicas) y las disciplinarias. En la mayoría de los concilios hemos tenido ambas, doctrinales y disciplinarias.
En algunos concilios no ha habido declaraciones o decisiones disciplinarias; y a la inversa, ha habido algunos concilios sin declaraciones doctrinales, con declaraciones solamente disciplinarias. Muchos de los concilios de Oriente después del de Nicea trataron sólo cuestiones de fe.
El Segundo Concilio de Tolón, del año 691, fue un concilio estrictamente oriental, para declaraciones y decisiones exclusivamente disciplinarias, porque las iglesias de Oriente habían sido dejadas de lado en los concilios precedentes. Esto actualizó la disciplina para las iglesias orientales, especialmente para la de Constantinopla.
Esto es importante porque en el Concilio de Trento tenemos claramente ambas: capítulos y cánones que pertenecen exclusivamente a la fe y, en casi todas las sesiones, después de los capítulos teológicos y cánones, cuestiones disciplinarias. La diferencia es importante. En todos los cánones teológicos tenemos la declaración de que cualquiera que se oponga a las decisiones del Concilio queda excluido de la comunidad: anatema sit.
Pero el Concilio nunca declara anatema por razones puramente disciplinarias; las sanciones del Concilio son sólo para las declaraciones doctrinales.

El Concilio de Trento y la Misa

Todo esto es importante para nuestras reflexiones actuales. Ya hemos señalado la conexión entre fe y oración (liturgia) y especialmente entre fe y la forma más elevada de la liturgia, el culto común. Esta conexión tiene su expresión clásica en el Concilio de Trento, que trató el tópico en tres sesiones: la decimotercera de octubre de 1551, la vigésima de julio de 1562 y, especialmente, la vigésimo segunda en septiembre de 1562, que produjo los capítulos y cánones dogmáticos del Santo Sacrificio de la Misa.
Existe, además, un decreto especial concerniente a aquellas cuestiones que deben ser observadas y evitadas en la celebración de la Misa. Esta es una declaración clásica y fundamental, autorizada y oficial, del pensamiento de la Iglesia sobre el tema.
El decreto considera primero la naturaleza de la Misa. Martín Lutero había negado de forma clara y pública su misma naturaleza declarando que la Misa no era un sacrificio. Es verdad que, para no perturbar al fiel común, los reformadores no eliminaron inmediatamente aquellas partes de la Misa que reflejaban la verdadera Fe y que se oponían a sus nuevas doctrinas. Por ejemplo, mantuvieron la elevación de la Hostia entre el Sanctus y el Benedictus.
Para Lutero y sus seguidores, el culto consistía principalmente en la prédica como medio de instrucción y edificación, mezclado con oraciones e himnos. Recibir la Santa Comunión era sólo un episodio secundario. Lutero todavía mantenía la presencia de Cristo en el pan en el momento de su recepción, pero negaba firmemente el Sacrificio de la Misa. Para él el altar nunca podía ser un lugar de sacrificio. A partir de esta negación, podemos entender los errores consiguientes en la liturgia protestante, que es completamente diferente de la de la Iglesia Católica. También podemos entender por qué el Concilio de Trento definió aquella parte de la Fe Católica que concierne a la naturaleza del Sacrificio Eucarístico: es una fuerza salvadora real. En el sacrificio de Jesucristo el sacerdote substituye a Cristo mismo. Como resultado de su ordenación él es un verdadero alter Christus. Mediante la Consagración, el pan se transforma en el Cuerpo de Cristo y el vino en Su Sangre. Esta realización de Su sacrificio es la adoración de Dios.
El Concilio especifica que éste no es un nuevo sacrificio independiente del sacrificio único de Cristo sino el mismo sacrificio, en el que Cristo se hace presente en forma incruenta, de manera tal que Su Cuerpo y Su Sangre están presentes en substancia permaneciendo bajo la apariencia de pan y vino. Por lo tanto, no existe un nuevo mérito sacrificial; más bien, el fruto infinito del sacrificio cruento de la Cruz es efectuado o realizado por Jesucristo constantemente en la Misa.
De esto se deriva que la acción del sacrificio consiste en la Consagración. El Ofertorio (por el cual el pan y el vino se preparan para la Consagración) y la Comunión son partes constitutivas de la Misa, pero no son esenciales. La parte esencial es la Consagración, por la cual el sacerdote, in persona Christi y de la misma manera, pronuncia las palabras consagratorias de Cristo.
De esta manera, la Misa no es y no puede ser la simple celebración de la Comunión, ni una simple persona la que represente a Cristo y, del mismo modo, pronuncie las palabras de consagración de Cristo.
En consecuencia, la Misa no es y no puede consistir simplemente en una celebración de Comunión, o en un simple recuerdo o memorial del sacrificio de la Cruz, sino en hacer verdadero y presente este mismo sacrificio de la Cruz.
Razón por la cual podemos entender que la Misa es una renovación efectiva del sacrificio de la Cruz. Es esencialmente una adoración a Dios, ofrecida sólo a Él. Esta adoración incluye otros elementos: alabanza, acción de gracias por todas las gracias recibidas, dolor por los pecados cometidos, petición de las gracias necesarias. Naturalmente, la Misa puede ser ofrecida por una o por todas estas distintas intenciones. Todas estas doctrinas fueron establecidas y promulgadas en los capítulos y cánones de la Sesión 22ª del Concilio de Trento.

Anatemas del Concilio de Trento

De esta naturaleza teológica fundamental de la Misa derivan varias consecuencias. En primer lugar, el Canon Missae.
En la liturgia Romana, siempre ha habido un único Canon, introducido por la Iglesia hace varios siglos. El Concilio de Trento estableció expresamente en el capítulo 4, que este canon está libre de error, que no contiene nada que no sea pleno de santidad y de piedad y nada que no eleve a los fieles a Dios. Está compuesto sobre la base de las palabras de Nuestro Señor mismo, la tradición de los apóstoles y las normas de los papas santos. El canon 6 del capítulo 4 amenaza con la excomunión a aquellos que sostengan que el Canon Missae contiene errores y por lo tanto, deba ser abolido.
En el Capítulo 5 el Concilio estableció que la naturaleza humana requiere de signos exteriores para elevar el espíritu a las cosas divinas. Por tal razón, la Iglesia ha introducido ciertos ritos y signos: la oración silenciosa o hablada, las bendiciones, las velas, el incienso, las vestiduras, etc. Muchos de estos signos tienen su origen en prescripciones apostólicas o en la tradición.
A través de estos signos visibles de fe y piedad se acentúa la naturaleza del sacrificio. Los signos fortalecen y estimulan a los fieles a meditar sobre los elementos divinos contenidos en el sacrificio de la Misa. Para proteger esta doctrina, el Canon 7 amenaza con la excomunión a aquel que considere que estos signos exteriores inducen a la impiedad y no a la piedad. Esto es un ejemplo de lo que traté más arriba: esta clase de declaración, con el canon de sanciones, tiene mayormente un significado teológico y no solamente un sentido disciplinario.
En el Capítulo 6 el Concilio destaca el deseo de la Iglesia de que todos los fieles presentes en la Misa reciban la Santa Comunión, pero establece que si sólo el sacerdote que celebra la Misa recibe la Santa Comunión esta Misa no debe ser denominada privada y, por ello, criticada o prohibida. En este caso, los fieles reciben la Comunión espiritualmente y, además, todos los sacrificios ofrecidos por el sacerdote como ministro público de la iglesia se ofrecen por todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo. En consecuencia, el Canon 8 amenaza
con excomunión a todos aquellos que digan que tales Misas son ilícitas y por lo tanto deben ser prohibidas (otra aseveración teológica).

Trento y el Latín. El silencio.

El Capítulo 8 está dedicado al lenguaje particular del culto en la Misa. Se sabe que en el culto de todas las religiones se emplea un lenguaje sagrado. Durante los primeros tres siglos de la Iglesia Católica Romana, el idioma era el griego, que era la lengua más comúnmente empleada en el mundo latino. A partir del siglo IV el latín se transformó en el idioma común del Imperio Romano. El latín permaneció durante siglos en la Iglesia Católica Romana como la lengua para el culto. Muy naturalmente, el latín era también el idioma del rito Romano en su acto fundamental del culto: la Misa. Así permaneció incluso después de que el latín fuera reemplazado por el lenguaje vivo de las distintas lenguas romances.

Y llegamos a la cuestión: ¿por qué el latín y no otra alternativa? Respondemos: la Divina Providencia establece aun las cuestiones secundarias. Por ejemplo, Palestina (Jerusalén) es el lugar de la Redención de Jesucristo. Roma es el centro de la Iglesia. Pedro no nació en Roma, él fue a Roma. ¿Por qué? Porque era el centro del entonces Imperio Romano, es decir, del mundo. Este es el fundamento práctico de la propagación de la Fe por el Imperio Romano, sólo una cuestión humana, una cuestión histórica, pero en la que ciertamente participa la Divina Providencia.

Un proceso semejante puede verse incluso en otras religiones. Para los musulmanes, la vieja lengua árabe está muerta y, no obstante, sigue siendo el lenguaje de su liturgia, de su culto. Para los hindúes, lo es el sánscrito.
Debido a su obligada conexión con lo sobrenatural, el culto naturalmente requiere su propio lenguaje religioso, que no debe ser uno “vulgar”.
Los padres del Concilio sabían muy bien que la mayoría de los fieles que asistían a la Misa ni entendían el latín ni podían leer traducciones. Generalmente eran analfabetos. Los padres también sabían que la Misa contiene una parte de enseñanza para los fieles.
No obstante, ellos no coincidieron con la opinión de los protestantes de que era necesario celebrar la Misa sólo en la lengua vernácula. Para instruir a los fieles, el Concilio ordenó que la vieja costumbre del cuidado de las almas mediante la explicación del misterio central de la Misa, aprobada por la Santa Iglesia Romana, madre y maestra de todas las iglesias, se mantuviera en todo el mundo.
El Canon 9 amenaza con la excomunión a aquellos que afirmen que el lenguaje de la Misa debe ser sólo en la lengua vernácula. Es notable que tanto en el capítulo como en el canon del Concilio de Trento se rechaza sólo la exclusividad del lenguaje “vulgar” en los ritos sagrados. Por otro lado, debe tenerse en cuenta una vez más que estas distintas normativas conciliares no tienen sólo carácter disciplinario. Se basan en fundamentos doctrinales y teológicos que involucran la Fe misma.
Las razones de esta preocupación pueden verse, primeramente, en la reverencia debida al misterio de la Misa. El decreto siguiente sobre lo que debe observarse y evitarse en la celebración de la Misa establece: “La irreverencia no puede separarse de la impiedad”. La irreverencia siempre implica impiedad. Además, el Concilio deseó salvaguardar las ideas expresadas en la Misa, y la precisión de la lengua latina protege el contenido contra malentendidos y posibles errores basados en la imprecisión lingüística.
Por estas razones la Iglesia siempre ha defendido la lengua sagrada e incluso, en época más reciente, Pío XI declaró expresamente que esta lengua debía ser non vulgaris.
Por estas mismas razones, el Canon 9 establece la excomunión de quienes afirmen que debe ser condenado el rito de la Iglesia Romana en el cual una parte del Canon y las palabras de consagración sean pronunciadas silenciosamente. Incluso el silencio tiene un trasfondo teológico.

La vida y el ejemplo
de los ministros del culto

Finalmente, en el primer canon del decreto de la reforma, en la sesión vigésimo segunda del Concilio de Trento, hallamos otras normativas que tienen un carácter parcialmente disciplinario pero que también completan la parte doctrinaria, puesto que nada es más adecuado para orientar a los participantes del culto a una comprensión más profunda del misterio, que la vida y el ejemplo de los ministros del culto. Estos ministros deben modelar sus vidas y conducta en torno a este fin, que debe reflejarse en su vestimenta, su compostura, su lenguaje. En todos estos aspectos deben verse dignificados, humildes y religiosos. También
deben evitar incluso las faltas leves, puesto que en su caso éstas deberían considerarse graves. Los superiores deben exigir a los ministros sagrados vivir fundamentalmente de acuerdo a toda la tradición de comportamiento clerical apropiado.

La Misa de San Pío V y la de Paulo VI

Ahora podemos apreciar y entender mejor el trasfondo y el fundamento teológicos de las discusiones y normativas del Concilio de Trento respecto de la Misa como culminación de la sagrada liturgia. Es decir, el atractivo teológico de la Misa Tridentina se puede comprender por contraposición y como respuesta al grave desafío del Protestantismo, y no solamente en relación a este período especial de la historia sino como una pauta de referencia para la Iglesia y frente a la reforma litúrgica del Vaticano II.
En primer lugar, tenemos que determinar aquí el significado correcto de esta última reforma, como lo hicimos en el caso de la Misa Tridentina, destacando la importancia de saber precisamente qué se entendía por la Misa del Papa San Pío V, que cumplía con los deseos de los padres del Concilio en Trento.
Empero, debemos destacar que el nombre correcto que debe darse a la Misa del Concilio Vaticano II es el de Misa de la comisión litúrgica posconciliar. Una simple ojeada a la constitución litúrgica del Segundo Concilio Vaticano ilustra de inmediato que la voluntad del Concilio y la de la comisión litúrgica están a menudo en desacuerdo e incluso son evidentemente opuestas.
Examinaremos brevemente las diferencias principales entre las dos reformas litúrgicas así como la forma en que podríamos definir su atractivo teológico.
Primeramente, frente a la herejía protestante, la Misa de San Pío V enfatizaba la verdad central de la Misa como un sacrificio, basada en las discusiones teológicas y las normas específicas del Concilio. La Misa de Paulo VI (también llamada así porque la comisión litúrgica para la reforma después del Vaticano II trabajó bajo la responsabilidad última de ese Papa) enfatiza, más bien, la Comunión, con el resultado de que el sacrificio queda transformado en lo que podría denominarse una comida. La gran importancia dada a las lecturas y a la prédica en la nueva Misa, e incluso la facultad dada al sacerdote para agregar palabras personales y explicaciones, es otro reflejo de lo que podría denominarse una adaptación a la idea protestante del culto.
El filósofo francés Jean Guitton dice que el Papa Paulo VI le reveló que había sido su intención (la del Papa) la de asimilar tanto como fuera posible la nueva liturgia católica al culto protestante [1]. Evidentemente, es necesario verificar el real significado de este comentario, puesto que todas las declaraciones oficiales de Paulo VI, incluida su excelente encíclica eucarística “Mysterium Fidei” en 1965, emanada antes de la finalización del Concilio, así como el “Credo del Pueblo de Dios”, demuestran una perfecta ortodoxia. Entonces, ¿cómo pueden explicarse estas declaraciones opuestas?
Dentro de esta misma línea podemos tratar de comprender la nueva posición del altar y del sacerdote. De acuerdo con los bien fundados estudios de Monseñor Klaus Gamber respecto de la posición del altar en las antiguas basílicas de Roma y otros lugares, el criterio para la anterior posición no era que debían mirar a la asamblea que rinde culto sino, más bien, mirar hacia el Este, que era el símbolo de Cristo como sol naciente a quien se debía rendir culto. La posición completamente nueva del altar y del sacerdote mirando a la asamblea, algo previamente prohibido, hoy expresa a la Misa como un encuentro comunitario.
En segundo lugar, en la vieja liturgia el Canon es el centro de la Misa como sacrificio. De acuerdo con el testimonio del Concilio de Trento, el Canon reconstruye la tradición de los apóstoles y estaba substancialmente completo en la época de Gregorio el Grande, en el año 600.
La Iglesia Romana nunca tuvo otros cánones. Incluso respecto del Mysterium fidei en la fórmula de la Consagración, tenemos evidencias desde Inocencio III, explícitamente, en la ceremonia de investidura del Arzobispo de Lyon. No sé si la mayoría de los reformadores de la liturgia conocen este hecho. Santo Tomás de Aquino, en un artículo especial, justifica este Mysterium fidei. Y el Concilio de Florencia confirmó explícitamente el Mysterium fidei en la fórmula de la Consagración.
Ahora bien, este mysterium fidei fue eliminado de las palabras de la consagración originadas en la nueva liturgia. ¿Por qué? También se autorizan nuevos cánones. El segundo de ellos, que no menciona el carácter sacrificial de la Misa, por su mérito de ser el más breve prácticamente ha suplantado al antiguo Canon Romano en todas partes.
De aquí que se haya perdido el profundo discernimiento teológico otorgado por el Concilio de Trento.
El misterio del Sacrificio Divino es actualizado en cada rito, si bien de manera diferente. En el caso de la Misa Latina este misterio fue enfatizado por el Concilio Tridentino con la lectura silenciosa del Canon en Latín. Esto ha sido descartado en la nueva Misa por la proclamación del Canon en voz alta.
Tercero, la reforma del Vaticano II destruyó o cambió el significado de gran parte del rico simbolismo de la liturgia (si bien se mantiene en los ritos orientales). La importancia de este simbolismo fue destacada por el Concilio de Trento ...
Este hecho fue deplorado incluso por un psicoanalista ateo muy conocido, quien llamó al Segundo Concilio Vaticano el “Concilio de los tenedores de libros”.

Vulgarización de la Misa –
El latín debe conservarse

Hay un principio teológico completamente destruido por la reforma litúrgica pero confirmado tanto por el Concilio de Trento como por el Concilio Vaticano II, después de una larga y sobria discusión (yo asistí y puedo confirmar que las claras resoluciones del texto final de la Constitución del Concilio lo reafirmaban sustancialmente). El principio: el latín debe preservarse en el Rito Latino.
Como en el concilio de Trento, también en el Vaticano II los padres del Concilio admitieron la lengua vernácula pero sólo como una excepción.
Pero para la reforma de Paulo VI la excepción se tornó en la regla exclusiva. Las razones teológicas establecidas en ambos Concilios para mantener el latín en la Misa pueden verse ahora justificadas a la luz del uso exclusivo de la lengua vernácula introducida por la reforma litúrgica. La lengua vernácula a menudo ha vulgarizado la Misa misma, y la traducción del latín original ha resultado en errores y malentendidos doctrinales graves.
Además, antes la lengua vernácula no estaba siquiera permitida para las personas iletradas o completamente diferentes entre sí. Ahora que los pueblos católicos de distintas tribus y naciones pueden emplear diferentes lenguas y dialectos en el culto, viviendo próximos en un mundo que se torna cada día más pequeño, esta Babel del culto común resulta en una pérdida de la unidad externa de la Iglesia Católica en todo el mundo, otrora unificada en una voz común.

Además, en numerosas ocasiones, se ha vuelto causa de desunión interna incluso en la propia Misa, que debería ser el espíritu y el centro de la concordia interna y externa entre los católicos de todo el mundo. Tenemos muchos, pero muchos ejemplos, de este hecho de desunión causada por la lengua vulgar.

Y otra consideración ... Antes, cada sacerdote podía decir en el mundo entero la Misa en Latín para todas las comunidades, y todos los sacerdotes podían entender el latín. Hoy, desafortunadamente, ningún sacerdote puede decir Misa para todos los pueblos del mundo. Debemos admitir que, sólo unas décadas después de la reforma de la lengua litúrgica, hemos perdido aquella posibilidad de orar y cantar juntos, aun en los grandes encuentros internacionales, como los Congresos Eucarísticos o, incluso, durante los encuentros con el Papa, el centro de la unidad de la Iglesia. Ya no podemos, actualmente, cantar ni rezar juntos.

La conducta de los ministros sagrados

Finalmente, tenemos que considerar seriamente, a la luz del Concilio de Trento, la conducta de los ministros sagrados, cuya profunda relación con su sacro ministerio fue enfatizada por el Concilio de Trento. Una conducta clerical, vestimenta, porte y comportamiento correctos animan a la gente a seguir lo que sus ministros dicen y enseñan. Desafortunadamente, la conducta lamentable de muchos clérigos suele obscurecer la diferencia entre ministro sagrado y laico, y profundiza la diferencia entre ministro sagrado y alter Christus.

Resumiendo nuestras reflexiones, podemos decir que el atractivo teológico de la Misa Tridentina crece en relación directa con la incorrección teológica de la Misa del Vaticano II. Por esta razón, el Christi Fidelis de la tradición teológica debe continuar manifestando, en espíritu de obediencia a los superiores legítimos, el legítimo deseo y la legítima preferencia pastoral por la Misa Tridentina.


[1] La Intención tras la Misa Nueva de Pablo VI: aproximarse a la Liturgia Protestante. Transcribimos aquí una entrevista que apareció en varias publicaciones del mundo, y que tuvo lugar en el programa de radio francés ‘Ici Lumière 101’ que se transmite para toda Francia, el 13 de Diciembre de 1993. El presentador del programa es François Georges Dreyfus, un luterano francés y sus invitados eran Yves Chiron, autor del libro ‘Pablo VI, el Papa desgarrado’ (“Paul VI, le Pape écartelé”) y Jean Guitton, el académico francés, autor y amigo íntimo de Pablo VI.
Nadie conoció a Pablo VI más de cerca que Jean Guitton, por lo tanto su testimonio debería ser considerado como definitivo. La siguiente es una transcripción de los comentarios de Guitton sacados de la grabación de la emisión misma.

DREYFUS: Sería superfluo introducir a nuestros oyentes esta personalidad clave del catolicismo moderno, no solamente del catolicismo francés, el gran filosofo católico de nuestros tiempos. Es miembro de la Academia Francesa, de la Academia de Ciencias Morales y Políticas y es profesor honorario de la Sorbonne. Este hombre ha escrito una serie de libros que no mencionaré. Maestro, durante el programa hablaremos de ellos. Pero usted está aquí, pienso, no solamente porque es el gran filósofo católico de nuestro tiempo sino porque conocía bien a Pablo VI. Si he entendido bien lo que escribió el Sr. Chiron, usted acostumbraba ver a Pablo VI todos los años, durante muchos años, el día 8 de Septiembre, fiesta de la Natividad de Nuestra Señora.
GUITTON. Lo conocí a Pablo VI durante casi medio siglo. Era amigo íntimo suyo y puedo decir que estaba muy cerca de mí. De manera que cuando fue elegido Papa fui a verlo y le dije: ‘Leí en Aristóteles que no se puede ser amigo de Júpiter; vine por lo tanto a despedirme, Santo Padre, porque no puedo ser más su amigo’. Me contestó en seguida: ‘Oh, Guitton, ¿no tengo yo un corazón? ¿no soy capaz de tener amistad? Usted tiene que seguir siendo mi amigo para siempre ...’ Lo vería todos los 8 de Septiembre ... me hizo hacerle la promesa, o mejor dicho dos promesas, que no fueron muy difíciles de cumplir. La primera era ir a verlo todos los 8 de Septiembre, hasta el fin de mi vida. Y fui a verlo todos los 8 de Septiembre hasta el fin de su vida. Lamentablemente, o quizás felizmente, murió en el mes de Agosto, así que no pude verlo por vigésima octava vez. Pero la segunda promesa fue más difícil de mantener. Me dijo: ‘Le pido que me prometa que me escribirá en confianza lo que piensa sobre la Iglesia y sobre mí, sea de mi gusto o no’. Claramente este segundo pedido, esta segunda promesa solemne, fue la mas difícil de mantener, porque en ocasiones defendí en su presencia a hombres de quienes él tenía una opinión muy pobre. No quiero darle mucha importancia, pero mi inclinación es ayudar a gente que no es ... que es perseguida, que es malentendida y muchas veces tuve que hacerlo frente a Pablo VI.

DREYFUS: Me parece que no estoy de acuerdo con Ud., maestro, en cuanto a las cuestiones litúrgicas. En materia litúrgica la Misa Nueva de Pablo VI, tal como aparece en su texto en francés, contradice sin lugar a dudas el texto de la Constitución sobre Liturgia Sagrada del propio Concilio. Encuentro que esto es inquietante. Déjeme darle un ejemplo. La Constitución dice que el Latín debe ser usado lo más posible y que el uso del canto gregoriano debe continuar. No hay duda que Pablo VI fue mucho más allá en este aspecto al requerir el uso generalizado del idioma vernáculo y al permitir que el canto gregoriano cayera en desuso en casi todas partes. En los últimos días estuve observando cuántas misas se celebran con canto gregoriano en la ciudad y diócesis de París. No hay siquiera una por domingo en cada barrio (Nota del traductor: el original dice ‘arrondissement’. Hay veinte ‘arrondissements’ en París). No hay ni siquiera veinte misas con canto gregoriano en París. Esto origina una cantidad de problemas, en vista de que hay doscientas parroquias en París, y si uno quiere ser fiel a la Constitución sobre la Liturgia debería haber por lo menos una misa con canto gregoriano por parroquia cada domingo.
GUITTON: Estoy bastante sorprendido de oírlo a usted hablar así, porque la intención de Pablo VI en materia litúrgica, en la materia comúnmente llama-da la Misa, era reformar la liturgia católica de manera que se aproximara lo más posible a la liturgia protestante ...
DREYFUS: Eso es precisamente ...
GUITTON: ... con la Cena del Señor de los protes-tantes. El Papa, en la liturgia Católica de mi infancia, el Papa o el sacerdote daban la espalda. Uno sólo podía verle la espalda. Ahora uno sólo puede verle la cara de forma que ...
DREYFUSS: Si usted viniera a mi parroquia luterana sólo vería la espalda del pastor. En todas las parroquias luteranas de París solamente se puede ver la espalda del pastor.
GUITTON: Eso es extraño, porque Pablo VI lo hizo para aproximarse lo más posible a la Cena del Señor de los protestantes.
DREYFUSS: Usted querrá decir la Cena del Señor de los Calvinistas. Eso es calvinización. La gente habla de protestantización, pero cuando a Pablo VI le reprochan haber protestantizado la Misa yo pienso que quieren decir “calvinizado”.
GUITTON: Este es un problema difícil, las diferen-cias entre los calvinistas y los luteranos. A menos que me equivoque, usted es más bien luterano que calvinista.
DREYFUSS: Yo no soy de ninguna manera calvinista.

GUITTON: ¡De ninguna manera! Pablo VI sin embargo era todo lo contrario. Hay una gran diferencia entre vuestros corazones y el mío, pero yo sólo puedo repetir que Pablo VI hizo todo lo posible para alejar la Misa Católica del Concilio de Trento y acercarla a la Cena del Señor de los protestantes. Fue particularmente asistido por el Arzobispo Bugnini, aunque Bugnini no siempre tuvo la total confianza de Pablo VI. Pero estoy sorprendido con su objeción ... La Misa de Pablo VI es antes que nada un banquete, ¿no es cierto? Pone su mayor énfasis en el aspecto de participar de un banquete y mucho menos en la idea de sacrificio, un sacrificio ritual en la presencia de Dios con el sacerdote de espaldas. De manera que no creo estar equivocado cuando digo que la intención de Pablo VI y de la nueva liturgia que lleva su nombre, era de pedir a los fieles que participen más en la Misa, de dar más espacio a la Escritura y menos a lo que algunos llaman la “Magia” y que otros llaman la consagración, consubstanciación, transubstanciación y la Fe Católica. En otras palabras, vemos en Pablo VI una intención ecuménica de limpiar o al menos corregir o suavizar todo lo que fuera demasiado católico en la Misa y llevarla, como lo digo otra vez, lo más cerca posible de la liturgia calvinista.
CHIRON: Eso es claramente una revolución en la Iglesia.
GUITTON: Así de claro.
DREYFUS: Yo sólo agregaría que el Padre Congar habla de una revolución de Octubre en la Iglesia.
GUITTON: Así es. Hoy en día estamos experimentando tal revolución, que divide a los Católicos, divide las familias y que los seguirá dividiendo por mucho tiempo. En muchas familias católicas la gente pregunta: ¿a qué Misa vas? 


fonte:una voce Argentina

DECLARAÇÕES DO CARDEAL STICKLER DOBRE A MISSA TRIDENTINA :"A missa de Paulo VI ... põe antes em evidência o aspecto geral da missa, a saber a Comunhão; o que resulta em transformar o Sacrifício naquilo que é permitido chamar um banquete. O lugar importante dado às leituras e à pregação na nova missa, a possibilidade mesma deixada ao padre de acrescentar explicações e palavras pessoais é uma reflexão a mais sobre o que é legítimo chamar de uma adaptação à idéia protestante de culto..."

http://3.bp.blogspot.com/_XnjD39MreWo/S02XiA_L4dI/AAAAAAAADaM/e3kSPXsh2gA/s400/stickler14.jpg

  Declarações do Cardeal Stickler sobre a Missa de S. Pio V

 
Prefeito emérito dos Arquivos do Vaticano
(revista The Latin Mass, 1995)

"O Papa João Paulo II fez duas perguntas, em 1986, a uma comissão de nove cardeais.

Primeira pergunta: "O Papa Paulo VI ou qualquer outra autoridade competente até o presente momento proibiram legalmente a livre celebração da Missa tridentina?"

"A resposta dada por oito destes cardeais em 1986 foi que não, a Missa de São Pio V jamais foi suspensa. Posso afirmá-lo: eu era um destes cardeais. Um somente foi de parecer contrário. Todos os outros estavam a favor de uma livre permissão: que cada qual possa escolher a antiga Missa.

Houve uma outra pergunta muito interessante: Será que um bispo pode impedir qualquer sacerdote que seja, desde que em situação regular, de recomeçar a celebrar a Missa tridentina? Os nove cardeais responderam unanimemente que um bispo não podia impedir um sacerdote católico de celebrar a Missa Tridentina. Nós não temos uma proibição oficial e eu penso que o Papa jamais pronunciaria uma proibição oficial."
O mesmo Cardeal no Congresso de Christi Fideles, Nova York, maio de 1995

"A Missa nova deveria chamar-se "missa da comissão litúrgica pós-conciliar":

"Pela constituição do Vaticano II sobre a liturgia é evidente que a vontade do Concílio e a vontade da comissão litúrgica muitas vezes não coincidem, e até se opõem de maneira clara.

A missa de Paulo VI ... põe antes em evidência o aspecto geral da missa, a saber a Comunhão; o que resulta em transformar o Sacrifício naquilo que é permitido chamar um banquete.

O lugar importante dado às leituras e à pregação na nova missa, a possibilidade mesma deixada ao padre de acrescentar explicações e palavras pessoais é uma reflexão a mais sobre o que é legítimo chamar de uma adaptação à idéia protestante de culto..."
 
"A recente mudança na localização do altar, bem como a posição do padre de frente para a assembléia - proibidas antigamente - tornam-se hoje o sinal de uma missa concebida como reunião da comunidade."

"Santo Tomás de Aquino consagra todo um artigo para justificar o "mysterium fidei". E o Concílio de Florença confirma explicitamente o "Mysterium fidei" na fórmula da Consagração. Em nossos dias, o "mysterium fidei" foi eliminado das palavras da Consagração na nova liturgia. Por que então?

Foi concedida igualmente a licença de dizer outros cânones. O Segundo Cânon - que não menciona o carácter sacrifical da missa - tem, não há dúvida, o mérito de ser o mais curto, mas, de fato, suplantou por toda a parte o Cânon romano.
 
Foi assim que nós perdemos o profundo sentido teológico dado pelo Concílio de Trento."

"Por essas mesmas razões, o cânon 9 do Concílio (de Trento) estabelece a excomunhão para aqueles que afirmam que o rito da Igreja Romana no qual parte do Cânon e as palavras da Consagração são pronunciadas em voz baixa, deve ser condenado."

"O emprego do vernáculo acarretou sérias incompreensões e erros doutrinais, ele produziu a "desunião": Esta Babel de cultos públicos tem por resultado a perda da unidade externa no seio da Igreja Católica (...). Devemos admitir que, em poucos decénios, depois da reforma da língua litúrgica, nós perdemos esta oportunidade de rezar e de cantar juntos".

"Em terceiro lugar, a reforma que se seguiu ao Vaticano II destruiu ou transformou a riqueza de numerosos símbolos litúrgicos".


"Para resumir nossas reflexões, podemos dizer que os benefícios teológicos da missa tridentina correspondem às deficiências teológicas da missa saída do Vaticano II."

(conf. revista "Iota Unum" n. 312, 21/10/1995, Paris).

Para citar este texto:

"Declarações do Cardeal Stickler sobre a Missa de S. Pio V"
MONTFORT Associação Cultural

Articoli pubblicati prima della costituzione dell'Associazione. Articoli del Bollettino di Una Vox . Articoli del Giornale "Inter Multiplices Una Vox" .







 













 


A fianco di ogni articolo è segnato il n° del bollettino in cui è stato pubblicato
Possono essere richiesti alla segreteria i numeri del bollettino o i singoli testi.











Articoli pubblicati prima della costituzione dell'Associazione
  1. Riflessioni sul Nuovo Rito della Messa (7/93)
  2. Appunti sull'arte religiosa (9/93)
  3. Appunti di iconografia sacra (9/93)
  4. Sul Santo Rosario (10/93)
  5. L'Eucarestia come Sacrificio (10/93)
  6. Latino: lingua angelica o morso di tarantola? (12/93)
  7. La liturgia cattolica: anticipazione e pregustazione della liturgia celeste (1/94) (Conferenza del Padre Abate dom Gérard Calvet)
  8. Quaresima: tempo di penitenza (2/94) (appunti sulla nuova pratica liturgica)
  9. Riflessioni in vista della S. Pasqua (3/94)
  10. Storicità: un falso dibattito? (5/94)

Articoli del Bollettino di Una Vox
  1. Nasce Inter Multiplices Una Vox (9/94)
  2. Ad Majora (9/94)
  3. Il nuovo Statuto e le sue motivazioni tecniche (9/94)
  4. Nulla Veritas sine Traditione (9/94) (sul motto dell'Associazione)
  5. Inter Multiplices Una Vox, una scelta motivata (9/94) (sul titolo dell'Associazione)
  6. Nota sul simbolo dell'Associazione (9/94)
  7. Si comincia (2/95)
  8. Il Sinodo, appuntamento da non mancare (2/95)
  9. Le condanne del Sillabo (2/95) (appunti su una conferenza del prof. Cammilleri a Torino)
  10. Il ministro Lombardi sull'AIDS (5/95)
  11. Luterani e cattolici, conversione o compromesso?  (5/95)
  12. Madonne: lacrime e sangue. Oltre le apparenze dei fenomeni (5/95)
  13. Il segreto de La Salette (5/95) (sono riportati passi del messaggio della Madonna)
  14. Una curiosità editoriale (5/95) (passi de Il Quinto Evangelo, del sac. Giacomo Biffi)
  15. I mali della modernità e la Misercordia divina (5/95)
  16. La nuova presidenza (9/95)
  17. Le profezie di San Giovanni Bosco (9/95) (sono riportati passi delle profezie)
  18. Il vento che spira dall'Austria (9/95)
  19. Ricordo di un maestro all'antica (9/95) (sul Maestro Lino Liviabella e il canto gregoriano)
  20. Calepino del diritto canonico, I (9/95)
  21. A proposito degli organi umani e del loro viaggiare da un corpo all'altro (9/95)
  22. Lettera aperta a quei nostri interlocutori che ci leggono e non ci capiscono (3/96) (ai modernisti)
  23. Calepino del diritto canonico, II (3/96)
  24. A proposito di espianti e di trapianti (3/96)
  25. A proposito di simboli e di riti (3/96)
  26. Pietra d'inciampo per la S. Messa tradizionale (6/96) (sul commissariamento della Confraternita della Misericordia a Torino)
  27. Si è aperto il Sinodo Diocesano (6/96) (sul Sinodo Diocesano di Torino)
  28. Cattolici a convegno - Simposio sulla liturgia (6/96) (sul I Simposio sulla Liturgia Cattolica Romana, in Francia)
  29. Qualche riflessione in merito alla scuola cattolica (6/96)
  30. Mondialismo e vera Religione (6/96) (sul III Convegno di Studi Cattolici, a Rimini)
  31. A proposito della Comunione sulla mano (6/96)
  32. Archeologite liturgica, Sacrilegio dilagante (6/96)  (sulla S. Comunione data sulla mano)
  33. Natale: Incarnazione del Verbo (12/96)
  34. Veterum Sapientia: un documento del Papa buono da non dimenticare (12/96)
  35. Dalla Cristianità al revisionismo: un percorso discendente (12/96)
  36. La musica di Satana (12/96) (sulla musica moderna)
  37. A proposito degli uomini in fotocopia (6/97) (sulla clonazione e la manipolazione genetica)
  38. Cronaca di un destino annunciato (6/97) (sul battesimo interreligioso)
  39. La contraccezione abortiva (6/97)
  40. Catechesi demagogica (6/97) (sulla compartecipazione dei fedeli alla celebrazione della S. Messa)
  41. La nuova liturgia e l'abolizione del latino (6/97)
  42. Spirito è bello (6/97) (sul nuovo bisogno di spiritualità)
  43. La Chiesa al passo coi tempi (9/97)
  44. Il grande scisma d'Occidente (9/97) (sullo scisma del XIV secolo)
  45. Ecumenismo? No, grazie! (9/97)
  46. La reincarnazione (9/97)
  47. Ex volvere: pregressione o regressione? (9/97)
  48. La morte, il vizio e la mancanza di virtù (11/97) (sul funerale in Duomo di un divo della moda)
  49. In memoria del prof. Romano Amerio (11/97)
  50. La Bibbia? Vietata ai cristiani (11/97)
  51. Il Vaticano II e gli errori liberali (11/97)
  52. A proposito di massoneria e di segrete cose (11/97)
  53. Proviamo a ritrovarci per pregare (3/98)
  54. In memoria di mons. Francesco Spadafora (3/98)
  55. Esegesi moderna e nuove eresie (3/98)
  56. Disinformazione e spirito del Concilio (3/98)
  57. Suoni, canti e balli del popolo cristiano (3/98) (sul congresso eucaristico di Bologna)
  58. La Religione e la comunicazione (3/98)
  59. La Messa dell'indulto alla Misericordia di Torino (6/98)
  60. Lettera aperta all'Arcivescovo di Torino (6/98) (sui trapianti)
  61. Commemorazioni e segni dei tempi (6/98)
  62. Il piano giudaico-massonico (6/98)
  63. A dieci anni del Motu Proprio Ecclesia Dei (12/98)
  64. Pellegrinaggio a Roma: gli interventi (12/98) (sul pellegrinaggio dell'Ecclesia Dei, ottobre 98)
  65. Pellegrinaggio a Roma: la cronaca (12/98) (sul pellegrinaggio dell'Ecclesia Dei, ottobre 98)
  66. Indirizzo di saluto del Santo Padre (12/98) (ai pellegrini dell'Ecclesia Dei, ottobre 98)
  67. Considerazioni a margine del pellegrinaggio romano (12/98)   (sul pellegrinaggio dell'Ecclesia Dei, ottobre 98)
  68. Si dice: (del pellegrinaggio) (12/98) (sul pellegrinaggio dell'Ecclesia Dei, ottobre 98)
  69. Bioetica, etica e verità (3/99)
  70. È ancora possibile un'Europa cristiana? (3/99)
  71. La Santa Messa contestata (3/99)  (sulla S. Messa a Torino, in una piazza, a difesa della Cristianità)
  72. Riflessioni sul destino del magistero petrino (3/99)
  73. Valutazione arabo-islamica delle crociate (3/99)
  74. Verso il Giubileo del 2000  (10/99)  (sul mea culpa della Chiesa proposto dal Papa per il 2000)
  75. I messaggi del Papa: la pace, la democrazia e la libertà religiosa (10/99)  (sul messaggio papale per la pace, del 1999)
  76. Qualche considerazione sul documento del Concilio Vaticano II: DIGNITATIS HUMANAE  (Parte I)  (10/99) (sulla libertà religiosa)
  77. A. D. 2000: 26° Giubileo cristiano - Peregrinatio ad Dominum (12/99)
  78. Elementi del Giubileo veterotestamentario (12/99)
  79. Appunti per la fine del millennio (curiosità per l'anno 2000: Il 2000 fine o principio?; Indicazioni dalla nuova pastorale; Un nuovo Pater Noster?; Preghiere per chiedere perdono a Dio)  (12/99)
  80. La chiesa del 2000 a Roma: memoriale del Giubileo (12/99) (sull'architettura delle chiese moderne)
  81. Qualche considerazione sul documento del Concilio Vaticano II: DIGNITATIS HUMANAE (Parte II)  (12/99) (sulla libertà religiosa: séguito)
  82. Qualche considerazione sul documento del Concilio Vaticano II: DIGNITATIS HUMANAE: Citazioni scritturali contenute nel § 11 del documento  (12/99) 
  83. La dichiarazione congiunta tra la Chiesa Cattolica e la Federazione Luterana Mondiale sulla Dottrina della Giustificazione (12/99)
  84. Notizie dal mondo della Tradizione (informazioni diverse)  (12/99)

Articoli del Giornale "Inter Multiplices Una Vox"
  1. Le grandi celebrazioni della Chiesa postconciliare: 14.5.2000, Terza Giornata Nazionale dei Trapianti (9/2000)
  2. IO NO!… In memoria del compianto prof. Giovanni Durando (9/2000)
  3. Notizie dal mondo della Tradizione: La S. Messa Tradizionale per l'ostensione della S. Sindone - Il pellegrinaggio giubilare a Roma della Fraternità Sacerdotale San Pio X (9/2000)
  4. Il soffio dell'arte: iniziative per la musica sacra presso la parrocchia di Santa Maria, a Pino Torinese (9/2000)
  5. Omosessuali a Roma… Sai che novità! (sulla manifestazione a Roma - luglio 2000 - del cosiddetto "orgoglio omosessuale") (9/2000)
  6. Giubileo 2000: 15° Giornata Mondiale dei Giovani (9/2000)
  7. Lettera aperta inviata il 13 giugno 2000 a S. Em.za Rev.ma il Card. Joseph Ratzinger (sulla condizione attuale della Santa Chiesa e dei fedeli cattolici) (9/2000)
  8. La Dominus Iesus e la permanenza della Fede cattolica. Il bilancio negativo di trent'anni di postconcilio. Il grido d'aiuto della Gerarchia (12/2000)
  9. L'orientamento dell'Altare, del celebrante e dei fedeli (commento ad un documento della Congregazione per il Culto Divino e la Disciplina dei Sacramenti in cui si ribadisce che la Chiesa prega rivolta al Signore e non al popolo) (12/2000)
  10. In bilico fra Fede e scienza. Il discorso del Papa ai trapiantisti e la problematica conciliazione dei trapianti con la morale e la dottrina cattoliche (12/2000)
  11. I beati Pio IX e Giovanni XXIII (resoconto di due conferenze tenutesi a Torino a cura del dott. Vittorio Messori e del Rev.mo Mons. Renzo Savarino) (12/2000)
  12. In memoriam del Rev. Don Giuseppe Maria Pace (12/2000)
  13. San Michele Arcangelo: Principe delle Milizie Celesti  (appunti sul culto di San Michele Arcangelo) (12/2000)
  14. Rivelazione del terzo segreto di Fatima: La questione è ancora aperta  (considerazioni sul reale contenuto del Terzo Segreto divugalto ufficialmente dalla Santa Sede (1/2002)
  15. Cronologia di Fatima (i dati sui tempi e sulle rivelazioni della Madonna di Fatima) (1/2002)
  16. I segni dei tempi  (considerazioni sul significato meno apparente di alcuni avvenimenti internazionali) (4/2002)
  17. La maggior parte dei cattolici è favorevole alla S. Messa tradizionale (commento su un sondaggio condotto nel 2001) (4/2002)
  18. Charta Oecumenica - Un nuovo disastroso documento della Chiesa  (commento del documento firmato a Strasburgo nel 2001 da diverse "chiese" europee) (4/2002)
  19. Il convegno di Fontgombault  (osservazioni sul convegno sulla liturgia - la "riforma della riforma" - tenutosi in Francia con la partecipazione del Card. Ratzinger, nel luglio del 2001) (4/2002)
  20. La nuova Institutio Generalis Missalis Romani  (studio sulla terza edizione dell'Introduzione al Messale Romano, pubblicata dalla Santa Sede a luglio del 2000) (4/2002)
  21. Qualche considerazione sul “Principio di Autorità”  (sulla polemica se la Sede Apostolica sia o no "vacante") (4/2002)
  22. Omaggio a Lino Liviabella, nel centenario della nascita (11.2002)
  23. In memoria di Franco Manassero (3.2003)
  24. La Conversione liturgica del Vaticano (sui segni di recupero manifestati da diversi prelati in favore della liturgia tradizionale) (3.2003)
  25. Il “Magistero correttivo di S. S. Giovanni Paolo II” (Riflesssioni a partire dal discorso di chiusura della Plenaria della Congregazione per la Dottrina della Fede, tenuto dal Santo Padre il 18 gennaio 2002, circa la necessità del primato liturgico-dottrinale dell'ortodossia) (3.2003)
  26. La partecipazione al Cristo. La Dominus Iesus, la Grazia e l'Eucarestia (riflessioni sulla Dominus Iesus) (3.2003)
  27. L’antico rito romano conserva nella Chiesa  il suo diritto di cittadinanza, Sulla S. Messa del maggio 2003 Resoconto della celebrazione - Una coincidenza provvidenziale (4.2004) 
  28. Sedicesima Assemblea Generale della Federazione Internazionale Una Voce, dell’ottobre 2003, Resoconto, Risoluzione approvata dall'Assemblea (4.2004)
  29. S. Maria Maggiore 24 maggio 2003 -  Articolo di Michael Davies pubblicato sul periodico The Latin Mass (4.2004)
  30. Guerra e pace - La banalizzazione degli insegnamenti divini (4.2004) 
  31. A quarant'anni dal Concilio Vaticano  II - Su un articolo della Famiglia Cottolenghina dell’aprile 2003 (4.2004) 
  32. Le radici cristiane dell’Europa - Sulla secolare perdita delle radici (4.2004) 
  33. Ioannes Paulus PP II - Requiescat In Pace - Breve bilancio del papato di Giovanni Paolo II (6.2005)
  34. Benedictus XVI - Comunicato ufficiale dell'Associazione per l'elevazione al Soglio Pontificio del Card. Joseph Ratzinger (6.2005)
  35. La “Questione Tradizionale”, Qualche riflessione - Sulle motivazioni che fondano la scelta della fedeltà alla Tradizione (6.2005)
  36. I frutti del postconcilio - L'abito ecclesiatico - Sull'abuso del rifiuto dell'abito ecclesiastico e la connivenza del Bollettino Salesiano (6.2005)
  37. Il diritto alla celebrazione della S. Messa secondo il Messale del 1962. Qualche precisazione - Messe a punto circa certe posizioni della Pontificia Commissione Ecclesia Dei (6.2005)
  38. Lo “Status giuridico” della liturgia cattolica “classica” e dei fedeli cosiddetti “tradizionalisti” - Una riflessione - Esame della situazione canonica tra dubbi, incertezze e cattiva amministrazione canonica. Necessità di definitivi richiami da parte dell'Autorità Romana (6.2005) 
  39. Il Motu Proprio “ Summorum Pontificum cura” compie un anno - Il contenuto del nostro numero monografico dell'ottobre 2008
  40. Il Motu Proprio “ Summorum Pontificum cura” compie un anno - Le premesse - premesse storiche e religiose che hanno condotto al ripristino della liturgia tradizionale (10.2008)
  41. Il Motu Proprio “ Summorum Pontificum cura” compie un anno - Una curiosa lettura del Breve esame critico - interpretazioni strumentali di certi ambienti conservatori (10.2008)
  42. Il Motu Proprio “ Summorum Pontificum cura” compie un anno - 1988-2008 - un anniversario nell'annivesario - da Mons. Lefebvre al Motu Proprio (10.2008)
  43. Il Motu Proprio “ Summorum Pontificum cura” compie un anno - Il testo del Motu Proprio: considerazioni e commenti (10.2008)
  44. Il Motu Proprio “ Summorum Pontificum cura” compie un anno - Ci fu abrogazione ? - la parte equivoca svolta da Paolo VI (10.2008)
  45. Il Motu Proprio “ Summorum Pontificum cura” compie un anno - La lettera di accompagnamento: considerazioni e commenti (10.2208)
  46. Il Motu Proprio “ Summorum Pontificum cura” compie un anno - Le reazioni - reazioni e avversione dei vescovi e dei dotti modernisti (10.2208)
  47. Il Motu Proprio “ Summorum Pontificum cura” compie un anno - Le obiezioni - commento delle elaborazioni dotte dei modernisti contro la S. Messa tradizionale (10.2208)
  48. Il Motu Proprio “ Summorum Pontificum cura” compie un anno - L'applicazione - dati e considerazioni sul primo anno di applicazione (10.2008)
  49. Il Motu Proprio “ Summorum Pontificum cura” compie un anno - Le prospettive - prospettive, speranze, cautele (10.2008)
  50. Il Motu Proprio “ Summorum Pontificum cura” compie un anno - Ultima ora - le controverse dichiarazioni del Santo Padre (10.2208)
  51. Il Motu Proprio “ Summorum Pontificum cura” compie un anno - Appendice - Canon Missae - Testimonianza del compianto Don Giuseppe Pace (10.2208)
  52. Il Motu Proprio “ Summorum Pontificum cura” compie un anno - Appendice - Ritus romanus e Ritus modernus - Testimonianza del compianto Mons. Klaus Gamber (10.2208)
  53. Il Motu Proprio “ Summorum Pontificum cura” compie un anno - Luoghi e orari della S. Messa (10.2008)
  54. Il Motu Proprio “ Summorum Pontificum cura” compie un anno - Istruzioni per l'uso - esortazione, indicazioni e schemi delle petizioni (10.2008)




 fonte: http://www.unavox.it/