quinta-feira, 5 de julho de 2012

Sobre la teología del Arzobispo Müller, habla Mons. Nicola Bux


Andrea Tornielli ha entrevistado a Mons. Nicola Bux sobre el nombramiento del Arzobispo Müller como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y, en particular, sobre aquellas citas de sus escritos que han sido objeto de polémicas en estos días. A continuación, nuestra traducción de la entrevista.
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El nombramiento del obispo de Ratisbona, Gerhard Müller, como nuevo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe ha sido precedido y seguido por la difusión – primero a través de emails anónimos y luego en artículos en la web, incluido el sitio italiano de la Fraternidad San Pío X – de pequeñas extrapolaciones de sus escritos que demostrarían posiciones discutibles en materia de fe. ¿Las cosas son realmente así? Vatican Insider ha entrevistado sobre esto al teólogo Nicola Bux, consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
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En su libro de dogmática, Müller escribe que la doctrina sobre la virginidad de María “no concierne tanto a específicas propiedades fisiológicas del proceso natural del nacimiento…”.

El Catecismo de la Iglesia Católica precisa que el aspecto corporal de la virginidad está todo en el hecho de que Jesús haya sido concebido “sin semilla de varón, por obra del Espíritu Santo”.

Es una obra divina que supera toda comprensión y posibilidad humana. La Iglesia confiesa la virginidad real y perpetua de María pero no profundiza en los particulares físicos; ni parece que los concilios y los padres hayan dicho de manera diversa.

En esta línea, me parece, debe entenderse lo que ha escrito Müller, el cual no sostiene una “doctrina” que niegue los dogmas de la perpetua virginidad de María, sino que pone en guardia contra un cierto, por así decir, “cafarnaísmo”, es decir aquella manera de razonar “según la carne” y no “según el espíritu”, ya surgida en Cafarnaúm entre los judíos al final del discurso de Jesús sobre el pan de vida.
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En el 2002, Müller, en el libro “Die Messe - Quelle des christlichen Lebens”, hablando del sacramento eucarístico escribe que “el Cuerpo y la Sangre de Cristo no indican componentes materiales de la persona humana de Jesús en el curso de su vida o de su corporeidad transfigurada. Aquí, Cuerpo y Sangre significan la presencia de Cristo en los signos del medio constituido por pan y vino”.

Precisamente en Cafarnaúm los términos usados por Jesús, carne y sangre, fueron mal entendidos en modo antropomórfico y el Señor tuvo que reiterar su sentido espiritual, que no quiere decir que su presencia sea menos real, verdadera y sustancial. Puede verse al respecto el Catecismo de la Iglesia Católica. San Ambrosio dice que no se trata del elemento formado de la naturaleza, sino de la sustancia producida por la fórmula de consagración: la misma naturaleza es transformada, por eso Cuerpo y Sangre son el ser de Jesús. El concilio Tridentino dice que en la Eucaristía está presente “sustancialmente” nuestro Señor, verdadero Dios y verdadero hombre. Está presente sacramentalmente con su sustancia, un modo de ser misterioso, admisible por la fe y posible por parte de Dios.

Santo Tomás había dicho que el modo de la “sustancia” y no el de la “cantidad” caracteriza la presencia de Cristo en el sacramento de la Eucaristía. El pan y el vino, en cuanto especies o apariencias, median nuestro acceso a la sustancia, algo que ocurre sobre todo en la Comunion. De todos modos, el concilio Tridentino no ve contradicción entre el modo natural de la presencia de Cristo en el Cielo y el sacramental de estar en muchos otros lugares. Todo esto ha sido reiterado por Pablo VI en su lamentablemente olvidada encíclica Mysterium Fidei. No bastan los sentidos sino que se requiere la fe. Es misterio de la fe.
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Sobre el protestantismo y la unicidad salvífica de Jesús, en octubre de 2011 Müller declaró: “El bautismo es el signo fundamental que nos une sacramentalmente en Cristo, y que nos presenta como una Iglesia frente al mundo. Por eso, nosotros como católicos y cristianos evangélicos estamos ya unidos incluso en lo que llamamos la Iglesia visible”.

San Agustín ha defendido, contra los donatistas, la verdad que el bautismo es un vínculo indestructible, que no destruye la fraternidad entre los cristianos, incluso cuando son cismáticos o heréticos. Lamentablemente hoy en la Iglesia se teme el debate, sino que se procede por tesis y ostracismos de quien piensa en forma diversa. Me refiero a la teología, ciertamente, que puede ser opinable.

Sin embargo, también el desarrollo doctrinal se beneficia del debate: quien tiene más argumentos, convence. En las acusaciones a monseñor Müller se sacan las frases del contexto: así es fácil condenar a cualquiera. Un verdadero católico debe confiar en la autoridad del Papa, siempre. En particular, pienso que Benedicto XVI sabe lo que hace. Y quisiera renovar a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X precisamente la invitación a confiar en el Papa.
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Ha sido dicho que el nuevo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe no habría sido hasta ahora muy favorable al Motu Proprio Summorum Pontificum…

Yo estoy seguro que comprende las razones que han llevado al Papa a promulgarlo y que trabajará según el espíritu y la letra del Motu proprio. En cuanto a las extrapolaciones de las que hemos hablado, las cosas escritas por monseñor Müller pertenecen a su etapa de teólogo y un teólogo no produce doctrina, al menos inmediatamente. Como obispo debe, en cambio, defender y difundir la doctrina, no suya sino de la Iglesia, y creo que lo ha hecho. Como Prefecto continuará haciéndolo, bajo la guía del Papa.
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