VISITA PASTORAL A UMBRÍA DE LA REGIÓN
Basílica de San Benito, Nursia
Domingo 23 de marzo de 1980
En la serie de encuentros de esta singular jornada, es para mí motivo particular de consuelo
encontrarme con las religiosas de diversos monasterios benedictinos de las regiones más
cercanas de Italia.
Presento con igual afecto mi saludo a todas las religiosas pertenecientes a otras órdenes e
institutos por el acto de filial homenaje que han querido dispensarme.
Esta calificada presencia, mientras hace más gozoso el comienzo de las celebraciones del XV
centenario del nacimiento de San Benito, ofrece al Papa, que ha venido a honrar su tierra natal, la
ocasión de recordar algunos principios de la espiritualidad benedictina, de la que tantas familias
religiosas han podido beneficiarse en el curso de los siglos.
Efectivamente, esta espiritualidad, desde el principio, ha señalado un surco, ha sido una huella
segura para la vida cenobítica y religiosa, suscitando santos entusiasmos en almas generosas,
que siempre se han inspirado en ella; y también ahora, con su elemento predominante, esto es, la
contemplación, está destinada a encender el ardor para las ascensiones espirituales en las
mentes y en los corazones abiertos al influjo de la gracia de la vocación.
1. Por tanto, miro con admiración sincera a todos los monasterios de benedictinas, y con viva
satisfacción utilizo respecto a ellos la imagen entrañable a San Benito, que los consideraba
"escuelas del servicio a Dios".
Dirijo, además, mi pensamiento de complacencia a todas las casas religiosas femeninas
esparcidas por esta región de la Umbría, dóciles siempre en los siglos a las llamadas sugerentes
del espíritu. Vosotras, queridísimas hermanas, no deseáis otra cosa que estar pendientes de Dios
con pureza de corazón, en la soledad, en el silencio y en la oración: la de la mente y la del coro,
"opus cui nihil praeferendum", procurando para esta santa finalidad que no entre en vuestro
espíritu, o que no salga, nada que no sea "deiforme" y que no lleve a Dios.
En vuestras casas monacales se la realizado, por deliberación vuestra, la opción más importante
de la vida: habéis renunciado generosamente a todo atractivo que el mundo podía daros, os
habéis apartado de todo afecto terreno para uniros exclusivamente a Dios y poseerlo
establemente en vuestro corazón.
En esta altura de vida mística, que es la suma de la perfección, a vosotras sumidas "en los
pensamientos contemplativos" (Dante, Paraíso, XXI, 117) os es dado experimentar, gustar y
sentir a Dios, por medio de la continua aplicación de las potencias espirituales, aunque en la
oscuridad de la fe; y vosotras sabéis, por experiencia, que cuanto más íntima es la conversación
con el Padre celestial, tanto más se experimenta que nunca es suficiente el tiempo para este
altísimo acto de caridad.
¿Cómo no recordar, a este propósito, la densa jornada que pasaron los dos Santos hermanos
alabando a Dios y en santa conversación, como nos cuenta San Gregorio Magno, a la que siguió
la famosa vigilia nocturna, obtenida con la oración de Santa Escolástica, por lo que pasaron toda
la noche saciándose de suaves coloquios y contándose los dos santos hermanos, el uno al otro,
la experiencia de la vida espiritual? (Diálogos, 2, 33; PL 66, 194-196).
2. Estimuladora para fomentar el espíritu contemplativo y para sostener su compromiso
perseverante, ha sido y es siempre la áurea regla, escrita por el Santo Patriarca, y considerada
por todos los legisladores sucesivos un monumento de sabiduría y de perenne actualidad, porque
sus enseñanzas ofrecen garantía de seguridad, de fecundidad y de claridad en cuanto que se
derivan de la perfecta adhesión de San Benito al Evangelio y al Magisterio de la Iglesia.
Esas prescripciones, ordenadas de modo que consideremos a Dios y a Cristo en el centro del
universo y que afirman su primado absoluto sobre todas las cosas, no habrían podido describir
más eficazmente el itinerario espiritual de la monja benedictina, y han sido fuente de inspiración
también para muchas otras almas, deseosas de consagrarse totalmente a Dios y a los hermanos.
Habitualmente disponible ante Dios por la gracia santificante, la religiosa benedictina es
conducida a considerarse frente a su Señor, su único amor y bien, con extrema sinceridad y
verdad, y en esta situación debe desarrollar su actividad interior y exterior. Esto supone el
resuelto y constante anhelo de conformar la propia voluntad con la de Dios. San Benito lo ha
previsto: efectivamente, en su regla es continua la llamada a la obediencia como a la virtud más
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apropiada para llegar a la santidad.
3. Mientras os invito, queridísimas hermanas en Cristo, a tener fe en las prescripciones y en los
carismas de vuestros fundadores y de vuestra fundadora, deseo expresaros el agradecimiento de
Iglesia por la actividad que desarrolláis en favor de ella.
En efecto, no sólo ofrecéis a Dios un sacrificio excelente de alabanza y con muy copiosos frutos
de santidad honráis al Pueblo de Dios y lo movéis con el ejemplo (cf. Perfectae caritatis, 7), sino
que realizáis con vuestra vida de inmolación escondida una acción propiciatoria ante el Padre de
las misericordias en favor de la Iglesia, en las dificultades que atraviesa al presente.
En particular, queridísimas hermanas en Cristo, confío a esta preciosa colaboración vuestra la
jornada de hoy, en la que la Iglesia italiana, recogida en oración, presenta al Señor el propio
sufrimiento por el orden moral y social tan profundamente turbado a causa de la eversión y del
terrorismo, por las muchas víctimas que han pagado con la vida su fidelidad al propio deber y a
los ideales de la convivencia humana y civil, por la desolación de tantos familiares privados de los
afectos más legítimos. La pasión de Cristo, que nos aprestamos a revivir en los días ya próximos
de la Semana Santa, continúa en el sufrimiento y en la sangre de estos hermanos y hermanas
nuestros, afectados por el odio homicida. La Iglesia los llora, mientras llora sobre las llagas de su
Señor.
Al hacer votos para que finalmente sea proscrita toda forma de violencia y se llegue a la justicia y
a la paz por medio de la razón y de la recíproca comprensión, os pido que ofrezcáis hoy a Cristo
Señor vuestra súplica, valorizada por especiales e íntimos sacrificios, a fin de que en la querida
nación italiana pueda triunfar la bondad innata, la laboriosidad serena y la cohesión humana y
civil, fruto del ejemplar y coherente proceder cristiano.
Confío la Iglesia y mis universales intenciones de Pastor y de Padre a vuestra ofrenda continua,
que suplica, adora y aplaca a la Divina Majestad.
Por mi parte os confío a María, a la Virgen, modelo de las almas contemplativas y activas, a la
Madre de la Iglesia, y os dejo mi bendición, haciéndola extensiva a cada una y a todas las
religiosas de vuestros institutos, como también a vuestros respectivos familiares.
Luego el Santo Padre agradeció los dones recibido y añadió:
Quiero todavía encomendarme a mí mismo, la Iglesia, vuestra patria, a las oraciones y sacrificios
de las hermanas que sufren que no están aquí presentes. Llevad esta palabra a todas vuestras
hermanas
- E senti o espírito inundado por um mistério de luz que é Deus e N´Ele vi e ouvi -A ponta da lança como chama que se desprende, toca o eixo da terra, – Ela estremece: montanhas, cidades, vilas e aldeias com os seus moradores são sepultados. - O mar, os rios e as nuvens saem dos seus limites, transbordam, inundam e arrastam consigo num redemoinho, moradias e gente em número que não se pode contar , é a purificação do mundo pelo pecado em que se mergulha. - O ódio, a ambição provocam a guerra destruidora! - Depois senti no palpitar acelerado do coração e no meu espírito o eco duma voz suave que dizia: – No tempo, uma só Fé, um só Batismo, uma só Igreja, Santa, Católica, Apostólica: - Na eternidade, o Céu! (escreve a irmã Lúcia a 3 de janeiro de 1944, em "O Meu Caminho," I, p. 158 – 160 – Carmelo de Coimbra)