quarta-feira, 10 de outubro de 2018

Don Divo Barsotti, MONACATO Y MÍSTICA

 En la creación Dios se da a conocer de forma oscura, en los acontecimientos de su vida, en los sentimientos que suscita en él. El camino a recorrer por la persona no es una ruptura necesaria con el mundo y con los demás personas, porque Dios se revela en la creación misma, donde vive, donde está realmente presente, aunque misteriosamente, en cada persona.

Se ha dicho que Dios vive ya en el corazón de la persona. Se ha dicho que la ansiedad misma de la persona que busca a Dios es la prueba secreta de la acción de Dios. Pero para el monje cristiano, la experiencia interior está garantizada por la presencia objetiva de un Dios que se hecho compañero de la persona en la humanidad que Él ha asumido. Para Dios no ha sido suficiente revelarse en la creación, se ha hecho presente a sí mismo en Cristo, y hoy día entra en comunión con la persona a través de los sacramentos divinos. No hay, pues, oposición entre la experiencia interior y esta presencia objetiva de Dios que, en Cristo, se ha hecho nuestro hermano. Pero es más bien esta presencia objetiva lo que nos da la seguridad y la que nos libera de la duda y de la presunción que quisieran identificar la acción del hombre y la acción de Dios. Por eso la experiencia religiosa del monje cristiano no se opone, sino que más bien encuentre la fuente de su fuerza en la pertenencia del monje a la Iglesia que prolonga en cierto sentido la presencia en el tiempo de la Encarnación de Dios, en la participación en la liturgia, en particular en el misterio de la Eucaristía.



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