sábado, 24 de outubro de 2009

Misa en Barcelona en honor a Pío XII en el 51º aniversario de su tránsito


La misa fue en memoria de Pío XII
en el 51º aniversario de su tránsito

También se conmemoró el LXXV aniversario del
XXXII Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires

El invitado de honor: Mossèn José Mariné Jorba,
que conoció al cardenal Pacelli a su paso por
Barcelona y fue agasajado por sus 90 años


El altar preparado para el rito romano extraordinario

La entrada del celebrante, Mossèn Francesch Espinar
i Comas, párroco en Barcelona y sus ayudantes

Introibo ad altare Dei

Incensación al ofertorio

Elevación de la sagrada forma

Elevación del cáliz

Abluciones

Postcomunión

Bendición


HOMILÍA MISA DEL 9 DE OCTUBRE

Pronunciada por mossèn Francesch Espinar i Comas, párroco de San Juan Bautista de Barcelona, en la iglesia parroquial de San Juan María Vianney, el 9 de octubre de 2009.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Reverendo Padre Mariné, hermanas y hermanos todos:

Hace medio siglo acababa la peregrinación terrestre de Pío XII, un papa que marcó época y puede ser considerado entre los más grandes de los tiempos modernos. Algunos de los que están aquí presentes lo recuerdan como el papa de su niñez y juventud, crecieron a la luz y bajo la sombra de su largo pontificado de casi veinte años, fueron, por así decirlo, católicos de una era de esplendor del Catolicismo, que podemos con justicia llamar “pacelliana”. Otros nacimos después de su muerte, pero llegamos a conocerlo y a admirarlo gracias a nuestros padres y abuelos y a que su influjo en la vida de la Iglesia no sólo no se ha apagado, sino que se hace cada vez más vigente hoy, cuando el tiempo va poniendo a los personajes y los acontecimientos de la difícil época postconciliar en su justa perspectiva, gracias a la sabiduría del Santo Padre Benedicto XVI, felizmente reinante.

Las modas pasan, lo clásico queda. Y esto no es cierto sólo referido al Arte o a toda manifestación de la creatividad humana: también lo es respecto de las creencias, de la fe. La Iglesia cuenta con la Tradición como criterio de lo que es perenne y de lo que es efímera producción del capricho humano. Pero, ¡ojo!, “Tradición” no significa mero conservadurismo ni inmovilismo. La Tradición es ese padre de familia del Evangelio que saca de su tesoro cosas nuevas y antiguas. La misma palabra “traditio”, significa “transmisión”, “entrega”. Pero no se transmite ni se entrega sino lo que previamente se considera que puede servir en el futuro. Lo demás, lo inútil o lo estropeado se descarta. Así pues, la Tradición selecciona en cada momento lo que vale la pena que sea transmitido a las generaciones sucesivas y deshecha lo que sólo puede constituir un lastre, que quizás fue útil en su momento, pero ahora ya no funciona.

Esta consideración nos lleva a concluir que Pío XII no fue un papa conservador ni inmovilista, pero fue un papa tradicional, en el mejor de los sentidos, pues preservó la fe como el que más, pero estuvo siempre atento a las exigencias de los tiempos y a las necesidades de los fieles. El mismo pontífice que se sometía al antiguo y fastuoso ceremonial papal, apareciendo como una figura mayestática de otros tiempos, era el mismo que asombraba a sus auditorios más selectos y exigentes con alocuciones de la mayor actualidad y competencia en los temas más diversos. Podría citar innumerables ejemplos de cómo Pío XII fue un adelantado en diferentes aspectos del catolicismo: en materia litúrgica y sacramental, en la internacionalización del Sacro Colegio y de la Curia Romana, en la promoción de nuevas formas de vida consagrada, en el fomento del apostolado seglar, en la conveniencia de una opinión pública en la Iglesia, en la importancia que atribuyó a los modernos medios de comunicación de masas, en la renovación de los estudios bíblicos y un largo etcétera.

Pero quiero centrarme en algo que me parece de una especial importancia: la actividad misionera de la Iglesia. Pío XII fue el Papa de las Misiones, a las que dio lo que podemos considerar su “magna carta”: la encíclica Fidei donum, la conmemoración de cuyo quincuagésimo aniversario en 2007 abrió las celebraciones del año pacelliano 2008-2009 que estamos concluyendo. Como decía el sacerdote mercedario que pronunció la brillante conferencia de aquel día, este documento del papa Pacelli fue un revulsivo para todos los misioneros y los conmovió profundamente. Lo que venía a decir el Santo Padre era que el don de la Fe debía comunicarse a todas las gentes para extender el reinado de Jesucristo y edificar la ciudad de Dios ya en este mundo, contribuyendo así a una auténtica promoción humana. Pío XII sostenía que la Iglesia es misionera por vocación y que las misiones, en consecuencia, son cosa de todos, cada uno según sus posibilidades, y en ellas se colabora mediante la oración y el sacrificio, la cooperación económica y el fomento de vocaciones misioneras. En aquellos años el Papa miraba especialmente al África y sabe Dios que sus desvelos por ella dieron óptimos frutos. El sínodo de África, que tiene lugar actualmente en Roma, es testimonio de la abundante cosecha que produjo la intensiva siembra de la Fe en ese continente tan golpeado pero tan esperanzador en tiempos de Pío XII, que siguió en ello las huellas de sus predecesores, especialmente su amado mentor Pío XI.

Eugenio Pacelli estaba imbuido de la gran idea de Cristiandad, quería que la Iglesia estuviera presente y fuera pujante en todos los rincones de la Tierra para la conquista espiritual de un mundo roto por los egoísmos y las guerras. De hecho, después de la Segunda Guerra Mundial, fue el Catolicismo la fuerza más dinámica para la reconstrucción de Europa y de la civilización. Esa idea de Cristiandad, que compartía con el papa Ratti (cuyo lema era “Pax Christi in Regno Christi”), fue la que inspiró no sólo su pontificado, sino, ya antes, su labor al servicio de la Santa Sede, como diplomático y, sobre todo, como Secretario de Estado. En este sentido, sus viajes como legado pontificio de Pío XI tienen especial significación. Hoy me quiero referir concretamente al que hizo en 1934 para asistir, como representante del Papa, al XXXII Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires, y lo hago por dos motivos: porque este año se cumple el 75º aniversario de tan magno evento y del paso del entonces cardenal Pacelli por nuestra querida ciudad de Barcelona rumbo a la Argentina y viniendo de ella, y porque está hoy entre nosotros, como invitado de honor, alguien que fue testigo presencial de esa breve visita y tuvo la oportunidad de saludar al ilustre purpurado: el R.P. José Mariné Jorba.

La Iglesia Católica en Hispanoamérica se había resentido del sistema del regio patronato, que interponía a la Corona Española como intermediario necesario –y, a veces, incómodo– entre ella y Roma. Al producirse la independencia de las naciones que habían formado el Imperio Español en América, muchos obispos, fieles a la metrópoli, se marcharon de vuelta a la Península, dejando a la Santa Sede en una posición incómoda frente a los nuevos regímenes, algunos de los cuales eran francamente hostiles a la Iglesia. Aunque Roma obró con la máxima prudencia y acabó aceptando la realidad de los hechos, lo cierto es que las iglesias de los distintos países no tenían una fluida comunicación con ella ni entre sí. El Congreso de Buenos Aires, con la presencia de un legado papal (cosa extraordinaria en una época en la que los Papas no viajaban y los cardenales eran relativamente pocos, lo que aumentaba su prestigio), fue una magnífica ocasión para que se reunieran los prelados del Nuevo Mundo y compartieran unos días de intensa comunión eclesial. Además, muchos otros dignatarios del Viejo Continente y del resto del mundo se hallaron también presentes, mostrando la universalidad de la Iglesia. El Congreso, pues, constituyó una experiencia extraordinaria para el catolicismo americano, cuya importancia puede parangonarse a la de la celebración del Concilio Limense III, que a finales del siglo XVI organizó el catolicismo en las tierras recién incorporadas a España.

La presencia del cardenal secretario de Estado Pacelli en América fue un acontecimiento que dejó indeleble impronta en los ánimos de todos: grandes y humildes, jefes de Estado y de Gobierno y súbditos, altos prelados y fieles sencillos… La misma que dejaría a su paso por Barcelona. Dos veces estuvo aquí: la primera el 25 de septiembre de 1934, a la ida (realizaría otra escala en Las Palmas de Gran Canaria antes de lanzarse a la travesía del Atlántico), y otra el 1º de noviembre siguiente, a la vuelta, invitado por el General Domingo Batet, capitán general de Cataluña (que acababa de sofocar con el mínimo de destrucción y violencia la insurrección de la Generalitat que había tenido lugar a principios de octubre). Fue en la primera de esas ocasiones cuando, conducido al puerto por su obispo (el futuro mártir monseñor Manuel Irurita) junto con sus otros condiscípulos, tuvo el joven seminarista menor José Mariné la preciosa oportunidad de saludar al cardenal legado de Pío XI. La impresión que aquél tuvo de la majestad y el ascetismo del estilizado príncipe de la Iglesia quedó para siempre grabada en su espíritu y reforzaría a buen seguro su vocación. Pasadas las vicisitudes de la Guerra, el seminarista Mariné logró culminar los estudios del seminario y su preparación y fue ordenado en 1944 por el Dr. Gregorio Modrego y Casaus, arzobispo eminentemente pacelliano, que protagonizaría otro memorable Congreso Eucarístico Internacional: el de Barcelona de 1952, convocado y llevado a cabo en completa sintonía con Eugenio Pacelli, convertido en el papa Pío XII.

Puede decirse que el sacerdocio de Mossèn Mariné se moldeó y adquirió su carácter definitivo teniendo a la vista estos dos grandes ejemplos de sacerdotes y pastores: Pío XII y el arzobispo Modrego. Los primeros catorce años de su ministerio coinciden con la época dorada de ambos pontificados. Y nuestro querido padre espiritual fue un discípulo ciertamente aventajado. Por allí por donde pasó dejó un recuerdo imborrable: por su caridad, por su dedicación, por su celo por las almas. No es necesario abundar en el encomio porque todos los que lo conocen saben perfectamente de la calidad humana y sentido cristiano de Mossèn Mariné, en quien saludamos a un sacerdote ejemplar, que a sus casi noventa años (que cumplirá en tres días, en la fiesta del Pilar), sigue en la brecha del buen combate por Dios y por la salvación de las almas, como eterno misionero en el estilo y el espíritu de Pío XII. Que Dios le premie, querido Don José, por ser apoyo y modelo de tantos sacerdotes, por ser solícito con tantos feligreses, por ser caritativo con tantos necesitados y por su incomparable apostolado para con los moribundos.

Con este triple recuerdo y homenaje: el del gran papa Pío XII, el del XXXII Congreso Eucarístico de Buenos Aires y el paso del cardenal Pacelli por Barcelona, y el de Mossèn Mariné, prosigamos la Santa Misa, que celebramos en el rito romano clásico, que tanto ilustró el papa Pacelli con su encíclica Mediator Dei y que nuestro Santo Padre Benedicto XVI quiere que vuelva a tener el puesto que le corresponde en la vida de los católicos, rito que, por cierto, siempre ha celebrado el Padre Mariné, sin ninguna rebelión ni espíritu de discordia, sino con la serenidad de quien está en consonancia con los Romanos Pontífices y siente con la Iglesia.

Ave María Purísima.
fonte:Miscellanea Catholica

LOS FRUTOS DE LA REFORMA LITURGICA

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Por Daniel Almeida de Oliveira

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El Concilio Vaticano II, en su Constitución sobre la Liturgia: "Sacrossantum Concilium", deseó "hacer una perfeccionada reforma general de la liturgia, para permitir al pueblo cristiano el acceso más seguro a la abundancia de gracias que la liturgia contiene" (n.o 21). Para esto, el Ritual de la misa sería revisado, de modo que apareciese "más claramente la naturaleza específica de cada una de sus partes bien como la mutua conexión, para facilitar una participación piadosa y activa de los fieles" (no. 50).
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La reforma en la liturgia causó, en el período post-conciliar, una cierta esperanza, un cierto optimismo de que habría, además de las conversiones en masa de los protestantes por el carácter ecuménico de la nueva liturgia, una mayor participación y comprensión de los fieles y una renovación de la fe de estos. ¿Será que eso es lo realmente ocurrió? Si tal pregunta fuere hecha en los medios progresistas de hoy, será oída una respuesta padronizada: "Ahora el pueblo entiende la misa, pues ella se hizo más alegre y más participativa. Eso trajo para la Iglesia personas alejadas, principalmente los jóvenes".
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Sin embargo, se pregunta si tal visión optimista de la reforma en la liturgia podría ser sustentada a través de las evidencias. Nuestro Señor Jesús Cristo dice que por el fruto conoceríamos a los falsos profetas, pues todo árbol bueno da buenos frutos, y árbol malo da malos frutos (cf. Mat, VII, 15-20). ¿Cuáles serían entonces los frutos de la reforma litúrgica y de la misa nueva?
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Esta respuesta está lejos de ser esperanzadora u optimista. En todas partes del mundo, muchas de las iglesias y conventos fueron cerrados; seminarios se quedaron vacíos ( y se siguen quedando sin vocaciones), y muchisimas personas pedieron la fe. Para ejemplificar tales hechos presentamos los datos del artículo : the record after thirty years" sobre el Novus Ordo Missae, del Dr. James Lothian, economista da Universidad de Fordham en los Estados Unidos, publicado en el periódico Homiletic & pastoral review, en octubre de 2000.
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El antiguo referido presenta interesantes datos sobre el porcentaje de asistencia a la misa por los fieles de los Estados Unidos para el período de 1939 a 1995 y por los fieles de Inglaterra y el País de Gales para el período de 1959 a 1996. Tales datos están expuestos en la figura 1.
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Después de un temporal aumento para casi 75% después de a II Guerra Mundial, probablemente generado por el miedo y la inseguridad causados por la guerra, la asistencia a la misa en los Estados Unidos en el período en torno del Vaticano II permaneció cerca del 65%. A partir de ese período, el porcentaje decreció continuamente, en una velocidad rápida al principio, después más lentamente, haciéndose rápida nuevamente al final. La tendencia estimada para el período es de un declinó de 0,4 puntos porcentuales por año en la asistencia a la misa en los Estados Unidos. El autor aplicó métodos estadísticos a tales datos y concluyó que esa tendencia a la caída es significante estadísticamente (esto es, la caída no es causada por mera variación casual del porcentaje).
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Los datos de asistencia a la misa en la Inglaterra y el País de Gales presentan tendencia bien similar a la de los Estados Unidos (ver figura 1). Hay un gran declinó inicial de 15% en la década del Vaticano II, seguido de una menor, sin embargo constante, tendencia a la caída. Esa caída fue al rededor del 29% al considerarse todo el período (la misma cída aconteció para los datos en los Estados Unidos) y fue estimada en 0,8 puntos porcentuales por año para el período, también significante estadísticamente.
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La asistencia a la misa en los Estados Unidos, Inglaterra y el País de Gales ha, pues, sufrido una fuerte caída, iniciada en el período inmediatamente después al Concilio Vaticano II, o sea, en el período en que la misa fue modificada.
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El autor argumenta que alguien podría decir que la reforma litúrgica no seria la causa de la baja asistencia a la misa. El declino podría ser consecuencia de la amplia erosión de valores que se inició en la década de 1960 y que continúa hasta los días actuales. Si esa afirmación fuese verdadera, el porcentaje de los integrantes de otras religiones que frecuentan sus reuniones habría sufrido tendencia similar a la de la asistencia a la misa. Para probar lo contrario, el autor muestra datos de asistencia a las reuniones protestantes en los Estados Unidos (ver figura 2). La serie temporal protestante a pesar de ser de grandeza inferior a la católica, no presentó tendencia a la caída en el conjunto. Por el contrario, hay un nítido aumento en el período en que la asistencia a la misa diminuyó. En 1995 la serie protestante alcanzó a la católica al llegar a 46%. Si fuera el temperamento de los tiempos actuales que causó la caída en la asistencia a la misa, no hay razón para que tal fuerza no haya influenciado también a los protestantes. Luego, el declino debe haber tenido otro factor causal. Ahora, ¿qué factor hubo en el período que pudiese explicar tal caída si no la reforma litúrgica?
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Se concluye, por lo tanto, que la reforma litúrgica frustró las esperanzas postconciliares y fue la causa de una gran diminución de la asistencia a la misa. Estos son los frutos del Vaticano II.
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fonte:Semper Fidelis

A POBREZA E BELEZA NA SANTA MISSA






A Missa é o coração da cristandade, afinal é nesta celebração que meditamos sobre todo o amor de Deus aos homens. No altar os fiéis contemplam a mística da Verdade e conhecem os mais belos dogmas da Igreja. A sua realidade sacrificial nos obrigar a refletir e mergulhar na grandeza imensurável de Cristo.

As normas litúrgicas e o missal refletem, apenas, o entendimento acerca do sentido sobrenatural da Santa Missa. Quando nós compreendemos a profundidade da celebração eucarística, todas as regras emitidas pela Igreja são entendidas como consequência. O centro da Liturgia é o Cristo, um Deus feito homem e que pelos homens morreu para salvá-los. Como Sacrifício, a Missa traduz a entrega de Jesus, o Seu amor infinito, de um Deus humilhado. Não é motivo de perplexidade pensar que o Senhor Todo-Poderoso Se fez nascer numa manjedoura, Se diminuiu ao conviver com pecadores e excluídos e, além disso, Se entregou num perfeito holocausto?

A Santa Missa exprime essa perfeita doação de Deus. Quando os adornos e a beleza, que só servem como caminho e não como fim, se tornam centro da celebração, a Liturgia se distancia drasticamente da sua sobrenaturalidade. A sobriedade, sacralidade e solenidade da Missa traduzem, apenas, o sentido místico da celebração. Por si só a ornamentação é vazia, inócua e ineficiente, mas quando é usada como via pode ser um caminho pedagógico muito saudável, explanando os mistérios e expondo a riqueza do cristianismo.

Como a Igreja cresceu na Europa? Através da beleza das imagens, dos vitrais, das catedrais, mas acima de tudo da Santa Missa. Os povos pagãos se sentiam atraídos por uma força silenciosa que os vivificava. Quando Clóvis, Rei dos Francos, foi se batizar na Catedral de Reims, na França, perguntou a São Remígio, depois de contemplar a riqueza e beleza daquele templo, que parecia resplandecer uma fagulha do esplendor da morada celeste: “Padre, isso já é o céu?” Outro fato histórico interessante é o ocorrido quando da primeira Missa celebrada no Brasil, por Frei Henrique de Coimbra, em Porto Seguro. Os curiosos indígenas se aproximavam do altar e contemplavam aqueles estranhos homens se humilhando em frente a uma Cruz. Quando um segundo grupo de índios se aproximou do local o seu líder questionou o que era aquilo, o chefe do primeiro bando, prontamente, apontou para o céu e apontou para a terra, expondo com perfeição o caráter horizontal da Missa; a ligação do homem com Deus.

Beato Antônio Chevrier, fundador do Instituto do Prado, já dizia no seu grande livro “O Verdadeiro Discípulo” que “quando se constrói uma casa, começa-se sempre pelas paredes grossas e, seguidamente, vai-se ao mais fino e aos ornamentos.” O Apóstolo dos Mendigos se referia ao ensino do catecismo, mas essa sua brilhante explanação vale também para a Liturgia. O que seria a Missa se não estivesse fundamentada sobre Cristo? O centro da celebração é Nosso Senhor, o Deus entregue em Sacrifício. São Leonardo de Porto-Maurício, um dos maiores pregadores da cristandade, afirmava que a todas as Missas celebradas na Igreja tinham a mesma validade, mas diferiam nos efeitos causados na assembléia, e por quê? Quantas vezes vamos a uma celebração e mesmo como todo o esforço não conseguimos nos ligar ao mistério do altar? Quantas vezes saímos até mesmo cansados da Liturgia? Tais efeitos são consequências de uma celebração carregada, normativa, Missas meramente burocratizadas e que se perderam entre a desobediência ao missal e o desrespeito ao espírito litúrgico católico.

Qual fiel não agiria com toda reverência e piedade sabendo que no altar se faz presente Deus com Seu corpo, sangue, alma e divindade? Qual de nós não se prostraria no chão ao contemplar o Senhor? Quem não se desmancharia em lágrimas se fosse visitado por Cristo em pessoa? Mas a Eucaristia é isso em concreto! Deus, não satisfeito em Se entregar em Sacrifício, ainda mostrou Seu imensurável amor ao ficar com o povo com toda a Sua plenitude.

Não poucas vezes a Missa vira um espetáculo, um teatro vazio. Isso ocorre por causa do distanciamento do caráter central da celebração; Cristo e Seu Mistério. O Apóstolo da Santa Missa, São Leonardo, já dizia que o meio mais adequado para assistir a Liturgia “consiste em irdes à igreja como se fôsseis ao Calvário, e de vos comportardes diante do altar como o faríeis diante do Trono de Deus, em companhia dos santos anjos. Vede, por conseguinte, que modéstia, que respeito, que recolhimento são necessários para receber o fruto e as graças que Deus costuma conceder àqueles que honram, com sua piedosa atitude, mistérios tão santos.” Ou seja, devemos mergulhar na santa alegria ao contemplar o Senhor que com o Seu amor veio ao mundo para nos salvar. Isso é motivo de regozijo, entretanto, e ao mesmo tempo, devemos sempre ter em mente o sentido místico e sobrenatural da Liturgia. A celebração não é uma conexão horizontal, ou seja, homem e homem, mas uma conexão vertical, homem e Deus. Ocorre que, infelizmente, certas Missas ficam impregnadas por um certo espírito normativo. Não podemos nos acomodar com o hábito; não é porque vamos todo o Domingo – no mínimo – ao encontro de Cristo na Liturgia que perdemos a constante renovação e surpresa na adoração da Eucaristia! De forma alguma! Toda a Santa Missa, para nós, deve ser motivo de perplexidade, de alegria, de adoração, uma constante e eterna sensibilidade.

Beato Antônio Chevrier dizia que “Um Padre pobre e santo numa igreja de madeira converterá mais pecadores do que um Padre ordinário numa igreja de ouro e de mármore e ornamentada de toda a espécie de belezas exteriores.” O que ele quer nos dizer com isso? Que a beleza por si só, o adorno e a ornamentação, são vazios de sentido se não estão centrados em Cristo. Chevrier continua: “Não seja necessário condenar o culto exterior, não, pois que a Igreja o pede e nós somos compostos dum corpo e de uma alma e as coisas exteriores devem levar-nos a Deus. Mas não nos deixemos levar por esta paixão que existe nos nossos dias e não tomemos o acessório pelo principal (...) Nos ornamentos e nas outras coisas...importa que o pensamento de Deus sobressaia e não o pensamento da arte ou do gosto.” Com isso entendemos que a beleza da Missa é resultado do entendimento do mistério do altar, do Sacrifício de Jesus, Sua doação. A pobreza espiritual se une ao caminho da beleza.

Como não se chocar com o exemplo de Santa Isabel, Rainha da Hungria, que ao entrar na Igreja triunfava como majestade, adornada com a coroa, jóias, anéis e colares, mas que quando do início da celebração retirava todas as pedrarias, ouro e prata para se tornar pobre e deixar que apenas o brilho de Cristo reinasse dentro do templo. A santa vivia na corte, mas não era da corte, assim como nós vivemos no mundo, mas não somos do mundo. Era sobre isso que Pe. Antônio Vieira falava quando escreveu: “Deus comumente desposa-se no deserto, porque não acha no deserto as condições do Paço, hoje desposa-se no Paço, porque achou no Paço as condições do deserto (...) Reis que edificam desertos! Se dissera reis que edificam palácios, bem estava; mas reis que edificam desertos! Os desertos edificam-se? Antes desfazendo edifícios é que se fazem desertos. Pois que reis são estes, que trocam os termos à arquitetura? Que reis são estes que edificam desertos? São aqueles reis (diz S. Gregório Papa) em cujos paços reais de tal maneira se contemporiza com a vaidade da Terra, que se trata principalmente da verdade do Céu: e paços onde se serve a Deus como nos ermos, não são paços, mas desertos” (Sermões Vol.VII Sermão de São João Batista).

A Santa Missa nos pede, então, um aparente paradoxo; a pobreza e simplicidade e a solenidade e beleza. E por que apenas aparente paradoxo? Simplesmente porque o nosso esvaziamento é apenas momentâneo, já que na Liturgia ficamos cheios quando nos aproximamos do Senhor em todo o Seu esplendor eucarístico. Assim, quando melhor nos diminuímos melhor engrandecemos Cristo e Seu sacrifício. Uma celebração bela, adornada e bem cuidada não necessariamente é uma celebração embebida em mística e sobrenaturalidade. Infelizmente a história nos mostra as Missas-Óperas, condenadas com vigor por São Pio X, que servem como a representação máxima da degradação do rito quando norteado apenas por uma estética vazia. Por outro lado, quando compreendemos o esplendor da via pulchritudinis, ou seja, o caminho da beleza – e como o próprio nome diz é caminho e não o fim – mais perfeito é o nosso entendimento do mistério do altar, assim, o adorno, o detalhe, a ornamentação, são consequências imediatas da nossa kénosis.



Todos os artigos disponíveis neste sítio são de livre cópia e difusão deste que sempre sejam citados a fonte e o(s) autor(es).

Para citar este artigo:

RAVAZZANO, Pedro. Apostolado Veritatis Splendor: A POBREZA E BELEZA NA SANTA MISSA. Disponível em http://www.veritatis.com.br/article/5967. Desde 22/10/2009.

fonte:Veritatis Splendor

A POBREZA E BELEZA NA SANTA MISSA



A Missa é o coração da cristandade, afinal é nesta celebração que meditamos sobre todo o amor de Deus aos homens. No altar os fiéis contemplam a mística da Verdade e conhecem os mais belos dogmas da Igreja. A sua realidade sacrificial nos obrigar a refletir e mergulhar na grandeza imensurável de Cristo.

As normas litúrgicas e o missal refletem, apenas, o entendimento acerca do sentido sobrenatural da Santa Missa. Quando nós compreendemos a profundidade da celebração eucarística, todas as regras emitidas pela Igreja são entendidas como consequência. O centro da Liturgia é o Cristo, um Deus feito homem e que pelos homens morreu para salvá-los. Como Sacrifício, a Missa traduz a entrega de Jesus, o Seu amor infinito, de um Deus humilhado. Não é motivo de perplexidade pensar que o Senhor Todo-Poderoso Se fez nascer numa manjedoura, Se diminuiu ao conviver com pecadores e excluídos e, além disso, Se entregou num perfeito holocausto?

A Santa Missa exprime essa perfeita doação de Deus. Quando os adornos e a beleza, que só servem como caminho e não como fim, se tornam centro da celebração, a Liturgia se distancia drasticamente da sua sobrenaturalidade. A sobriedade, sacralidade e solenidade da Missa traduzem, apenas, o sentido místico da celebração. Por si só a ornamentação é vazia, inócua e ineficiente, mas quando é usada como via pode ser um caminho pedagógico muito saudável, explanando os mistérios e expondo a riqueza do cristianismo.

Como a Igreja cresceu na Europa? Através da beleza das imagens, dos vitrais, das catedrais, mas acima de tudo da Santa Missa. Os povos pagãos se sentiam atraídos por uma força silenciosa que os vivificava. Quando Clóvis, Rei dos Francos, foi se batizar na Catedral de Reims, na França, perguntou a São Remígio, depois de contemplar a riqueza e beleza daquele templo, que parecia resplandecer uma fagulha do esplendor da morada celeste: “Padre, isso já é o céu?” Outro fato histórico interessante é o ocorrido quando da primeira Missa celebrada no Brasil, por Frei Henrique de Coimbra, em Porto Seguro. Os curiosos indígenas se aproximavam do altar e contemplavam aqueles estranhos homens se humilhando em frente a uma Cruz. Quando um segundo grupo de índios se aproximou do local o seu líder questionou o que era aquilo, o chefe do primeiro bando, prontamente, apontou para o céu e apontou para a terra, expondo com perfeição o caráter horizontal da Missa; a ligação do homem com Deus.

Beato Antônio Chevrier, fundador do Instituto do Prado, já dizia no seu grande livro “O Verdadeiro Discípulo” que “quando se constrói uma casa, começa-se sempre pelas paredes grossas e, seguidamente, vai-se ao mais fino e aos ornamentos.” O Apóstolo dos Mendigos se referia ao ensino do catecismo, mas essa sua brilhante explanação vale também para a Liturgia. O que seria a Missa se não estivesse fundamentada sobre Cristo? O centro da celebração é Nosso Senhor, o Deus entregue em Sacrifício. São Leonardo de Porto-Maurício, um dos maiores pregadores da cristandade, afirmava que a todas as Missas celebradas na Igreja tinham a mesma validade, mas diferiam nos efeitos causados na assembléia, e por quê? Quantas vezes vamos a uma celebração e mesmo como todo o esforço não conseguimos nos ligar ao mistério do altar? Quantas vezes saímos até mesmo cansados da Liturgia? Tais efeitos são consequências de uma celebração carregada, normativa, Missas meramente burocratizadas e que se perderam entre a desobediência ao missal e o desrespeito ao espírito litúrgico católico.

Qual fiel não agiria com toda reverência e piedade sabendo que no altar se faz presente Deus com Seu corpo, sangue, alma e divindade? Qual de nós não se prostraria no chão ao contemplar o Senhor? Quem não se desmancharia em lágrimas se fosse visitado por Cristo em pessoa? Mas a Eucaristia é isso em concreto! Deus, não satisfeito em Se entregar em Sacrifício, ainda mostrou Seu imensurável amor ao ficar com o povo com toda a Sua plenitude.

Não poucas vezes a Missa vira um espetáculo, um teatro vazio. Isso ocorre por causa do distanciamento do caráter central da celebração; Cristo e Seu Mistério. O Apóstolo da Santa Missa, São Leonardo, já dizia que o meio mais adequado para assistir a Liturgia “consiste em irdes à igreja como se fôsseis ao Calvário, e de vos comportardes diante do altar como o faríeis diante do Trono de Deus, em companhia dos santos anjos. Vede, por conseguinte, que modéstia, que respeito, que recolhimento são necessários para receber o fruto e as graças que Deus costuma conceder àqueles que honram, com sua piedosa atitude, mistérios tão santos.” Ou seja, devemos mergulhar na santa alegria ao contemplar o Senhor que com o Seu amor veio ao mundo para nos salvar. Isso é motivo de regozijo, entretanto, e ao mesmo tempo, devemos sempre ter em mente o sentido místico e sobrenatural da Liturgia. A celebração não é uma conexão horizontal, ou seja, homem e homem, mas uma conexão vertical, homem e Deus. Ocorre que, infelizmente, certas Missas ficam impregnadas por um certo espírito normativo. Não podemos nos acomodar com o hábito; não é porque vamos todo o Domingo – no mínimo – ao encontro de Cristo na Liturgia que perdemos a constante renovação e surpresa na adoração da Eucaristia! De forma alguma! Toda a Santa Missa, para nós, deve ser motivo de perplexidade, de alegria, de adoração, uma constante e eterna sensibilidade.

Beato Antônio Chevrier dizia que “Um Padre pobre e santo numa igreja de madeira converterá mais pecadores do que um Padre ordinário numa igreja de ouro e de mármore e ornamentada de toda a espécie de belezas exteriores.” O que ele quer nos dizer com isso? Que a beleza por si só, o adorno e a ornamentação, são vazios de sentido se não estão centrados em Cristo. Chevrier continua: “Não seja necessário condenar o culto exterior, não, pois que a Igreja o pede e nós somos compostos dum corpo e de uma alma e as coisas exteriores devem levar-nos a Deus. Mas não nos deixemos levar por esta paixão que existe nos nossos dias e não tomemos o acessório pelo principal (...) Nos ornamentos e nas outras coisas...importa que o pensamento de Deus sobressaia e não o pensamento da arte ou do gosto.” Com isso entendemos que a beleza da Missa é resultado do entendimento do mistério do altar, do Sacrifício de Jesus, Sua doação. A pobreza espiritual se une ao caminho da beleza.

Como não se chocar com o exemplo de Santa Isabel, Rainha da Hungria, que ao entrar na Igreja triunfava como majestade, adornada com a coroa, jóias, anéis e colares, mas que quando do início da celebração retirava todas as pedrarias, ouro e prata para se tornar pobre e deixar que apenas o brilho de Cristo reinasse dentro do templo. A santa vivia na corte, mas não era da corte, assim como nós vivemos no mundo, mas não somos do mundo. Era sobre isso que Pe. Antônio Vieira falava quando escreveu: “Deus comumente desposa-se no deserto, porque não acha no deserto as condições do Paço, hoje desposa-se no Paço, porque achou no Paço as condições do deserto (...) Reis que edificam desertos! Se dissera reis que edificam palácios, bem estava; mas reis que edificam desertos! Os desertos edificam-se? Antes desfazendo edifícios é que se fazem desertos. Pois que reis são estes, que trocam os termos à arquitetura? Que reis são estes que edificam desertos? São aqueles reis (diz S. Gregório Papa) em cujos paços reais de tal maneira se contemporiza com a vaidade da Terra, que se trata principalmente da verdade do Céu: e paços onde se serve a Deus como nos ermos, não são paços, mas desertos” (Sermões Vol.VII Sermão de São João Batista).

A Santa Missa nos pede, então, um aparente paradoxo; a pobreza e simplicidade e a solenidade e beleza. E por que apenas aparente paradoxo? Simplesmente porque o nosso esvaziamento é apenas momentâneo, já que na Liturgia ficamos cheios quando nos aproximamos do Senhor em todo o Seu esplendor eucarístico. Assim, quando melhor nos diminuímos melhor engrandecemos Cristo e Seu sacrifício. Uma celebração bela, adornada e bem cuidada não necessariamente é uma celebração embebida em mística e sobrenaturalidade. Infelizmente a história nos mostra as Missas-Óperas, condenadas com vigor por São Pio X, que servem como a representação máxima da degradação do rito quando norteado apenas por uma estética vazia. Por outro lado, quando compreendemos o esplendor da via pulchritudinis, ou seja, o caminho da beleza – e como o próprio nome diz é caminho e não o fim – mais perfeito é o nosso entendimento do mistério do altar, assim, o adorno, o detalhe, a ornamentação, são consequências imediatas da nossa kénosis.



Todos os artigos disponíveis neste sítio são de livre cópia e difusão deste que sempre sejam citados a fonte e o(s) autor(es).

Para citar este artigo:

RAVAZZANO, Pedro. Apostolado Veritatis Splendor: A POBREZA E BELEZA NA SANTA MISSA. Disponível em http://www.veritatis.com.br/article/5967. Desde 22/10/2009.

fonte:Veritatis Splendor

"Compendium Eucharisticum" do Vaticano!!


Paz e bem!


Somente depois que a notícia já ressoou em inúmeros blogs é que tive conhecimento e agora realizo uma postagem relacionada.
Nesta quarta-feira (21/10 - ontem), ao fim da Audiência Geral, o Santo Padre recebeu do Cardeal Cañizares (prefeito da Congregação para o Culto Divino e a Disciplina dos Sacramentos) uma cópia do "Compendium Eucharisticum".
A notícia saiu na ACI e no ZENIT.
A obra trata, dentre outras coisas, da correta celebração da Santa Missa. É a concretização de um compromisso manifestado no Sínodo dos Bispos de 2005, como se vê na Exortação Apostólica Sacramentum Caritatis (n. 93):

Utilidade dum Compêndio Eucarístico

No termo destas reflexões em que de boa vontade me detive sobre as indicações surgidas no Sínodo, desejo acolher também o pedido que os padres apresentaram para ajudar o povo cristão a crer, celebrar e viver cada vez melhor o mistério eucarístico. Cuidado pelos Dicastérios competentes, há-de ser publicado um Compêndio, que recolha textos do Catecismo da Igreja Católica, orações, explicações das Orações Eucarísticas do Missal e tudo o mais que possa demonstrar-se útil para a correta compreensão, celebração e adoração do sacramento do altar. Espero que este instrumento possa contribuir para que o memorial da páscoa do Senhor se torne cada dia sempre mais fonte e ápice da vida e da missão da Igreja; isto animará cada fiel a fazer da sua própria vida um verdadeiro culto espiritual.
Alguns blogs, como o WDTPRS, já dão alguns detalhes, como sejam:

- Dividido em 3 seções: doutrinal, litúrgico e devocional;
- Tem alguns apêndices: Livro IV da Imitação de Cristo; uma seção do Código de Direito Canônico de 1983; uma seção do Código Oriental sobre a Eucaristia de 1990;
- O prefácio é do Cardeal Cañizares;
- Fala claramente de duas formas do Rito Romano sendo de igual importância;
- A seção doutrinal contém trechos do decreto do Concílio de Trento, do Concílio Vaticano II; do Compêndio do Catecismo (sobre a Eucaristia); um comentário sobre as quatro Orações Eucarísticas;
- A seção litúrgica contém o Ordo Missae nas duas formas, dentre outras coisas;
- A parte devocional traz orações para antes e depois da Missa, para a paramentação e outras.

Agora é só aguardar a disponibilização do texto na internet e a tradução nas livrarias. O original em latim já está à venda na PaxBook ("livraria do Vaticano") pelo preço de US$ 48,61.

Postado por Luís Augusto - membro da ARS

fonte:Associação Redemptoris Sacramentum

TU ES SACERDOS IN AETERNUM SECUNDUM ORDINEM MELCHISEDECH


El mundo necesita al sacerdote; el mundo no puede subsistir sin el sacerdote y el sacerdote debe manifestarse. No tiene derecho a ocultar su "carácter". Es sacerdote desde la mañana hasta la noche, las veinticuatro horas de su jornada es sacerdote. En cualquier momento, le pueden llamar para confesar, para dar la extremaunción o para aconsejar a algún alma en perdición. El sacerdote debe estar presente. Por consiguiente, profanarse, no tener fe en su carácter sacerdotal, es el final del sacerdote, el final del sacerdocio; y a ello estamos llegando. No hay que extrañarse de que los seminarios estén vacíos. ¿Por qué guarda el celibato el sacerdote? De nuevo aquí, hay que apelar a la fe. Si se pierde la fe en el sacerdocio, si se pierde esa noción de que el sacerdote está hecho para el Sacrificio único que es el Sacrificio de Nuestro Señor, se pierde al mismo tiempo el sentido del celibato. No hay razón ya para que el sacerdote se quede soltero. Nos dicen "el sacerdote está ocupado, su papel le absorbe de tal forma, que no puede tener la preocupación de un hogar". Pero ese argumento no tiene sentido. El médico está tan ocupado como el sacerdote si tiene verdaderamente vocación de médico, si es un verdadero médico, ya le llamen de noche como de día, tiene que estar presente para atender a los que le pidan que acuda en su ayuda y, por consiguiente, tampoco él debería casarse, porque no puede tener tiempo para acuparse de su mujer y de sus hijos. Así, pues, no tiene sentido el decir que el sacerdote está tan ocupado que no podría cargar con un hogar. La razón profunda del celibato sacerdotal no está ahí; la verdadera razón del celibato sacerdotal consagrado es la misma razón que hizo que la Santísima Virgen María haya seguido siendo Virgen; porque llevó a Nuestro Señor en su seno. Por ello era justo y conveniente que fuese y permaneciese Virgen. De la misma manera, el sacerdote, por las palabras que pronuncia en la Consagración hace, él también, venir a Dios sobre la tierra. Está en tal proximidad con Dios, ser espiritual, espíritu ante todo, que es bueno, y justo, y eminentemente conveniente, que el sacerdote sea virgen y permanezca soltero. He ahí la razón fundamental: porque el sacerdote ha recibido el "carácter" que le permite pronunciar las palabras de la Consagración y hacer bajar a Nuestro Señor sobre la tierra para dárselo a los demás. He aquí la razón de la virginidad, Pero entonces -me diréis- ¿por qué hay sacerdotes casados en Oriente? Pues es una tolerancia, no os dejéis engañar, es sólo una tolerancia. Preguntad a los sacerdotes orientales, un obispo no puede estar casado. Todos los que tienen funciones de alguna importancia en el clero oriental no pueden estar casados. Es, pues, "una simple tolerancia"; y no es una concepción que el mismo clero oriental tiene de ello. Porque él también venera el celibato del sacerdote. En todo caso, es absolutamente cierto que, desde el momento de Pentecostés, incluso si han vivido junto a sus esposas, los apóstoles dejaron de "conocerlas". Porque, si no ¿a quién se dirigiría Nuestro Señor cuando dijo: "si queréis ser mis discípulos, abandonadlo todo, abandonad a vuestra esposas?"


Mons. Marcel Lefebvre

fonte:tradición y Patria

San Antonio María Claret, fundador- 24 de octubre

Antonio Claret y Clará nacía en Sallent (Barcelona, España) el 23 de Diciembre de 1807. Era el quinto de once hijos de Juan Claret y Josefa Clará.
Entre los telares. Toda su adolescencia la pasó Antonio en el taller de su padre. Pronto consiguió llegar a ser maestro en el arte textil. Para perfeccionarse en la fabricación pidió a su padre que le permitiera ir a Barcelona, donde la industria estaba atrayendo a numerosos jóvenes. Allí se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios de la Lonja. Trabajaba de día, y de noche estudiaba. Aunque seguía siendo un buen cristiano, su corazón estaba centrado en su trabajo. Gracias a su tesón e ingenio llegó pronto a superar en calidad y belleza las muestras que llegaban del extranjero

Un grupo de empresarios, admirados de su competencia, le propusieron un plan halagüeño: fundar una compañía textil corriendo a cuenta de ellos la financiación y el montaje de la fábrica. Pero Antonio, inexplicablemente, se negó. Dios andaba por medio. Unos cuantos hechos -el haber tropezado con un compañero que acabó en la cárcel, el lazo tentador de la mujer de un amigo, el salir ileso milagrosamente del mar donde había sido arrastrado por una gigantesca ola, etc.- le hicieron más sensible el oído a la voz de Dios. Por fin, las palabras del Evangelio: "¿De qué le vale al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?" (Mt 16,26), le impresionaron profundamente. Los telares se pararon en seco, y Antonio se fue a consultar a los oratorianos de San Felipe Neri. Por fin tomó la decisión de hacerse cartujo y así se lo comunicó a su padre. Su decisión de ser sacerdote llegó a oídos del obispo de Vic, D. Pablo de Jesús Corcuera, que quiso conocerle. Antonio salía de Barcelona a principios de septiembre de 1829 camino de Sallent y Vic. Tenía 21 años y estaba decidido a ser sacerdote.

SACERDOTE, MISIONERO APOSTÓLICO Y FUNDADOR (1829-1850)

En el seminarioEn el seminario de Vic, forja de apóstoles, Claret se formó como seminarista externo viviendo como fámulo de Don Fortià Bres, mayordomo del palacio episcopal. Pronto iba a destacar por su piedad y por su aplicación. Eligió como su confesor y director al oratoriano P. Pere Bac. Después de un año llegó el momento de llevar a cabo su decisión de entrar en la cartuja de Montealegre, y hacia allí salió, pero una tormenta de verano que lo sorprendió en el camino dio al traste con sus planes. Tal vez Dios no le quería de cartujo. Dio media vuelta y retornó a Vic. Fue al año siguiente cuando pasó la prueba de fuego de la castidad en una tentación que le sobrevino un día en que Antonio yacía enfermo en la cama. Vio que la Virgen se le aparecía y, mostrándole una corona, le decía: "Antonio, esta corona será tuya si vences". De repente, todas las imágenes obsesivas desaparecieron.Bajo la acertada guía del obispo Corcuera el ambiente del Seminario era óptimo. En él trabó amistad con Jaime Balmes, que se ordenaría de Diácono en la misma ceremonia en que Claret se ordenó de Subdiácono. Fue en esta época cuando Claret entró en un profundo contacto con la Biblia, que le impulsaría a un insaciable espíritu apostólico y misionero.

Sacerdote

A los 27 años, el 13 de junio de 1835, el obispo de Solsona, Fray Juan José de Tejada, ex-general de los Mercedarios, le confería, por fin, el sagrado orden del Presbiterado. Su primera misa la celebró en la parroquia de Sallent el día 21 de junio, con gran satisfacción y alegría de su familia. Su primer destino fue precisamente Sallent, su ciudad natal.A la muerte de Fernando VII la situación política española se había agravado. Los constitucionales, imitadores de la Revolución francesa, se habían adueñado del poder. En las Cortes de 1835 se aprobaba la supresión de todos los Institutos religiosos. Se incautaron y subastaron los bienes de la Iglesia y se azuzó al pueblo para la quema de conventos y matanza de frailes. Contra este desorden pronto se levantaron las provincias de Navarra, Cataluña y el País Vasco, estallando la guerra civil entre carlistas e isabelinos. Pero Claret no era político. Era un apóstol. Y se entregó en cuerpo y alma a los quehaceres sacerdotales a pesar de las enormes dificultades que le suponía el ambiente hostil de su ciudad natal. Su caridad no tenía límites. Por eso, los horizontes de una parroquia no satisfacían el ansia apostólica de Claret. Consultó y decidió ir a Roma a inscribirse en Propaganda Fide, con objeto de ir a predicar el Evangelio a tierras de infieles. Corría el mes de septiembre de 1839. Tenía 31 años.

En Roma busca su identidad misionera

Con un hatillo y sin dinero, a pie, un joven cura atravesó los Pirineos camino de la ciudad eterna. Llegado a Marsella tomó un vapor a Roma. Ya en la Ciudad Eterna, Claret hizo los ejercicios espirituales con un padre de la Compañía de Jesús. Y se sintió llamado a ingresar como novicio jesuita. Había ido a Roma para ofrecerse como misionero del mundo, pero Dios parecía no quererle ni misionero ad gentes ni tampoco jesuita. Una enfermedad -un fuerte dolor en la pierna derecha- le hizo comprender que su misión estaba en España. Después de tres meses abandonó el noviciado por consejo del P. Roothaan.Regresado a España, fue destinado provisionalmente a Viladrau, pueblecito entonces de leñadores, en la provincia de Gerona. En calidad de Regente (el párroco era un anciano impedido) emprendió su ministerio con gran celo. Tuvo que hacer también de médico, porque no lo había ni en el pueblo ni en sus contornos.

Misionero Apostólico en Cataluña

Como Claret no había nacido para permanecer en una sola parroquia, su espíritu le empujó hacia horizontes más vastos. En julio de 1841, cuando contaba 33 años, recibió de Roma el título de Misionero Apostólico. Por fin era alguien destinado al servicio de la Palabra, al estilo de los apóstoles. Esta clase de misioneros había desaparecido desde san Juan de Avila. A partir de entonces su trabajo fue misionar. Vic iba a ser su residencia. Claret, siempre a pie, con un mapa de hule, su hatillo y su breviario, caminaba por la nieve o en medio de las tormentas, hundido entre barrancos y lodazales. Se juntaba con arrieros y comerciantes y les hablaba del Reino de Dios. Y los convertía. Sus huellas quedaron grabadas en todos los caminos. Las catedrales de Solsona, Gerona, Tarragona, Lérida, Barcelona y las iglesias de otras ciudades se abarrotaban de gente cuando hablaba el Padre Claret.Caminando hacia Golmes le invitaron a detenerse porque sudaba; él respondía con humor: "Yo soy como los perros, que sacan la lengua pero nunca se cansan"."Padre, confiese a mi borrico" -le dijo un arriero con tono burlón. "Quien se ha de confesar eres tú -respondió Claret- que llevas 7 años sin hacerlo y te hace buena falta". Y aquel hombre se confesó.En otra ocasión sacó de apuros a un pobre hombre, contrabandista, convirtiendo en alubias un fardo de tabaco ante unos carabineros que les echaron el alto. La mayor sorpresa se la llevó el buen hombre cuando, al llegar a su casa, observó que el fardo de alubias se había convertido de nuevo en tabaco. Son algunas de las "florecillas claretianas" de aquella época.Otros hechos prodigiosos se cuentan, pero sobre todo se destacaba su virtud de penetrar las conciencias. Tenía enemigos que le calumniaban y que procuraban impedir su labor misionera teniendo que salir en su defensa el arzobispo de Tarragona. Pero su temple era de acero. Todo lo resistía y salía airoso de todas las emboscadas que le tendían.Además de la predicación el P. Claret se dedicaba a dar Ejercicios Espirituales al clero y a las religiosas, especialmente en verano. En 1844 , por ejemplo, los daba a las Carmelitas de la Caridad de Vic, asistiendo a ellos santa Joaquina Vedruna. Durante este tiempo también publicó numerosos folletos y libros. De entre ellos cabe destacar el "Camino Recto", publicado en 1843 por primera vez y que sería el libro de piedad más leído del siglo XIX. Tenía 35 años. En 1847 fundaba junto con su amigo José Caixal, futuro obispo de Seu D'Urgel, y Antonio Palau la Librería Religiosa. Ese mismo año fundaba la Archicofradía del Corazón de María y escribía los estatutos de La Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de María y Amantes de la Humanidad, compuesta por sacerdotes y seglares, hombres y mujeres.Es larga y digna de mención la lista de discípulos y compañeros que tuvo en aquella época, hombres que quedarían inscritos en la historia eclesiástica catalana: Esteban Sala, Manuel Subirana, beato Francisco Coll, Manuel Vilaró, Domingo Fábregas...

Apóstol de Canarias

El 6 de marzo de 1848 salía hacia Madrid y Cádiz camino de Canarias con el recién nombrado obispo D. Buenaventura Codina. Tenía 40 años. Y es que tras la nueva rebelión armada de 1847 ya no era posible dar misiones en Cataluña. Desde el Puerto de la Luz de Gran Canaria hasta los ásperos arenales de Lanzarote resonó la convincente voz de Claret. Misionó Telde, Agüimes, Arucas, Gáldar, Guía, Firgas, Teror... El milagro de Cataluña se repitió de nuevo. Claret tuvo que predicar en las plazas, sobre los tablaos, al campo libre, entre multitudes que lo acosaban. A pesar de una pulmonía no cejó en su intenso trabajo. En Lanzarote dio misiones en Teguise y Arrecife.Gastó 15 meses de su vida en las Canarias, y dejó atrás conversiones y prodigios, profecías y leyendas. Los canarios vieron partir con lágrimas en los ojos un día a su padrito y lo despidieron con añoranza. Era en los últimos días de mayo de 1849. Aún perdura su recuerdo.

Fundador de la Congregación de Misioneros Hijos del Ido. Corazón de María

Poco después de su vuelta a Cataluña, el 16 de julio de 1849, a las tres de la tarde en una celda del seminario de Vic fundaba la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, idea que venía madurando desde hacía tiempo. Tenía 41 años. Eran los Confundadores los PP. Esteban Sala, José Xifré, Manuel Vilaró, Domingo Fábregas y Jaime Clotet."Hoy comienza una grande obra" -dijo el P. Claret.No era Claret un seudocarismático que hablara en nombre propio, sino que se sentía impulsado por Dios; y Dios le reveló tres cosas: primera, que la Congregación se extendería por todo el mundo; segunda, que duraría hasta el fin de los tiempos; tercera, que todos los que murieran en la Congregación se salvarían.

ARZOBISPO DE CUBA (1850-1857)

Nombramiento: Un hecho de capital importancia puso pronto en peligro su recién fundado Instituto. El P. Claret era nombrado Arzobispo de Santiago de Cuba. Aceptó el cargo, después de todos los intentos de renuncia, el 4 de octubre de 1849 y el día 6 de octubre de 1850 era consagrado obispo en la catedral de Vic. Tenía 42 años. El lema que eligió para su escudo arzobispal fue todo un proyecto de vida: "Charitas Christi urget nos" (el amor de Cristo nos apremia). Antes de embarcarse para Cuba y después de ir a Madrid a recibir el palio y la gran cruz de Isabel la Católica efectuó tres visitas: a la Virgen del Pilar, en Zaragoza, a la Virgen de Montserrat y a la Virgen de Fusimaña, en Sallent, su patria chica. Y aún le dio tiempo, antes de partir, para concebir una nueva fundación, las Religiosas en sus Casas o las Hijas del Inmaculado Corazón de María, actual Filiación Cordimariana. En el puerto de Barcelona un inmenso gentío despidió al Arzobispo Claret con una apoteósica manifestación.

En Cuba

En el viaje hacia La Habana aprovechó para dar una misión a bordo para todo el pasaje, oficialidad y tripulación. Y al fin... Cuba. Seis años gastaría Claret en la diócesis de Santiago de Cuba, trabajando incansablemente, misionando, sembrando el amor y la justicia en aquella isla en la que la discriminación racial y la injusticia social reinaban por doquier.Se enfrentó a los capataces, les arrancó el látigo de las manos. Un día reprendió a un rico propietario que maltrataba a unos nativos de color que trabajaban en su hacienda. Viendo que aquel hombre no estaba dispuesto a cambiar de conducta, el Arzobispo intentó darle una lección. Tomó dos trozos de papel, uno blanco y otro negro, les prendió fuego y pulverizó las cenizas en la palma de su mano. "Señor, -le dijo- ¿podría decir qué diferencia hay entre las cenizas de estos dos papeles? Pues así de iguales somos los hombres ante Dios".El P. Claret tenía una capacidad inventiva que denotaba un ingenio poco común. En Holguín se organizaron fiestas populares. El número fuerte del programa era el lanzamiento de un globo tripulado por un hombre. El artefacto aerostático era de los primeros que se ensayaban en aquellos tiempos. No tuvo éxito; comenzó a elevarse, pero el piloto perdió el control y cayó en un pequeño barranco. El Arzobispo estudió el problema y un día sorprendió a todos: "Hoy he dado con el sistema de la dirección de los globos". Y les mostró un diseño, que todavía hoy se conserva. Era un hombre práctico. Fundó en todas las parroquias instituciones religiosas y sociales para niños y para mayores; creó escuelas técnicas y agrícolas, estableció y propagó por toda Cuba las Cajas de Ahorros, fundó asilos, visitó cuatro veces todas las ciudades, pueblos y rancherías de su inmensa diócesis. Siempre a pie o a caballo. También supo rodearse de un equipo envidiable de grandes misioneros como los PP. Adoaín, Lobo, Sanmartí y Subirana.Una de las obras más importantes que llevó a cabo el P. Claret en Cuba fue la fundación, junto con la Madre Antonia París, de las Religiosas de María Inmaculada, Misioneras Claretianas, que tenía lugar después de muchas dificultades el 27 de agosto de 1855 con la profesión de la Fundadora.Pero ni siquiera en Cuba le dejaron en paz sus enemigos. La tormenta de atentados llegó al culmen en Holguín, donde fue herido gravemente cuando salía de la iglesia por un sicario a sueldo de sus enemigos al que había sacado poco antes de la cárcel. El P. Claret pidió que perdonaran al criminal. A pesar de todo sus enemigos siguieron sin perderle de vista.Al cabo de seis años en Cuba un día le entregaron un despacho urgente del capitán general de La Habana en el que se le comunicaba que su Majestad la Reina Isabel II le llamaba a Madrid. Era el 18 de marzo de 1857.

APÓSTOL EN MADRID (1857-1868)

Confesor de la Reina y Misionero en la Corte y en España. Llegado a Madrid, supo el P. Claret que su cargo era definitivamente el de confesor de la Reina. Contrariado aceptó, pero poniendo tres condiciones: no vivir en palacio, no implicarle en política y no guardar antesalas teniendo libertad de acción apostólica. Tenía 49 años cuando regresó de Cuba. En los 11 años que permaneció en Madrid, su actividad apostólica en la Corte fue intensa y continuada. Pocas fueron las iglesias y conventos donde su voz no resonara con fuerza y convicción. Desde la iglesia de Italianos, situada en la actual ampliación de las Cortes y desde la iglesia de Montserrat, donde está situado actualmente el Teatro Monumental, desarrolló una imparable actividad. Principalmente se hizo notar en sus misiones al pueblo y en sus ejercicios al clero. Mientras acompañaba a la Reina en sus giras por España aprovechaba también para desarrollar un intenso apostolado. A primeros de junio de 1858 la real caravana rodaba por las llanuras de la Mancha, Alicante, Albacete, Valencia... Luego al noroeste de España: León, cuenca minera de Mieres y Oviedo, Galicia, Baleares, Cataluña, Aragón y Andalucía. El recorrido por el sur fue de un gran entusiasmo, que aprovechaba el confesor real para misionar por todas partes, llegando a predicar en un solo día 14 sermones: Córdoba, Sevilla, Cádiz, Granada, Málaga, Cartagena y Murcia. Más tarde otra vez por el norte: País Vasco, Castilla la Vieja y Extremadura. El Reino de Dios era anunciado y el pueblo respondía con generosidad.

Presidente del Monasterio de El Escorial

La Reina le nombró Presidente del Real Monasterio de El Escorial para su restauración, dado su lastimoso estado a raíz de la ley de exclaustración de 1835. Desempeñó este cargo desde el año 1859 hasta el año 1868. Corto tiempo, pero suficiente para dar muestras de su talento organizador. Se repararon las torres y alas del edificio, así como la gran basílica. Se restauraron el coro y los altares, se instalaron dos órganos, se adquirió material científico para los gabinetes de Física y laboratorios de Química, se restauró la destartalada biblioteca y se construyó otra nueva; se repoblaron los jardines, se plantaron gran cantidad de árboles frutales y de jardín. Con todo, el Arzobispo ponía anualmente en manos de la Reina un buen superavit. Parecía un milagro.Con la restauración material emprendió la espiritual. Creó una verdadera Universidad eclesiástica, con los estudios de humanidades y lenguas clásicas, lenguas modernas, ciencias naturales, arqueología, escolanía y banda de música. Estudios de Filosofía y Teología, con Patrística, Liturgia Moral y ciencias Bíblicas, lenguas caldaica, hebrea, arábiga, etc. Con la ayuda inestimable de su colaborador de Cuba, D. Dionisio González de Mendoza, hizo de este monasterio uno de los mejores centros de España. Y gracias a su afán recuperó su esplendor la octava maravilla del mundo.

Apóstol de la prensa

"Antonio, escribe", -sintió que le decían Cristo y la Virgen-. Como una enorme y sensible pantalla de radar, Claret escrutaba continuamente los signos de los tiempos: "Uno de los medios que la experiencia me ha enseñado ser más poderoso para el bien es la imprenta, -decía-, así como es el arma más poderosa para el mal cuando se abusa de ella". Escribió unas 96 obras propias (15 libros y 81 opúsculos) y otras 27 editadas, anotadas y a veces traducidas por él. Sólo si se tiene en cuenta su extrema laboriosidad y las fuerzas que Dios le daba, se puede comprender el hecho de que escribiera tanto llevando una dedicación tan intensa al ministerio apostólico. Claret no era solamente escritor. Era propagandista. Divulgó con profusión los libros y hojas sueltas. En cuanto a su difusión alcanzó cifras verdaderamente importantes. Jamás cobraba nada de la edición y venta de sus libros; al contrario, invertía en ello grandes sumas de dinero. ¿De dónde lo sacaba? De lo que obtenía por sus cargos y de los donativos. "Los libros -decía- son la mejor limosna".El año 1848, como ya hemos dicho, había fundado la Librería Religiosa junto al Dr. Caixal, futuro obispo de Seo de Urgel, precedida por la Hermandad espiritual de los libros buenos, que durante los años que estuvo bajo su dirección hasta su ida a Cuba imprimió gran cantidad de libros, opúsculos y hojas volantes, con un promedio anual de más de medio millón de impresos. En el primer decenio de la fundación recibió la felicitación personal del Papa Pío IX. Aún sacerdote había fundado la Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de María, cuya finalidad era la de mantener permanentemente la difusión de los libros y que constituyó uno de los primeros ensayos de apostolado seglar activo por estar integrada por sacerdotes y seglares de ambos sexos.Una de sus obras más geniales fue la fundación de la Academia de San Miguel (1858). En ella pretendía agrupar las fuerzas vivas de las artes plásticas, el periodismo y las organizaciones católicas; artistas, literatos y propagandistas de toda España para la causa del Señor. En nueve años se difundieron gratuitamente numerosos libros, se prestaron otros muchos y se repartió un número incalculable de hojas sueltas. He aquí algunos nombres de los que pertenecieron a ella según su principal biógrafo, el P. Cristóbal Fernández: el ministro Sr. Lorenzo Arrazola, los periodistas Carbonero y So y Ojero de la Cruz, el catedrático Vicente de la Fuente. Llegando su influencia a literatos de la talla de Ayala y Hartzenbusch.Y fundó las bibliotecas populares en Cuba y en España, donde más de un centenar llegaron a funcionar en los últimos años de su vida. Bien merece el P. Claret el título de apóstol de la prensa.

Director espiritual y confundador

La obra más significativa del P. Claret fue la fundación de la Congregación de Misioneros Hijos del Corazón de María. Pero en la espléndida floración de nuevos institutos religiosos que se operó en el siglo XIX, fue el confesor real el más decidido colaborador que se encontraron casi todos los fundadores y fundadoras de su tiempo.Con la Madre París ya había fundado en Cuba el año 1855 el Instituto de Religiosas de María Inmaculada, llamadas Misioneras Claretianas, para la educación de las niñas. Bajo su dirección espiritual se incluyen santa Micaela del Santísimo Sacramento, fundadora de las Adoratrices, y santa Joaquina de Vedruna, fundadora de las Carmelitas de la Caridad. Intervino directa o indirectamente en otras fundaciones. Se relacionó con Joaquín Masmitjà, fundador de las Hijas del Santísimo e Inmaculado Corazón de María, con D. Marcos y Dña. Gertrudis Castanyer fundadores de las Religiosas Filipenses, con María del Sagrado Corazón fundadora de las Siervas de Jesús, con la Beata Ana Mogas fundadora de las Franciscanas de la Divina Pastora. Le encontramos con el beato Francisco Coll fundador de las Dominicas de la Anunciata. También tuvo parte en la fundación de las Esclavas del Corazón de María, de la M. Esperanza González. Y habría que añadir su influjo en la Compañía de Santa Teresa, Religiosas de Cristo Rey, etc. Todas estas instituciones nacieron o germinaron gracias al P. Claret.

Un hombre santo

La suntuosidad cortesana no impidió al P. Claret vivir como el religioso más observante. Cada día dedicaba mucho tiempo a la oración. Su austeridad era proverbial y su sobriedad para las comidas y bebidas, admirable. Este era su horario: dormía apenas seis horas levantándose a las tres de la mañana; antes que se levantaran los demás tenía dos horas de oración y lectura de la Biblia, luego otra hora con ellos, celebraba su Eucaristía y oía otra en acción de gracias; desde el desayuno hasta las diez confesaba y luego escribía. Lo que peor soportaba era la hora de audiencia hacia las doce. Por la tarde predicaba, visitaba hospitales, cárceles, colegios y conventos. Su pobreza era ejemplar. Un día se llevó un susto al llevarse la mano al bolsillo. Le pareció haber encontrado una moneda, pero enseguida se repuso, no era una moneda, sino una medalla. En una ocasión no teniendo otra cosa para poder auxiliar a un pobre empeñó su cruz arzobispal. Claret era un verdadero místico. Varias veces se le vio en estado de profundo ensimismamiento ante el Señor. Un día de Navidad, en la iglesia de las adoratrices de Madrid, dijo haber recibido al Niño Jesús en sus brazos. Privilegio incomparable del que fue objeto fue la conservación de las especies sacramentales de una comunión a otra durante nueve años. Así lo escribió en su Autobiografía: "El día 26 de agosto de 1861, hallándome en oración en la iglesia del Rosario de La Granja, a las siete de la tarde, el Señor me concedió la gracia grande de la conservación de las especies sacramentales, y tener siempre día y noche el santísimo sacramento en mi pecho". Esta presencia, casi sensible, de Jesús en el P. Claret debió ser tan grande, que llegó a exclamar: "En ningún lugar me encuentro tan recogido como en medio de las muchedumbres".

Un hombre perseguido

No es de extrañar que un hombre de la influencia del P. Claret, que arrastraba a las multitudes, atrajera también las iras de los enemigos de la Iglesia. Pero las amenazas y los atentados se iban frustrando uno a uno, porque la Providencia velaba sobre él que se alegraba en las persecuciones. Fueron numerosos los atentados personales que sufrió en vida. La mayor parte frustrados por la conversión de los asesinos. Pero fue peor, con todo, la campaña difamatoria que se organizó a gran escala por toda España para desacreditarlo ante las gentes sencillas. Se le acusó de influir en la política, de pertenecer a la famosa camarilla de la Reina con Sor Patrocinio, Marfori y otros, de ser poco inteligente, de ser obsceno en sus escritos refiriéndose a su libro "La Llave de Oro", de ser ambicioso y aún de ladrón. Pero Claret supo callar, contento de sufrir algo por Cristo.
Ante el reconocimiento del Reino de Italia
El 15 de julio de 1865 el Gobierno en pleno se reunía en La Granja de San Ildefonso para arrancar a la Reina su firma sobre el reconocimiento del Reino de Italia, que equivalía a la aprobación del expolio de los Estados pontificios. El P. Claret ya había advertido a la Reina que la aprobación de este atropello era, a su parecer, un grave delito, y la amenazó con retirarse si lo firmaba. La Reina, engañada, firmó. Claret no quiso ser cómplice permaneciendo en la corte. Oró ante el Cristo del Perdón, en la iglesia de La Granja, y escuchó estas palabras: "Antonio, retírate".Transido de dolor al verse obligado a abandonar a la Reina en aquella situación, se dirigió a Roma. Allí el Papa Pío IX le consoló y le ordenó que volviera otra vez a la corte. La familia real se alegró inmensamente de su retorno. Pero una nueva tempestad de calumnias y de ataques se desencadenó contra él. Se puede decir de Claret que fue uno de los hombres públicos más perseguidos del siglo XIX.

LOS ÚLTIMOS AÑOS (1868-1870)

DesterradoEl 18 de septiembre de 1868 la revolución, ya en marcha, era incontenible. Veintiún cañonazos de la fragata Zaragoza, en la bahía de Cádiz, anunciaron el destronamiento de la Reina Isabel II. Con la derrota del ejército isabelino en Alcolea caía Madrid, y la revolución, como un reguero de pólvora, se extendió por toda España. El día 30, la familia real, con algunos adictos y su confesor, salía para el destierro en Francia. Primero hacia Pau, luego París. El P. Claret tenía 60 años. Los desmanes y quema de iglesias se prodigaron, cumpliéndose otra de las profecías del P. Claret: la Congregación tendrá su primer mártir en esta revolución. En La Selva del Campo caía asesinado el P. Francisco Crusats. El 30 de marzo de 1869 Claret se separaba definitivamente de la Reina y se iba a Roma.

Padre del Concilio Vaticano I

El día 8 de diciembre de 1869 se reunían en Roma 700 obispos de todo el mundo, superiores de órdenes religiosas, arzobispos, primados, patriarcas y cardenales. Comenzaba el Concilio Ecuménico Vaticano I. Allí estaba el P. Claret. Uno de los temas más debatidos fue la infalibilidad pontificia en cuestiones de fe y costumbres. La voz de Claret resonó, ya con dificultad, en la basílica vaticana el 31 de mayo de 1870: "Llevo en mi cuerpo las señales de la pasión de Cristo, -dijo, aludiendo a las heridas de Holguín- ojalá pudiera yo, confesando la infalibilidad del Papa, derramar toda mi sangre de una vez". Es el único Padre asistente a aquel Concilio que ha llegado a los altares.

El ocaso de sus días

El 23 de julio de 1870, en compañía del P. José Xifré, Superior General de la Congregación, llegaba el Arzobispo Claret a Prades, en el Pirineo francés. La Comunidad de misioneros en el destierro, en su mayoría jóvenes estudiantes, recibió con gran gozo al fundador, ya enfermo. Él sabía que su muerte era inminente. Pero ni siquiera en el ambiente plácido de aquel retiro le dejaron en paz sus enemigos. El día 5 de agosto se recibió un aviso. Querían apresar al señor Arzobispo. Incluso en el destierro y enfermo, el P. Claret tuvo que huir. Se refugió en el cercano monasterio cisterciense de Fontfroide. En aquel cenobio, cerca de Narbona, fue acogido con gran alegría por sus moradores. Su salud estaba completamente minada. El P. Jaime Clotet no se separó de su lado y anotó las incidencias de la enfermedad. El día 4 de octubre tuvo un derrame cerebral. El día 8 recibió los últimos sacramentos e hizo la profesión religiosa como Hijo del Corazón de María, a manos del P. Xifré.
Llegó el día 24 de octubre por la mañana. Todos los religiosos se habían arrodillado alrededor de su lecho de muerte. Junto a él, los Padres Clotet y Puig. Entre oraciones Claret entregó su espíritu en manos del Creador. Eran las 8,45 de la mañana y tenía 62 años. Su cuerpo fue depositado en el cementerio monacal con una inscripción de Gregorio VII que rezaba: "Amé la justicia y odié la iniquidad, por eso muero en el destierro".

GLORIFICADO

Los restos del P. Claret fueron trasladados a Vic en 1897, donde actualmente se veneran. El 25 de febrero de 1934 la Iglesia le inscribió en el número de los beatos. El humilde misionero apareció a la veneración del mundo en la gloria de Bernini. Las campanas de la Basílica Vaticana pregonaron su gloria. Y el 7 de mayo de 1950 el Papa Pío XII lo proclamó SANTO. Estas fueron sus palabras aquel memorable día: "San Antonio María Claret fue un alma grande, nacida como para ensamblar contrastes: pudo ser humilde de origen y glorioso a los ojos del mundo. Pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante. De apariencia modesta, pero capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de la tierra. Fuerte de carácter, pero con la suave dulzura de quien conoce el freno de la austeridad y de la penitencia. Siempre en la presencia de Dios, aun en medio de su prodigiosa actividad exterior. Calumniado y admirado, festejado y perseguido. Y, entre tantas maravillas, como una luz suave que todo lo ilumina, su devoción a la Madre de Dios".

BIBLIOGRAFÍA ELEMENTAL

Aguilar, F. de A.: "Vida del E. e I. D. Antonio M. Claret", 1871.
Aguilar, M. : "Vida admirable del S.D.P. Antonio M. Claret", 1894.
Aláiz, A.: "No puedo callar". San Pablo, Madrid 1995.
Antonio Mª Claret, "Escritos Autobiográficos". BAC, Madrid 1981.
Antonio Mª Claret, "Escritos Espirituales". BAC, Madrid 1985.
fonte:Congregación Obispo Alouis Hudal

Entrevista a Mons. Guido Pozzo


La buhardilla de Jerónimo presenta la traducción de una breve pero interesante entrevista a Monseñor Guido Pozzo, Secretario de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, difundida por Rorate Caeli aunque originalmente publicada por Messainlatino.it.

Monseñor, una interpretación restrictiva ampliamente difundida del Motu Proprio [Summorum Pontificum] sostiene que la provisión papal se dirige primariamente, si no exclusivamente, a aquellos grupos e institutos que ya estaban adheridos a la forma tradicional, y que, por contraste, no busca en ningún modo promover la forma extraordinaria. A esto ya ha respondido el Cardenal Castrillón Hoyos, diciendo en Londres, en junio del 2008, que al Papa le gustaría tener el “Rito Gregoriano” en todas las parroquias. ¿Cuál es su opinión?

El Motu Proprio está dirigido a todos los fieles católicos que desean la forma extraordinaria de la liturgia romana, no sólo a aquellos que, previo a su promulgación, estaban adherido a la antigua forma del rito romano. Por cierto que busca dar cabida a estos últimos y sanar viejas heridas, pero el propósito del documento es también permitir la difusión de la forma extraordinaria, para el beneficio de aquellos que aún no la conocen (por ser demasiado jóvenes como para haber tenido experiencia de ella), o de aquellos que redescubren con gozo la Misa de su juventud. Una cada vez mayor difusión de este tesoro litúrgico, patrimonio de la Iglesia, puede traer muchos beneficios, espirituales y vocacionales, también a través del mutuo enriquecimiento entre ambas formas del rito romano.

La Carta del Papa que acompaña al Motu Proprio se refiere a un período de tres años, luego del cual se recogerán informes de los obispos, para evaluar la situación. ¿Esto podría significar, como algunos sostienen, que la liberalización del antiguo Misal estipulada por el Motu Proprio ha de ser comprendida como ad experimentum, o que al menos al fin de esta evaluación puede haber restricciones acerca de la forma extraordinaria, tales como, por ejemplo, el retorno a un régimen similar al de los indultos de 1984 o 1988?

El período de tres años se refiere simplemente a un balance de los primeros tres años de aplicación. Si se descubre que existen dificultades serias, se encontrarán los remedios apropiados, siempre teniendo en mente el propósito esencial del Motu Proprio.

Se ha informado de obstáculos de muchas partes en la implementación del Motu Proprio . Nosotros también los hemos experimentado… ¿Qué es lo que debería hacer un grupo de laicos que se encuentran en tales situaciones de dificultad para obtener una Misa semanal en la forma extraordinaria? ¿Y de qué forma puede intervenir la Comisión Ecclesia Dei?

La respuesta está ya escrita en el Motu Proprio: pedirlo al párroco y, posiblemente, buscar un sacerdote que está listo. Si esto se demuestra imposible, es necesario acudir al obispo propio, a quién se le pide que busque una solución apropiada. Si incluso de esta forma no se obtiene la satisfacción del pedido, escribir a la Comisión Ecclesia Dei que, no obstante, trata con los obispos, quienes son naturalmente nuestro interlocutor: se les pide una evaluación de la situación, para ver cuáles son las dificultades reales y cómo encontrar un remedio.

Cambiando de tema, ¿ha visto los resultados de la encuesta comisionada por Paix Liturgique y por nosotros (Messainlatino.it)?

Sí, me alcanzaron un avance hace unos días. Estas cifras son verdaderamente notables y alentadoras, especialmente esa absoluta mayoría de los católicos practicantes que, al menos según la encuesta, consideran la existencia de las dos formas de la Misa en las parroquias como perfectamente normal. Entiendo que una copia de la encuesta ha llegado también al Santo Padre.

Fuente: Rorate Caeli

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

Ancona: intervista a uno degli autori di "Introibo ad altare Dei". Oggi presentazione del libro con il Cardinal Castrillon Hoyos.

Torna la voglia di fede e preghiera. Tre giovani, con una comune passione per l'antica liturgia, hanno scritto un volume sui riti precedenti la riforma post conciliare “Introibo ad altare dei” (Edizioni Fede & Cultura). Un tema tornato d'attualità dopo il recente sondaggio Doxa che ha rivelato che la maggioranza degli italiani tornerebbe alla messa in latino. Daniele Di Sorco, uno dei tre autori, sceglie Affaritaliani per raccontare come è nata l'idea del volume. "Abbiamo voluto colmare un vuoto perché mancava un libro recente sulla liturgia in uso prima della riforma post conciliare". E aggiunge: "Il risultato del sondaggio è un segnale positivo: significa che c'è una necessità di riscoperta del sacro".

introibo ad altare dei

di Stefania La Malfa

Si intitola “Introibo ad altare dei” (Edizioni Fede & Cultura) ed è un volume introduttivo sulla liturgia precedente la riforma post conciliare. Lo hanno scritto tre giovani, due studenti e un seminarista: Elvis Cuneo, Daniele Di Sorco e Raimondo Mameli. Li accomuna un diploma al Conservatorio e lo studio universitario e teologico. E la comune passione per l’antica liturgia che li ha portati a scrivere un compendio liturgico. Un tema tornato d'attualità dopo il recente sondaggio Doxa che ha rivelato come la maggioranza degli italiani desideri ascoltare la messa in latino. Anche la recente ammissione nella Chiesa Cattolica dei tradizionalisti Anglicani, con un rito simile al nostro antico messale, porta d’attualità la liturgia latina disciplinata dal Motu Proprio “Summorum Pontificum” di Papa Benedetto XVI. In diverse città delle Marche alcune famiglie stanno raccogliendo firme per chiedere ai loro parroci la celebrazione con l’antico rito. Il libro sarà presentato da Sua Eminenza il Cardinale Darìo Castrillòn Hoyos, Prefetto, emerito, della Pontificia Commissione Ecclesia Dei sabato 24 ottobre alle 16.30 a Palazzo Uccellini – Amurri di Belvedere Ostrenze (An). Daniele Di Sorco, uno dei tre autori del libro, racconta ad Affaritaliani come è nata l'idea del volume.


Che cos'è “Introibo ad altare dei”?

"Il nostro libro si può definire un'introduzione, un compendio per iniziare chi non è esperto e chi vuole svolgere il servizio liturgico. Si tratta di un libro divulgativo indirizzato soprattutto ai laici che vogliono per esempio servire all'altare. E' sempre esistita la possibilità di celebrare la messa attuale in latino anche se questo avviene raramente, come per esempio per le messe celebrate dal Papa".

Come è nata l'idea di scrivere questo volume?

"Abbiamo sentito l'esigenza di colmare un vuoto perché mancava una pubblicazione recente sulla liturgia in uso prima della riforma post conciliare su come si organizza e si serve una funzione. I testi degli anni '50 e '60 che si occupavano dell'argomento si rigolgevano a un pubblicao che aveva ben presente di cosa si parlava, oggi invece c'è bisogno di fornire le informazioni base per capire le differenzze tra l'antico e il nuovo. Non siamo degli specialisti ma abbiamo una passione personale che abbiamo coltivato negli anni: io sono uno studente universitario e ho 24 anni e gli altri due autori hanno 25 e 30 anni e sono ubno studente e un seminarista".

In cosa si distingue il rito antico da quello attuale?

"Nel rito antico la posizione del sacerdote era nella stessa direzione dell'assemblea e denotava il comune orientamento del celebrante e del popolo verso Dio: Questo faceva percepire come entrambi fossero rivolti nella medesima direzione e in questo si manifestava certamente il senso della sacralità. In più l'uso di una lingua non volgare, cioè il latino, dava la consapevolezza che in tutte le chiese cattoliche del mondo si stesse pregando nella stessa lingua, oltre alla sensazione che quando ci si metteva in presenza del divino il rispetto richiedesse che l'uso di una lingua conscrata da una lunga tradizione ecclesiastica. Infine i lunghi momenti di silenzio in cui il sacerdote pregava sottovoce lasciavano spazio alla preghiera individuale, punto importante di ogni celebrazione liturgica, che oggi è andato un po' perso".

Come giudica il risultato del recente sondaggio Doxa?

"Dal sondaggio si ricavano due informazioni significative. Da un lato un numero limitato di cattolici sa che esiste un rito antico diverso dal moderno e questo è dovuto anche a un atteggiamento di scarsa informazione da parte del clero. Ma dall'altro un numero molto elevato di cattolici praticanti ha dichiarato che sarebbe favorevole a una convivenza delle due forme del rito nella propria parrocchia o che vi parteciperebbe personalmente con cadenza mensile. Dunque significa che l'interesse alla liturgia tradizionale è diffuso tra i fedeli: è una necessità di riscoperta di una dimensione del sacro anche in coloro che non lo conoscono direttamente. E' un segnale molto positivo".

L'attuale liturgia allontana dunque i fedeli?

"Dopo la riforma post conciliare c'è stato un calo delle presenze alla messa, segno che la nuova liturgia ha fatto allontanare i fedeli: è un calo significativo che è stato cauasto anche dai criteri con cui è stata fatta la modifica. Anche l'allora cardinal Ratzinger ha accusato alcuni esiti della liturgia come quello della banalizzazione, dello scadimento a una festa, a una celebrazione della comunità incapace di suscitare il senso del sacro e della preghiera".

Fonte Affaritaliani.it